VIII

"Por suerte, existes"

Y por suerte, también,
no sólo existes,
sino que te colocas aquí,
justo al lado de todo lo que está lejos
para estar cerca.

Y por suerte, aún más,
no sólo existes
y te colocas aquí,
sino que es en ese exacto lugar
en el que me haces pensar
que merezco habitarlo,
conocer los rincones que lo atajan
y saber mirarte también
cuando cierro los ojos.

Como un sueño.

Como el sueño que aparece
en el momento preciso
en el lugar que tú ocupas."
Elvira Sastre

Nina se acercó hasta ella, se encontraba sentada en el sofá leyendo aquel poema que Kaedi acababa de mandarle en un mensaje de texto. Sonreía involuntariamente, porque cada verso y letras tenían una parte de aquella chica de cabellos revoltosos y suaves. Era hermoso, como si Kaedi se fragmentara en cada estrofa.
—Pareces muy feliz ¿Así de bien te fue?
Suspiró, y colocó su celular en el pecho:
—Ya te dije que sí. Me divertí con las chicas.
—¿Con las chicas? ¿O con Kaedi? —preguntó dejando su taza de té en la mesita de centro y se quedó esperando la reacción de su novia. 

Lía no iba a darle gusto, no iba a ser ella la que iniciara esa absurda discusión.
—Con ambas. Y si estás intentando iniciar una discusión, olvídalo —se puso de pie y caminó rumbo a la habitación. Pero la rubia fue detrás de ella como un sabueso.
—Nailea lo está logrando. Puedo verlo, lo vi esta tarde cuando jugueteabas con ella. Kaedi te gusta, no soy idiota como para no darme cuenta.
Lía comenzó a quitar su ropa, sin dejar de darle la espalda a su novia que volvía a arrojar sus palabras envenenadas sin parar.
—¡Basta, Nina! ¿Qué te molesta? ¿Qué esté feliz? ¿No puedes soportar que haya tenido un fin de semana tranquilo y divertido con mis amigas?
—¡Esa chica no es tu amiga! —contradijo, aproximándose a ella con determinación—. Tiene otras intenciones. Y tú pareces tan conforme con eso.
Comenzó a desvestirse también. Se recostó sobre su lado de la cama mientras Lía estaba en el otro extremo. 
—Nina... Ya no quiero pelear. Quiero que por lo menos podamos irnos a dormir tranquilas —Suspiró, se acurrucó y esperó a que la respiración de su novia se aligerara.
La chica no contestó, fingía estar dormida para no tener que hablar más del tema. Típico de ella, era quien iniciaba las discusiones y quien las terminaba a su conveniencia, como si fuera un berrinche de niña pequeña.
—Nina... —continuó—. ¿Puedes abrazarme?
La rubia se reincorporó. Se quedó sentada durante un rato en la orilla de la cama, buscando algo en el buro. Sacó un grueso libro de anatomía. Tomó su almohada y salió de la habitación sin decir nada más.

***

Pasados los días, no hubo ni uno en el que Kaedi y Lía no compartieran un mensaje. Con la escuela y el trabajo, era difícil verse. Así que preferían mantenerse al tanto de sus actividades diarias por mensajes. Platicaban durante buen rato, hasta que Lía se quedaba dormida, algunas veces con el celular en la mano y era Kaedi quien se encargaba de colgar.
Nailea ahora parecía conforme. Estaba dispuesta a aceptar la distancia que comenzaba a mostrar Kaedi si como resultado tenía la relación con Lía. Dedicaba su tiempo a hacer otras actividades, entre ellas, salir con su nuevo novio, Diego. Un joven apuesto que había conocido en una fiesta de la empresa de su padre. Era gentil, guapo y muy rico. Tenía todo lo necesario para convertirse en el próximo "amor de su vida".
—Tiene cara de engreído, no sé, me da mala espina.
—Claro que no, Kaedi. Es un buen chico. Es detallista, romántico y sobre todo siempre está al pendiente de mí ¿sabes lo difícil que es encontrar un hombre así? —preguntó mirando a la chica de cabello rizo quien únicamente hizo un mohín fingiendo concentración y después encogió sus hombros—. Por supuesto que no lo sabes.
En ese instante Salvador había entrado a la librería. En cuanto las vio se acercó para saludarlas. Nailea lo vio aproximarse y comenzó a recoger sus cosas.
—Nos vemos luego, tengo que ir a ver a Diego...
—Nailea...—Kaedi sujetó la mano de su amiga y la miró con severidad—. No hagas eso.
—No sé de qué hablas —La chica fingió demencia y salió del lugar pasando enseguida de Salvador sin siquiera mirarlo.
El chico fue hasta la mesa de su amiga que se había quitado los anteojos y se llevaba las manos al rostro.
—No sé qué le pasa, lo juro ¿no vas a decirme que pasó?
—No —contestó Salvador mientras se dejaba caer sobre el asiento—. Quizá fui demasiado para ella, ya sabes.
—No, no sé ¿Le hiciste algo que no quería? —preguntó de nuevo la chica.
—Le hice muchas cosas, Kaedi. Pero puedo asegurarte que las quería —Miró a su amiga sonreír y continuó—. Quizá, no está acostumbrada a que le hagan el amor...
Kaedi soltó una carcajada, por un momento pensó que Salvador bromeaba como siempre, pero no era así. Al darse cuenta de lo taciturno que se ponía decidió parar.
—¿Hablas en serio?
—Claro. Las mujeres como Nailea están acostumbradas a que usen sus cuerpos y las desechen como si fueran un pedazo de nada. No tengo por qué decírtelo, pero para tu información, con ella siempre he sido un caballero ¿Me creerías que en realidad no hicimos nada en su fiesta?
—Por supuesto que no.
—¿Lo ves? —El chico tomó el café de su amiga y le dio un sorbo—. Nadie creería eso de mí porque tengo mala fama. Pero te lo aseguro, Kaedi. Esa noche durmió en mis brazos. Mientras intentaba darme sexo oral, se desplomó, ¡pum! yo le di un baño, la arropé y me quedé hasta que el sol apareció. Ahora ¿entiendes por qué huye?
Kaedi estaba sorprendida. Negó y vio que en la expresión de su amigo se dibujaba un gesto afable.
—Porque la hice sentir alguien. Le demostré que soy capaz de respetarla y cuidarla sin obtener su cuerpo como una forma de pago.
Era imposible que por la mente de Kaedi no pasara su situación con Lía. Todo lo que decía Salvador comenzaba a tener mucho sentido para ella si lo trasladaba a su situación. Quizá Lía era igual a Nailea, quizá ella misma le tenía tanto miedo a sentirse querida que por eso se aferraba a algo que difícilmente podría ser amor: "cuando no conoces el amor cualquier caricia puede serlo".
—Entonces Nailea tiene temor de sentirse amada porque cree que en realidad tú no quieres nada con ella. Y es por eso que te evita, para no sentirse vulnerable y terminar... enamorándose.
—Vaya, eres buena en esto —intervino el chico—. No me digas que estás pasando por algo similar.
—Tengo que irme.
Kaedi se puso de pie y salió de prisa. En ese momento su celular sonó, era el Lía. Contestó el teléfono de inmediato.
—¿Todo bien? —Durante un instante no se escuchó nada más que una respiración—. ¿Lía? ¿Estás bien?
Colgaron y cuando intentó devolver la llamada el teléfono parecía apagado. Era extraño, no pudo evitar sentirse nerviosa, así que intentó llamar en más de una ocasión hasta que a su teléfono entró la llamada de un número que no conocía. Pensó que podía ser Lía, que su teléfono quizá se había descompuesto.
—¿Diga?
Hablar contigo no es algo que me guste, pero te lo voy a decir sólo una vez y de forma muy clara. Aléjate de Lía, no quiero verte hablando día y noche con ella.
La voz de Nina parecía bastante seria, pero a Kaedi no le importaba en lo más mínimo. No iba a sucumbir al temor por las amenazas de una niña boba y caprichosa.
—Bien, yo también lo diré una sola vez y de forma clara. No eres nadie para prohibirle y sobre todo prohibirme hablar con ella. Déjate de niñerías. Lía no te pertenece, ¿entiendes que no es un objeto, verdad?
Kaedi escuchó una segunda voz en la bocina. Era Lía que parecía gritarle a Nina, intentaba quitarle su teléfono y comenzaron a discutir hasta que finalmente colgó. Kaedi comenzó a ponerse nerviosa, no quería que Lía resultara lastimada por su culpa. Se subió a su caribe y condujo en dirección hasta el departamento de la chica. Cuando llegó, se dio cuenta de que no era buena idea intervenir, al final de cuentas, Nina continuaba siendo la novia de Lía. Espero a que por lo menos Lía se comunicara con ella, pero eso no pasó. Así que regresó a su departamento. Cuando estuvo ahí, recibió un mensaje:

Suspiró fastidiada. Sintió como si el pecho se le hiciera pequeño y no entendía por qué. Segundos después entró una llamada.
No, la verdad no es lo que deseo. Fue únicamente para que Nina dejara de molestar. No sé, Kaedi. No sé por qué se pone así si no hacemos nada malo.
Por la cabeza de Kaedi pasaron tantos sinónimos para denominar el síntoma de Nina que no tuvo el valor de decirle.
—No quiero ponerte en una situación incómoda. Démosle tiempo a las cosas y luego...
—No —dijo de repente—. Veámonos, te espero en el parque central en una hora.
Kaedi suspiró. Se dio cuenta que era tarde para darle vuelta a la página.
Quedaron de verse en aquel lugar, y esta vez Lía llegó anticipadamente. Estaba sentada en la fuente cuando vio caminar a Kaedi hasta ella. Nuevamente alzaron la mano para saludarse.
—No estaba segura de si lograrías llegar. Imaginé que Nina ya te tendría en un sótano, amarrada con cadenas.
Lía rio:
—Estuve a poco de eso. Pero fui más fuerte esta vez...Quería verte.
Kaedi se puso nerviosa y bajó la mirada.
—También yo.
Caminaron hasta llegar a un pequeño quiosco en donde compraron algunas golosinas.
—Chocolate negro —pidió Lía mientras compartía una mirada con Kaedi.
Continuaron su recorrido, mientras le contaba cómo es que Nina había dado con su número.
—Estuvo revisando uno por uno. A veces me sorprendo de que sea tan intensa. Y como estás registrada como Nailea nuevo, no dudó ni un instante en comenzar a indagar.
—Eso da miedo, Lía. Pero me asusta más el hecho de que lo cuentes con esa naturalidad. Debes hacer algo, no tiene derecho de meterse en tus cosas.
—Lo sé —intervino la chica—. Y te juro que cada vez estoy más cerca de mandarla al carajo.
Era la segunda vez que escuchaba eso por boca de Lía. No iba a hacerlo, ni en esta ocasión ni en otra. Se puso a pensar por primera vez si continuar con aquello valía la pena, ya que ahora ni siquiera sabía por qué lo hacía en realidad.
—¿Por qué sigues con ella, Lía?
—Porque me ama...
—¿Y tú de verdad sientes que eso es cierto?
—No... —contestó, dando un largo suspiro.
—Entonces, ¿por qué no terminas con ella?
—Porque le quiero creer.
Aquellas palabras sonaban tan vacías que Kaedi dudó que las dijera en serio.
—Si tuviera el poder de borrarla de tu mente y tu corazón lo haría —dijo después de un rato.
Lía le sonrió, se acercó poco a poco hasta quedar a escasos centímetros de ella.
—Que seas tan linda es un poder que podría funcionar.
En ese instante una chica se acercó hasta ellas y fue directo hasta Kaedi.
—¡Tu cabello es hermoso! ¿Es natural? es tan lindo, ¡no puedo creerlo!
La chica tenía el aspecto de Nailea, era castaña y bonita. Kaedi se sonrojó, mientras Lía observaba a la inesperada mujer que no dejaba de contemplar fascinada cada rasgo de Kaedi.
—¿Puedo tocar tu cabello?
—Claro —contestó algo divertida con la situación.
La chica recorrió con sus manos la espesa melena llena de chinos sin dejar de sonreír. Cuando se percató de la inmóvil presencia de Lía hizo un gesto preocupado.
—Lo siento, no estoy intentando nada. Debe ser incómodo que una extraña aborde así a tu novia.
Kaedi miró a Lía que ahora sonreía.
—No pasa nada. Son gajes del oficio, la próxima vez conseguiré una novia fea.
La chica terminó por despedirse y continuar su camino hasta llegar a los brazos de un chico que claramente debía ser su novio. Lía y Kaedi no hicieron más que reír.

***

—Ya vámonos, Diego. Me estoy muriendo de sueño.
Nailea estaba en una fiesta con los amigos de su novio, pasaban de las cuatro de la mañana y era como si ninguno tuviera intenciones de marcharse. El chico la tomó del rostro y le dio un beso.
—Pero si esto está en su mejor momento, mi amor.
Diego sacó de su bolsillo un par de píldoras que puso frente a ella. Eran como perlas negras y brillantes. Nailea jamás había visto algo como eso, pero sin duda se veían amenazantes.
—¿Estás loco?
—Sólo así podrás con la fiesta. No te pasará nada —Diego se llevó a la boca una de las píldoras para después beber un trago de vodka. Hizo una exclamación de triunfo y todos parecían celebrar aquello.
—Vamos, cariño. Inténtalo.
La rubia sostuvo la píldora con dos de sus dedos y la puso en su lengua. La tragó con facilidad, sin siquiera beber un poco.
—¡Vaya! —exclamó Diego, sorprendido—. Me encantan las mujeres con gargantas como la tuya.
Nailea le dio un empujón avergonzada porque algunos chicos los observaban.
En poco tiempo, sintió que todo pasaba rápidamente como si fuera una película de Chaplin.
Una sensación de ligereza la invadió de pronto. Perdió de vista a Diego, y a todos los amigos de éste. De un momento a otro olvidó en dónde estaba. Comenzó a caminar por la casa buscando a su novio cuando se encontró a un chico. Era atractivo y muy alto. El joven le ofreció ayudarla a buscar a Diego mientras la llevaba a una de las habitaciones. Nailea no sabía que estaba pasando ni imaginó lo que ahora sucedería. Llegaron a una habitación en donde una chica de cabello oscuro los esperaba de pie. Se acercó lentamente en cuanto vio a Nailea y compartió una mirada con el chico. Pasó su lengua por el cuello y pecho de la joven mientras él comenzaba a quitarle la ropa...
Despertó con el brillo del sol en sus ojos. Al darse vuelta descubrió a la chica recostada sobre su espalda, no había sido un sueño. Se puso de pie rápidamente y vio que estaba desnuda. No recordaba nada, salvo pequeñas escenas de esa mujer sobre su cuello y las manos del joven despojándola de su ropa. Escuchó ruidos provenientes de la habitación del baño y vio salir a un hombre moreno que ni siquiera se detuvo a reparar en ella.
—Ya despertaste, comenzaba preocuparme. Ayúdame a mover a Claudia.
La respiración de Nailea se agitó, miró a la chica mientras el joven la movía. Finalmente Claudia despertó y dirigió su mirada hacia ella.
—Hey, rubia. Estuviste increíble anoche.
Su voz era suave, y seductora. Estuvo a punto de colapsar, no podía recordar nada, no sabía lo que había pasado ni hasta donde había sido capaz de llegar con esas dos personas. Comenzó a hurgar en la basura del baño y del cuarto, en la cama, no había rastro de que se hubiera protegido.
—¡¿Qué hicieron conmigo?!
El chico comenzó a reír.
—Tú nos hiciste más a nosotros, créeme. Para estar drogada estuviste mejor de lo que imaginé.
Nailea comenzó a recoger su ropa del suelo, estaba llorando mientras se vestía y corría hacia la puerta para huir de esa casa, de esas personas. Intentó llamar a Diego pero éste no contestaba.
—¡Maldita sea, idiota! ¡Contéstame!
Después de un rato Diego respondió.
—¿En dónde demonios estabas? ¡Me dejaste sola! —dijo la rubia fuera de si, mientras aceleraba su automóvil por la calle principal.
—¿Tienes el descaro de llamarme? Fuiste tú la que se fue con ese sujeto ¿te lo follaste, cierto? ¡Maldita sea, Nailea! ¡Eres una puta, no vuelvas a buscarme! ¿Me escuchaste?
Se detuvo de golpe, un automóvil pasó junto ella mientras sonaba el claxon con furia.
—Eres un imbécil, Diego. Fue tu culpa, me diste esa maldita cosa y...
—Sí, claro, así como también te obligué a que te sentaras sobre ese idiota ¿no es así? No vuelvas a llamarme.
Se aferró con fuerza al volante, no podía dejar de llorar. Unas gruesas lágrimas caían de sus ojos esmeralda mientras sollozaba con fuerza. No podía entender bien qué era lo que había sucedido. Únicamente podía pensar en alguien para ayudarle, esa era Kaedi, pero estaba avergonzada siempre terminaba involucrándola en sus tonterías. Pensó en Salvador, seguro él no tendría problema, iría por ella, la llevaría a casa y quizá se quedaría un rato hasta que pudiera quedarse dormida. Comenzó a llamarlo pero su celular sonó. Era Diego.
—¿En dónde estás? iré por ti
Llegó al departamento de su novio, ninguno dijo nada en el camino. Se dejó caer sobre el sofá pero Diego la sujetó de brazo para levantarla de nuevo.
—No quiero que dejes tu maldito aroma en mis cosas. Ve a darte un baño y hablaremos de esto.
Nailea obedeció. Se dio un largo baño y finalmente salió para sentarse sobre el sofá. No tenía cara para ocultar lo que acababa de hacer. Diego estaba ahí, dando vueltas como un león en cautiverio. Parecía acelerado, y se llevaba con frecuencia las manos a la cabeza, debía estar aún bajo los efectos de esa maldita droga.
—Voy a perdonarte —dijo de repente, acariciando el rostro de la chica—. Te voy a perdonar porque fue tu primera vez, pero si vuelves a hacerme algo así, te voy a matar ¿estás escuchándome?
Nailea asintió. Podía sentir que la caricia inicial se convertía en un fuerte apretón en su mandíbula que comenzaba a hacerse insoportable. Pero el chico la soltó.
—¿Por qué me dejaste sola? No debiste darme eso...
—Tú la tomaste ¿no? ¿Te puse una pistola?
Nailea había comenzado a sollozar. Diego suspiró y se hincó junto a ella, sujetando sus manos.
—Sé que estoy siendo injusto, pero entiéndeme. Me gustas mucho, el sólo pensar que estuviste con alguien más me pone furioso —Aferró a la chica en un abrazo—. Estaremos bien —dijo, acariciando el cuerpo de su chica y besándola en la frente. Finalmente la besó en los labios, parecía otro sujeto, le ofreció llevarla a desayunar y quizá más tarde pasar a ver una película. Nailea asintió, comenzaba a sentirse más tranquila rodeada por el abrazo de su chico. Ahí mismo lo supo, se dio cuenta de que no había nadie más para ella que Diego.

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