IV

"Me he enamorado de olas que tenían tus ojos, de ojos que tenían tu mar, de mares que te cabían entre los muslos."
Ernesto Pérez Vallejo


Los preparativos de la fiesta de Nailea estaban en puerta. Tanto Kaedi como Lía sabían que su amiga siempre arrojaba la casa por la ventana, esta vez no sería la excepción. La fiesta sería en la casa de playa de los padres de Nailea, quienes nunca se negaban a cualquier capricho de su pequeña y única hija. Tal y como Kaedi había prometido, fue a la casa de Nailea a esperar aquel paquete que nunca llegó. Únicamente encontró una cama adornada con pétalos de rosa y un poco de champán. Había sido un pretexto más para que ella y Lía se encontraran solas.
Pensé que quizá con un poco de intimidad las cosas subirían de tono.
Regresó a su casa ese mismo día. En toda esa semana no había tenido ningún encuentro casual con Lía. Así que su vida seguía con normalidad. Había vuelto al taller de creación poética que impartía Salvador. Estaba dispuesta a sacar algo bueno ese mismo año para buscar la editorial perfecta que quisiera publicarle algún tiraje de poemas.
—Me gusta tu voz poética, pero siento un poco rígido el manejo de figuras. Déjate llevar, Kaedi. La poesía es una extensión libre de ti misma. Tienes que conectarla a tus sentimientos —indicó Salvador, proponiéndole un ejercicio—. Mira, cierra los ojos. Intenta sentir todo lo que está a tu alrededor. Huélelo, percíbelo sin tener que verlo o tocarlo. Imagina cómo sería esa cosa si pudieras tocarla, verla o saborearla.
Kaedi cerró los ojos. Quería intentar ser receptiva pero por su mente no pasaba nada en realidad, nada digno de representar mediante un ejercicio como ese.
—No sé, esto no funciona.
—Sigue intentándolo.
Kaedi volvió a cerrar sus ojos. Salvador, vio a lo lejos a Lía acercarse hasta ellos. Antes de que irrumpiera el chico le hizo una señal para que no hiciera ruido alguno. Dirigió a Lía hasta Kaedi que continuaba con los ojos cerrados, pensativa e intentando hacer bien el ejercicio.
—Bien, ahora sostén esto. —Salvador dirigió las manos de Kaedi hasta el rostro cómplice de Lía.
Cuando Kaedi sintió el contorno de aquel rostro abrió los ojos y miró a la chica sonriendo justo frente a ella.
—No debes abrir los ojos. Es trampa —dijo sin dejar de sonreír.
Pero Kaedi retrocedió. No compartía para nada el humor de Salvador que no dejaba de reír y repetir que había hecho una cara extraña mientras Lía parecía consecuente a la gracia de su amigo.
—Haremos el ejercicio en otra ocasión. Ahora debo irme —dijo Kaedi poniéndose de pie.
—Dijiste que irías conmigo a la fiesta.
—Sí lo sé. Pero surgió algo. Te veo en la noche.
Lía la siguió con la mirada mientras recogía sus cosas de la mesa y salía deprisa del café. Desde que se había negado a salir con ella, Kaedi se mostraba distante y un poco fría. La vio marcharse hasta que finalmente se perdió a su vista.
Kaedi continuó caminando a paso apresurado. No había hecho aquello de forma intencional, sino que verdaderamente tenía algo que hacer. Había olvidado el regalo de Nailea por completo. La chica no se lo iba a perdonar. Fue directo a la tienda favorita de su amiga y gastó casi todo su dinero en un maldito par de medias de red que quería desde hacía tiempo. Cuando salió, fue una sorpresa que se encontrara con Lía.
—¿De compras? pensé que tenías prisa.
—La tenía. Había olvidado el regalo de Nailea.
Lía pensó que era sólo un pretexto más, pero Kaedi alzó la bolsa para que la viera.
—Tiene gustos extraños. Pero no puedo dejar pasar la oportunidad de regalarle algo que nadie le dará.
—Eres una buena amiga.
—Lo intento —contestó, sin dejar de mirar los ojos rasgados de Lía que parecían observarla de forma diferente—. Bueno, nos vemos en la fiesta. Aunque quizá lo mejor sea no saludarte si vas con tu novia. No quiero problemas.
—¿Por qué los tendrías? Tú y yo no somos nada.
—Lo sé, pero supongo que a estas alturas Nina debe saber que te invité a salir...
—De hecho no... —contestó Lía cruzando los brazos a la altura de su pecho—. Sé cómo es, no podría hacerte algo así...
«¿A mí? o ¿a ella?», pensó Kaedi. Miró fijamente a los ojos de Lía que en un momento cambió su expresión reflexiva a algo más sobrio y reservado. Se despidió de Kaedi y finalmente se marchó.

****

Por la noche, Kaedi se encontraba en su departamento preparándose para ir a la fiesta de su amiga. Salvador ya la esperaba. Estaba en la sala tirado sobre la alfombra mientras fumaba un poco de hierba en su pipa. Mientras ella seguía probándose outfits, quería verse al menos un poco diferente, así que se decidió por una blusa con los hombros descubiertos que dejaba expuesto su tatuaje de flores, con el estampado de la cara de Morrissey justo al centro haciendo juego con un pantalón negro tipo licra y unos zapatos estilo mocasín. Al salir de la habitación modeló para Salvador que comenzó a aullar como un lobo mientras la chica intentaba hacerlo callar antes de que despertara a los vecinos.
Bajaron del edificio y subieron a la vieja Caribe que la madre de Kaedi le había regalado en su cumpleaños. Fue Salvador quien manejó hasta la casa en la playa.
El lugar ya estaba rodeado por lujosos automóviles deportivos. A pesar de que había un estacionamiento privado, no se daba abasto para la cantidad de personas que debía haber.
Entraron, y como era de esperarse la decoración estaba perfecta. Había bebidas, mesas de bocadillos y una mesa de regalos que ya estaba a rebosar. Salvador robó una botella de vino y comenzó a beberla a grandes tragos mientras Kaedi intentaba localizar a su amiga. En eso estaba cuando por accidente sintió que derramaba el trago de alguien justo en su mano. Miró de reojo y descubrió una cara familiar.
—Ten más cuidado —se dirigió a ella lanzándole una mirada furiosa.
—Lo siento, ¿te ensucié? discúlpame
Nina pudo reconocerla, no dijo más cuando descubrió que era Kaedi, sacudió su mano mojada en whisky y fue como si la chica no se hubiera disculpado. Caminó hacia donde debía estar Lía esperándola. Y así era, ahí estaba la chica con una blusa negra de botones y jeans del mismo color, traía un pesado colguije en el cuello y usaba tacones. Estaba bastante arreglada, y el negro hacia relucir su piel blanca. Kaedi la observó.
—Se ve preciosa. No me imagino ser la afortunada que puede desabotonar esa blusa —dijo Salvador al pegarse a su oído.
Kaedi lo empujó.
—Déjate de idioteces. Ayúdame a buscar a Nailea.
—Por Dios, Kaedi. Eso no es difícil.
El chico señaló hacia un extremo del recibidor. Vio a su amiga bailando con un par de conocidos y fue hasta ella para abrazarla.
—¡Feliz cumpleaños! —gritó entusiasmada.
—¡Me alegra que estés aquí! —La rubia la estrechó con fuerza.
—De todos modos aunque no quisiera irías a buscarme.
—Lo haría.
Ambas sonrieron y fue Nailea quien miró de reojo a Lía y su chica.
—Le rogué que no la trajera, lo juró.
Kaedi rio, era claro a qué se refería.
—No importa. Gastaré mi tercera oportunidad hoy mismo, si no funciona. Adiós Lía para siempre.
Nailea hizo un mohín un poco decepcionada por su plan, pero aceptó aquello. Era lo justo, después de todo, Kaedi no tenía porque humillarse al ser rechazada tantas veces. Lía era una tonta a la que le gustaba repetir sus errores y hacerse daño. No iba a dejar que eso afectara a su perfecta y tierna amiga.

***

Siguieron en la fiesta hasta muy entrada la madrugada. Nadie parecía irse, y mientras Nailea perdía poco a poco la cuenta de sus tragos, Kaedi fue capaz de intentar bailar salsa con Salvador e incluso coquetear con un par de chicas. Podía sentir la mirada de Lía en cada paso que daba, pero su novia era inseparable, parecía una sombra a su lado.
Las horas pasaron hasta que el alcohol fue demasiado para los cuerpos y los ímpetus de una noche que para algunos recién comenzaba.
Salvador estaba acechando. Miraba a Nailea de lejos ser besada y tocada por más de un imbécil, ni siquiera eran capaces de disfrutar su belleza. Él mantuvo su distancia. Su momento llegaría, sabía que ambos deseaban ese encuentro. Así que esperó paciente a que todos se fueran.
Sus ojos azules se cruzaron con los de la chica que no dejó de mirarlo. Subió su falda intencionalmente dejando entrever un exótico liguero oscuro bajo su vestido rojo. Salvador esbozó una sonrisa hermosa y caminó hacia ella.
—Eres demasiado vulgar para mí —le susurró al oído mientras ésta comenzaba a reír.
—No te preocupes. No hay nada para ti aquí. Puedes irte.
Nailea comenzó a caminar a su habitación. Ya había pocos invitados, quizá cinco o diez de los más de setenta que habían llenado la casa. Kaedi vio de lejos a Salvador y fue hasta él para detenerlo.
—No seas un infeliz. Te juro que si le haces daño...
Kaedi miró a los ojos de Salvador, en realidad parecía bastante sobrio, sonreía divertido, pero al mismo tiempo sereno.
—No voy a hacer nada que no quiera, Kaedi.
Siguió a Nailea hasta su habitación. Tocó un par de veces sin éxito. Hasta que la chica le abrió. La tomó por la cintura para elevarla mientras comenzaba a besar su vientre y sus piernas. Había algo peculiar y seductor en esa chiquilla mimada que ahora se retorcía entre sus brazos mientras forcejeaba para alejarlo y al mismo tiempo tenerlo muy cerca. Desde el primer momento había sentido ese vínculo que ambos habían intentado ocultar.
—Te odio, maldito imbécil —aseguró, mientras comenzaba a golpearle el pecho y desgarrarle la camisa.
—No te preocupes, mujer sin corazón. El sentimiento es mutuo, solo te hago un favor.
El chico comenzó a besarla con sensualidad mientras Nailea continuaba forcejeando más por el juego que los envolvía que por pudor. Sintió el inminente sexo de Salvador sobre su muslo y comenzó a acariciarlo. Le arrancó la camisa para dejar expuesto el enorme tatuaje de figuras abstractas que llevaba en el pecho. Nailea lo recorrió con la punta de la lengua hasta bajar a su ombligo, se aferró a ambos costados de Salvador mientras sacaba suavemente el sexo del chico...

***

Kaedi subió a la segunda planta cuando todos los invitados se habían ido. Entró a la habitación principal que era de los padres de su amiga y se recostó sobre un sofá que había junto a la cama. Se echó encima el cobertor mientras se acurrucaba. En ese instante escuchó la puerta abrirse. Eran Lía y Nina. Ambas comenzaron a besarse mientras Lía se deshacía de la ropa de Nina que jadeaba descontrolada cayendo de espaldas en la cama. Kaedi no supo qué hacer, sabía que lo correcto no era quedarse, pero al mismo tiempo le daba vergüenza salir de esa forma después de lo que había presenciado. Nina alejó a Lía de ella y se acostó en la cama. Fue como si de un momento a otro no quisiera más. Kaedi respiró aliviada. Pero Lía insistió, desabrochó su blusa dejando al descubierto un hermoso sostén color azul marino que apenas si dejaba entrever sus pezones. Intentó continuar con el juego de seducción pero Nina la detuvo.
—Basta, Lía, ¿qué tal si alguien viene? mejor vamos a dormir.
La rubia se tiró al lado de la cama sin decir más. Lía se quedó en el otro extremo, pasó una de sus manos para acomodar sus cabellos y suspiró. Parecía acalorada, Kaedi la comprendía, que te dejaran de esa forma era imperdonable. Repentinamente, Lía volteó hacia donde Kaedi continuaba observándola. Pudo darse cuenta de que era ella y estaba ahí, siendo testigo de todo. Kaedi cerró los ojos, esperando que Lía la creyera dormida, y por un momento así pareció, hasta que Lía sumergió una de sus manos en su sexo y comenzó a tocarse. No apartaba los ojos del bulto que era ahora Kaedi y continuó haciéndolo más rápido. Pasó una de sus manos por sus senos que hasta ese momento a Kaedi no le parecían tan descomunales. Comenzó a sentir un pequeño shock en el cuerpo. Era imposible enajenarse de ese espectáculo, Lía era una mujer, y muy hermosa. Desde el primer momento había sentido una especie de conexión y de repente verla de esa forma tan sensual y expuesta, hacía de ella el más exquisito de los poemas.
Las palabras surcaban por su cabeza con rapidez, había una y mil formas para describirla. Cerró los ojos, como Salvador le había dicho en su ejercicio y el poema comenzó a componerse. Sin darse cuenta, ya sentía una conmoción bajo el vientre. Destapó su rostro cuando vio que el pecho de Lía comenzaba a enrojecerse y colapsaba despacio para no provocar vibraciones en la cama. Terminó y dio un gran suspiro sin dejar de mirar hacia el sofá en donde estaba oculta Kaedi. Finalmente ésta se puso de pie en silencio, apenas pudo cruzar mirada con Lía que la observaba atenta esperando encontrar en sus ojos la fascinación de eso tan extrañamente sensual que habían compartido. Intentó salir deprisa cuando sintió la mano de Lía aferrarse a su brazo y halarla para si. Quedaron a no más de cinco centímetros. Kaedi no deseaba más que besar su boca pero en ese instante, Nina hizo un ruido con la nariz que las conmocionó y ambas se separaron. Kaedi salió deprisa de la habitación sin siquiera voltear atrás.

***

Lía fue detrás de ella mientras acomodaba su ropa, pero en su trayecto se encontró con Salvador. El chico iba saliendo de una de las habitaciones, era la de Nailea y llevaba la camisa abierta. Ambos se descubrieron acalorados y un poco avergonzados.
—Hey, Lía. Te ves un poco roja, ¿estás bien? —La chica comenzó a sonrojarse aún más.
—Tú por el contrario te ves mejor, como aliviado.
Lía sujetó la perilla de la puerta en donde debía estar Nailea, pero Salvador evitó que la abriera.
Ambos rieron y en ese momento Nina fue hasta a ellos. Lía la miró, parecía furiosa.
—¿Ya despertaste, cielo?
—No me vengas con idioteces. —Sus ojos claros se clavaron en Salvador que no dejaba de mirarlas como si fueran un delicioso postre—. ¿Qué hacías con él? Lía, abrocha bien tu blusa ¿Qué haces?
No se había percatado de que había abotonado mal su blusa y dejaba a la vista un escote que apenas si mostraba la unión de sus senos. Salvador dio una media vuelta al ver la incómoda situación y caminó hacía el sanitario.
—Tranquilízate, ¿quieres? Estábamos charlando.
—Estabas charlando con él, pero él solamente observaba tus pechos. Me sorprende que no conozcas a los de su clase. Solías acostarte con ellos.
—Basta, Nina, no tiene sentido lo que dices. Déjate de celos tontos, vayamos a casa.
Intentó tomarla del brazo pero la chica la esquivó. Parecía tan alterada que por un instante Lía pensó que quizá se había percatado de la presencia de Kaedi y Salvador era solamente un pretexto.
—No te atrevas a tocarme.
—No te preocupes, Nina ¡Me quedó claro que no quieres que te toque más!
La chica rubia se quedó callada observando a Lía que parecía furiosa y levantaba la voz. Sacó unas llaves de su bolso y las extendió. Eran las llaves de su automóvil.
—Buen viaje, cariño.
Nina movió la cabeza de un lado a otro, estaba igual o más furiosa que antes. Le arrebató las llaves y bajó rápidamente las escaleras.
Lía suspiró cuando escuchó que el automóvil había arrancado. Se miró las manos y se dio cuenta de que estaba temblando. Estaba tan furiosa con ella, consigo misma, por siempre terminar en esa situación.
Bajó a la cocina y luego se dirigió al jardín trasero. Ahí estaba Kaedi, envuelta en una cobija mientras observaba como el sol salía de su escondite en la tierra. Estaba por amanecer. Se acercó lentamente hacía ella para no asustarla, pero al sentirla cerca la chica volteó.
—No quise asustarte.
Kaedi sonrió. La vio tiritar durante un instante y después extendió su cobija.
— ¿Quieres calentarte un poco?
Lía rio divertida y Kaedi se dio cuenta muy tarde de la resonancia de sus palabras. Se sonrojó y también rio después de un rato.
—Me refiero a que está clareando, hace frío.
—Estoy bien.
Kaedi continuó mirando hacia el horizonte, mientras veía poco a poco salir al sol. Podía sentir la penetrante mirada de Lía sobre ella. Estaba tan asustada y deseosa al mismo tiempo. Era una sensación diferente.
—¿Sigue en pie tu invitación? ¿Aun quieres salir conmigo?
Kaedi retornó sus ojos a la chica que ahora estaba junto a ella. La miraba con una expresión vacía, pero al mismo tiempo no dejaba de ser seductora. «Manzana deliciosa», pensó. Era la oportunidad perfecta, Lía había revivido el plan de Nailea. Kaedi titubeó un poco antes de afirmar que la invitación seguía en pie.
—Perfecto —continuó la chica—. Llévame a un lugar bonito.
Intercambiaron sonrisas, números de teléfono y después de eso Lía comenzó a caminar a la puerta de servicio.
—Oye, espera —dijo poniéndose repentinamente de pie—, te llevaré a tu casa.
—No tienes que hacerlo. Caminaré un poco hasta encontrar un taxi.
—No te lo estoy preguntando. Te estoy diciendo que te llevaré a tu casa.
Subieron a la Caribe, Lía encontraba ese automóvil tan peculiar como su dueña. Le daba gracia que Kaedi condujera algo así.
Finalmente llegaron hasta su departamento. El automóvil de Lía no estaba, al parecer Nina había decidido volver a casa de sus padres esta vez como todas las anteriores. Era lo mejor, aunque le dolía en el alma, así era Nina, era mejor darle su espacio que soportar sus desplantes durante semanas.
—Gracias por traerme.
—No es nada. Te mandaré la ubicación del lugar cuando llegue a mi casa. Prometo que será un lugar bonito.
Lía esbozó una enorme sonrisa.
—Eso espero. Nos vemos mañana entonces.
—Eso creo... —finalizó Kaedi mientras alzaba una mano para despedirse de ella.
Se marchó, se dio cuenta de que había estado en sus manos olvidar aquel trato con Nailea pero no había querido deshacerse de él. Se preocupó, tuvo temor de sentirse vulnerable, atraída por Lía como un mosquito a la luz.

***

Faltaban justo quince minutos para su cita con Kaedi. No había hecho o recibido algún mensaje de Nina en todo el día. Era tonto fingir que no le importaba. Pero no podía echarse para atrás. Fue directo al lugar, sin entrar. Se quedó sentada en una banca frente al café, justo al otro lado de la calle. Observó si Kaedi llegaba y cuando la vio entrar cinco minutos antes de la hora indicada sonrió. Era puntual, eso era un buen atributo. Se quedó sentada veinte minutos frente al café, pensando en aquella puerta que estaba por abrir. Lo mejor era irse, estaba buscando problemas innecesarios con Nina. Había sido una tontería aceptar esa cita. Pero era mejor acabar con eso de una vez por todas. Le demostraría a Kaedi que quizá comenzar cualquier tipo de relación con ella sería un gran error. Suspiró y se puso de pie, vio a Kaedi salir del café a fumar y se ocultó junto a unos arbustos, la observó fumar todo el cigarrillo y después volver al café. Pasaron otros cinco minutos en los que Lía no dejó de pensar en la mala idea de haber incitado esa invitación y al mismo tiempo, en lo encantadora que se veía Kaedi usando ese suéter de botones.

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