Linky... Te amo


- ¿Leni? ¿Qué haces aquí? -susurró Lincoln- ¡Deberías estar descansando!

Tan pronto como dijo eso se arrepintió. Sonó demasiado ríspido, y la verdad era que Leni no había hecho nada malo.

La muchacha lo miró. Era fácil leer la angustia en su precioso rostro. Sus bellos ojos azules brillaban por la humedad.

- Linky... -dijo Leni, bajando la mirada-. Perdona que te moleste, pero... No puedo dormir.

- ¿Eh? -repuso el muchacho, sorprendido-. ¿Qué es lo que pasa, hermanita? ¿Acaso tú...

La muchacha ya no pudo más. Llena de angustia, corrió directa hasta su hermano y se arrojó en sus brazos.

- ¡Tengo miedo, Linky! ¡Perdóname, pero no sabía con quién más acudir!

Lincoln la sintió temblar y sollozar. Leni estaba verdaderamente aterrada. No hubo ninguna necesidad de que le explicará lo que estaba pasando.

- Es por el examen, ¿verdad?

Leni asintió. Levantó la mirada y, aún con la poca luz, Lincoln pudo ver el miedo reflejado en su rostro.

- Sí. ¿Qué va a pasar mañana, hermanito? ¿Y si fallo? ¿Y si vuelvo a reprobar? No quiero decepcionarte, Linky. ¡Te has esforzado tanto conmigo!

Al darse cuenta del estado emocional de su hermana, Lincoln abandonó todas sus reservas. La abrazó con fuerza y le acarició la espalda suavemente, utilizando las puntas de sus dedos en un delicado movimiento circular.

Al sentir la suave caricia de su hermano la muchacha comenzó a relajarse, a abandonarse poco a poco a la deliciosa sensación. No sabía si eran sus dedos, su aroma, su calor o su ternura; pero lo cierto es que empezaba a tener menos miedo. Se sentía más cómoda y segura.

- Tranquila, hermanita. No tienes por qué preocuparte. ¿Acaso no te das cuenta de todo lo que has trabajado? Esta vez, estás perfectamente preparada Lenita. Ya lo verás. Ninguno de los problemas del examen va a ser un obstáculo para ti. Solo tienes que recordar y aplicar lo que hemos aprendido juntos. ¿Recuerdas cómo debes responder el examen?

La muchacha afirmó con la cabeza, mientras su barbilla reposaba en el hombro de Lincoln.

- Sí. Primero lo más fácil y lo que no me inspire ninguna duda. Luego, los problemas en los que tenga que pensar; y las dudas al final.

- Y recuerda: si no puedes resolver algo de inmediato, pasa al siguiente problema. Y al siguiente, y al siguiente. No importa cuántos sean, es seguro que encontrarás algo que puedas resolver. ¿De acuerdo?

Lincoln tomó a su hermana por los hombros y la apartó con mucha suavidad. Secó con sus dedos las lágrimas que resbalaban por sus mejillas, y le dedicó la más cálida de sus sonrisas.

- Leni... ¿Sabes una cosa? Estoy seguro de que vas a poder. Este es tu año, hermanita. ¡Será el mejor año que hayas vivido hasta ahora! ¡El primero de muchos años hermosos que te esperan! Vas a pasar este examen, ¡y lo vas a hacer de manera brillante! Y eso solo será el principio. ¡Has trabajado durísimo, y te lo mereces!

Lincoln tomó las manos de la muchacha. Ella lo miraba incrédula, con los ojos muy abiertos y sin saber qué le impactaba más: las palabras de su hermano, o el hecho de sentirlo tan cerca de ella.

De todos modos, no pudo pensarlo mucho, porque él continuó:

- No vas a fallar, Leni. ¡Estoy seguro! ¿Y sabes por qué? Porque en este tiempo me he dado cuenta de lo inteligente y lo capaz que eres. A ti no te debe importar lo que digan todos los que no te conocen bien; los que no creen en ti, aunque sean nuestros padres y nuestras hermanas. ¿Qué saben ellos de ti? Pero yo sí sé de ti, linda. ¡Estoy seguro de que vas a poder! Solo debes concentrarte en lo que haces bien, y olvidarte de lo que te produce miedo y dudas. ¿Está bien?

Lincoln tenía una gran sonrisa en su rostro. Aún con la escasa luz, Leni pudo leer en su mirada la total sinceridad de sus palabras. A diferencia del resto del mundo, Linky no era mentiroso o condescendiente: su hermano de verdad creía en ella. Confiaba en su capacidad como nadie más lo había hecho en su vida.

Leni sonrió a su vez y lo miró con adoración. ¡Era tan hermoso que por fin alguien creyera tanto en ella, y la aceptara tal y como era! De verdad, su hermanito era único. Su chico ideal. El único que le daba todo sin pedirle nada a cambio.

¿Cómo podía no amarlo?

La joven se conmovió y comenzó a llorar de nuevo. Lincoln se dio cuenta; pero antes de que pudiera preocuparse, Leni volvió a abrazarlo con fuerza y comenzó a besarlo en la mejilla.

- Hermanito... ¡Gracias! ¡Gracias! Yo... ¡Tenía tanto miedo! Pero si tú crees en mí... Creo que todo estará bien.

- C-claro que sí, Leni -balbuceó Lincoln, un poco perturbado por la efusiva demostración de gratitud de su hermana mayor.

Se quedaron abrazados por un rato, sin decirse nada más. Ambos vivieron esos momentos de manera muy distinta. Leni se sentía contenta, confortada, y se había tranquilizado. Estaba disfrutando mucho del calor y el contacto con el cuerpo de su hermano. Con sus sentimientos a flor de piel, la muchacha sentía que se fortalecían todos sus lazos y sus ilusiones amorosas. Era algo que ni siquiera necesitaba pensar: se sentía dichosa de estar en los brazos del único hombre que la amaba, la comprendía, y la aceptaba tal cómo era.

Aquel amor tan intenso le despertaba necesidades y deseos de otra índole; así que de manera inconsciente y con toda sutileza, iba haciendo el contacto cada vez más intenso. Su cuerpo se estrechó con fuerza al de Lincoln, y su mejilla descansó directamente sobre la de su hermano. Al igual que él lo había hecho, sus manos comenzaron a deslizarse suavemente sobre la espalda del chico.

Lincoln, en cambio, se sentía nervioso y culpable. Cuando notó que Leni se tranquilizaba, dejó de sentirse preocupado, y pensó que ya podían separarse. Pero ella no hacía ningún intento por apartarse. Al contrario: se aferraba con más fuerza y hacía el contacto más y más estrecho.

Entonces, Lincoln se puso de verdad nervioso. El cuerpo tibio y turgente de su hermana estaba despertando sensaciones inapropiadas en él. Ya no había motivo para que siguieran abrazados, pero una parte de él no tenía ganas de romper el contacto. Pronto se vio en un verdadero conflicto, porque ya no sabía si era ella o él quien estaba haciendo todo para que no se separaran. Todo lo que sabía es que su preciosa hermanita estaba inflamando sus deseos, y no estaba nada seguro de que pudiera o quisiera detenerse.

Volvió ligeramente su cara, y se topó con ese rostro precioso a dos centímetros del suyo. La piel se veía tan tersa y lozana... Los labios tan apetitosos...

En un momento de insania, tuvo el impulso irrefrenable de robarle un beso a su hermana. Ella sonreía, sus ojos estaban cerrados; rotaba su mejilla contra la de él, y se veía muy feliz de tenerlo entre sus brazos.

- ¡No, por dios! -clamó su consciencia desesperada-. ¡Es tu hermana, Lincoln! ¡Recuérdalo, pervertido! ¡Leni es tu hermana, y tienes que respetarla sin importar lo que ella haga! ¿Entiendes?

En ese momento Leni se separó un poco, y Lincoln pensó que por fin rompería el contacto. Se sintió aliviado; pero la muchacha solo se separó para hacerle una petición que acabó con sus esperanzas de autocontrol.

- Linky, por favor... ¿Me dejas dormir contigo? Sé que a tu lado podré relajarme y descansar, hermanito. Así estaré lista para la prueba de mañana. ¿Me dejas?

Lincoln se quedó helado. La propuesta de Leni era demasiado peligrosa.

Estuvo a punto de rechazarla, solo que cuando iba a decirle, notó la mirada de súplica de su hermana mayor... Y ya no tuvo corazón para hacerlo. Supo de inmediato que, si lo hacía, su hermana no solo estaría decepcionada; sino que pasaría toda la noche muy nerviosa. Se desvelaría, se pondría triste, y eso sí podía afectarle mucho en el examen.

La había apoyado durante todo el proceso; durante más de dos meses. No podía fallarle ahora en el momento decisivo. Tenía que ser muy fuerte y aguantar. Después de todo, era una sola noche. Luego, Leni ya no lo necesitaría más.

- Está bien, Leni -suspiró resignado-. Puedes dormir conmigo. No te preocupes por nada, hermanita: yo te cuidaré.

La joven se sintió tan contenta que abrazó de inmediato a su hermano y le cubrió la cara con besos.

- ¡Gracias, Linky! ¡Gracias, hermanito! ¡Por fin podré dormir tranquila!

Lincoln hizo todo lo posible por no sentir el voluptuoso cuerpo de su hermana; pero su delicioso aroma le llenó la nariz, y comenzó a enardecer sus sentidos.

- Cielos... Esta será una largar noche -se dijo.

***

Efectivamente, su hermana no le puso las cosas sencillas.

La chica no iba preparada, pero enseguida fue a buscar su almohada, unas mantas, y su antifaz. Había pasado mucho tiempo desde que Lincoln compartiera su cama con alguien más. Pronto se dio cuenta de cuánto habían cambiado las cosas desde que se durmió con Lucy y Lynn, casi cinco años atrás. En aquella ocasión, cupieron bien en la cama porque eran tres niños. Pero desde ese tiempo él había crecido mucho, y Leni ya era toda una mujer. Era muy distinto dormir tres niños juntos que un hombre y una mujer hechos y derechos. Apenas cabían en la cama, y sus cuerpos no podían evitar el contacto.

Lincoln estaba un poco arrepentido. Aunque cada uno estaba tapado con su propia manta, le era muy difícil estar tranquilo con el hermoso cuerpo de su hermana pegado al suyo.

Leni le dio las buenas noches, se tapó, y le dio un beso en la mejilla antes de cubrirse con su antifaz. Lincoln estaba boca arriba, intentando conciliar el sueño. La cercanía de su hermana lo tenía demasiado intranquilo. Sin quererlo, se puso a recordar todo lo que estaba pensando justo antes de que ella llegara; las decisiones que había tomado. Pero ahora que la tenía tan cerca, ahora que podía sentir su calor y aspirar su aroma delicioso, se sentía flaquear en su decisión. Se sentía muy atraído; demasiado atraído, y no tuvo más remedio que volverse sobre su costado para admirar la belleza de su hermana mayor.

La delgada sábana realmente tapaba muy poco de sus encantos femeninos. Las curvas tan acentuadas de su cuerpo eran perfectamente visibles. El antifaz no tapaba casi nada de la delicada y tersa piel de sus mejillas, y sus labios se veían ligeramente entreabiertos; rojos, bellos, apetitosos...

De pronto, Leni se destapó parcialmente y se volvió hacia él para abrazarlo. Cuando los brazos de la joven lo rodearon ella exhaló un suspiro de satisfacción, y Lincoln vio que una sonrisa se dibujaba en sus labios.

Lincoln estaba tan sorprendido que se dejó hacer. Pensó que Leni estaba despierta; que sabía que él también lo estaba, y por eso lo abrazó. Pero la escuchó respirar acompasadamente, y se dio cuenta de que en realidad estaba dormida. Solamente había volteado para abrazarlo.

No sabía qué hacer. Tuvo la tentación de quitar los brazos de su hermana, pero temía despertarla y no se decidió a hacerlo. Ella necesitaba descansar, así que se resignó a quedarse así hasta que se durmiera, o hasta que ella decidiera soltarlo. Nunca imaginó que su bella durmiente haría un nuevo avance.

Se pegó contra él y lo estrechó completamente entre sus brazos. Lincoln ahora estaba de verdad asustado. Si Leni estaba dormida de verdad, quizá lo estaba confundiendo con alguno de sus novios anteriores. Sin embargo, no era así, y todas sus dudas se disiparon cuando ella se pegó por completo a él y dijo con mucha suavidad:

- Linky... Te amo. Te adoro, mi amor.

Y de la manera más natural le dio un beso suave, pero pleno en los labios.

Lincoln sintió que explotaba por dentro. La impresión fue tan grande que por un momento no supo nada de sí. El contacto de los sedosos labios de Leni lo dejó por completo desarmado. Nunca había sentido algo así. Ni siquiera los besos más apasionados de Cristina tenían comparación.

Cuando volvió a la realidad se dio cuenta de que Leni seguía abrazada a él, con una sonrisa de satisfacción en sus hermosos labios. Se veía tan preciosa y le despertaba tanta ternura, que tuvo que hacer un esfuerzo sobrehumano para no aprovecharse de la situación.

Tenía que reconocerlo: el beso de Leni había sido la experiencia de su vida. No importaba que ella estuviera soñando. De hecho, una parte de él estaba feliz y otra estaba aterrorizada; porque comprendió enseguida que, en sueños, Leni le había revelado sus sentimientos más profundos. Le había dicho sin ningún recato lo que de verdad sentía por él.

Y lo peor de todo es que lo disfrutó. El beso de Leni, tan breve y ligero, había conquistado su corazón y su sensibilidad. Tanto así, que estuvo a punto de cometer un severo error.

Extremando cuidado y habilidad, Lincoln logró zafarse de los amorosos brazos de su hermana y consiguió que ella abrazara una almohada. Aprovechó para retirarse un poco y sentarse en la cama con todo cuidado.

La contempló. Tenía que admitirlo: estaba ante la mujer más dulce y hermosa del mundo. Cualquier otro hombre se volvería loco de felicidad por lo ocurrió. ¡Lo había besado, y le dijo que lo amaba! ¿Qué más daba que lo hubiera hecho dormida? ¿Acaso no decían que lo sueños te revelaban los verdaderos deseos de tu inconsciente?

Estaba seguro de que, si él hubiera seguido el juego y hubiera correspondido a ese beso, en esos momentos seguramente estarían devorándose con sus bocas; acariciándose con frenesí. Y después...

Se sonrojó. Le deba vergüenza pensarlo siquiera. Leni era su hermana. ¡Su hermana, por todos los demonios!

¿Qué rayos estaba haciendo? ¿En qué demonios estaba pensando?

Aparte de todo su amor y atención, Leni se merecía todo su respeto. No podía... ¡No debía pensar en esas cosas con ella!

Eso no podía volver a ocurrir: Leni era sagrada, más sagrada que una virgen. Tenía que evitar a toda costa volver a estar en una situación de ese tipo con ella. Por el bien de los dos.

Algún día, en el futuro, Leni caminaría hacia el altar del brazo de un hombre digno, respetuoso, y caballeroso que la convertiría en la mujer más feliz del mundo. Y él, Lincoln Loud, estaría entre los asistentes; feliz por ver que su hermana era feliz. Contento por saber que ella haría una vida maravillosa, con una persona que la valoraría y atesoraría como lo más sagrado.

Así iban a ser las cosas, y no podían ser de otra manera.

Así que, aquella noche, Lincoln tomó varias decisiones; todas difíciles y desagradables. Quizá Leni lo odiaría. Quizá se resentiría con él durante años; pero al final comprendería por qué tuvo que hacerlo y terminaría por agradecerle.

La amaba demasiado para desairarla o lastimarla directamente; pero sí que podía alejarse de ella. Lo suficiente para matar la pasión tan poco sana que empezaban a sentir el uno por el otro.

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