Tus lágrimas y mi sueño

Cuando vio el semblante y los ojos enrojecidos de su hermanita, a Lincoln se le hizo un nudo en la garganta y todas sus dudas se despejaron. Se acercó lentamente, mientras Leni se incorporaba en su cama. Estaba a un par de pasos del lecho cuando la muchacha se arrojó a sus brazos.

- ¡Linky! ¡Linky, hermanito! -susurró Leni con voz quebrada.

- Shh... Shh... Ya, hermanita. Todo va a estar bien -respondió el muchacho, acariciando suavemente la espalda de su hermana mayor.

- Linky... ¿Por qué? ¿Por qué me tiene que pasar todo lo malo? ¡Soy una tonta! ¡¡Soy una tonta!!

Los gritos desgarrados de Leni se clavaron como estacas en el corazón de Lincoln. Su cabeza era un mar de emociones y pensamientos contradictorios. ¡Sentía tanta pena por su hermana, y tanto enojo por las cosas que le ocurrían!

Se quedó callado por unos momentos, pensando intensamente en lo que debía decirle. ¡Era tan difícil! Sentía que, si equivocaba las palabras, podía dejarla todavía más lastimada; pero cuando se trataba de Leni, era complicado pensar bien las cosas. ¡Había tantos sentimientos y circunstancias involucradas!

Jamás lo admitía y trataba de no hacerlo evidente, pero desde unos años atrás, Leni se había convertido en su hermana favorita. La convivencia con ella era dulce, suave... si se tenía suficiente paciencia. Siempre era agradable verla y escuchar su voz. Físicamente, los años la habían tratado muy bien: la linda adolescente se había convertido en una preciosa y voluptuosa mujer, que despertaba la admiración y el deseo de los hombres y la envidia de las mujeres... al menos hasta que reparaban en su peculiar situación psicológica. Sus excentricidades y despistes le daban a entender a todo el mundo que ella era una tonta retrasada.

Así la veía la gente. Así la veían sus hermanas y sus padres. Pero Lincoln había penetrado en el alma de Leni con más profundidad que nadie. Entre más la conocía, entre más convivía con ella; descubría más cosas fascinantes y maravillosas en su hermana favorita. En primer lugar, ni siquiera las desilusiones le habían arrebatado su optimismo y su dulzura. Leni era un encanto; una mujer capaz de hacer cualquier cosa para que la gente que amaba se sintiera bien. Seguía confeccionando vestidos primorosos para sus hermanas, sacrificando su comodidad y seguridad cuando era necesario; y sabía consolar y aconsejar dentro de su limitado panorama de las cosas. Los fracasos la habían vuelto más precavida, pero no más recelosa... Y eran muchos los chicos sin escrúpulos que se aprovechaban descaradamente de eso.

Lincoln tenía tantos recuerdos hermosos con ella... Tenían pocas fotografías de sus primeros tres años, porque ni sus padres ni el resto de sus hermanas mayores confiaban en ella para atenderlo cuando era bebé. Pero a partir de allí, Leni era una presencia constante en su vida. ¡Eran tantos recuerdos! Juegos, regalos, canciones... Las mil veces que se arriesgó robando dulces o galletas para él, y las muchas veces que asumió la culpa por las travesuras que había hecho su hermanito.

Quizá no era buena para aconsejar, pero era la mejor para escuchar. Y ni siquiera su madre era tan buena como Leni para consolar y brindar una caricia o una palabra de aliento en el momento oportuno.

Lincoln se llenaba de esos recuerdos mientras su hermana se refugiaba en sus brazos. Aquellas sensaciones le ayudaron, porque de pronto se sintió enternecido, fortalecido, y muy seguro de lo que tenía que tenía que hacer para consolarla. Leni era puro corazón, y justamente eso era lo que necesitaba de los demás.

- Maldito sea este mundo que no entiende a mi Leni -pensó.

Pero no importaba. Si nadie comprendía a su hermanita, allí estaría él para ella.

La sostuvo bien abrazada mientras su llanto amainaba. Cuando al fin se calmó, Lincoln se separó un poco; la miró a los ojos, y le dio un beso en la frente.

- Leni... No sé lo que te haya hecho el idiota que te lastimó, pero quiero que sepas algo: ¡Nadie en este mundo se merece tus lágrimas, hermanita!

Lincoln comenzó a limpiar las lágrimas de la muchacha con sus dedos. Ella lo miraba sorprendida.

- Sí, Lenita -dijo Lincoln con firmeza. Le sonrió, y la miró con toda la dulzura de que era capaz-. No importa lo que haya pasado: tú eres la chica más dulce, tierna y hermosa que conozco. ¡Eres una princesa! ¡No hay nadie como tú! Haz hecho tantas cosas buenas por mí, y por todos nosotros... Quien no entienda todo lo que vales, de verdad que no te merece.

Leni lo miró a su vez. Su hermosa boca estaba entreabierta por el asombro. Alguna vez, Lori y Luna le habían dicho palabras parecidas; pero Lincoln era el primer hombre que se las decía, y le costaba mucho trabajo encajarlas en su realidad y sus experiencias.

- Pero, Linky... Es que... ¡Mírame bien, y recuerda por favor! -dijo con voz entrecortada-. ¡Siempre lo arruino todo! Y lo peor es que parece que estoy arruinando mi propia vida. No voy a ningún lado; ni con los estudios, ni con el amor, ni con mi vida. No logro aprobar ningún examen... Todos me rompen el corazón... ¡Todo me sale mal!

La chica estaba a punto de echarse a llorar otra vez, pero Lincoln no se lo permitió. La retuvo suavemente de las mejillas; e hizo que lo mirara a los ojos.

- Leni... ¡Claro que no! Mira... Quizá yo no sé mucho de estas cosas, pero... Con respecto a ti, creo que es el mundo el que está equivocado. Creo que todos nos hemos equivocado contigo.

Leni lo miró, todavía más confundida que antes.

- P-pero... ¿Qué quieres decir, Linky? ¡Todos me han ayudado tanto! Lisa, tú... El resto de la familia.

Lincoln suspiró, e hizo acopio de toda su voluntad. Aquel era el momento más crítico, estaba seguro de ello

- Por favor, por favor... ¡Necesito hacerme entender con Leni! -pensó, y se tomó unos momentos para continuar. La idea tardaba en llegar, pero al final lo hizo. Era la misma situación que tuvieron cuando la entrenó para su examen de manejo: tenía que entender las cosas como ella lo hacía. Por dios, ¿por qué lo había olvidado durante tanto tiempo?

- ¿Por qué siempre tenernos que esperar que Leni entienda las cosas como nosotros? -se dijo-Solo podremos ayudarla cuando entendamos de una vez por todas: ¡Debemos ayudarle a construir un mundo para ella!

- Leni... Dime una cosa: ¿Puedes hacer un bordado fino con una aguja para cuero?

Leni quedó desconcertada. El comentario de Lincoln la sacó completamente de balance. Sin duda se hubiera reído, si no fuera porque estaba tan triste y sorprendida.

- ¡Claro que no! -respondió la chica-. Para empezar, la aguja destruiría la tela de bordado. Pero, ¿qué tiene ver eso?

- ¡Todo! -dijo Lincoln, como si aquello fuera obvio-. Mira, hermanita. Tú eres una maestra en lo que amas hacer. Confeccionas vestidos hermosos, preparas batidos deliciosos, y harías lo que fuera por la gente que amas. Eso es muy bueno, pero lo que te piden en la escuela y en la vida son otras cosas. Tenemos que lograr que tú veas y entiendas esas cosas a tu manera. Una que sí puedas manejar. Como aquella vez del examen de conducir, ¿recuerdas?

- Quisiera no recordarlo... -dijo Leni, desviando a mirada. No le guardaba rencor a Lori por lo que le hizo aquella vez, pero se ponía muy triste cuando lo recordaba. Le hacía pensar en las mezquindades de las que había sido víctima en los últimos años.

- Te entiendo, hermanita. Pero aquella vez casi lo logramos. Y sé que esta vez sí lo lograremos. Vamos a prepararte juntos para tu próximo examen de aptitud, ¿de acuerdo? Tengo unas ideas que te podrán ayudar.

Leni sonrió. Su hermanito se veía tan confiado... Y su entusiasmo era contagioso.

Sí. Ella pondría todo de su parte para lograrlo.

Sería difícil, pero ella misma había cambiado mucho su manera de ver las cosas. Cuando presentó por primera vez sus exámenes de aptitud académica, le fue difícil estudiar; porque le parecía muy aburrido repetir lecciones y resolver problemas que no eran divertidos. Pero la decepción de no aprobar fue un golpe directo a su autoestima. Comprendió de verdad, y quizá por primera vez, que debía esforzarse mucho para lograr algunas cosas; aunque no pudiera divertirse con ello.

¿Qué tendría Lincoln en mente?

No lo sabía. Pero seguro que sería algo muy bueno.

- Muy bien, Linky. Vamos a estudiar juntos otra vez. Como que... no tengo idea de lo que piensas hacer.

- No te preocupes por eso, hermanita. Ya lo verás. Será un placer ayudarte.

Lincoln suspiró y tomó la mano de Leni. Quizá en otro momento no le hubiera comentado su sentir, pero estaba emocionado. Un poco frágil, incluso.

- ¿Sabes, Leni? Me encanta que tengas un sueño, aunque no sea sencillo para ti realizarlo. Al menos, tienes algo que te guía... ¡Yo no tengo nada!

Leni volteó a ver a su hermano, casi asustada por lo que acababa de escuchar.

- ¿Eh? ¿Qué quieres decir, Linky? Si eres tan bueno en tantas cosas... ¡Nos ayudas a todas!

- Sí, pero... ¿Y el sueño que se supone que debería guiarme en la vida, Leni? No lo encuentro por ningún lado. A veces, siento que solo me dejo llevar, sin saber muy bien a donde voy.

Sentado en el borde de la cama, Lincoln cruzó los brazos y se encorvó. Suspiró. Empezaba a sentirse tan triste y desanimado como cuando subió las escaleras.

Leni lo miró. Ahora, ella estaba preocupada por su hermanito. Por extraño que pidiera parecer, lo entendía perfectamente. Se imaginó por un momento lo que sería de su propia vida sin un sueño o un deseo: tonta, fracasada, y sin objetivos. Esperando quién sabe qué para no ser una inútil.

- Pero Linky no es así -se dijo-. ¡Linky es tan listo y tan bueno! ¡Él se lo merece todo! Quizá... Como que, ¿yo podría ayudarlo a él? ¿Pero cómo?

Por un momento, Leni se sintió desorientada y triste por su hermano. Pero se le ocurrió una idea. Su semblante se iluminó, y acarició suavemente la espalda de Lincoln.

Lincoln sintió el contacto como un bálsamo en su tristeza. Las manos de Leni eran tan suaves y delicadas... Ni siquiera las caricias de su madre o de Cristina le habían hecho sentirse tan bien.

- Yo te ayudaré, Linky. ¡Encontraremos juntos tu sueño! -dijo la muchacha, entusiasmada.

El chico peliblanco se sorprendió. No esperaba escuchar algo así de nadie, ni siquiera de la más tierna y considerada de sus hermanas.

- Hermanito, ¡Tú siempre nos ayudas! Y creo que nosotras no te hemos pagado muy bien. Sé que no soy muy lista, pero... algo se nos tiene que ocurrir, Linky. Te prometo que lo encontraremos juntos. ¡Tú vas a ser alguien maravilloso!

Lincoln no pudo evitar sonreír ante el entusiasmo de su hermosa hermana mayor. De pronto, parecía completamente olvidada de su tristeza y sus decepciones.

- ¿Lo ves, Leni? Tú eres maravillosa, hermanita. Eres buena, gentil... Sabes cómo hacer sentir bien a los que amas. Acepto tu ayuda: primero tú y después yo. ¿Qué te parece?

En un arranque de efusividad, la chica lo abrazó lo muy fuerte; y le dio un sonoro beso en la mejilla.

- ¡Lo vamos a lograr, hermanito! Esta vez, estoy segura - La chica suspiró, y tomó la mano de Lincoln-. ¿Sabes Linky? Ojalá fuera posible arreglar también mis... asuntos amorosos. Ahora que ya no soy, tú sabes... Una chiquilla; ya quiero otras cosas cuando tengo una pareja. No sé... Alguien con quien compartir muchas cosas, alguien con quién sentirme bien, contenta... ¡Sería tan bueno tener a alguien que quisiera estar a mi lado, aun siendo como soy!

Lincoln miró a su hermana y comenzó a preocuparse de nuevo. La chica estaba a punto de caer otra vez en las garras de la tristeza.

- Ay, Leni... Ojalá yo pudiera ayudarte con eso...

De pronto, el chico se quedó callado. Se le había ocurrido una idea casi increíble, descabellada.... Pero precisamente por eso, podría funcionar.

¿Quién decía que no podía ayudar a Leni con eso?

Su hermana, quizá con la única excepción de Chaz, siempre había salido con idiotas. Quizá si probaba salir con alguien que de verdad la valorará... Con alguien que intentara comprenderla, le tuviera paciencia; la respetará y le hiciera caso...

- Yo saldré contigo, hermanita -propuso Lincoln.

Hubo un instante de silencio. Leni miraba a Lincoln bastante desconcertada. No es que no entendiera lo que había dicho, pero....

- ¿Tú, Linky? Así como que... ¿En una cita?

- ¡Sí! Sería divertido, ¿no crees?

Leni seguía dudando. Finalmente dijo:

- No pretenderás que te bese en la boca, ¿verdad?

Lincoln perdió parte de su sonrisa. Si eso no lo hubiera dicho Leni, sin duda se hubiera reído. Parecía como una mala broma.

- Cielos, ¡ella habla en serio! -se dijo, cuando reparó en la expresión de su cara-. Entonces, ¿los tipos con los que has salido siempre se te avientan encima, hermanita? ¡Qué malditos!

Pero en lugar de eso, aparentó asombro y le dijo.

- ¡Cómo crees! Sería una cita, pero de hermanos. Nos divertiremos, la pasaremos bien y nos relajaremos juntos. ¿Qué te parece?

Leni suspiró con alivio. Planteado así, de verdad sonaba divertido. Hacía mucho tiempo que no convivía a solas con su hermanito.

- Ya entiendo, Linky. Es que... me preocupé, ¿sabes? Si era una cita como las que suelo tener, y tenía que besarte en la boca... Eso sería, como que... raro.

- Ya no pienses en eso, ¿quieres? -dijo el chico, procurando seguir su propio consejo -. Piensa en lo más divertido que quieras hacer, en las cosas que te gustaría hacer, y sin ningún tipo de presión. ¿Entiendes? Piensa en... En lo que te gustaría hacer a ti, en una cita.

- ¡Yay, Qué bien, hermanito! - dijo la chica, entusiasmada- ¿Te gustaría que fuera mañana?

- ¡Claro! -dijo Lincoln. Y de pronto se vio envuelto por los cálidos brazos de su hermana.

- Linky... Gracias, hermanito. Gracias... por todo.

Lincoln la abrazó a su vez, y se sintió cómodo y relajado. Le encantaba el olor y la suavidad del cuerpo de su hermana mayor.

***

De regreso a su habitación, Lincoln se dispuso a marcar por su celular. Tendría que cancelar la cita que tenía con Cristina para el día siguiente. Sabía que a ella no le gustaría, pero intentaría compensarlo llevándola el domingo a donde quisiera.

Mientras esperaba a que le contestara, se entretuvo pensando en Leni. De verdad, adoraba a su hermana mayor. Quizá era especial y despistada, pero tenía tantísimas cosas buenas... Era una pena que los patanes desgraciados con los que salía siempre buscaran aprovecharse de ella.

- Pobre de mi Leni -pensó, y sacudió la cabeza con incredulidad-. Por eso se le ocurrió que me tenía que besar en la boca... 

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