Inmaduro


—¿Quién en su sano juicio confunde la izquierda de la derecha? – preguntó Simón mientras comía cereal sin leche.

Ámbar señalo a la ojiverde que se encontraba comiendo del mismo cereal pero en su propio vaso.

—Era de esperarse –Ámbar casi se ahogha con el cereal que le habia robado a su prima.

—Pues a ti se te olvido tu celular, tonto –se defendió achinando los ojos.

—Pero al menos ¡no atropelle a nadie!

—Cállate, es tu primera vez en el hospital y con un yeso en el brazo –atacó Ámbar en lugar de su prima, Simón le dio un rápido vistazo a su yeso.

Totalmente blanco y limpio, nada de rayones de niños de kinder.

—¿Por qué no dejas que te escribamos algo? Tengo plumones –aviso Luna señalando si mochila.

—Claro que hermoso recuerdo, la vez que ¡alguien me atropelló! –Luna giró los ojos y gruño– Eso de dibujar en los yesos, es una completa tonteria. Ya soy bastante grande para esas cosas.

—Ya llego Calamarino Elegante –murmuró Luna a Ámbar, ambas comenzaron a reír entre sí.

—¿Qué?

—Que elegancia la de Francia –Luna comenzo a carcajear estruendosamente a el punto de taparse la boca– Estás siendo bastante serio para tener casi nuestra edad, tienes veintidós años.

—Soy maduro acordé a mi edad.

—Mmm, digamos que es algo ridícula tu "madurez" –soltó la castaña sin importarle nada.

—Pues tu eres bastante inmadura –la castaña achino los ojos y se levanto de su silla.– No lo niegues.

—Iré por algo de yogurt –avisó firmemente.

—Oh, ¿me puedes traer un...?

—¡No te voy a traer nada! –le dijo al castaño totalmente indignada, dio un sutil portazo.

Simón hizo una mueca frustrada y volteo hacia la rubia, ella tenso los labios y subio las cejas.

—¿Yo también soy inmadura, Simón? –le preguntó ladeando el rostro.

—Sí –contestó con simpleza.

—Que fastidiante –murmuró y avanzo hacía la ventana– Odio el calor.

—Tengo frío –informó deteniendo su acción de abrir la ventana.

—Hace calor, me estoy asando.

—Pero yo tengo frío –contesto cruzando los brazos, otra mueca de dolor ataco su rostro al olvidar la aguja conectada a su vena– ¡Condenada aguja!

—Abriré la ventana –informo quitándole el seguro.

—Tengo frío, Ámbar.

—Pues ponte un sueter, Simón –recalcó su nombre con tono fastidiado.

—Pues no traigo un sueter, Ámbar.

—¿Y que quieres que haga? ¿Me pongo a tejer? –Simón estuvo a punto de reír sin embargo esquivó su carcajada y señalo el sueter que estaba en el sillón– No te voy a dar mi sueter.

—Pero tengo frío –murmuró con un ligero puchero.

—Pues cubrete con la sábana.

—Esto es peor que papel de baño, no me cubre nada y me da más frío –explico sosteniendo entre sus manos la básica sabana café de hospital– ¿Me podrías dar tu sueter? Por favor.

—No te lo voy a dar.

—Me equivoqué, ¿me lo podrías prestar, Amber?

—¡Es Ámbar!

—Ya lo sé, dame... prestamelo por favor.

A regañadientes camino hasta el sillón, lo tomo y lo hizo bolita para después lanzarselo a la cara.

—¡Mierda, me golpeaste con el cierre! –se quejo sobandose a un lado de la ceja– Por dios, me esta saliendo sangre, ¡me esta saliendo sangre! Trae el botiquín de primeros auxilios.

—Cálmate, tan sólo pondré una toallita húmeda, dramático –busco entre su bolsa un paquete de toallitas humedas, ya al tenerla en su mano se acerco hasta donde estaba Simón– Hazte a un lado, debo sentarme para estar cómoda.

Con mala gana se arrimó a la izquierda dejándole un poco de espacio.

—Voltea hacía mi –ordeno en un murmuró– Guao, si tengo fuerza.

—Si no es Luna, seras tú quien me asesinaras, lo presiento –Ámbar hundió la toallita en su herida– ¡Oye!

—¿Podrías callarte? –Simón obedecio– Voltea hacía mi, no puedo hacerlo bien si volteas a la puerta.

La rubia lo tomo de la barbilla para poder limpiar mejor, el castaño tenso los labios en una linea mientras la rubia quitaba el pequeño rastro de sangre.

—Creí que tenías ojos verdes –murmuró el castaño casi en un susurro.

—¿Eres daltónico?

—Pues me atropellaron, es su culpa si no veo bien los colores –volvió a hundir la toallita en su herida– Ámbar eso duele, tiene algo esa cosa pero arde mucho.

—Es de menta con manzanilla –musito repitiendo las letritas del paquete– Para una piel más suave y humectada.

—Pues tu no eres suave, eres dura... Eso sonó estúpido.

—Sip –respondió finalizando con una pequeña risa.

El celular de Ámbar sonó haciéndola brincar en su lugar y por consiguiente hundiendo la toallita en la herida de Simón, por tercera vez.

—Mierda, yo me quitare la sangre. Pasame tu celular, aplique ese sonido para los mensajes de mi novia, pasamelo –pidió mientras le quitaba la toallita de las manos– Anda.

—Eres muy irritante –murmuró avanzando a su celular, a medio camino lo desbloqueo y puso el chat de la novia de Simón.

—Ya te dije que no me interesa nada de tu celular.

—Eso no me importa, necesito saber realmente que no andes husmeando en mi celular.

—¿Pues que puedo encontrar? ¿Chicoa desnudos?

—Metodos para picarte el ojo –le respondió sonriendo, el castaño subió una ceja mientras revisaba el mensaje.

Mientras leía se limpiaba su herida torpemente.

–Amor no te preocupes, ahorita te mando la dirección del hospital y nos iremos de este infierno –recalco la última palabra mirando a Ámbar, ella giro los ojos y se volvio a sentar en su lugar– Toma.

—¿Lo hiciste apropósito?

—¿Qué cosa?

—Esperar a que me sentara para devolverme el celular.

—Fue inconsciente, pero de igual forma es gracioso.

—Muy inmaduro para tu edad –el tenso los labios en una linea mientras le devolvía el celular.

Simón tomo el sueter de Ámbar y aun así se lo puso, la ojiazul hizo una mueca para después bufar riendo.

—¿Qué?

—El morado no es tu color que digamos.

—Pues a ti no te queda un saco de papas –Ámbar solto una risa– Así no era, no se realmente como era pero asi no se decía.

—Es: "Pues a ti un saco de papas si te queda".

—Claro que no era así, la escuché hace unos días. Estas equivocada.

—Pues tu te equivocaste primero.

—No corriges bien, Ámbar –comento Simón dandole una sonriaa vacilante.

Ambos volvieron al silencio mientras esperaban a que la novia de Simón llegará, pasaron minutos, faltaba poco para que pasará una hora.

—Mmm, yo no soy buena en matemáticas pero creo que ya paso una hora.

—Pronto llegará.

—Te dejaron plantado, en el hospital y con un yeso –enumeró la ojiazul señalando su yeso blanco, el miro su yeso e hizo un sonido con su garganta.

—Anda, debemos dibujarle algo –insistió la castaña mostrando sus plumones.

—No –contesto seriamente, Luna volvio a su lugar y se lanzó hacia atrás con desgano– Me ire de aquí con el yeso ileso. Nada de rayones, nada de cosas inmaduras.

—Decirnos inmaduras te hace inmaduro, Simón –el castaño le dio una mirada fulminante a Ámbar– Ay que tierno, maldito fastidioso.

—Iré al baño.

—Lávate las manos –dijo Simón burlón, Luna se volteo bruscamente y se puso frente a su camilla.

—Eso me comienza a estresar, calma tus ganas de ser maduro.

—Si, jefa.

—Pobrecito ¿qué se siente estar plantado con un yeso blanco?

—¿Cuál es la necesidad de rayar un yeso? Es cero divertido y anti higienico.

—¿Tienes el síndrome de Cenicienta? Por eso eres tan limpio no?

—Claro y tu tienes el síndrome de..–

—¡Mi amor! –una chica castaña interrumpio el ataque de Simon.

—¡Dani! –la chica avanzo hasta su novio para besarlo por un oar de segundos.

—Lo siento, llegue unos minutitos tarde.

—Casi una hora y media –murmuró Ámbar desde su lugar, la chica volteó e instantáneamente una mala cara se incrustó en su rostro– Hola.

—Hola.

—Es Ámbar, una de las responsables para terminar en el hospital.

—¡Luna estaba conduciendo! –Simón se rió ante la leve exasperación de Ámbar.

—Soy Daniela, novia de Simón.

—No me digas –susurro con intensiones de ser escuchada.

—Bueno, Simón nos debemos ir. El avión no tarda en irse, Matteo ya fue a recoger tus maletas.

—Okey –el castaño comenzó a levantarse con ayuda de Daniela.

Finalmente ya estuvo en contacto con el suelo le dio un vistazo a la rubia, tenía uns sonrisa burlona disfrutando del espectáculo.

—Adios Ámbar.

La rubia se levanto con una mano detras de su espalda.

—Adiós Simón –rápidamente tomo su mano izquierda para comenzar a escribir con un plumón en su yeso.

—Creí que no te gustaba que rayaran los yesos –comento Daniela confundida.

—Oh solo es algo pequeño, adiós Simón –el castaño vio su yeso y regreso su vista a la ojiazul esta vez con una mueca indignada.

Inmaduro :)

—Vámonos amor, se nos hace tarde.

Si supiera lo que le faltaba.

La ojiazul les dio una sonrisa para después comenzar a caminar hasta slair de la habitación.

2:00 a.m.

Siempre escribiendo tarde😂

Ya me voy a dormir

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