35) Enfrentar P.1
Adam:
Estábamos sentados en el sillón, solo acariciándonos entre besos, disfrutando de nuestro reencuentro, hasta que tocaron la puerta. Me paré con pesar, era un cliente. Le pedí que me esperara afuera en lo que iba por su mercancía, no fue mucho tiempo lo que estuvo ahí antes de poder regresar a tomar mi lugar con Jeca, pero ella ya estaba de pie lista para irse.
—¿Vas a ir a tu casa?
—Sí. No le avisé a mi mamá que vendría y no traje ropa tampoco.
—No, nena, no te vayas. Yo mañana te llevo temprano a casa, además tu mamá ni cuenta se da.
—No sé, es que...
—No te he visto en mucho tiempo, quédate. —Ella ladeó la cabeza y sonrió.
—Bueno.
Volvió a sentarse, tomé lugar a su lado, la envolví en mis brazos mientras le daba besos en la coronilla, ella empezó a soltar algunas carcajadas. Nos volvimos a besar antes de que yo me pusiera de pie para buscar mi hitter y fumar marihuana. Abrí la puerta del patio, le hice una señal a Jeca para que se quedara cerca de mí. La notaba distante.
—No quieres cenar otra cosa, ¿te pido algo? —inquirí. Ella estaba sentada en una silla con un brazo recargado en la mesa y sobre este descansando su cabeza.
—No gracias, comí porquerías en el ciber, así que no tengo hambre.
—¿Qué tienes, nena? Te noto rara.
—Nada. Tu casa está hecha un desastre. —Cambio de tema soltando una risa burlona.
—Sí, cuando descanse la voy a limpiar —aseguré dando otra calada—. ¿Cómo estás?
—Bien... ¿Sabes? Estaba pensando sobre la primera vez que vine a buscarte. Tú no me gustabas nada, Adam, y ahora estoy muy enganchada a ti —soltó de pronto. Sonreí al escucharla, dejé el hitter sobre la mesa y me senté frente a Jeca.
—Tú no me caías bien. O sea, me parecías histérica, no sé. Recuerdo que llegué a pensar: A esta mujer le hace falta una buena cogida y una fumada. Pero luego caía en cuenta de que tenías muchos problemas en casa y de que eras una nena, así que me apenaba de mi forma de pensar.
—¡Que malo! —chilló—. ¿Recuerdas cuando empezaste a sentir cosas por mí? Porque yo no sé en qué momento empecé a pensar: "Quiero a ese hombre, lo necesito en mi vida".
—Mmh, tampoco me acuerdo. Pero la verdad siempre me has parecido muy bonita, por tu color de piel, tu cuerpo, tu carita. Tienes unos labios como de muñequita, no son gruesos, pero tampoco como tortilla, son muy tiernos y sensuales a la vez —declaré sintiendo como me ponía rojo. Jeca soltó una carcajada y se lanzó abrazarme. Se sentó en mis piernas mientras me daba besos.
—¿Te confieso algo? Cuando viniste por primera vez y que me ofreciste sexo a cambio de las pastillas. Cuando te fuiste, llegué a pensar en aceptar tu oferta y cogerte hasta aburrirme, luego no darte nada por mensa. —Jeca abrió la boca con indignación—... Pero, me di cuenta que no podía ser tan mierda, que tenía que ayudarte. Quizá desde el primer momento me gustaste y yo no me di cuenta. No sé, no fue la mejor forma de conocernos, tampoco nuestro camino ha sido sencillo, pero no me arrepiento de nada porque contigo me siento diferente.
—Tampoco me arrepiento de nada. Digo, de no ser por ti, quién sabe qué sería de mí. Me das la fuerza que me falta —murmuró.
—Te extrañé. Mi almohada huele a ti, dormí triste y excitado —soltamos una carcajada que acabó en un beso tranquilo.
Empecé a recorrer su cuerpo con mis manos, me excitaba mucho tenerla sobre mí. Ella llevaba unos leggins negros y una blusa larga del mismo color. Estaba cambiando su forma de vestir, se veía más femenina. Me atrapaba como insecto en una telaraña, y yo quería ser devorado.
No le dije nada, preferí demostrarle mis sentimientos más puros y perversos a través de sensaciones, porque sobraban palabras, pero el tiempo me hacía falta para compensar los días en los que no la tuve cerca de mí.
La besé hasta que sentí que temblaba de las ansias por ir más allá. Empecé a recorrer su cuerpo con las manos y la lengua a la par que la ropa iba cayendo. Pude decir con toda certeza que la hice mía. Ni siquiera fuimos al cuarto, la tomé sobre la mesa, no llevaba preservativos y aunque me preocupaba un poco, sentirla así era espectacular, como si perdiera la virginidad otra vez
Eyaculé en su espalda y era algo que quería hacer desde hace mucho, había una lista pendiente "Lugares de Jeca en los que deseo venirme" y tenía la fantasía de cumplir con cada uno de ellos, pero sabía que eso era algo muy riesgoso así que me conformaba con imaginarlo.
Jeca tenía los brazos apoyados en la mesa, yo estaba tras de ella dándole besos en la espalda mientras ambos intentábamos recomponer nuestras respiraciones. Tomé mi pantalón, me lo puse y fui a buscar algo de papel para limpiar el semen que empezaba desagradar por su olor particular.
—Lástima que solo fume poco. No me pegó y de haberlo hecho hubiera durado más —analicé mientras quitaba los restos de la espalda de Jeca.
—No estuvo mal, a mí me gustó —reveló incorporándose para regalarme una sonrisa antes de empezar a vestirse.
Subimos a la habitación para dormir entre besos, bromas y mimos. Después de ese distanciamiento aunque corto, teníamos claro que nos queríamos, que íbamos a esforzarnos para seguir. Yo tenía un reto enorme frente a mí, podía dejar la cerveza, podía dejar algunas pastillas, pero había sustancias que me mantenían en un estado de ansiedad y mal humor si no las usaba seguido. ¿Qué podía hacer para distraerme? Estar con Jeca.
Yo me dormí tranquilo a su lado, sin miedos, sin rencores o remordimientos, todo estaba perfecto...
Jeca:
Observaba a Adam dormir de una forma tan tranquila que lo envidiaba. Estaba boca abajo, con los brazos metidos bajo la almohada y la cara apuntando a mi lado. Yo ni siquiera podía atreverme a dar la vuelta en el pequeño espacio de su cama individual. Suspiré. El insomnio se había vuelto algo habitual, se podría decir que me acostumbraba a pasar un buen rato acostada meditando hasta que el sueño por fin cedía.
Pasé la vista por la habitación de Adam, ya mis ojos se habían habituado a la oscuridad y pude distinguir su desorden sobre el sofacama. ¿Seguiría por ahí el cofre con las fortuaninas? Suspiré alto, giré la vista al hombre a mi lado que no se enteraba de nada.
—Me he intentado suicidar dos veces —confesé en voz baja, pero todo estaba tan silencioso que sentí que mi eco resonaba.
Callé unos segundos para verificar que nadie me había oído, luego proseguí:
—Nunca se lo he dicho a nadie, porque quiero pretender que no pasó. Siento que al revelarlo, me tomarán por dramática por no haber sido tan evidente como otras personas que se hacen cortes, o que escriben sus despedidas. Soy inútil para vivir y también para dejar de hacerlo.
»Lamento hacerte pasar por tanto, sé que me quieres, sé que lo intentas y no tienes idea de cuánto agradezco que estés para mí. Yo no quiero que te preocupes por mis estupideces, porque confío en que todo se pasará. No quiero contarte esto cuando estés mirándome con los ojos llenos de tristeza, con decepción. No quiero defraudarte más, pero la verdad, últimamente me pesa mucho sonreír. Te amo Adam, me gusta verte tranquilo y desearía ser lo que mereces.
Deposité un beso en su hombro con suavidad, él ni se inmutó y la verdad es que así era mejor. Me quité un peso de encima, aunque me sentía insatisfecha, nada parecía ser suficiente para hacerme olvidar todo. Removí mi cuerpo sobre el colchón para acomodarme mejor entre las sábanas. Tenía semanas buscando en Internet como elevar mi autoestima, como combatir la soledad, como dejar de ser una persona posesiva, pero no parecía estar funcionando. Podía salir de casa vestida a la moda, pero apenas cruzaba a la puerta me sentía ridícula intentando aparentar ser bonita.
Los días que pasé alejada de Adam fueron muy complicados. Solo podía pensar en qué estaba haciendo, en si la pasaba bien o mal o en si ya se había cansado de mí y se había buscado una chica mejor, porque seguro que encontraba a alguien más adecuada en cualquier lado. ¿Por qué había tenido que enamorarme de él? Yo lo veía como alguien superior en todos los aspectos, no me sentía a su altura y quería compensar mis fallas haciéndolo feliz, aún si eso implicaba dejarlo hacer con mi cuerpo cosas que no me agradaban.
Desperté con unas caricias que por desgracia no me terminaron de alegrar ya que quería seguir durmiendo.
—Nena, ¿no quieres levantarte? —Negué con la cabeza hundiendo la misma en la almohada—. Bien, descansa un poco más, yo iré a bañarme.
Escuché unos ruidos, abrí los ojos y me encontré de nuevo a Adam, pero ya estaba empezando a vestirse. Me incorporé, él me regaló una sonrisa que me hizo regresarle el gesto en automático. Ya me sentía bien, pensé que solo necesitaba dormir, que todo mi drama existencial de madrugada fue por cansancio.
—Si quieres duerme un poco más, nena.
—No, gracias. Tengo que ir a casa a bañarme —avisé.
—¿Por qué no lo haces aquí? —inquirió acercándose a la cama y sentándose a mi lado.
—No tengo ropa limpia.
—Yo te presto. —Me reí por su respuesta.
—Mejor me baño en casa y regreso, ¿te parece?
—No, pero ya qué —respondió depositando un beso en mi mano—. ¿Vamos a desayunar fuera?
—Buena idea.
Salimos juntos de su casa para ir a la mía. Íbamos de la mano, la sensación era mejor a como la recordaba. Tenía un poco de miedo por lo mal que había salido nuestra última cita como novios, pero confiaba que esa mañana superaríamos cualquier mal recuerdo.
Adam me dejó en la puerta de mi casa, no sin antes besarme con mucha ternura. Entré apresurada, mi mamá estaba desayunando. Al vernos se formó un incómodo silencio.
—He de suponer que volviste con el vago, ¿no? —La miré con culpa por unos segundos. Ella soltó un suspiro pesado y levantó sus hombros restándole importancia.
No quería discutir. Me metí a bañar lo más rápido que pude y me vestí algo que me hiciera sentir cómoda y bonita. Tardé mucho en ese paso porque en mi cabeza todo quedaba más lindo, pero ya puesto me daba hasta pena. Me maquillé un poco, además de dejarme el cabello suelto. Una vez estuve lista, llamé a Adam para vernos de nuevo.
A los quince minutos después de colgar la llamada, llegó, iba fumado e intentaba disimularlo. No dije nada porque él me lo había advertido, aunque hacía pocas horas apenas había dado dos caladas para luego dejar su hitter a un lado. Pensé que aquello era parte de su proceso de limpieza, pero al parecer había sido una ocasión especial. Me sentí un poco decepcionada, pero todo se compensaba con ese lado tierno que me mostraba cuando estábamos a solas. En el trayecto a buscar que desayunar, él me abrazaba, me preguntaba que si por qué era tan hermosa, me acariciaba el cabello y me robaba besos.
No fuimos muy lejos en realidad. Caminamos unas calles hasta quedar frente al parque de la colonia, ahí había un local de comida corrida. El lugar era amarillo por fuera, con el nombre de "La cocina de Doña Mini" rotulado en letras azules y debajo la lista de platillos que podías encontrar. Por dentro era bastante limpio, las paredes tenían azulejos blancos hasta la mitad de la misma, luego pintura azul cielo. Las mesas estaban dispersas y al fondo podías apreciar la barra que separaba al comedor de la cocina. El lugar olía a humo y comida recién hecha. Abría el apetito.
Nos sentamos en la última mesa, pegados a la pared y alejados de la entrada. Yo pedí enchiladas suizas, Adam chile relleno. El ambiente estaba muy tranquilo debido a la relajación de mi compañero, la plática no fluía, pero no se sentía mal, al contrario. Estaba viendo las puntas de mi cabello, cuando su adormecida voz me hizo levantar la vista.
—Te ves bonita con el pelo suelto. —Sonreí por su dulzura.
—Gracias. Aunque está maltratado, estoy pensando en cortarlo.
—No —negó con la cabeza y siguió hablando con pausas por el efecto de la marihuana—. No te lo cortes. Me excita tu cabello largo, es como... muy sexy, muy femenino, no sé.
—¿O sea que si me cortó el pelo te dejaré de gustar? —inquirí indignada. Él negó con la cabeza con una sonrisa boba en el rostro—. ¿Y si me lo cortó por aquí —señalé los hombros.
—Te verías bien. No me dejarás de gustar si te lo cortas —asintió después de una pausa.
—¿Y si me rapo?
—¿Calva? No hagas eso —contestó extrañado con la misma lentitud.
—¿Por qué? ¿Me dejarías de querer?
—No, pero cogiendo no sabría si darle una nalgada o un sape...
Ambos soltamos una carcajada que resonó por todo el lugar. Adam agachó la cara y yo me tapé la boca, luego él lentamente, entre risas, estiró su mano para entrelazarla con la mía. Lo miré con ternura, intentando entender las casualidades que nos habían unido así. Él me lanzó un beso.
—Te amo —musité.
—Yo más —aseguró sonriente.
Nos llevaron la comida. No intercambiamos muchas palabras porque Adam estaba engullendo su platillo como si fuese un perro callejero, raro me pareció que no gruñera cuando su plato se movía. Yo iba por la mitad del mío, cuando él ya estaba pidiendo otra cosa.
—Te quiero coger —soltó de pronto.
—Qué romántico.
—Es que no te levantaste en la mañana y me quedé con las ganas. Quiero hacértelo otra vez... sin cond..
—No —interrumpí—. Lo de ayer fue un momento de debilidad, no puede volver a pasar.
—Oh nena, pero sí me sé controlar. Puedo venirme fuera sin problema —negué con la cabeza.
—No. Es riesgoso. Con condón o no hacemos nada advertí. —Adam encogió los hombros.
—Lo intenté. Lo que diga mi nena es lo que se hará.
Me regaló una sonrisa tierna, parecía estar más lúcido. Terminamos de comer, él pagó y de ahí nos fuimos a su casa otra vez hablando sobre teorías conspirativas en el camino.
—Es lo bueno de tener un celular tan básico que apenas y tiene cámara que toma fotos más borrosas que los que graban ovnis —concluí mientras Adam abría la puerta.
—¿Quiere que te regale un nuevo teléfono? —ofreció.
—No. Estoy bien con este, no necesito uno nuevo.
—Con uno nuevo podríamos enviarnos fotos y vídeos cuando no nos veamos... —Lo miré con perspicacia y negué con la cabeza.
—Mejor deberíamos ponernos a limpiar. Tu casa está hecha un desastre y huele raro.
—O, vamos a acostarnos arriba y dejamos la limpieza para mi día de descanso.
Levanté los hombros, luego seguí en dirección a las escaleras. Apenas entré al cuarto, Adam me tomó de las caderas y me giró para quedar de frente mientras me besaba con deseo. Empezaba a deslizar sus manos bajo el suéter entretanto su boca descendía por mi cuello. Iba bien hasta que empezaron a tocar la reja de afuera con fuerza.
—No salgas —pedí tomando su rostro cuando intentó voltear la vista.
—Tengo que... seguro es alguien que viene a comprar —declaró dejándome a un lado para asomarse a la ventana y hacer unas señas—. Te prometo que no me tardo, nena —masculló mientras bajaba.
Pasé mis dedos por el puente de la nariz. Me frustraba la situación. Entendía que no tenía que reclamar por la decisión que tomó Adam cuando no estábamos juntos, y que quizá era algo que no me correspondía porque así lo había conocido. Pero me daba mal presentimiento, además era irritante tener que esperarlo cada vez que salía a atender a alguien.
Me senté en la cama. Él volvió, rebuscó en su cajón, yo giré la vista a otro lado, no quise saber qué iba a entregar. Salió dejando su escondite abierto y la curiosidad empezó a picarme para que echara un vistazo, pero mejor resistí. Sin embargo, por algún motivo, paseé la vista por la habitación en busca del cofre con medicamento. Lo divisé sobre uno de los muebles y la ansiedad me hizo removerme en mi lugar.
¿Cómo ven a los personaje hasta aquí?
Este capítulo me costó mucho, pero por fin está y quedó larguisimo (casi seis mil palabras).
Estoy pensando en ya no dividirlos, lo hago por comodidad al editar, pero no sé que piensen ustedes como lectores. El beneficio es que no tendrían que esperar para la segunda parte. Lo malo es que soy muy lenta y las actualizaciones se sentirían más lentas.
Espero puedan ayudarme con su opinión al respecto.
Bienvenidos a los nuevos. Besos y abrazos pa todos los que votan y/o comentan. ♡
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