Aquí estoy yo



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Para Lincoln, la reacción inicial de su familia fue desagradable; incluso humillante. En vez de alegrarse, abrazar y felicitar a Leni, todos pusieron en duda su triunfo. Nadie parecía poder creerlo. Después del comentario de Lola, incluso Luna veía a Leni con expresión de duda.

- ¿No se habrán equivocado, Leni? -dijo la pequeña princesa-. Puede ser que te dieran el resultado de otra persona.

Lincoln se puso rojo de ira. Pero Leni, con una sonrisa, acarició la cabeza de Lola y le dijo.

- No lo creo, Lola. Como que, ¿te imaginas lo que harían algunas de las personas de las que les gusta poner demandas, en caso de un error como ese? Además, parece como si dudaras del talento de Linky para preparar personas para eventos o exámenes.

- Creo que ella no duda de Lincoln, Leni. Ella duda de t... -alcanzó a decir Luan, antes de que Luna le tapara la boca.

Demasiado tarde. Lincoln escuchó todo y estuvo a punto de decir algo. Pero Rita atajó la discusión con una sugerencia oportuna.

- Hijas, creo que tenemos que dar a Leni el beneficio de la duda. Ustedes vieron todas las cosas que hicieron ella y Lincoln para preparar el examen. Además, existe una buena manera de aclararlo todo.

- ¿Cuál? -dijeron algunas de las chicas al unísono.

- Podemos solicitar el servicio de verificación de respuestas. Creo que cobran unos quince dólares, ¿verdad Lincoln?

Lincoln suspiró, pero ya que Leni parecía tranquila, estuvo de acuerdo en que verificaran. Lynn Sr. ofreció su tarjeta de crédito, y en unos pocos minutos estaban verificando las respuestas del examen de Leni.

No había ninguna duda. Leni había ejecutado una prueba brillante. De hecho, resolvió con mayor eficacia los problemas difíciles que los sencillos. Varias de las chicas, especialmente Lola y Lynn, no podían dar crédito y revisaron una y otra vez.

Pero no todos compartieron el escepticismo. Al menos Luna, Luan y los señores Loud estallaron de alegría cuando comprobaron los resultados. Se sentían alegres, felices por Leni; pero sobre todo muy aliviados. Por fin parecía que Leni tendría un verdadero futuro bastante a su gusto.

- ¡Esto hay que celebrarlo! -gritó Luna-. ¡Leni y Lincoln se merecen una fiesta!

- ¡Claro que sí! -dijo Lynn Sr., casi tan entusiasmado como su hija. Luego se volvió hacia Leni, la abrazó, la besó en la mejilla, y pasó su brazo sobre los hombros de ella y de Lincoln -. Mis pequeños, ¡estoy tan orgulloso de ustedes! ¡Voy a cocinar todos sus platillos favoritos!

Toda la familia dio un grito de alegría. Los platillos favoritos de Leni y Lincoln eran los mismos que los de la mayoría de las hermanas.

- ¡Pero sin Goulash! -terció Lola, y otras hermanas hicieron gestos de desagrado - ¡Ya lo hemos comido demasiadas veces!

- ¡Ese lo haré para su madre y para mí! ¡Y para Leni también, si quiere! -dijo Lynn.

Toda la familia se entusiasmó y comenzó a discutir los preparativos. Entre todos ellos, solamente Leni y Lincoln no se veían tan animados como se supone que deberían estarlo.

Se dirigieron una sonrisa tímida. Ambos eran muy conscientes de las cosas que flotaban entre ellos.

***

La siguiente semana, toda la familia tuvo dos ocupaciones aparte de sus actividades cotidianas: preparar la fiesta, y apoyar a Leni para que realizara sus trámites de admisión a la academia de alta costura. Rita se tomó una mañana para acompañar a Leni y hacer los trámites de inscripción, mientras que Luna y Luan la apoyaron para tramitar los documentos que ya habían expirado.

La calificación que obtuvo Leni en la prueba SAT fue motivo de controversia en la comisión de admisión de la academia. Las calificaciones de la preparatoria de la rubia eran bastante mediocres, y el hecho de que no hubiera podido ingresar el año anterior era sin duda un mal antecedente; pero el resultado plenamente comprobado del SAT y las muestras de costura que llevó fueron suficientes para llamar poderosamente la atención del Comité de Admisión. Al final, terminaron por considerarla una especie de genio distraída, con un talento soberbio para la costura, y que apenas empezaba a descubrir sus capacidades. La aprobaron por unanimidad, y se comunicaron con Leni para informarle que esperaban verla para el inicio de cursos, cuatro semanas después.

En el trayecto de regreso, Rita hablaba muy feliz y entusiasmada de lo que le esperaba a Leni en la academia; de su nueva vida como estudiante, y de todo lo que tenía que hacer para aprovechar sus oportunidades y el contacto con los maestros.

La hermosa muchacha asentía a todo y respondía con monosílabos, pero no tenía su chispa habitual. En realidad, se encontraba triste y decepcionada. Lincoln solamente la había felicitado con un abrazo y un beso en la mejilla; y ella esperaba más. Mucho más.

Por supuesto, sabía que no la iba a cargar en sus brazos para comérsela a besos y pedirle que fuera su novia. Pero al menos, creyó que mostraría mucho más entusiasmo; y quizá que la invitaría a salir para tener una pequeña celebración privada. Pero su amado hermano solamente la abrazó, le dio un beso breve y casto en la mejilla, y la retuvo un instante para decirle lo feliz y orgulloso que estaba de ella. Después de eso, no hubo nada más. Tan solo las mismas frases corteses de las últimas semanas, el mismo saludo al entrar y salir de la casa. La misma distancia entre los dos.

Nunca imaginó que viviría su entrada a la academia con tan poca alegría.

- Corazón -dijo Rita, preocupada por verla así-. ¿Qué pasa, cariño? Te veo... Apática. No te ves como siempre eres, mi vida. Estas apagada, y pareces triste.

- Oh -musitó Leni, esforzándose por sonreír-. ¡Claro que no, mamá! Estoy muy contenta... De verdad.

- ¿Sí? Pues no lo parece, cielo. ¿Qué te pasa, corazón? ¿Hay algo que te esté molestando?

- Molestando no, mamá -pensó con amargura-. ¡Me está destrozando por dentro! ¡Ay, cómo quisiera poder decirte!

Pero no hizo falta. El instinto maternal de Rita y su sensibilidad femenina le ayudaron a comprender de inmediato. La tristeza y la expresión de su hija eran más que elocuentes.

- Ay, mi amor... No me digas que, otra vez...

Leni no pudo resistir más. Fue imposible que contuviera las lágrimas y los sollozos. Un gemido de puro dolor escapó de su garganta, y comenzó a llorar desconsoladamente.

Rita aparcó el auto inmediatamente, y se acercó para abrazar a su hija. Le tomó la cabeza y la estrechó con fuerza contra su pecho.

- Dios mío... Otro chico. ¡Le volvieron a romper el corazón a mi princesa! -pensó Rita, conmovida y enojada a la vez.

Abrazó a su hija. De seguro, otra cita había terminado en un desastre. Habían vuelto a jugar con ella, y volvieron a herir sus sentimientos.

- ¿Por qué esto tiene que ser así, dios mío? -pensó, furiosa- ¿Acaso no hay por allí un buen chico para mi Leni? ¿Alguien que pueda amarla así como es? ¡Dios mío, haz caso de una vez y ayúdale, por favor! No importa que llegue a ser una gran diseñadora. ¡Así no va a ser feliz!

Besó los cabellos rubios de su hija y la acarició durante un gran rato. Durante ese tiempo, pensó en algo sincero para decirle. Ya la había consolado por cosas así. Luna y Lori también; pero siempre era lo mismo. El mismo fracaso una y otra vez.

¿Qué podía decirle que no pareciera una burla o una farsa?

Nada; porque parecía que sí lo era.

- Leni, mi amor... ¡Todo pasará, princesa! Algún día, mi vida; ya llegará ese chico especial. No pierdas la esperanza.

Leni se abrazó a su madre. Sus palabras de consuelo se le antojaron completamente huecas, pero no quería hacerla sentir mal. Ella no tenía la culpa. No sabía que ella ya había encontrado al chico ideal, que vivía en la misma casa de ellas, y que tenía el cabello más blanco y suave del mundo.

Su madre jamás podría comprender su dolor, sus sentimientos prohibidos por su hermano; así que hizo un esfuerzo titánico por animarse. Quería que su madre pensara que había logrado consolarla, aunque fuera un poco.

- ¡Si tú supieras, mamá! -se dijo en silencio.

***

Lincoln Loud regresaba a su casa. Aquel día nefasto era el final de la peor semana de su vida.

No dejaba de ser irónico: cualquiera en su lugar hubiera estado feliz. Había conseguido junto a Leni algo que parecía imposible. Un triunfo extraordinario, y casi glorioso. Gracias a él, su hermana había logrado el triunfo más importante de su trayectoria académica, y lo había logrado con brillantez. Se había puesto en camino para lograr sus sueños, la habían aceptado sin condiciones en la academia de costura, e iba a empezar el camino que la llevaría a cumplir su más grande anhelo. Por si eso fuera poco, en dos días más les esperaba una fiesta en honor a los dos; a la que acudirían la mayoría de sus amigos, el abuelo Pop-Pop, y una montaña de la mejor comida del restaurante de su padre.

Pero todo eso no significaba nada, porque la lucha entre su moral y sus sentimientos había llegado a un extremo insoportable. Se convirtió en una situación que le traía muchísimo dolor e infelicidad.

El día de la noticia, cuando supieron que Leni lo había logrado, sintió tanta alegría que tuvo el impulso casi irrefrenable de cargarla, dar vueltas con ella por toda la estancia y comérsela a besos. Quería abrazarla con todas sus fuerzas, hacerle sentir lo mucho que la amaba, y lo orgulloso que se sentía de ella.

Pero no podía hacer eso, ¿verdad?

¡Claro que no! Si lo hacía, perdería lo poco que había ganado hasta ese momento. Volverían a aparecer sus sueños y sus anhelos, y los de Leni también. Dejaría de pensar en Cristina y volvería a pensar solamente en su hermana; en su hermoso rostro, su precioso cuerpo, su inmenso candor y su ternura. Quedaría atrapado en ella, y ya no podría resistirse más.

Aquella semana terrible trató de aturdirse lo más que pudo en el trabajo. Salió con Cristina casi todos los días. Intentó perderse en sus besos y su piel, pero de nada sirvió. Su cuerpo estaba con su novia, pero su mente y su corazón estaban a kilómetros de distancia.

Como era de esperarse, Cristina notó todas estas cosas y ya no pudo más. Aquel día decidió terminar con su relación.

- Lincoln... -comenzó ella-. No sé qué te pasa, pero hace tiempo que te siento distante. Estás conmigo, sí. Me haces el amor, pero tu mente está en otro lado. Apenas me hablas. Casi no me besas... ¡Estoy contigo y me siento sola!

- Cristina... Yo... -empezó Lincoln, tratando de justificarse. Pero ella lo interrumpió.

- Déjame terminar, Lincoln. ¡Esto es tan difícil para mí! Eres un encanto... Me gustas mucho, pero de verdad; siento que nunca has sido realmente mío. Lo intenté, tuve paciencia; pero ya no puedo. ¡Ya no puedo! Hay otra persona en tu mente, y me doy cuenta de que no puedo competir con ella.

- Entonces... -musitó Lincoln, sintiendo que el corazón se le caía a los pies.

- ¡Entonces, ya no puedo Lincoln! -dijo la chica, pasándose una mano por el rostro. Parecía estar a punto de llorar-. Creo que... Es mejor que te deje libre, para que puedas declarar tus sentimientos a quien verdaderamente los tiene.

Solo hasta ese momento, Lincoln captó plenamente lo que ella decía. Sintió una enorme sensación de vacío y de fracaso... Pero sobre todo, miedo.

- Cristina... ¡No! ¿Sabes? ¡Esto no está perdido! ¡Yo te prometo que...

La muchacha le puso un dedo sobre los labios. Al fin, las lágrimas empezaban a resbalar por sus mejillas.

- No, Lincoln. Ni siquiera te das cuenta, ¿verdad? ¿Ya viste que ni siquiera puedes decirme "Te amo"? ¿O "mi amor"? No estás conmigo, Lincoln. Estás en otro lugar. No puedo imaginar en dónde, pero no me corresponde averiguarlo. Mejor terminemos aquí, cariño... ¡Ya no quiero seguirme lastimando!

La chica se pasó la mano por el rostro para secarse las lágrimas. Lincoln la veía y se sentía tan mal... Tan desesperado...

Hubiera querido detenerla, rogarle y prometerle mil cosas; pero por alguna razón no le era posible. La había lastimado con su actitud y su indiferencia. Creyó que realmente se estaba esforzando con ella; sin embargo, no fue suficiente. Y lo peor de todo era que no se sentía en condiciones de seguir protestando.

- Lincoln... ¡Eres un chico maravilloso! Hubo un tiempo en que me sentí feliz de estar a tu lado. De verdad, te juro que me hiciste feliz. Incluso cuando me hacías el amor, siempre fuiste tan tierno y considerado. Me tratabas con tanta ternura... Como si fuera algo frágil y delicado que se pudiera romper. Y eso a mí me encantaba. Eres tan diferente... ¡Eres único, Lincoln!

Lincoln solo escuchaba y lloraba. Cristina reunió sus últimas fuerzas para terminar.

- Al menos, lo fuiste las primeras veces. Después, ya no estabas conmigo. Ni siquiera cuando hacíamos el amor. ¿Te diste cuenta de que cerrabas los ojos para no ver mi rostro... o mi cuerpo?

Aquello fue como una bomba para Lincoln. Sintió tanta vergüenza, que no pudo evitar que el rubor cubriera su rostro.

Buscó desesperadamente algo para decirle. Una última disculpa. Pero solo pudo cerrar los ojos y apartar la mirada.

- ¿Lo ves? Ni siquiera ahora puedes hacerlo. Por eso es mejor terminar aquí. No quiero sufrir por una persona que no me quiere, ¿sabes? Creo que no me lo merezco. Y la verdad, tú tampoco.

Todavía se dijeron algunas cosas más. Cristina hablaba sin rencor, pero era evidente que estaba dolida. Al final, lo abrazó por un momento y se alejó caminando rápido; con la frente en alto y con su dignidad intacta.

***

Así que Lincoln regresó a casa, sintiéndose por completo derrotado y confundido. Estuvo caminado durante un gran rato, tratando de aclarar sus pensamientos y sus emociones. No quería regresar a casa y toparse con alguna de sus hermanas. No se sentía con ganas de dar ninguna explicación a nadie.

Al cabo recordó que no iba a haber nadie allí. Incluso tenía la vaga consciencia de que Leni saldría esa tarde con su madre, para arreglar los trámites de inscripción. Si se apuraba, probablemente podría llegar y encerrarse en su cuarto, antes de que Leni o cualquiera de sus hermanas lo hiciera. No se sentía con ganas de enfrentarse a ella, ni siquiera para saludarla. Así de confundido se sentía.

De pronto, se había quedado sin excusas para salir. Había perdido el romance que le permitía ausentarse de la casa y olvidarse por momentos de Leni. Había fracasado con su primera novia, y lo que era peor: la había hecho sentirse fatal.

Cuando pensaba en su rostro lloroso, se sentía tan ruin y despreciable que hubiera querido que lo atropellaran. Cristina era una buena chica. ¿Por qué tuvo que hacerla víctima de sus sentimientos e ilusiones pecaminosas?

Entre más pensaba en ello, más se convencía de que aquello estuvo mal. Se había mentido a sí mismo. Hizo sufrir a Cristina, y estaba destrozando a Leni.

¿Cómo salir de esa situación imposible? Lo de Cristina ya no tenía remedio. ¡Bendito el hecho de que la muchacha se dio cuenta a tiempo y terminó con él! Sufriría durante un tiempo, sí. Pero estaba seguro de que se repondría. Cristina era una muchacha fuerte y maravillosa. Quizá ni siquiera valía la pena que se preocupara demasiado por ella.

Pero Leni... Leni era muy distinta.

Pensó en ella mientras regresaba a casa. No podía evitarlo. Solamente imaginarla era suficiente para que temblara de la emoción; y a la vez, para que se sintiera terriblemente culpable. Por increíble que pareciera, Cristina le había quitado una venda de los ojos.

No estás conmigo, Lincoln. Estás en otro lugar. No puedo imaginar en dónde, pero no me corresponde averiguarlo.

No. Quizá ella no podía imaginarlo, pero él sí que lo sabía. ¡Demonios! ¡Había tratado de engañarse a sí mismo durante todos esos días! ¡Y en vano! Nunca logró sacarla de sus pensamientos ni de sus emociones.

Leni. La más bella, tierna y dulce de sus hermanas. La mujer más hermosa del mundo. La chica que había ocupado sus pensamientos desde hacía tantos meses. Aquella mujer prohibida, y que seguiría siendo prohibida para siempre... ¡Pero también era la mujer en la que no había dejado de pensar ni por una hora!

Tantos intentos... Había hecho tantas cosas para alejarla de su corazón y sus pensamientos. ¡Y no había servido de nada! Leni estaba allí, más fuerte y más presente que nunca. Lo único que logró con su negación y su fingida indiferencia fue hacerla sufrir.

Al pensar en lo que había pasado con Leni, Lincoln sintió que su corazón se paralizaba. ¡Sí, era cierto! En los últimos días, la hermosa carita de su hermana solo reflejaba pesar y dolor. Cada vez que ella lo miraba veía esa tristeza, ese anhelo mudo. Esa pregunta callada que le perforaba la mente y el corazón.

Se sintió miserable; mucho peor de lo que se sintió con Cristina. ¡Dios! Había hecho sufrir a la mujer más buena y dulce del mundo. ¡Y lo hizo en su momento de triunfo! Todavía recordaba su cara, esa preciosa sonrisa tímida que parecía suplicar por su atención. Aquel día, Leni esperaba de él mucho más de lo que le dio. Quería sentir que aquel triunfo era tan importante para él como para ella. Quería saber que su hermanito la amaba, que estaba orgulloso de ella, y que anhelaba compartir y demostrarle lo feliz que lo hacía el increíble triunfo que consiguieron juntos.

¿Acaso hubiera estado mal que la abrazara y la besara? ¿Que la levantara del piso, le diera vueltas por la casa y la llenara de elogios frente a todos?

¡Claro que no! Todos hubieran esperado eso. ¿Por qué no lo hizo? ¿¡Por qué no lo hizo, maldita sea!?

Lo sabía muy bien, por supuesto. Era una estúpida pregunta retórica. Sus temores y sus prejuicios... Su falta de confianza en poder controlar sus sentimientos.

Pero, ¡maldita sea! ¿Acaso importaba? ¿No debió resignarse y pagar el precio? ¡Había roto el corazón de Leni, por dios!

Se echó a correr. Tal vez Leni ya había regresado a casa.

Quizá aún no era tarde. Podría disculparse con ella y hacerla sentir bien. Quizá podía llevarla a celebrar, si ella todavía quería.

Era lo menos que podía hacer por ella.

***

No la encontró por ningún lado. Su cuarto estaba vacío. La llamó un par de veces con fuerza, pero nadie le contestó.

Una vez más, estaba solo.

Lleno de pesar, Lincoln fue para su cuarto. Esta vez se sentía tan mal que olvidó cerrar la puerta. Se sentó en el borde de su cama y enseguida se vio abrumado por todo el peso de su culpa.

Esta vez fue inútil que intentara convencerse a sí mismo de que había hecho bien las cosas. ¡Nada estaba bien, hacer sufrir a Leni, a Cristina y a sí mismo no había estado nada bien! Todas sus justificaciones chocaban con el bello rostro de Leni, lleno de tristeza y desilusión. Maldita sea, ¿qué importaban su resistencia y su estabilidad mental, si para conseguirlas tenía que lastimar a la joya más preciosa de la familia?

Las lágrimas comenzaron a aflorar por sus ojos. Se llevó las manos al rostro, y comenzó a gritar con ira:

- Maldita sea. ¡Lo arruiné todo! ¡Lo arruiné...

Su grito se vio interrumpido por una voz dulce y clara.

- ¡Linky! ¿Qué pasa? ¿Acaso te sientes mal?

Leni estaba en el vano de la puerta, mirándolo con ansiedad y preocupación. El corazón de Lincoln dio un vuelco. Se levantó de la cama y no pudo contener su alborozo.

- ¡Leni!

***

La joven sí estaba en casa.

Cuando Lincoln llegó, estaba todavía llena de tristeza; pero al menos había dejado de llorar, y se sintió lo suficientemente bien como para ir a recoger unas prendas que dejó en el patio trasero para que se secasen.

Al escuchar la llamada de Lincoln se sorprendió tanto que no pudo responder de inmediato. Se asomó a la sala y al vano de la escalera. Como no escuchó nada más, creyó que todo era producto de su imaginación. Ya se iba a su cuarto cuando lo escuchó lamentarse. Había tanta tristeza en su voz que Leni olvidó por completo la suya propia. Su hermanito se sentía mal. ¡Quizá necesitaba consuelo! Fue a su habitación y al verlo allí, lo llamó. Él se levantó de la cama y la miró con ojos llenos de asombro.

- ¡Leni!

¡Dios mio! ¡Se le veía tan triste!

Así que Leni, la del corazón puro y lleno de amor, corrió de inmediato para abrazar a su hermano. Lo estrechó con fuerza, y Lincoln no dudó ni un instante para tomarla entre sus brazos.

- ¡Hermanito! -dijo ella, al sentir el calor de sus brazos-. ¿Qué ocurrió?

Lincoln tardó un segundo en contestar. Sollozó y la estrechó con mayor fuerza todavía.

- ¡Leni! Yo... Yo... ¡Lo siento tanto! Rompí con Cristina, y yo...

- ¡¿Qué?! -dijo Leni, sin poder creer lo que escuchaba.

- Leni... ¡Perdóname! Me porté tan mal contigo...

Su voz se cortó de nuevo por los sollozos y Leni supo exactamente lo que tenía que hacer. Lo apartó un momento para mirarlo a la cara. Le secó las lágrimas de los ojos, y volvió a estrecharlo con todas sus fuerzas.

- Linky... ¡Olvida eso, por favor! No pasa nada, cariño. Aquí estoy yo contigo. ¡Aquí estoy! Siempre voy a estar aquí para ti, mi cielo.

- ¡Leni!

- Shhh... Shhh... Ya. Tranquilo, todo va a estar bien -dijo la chica, mientras pasaba la mano por sus cabellos blancos-. Siempre contarás conmigo, Linky. Tranquilo. ¡No quiero verte sufrir, hermanito! Tú sabes cuánto te quiero, ¿verdad? Te amo, Linky. ¡Te adoro como no lo puedes imaginar!

Cuando escuchó estas palabras, Lincoln sintió una oleada de adoración por su hermana. ¡Dios! ¡Cómo la amaba! Adoraba sus brazos y su calor. Esa voz dulce y melodiosa que siempre le llegaba al alma. Esta vez, no hubo prejuicios que le impidieran sincerarse: sus sentimientos eran demasiado intensos.

Leni comenzaba a sentir que su vista se nublaba. ¡Adoraba tanto a su hermanito y era tan triste verlo sufrir! Se dejó llevar por sus emociones. Se separó un poco de él, y le dio un beso profundo en la comisura de los labios.

Al contacto de aquellos labios de seda, Lincoln se sintió bien por primera vez en semanas. No pudo evitar corresponder. Devolvió el beso con el mismo ímpetu.

El corazón de los dos saltó desbocado. Leni sintió que los labios de Lincoln quemaban en su mejilla. Lo estrechó todavía más fuerte para sentirlo con mayor intensidad, y en ese beso delicioso se selló el destino ambos para siempre.

***

Lincoln quedó con la impresión de que se durmieron, porque cuando abrió los ojos, Leni descansaba con los ojos cerrados y la cabeza sobre su pecho. El brazo de Lincoln la rodeaba, y ella respiraba acompasadamente.

El joven peliblanco la recorrió con la mirada. Estaba seguro de que nunca en su vida había visto un cuerpo más hermoso. Pero incluso la belleza de su cuerpo no era nada comparada con la de su rostro angelical, adornado con la hermosa sonrisa que se dibujaba en los labios bellos y relucientes.

Parecía a la vez un ángel, una mujer, y una niña. Despertaba adoración, ternura y deseo a la vez. La rodeó por completo con sus brazos, y la chica se acurrucó contra él, acariciando suavemente su pecho.

Lincoln sintió una oleada de adoración por ella que muy pronto se convirtió en un sentimiento de culpa y pesar. Luego, ella abrió sus ojos y lo contempló con una sonrisa radiante. Suspiró, y lo abrazó con fuerza.

- Linky... Te amo tanto... -musitó.

Aquello hizo que Lincoln se sintiera todavía peor. Abrazó a la chica, mientras sus lágrimas comenzaban a brotar.

- Leni... Por favor... ¡Perdóname! -dijo débilmente.

Aquellas palabras y el tono de su voz hicieron que la chica volteara. Se sorprendió y le preocupó mucho al descubrir que su amado lloraba.

- Linky... ¿Qué pasa, mi amor? -dijo, tomándole la cara para mirarlo.

El chico sorbió su llanto, y la estrechó todavía más fuerte antes de contestar.

- ¡Te hice sufrir tanto! Pasé mucho tiempo negando lo que sentía por ti. Te hice sufrir... ¡Te lastimé!

Al escuchar esas palabras, Leni sintió que su corazón se derretía. El cuerpo de Lincoln ya le había confirmado lo mucho que él la amaba; pero al escucharlo de su boca se sintió tan conmovida, que empezó a sentir que sus ojos se nublaban.

- Ay, Linky...

La joven le acarició los cabellos y lo besó en las mejillas humedecidas.

- Leni... ¡Te traté tan mal, y ahora no entiendo por qué! -continuó Lincoln, tomando suavemente sus mejillas-. ¿Cómo pude hacer eso sí yo te amo? Pero lo peor fue que me di cuenta de que tú me amas también... ¡Y de todos modos te hice sufrir! ¡Nos castigue a los dos, amor!

Leni se mordió los labios, y un llanto de felicidad afloró por fin de sus ojos. Apenas se atrevía a creerlo. ¡Por fin, Lincoln le estaba diciendo que la amaba! Se emocionó tanto que comenzó a besarlo de nuevo en el rostro y en los labios. Luego, lo estrechó con todas sus fuerzas y se separó para tomar su cabeza y mirarlo directo a los ojos.

- Linky... ¡Ya no te preocupes más, chiquito! Eso ya no importa. ¡Olvídalo todo, por favor! Vamos a olvidar el pasado, ¿quieres? Yo te amo también. ¡Dios mío, no sabes cuánto te amo! ¡He soñado tanto con este momento! Y ahora que te tengo... No puedo...

Las emociones la desbordaban. Apenas atinaba a hilar las palabras. Volvió a llenar de besos los labios de Lincoln, y lo hizo con tanta ternura, que el chico comenzó a corresponder.

- ¡Olvídalo todo, Linky! -dijo, cuando pudo calmarse un poco-. Todo valió la pena. Por tenerte hoy a mi lado... ¡Todo valió la pena!

- Leni... -musitó él, antes de atraer su rostro para besarla de nuevo.

Estuvieron un rato sin hablar, expresando sus emociones solamente con sus besos y caricias. Se limpiaron las lágrimas el uno al otro, y en sus rostros comenzaron a aflorar sonrisas de felicidad.

Para Leni, lo que había ocurrido no era más que la confirmación de sus propios sentimientos y el descubrimiento de que Lincoln la amaba tanto como ella a él. Para Lincoln, fue romper sus barreras mentales y aceptar por fin unos sentimientos que guardaba en su alma desde hacía años. Leni siempre había sido su favorita, y no podía explicarse por qué. Amaba a todas sus hermanas, pero Leni siempre brillaba con una luz especial en su corazón. ¿Acaso era por su belleza? ¿Por su inocencia y por su enorme ternura? ¿O por ese inmenso potencial que escondía en su interior y que solo él en el mundo fue capaz de ver?

Al final, poco importaba. Leni era la dueña de su corazón. Lo era desde hacía mucho tiempo, y quizá siempre lo fue; por más que sus prejuicios y su condicionamiento mental le impidieran reconocerlo y aceptarlo. Ahora ya no había nada que pensar: se demostraron su amor de la manera más pura posible. Hicieron el amor porque se amaban; porque sus corazones y sus cuerpos ya no estaban dispuestos a que se siguieran engañando a sí mismos. Porque su mente inconsciente ya no aceptaba que vivieran en el engaño, la ocultación y la mentira. Un amor tan grande no podía ser reprimido, no podía permanecer oculto; quemaba tanto que no podía permanecer para siempre en su interior. Tenían que vivirlo y afrontarlo, o languidecer en él para siempre.

Ahora tendrían que ser valientes, fuertes y precavidos. Lincoln comenzó a pensar en ello mientras acariciaba el rosto y el cuerpo de su amada.

- Leni... De verdad te amo, pero... ¿te das cuenta de que esto no va a ser fácil?

La muchacha sonrió.

- Claro que sí, corazón. No soy tan tonta, ¿sabes? Yo sé que todo mundo va a estar en nuestra contra. Somos hermanos, y todo eso. Como que, se supone que no debemos enamorarnos, ¿verdad? Pero lo estamos. ¡Lo estamos, Linky! Y yo, por lo menos, estoy bien segura de que nunca encontraré a nadie que me pueda amar como tú.

Lincoln hizo una mueca.

- Leni, por favor, ¡nunca vuelvas a decir que eres tonta! No lo eres, hermosa. ¡Nunca lo has sido! Quizá antes eras algo despistada, pero, ¿qué importa? Sabes perfectamente lo que quieres, y solo una mujer inteligente como tú puede saber eso.

- ¡Gracias, mi amor! -dijo la chica emocionada, justo antes de premiarlo con un apasionado beso.

Ambos sabían que su familia no tardaría en llegar, y se despidieron con besos y caricias, entre palabras de amor y promesas de que siempre estarían juntos. Cuando se fueron a dormir, solo podían pensar el uno en el otro, y en lo maravilloso que sería vivir juntos para siempre.

No sería fácil, ambos lo sabían; pero confiaban en que podían mantener oculto su romance. Si tenían la fuerza y el ingenio suficiente, tal vez llegaría el día en que ya no tuvieran necesidad de hacerlo.

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