Regalo de cumpleaños
Ajá, yo sé que no me esperaban, yo tampoco esperaba volver acá, pero bueno...
Mi amiga, DeliCupez cumplió años este mes y de regalo me pidió un extra. Así que... Aquí tienes, pvta, disfrútalo porque fallé a mi palabra de no volver a escribir SUR.
Cuando conoces a una persona, nunca imaginas lo importante que será en tu vida o siquiera si formará parte de la misma.
—Ella es Mónica. —Me la presentó Silvi, y a mí me dio un poco igual porque a Silvi tampoco la conocía mucho.
—¿Qué ondas, Moni? Soy Adam.
Así fue nuestro primer contacto, con un saludo incómodo entre miradas tímidas y unos tragos de cerveza caliente. Esperaba el momento en que Silvi terminara su conversación sobre lo difícil que fue llegar hasta la casa de Goyo para decirle: "sí, mira que loco, bueno ya me voy con mis compas", pero la maldita tenía una gracia que invitaba a quedarse.
Y me quedé, no supe cuánto tiempo, al lado de ese par de chicas, pero entre más tiempo pasaba, menos podía dejar de detallar a Mónica. Esbelta, casi sin curvas y muy alta, de cabello rubio, con algunas pecas adornadole el rostro y los hombros. Me parecía insípida, no era mi tipo, pero me agradó rápido. Graciosa, con buenos temas de conversación y una risa contagiosa.
Una lista estudiante de medicina que a pesar de ser algo reservada respecto a su vida personal, no batalla en conocer a personas diferentes a ella y congeniar con medio mundo.
Y así de pronto, Silvi se había ido, no me di cuenta, solo giraba la cabeza atrás cuando mis amigos me hablaban, pero no supe en qué momento dejaron de insistir. Yo me quedé sentado en unas sillas plegables de color verde junto a la puerta, escuchando como Mónica relataba sus experiencias paranormales y a la par pensaba que sería bueno tener su número o algun perfil donde poder mandarle mensaje al día siguiente.
¿Cómo es posible que una persona que recién conoces logre tener tu atención de esa forma? Aún no lo comprendo, pero así pasó. En esos momentos yo solo pensaba en hablar con ella, no quería nada más que escucharla, conocerla y era algo que no me sucedía a menudo. Menos con una persona cuya primera interacción tuvimos horas atrás.
Y lo que quería pasó, la plática terminó, pero obtuve su número así que fuimos de las palabras a los mensajes esa misma madrugada.
"¿Cómo estás? ¿Qué haces? ¿Comiste? ¿Qué harás más tarde?" Tan típico, pero tan esperado. Así con cada letra fueron naciendo las crisálidas.
¿Días? ¿Semanas? No supe tampoco, de repente me di cuenta que el sentimiento existía, que las salidas casuales ya no me alcazaban y que sus labios se volvían un dulce que me hacía agua la boca. Su cuerpo delgado tenía un imán y cada vez que la veía el corazón revivía, buscando pegarse a ella. ¿Cuándo fue la última vez que había sentido algo así? Ni idea, pero fue como tener trece años y empezar a salir con la más guapa de la clase.
Nunca hubo una pregunta formal, se dieron los besos, nos dimos la mano, caminamos juntos, nos vieron juntos y para todos fuimos uno. Así de rápido pasó, así de fácil.
Mónica y Adam.
Dicen que lo que fácil viene, fácil se va, pero con ella no parecía así. Nuestra química era sorprendente, las peleas pocas y más que nada por cuestiones familiares, ya que a sus papás no les agradaba la idea de que su hija, estudiante universitaria de medicina, estuviera con un tipo con mala pinta, estudiante y trabajador de medio tiempo que todo el día olía a tabaco y marihuana.
Nos daba igual, éramos felices, nuestra relación avanzaba a pasos agigantados y en dos meses ya dormíamos juntos, literalmente. Ella tenía la confianza para pasar la noche en mi casa si yo no tenía tiempo para verla por las tareas o el trabajo.
Así que cogíamos, estudiábamos, volvíamos a coger y luego dormíamos. Cómo un cuento de hadas inesperado. Pero con un final incierto que se volvía precipitado cada vez que el amor chocaba contra el miedo de ir muy rápido o demasiado seguro.
Eramos tan unidos, todo iba en camino recto y el terror del compromiso empezó a hacer baches en esa carretera imaginaria que lleva al "Vamos a casarnos, tener hijos, un trabajo estable en una compañía, pelear por quién hace qué en casa, no mires allá, no me toques, quiero estar solo, maldita sea ¿por qué elegí esta vida?". No decía nada, pero empezaba a estresarme por cosas que ni siquiera sabía si iban a pasar.
Mónica se quedaba en mi casa más a menudo y sus papás me odiaban con menos reparo en demostrarlo. Ella decía que no entendía y yo tampoco, pero me aliviaban esos días donde la retenían en su casa con cualquier pretexto estupido para que no nos vieramos, momentos donde la extrañaba y volvía a desear estar entre sus brazos, acurrucados viendo una pelicula de humor que daba más vergüenza que nada.
Entonces pensaba que debía esforzarme más, que merecíamos estar juntos, que solo tenía que ignorar esas tonterías en mi cabeza porque así las olvidaría más facil.
Contradictorio e insano. Presa de mis propios prejuicios, no disifrutaba su cercanía y tampoco que se fuera. Teniamos medio año juntos, pero ahí empecé a pensar que tal vez era hora de dejarla ser feliz con alguien que valorara todo de ella y no solo a ratos.
Ver su ropa entre la mia doblada en el ropero era como una bomba de tiempo, ¿en qué momento pasó eso? Una sensación que me llenaba de nervios, pero también que me dejaba punzadas de felicidad por tener a una persona tan cercana, tan noble, tan amorosa y que me aceptaba tal cual era. Me hacía sentir como un desagradecido, y sí, eso era.
Recuerdo ese abril, cuando Mónica llegó a casa con las lágrimas retenidas en sus ojos, la nariz roja y una mochila llena.
—Mis papás no quieren que estemos juntos y me dijeron que eligiera entre su apoyo económico o tú.
«Dime que elegiste el dinero, termina conmigo, vamos, no seas boba».
Moni sorbió por la nariz, podía imaginar la gran pelea que tuvo y como le afectaba porque había sido muy unida a su familia, hasta que aparecí en su vida.
—¿En serio? Son unos monstruos, amor, no pensé que llegarían tan lejos para alejarnos —declaré frente a ella, siendo fuerte para que no notara mi ansiedad.
—Lo sé —habló cerrando los ojos, agachó la cabeza y tomó aire, yo estaba seguro que diría que era el final, pero levantó la frente y asintió—. No pueden intentar controlar todo de mí, es ridículo. Estudio lo que ellos quisieron, jamás me revelé y hoy por fin tengo algo mío, algo que amo. —«Por favor, no lo digas»—. Prefiero hacer mi vida, prefiero seguir amando a quien me ama.
«Cagaste».
—Mónica, esto es... —«No tardes más, sabes que es momento de acabarlo»—... woow, es tan repentino, pero te amo y estoy para apoyarte.
Mentí.
La abracé y mis rodillas vibraban, todo mi cuerpo se sacudía del miedo.
¿Cómo iba a apoyarla? Tendría que dejar toda mi vida de lado así como ella dejó a su familia aparte para quedarse conmigo. No era lo que yo quería, ¿acaso tenía opción? La presión en mi interior se acumulaba, ¿gotas en mi cara? ¿Estaba llorando? Ganas no me faltaban. No tenía un plan, solo responsabilidades que cubrir sin saber por dónde empezar. Prisionero, tal vez para siempre.
Tenía que apoyarla.
Tenía que darle un hogar.
Tenía que ayudarle con sus estudios.
Era mi responsabilidad porque me había comvertido en su principal apoyo, y yo en ese momento lo único que quería era echar a correr, vomitar o sentarme a fumar mientras maldecía en voz alta.
La primera noche intenté relajarme, convencerme de todo era para bien y esa incomodidad de ver mi espacio invadido se iría con los días, pero los días solo traían más dudas y deudas. El mueble se llenaba de cosas que no eran mías y así cada parte de mi casa dejaba de ser personal para verse alterado por una decisión en la que no participé.
Y ese era el problema, no me atrevía a decir nada porque no quería lastimar a Mónica. Ella llegaba de la escuela directo a estudiar, preparar algo de comer o regañarme por no juntar la ropa sucia. Con su cabello rubio recogido en una coleta, su ropa de casa y ese rostro redondo y bonito.
Me seguía encantando, todo de ella era demasiado bello.
Demasiado, esa palabra me aturdía diario. Así se sentía la vida en los últimos meses. Demasiado amor, demasiada presión.
La gota casi imperceptible fue llenando el vaso y sin saber como afrontar, solo dejé que pasara. Que pasara el tiempo, que pasara el miedo y lo único que pasó fue que me volví indiferente. Empecé a llegar más tarde a casa, a irme más temprano, tomar turnos extras, esperar el siguiente camión, dejé de responder llamadas, me dormía apenas llegaba a casa. Convertí el cuento de hadas en una historia de dos desconocidos que vivían juntos.
Creía que no se notaba tanto, pero la indiferencia no solo mata los sentimientos, también el autoestima y las ganas de seguir. Monica se marchitaba en una esquina, tratando de encontrar cual era su falla y preguntándome todo el tiempo que pasaba, pero al no recibir respuesta clara porque ni siquiera yo lo sabía, su mente creó su propio escenario. Las respuestas a esos huecos que no la dejaban dormir y cuando estaba segura de lo que creía que pasaba, la duda y el resentimiento menos le permitían cerrar los ojos.
Así que un día decidió que era mejor tomar sus cosas e irse porque una persona como yo no valía la pena, el tiempo, ni el desgaste. Tenía razón, tardó mucho en entenderlo, la realidad estaba ahí pintada de rosa, pero sin la visión del amor solo quedaba un hombre cobarde incapaz de hablar sobre sus sentimientos o de afrontarlos correctamente.
—Adam, me voy... —declaró cerca de la puerta, con su mochila en el hombro y una bolsa negra llena de sus cosas. Sus ojos suplicaban una explicación, una disculpa, algo de apoyo, cualquier reacción que le demostrara que entendí el error y quería remediarlo, pero desde la cocina con un cigarro a medias respondí:
—Está bien, ¿necesitas ayuda con tus cosas?
Mónica abrió la boca y levantó las cejas, de haber estado cerca seguro me hubiera abofeteado.
—Necesito que jamás vuelvas a hablarme en tu puta vida, insensible de mierda.
»Pudiste tomarte un minuto de tu tiempo para decirme la verdad, para aclararme por qué de pronto te dejé de importar, qué carajos pasaba... Pero no, solo te tomas la molestia para ayudarme a irme lejos de ti.
La manera en la que movía sus manos, su rostro enrojecido y sus rodillas firmes, jamás la había visto tan molesta, y mientras yo procesaba la escena e intentaba pensar algo coherente que decir, Mónica salió dando un portazo. El retumbar de las ventanas fue similar al retumbar de mi corazón notando que realmente era el final.
La ansiedad comenzó a secarme la garganta y apuñalar mi estómago, pero mi cuerpo permanecía inmóvil viendo la puerta, esperando la fuerza o esperando que todo fuera un sueño terrible. Un nuevo compañero se instalaba en mí, desgarrándome la consciencia, era el arrepentimiento. Patéticamente me puse a llorar frente a la estufa, con el cigarro consumido y la culpa consumiéndome.
Todo lo que quería se había ido. Lo que sabía que pasaría me había arrollado y la calma que esperaba sentir no llegó, por el contrario, mi cabeza era una maraña de dudas, miedos y frustración.
¿Debía ir a buscar a Mónica? Tal vez ella lo esperaba, pero no hice más que hundirme en mi propia mierda hasta sentirme asqueado de autocompasión.
Ella no volvió a llamar, tampoco a tocar la puerta. Mandó a unos amigos a recoger el resto de sus cosas y ninguno quiso responder mi duda sobre cómo estaba ella. No la encontré por casualidad en las rutas que sabía que solía frecuentar, sus papás no me permitieron pasar de la banqueta, en mis redes sociales no había rastro de ella. Mónica me eliminó de su vida una vez la dejé marcharse.
Mis miedos arruinaron la única relación seria logré tener. Las malas desiciones quebraron la confianza de una mujer inocente y también jodieron su autoestima. Por esos temores que ni siquiera entendía me quedé solo, extrañando a un fantasma, preguntándome como hubieran sido las cosas de haber actuado correctamente. Quería regresar el tiempo al momento donde su sonrisa era lo que me llenaba el día y podía dormir tranquilo sin tener que meterme dos pastillas.
Juré que nunca más.
Dejé de esperar que volviera.
Rehice mi vida sin pensar en amor.
El recuerdo de Mónica se desvanecido en mi memoria y ahí quedó como una alarma empolvada que tal vez se encendería cuando una nueva chica tomara el control de mi mente.
Pero no pasaría... No estaba listo. Incluso corrían los años y yo seguía sin estar listo.
Pero así con las defensas bajas y con la seguridad de que nadie podría robarse mi corazón, un día conocí a una persona con más problemas que años en la vida. La quise ayudar, esperaba hacer una acción bondadosa y terminé enamorado de ella.
Jeca era un nuevo comienzo, pero estuvo a punto de ser mi final.
Imagenes hechas por DeanChaguez
Y ahora ya que estamos acá, les enseño las portadas que me han regalado
También me las regaló DeanChaguez 😻
Esta corresponde a JulsMateus
Y esta fue hecha por GlowSpeech
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