Dos aves perdidas


Ya hacía un rato que Lincoln intentaba descansar, pero era imposible.

El dolor de las heridas había desaparecido desde que Lisa le puso su ungüento anestésico. Pero eso ya no le preocupaba.

Todos sus pensamientos estaban puestos en Leni. Su amada. La mujer por la que había arriesgado todo, y en la que por fin encontró el amor verdadero.

Todo el tiempo estuvo muy pendiente. No la escuchó gritar, así que de seguro no la habían lastimado físicamente. Pero sin duda trataban de persuadirla; de hacer que se arrepintiera de las perversidades que estaba cometiendo con su hermano. Seguro que no descansarían hasta convencerla de que aquello era indebido e inmoral.

Aquello lo atormentaba, porque Leni no era difícil de manipular. Cierto, había cambiado mucho en aquellos años, después de tantas decepciones y sufrimiento; y por eso Lincoln tenía la esperanza de que esta vez no pudieran con ella. Desde que ambos se confesaron su amor, nunca la sintió tan convencida de algo. Tenía la impresión de que el amor de su adorada hermana tenía algo de obstinación.

La iban a martirizar con palabras, de eso no había duda. Tratarían de romper sus barreras mentales y convencerla de que lo que hacían no era correcto. Intentarían aplastar su decisión, y no se detendrían ante nada para lograrlo.

Por eso no podía dormir. Odiaba la idea de que la estuvieran perturbando y hostigando. Le aterraba pensar que podían convencerla de enterrar su amor por él; pero tenía que confiar en ella, no existían alternativas. El amor y la ternura que se habían demostrado durante aquellos tres meses tendría que bastar para resistirlo todo.

Suspiró. Con todo y sus preocupaciones, pensar en su amada siempre lo hacía sentir mejor.

Recordaba su melodiosa voz, su hermoso rostro; el sabor de su piel y sus labios. Los mil momentos maravillosos que habían vivido durante su romance y, poco a poco, su corazón comenzó a llenarse de paz.

Sí: Leni resistiría, y él también. No los harían arrepentirse de lo más hermoso que les había pasado en su vida.

- Leni... Amor mío -musitó.

¡Era tan hermoso recordar!

La mente de Lincoln se proyectó muy lejos; hacia el pasado. Viajo casi seis meses antes, cuando comenzó el capítulo más trágico y hermoso de sus dieciséis años de vida.

***

La casa Loud había cambiado mucho en los últimos tres años y medio.

No se convirtió en un remanso de paz y tranquilidad, en especial los fines de semana. Pero dejó de ser la fuente de tortura y desazón que los vecinos soportaron durante tanto tiempo. Eso se debía, sencillamente, a que la mayor parte de los Loud había conseguido sus sueños, o trabajaba fuera de casa para alcanzarlos.

El señor Loud al fin tenía su restaurante y era su propio jefe, tal como siempre lo soñó. El negocio iba prosperando, y los últimos meses habían sido los mejores. Rita tuvo mucho que ver en ello, porque decidió abandonar su puesto como asistente dental para ayudar a su esposo. La señora Loud no había logrado ser la gran novelista que deseaba, pero seguía en ello y escribía un rato todos los días. Era más fácil ahora que sus niños ya no necesitaban vigilancia constante.

Lori, Luna, Luan, Lynn, Lucy y Lola trabajaban duro y se acercaban cada vez más a la consecución de sus sueños. Quizá Lori, ya comprometida y con un trabajo estable; y Lola, que se iba convirtiendo en una cotizada modelo infantil, estaban más cerca que las otras. Pero las demás seguían luchando sin cansarse ni desanimarse. Las mayores habían renunciado a todo, incluso a la Universidad, para concentrarse en aprovechar las oportunidades que les iban surgiendo.

Lisa era un caso aparte. Ella ya había despuntado tiempo atrás, y tenía un trabajo estable y productivo como investigadora en un laboratorio universitario. Una gran tragedia personal la hizo abandonar definitivamente el jardín de niños y dedicarse de lleno a su trabajo científico, en un sitio donde no hubiera nadie a quien pudiera lastimar. A pesar de sus miedos y reservas, Lynn y Rita la dejaron emanciparse. Ahora solo la veían los fines de semana, y no todos.

En las tardes, solo Lana y Lily se encontraban en la casa. De preferencia en el patio trasero, buscando y recolectando todo tipo de insectos. Cuando Lily creció un poco, se identificó por completo con el gusto por los animales de Lana. Las dos pasaban las horas muertas en el jardín. Sus intereses compartidos muy pronto las hicieron íntimas, mucho más de lo que Lori y Leni lo fueron alguna vez. Lana se transformó de facto en la protectora y tutora de su hermanita pequeña.

A pesar de todo, eran diferentes. Lily era mucho más pulcra. No las habilidades mecánicas de Lana, pero en cambio estaba mucho más dotada para tratar con los animales. A veces, mientras Lana hacía alguna reparación a domicilio, Lily jugaba con los animales de la casa.

Así eran las cosas. La situación había cambiado mucho. Casi todos los Loud habían encontrado su lugar en la vida; y como sus actividades les daban a ganar dinero, la economía familiar dejó de ser un problema.

Lincoln aún no había encontrado su lugar en la vida. No lograba dar con una actividad que lo apasionara. Su sueño de hacer cómics prácticamente estaba enterrado. Ahora sabía que a pesar de sus habilidades como dibujante, se le dificultaba crear tramas y aventuras de verdad interesantes. Era triste, pero tenía que aceptar la realidad. Aunque los cómics pudieran ser un gran pasatiempo, jamás le darían para vivir. Pero entonces, ¿qué otra cosa podía hacer?

Por supuesto, aún tenía que terminar la preparatoria. Había tiempo para pensar. Solo que a él le hubiera encantado tener el panorama claro, como casi todas sus hermanas.

Un consejero escolar le propuso que consiguiera un empleo de medio tiempo, para ayudarse a considerar posibilidades. Sus padres no pusieron objeción, y no tardó en encontrar trabajo en una sucursal de una famosa franquicia de tiendas de conveniencia. El trabajo era aburrido y monótono, pero decidió perseverar en él. Las tareas escolares no le quitaban mucho tiempo, y así podía ahorrar dinero y comprarse sus cosas. Sería vergonzoso que fuera el único de la familia que no ganaba algo de dinero.

Y por supuesto, ahora tenía novia. Necesitaba dinero para salir con ella.

***

La tarde en que todo comenzó, Lincoln llegó a casa después de tener uno de sus días más pesados en la tienda. Era uno de esos días en los que tenía claro que no quería dedicarse a aquello toda su vida. Los clientes habían estado especialmente groseros, y hubo muchas cosas que acarrear y acomodar. Sé sentía cansado, lo único que quería era comer algo y acostarse a descansar.

Era raro que no hubiera nadie: al menos Lana y Lily deberían estar allí. En el refrigerador había chucrut y crema de maní; de modo que se preparó su refrigerio favorito y lo degustó con deleite, en aquella casa tan inusualmente silenciosa.

A Lincoln solía gustarle el silencio; era una novedad en su vida. Pero aquel día no. Le hacía pensar cosas que no quería. Avivaba rencores que tenía inmersos en lo más profundo de su alma.

Él se sentía muy orgulloso de los logros de sus hermanas. Le alegraba ver cómo se acercaban a la consecución de sus sueños porque en el fondo, sabía muy bien que sus triunfos, en una pequeña parte, también eran triunfos de él. Las había ayudado a todas, sin excepción; y con mucho gusto además. Pero... Allí estaba precisamente el problema.

Las ayudó tanto que sentía que había extraviado su propia esencia. Sacrificó sus propias ambiciones; o por lo menos, no tuvo tiempo para descubrirlas o pensar en ellas. Quizá no era justo que pensara así, pero no lo podía evitar. Y pensaba más en ello cuando le tocaba uno de esos días duros y pesados. Ese día, el silencio de la casa Loud lo perjudicaba; porque no tenía más alternativa que escuchar la voz del resentimiento que casi siempre lograba acallar.

Lincoln se levantó de la mesa, lavó su plato, y subió lentamente las escaleras. En aquella casa de triunfadores, se sentía como el único fracasado. El único sin una verdadera esencia, sin un propósito real. Solo había otra persona que tenía un dilema y una frustración vital semejante.

Al llegar al segundo piso, Lincoln escuchó unos débiles sollozos. Provenían del cuarto de sus hermanas mayores, así que no tuvo dificultad para reconocer a quien lloraba.

- Leni... -murmuró, y su corazón se llenó de tristeza.

¡Dios! Si en aquella casa había una criatura digna de compasión y preocupación, esa tenía que ser Leni. La más linda, tierna y bondadosa de todas sus hermanas.

Los últimos cuatro años y medio habían sido terribles para ella. En ese tiempo tuvo que enfrentar decepciones, amoríos fallidos, y la destrucción casi total de sus sueños.

En primer lugar, le costó mucho trabajo concluir sus estudios preparatorios. Estuvo a punto de repetir el último año, pese a la ayuda y la buena voluntad de sus maestros. Por suerte, a fuerza de paciencia y mucho empeño, Lisa y Lincoln lograron ayudarla. Sin embargo, no hubo manera de que superara los Exámenes de Aptitud Académica para la ingresar a la Universidad, ni el primer año que lo intentó, ni los dos siguientes.

Enfrentada a esta realidad, buscó alternativas para entrar al mundo de la moda. Incluso se puso en contacto con una importante casa internacional. Después de mucha insistencia, estuvieron de acuerdo en ver sus diseños. Cuando lo hicieron, se mostraron interesados; y Leni hizo un viaje a Washington en compañía de su madre para entrevistarse con una importante diseñadora.

La entrevista no pudo ser más descorazonadora. Le dijeron sin ningún miramiento que no tenía futuro en el mundo de la moda internacional. Le dejaron bien claro que sus diseños eran lindos, pero que el mundo de la moda es una jungla llena de perras malditas y lobos hambrientos capaces de vender a su propia madre para ganar posición y prestigio. Alguien con el carácter dulce y tierno de Leni y con sus características "especiales", era la presa perfecta para cualquiera de ellos. A lo más que podía aspirar, era a ser una diseñadora auxiliar sin prestigio ni reconocimiento. Algo así como una costurera de altos vuelos. Le iría mejor si se educaba un poco y ponía su propia tienda de creaciones originales. Con tiempo y trabajo, quizá llegaría a tener prestigio y cierto reconocimiento.

- Quizá te iría mejor como modelo de cosméticos -le habían dicho-. Tienes una cara hermosa, y no tendrías que moverte ni hablar para nada. Si aprendieras a caminar con elegancia y bajaras unos cuantos kilos, hasta podrías ser modelo de pasarela...

Pero eso era algo que Leni jamás había considerado; y no tenía ningún interés en ello.

Volvió de la entrevista destrozada. Sus padres y sus hermanos le ayudaron a sobreponerse. La animaron a probar la vía que le sugirieron, y estuvo de acuerdo en ingresar a una escuela de oficios. El problema fue que no pudo pasar los exámenes tampoco en su primera ocasión.

Se aprestaba para intentarlo de nuevo en un par de meses. Su plan era pasar todo el año estudiando y practicando. Pero sus decepciones amorosas la deprimían tanto, que se pasaba horas llorando y lamentándose de su mala suerte.

Sin duda, sus fracasos amorosos eran lo que más la lastimaba; lo que más destruía sus ilusiones y autoconfianza. Tras su primer fracaso quedó en total estado de postración. Su ruptura con Chaz, después de un noviazgo de más de un año, la dejó sintiéndose peor que nunca. Por fortuna, en aquellos días Lori aún no se había ido a la Universidad; así que ella, junto con Rita y Luna, se encargaron de consolarla y convencerla de que tarde o temprano encontraría el amor. Después de todo era joven, hermosa, y tenía el tiempo de su lado.

El problema era que Leni anhelaba el amor como ninguna otra cosa en su vida. Ahora que estaba enfrentando tantos fracasos y desdenes, su necesidad de que la amaran y la aceptaran era mayor que nunca. Todos sus amigos se habían ido, incluso Fiona y Miguel. Reininger's había cerrado, y a pesar de sus buenas referencias, le fue imposible encontrar otro empleo en el que sus compañeros toleraran sus peculiares idiosincrasias.

Ante ese panorama, Leni se involucró en varias relaciones que terminaban muy mal para ella. Cuando se sentía mejor lo intentaba otra vez, y siempre había muchachos interesados en ella solamente por su belleza física. Por desgracia, los chicos que siguieron a Chaz fueron mucho peores que él. Casi todos jugaron con ella; muchos la humillaron, y uno de ellos le dijo sin reservas que era el tipo de chica que solo sirve para pasar el rato; que nadie querría estar toda la vida al lado de una retrasada mental. Y aunque Bobby, Lori, y los amigos de él se encargaron de ajustarle las cuentas, el daño ya estaba hecho.

Aquel día, Lincoln estaba seguro de que su hermana lloraba por una nueva decepción amorosa. El viernes y el sábado eran los días en que solía salir con sus "enamorados". Si hubiera estado en casa, Luna se hubiera hecho cargo de consolar a Leni; pero ese día no había nadie más que él.

Se acercó lentamente. Era claro que Leni estaba muy afectada: ni siquiera había entrecerrado la puerta, como era su costumbre.

Antes de trasponer el umbral de la puerta, la vio. Estaba acostada boca abajo en su cama, con las manos cubriendo su angelical rostro. Lincoln sintió una punzada de dolor y frustración.

- ¿Por qué Leni, dios mío? ¿Por qué entre todas mis hermanas, ella es la que tiene que sufrir más? ¿Qué ha hecho ella de malo en su vida, maldición?

Por un momento dudó, y estuvo tentado a dejarla sola. Ya la había consolado antes, pero siempre junto con alguna de sus hermanas. Quizá ella no querría verlo. Tal vez le diría que la dejara en paz y que se fuera.

Solo que Leni no era así. Era la mujer más dulce y tierna del mundo. En su interior, Lincoln sabía que su hermanita necesitaba a alguien que compartiera su pena.

No había más que pensar: ahora le tocaba enfrentar a solas todo el dolor de su hermana. Se asomó, y tocó la puerta con los nudillos.

- Leni...

La muchacha levantó la cabeza, y lo miró con sus hermosos ojos arrasados en lágrimas.

- Linky... ¡Hermanito!

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