39) Decidir P.2

Advertencia: Capítulo extra largo (Más de 6 mil palabras). Se recomienda leer con calma.


Adam:

Me desperté antes de medio día, señal de que mi mente estaba muy inquieta porque faltaba menos para ver a Jeca. Casi no pude dormir esa noche, tenía mucha ansiedad, sumado que consumí menos para intentar estar más centrado. No funcionó después de levantarme, en menos de una hora tuve que meterme una dosis para poder empezar a limpiar.

Estaba ido, concentrado en acomodar dos meses de mi vida en un día. Me frustré al ver que ni siquiera podía recoger las cosas de mi cuarto. Cada minuto juntando basura del suelo, viendo la poca ropa que me quedaba, mis tenis sucios, todo me hacía darme cuenta de lo mal que iba y me dolía al punto de querer dejar la habitación igual porque no me sentía capaz de cambiar.

No lo entendía, no podía expresar lo que estaba sintiendo al saberme tan olvidado por mí mismo. Pude conservar a Jeca conmigo, pude ser una mejor persona, pude ganar la confianza de mi familia, pero no quise. No quise hacer nada y las consecuencias me tenían con los colmillos desgastados por el estrés; la mente hecha un nudo por pensar en estupideces cuando no podía dormir y el cuerpo consumido en piel y huesos pegados.

Me rendí en ese momento, otra vez. Dejé todo como estaba para regresar a la cama con la garganta adolorida ante sensación del nudo. Una parte de mí pedía seguir andando, otra me repetía que ya nada tenía caso, ¿a cuál se suponía que debía escuchar si ambas fases eran mías? ¿Había en realidad una respuesta correcta?

Cansado de casi todo, de pronto me puse de pie, me vestí con la ropa más decente que me quedaba y salí de casa sin meditarlo tanto. El sol me quemaba la piel, pero el aire estaba corriendo muy fresco. El clima era tan inestable como yo.

Seguía dando pasos por las calles del barrio, las personas me veían con asco, con miedo o desaprobación, era así desde la adolescencia, pero ese día me sentía vulnerable, solo agaché la cabeza y seguí mi camino así hasta llegar a la casa de Malcom. Sabía que era una mierda por buscarlo en el momento que peor me sentía, no tenía vergüenza, pero necesitaba compañía y él era la única persona en la podía apoyarme.

Toqué el portón de su casa, la puerta principal se abrió y a mi llamado acudió su hermana menor. Salió con una tablet en la mano, un pantalón de pijama celeste y una playera con un ratón estampando. La niña me miró casi con miedo.

—¿Está tu hermano? —pregunté. Ella puso cara de sorpresa apenas me escuchó.

—¿Adam? Sí, está adentro... Voy a buscarlo. ¡Malcom, te hablan! —gritó dando la vuelta para entrar.

Escuché una mini discusión y luego gritos de la niña, señal de que el idiota había hecho enojar a su hermana. No me equivoqué, el rubio apareció con la tablet en la mano soltando amenazas al aire.

—¡Ya te dije, Irasema, lavas los platos o no te la devuelvo! 

»Pinche chamaca, ya no quiere ser mi esclava, se revela —explicó caminando para abrirme la puerta.

—Regrésale su aparato.

—Ni vergas, que lave los platos, le tocan.

—Tenía mucho sin ver a Ira, ya está muy grande.

—Sí, también el Lupito está bien grande. Pinches esclavos, crecen bien rapido y ya no quieren salvarme de los quehaceres.

—Ya casi me los puedo coger.

—Considerando que tu última novia tenía diecisiete... Aléjate de mis hermanos, marrano asqueroso.

Solté una carcajada.

—Nunca más. Ayúdame a limpiar mi casa, ¿no? Necesito una distracción y sé que tú no harás nada más que estar chingando con tus pendejadas.

—Es cierto —asintió—. ¿Qué me darás por ayudarte?

—Una cogida.

—Asco, no. Ya no te me antojas, creo que tienes, no sé, sífilis, chancro, papiloma y algunas otras enfermedades. —Fingió tener un escalofrío y arcadas a la vez.

—Entonces vete a la verga, puto imbécil.

—Que grosero eres conmigo. Ándale pues, vamos a limpiar tu porquería.

Giró para entrar a buscar sus cosas. No tardó mucho en aparecer cargando una mochila negra. Mientras salía su hermana lo detuvo.

—Malcom, dijo mi mamá que...

—Me vale verga, morra.

—Le voy a decir.

—¡Me vale verga, ya me voy! —gritó mientras cerraba el portón con candado. Terminando sacó su teléfono y mandó un mensaje de voz—. Ma', ahorita vengo, voy con Adam. No le hagas caso a Irasema, todo lo que dice es falso.

De regreso íbamos hablando sobre cosas sin mucha relevancia. Podía sentir que Malcom me estaba tratando con condescendencia y me molestaba ese detalle porque no quería que me tuvieran lástima. Acudía a él en un intento de sentirme normal, no juzgado.

—¿Aún tienes tu estéreo? —preguntó apenas entramos a casa.

—No.

—Menos mal me traje una bocina y mi fabulosa laptop —presumió sacando de su mochila el ordenador que le había vendido.

—¿Qué no se la ibas a dar a tu hermana?

—No, está demasiado genial para una mocosa de once años. Le daré la vieja, pero cuando la formateé porque está llena de virus.

—Deja el porno.

—No.

Me reí despacio, Malcom puso música y empezamos a juntar la basura de la sala y cocina. En lo que él iba a la tienda por cloro, jabón y estropajos, yo me puse a revisar el segundo cuarto porque vagamente recordaba tener una cubeta de pintura por ahí arrumbada desde hacía unas semanas atrás. Creía que la había robado, aunque no estaba seguro.

Todo estaba hecho un desastre ahí arriba, apestaba a polvo, tenía partes de aparatos eléctricos por el suelo, cables pelados, alambres, pasar era un reto, pero por fortuna mi conciencia no me falló y encontré la pintura.

La bajé con dificultad, cuando Malcom regresó se mostró contento de pintar la casa, ya que eso le ayudaba a relajarse. No tenía material para empezar a cubrir las paredes, así que nos concentramos en dejar lo más limpio posible. Poco a poco el mal olor se iba y todo empezaba a tener un aspecto diferente. La tarde pintaba bien de no ser por las personas que tocaban la reja esperando que les vendiera algo a pesar de que tenía semanas sin surtir.

Me desanimaba la insistencia de mis antiguos clientes porque al poco tiempo se convertía en hostilidad y algunos hasta me amenazaban. No tenía nada que ofrecer, a duras penas podía mantener mi vicio y en esos momentos de presión, mis ganas de consumir se hacían presentes.

—Gracias por ayudarme —le dije a Malcom, el asintió desde la mesa—. Si quieres puedes ir a tu casa a comer, aquí ya está limpio.

—¿Seguro? No hemos entrado a tu cueva de infecciones —recordó poniéndose de pie para ir a mi habitación. Lo seguí de cerca, nervioso porque sabía que lo que vería no le gustaría.

Se paró en el umbral, soltó un silbido mientras examinaba el cuarto con la vista.

—Esto es peor de lo que pensé... —observó dando unos pasos dentro. No tardó en encontrar una pipa de cristal.

Me puse nervioso, sabía que Malcom sabía, pero que lo viera, que confirmara él mismo con sus ojos la realidad, era algo que no quería. Soltó un suspiro pesado.

—Ya me voy a mi casa mejor, vengo mañana a ayudarte a pintar.

—No seas mamón, ¿estás enojado?

—No... Es tu vida y tú sabrás, pero sí, estoy decepcionado.

Su comentario me dolió, él era la única persona que me quedaba y por más que la cagaba, seguía viéndome como alguien importante. Decepcionarlo era algo que me podía mucho. 

Bajamos las escaleras en silencio, tomó sus cosas en la cocina y prometió volver al día siguiente temprano para que pudiéramos pintar la sala antes de que Jeca se pasara a visitarme. Asentí sin poder verlo a la cara, aún sentía vergüenza porque sabía que al poco tiempo que él se fuera yo usaría la pipa para darme más energía con la misma mierda que me tenía colgado. 

Agotado regresé a mi habitación, luchando por mantenerme a flote sin meter nada a mi cuerpo. Empecé acomodar la ropa del suelo, moví la cama para barrer y encontré una bolsa pequeña con una dosis de una droga que yo no usaba. Intenté recordar cómo pudo aquella cosa acabar ahí, además de que no era una cantidad pequeña, pero nuevamente las lagunas mentales no me ayudaron en nada. Pensé en vender esa mercancía, mas no me animé porque sería atraer otra vez a la clientela y peor, a una que no se sabía manejar.

Guardé aquella bolsa entre mi ropa interior en lo que acababa de limpiar y decidía qué hacer con ella. Esa tarde no pude mantenerme sin consumir, pero al menos me ocupé en algo más que el auto castigo y la paranoia. Dejé mi casa pulcra, con olor a limpiador y cloro, esa sensación de bienestar me hizo sentir feliz. No estaba listo para ver a Jeca, pero al menos la vergüenza disminuía cuando se trataba de la apariencia de mi hogar. Lástima que el físico no se recupera fácil y mis nervios regresaban por eso.

Esa noche pude descansar mejor gracias al esfuerzo que hice, pero en todo el día no comí nada y desperté sintiéndome mal. Estaba mareado, cansado, ansioso, con dolor de cabeza, sin ganas de nada. Solo me levanté porque Malcom me estaba hablando afuera de casa.

—Pensé que no saldrías —masculló al verme. Venía con su mochila, una cubeta con brochas y un rodillo.

—Estaba dormido, ando un poco mal.

—¿Ya desayunaste?

—No.

—Yo tampoco. En la mochila traigo carne que le robé a mi mamá, espero que hagas algo bien exquisito con ella porque cuando se dé cuenta me va a chingar.

Negué con la cabeza, luego me puse buscar en la alacena algo para acompañar lo que Malcom trajo. Al menos que el regaño de su madre valiera la pena.

Desayunamos entre bromas, yo en realidad no tenía mucha hambre por la ansiedad que me provocaba saber que en pocas horas volvería a ver a Jeca. Estaba emocionado, aunque también tenía miedo de su reacción al verme. No quería ilusionarme con ella, entendía que solo sería una charla casual para hablar sobre nuestras vidas, pero no podía evitar sonreír porque se estaba tomando la molestia de visitarme.

Apenas terminamos nos pusimos a pintar las paredes de la sala; las pláticas fueron reemplazadas por música de la laptop y Malcom se concentraba tanto en pasar el rodillo que interrumpirlo me parecía una lástima. No fue hasta casi mediodía que tuve que hablarle para avisarle que me iba a bañar.

—¿Ah? ¿Tan rápido? Bueno, te lo lavas bien. Yo me quedo aquí acabado la planta baja —anunció embobado.

Le tomé la palabra y fui a buscar la ropa más casual, pero menos vieja que tenía. Me di una ducha larga, me afeité, intenté pensar en que diría; solo quería verme mejor, estar "preparado" aunque nada me convencía y el miedo empezaba a hacerse presente.

Bajé para encontrar a Malcom sumergido en su tarea, no sabía que era hora era, pero estaba seguro que pasaba de la una de la tarde y él ni lo notaba de tan concentrado que estaba. Jeca aún no llegaba, así que mis nervios iban en ascenso.

—¿Pinto tu cuarto? Sobró poquita pintura —propuso Malcom aún ensimismado.

—No, igual solo vamos a platicar, no creo necesario que ella suba.

—Qué aburrido eres, anciano. Tú ponte a acomodar los pocos muebles, lava la platos, jálatela, no sé. Yo voy a cambiarme y vuelvo como a las tres a ver si llegó Jeca, regresaré con comida.

—Sí, está bien. Gracias por ayudarme —balbuceé casi con pena.

—De nada, quiero creer que harías lo mismo por mí, ¿verdad, pendejo?

—Sí, ya lárgate.

No tardó mucho en dejarme solo y eso me alteró más. El olor a pintura fresca, el silencio, mi abstinencia, la espera, todo me abrumaba al punto de sentirme fuera de mi mismo. Temía que si me colocaba con cristal, Jeca llegara y se diera cuenta, así que pasé fumando cigarros baratos mientras limpiaba el piso. Cada minuto era más desesperante que el anterior.

Me asomaba compulsivamente por la ventana, repasaba un saludo tímido una y otra vez, pero el sol empezaba a cambiar de posición y ella no llegaba. Subí a cambiarme de ropa, le puse sábanas recién lavadas a mi cama, me miré al espejo en varias ocasiones sintiéndome avergonzado por mi aspecto: Los pómulos se me habían saltado, las ojeras me daban un aspecto enfermo, mis mejillas estaban hundidas y mis dientes amarillos. Por unos segundos rogué que Jeca no me viera hasta estar mejor, pero eso significaba un largo periodo sin saber de ella.

Cuando por fin tocaron la puerta, el corazón se me aceleró, el miedo se disparó, las manos me sudaron y sentía las rodillas tan débiles que temí caerme al bajar las escaleras. Tomé aire decidido, abrí la puerta intentando verme tranquilo pero todo se fue abajo: No era ella, era Malcom volviendo de la mano de Esmeralda.

—¿No ha llegado? —preguntó temeroso.

—No y dudo que lo haga —confesé haciéndome a un lado para dejarlos pasar.

Esmeralda me saludó casi con pena, Malcom se veía preocupado, quizá se sentía culpable por haber orquestado ese encuentro sin pensar en la posibilidad de que Jeca se echara para atrás.

—¿Y qué harás? —cuestionó inseguro.

Levanté los hombros como respuesta, no me sentía con ánimos. 

—¿Vamos al expendio? Tengo ganas de unas cervezas, de hecho Esmeralda y yo planeábamos ir a un bar.

—No sé, mejor me voy a dormir.

—Vamos por alcohol. Aprovecha que me dieron la beca y mi papá me dejó gastármela en lo que yo quiera por ser el favorito. —Esmeralda soltó una risita cómplice.

—Bueno, beber no suena tan mal —cedí, porque cualquier cosa que me ayudara a distraerme era buena opción.

Salimos los tres en busca de cerveza y botanas, como tenía hambre, Malcom me compró un sándwich y un jugo para que pudiera aguantar la borrachera que pretendían ponerse. Esmeralda parecía igual de animada que su novio, lo cual me agradaba porque había dejado de verme con lástima.

En poco tiempo estábamos de vuelta en casa. En una ida rápida, Malcom volvió con su bocina y ordenador para poner música. Nos sentamos en el lugar de la sala, pero en vez de sillones acomodamos las sillas en círculo. 

Para las cinco de la tarde ya estábamos medio ebrios, el ambiente era muy relajado, no parábamos de reír con las estupideces que se nos ocurrían el momento. Pero yo seguía echando un vistazo a la puerta por si acaso llamaban y lo hicieron. De nuevo no era Jeca, pero la nueva visita me sorprendió más.

—Hola, traje comida, refresco y una botella de whisky barato —anunció Jessica con una sonrisa temerosa mostrando unas bolsas de super.

Me invadió una felicidad al verla otra vez, la tomé de los hombros para darle un abrazo que ella correspondió soltando un fuerte suspiro en mi pecho. Estaba menos delgada, su cabello oscuro le llegaba a la cintura y vestía el uniforme de algún casino.

—Gracias por venir, siéntate en mi lugar, yo traigo otra silla.

Ella obedeció, no sin antes saludar con un abrazo a Malcom y Esmeralda. Yo no tardé en integrarme al círculo.

—¿Cómo supiste que estaríamos aquí? —indagué confundido.

—Él me invitó —delató señalando al rubio.

—Pinche soplona. Esme, atacala. —La aludida puso una cara de ofendida muy graciosa que nos hizo soltar una carcajada grupal.

La tarde pintaba cada vez mejor, pero la puerta seguía abierta y yo alerta con la esperanza de que el acuerdo se cumpliera. Igual el esfuerzo por arreglar mi casa ya era motivo de sentir que había valido la pena, sin embargo la necesidad de reencontrarme con Jeca me ponía en un estado de desasosiego que apenas podía disimular. 

Me pasé bebiendo sin medir cantidades, cada botella vacía representaba una inhibición menos y quizá un hueco en mí del que me ocuparía a la mañana siguiente. Fuimos por más cervezas, cuando nos las terminamos empezamos con el whisky. Tal vez teníamos ganas de alcohol o solo nos faltaba algo por dentro y necesitábamos sentir menos.

El tiempo se iba rápido conforme la calma llegaba con música variada y Esmeralda ya estaba tan borracha que nos contaba sus anécdotas de stripper. De vez en vez volteaba a ver cómo Malcom se quedaba embobado escuchándola hablar. Él la quería, era notorio y para mi tranquilidad, ella se veía igual de enamorada. Me sentía feliz de verlos así, mi amigo era idiota, pero era buena persona; Lo único tóxico en su vida era yo, aunque eso no me molestaba tanto.

—Entonces el tipo le vómito las tetas. Lo peor era que había tomado algún lácteo y parecía que había arrojado queso —contó Esmeralda con un ánimo elevado para el tema.

—¡Que asco! —gritó Jessica entre risas.

—Sí. Ya me dio hambre, ¿comemos? —propuso Malcom. 

Todos lo tomamos en broma, pero al notar que nadie se paró, él se fue a la cocina a buscar lo que Jessy había llevado de su trabajo. Después de que Esmeralda concluyera con su desagradable relato, nos paramos a comer porque al parecer el morbo nos abría el apetito.

La puerta seguía abierta dejando pasar un aire fresco que empezaba a ponerme la piel de gallina, pero no le presté atención por estar discutiendo sobre lo asqueroso que era el apio. De manera increíble, todos estábamos enfrascados en un caluroso debate sobre ese vegetal: Jessica y yo alegábamos que no debía incluirse en las comidas, mientras que Esmeralda lo defendía y Malcom se ponía de su lado porque el amor lo ponía más irracional.

—Adam y yo tenemos razón. Fin —concluyó Jessica poniendo su mano en mi hombro.

Palpó mis huesos con intriga, luego me vio a los ojos.

—¿Qué chingados te estás metiendo? —preguntó casi asustada.

—Ahh...

—Grillo —masculló Malcom, su novia le dio un codazo a modo de reprimenda.

Jessy tomó aire, apretó los labios mientras negaba con la cabeza. Entendió rápido el juego de palabras de Malcom y así supo que yo estaba consumiendo cristal. Esperaba que empezara a soltar un sermón, pero al contrario, tomó mi cabeza con cuidado y la recargo en su hombro para luego acariciarme la espalda con dulzura. 

—Pinche menso. Ya estás todo flaco y menos guapo. Te ves enfermo —musitó.

—Ah, es que le dio SIDA, ahora sí —agregó el otro hombre mientras abrazaba a su novia.

—¿Ya? Vaya, tardó más de lo que esperaba.

—Chinguen a su culo.

Pasé el brazo por su cintura de Jessica para atraerla más a mí, la había extrañado y también me hacían falta mimos. La música seguía avanzando, Esmeralda y Malcom empezaban a darse comida mutuamente con palabras cursis, el ambiente ya se sentía extraño. Me puse a preguntar sobre la canción que sonaba para volver a estar cómodo pensando en algo sin trascendencia.

—Hola. Toqué la reja, pero nadie salió y la puerta estaba abierta —habló de repente Jeca parada en el umbral.

Iba vestida con un suéter negro ceñido, unos jeans casuales, unas botas negras de tacón y un bolso del mismo color. Estaba más delgada, maquillada, con el cabello lacio recogido de un lado y el resto cayendo sobre su hombro. Tuve un espasmo en el pecho al verla, decir que estaba sorprendido era quedarse corto.

—Ho-Hola —balbuceé soltando a Jessica de una forma tan ridícula que seguro se molestó, pero ni cuenta me di por seguir viendo a mi ex novia.

—Se me hizo tarde, veo que están pasándola bien así que mejor vengo mañ...

—No —interrumpimos al unísono Esmeralda, Malcom y yo, luego compartimos una mirada incómoda seguido de un silencio que lo volvió todo peor.

Jeca se llevó las manos a las bolsas del jeans mientras observaba la casa con detenimiento, parecía abrumada.

—Bueno, yo ya me iba a ir, de hecho estaba despidiéndome —explicó Jessica, tomó su bolsa, nos abrazó a los tres y salió de casa en menos de un minuto.

—Aah, yo ya me tengo que ir también, tengo que llevar a Esme a su casa... Tengo que llevar a Esmeralda a su casa —reafirmó Malcom sorprendido. Seguro no recordaba ese detalle y ya iba ebrio, su novia lo miraba con reproche.

—No es necesario que hagan esto, no tienen que irse por mí. En serio, vuelvo en otra oca...

—No, por favor quédate —pedí, ella me miró aún sin moverse, no estaba feliz. Asintió con la cabeza y dio unos pasos dentro de la casa.

Esmeralda tomó el brazo de su novio y ambos salieron despidiéndose entre pasos torpes sin siquiera tomar la bocina o la computadora. Jeca me miró a la cara por unos eternos segundos donde ninguno se atrevió a moverse de su lugar.

—¿Cómo estás? —balbuceé con cierta timidez.

—Bien.

—Excelente.

De nuevo solo silencio, en ese momento me di cuenta que la música se había acabado. El ambiente se sentía pesado, muy tenso, ni siquiera me atrevía a tomar aire por miedo a que retumbaran las paredes, aunque mi corazón iba galopando de forma tan violenta que estaba seguro que Jeca podía escucharlo. Ella seguía mirándome de pies a cabeza, inexpresiva, me llenaba de incertidumbre.

—¿Y qué has hecho en este tiempo? —inquirí para aliviar la tensión.

—Trabajar —contestó en seco. 

—Mmmh. —No me atreví a decirle qué había estado haciendo yo porque podía notar como seguía escudriñándome.

—Eh, ¿te estabas divirtiendo? —cuestionó llevando su mano a la sien y haciendo una mueca de incredulidad. Su pregunta era estúpida hasta para ella.

—Sí, ya tenía mucho sin hacer algo así... —Asintió, no parecía creerme—. De hecho hace tiempo que no hablaba con Jessica, apenas nos reencontrarnos.

—No necesitas explicarme qué haces, ni con quién.

—Sí, tienes razón.

—Sí.

Asentí desviando la mirada porque Jeca ya empezaba a poner cara de disgusto ante la incómoda situación. ¿Qué se supone que debía decir? ¿Hablar sobre el clima? ¿Así de desesperado? «Qué raro tiempo, ¿no? Hace un rato hacía calor y ahorita ya tengo ganas de aventarme por la ventana».

—Mmm, ¿y qué tal el trabajo? ¿Es bueno?

—Un asco, ya no pienso volver —respondió con sinceridad.

—Oh, qué mal, ¿quieres contarme por qué?

—La verdad no.

—Entiendo. ¿Está haciendo frío o soy yo? —cuestioné cruzando los brazos sobre mi pecho, Jeca soltó un suspiro largo.

—Sí, ya se puso helado.

—El clima está muy loco... ¿Cenaste?

—No, pero estoy bien. Veo que tú ya cenaste, así qué...

—Sí, Jessica trajo algo de su trabajo, no esperaba ese detalle ya que no nos hablábamos.

—No necesitas explicarme.

—Cierto, cierto...

Ambos dirigimos la mirada a diferentes puntos de la casa, no se me ocurría nada qué decir:

—Y... ¿qué has hecho? —pregunté con nervios, Jeca soltó un bufido.

—¿Sabes? Pensé que podría hacer esto, pero no. Pensaba que verte no dolería nada, que no estabas tan mal como Malcom me contó... Adam, esto es peor de lo que creí, verte así es... —Negó con la cabeza frunciendo el ceño, luego soltó una risa amarga.

»¿Qué pasa contigo? Tienes amigos, familia que te apoya, tenías un lugar donde vivir cómodamente y a pesar de lo que pasó entre nosotros, de cómo terminaron las cosas por estar drogado... sigues haciendo lo mismo y hasta peor. Jamás creí verte tan mal y me duele. Odio que me duela, odio que no te importe, esta situación es terrible —concluyó elevando los brazos y sacando un pesado suspiro. Di zancadas hasta su lugar porque noté la intención de marcharse.

—No puedes decir que no me importa si no has estado aquí los últimos meses.

—No es porque no quisiera, lo que me hiciste fue algo tan doloroso que aún me quita el sueño, ¿crees que me alegra regresar para encontrarme con esto? —Señaló mi cuerpo con la mano extendida—. Tu cara ha cambiado, tu sonrisa no es la misma, estás golpeado y aún así, te sigue valiendo. 

»La verdad vine aquí con la esperanza de darme cuenta de que la pasas tan mal como yo. Quería saber que estabas hundido después de engañarme, que estabas pagando el daño, pero ¿te digo algo? Verte ha sido tan impactante porque en el fondo, tu dolor sigue siéndome imposible de digerir. Me siento la peor persona del mundo por decir esto en voz alta... perdóname Adam, tú mereces ser feliz —confesó luchando para no llorar. Tenía mucho que procesar, pero decidí solo actuar: 

Di un par de pasos hasta Jeca y la envolví en mis brazos con mi cabeza recargada en la de ella. Sentir su cuerpo de nuevo así de cerca me hizo un nudo en la garganta. Su olor me transportaba a los días donde la tenía a mi lado sonriendo mientras yo le decía estupideces para hacerla reír. De pronto empecé a percibir como sus manos se paseaban tímidas por mi espalda correspondiendo el abrazo. Todo se iba haciendo más nítido, más nostálgico y yo quería soltarme a llorar.

 —La verdad es que no te he dejado de querer, pero entiendo que te hice daño como entiendo que no serás feliz a mi lado porque no confiaras otra vez en mí. Me dolió no verte, no saber de ti, sin embargo entendí que no podía ir tras tuyo sin algo real que ofrecerte. Ha pasado el tiempo, yo no he hecho más que hundirme a propósito, estoy cansado de fallar, cansado de extrañar, cansado de ser así.

»Jeca, únicamente puedo pedirte perdón por haberte roto el corazón. Me arrepentiré siempre de haber actuado así, de haber destruido tu confianza. Estoy asimilando muchas cosas, pero ahora solo: Perdóname.

Ella se despegó un poco de mí, por inercia apreté mis brazos para no se fuera, levantó el rostro buscando mis ojos.

—Te perdono. He entendido algunas cosas, otras siguen sin tener explicación lógica para mí... Lo primero que pensé cuando me avisaron que estabas mal fue que era culpa mía...

—No es culpa tuya, jamás —interrumpí, ella asintió.

—Toda acción tiene una reacción. De igual forma lo que haya pasado conmigo en el tiempo que no te vi no es culpa tuya. Nunca serás culpable de mis decisiones, ¿entiendes?

—Creo que sí, pero ¿a qué viene ese comentario? Es extraño que lo menciones así —repliqué intentando sonar sereno.

—Nada, solo quería dejarlo en claro.

—Te he extrañado mucho, Jeca... No quiero que vuelvas a irte, aunque sé que quizá no podamos ser amigos, pero carajo... No tienes idea de todas las veces que soñé con que vinieras. Me drogaba para olvidarte y terminaba viéndote en todas partes... Nada funciona, ya nada me llena. —Ambos nos quedamos callados, quizá me pasé de sincero al punto del descaro.

»¿Sabes? Caí en cuenta que nunca te tomé alguna foto, ni te pedí que te sacaras algunas conmigo. Debí hacerlo, tuve miedo de olvidar tu rostro.

No quería llorar aunque las lágrimas ya se acumulaban en los ojos. La añoranza embargaba la sala, mi garganta me impedía hablar correctamente y Jeca seguía ahí en silencio viéndome a los ojos. Ella se removió zafándose de mi abrazo que ya había durado mucho, de inmediato empecé a tener frío y quise tomarla otra vez para que me protegiera entre sus brazos.

—¿Vas a estar bien cuando me vaya? ¿Planeas rehabilitarte?

—Ay —suspiré, de nuevo tenía la sensación de estar acorralado por los mismos cuestionamientos sobre mis hábitos—. Sobre si estaré bien: Ahora que te vi, sé que sí, incluso si estás lejos puedo tener la tranquilidad de que me has perdonado y estamos bien. Pero rehabilitación, no sé, digo... No creo que eso funcione, igual estos días he estado bajándole a las dosis así que creo que puedo hacerlo solo.

—No puedes —aseguró preocupada. Tomó mis manos con cautela, entrelazó nuestros dedos y de nuevo clavó sus ojos en los míos—. Adam, quisiera tener la tranquilidad de que saldrás adelante, ya me prometiste bajarle a tu consumo y no pudiste... En algún momento debes admitir que esto es un problema, que necesitas ayuda.

—No quiero estar anexado, no quiero que me encierren y maltraten. Todo está en la mente y yo...

—Tú no quieres cambiar en realidad —concluyó soltando mis manos.

—No dije eso, sí quiero, pero es complicado.

—Ya... No vamos a discutir hoy, lo harás cuando quieras... Te extrañé, Adam.

—Yo a ti, nena.

Ella soltó una breve risa seguida de un gemido alegre que sonó como "aiñ" mientras se ponía roja, no supe si por pena o emoción, pero la segunda opción me causaba alegría.

—¡Que lindo! Sigo siendo tu nena —exclamó intentando contener la alegría.

—No puede haber otra nena, solo tú.

—¿Siempre seré tu nena? —cuestionó con melancolía, de pronto su sonrisa empezó a difuminarse.

—Siempre, no importa cuánto tiempo pase —recalqué posando mi mano en su hombro, ella recargó la cabeza en el dorso de la misma y me regaló una mirada llena de ternura que casi me hizo caer por el temblor de piernas que logró causarme.

—Quiero pasar la noche contigo otra vez —declaró de forma tan repentina que me puse nervioso.

—Jeca, por Dios, que directa —solté una carcajada—. ¿No crees que vamos muy rápido?

—Tenemos poco tiempo para estarlo perdiendo —replicó en un tono jocoso—. Solo quiero un momento tranquilo contigo antes de que el día se acabe y cada uno deba volver a la realidad.

—Claro... Las cosas han cambiado arriba, por favor no te asustes —murmuré tomando su mano para guiarla.

—Lo intentaré.

—Primero cierro la puerta y eso, si quieres espérame ahí. —Señalé las sillas. 

Salí a poner el candado en la reja, el frío me erizó la piel y por un momento viendo la luna, temí que aquello no fuera real. Pensé que entraría y Jeca no estaría ahí. Desesperado regresé a la casa para volver a encontrarme con su sonrisa cálida, gracias a esa imagen pude calmar las ansias y terminar de cerrar las puertas.

Subimos las escaleras en silencio, con incertidumbre y hasta ánimos bajos, todo era real pero se sentía extraño. Jeca parecía feliz, aunque su mirada delataba lo contrario; Yo estaba feliz, sin embargo mi cuerpo ya exigía una dosis más y no dársela podía ponerme muy irracional. Cada escalón era una angustia porque sabía que lo que haría podía traerme consecuencias muy negativas. ¿Tenía un problema con las drogas o el problema era directamente yo?

Entramos a la habitación, prendí la luz e intentado ser disimulado tomé la pipa que estaba sobre la cama. Jeca estaba pasmada viendo los cambios realizados dentro de esas cuatro paredes, entonces maldije no haberla pintado, pues los graffitis le daban un aspecto aún más deplorable.

—Al menos está limpia o eso parece —masculló con una sonrisa forzada que no conseguía hacerla ver tranquila. Puso su bolso en el suelo sin dejar de ver las paredes.

—Estaba peor y créeme que de aquí en adelante buscaré seguir mejorando hasta que sea como la recordabas —declaré sentándome en la orilla de la cama.

Jeca se posó a mi lado, me removí incómodo porque necesitaba buscar la puta dosis en un cajón y no quería hacerlo frente a ella.

—¿Quieres usar el baño?

—¿Eh? Bueno, creo que sí —respondió extrañada.

—Ve, te espero aquí. Es que me quiero bañar y tardaré —farfullé nervioso. Ella asintió aún sospechando, pero no hizo otra cosa que ponerse de pie y caminar al baño.

Rápido me lancé a buscar en mi cajón lo necesario para estar relajado a medias, elegí marihuana porque el cristal iba a ser demasiado notorio y quizá ella se asustaría, aunque en realidad no veía la hora de consumirlo. Guardé todo en mis bolsillos. Lo hice tan apresurado que Jeca seguía ocupada y las ansias ya me estaban calando al punto de amargarme el rato.

Ella salió caminando con tranquilidad, cruzó la puerta y avisó:

—Ya puedes entrar.

Ni bien había acabado de hablar cuando iba saliendo al pasillo.

—Adam, ¿no ibas a bañarte? No llevas ropa, ni nada para cambiarte.

—Sí, no... Lo olvidé —bufé regresando para tomar lo primero que encontré entre mis cosas. 

De nuevo me encontraba con esa mirada prejuiciosa de Jeca que tanto me incomodaba. Sabía que yo estaba actuando mal, pero no tenía autocontrol y solo quería estar bien. Seguí mi camino sin decir nada más, ni siquiera volví a verla a la cara. 

Me arrodillé en el piso de baño, vacíe los bolsillos y de inmediato me puse a preparar lo que iba a fumarme. No sabía de dónde salía tanta desesperación, pero me bastaba con saber que inhalando aquella mezcla, todo sería más sosegado.

Intenté fumar pegado a la ventana para que el olor no saliera. Una vez menos ansioso me empecé a duchar. Estaba infeliz, seguía cayendo más bajo, me sentía avergonzado de ver en que me había convertido y tenía mucho miedo de tan solo imaginar cómo iba a terminar.

Tardé mucho en salir del baño por estar fumando a escondidas, así que cuando salí Jeca y estaba recostada en la cama, seguro aburrida. Se sentó para verme, pero no pude sostenerle la mirada, rápido clavé la vista en el suelo.

—¿Así de mal están las cosas? —cuestionó en un tono neutro.

—No sé de qué hablas, nena —repliqué con una sonrisa mientras buscaba alguna playera limpia.

—¿Seguro? Adam, ¿no puedes estar un día sin drogarte? No soy tonta, yo sé que tienes un problema, pero ¿tú ya te enteraste? ¿Ya te diste cuenta de la magnitud de esto? No me quieras decir que solo fumas marihuana porque sé bien que no —reprendió acercándose con cautela, como si yo fuera una bestia de circo y en cualquier momento pudiera revelarme para atacar.

Le di la espalda, todo se me estaba juntando porque era diferente que una persona te dijera tus verdades a la cara a que tres o más lo hagan. Me había dado cuenta, pero no podía asimilar otra realidad. Terminé de vestirme, me di la vuelta para intentar justificarme.

—Mira, yo sé que está mal, ¿bien? No hay de que preocuparse, tú no deberías molestarte por esto porque yo estoy haciéndolo cada vez menos y porque mañana te irás... Buscaré ayuda a mi manera, ¿sí? Solo que no sé, no quiero que te preocupes. Vamos, me conoces, soy así desde hace mucho y nunca pasó nada... Bueno, antes de eso no había pasado... Claro, excepto aquella vez que salvaste mi vida y...

—¡Deja de justificarte! ¿Te das cuenta de lo que dices? Adam me preocupas... —Me tomó del brazo con suavidad para que la viera. Posó sus manos en mi rostro con dulzura—. Me duele mucho verte así, tú eras una persona alegre, tranquila, más feliz. No quiero que sigas destruyéndote de esta forma, mírate: Golpes, cicatrices, heridas, vergüenza. ¿En qué te estás convirtiendo?

—No lo sé —gimoteé soltando las lágrimas retenidas. Jeca me abrazó, el calor que emanaba su cuerpo era lo que necesitaba para no sentirme tan vacío. Tenía su perdón, pero no el mío.

—¿Qué te falta para terminar de decidirte?

—No sé, tengo miedo —susurré pasando mis brazos tras su cuello para evitar que ella me viera llorar otra vez.

—¿Miedo de qué, Adam? hay muchas personas que queremos verte feliz otra vez y no dudaríamos en apoyarte.

—Eso es lo que me aterra... ¿Qué pasará si fallo? Decepcionaré a todos otra vez.

—Pero el hecho de que lo intentes ya es algo muy grande. No sé, puedes fallar pero no creo que vuelvas al mismo lugar que estás ahora, ¿sabes? Ya caíste, ahora solo queda levantarte. 

—¿Vale la pena? —cuestioné temblando. Jeca se quedó en silencio unos segundos.

—Verte sonreír vale más que cualquier cosa —susurró al borde del llanto.

Nos abrazamos con fuerza mientras soltábamos nuestras penas a modo de lágrimas. Podía ser que estábamos desnudando el alma o cerrando el ciclo, o quizá nada, solo era la tristeza de notar cuanto habíamos cambiado para mal. No éramos felices, ni cerca de serlo, pero era tiempo de empezar otra vez.

Nos separamos para vernos a la cara, ella me acarició como yo si yo lo mereciera, solo pude besar sus manos suplicando internamente jamás olvidar esa mirada tan dulce. No quise apagar la luz, tenía miedo de que su cuerpo se perdiera en la oscuridad, así que nos recostamos en la cama sin cruzar palabras. Me hice ovillo mientras Jeca me abrazaba, tenía la cabeza recargada en su pecho, escuchando sus latidos, esperando que siempre fuese así. Sus manos se paseaban desde mi cabeza hasta la espalda, repetían el recorrido con calma. Estaba cansado, los ojos se me cerraron solos, puse mi brazo sobre su cintura y sentí sus costillas.

—Estás más flaca —exclamé arrastrando las palabras.

—¿Sí? No he comido bien por el trabajo.

—Pero vas a... mejorar, ¿no?

—Claro. Voy a estar bien y tú también. Aunque no nos veamos, aunque no estemos juntos, ¿prometes que intentarás estar bien?

—Lo juro. Gracias por venir, nena.

—Gracias por todo, Adam —susurró poniendo los labios en mi frente. Su aliento caliente me erizó la piel, solté una risita infantil antes de ceder al cansancio.

Desperté con el sol quemándome la cara, casi como un déjà-Vu. Palpé con la mano el otro lado de la cama sin ver por el miedo a que mis sospechas fueran ciertas. No me equivoqué, Jeca no estaba. Me senté tan rápido que tuve un mareo, la habitación estaba igual que la noche anterior.

«Debe estar en el baño» Pensé para tranquilizarme. Me puse de pie, aclaré la garganta y me acerqué a la puerta del pasillo, pero ni siquiera estaba cerrada. Habitación vacía, de nuevo. Me faltó el aire, bajé a la cocina casi corriendo, descalzo, asustado: no la encontré. 

Jeca se había ido, yo estaba solo otra vez. La ansiedad volvió haciéndome temblar el labio cuando encontré una nota sobre la mesa:

"Eres un hombre especial, lleno de virtudes. Espero que encuentres tu camino porque el mío se volvió cada vez más agónico. Perdóname Adam, no quiero que pienses que lo que suceda conmigo tiene algo que ver contigo, nunca será así. 

Me hubiera gustado encontrarnos en el futuro y verte como una persona renovada, volver a abrazarte, volver a escuchar tu voz diciéndome nena, pero hay cosas que no están destinadas a ser. Solo recuérdame cuando creas que ya no puedes más y úsame para avanzar, hazlo por mí hasta que encuentres motivos para hacerlo por ti. Sé todo lo feliz que puedas, vuelve a ser tú: Risueño, amable y despreocupado. 

Con amor, una chica de tantas: Jeca".

Aquí volviendo después de medio mes, pero ahora saben que estuve trabajando en este capítulo con mucho empeño.

Espero que la esperaba haya valido la pena.

Felices fiestas <3 Estaré actualizando muy probablemente los primeros de Enero (Ya que pasen estas fechas).

Besos, próximo capítulo final de la novela.

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