Reflexiones
Encerrada en su habitación, la deportista lloraba.
Desde que vio la reacción de su hermana mayor, comenzó a tener dudas sobre lo que hizo. Nunca sospechó que Lori descargaría su furia de esa manera con Lincoln y Leni. Fue duro asimilar eso, pero la reacción de sus padres la hizo estremecerse de terror. Pudo escuchar y sentir ella misma cada golpe que su padre propinaba a Lincoln. Después, los gritos de terror y la desesperación de Leni. Los juramentos y amenazas de todos; y tuvo que taparse los oídos para no escuchar más.
Había vuelto a meter la pata. Rompió su más solemne juramento y, otra vez, no midió las consecuencias de sus actos.
Su mente atormentada rememoró aquel episodio, cinco años atrás; cuando se desató la locura por el asunto de la mala suerte, y su hermano recibió todos aquellos castigos injustificados. Aquellos días, estuvo convenciéndose a sí misma de que su hermano realmente atraía la mala suerte, porque nunca se le ocurrió una manera de detener todo aquello. Las cosas se salieron de control muy rápido, y pronto se vio envuelta en una red de mentiras, casualidades y situaciones circunstanciales que ya no pudo detener.
Después de que todo ocurrió, Lynn se juró a sí misma que jamás volvería a permitir que su hermano sufriera daño físico por su culpa. Lo suspendió de todas sus prácticas de artes marciales, y se convirtió de facto en su protectora; hasta que él ya no necesitó su ayuda. Ahora, por sus celos descontrolados y sus acciones irreflexivas, desató un infierno mucho peor. Nunca esperó que sus padres se comportaran así, especialmente porque sabía lo pusilánime y apocado que era su padre al momento de imponer disciplina.
No lograba comprender lo ocurrido. Esperaba que Leni y Lincoln fueran regañados, castigados y tal vez, separados. Pensó que quizá que se llevarían a Lincoln o a Leni muy lejos de la casa, pero lo que había ocurrido fue casi inaudito.
Se sentía arrepentida, y no sabía qué hacer. De seguro Leni y Lincoln no querrían saber nada de ella. ¿Y cómo culparlos? Si se lo hubieran hecho a ella, ya estaría buscando la manera de vengarse. En el fondo, sabía que se merecía alguna venganza por parte de sus hermanos; pero Leni y Lincoln no eran así.
Mientras pensaba en ello, sintió un estremecimiento de terror, y comenzó a llorar con más fuerza. ¡Claro que se iban a vengar! Y de una manera terrible, en verdad espantosa.
Lincoln y Leni eran los mejores de sus hermanos. Los más tiernos, dulces, cariñosos, y dispuestos para ayudar. Eran los que siempre estaban ahí para alegrarlos y confortarlos cuando las cosas se ponían difíciles. Tanto, que con frecuencia el resto de las hermanas abusaba de su ternura y su buena voluntad.
Bien, pues todo eso se había acabado para ella.
En la soledad de su lecho, la exitosa deportista de cabellera castaña supo, desde lo más profundo de su corazón, que la próxima vez que mirara a Lincoln y a Leni en busca del confort y el consuelo que siempre le habían brindado; todo lo que obtendría sería una mirada de decepción, y de desprecio.
***
Con dedos temblorosos, Rita tocó levemente a la puerta de la habitación de Lincoln. Como no hubo respuesta, extrajo las llaves y abrió. Sabía muy bien que no le serviría de nada insistir: Lincoln, en caso de estar despierto, no estaría dispuesto a abrirle; ni a ella ni a nadie.
Llevaba material de curación para hacerse cargo de las heridas de su hijo. La noche anterior, cuando subió las escaleras tras él, pudo ver las manchas de sangre en su playera. Por muy enojada que estuviera, seguía siendo su hijo. Sabía muy bien lo que dolían los golpes y las heridas de ese tipo. Era necesario curarlo, y ofrecerle algún analgésico para que pudiera descansar.
Encendió la pequeña linterna, lo alumbró, y se dio cuenta con sorpresa de que roncaba suavemente. No tenía puesta la camisa, y dormía boca abajo.
Se acercó en silencio para examinar las heridas de su espalda. Todo se veía cubierto por una capa blanca más o menos espesa. Había un lugar con la marca de la hebilla del cinturón, abierto y con una costra de sangre. Su aspecto debía ser mucho más feo, pero se sorprendió de nuevo al darse cuenta de que la herida estaba granulando.
Aquello tenía que ser obra de Lisa.
No tenía idea de cómo le había hecho su pequeña genio para colarse a la habitación y atender a su hermano, pero se sentía bastante agradecida con ello.
Lo contempló dormir. Su niño ya hacía mucho que había dejado de serlo. Ahora era un chico alto, y verdaderamente guapo. Eso, junto con todas sus otras cualidades, seguro que lo hacía un coctel irresistible para muchas chicas.
Cuando se detuvo a pensar en ello, el rostro de Rita se transfiguró.
Por supuesto. Era demasiado irresistible para muchas chicas. Muchas, incluida su hermana Leni.
Muy a su pesar. Rita sintió que el enojo la ganaba de nuevo. Sin embargo, ahora que se ponía a analizarlo, se daba cuenta de que no todo era culpa de Lincoln y Leni. Ella y Lynn habían tenido una gran parte de la responsabilidad. Con los antecedentes de la familia, debieron preocuparse mucho más por la posibilidad de que aquello pudiera ocurrir entre sus hijos; por más que les doliera recordar, o pensar en ello.
Un chico y diez chicas. Un muchachito muy guapo, alegre, comedido, galante y bien dispuesto. Diez muchachitas preciosas, alegres, y dispuestas a hacer partícipe a su hermanito de todas sus actividades y travesuras. Los habían dejado convivir demasiado, y casi sin vigilancia. Era indudable que ellos no tenían toda la responsabilidad.
Pero eso no significaba que tenían que dejarlos hacer lo que quisieran. Ya habían vivido dos espantosos ejemplos de cómo el incesto podía arruinar a una familia. ¡Por dios! Aunque los dejaran, ¿qué les esperaba a esos dos viviendo juntos?
Eran chicos de familia. A los dos les encantaban los niños. ¿Cómo iban a nacer sus hijos? Tanto Lincoln como Leni habían dicho alguna vez que querían una familia numerosa. ¡Cuántas oportunidades de que uno o varios pequeños tuvieran muchos problemas genéticos! Y Leni. Su precioso angelito rubio. Una chica tan dulce como torpe. ¿Cómo se las arreglaría para cuidar a tantos niños, por más que Lincoln estuviera siempre dispuesto a ayudarla?
Y por si eso no bastara, estaría el oprobio; el estigma social. Y si alguien los descubriera, y decidiera interponer una denuncia...
De pronto, Rita se percató de lo que estaba pensando; y sintió vergüenza de sí misma. ¿Cómo podía pensar en esas cosas? No podía ser que estuviera imaginando una vida en común para sus hijos, ni siquiera como posibilidad. ¿Acaso se había vuelto loca?
No podían dejarlos hacer eso. ¡Bajo ninguna circunstancia! Estarían muy, muy mal si decidieran apoyar a sus hijos en ello. Se arruinarían la vida, y también la toda la familia. ¡Ni pensarlo!
Sacudió la cabeza, y comenzó a salir de la habitación. Estaba decidido. Tan pronto como despertaran y comieran algo, empezaría la labor de persuasión. Si eso no resultaba, harían exactamente lo que habían acordado con Lynn. Hablarían con su hija mayor, y luego...
Se detuvo en seco cuando escuchó una voz helada, hablándole como si fuera una desconocida.
- Rita... ¿Puedo saber qué estás haciendo aquí?
***
La mujer se detuvo cuando escuchó la voz de su hijo. Se descolocó por un instante, pero reaccionó enseguida. Cerró la puerta de la habitación y se acuclillo junto a la cama. La débil luz de la linterna permitía que ambos se vieran las caras.
- Te pregunté qué estás haciendo aquí -dijo Lincoln, en el mismo tono cortante.
La mujer resintió el tono de su hijo. Lincoln siempre trataba de congraciarse con ellos, y no estaba acostumbrada a escucharlo hablar de esa manera.
- Hijo... -comenzó, intentando conservar la calma-. Vine a ver cómo estás. Quería atender tus heridas, y asegurarme de que puedes dormir.
- No te preocupes. Ya me atendí, y casi no me duele.
- Eso veo, hijo. Y me da mucho gusto. Parece que Lisa hizo un muy buen trabajo, ¿verdad?
- Ya te dije -respondió Lincoln, siempre con el mismo tono cortante-. Me atendí la herida. Voy a estar bien, no pasa nada.
Rita ya no insistió. Decidió pasar por alto el hecho imposible de que Lincoln pudiera aplicarse por sí solo algún ungüento en la espalda. Incluso se sintió orgullosa de que no quisiera involucrar a su hermanita en ello.
- Bueno. Está bien, Linky. Descansa, y mañana hablaremos, ¿sí? después de que Leni y tú hayan comido algo...
- No te preocupes -interrumpió Lincoln-. No te molestes con la comida. Quiero tener un poco de hambre y estar alerta, para resistir bien las sesiones de tortura.
Rita estaba a punto de levantarse, pero las últimas palabras de Lincoln la detuvieron.
- ¿Qué quieres decir?
- Tú lo sabes tan bien como yo. Van a hacer de todo para que Leni y yo nos separemos. Van a tratar de convencernos, y si no funciona...
Dejó incompleta la frase a propósito, para que su madre pudiera reflexionar en ello. Continuó después de unos instantes.
- No pierdan su tiempo conmigo, Rita. Sé muy bien qué es lo que siento por Leni, y no estoy dispuesto a olvidarla, o abandonarla.
Rita sintió que la sangre le subía al rostro. Aunque se había jurado ser tolerante, no pudo evitar comenzar a enojarse.
- Lincoln... ¿Es que no se dan cuenta de lo que están haciendo? ¡Esto es inmoral e ilegal, hijo! Por dios, ¡No se supone que deban estar... enamorados, como dices! ¡Son hermanos, por el amor de dios!
- ¿Acaso crees que no lo sé? -dijo Lincoln, más furioso a cada instante-. ¡Por dios, si de verdad hice todo lo que pude para resistirme a esto; hasta que me di cuenta de que estaba cometiendo un terrible error! No fue una calentura, o un jueguito... o una situación que se gestó en una noche de copas. ¡Esto ya tiene mucho tiempo! Simplemente, los sentimientos florecieron entre nosotros... ¡Traté de rechazarla! Pero mi corazón siempre se negó a olvidarla. Leni es la mujer perfecta para mí, ¿entiendes? ¡Y te puedo jurar que de verdad la amo!
- ¡Lincoln, escúchate! -estalló Rita, haciendo un esfuerzo supremo por no gritar-. ¡Estás hablando de tu hermana! ¡Tu hermana! ¡Esto es incesto, Lincoln! Nunca les hablamos de ello, pero tu papá y yo hemos visto familias destruidas por estas cosas. ¡Reflexiona sobre eso, y no te dejes llevar solamente por tus hormonas, maldición!
- ¿Hormonas? -replicó Lincoln, en tono burlón- ¿Crees que esto se trata solo de hormonas? Rita... ¡Si solo se tratara de eso, te aseguro que yo hubiera podido resistir! ¡Yo hubiera podido, y Leni también! Pero lo nuestro va más allá. ¡Mucho más allá! Leni es la mujer perfecta, ¿sabes? ¡Tiene todo lo que siempre he soñado, y no me refiero a su físico! ¡Creo que ninguno de ustedes ha sabido valorar sus cualidades jamás!
Por un momento, Rita sintió una punzada de culpa. Era muy probable que Lincoln tuviera razón; pero ese no era momento de ceder.
- Aunque así sea, Lincoln; ¡Entiende! Vivimos en una sociedad con reglas y leyes, y las leyes dicen que uno no puede ser pareja de sus padres, sus hermanos, y parientes cercanos. ¡Es ilegal, es inmoral, y da la impresión de que tu padre y yo jamás los educamos correctamente!
Las últimas palabras provocaron una reacción que Rita jamás hubiera imaginado: ¡Lincoln se reía!
- ¡Vaya vergüenza que has de tener por decir eso, Rita! ¿Me vas a decir que nos educaron muy bien, si ni siquiera logran impedir que Luan nos torture y lastime cada día de las bromas? ¿Si no son capaces de impedir una pelea destructiva entre sus dos hijas mayores? ¿Si no son capaces de tomar decisiones serias para nuestro futuro? Me hablas de mis hormonas, ¡y tuviste once hijos en una época en la que tu sociedad ve mal que la gente tenga cuatro! ¡Por dios, mira que te oyes hipócrita, señora!
Rita sintió tanto enojo, que levantó la mano para abofetear a su hijo. Lincoln se dio cuenta, pero ni siquiera intentó protegerse. La mujer logró contenerse en el último momento y, en lugar de golpear, se levantó. Caminó hasta la puerta; pero antes de cerrar, advirtió con severidad.
- Mañana hablaremos, jovencito. ¡Vaya si hablaremos! Y entonces... verás que tan buenos padres podemos ser.
***
Lisa se presentó justo a la hora prometida. Lincoln estaba despierto desde que su madre salió de su habitación, y se prestó para todo lo que su hermana consideró que debía hacerle. Primero, le roció la espalda con un spray analgésico; luego lo lavó con un potente desinfectante, y al final le aplicó otra capa de ungüento que tapó con un apósito; para que Lincoln pudiera ponerse la camiseta.
- Creo que todavía están durmiendo, Lincoln -dijo Lisa, con voz muy suave-. Deberías aprovechar para hacer tus necesidades. Hoy les espera un día muy, muy complicado.
- Gracias, Lisa -dijo Lincoln, con sinceridad-. Te agradezco mucho lo que haces por mí, hermanita. Ojalá también pudieras ayudar a Leni.
- Es muy poco lo que puedo hacer por ella, pero no deberías preocuparte tanto, hermano -dijo la pequeña-. ¿Sabes? He analizado esto durante gran parte de la noche. Leni es... ¿cómo puedo decirlo? Una persona muy especial. Toda su vida nos ha mostrado sus debilidades; pero me parece que ahora que ha encontrado un rumbo verdadero, nos mostrará todas sus fortalezas. Hasta ahora, ha sido bastante manipulable por la familia porque nunca... entregó su corazón, digamos. Todo eso ha cambiado. Tengo la firme convicción de que no van a poder con ella.
Lincoln suspiró. Estaba muy agradecido de que su hermana utilizara un vocabulario tan sencillo para explicarse con él. Aun así, tenía muchas dudas.
- ¿Cómo sabes eso, Lisa? ¿Cómo puedes estar tan segura?
- Lincoln... -susurró Lisa, y le dirigió una mirada triste- Incluso una criatura tan poco dada a la sensibilidad puede ser transformada por el amor. ¿Acaso no recuerdas?
El peliblanco recordó. La tragedia de la vida de su hermanita: La muerte de David, y las lesiones permanentes que sufrieron su maestra y su amiguita Darcy. ¿Cómo olvidarlo? Si a él le tocó consolarla varias veces, y ayudarla a enfrentar ese dolor. La vio sufrir tanto, que incluso le aconsejó que utilizara la máquina del tiempo que desarrolló; para evitar el accidente. Pero Lisa le explicó que debido al Principio de Autoconsistencia de Novikov, aquellos sucesos eran imposibles de alterar.
- Yo... Créeme que los entiendo, Lincoln -continuó Lisa-. Ahora que estoy menos ciega, puedo entender cómo surgió el amor entre Leni y tú. ¡Es algo tan hermoso! Hay muchas cosas que no me han contado, pero me basta con analizar lo que he visto. No hay ninguna duda de que ustedes dos son muy compatibles, y harán una gran pareja.
Lincoln se sintió un poco avergonzado. Era increíble que las palabras de Lisa le produjeran más pena que los mil regaños e insultos que había recibido.
- Gracias, Lisa -musitó.
Lisa sonrió, y en un momento de impulsividad, abrazó a su hermano. Lincoln la recibió entre sus brazos, muy azorado. Era rarísimo que su hermanita hiciera una cosa así.
- Lincoln, no me agradezcas. Mejor toma esto como una advertencia, y escúchame bien: por desgracia, no voy a poder ayudarlos en esto. Me voy a realizar un proyecto, y presiento que no los veré en mucho tiempo. Pero debes saber algo: si Leni y tú de verdad quieren vivir este amor, van a tener que luchar contra todo el mundo. Y tendrán que hacerlo solos, ¿entiendes? No habrá apoyo de las leyes, ni de la sociedad, ni de la familia. Ni siquiera podrás confiar en tus propios amigos. En esto no. Todos están demasiado condicionados contra lo que tú y Leni desean hacer.
Lisa se soltó del abrazo de su hermano, y lo miró con intensidad a los ojos.
- Dependen de ustedes mismos; de su voluntad y su ingenio para salir de esto. Y no olvides que, aunque parezca que tú eres el que tienes que hacerlo todo, Leni también tiene su propio ingenio, inteligencia y valor. Los dos días que vienen van a ser críticos. En ellos se va a decidir si ustedes dos seguirán juntos... O si lograrán separarlos para siempre.
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