Epílogo Adam P.2

—Pero lo importante es que aquí estamos resistiendo y logrando cambios, ¿no? Si alguien me hubiera dicho hace un año que iba a terminar así, hubiera pensado que me metí demasiada mierda al sistema y que el viaje estuvo fuerte —reí.

—Ni que lo digas —resopló—¿Vivir con mi papá? ¿Ir a terapia? ¿Volver a estudiar? Eso no hubiera sido muy Jeca de mi parte...

—Me gusta cómo te muestras ahora.

—Ya te lo dije, hay días buenos y semanas malas. Es extraño, a veces siento que antes era una muñeca de trapo, rota, descosida... luego creo que debajo de las costuras pude encontrar algo que jamás pensé, ¿sabes? Cómo si pudiera lograr cualquier cosa. Pero, también me canso tanto que creo que todo esto que estoy pasando no vale la pena, que ser feliz es imposible.

—Sé exactamente a qué te refieres —agregué, ella tomó mi mano con delicadeza.

—Verte otra vez es asombroso y más aún, saber que estás logrando tanto a pesar de todo lo que viviste. Estoy tan feliz por ti, siento una especie de orgullo; pero también nostalgia. Ahora somos lo que deseaba cuando estuvimos juntos y solo pudimos lograrlo por separado... 

—Tienes una increíble habilidad para llevarme al cielo y lanzarme al suelo en un segundo —reclamé con un toque de amargura y sarcasmo, ella soltó una carcajada.

—Lo siento. Es que, cuesta mucho creer que lo único que nos ayudó a avanzar fue el daño que nos causamos al punto de...

—Valió la pena, ahora somos más listos, más maduros y está bien —interrumpí, las palabras de Jeca me dejaban gusto a despedida.

Seguía con su cabeza en mi hombro, nuestras manos aún estaban entrelazadas a pesar de que el sudor se estaba haciendo presente y ambos mirábamos a la nada. Pensé mucho en cómo proseguir, en si seguir hablando del pasado, en preguntarle si sabía de la sobredosis que tuve —aunque dudaba que fuera así—, o en simplemente invitarla a dar una vuelta, portarme gentil, ser gracioso y terminar metiendo la cara debajo de su falda en algún motel de por ahí.

—Tengo que volver a casa —advertí en voz baja, una parte de mí deseaba que Jeca me pidiera quedarme un rato más.

—Entiendo, yo igual quedé con un amigo y tengo que esperarlo.

—Ah. —No quise demostrarle que su habilidad de infligir dolor seguía calándome, pero por inercia me separé de ella—. ¿Vives por aquí?

—No, estudio por aquí cerca, pero vivo más para allá —explicó señalando el sur—. ¿Tú vives por aquí? 

—Ni que fuera fresa. Vivo más allá de donde vivíamos, en los fraccionamientos de las orillas.

—Ay, cállate, las casas de allá son carísimas. 

—Mira, puedes salir del barrio, pero el barrio nunca sale de ti, ¿entendido?

—¿Y qué haces para estos rumbos, señor Barrio pesado? —se mofó antes de abrir su botella de agua.

—Vine a recoger el uniforme de mi sobrino. —Jeca casi escupe su trago por reírse de mí.

—No, bueno, eso es tan intimidante y callejero...

—Lo recogí con navaja en mano, ¿sí? Tú no sabes nada, estás en un colegio... Mmm, la chica de colegio y el vago con pinta de malo, ¿no te suena a una fantasía sexual? —incité agravando la voz, Jeca se sonrojó.

—Tú y tus fantasías. A ti te prenden las faldas, por eso andas de fetichista.

—¿Qué te puedo decir? Soy un hombre sencillo que encuentra placer en las cosas sencillas de la vida.

Ambos nos quedamos en silencio, el ambiente se puso tenso y raro. Sabía que de seguir haciendo "bromas" así, se me podían ir las cosas de las manos. El celular de Jeca empezó a sonar y eso nos ayudó a aliviar un poco la incomodidad. Mientras ella daba unos pasos lejos de mí para hablar, yo solo veía mis tenis blancos porque había olvidado mi teléfono en casa; no sabía qué hora era, no podía distraerme o llamar a mi hermana en busca de ayuda, mínimo un regaño, algo que me hiciera aterrizar.

—¿Dónde es eso? Yo estoy acá, por la entrada de la plaza... No, por dónde nos venimos de la escuela —discutía Jeca moviendo las manos como si la persona al otro lado pudiera ver sus señas.

»En serio eres muy bruto, ¿seguro que tomaste agua? Ajá, voy a buscarte por allá, no te muevas —concluyó dándome un mirada de pena. Una vez que colgó me puse de pie para despedirnos.

—¿Ocupada? ¿Novio a la vista?

—Asco, novio no nada de eso. Quedé con mis compañeros porque estamos organizando una fiesta infantil... ya sé que suena raro, pero Melissa es buena en postres y yo en decoración, mientras que Elías tiene equipo, mesas y eso... hasta quieren que hagamos un negocio juntos.

—Pues suena bien, no sabía que te gustaba hacer centros de mesa, carteles y cosas así.

—Yo tampoco, no es algo que haya planeado, solo lo hago y ya. Pensaba que cualquiera podía decorar, recortar, escribir bonito, pero ya vi que no.

—Tienes más virtudes de las crees —aseguré mientras volvía a abrazarla.

—Gracias, Adam. Verte ha sido hermoso. Pásame tu número de teléfono.

—Oh, lo siento —me disculpé separándome de ella—, cambié de número por cambiar de compañía hace una semana y no me sé el nuevo, tampoco lo traigo conmigo.

—Ah, que tú. Entonces. —Buscó entre sus cosas un trozo de papel y bolígrafo, escribió apresurada—... te apunto el mío y me mandas mensaje cuando llegues a tu casa.

—Gracias, nena.

Mientras guardaba el pedazo de papel vi como Jeca se sonrojaba e intentaba ocultar una sonrisa tímida. Se veía tierna, me recordaba lo mucho que me gustaba molestarla.

—Adiós, Adam, cuídate mucho, espero verte después.

—Igual tú, cuídate y sigue así —pedí.

Nos despedimos con una sonrisa, un gesto con la mano y luego la vi marcharse hasta que su silueta se perdió en la entrada de la plaza. Ella se iba, pero dentro mí todo se quedaba inquieto.

Fui a buscar el auto, cada paso era irreal, como si fuese solo en espectador porque mi mente estaba dispersa. Necesitaba hablar con alguien, que me dieran un consejo, un golpe o un abrazo.

Ni siquiera supe en qué momento llegué al lugar donde había estacionado, pero cuando quise darme cuenta, todo había pasado en un segundo y eso me amargaba más por el repentino estrés que me cargaba. ¿Acaso el mundo quería que yo siguiera enredándome la mente con lo mismo, si se suponía que todo iba bien?

Fui todo el trayecto metiéndome entre autos, cambiando de carriles, maldiciendo, discutiendo con mi mente. ¿Qué se suponía que debía hacer con mis sentimientos encontrados? ¿Cómo estar tranquilo cuando en mi interior un remolino estaba arrasando con cualquier vestigio de paz? 

«Contigo nunca hay tregua, ¿no, Jeca?» dije en voz alta, estando cerca llegar a mi destino.

El tiempo no ayudó a estar más sosiego y al poner un pie en casa ya deseaba callar a todos: Mis sobrinos corrían pelando por un juguete, el más pequeño lloraba buscando a Eliana mientras ella regañaba contando hasta tres. Había desorden, música, olor a comida, gritos, caos y estrés que no necesitaba.

—¿Sí lo encontraste? —preguntó mi hermana cuando me vio.

—Sí —anuncié dejando la bolsa sobre el sillón, Ana Paula y Luis se abalanzaron a ver qué había llevado mientras me cuestionaban si les había traído algo para ellos.

—¿Tienes el ticket? —siguió Eliana.

—No, ni sé si me lo dieron.

—¿Y luego? ¿Qué vamos a hacer si el uniforme no le queda o viene dañado? —reprochó, fue demasiado para mí, apreté los puños, respiré profundo y me fui a la habitación sin decir más.

¿Cuál era mi problema? Tenía un lugar donde vivir bien, un trabajo en el cual ganaba más de lo necesario, una familia que me apoyaba, ya no consumía drogas, entonces ¿por qué no me sentía feliz? ¿Por qué estar sobrio seguía siendo un reto? ¿Por qué seguía sintiendo que algo me faltaba? Todo eso me frustraba al punto de querer llorar. 

Pasé el brazo sobre mi cabeza acostado en la misma cama que tenía desde hace años. No podía deshacerme de mi fiel compañera, aunque mi madre insistía en comprar una nueva. Eso fue lo único que conservé de mi antigua habitación y al echar un vistazo, por más rápido que fuera, mi nuevo lugar era muy diferente: Paredes limpias color azul cielo, ventilador de techo, una cajonera blanca, un mueble más pequeño donde guardaba mis zapatos. Hasta cierto punto era infantil, pero normal tomando en cuenta que antes de mi llegada ahí dormían mis sobrinos. Ellos tuvieron que moverse a la habitación de Ana Paula, lo cual me afligía.

Me hice ovillo con la cabeza hundida bajo la almohada, estaba por dormir cuando mi hermana tocó la puerta despacio. Intenté Ignorarla, pero ella entró sin esperar respuesta, me vio desde el umbral.

—Ey, gracias por ir por el uniforme, me ayudas mucho.

—Todo bien, Eli.

—¿Estás bien? 

—Sí, todo bien, solo quiero dormir —aclaré. Escuché la puerta cerrarse, pero no porque Eliana se hubiera ido, al contrario, ella no se rendía.

—¿Qué tienes, Adam? —inquirió en su tono maternal.

—No me hables como si fuera uno de tus Luisitos —me defendí sentándome.

—Pues entonces no actúes como niño y dime qué pasa.

—No "quiedo" —balbuceé, ambos soltamos una carcajada. Suspiré después de reír y clavé la vista en la de mi hermana.

»Necesito un consejo, hoy vi a Jeca después de tantos meses.

—Vaya —masculló con sorpresa. No pudo ocultar sus nervios.

—Sí. Resulta que ella estudia por aquellos lados de la plaza y nos encontramos por casualidad. No iba a hablarle, pero ella se acercó a mí. Solo charlamos, es decir, no pasó nada realmente "relevante" entre nosotros, pero... ajá.

—¿Ajá? ¿Qué diantres significa eso, Adam? Explícame bien —exigió como si le contara la telenovela de las once. Se sentó monótona en la orilla de la cama, estaba como impactada, pero no molesta.

—Pues, no sé, es que es decir, ha pasado tiempo y ambos estamos en una mejor situación, la química sigue ahí... ay, es que no sé, no me sé expresar —resoplé con frustración.

—¿Sentiste cosas por ella? —Asentí derrotado.

»Normal, no fue una chica que conociste en el antro y pasaste la noche con ella para despedirte al día siguiente. Fue muy importante para ti.

—Por eso mismo es confuso. Fue una persona tan importante que darme cuenta lo alejados que estamos... duele un poco y me cuestiono si en verdad somos tan destructivos juntos. Es decir, tuvimos que pasar un infierno para empezar a ser felices por separado. ¿Juntos no hay futuro?

Eliana me miraba con pena, sabía que me dolía y no parecía estar juzgándome.

—No sé si no puedan tener un futuro juntos. Yo no conozco su historia, es algo entre los dos y esa respuesta solo la tienes tú. 

—No, pues sí, gran consejo, deberías trabajar para las galletas de la fortuna —agregué sarcástico, mi hermana soltó una carcajada.

—¿Qué quieres que te diga? ¿No vayas con ella? ¿Búscala? Yo no la conozco, tú deberías de saber si eres capaz de formar una relación estable a pesar de todo el camino que recorrieron antes.

Abrí la boca para argumentar, pero nada salió. Ambos nos miramos fijo y me dieron ganas de llorar por la realidad que me hizo caer de golpe.

—Puedo convencerla de que me de otra oportunidad; Sé que puedo enfrentar a su familia porque Jeca no dudaría en defenderme y defender nuestra relación. Puedo hacer espacio en mi horario para dedicarle más tiempo a ella... pero no puedo borrar el daño que le hice y aunque esté trabajando en sus rencores, Jeca nunca olvidará que yo... —negué con la cabeza, no quise ni admitir mi infidelidad en voz alta—. Tarde o temprano sus temores se harán fuertes y si no doy más de lo que me toca... ella volverá a verme con el corazón hecho pedazos en la mano, mientras le pido perdón sin entender porqué.

»He tenido tiempo para meditar que Jeca me quería porque era su apoyo en el peor momento y yo me sentía aferrado a ella por el miedo de que sin mí se fuera a pique. Las cosas resultaron al revés y ahora que ambos buscamos nuestro norte, creo que intentar hacerlo juntos ya no es lo que necesitamos, porque no somos lo que en su momento fuimos. 

—Estoy atónita, hace tres días peleaste con tus sobrinos por un paquete de galletas y ahora hablas así —divagó Eliana llevándose una mano al rostro, reí despacio.

—En algún momento tenía que actuar como adulto y, esas galletas eran mías, ningún mocoso puede intentar robarle al rey.

—A veces me pregunto quién te hizo tanto daño. Volviendo a Jeca, ¿qué más me cuentas? —Se acomodó mejor, hasta parecía estar viendo algún programa dramático.

—Me dio su número de teléfono ya que no llevaba el mío. Espera que le envíe mensaje y no sé qué hacer porque muero por hablarle, pero tengo dudas... Necesito tu sinceridad, aunque sé que no te cuesta nada ser cruel, por no llamarte de otra forma más grosera, ¿qué hago, Eliana?

—En primera: No te quejes de mí. En segunda: Pues... —Miró al piso con detenimiento, yo estaba esperando ese consejo que me solucionaría la vida—. No sé, Adam, esto es muy complicado.

—Oh, gracias, no había pensado eso —reclamé frustrado.

—¡¿Qué quieres que te diga?! Te contradices solo y aunque me pidas consejos terminas haciendo lo que te da la gana. Aprendes por errores y no puedo cuidarte siempre —sentenció.

—Gracias por tu ayuda, mensa, el regaño no era necesario —fingí estar ofendido, pero ella tenía razón—. Quizá solo necesito pensar aquí un rato o dormir. Más tarde voy a buscarte y platicamos.

—Bien, tengo que ir con los niños así que te espero más tarde.

Eliana se puso de pie ocultando la preocupación, apenas salió del cuarto, yo busqué mi celular bajo la almohada y el número de Jeca entre mis cosas. Cada dígito tecleado era una prueba de que mi hermana tenía razón, yo me contradecía todo el tiempo y en el fondo sabía que terminaría buscándola hasta que me topara con una pared enorme la cual no pudiera atravesar, ¿hasta dónde iba a llegar? Hasta el final, muy probable.

Apenas registré el número, entré a la aplicación de mensajes para actualizar la lista de contactos. De pronto me sudaban las manos, estaba ansioso, con muchos nervios y hasta una leve sensación de excitación.

Encontré el contacto de Jeca, antes de escribir le eché un vistazo a su foto de perfil: Era ella viendo por una ventana, salía de espaldas, en blanco y negro. Algo muy estético y artístico que en vez de gustarme me fastidiaba porque yo esperaba ver su rostro. Pensé que saludarla sería sencillo, pero escribí varios mensajes diferentes para decirle hola, según yo "de una forma menos simple, más alegre, menos formal, no tan sencilla".

Al final terminé enviando un:

"Hola, soy Adam"

Ella no tardó nada en contestar, estaba en línea:

"Ey, Adam :D ya llegaste? Yo apenas estoy en mi casa"

Quise hacerme el interesante y tardar en responder unos minutos. En ese tiempo revisé sus estados que eran fotos de sus amigos haciendo bobadas. En ninguna aparecía ella, lo cual me conflictuaba.

"Sí, llegué hace un buen rato... Por qué no tienes fotos tuyas? Extraño tu carita"
Le escribí sin pensar mucho, me arrepentí cuando lo leyó.

"No me gusta hacerme fotos, solo tengo pocas mías y son acompañada"
Aclaró, pero a los segundos su imagen de perfil había cambiado por una de ella al lado de su madre.

Ambas salían sonriendo, su mamá ya se veía mayor. Observé la foto con nostalgia, todo se transformaba, el tiempo no esperaba a nadie y era increíble lo que nos hacía en un año.

"Como está tu mamá?"
Me animé a preguntar.

"Creo que bien, hace semanas no hablamos, ella se juntó con un señor y si viviendo juntas no me hacía caso, ahora menos. Se supone que estaba por a ir a doble A".

Me arrepentí de preguntar porque ya no supe que responder. Estuve viendo la pantalla un rato hasta que ella se adelantó.

"Me voy a bañar y de ahí ayudaré a Tomás con una exposición, quiere que le escriba la info en cartulina porque él tiene letra fea jajaja".

"A ver foto tuya en el baño" Contesté de inmediato. Era malo consolando, pero bueno siendo un sucio.

"Tu cola, qué"
Fue la madura respuesta de Jeca.

"Jajaja era broma, hablamos luego"
Ella no contestó más.

Repasé nuestra historia en mi mente, los momentos buenos y los malos. La balanza se inclinaba más a un lado que a otro, aún dolían los recuerdos, los celos, las peleas. Aún me conmovía la mirada vacía de aquella chica que me visitó un junio con la esperanza de que le consiguiera unas pastillas para poder morir sin dolor. Era irónico como lo que único que conseguimos fue dañarnos tan profundo con tal de no dejar la zona de confort.

¿Qué ganaba al pelear por una relación que se había perdido hacía tanto tiempo? Cuando me aferré a la idea de salvar a Jeca no estaba haciéndolo por amor, era egoísmo y eso no cambió pronto, pues la quería conmigo porque me hacía sentir bien a pesar de que yo no decidía empezar nada. 

¿De qué me servía recomenzar si apenas empezaba a habituarme a mi nueva realidad? Ambos estábamos intentando aprender a vivir, y por lo visto ella tenía un nuevo círculo social que era lo contrario a lo que tuvimos en nuestro antiguo barrio. 

¿Eso era lo que me faltaba? No, yo no necesitaba nuevas personas en mi vida, solo necesitaba cerrar heridas, despedirme y soltar a lo que me aferraba. Nuestra historia había terminado, no fue posible en su momento. Era hora de afrontar que hay amores que te destruyen, que aunque siempre los recuerdes no hay manera de que salgan cosas positivas de ahí porque solo te ponen en un camino distinto al que estabas, te sacuden, te hacen reflexionar y se van haciéndote una nueva persona.

"Me alegró mucho verte, saber que estás bien. Te extrañé, Jeca, pero no creo que sea bueno seguir hablando porque podría abrir viejas heridas entre nosotros ahora que vamos buscando una nueva razón para seguir. Lamento si esto te lastima, sé que lo entiendes y espero sigas siendo feliz. Lo mejor es no volver a hablarnos

Escribí y envié, pero no tuve fuerzas para bloquearla.

Salí a buscar a mi hermana, la encontré tomándose un jugo a escondidas en la cocina.

—Están distraídos con la televisión, aprovecha —me animó entre susurros. Quise sonreír, pero no pude más que hacer una mueca—. ¿Qué pasó, qué decidiste? —cuestionó preocupada.

—Nada. Se acabó, ahora sí se terminó.

Eliana me abrazó con ternura, me miró a los ojos sin decir nada y me ofreció unas galletas de chocolate con bombón. Comimos en silencio para que no nos oyeran los niños y de ahí fuimos a ver animales animados que hablaban, hacían chistes malos, viajaban por el mundo, algo muy fumado. Me distrajeron más de lo que esperaba, pero no tanto como para dejar de esperar la respuesta al mensaje.

Apenas la película anunció el fin, yo ya iba camino a mi habitación, me lancé a la cama por mi celular para encontrar la notificación de un mensaje nuevo de Jeca. Respiré profundo antes de leer:

"Gracias por decírmelo y ser claro, así no me quedo con la duda y tampoco te busco más. Tienes razón, temía que nuestra amistad se viera limitada a unos mensajes ocasionales y chistes sexuales. Aún te quiero, pero no sé de qué forma. Cuídate Adam, espero que seas muy feliz. Si algún día nos encontramos otra vez no dudaré en saludarte, espero al menos me sonrías. Adiós."

Ella sí tuvo los ovarios para bloquearme antes de esperar respuesta. 

El mensaje lejos de hacerme sentir miserable, me quitó un peso de encima. Ambos entendíamos que no más y esa despedida era más prometedora que la última que me dejó en un papel.

Dos desconocidos que se conocieron más que nadie. Fuego y gasolina. Un inminente desastre a punto de pasar. Una razón para vivir o acabar de hundirse. La chica depresiva buscando la ayuda de un adicto que no sabía apreciar la vida. Un final que era obvio, pero aún así dolió. 

Y solo quedaba seguir avanzando o intentando, no mirar atrás, pensar en mí y desearle lo mejor a ella.


Gracias por llegar hasta aquí con nosotros. Fue un viaje que me encantó recorrer.

No tengo más que decir, ustedes son geniales por tanto amor que le dieron y dan a Solo una razón.

Dejé una nota de autor en el siguiente apartado, si quieren pasar a leer estaría muy agradecida.

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