34) Desesperar

Jeca:

Me quedé como me sentía: Sola.

Caminé por el estacionamiento sin estar segura a dónde dirigirme porque no conocía el lugar. No faltó mucho para empezar a sentir que estaba perdida. Intentaba disimular el miedo y la tristeza, pero no pude. Me senté en una jardinera a sollozar, todo se volvía más nítido, me di cuenta que no quería estar sola, que no quería hacer sufrir a Adam, pensaba que había sido un error pedirle un tiempo porque, ¿qué podría resolver? Yo lo quería, ahí estaba el problema, podía soportar sus adicciones porque él soportaba mis inseguridades en el nombre del extraño amor que nos proclamábamos. Todo era confuso y doloroso, el panorama no pintaba nada bien para nosotros porque ambos estábamos dispuestos a dar todo sin cambiar nada.

Por más que intenté tranquilizarme, no pude, mi mente seguía inquieta, maquinando, arrepintiéndose. Ya no lloraba, pero las ansias me estaban consumiendo. Me puse de pie para buscar la forma de regresar a casa, me dirigí a la primera parada de camión que encontré y empecé a preguntar a las personas como volver a casa. Según las instrucciones de una señora mayor regordeta y con pinta de ser una persona tranquila, no había un camión que me llevara directo a casa, tenía que tomar uno al centro y de ahí tomar otro. Tuve que caminar de nuevo al otro lado de la plaza para poder tomar el autobús correcto que jamás había abordado.

Cuando me subí ya iba lleno, así que me pasé de pie todo el camino al centro de la ciudad. Me bajé con dolor de piernas, mal humor y mucha hambre, encima tenía que caminar unas calles para poder tomar el camión que me iba a llevar a casa. Mientras me movía con toda la calma que podía porque no me sentía en condiciones para dar más de mí, iba observando a las personas que paseaban por aquellos lares, la mayoría haciendo compras de último momento. Los envidiaba, ellos tenían cercanos a quienes querían demostrar afecto con regalos, algunos paseaban en pareja, otros en familia, mientras yo iba con el corazón roto y una inmensa sensación de soledad e incomprensión terrible. Podía desaparecer ahí mismo y nadie se daría cuenta.

Contrario a lo que pensaba, el autobús que me llevaba directo a casa estaba casi vacío, así que pude sentarme junto a una ventana a observar como todo se movía. Pasé por mi vieja escuela, la nostalgia se instaló en mí al recordar cuando recién entré con los nervios haciéndome reír de cualquier mal chiste que hicieran mis compañeros y la esperanza de iniciar de nuevo. En esos momentos todo parecía tan fácil, no me hubiera imaginado que iba a dejar de estudiar por voluntad propia poco antes de graduarme, si al empezar era lo único que deseaba.

Detallé en las casas pintorescas, las calles de asfalto agrietado, todo se veía igual, pero al mismo tiempo diferente. Al parecer todo cambiaba menos yo. Me sentía muy sola, iba con la cabeza recargada en mis brazos que estaban apoyados en el asiento de enfrente. Tenía lástima de mí misma, de lo que me había convertido, de lo vulnerable y débil que era.

Cuando llegué a casa ya había oscurecido, las luces de dentro me indicaron que mamá estaba ahí y la música me hizo pensar que seguramente la encontraría bebiendo. Me sorprendí al verla mal vestida, sin maquillaje y moviendo los muebles para acomodar diferente todo. El olor a cloro estaba muy presente, al igual que otro limpiador con aromatizante a lavanda.

—Jeca, ¿dónde estabas? Te estuve marcando —reclamó sin parecer enojada.

—Salí. Estaba en la plaza pastel.

—Bien... Hay cosas que debemos hablar —mencionó empujando un sillón a la pared. Asentí mientras observaba la nueva vista. En realidad por los pocos muebles y espacio, los cambios parecían minúsculos.

—¿Qué cosas?

—Tu papá llamó —respondió apagando la música y sentándose en una silla.

—Ya veo —balbuceé nerviosa, temía que reacción tomaría mi madre—. ¿Qué dijo?

—Que te vio con tu novio, que yo debería prohibirte eso, que actuaste grosera y que si no regresas a la escuela o dejas al vago, te quitará la pensión.

—Pues que lo haga, me da igual lo que diga —mascullé encogiéndome de hombros.

—Eso imaginé. Él intentó regañarme a mí, pero está muy pendejo si cree que le iba a dejar maltratarme otra vez. Terminamos peleando, y me pidió que te dijera que sí necesitas algo puedes contactarlo. Que si quieres mudarte con él, pueden intentar llegar a un acuerdo o algo así —explicó con naturalidad. Ver la poca importancia que le daba todo me hizo sentir peor.

—Mamá, ¿quieres me vaya? —pregunté en voz algo baja. Al segundo me arrepentí de haberlo hecho.

—No es que lo quiera, pero es lo que me has dicho muchas veces que quieres hacer —replicó con nerviosismo.

—¿Crees que tengo futuro? Digo, no sé... ¿Podría cambiar mi rumbo si me voy de aquí?

—Mira Jeca, yo sé que no soy la mejor madre, mucho menos un ejemplo. Tú aún eres muy joven, ya no estás estudiando, sales con un hombre mayor que es un drogadicto, no sientes respeto ni admiración por casi nada. Creo que puedes ser mejor persona, pero aquí te será más difícil. No es que te quiera lejos, Jeca...

—¿Qué hay de malo en mí? ¿Por qué no soy suficiente para nadie? —reclamé sintiendo mi alma resquebrajarse—. Nadie puede detenerse a pensar si sus decisiones me llevaran por medio, si me duele, si los extraño. Mi papá se fue, mi hermano se fue, tú nunca estuviste y mi novio no puede estar sin meterse drogas por un día... El único patrón que encuentro entre ustedes soy yo. ¿Por qué soy tan poca cosa?

Me llevé las manos al rostro para que no viera como las lágrimas brotaban. La voz se me quebró y no pude pronunciar más, intenté ir a mi habitación, pero mamá me detuvo y me envolvió en sus brazos con suavidad. Me aferré a su torso dejando salir un llanto desesperado.

—Ya no quiero. Ya no puedo. No quiero vivir más, quiero que todo se termine —declaré con fuerza, mi mamá aferró las manos en mi cabeza para que no me moviera de su pecho.

—Calma, bebé... Sé lo que estás pasando. Entiendo lo que es entregar el alma para que otros estén bien y no recibir nada a cambio. Tú lo viste, tú sabes lo que pasé —aseguró con la voz quebrada—. Jeca, el problema no eres tú, nunca serás tú. Todos tenemos diferentes forma de lidiar con las emociones, unos se drogan, otros mienten, otros beben, otros se van... Tú no eres la culpable de las acciones de los demás; somos egoístas y buscamos soluciones que nos ayuden solo a nosotros mismos, no pensamos en terceros. Pero está bien, porque si te quedas a esperar a que los demás cambien vas a terminar cambiando para amoldarte otros. Alejarte de lo que te daña también es una muestra de amor. Tienes que empezar a darte amor a ti misma, porque vales más que quien te lastima, incluyéndome. Tú no debes ser pilar de nadie, de la misma forma que ninguna persona debe cambiar por ti. Tú debes mantenerte fiel a ti, no buscar ser diferente para agradar a otra gente.

Me quedé apoyada en mi madre porque tenía mucho sin sentirla como una realmente. Aún estaba triste y hasta avergonzada de haberle confesado lo que sentía, aunque tenía una carga menos en mí.

—Ve a lavarte la cara y a cambiarte —dijo dándome unas palmadas en el hombro. Asentí incorporándome, un escalofrío me recorrió el cuerpo al dejar la fuente de calor que me otorgaba su regazo.

Entré a mi habitación a buscar ropa limpia mientras sorbía por la nariz intentando respirar mejor. Me empezó a dar mucho sueño, sentía un hueco en el estómago producto del hambre y la ansiedad. Salí rumbo al baño pasando por la cocina, vi a mi madre limpiando casi de forma mecánica el fregadero. Estaba con la vista clavada en la espuma que salía tras cada movimiento de la esponja. Notarla tan inmersa en la limpieza me recordó cuando empezó a sospechar que mi padre la engañaba y ella empezaba a ordenar todo, quizá solo para distraerse.

—Oh, Jeca, no te escuché salir —balbuceó dando un respingo—. ¿Te vas a bañar? Hice la cena, por si quieres comer más tarde.

Se llevó las manos al pecho y pude notar el temblor que tenían: Ella estaba en abstinencia, su cuerpo le pedía alcohol, pero para no obedecerlo empezaba a limpiar de forma compulsiva.

—Gracias —asentí con la mejor sonrisa que pude forzar mientras apresuraba el paso.

No me gustaba verla así porque no era la primera vez que intentaba estar sobria y sabía que los cambios de humor estarían presentes en cualquier momento haciéndonos pelear. Además ese papel de ama de casa perfecta me traía malos recuerdos.

Me desvestí en el baño y sin pensarlo mucho entré a la ducha. El agua salió muy fría al principio, me hizo dar un saltito, pero poco a poco se fue haciendo más tibia. Me quedé inmóvil bajo el chorro esperando que eso limpiara mi mente o que me llevara por el desagüe hasta perderme, total ¿alguien se daría cuenta? ¿Podía realmente decir que mi existencia importaba?

Salí cuando me sentí un poco mejor, para ese momento mi mamá ya tenía todo acomodado de manera pulcra, la casa se veía diferente y olía bien. Demasiado orden, olor a limpio, mucho silencio, casi irreal. Me serví un plato de arroz y un poco de carne que mi madre había preparado, casi olvidaba su sazón.

—Sabe bien —reconocí. Ella estaba de espaldas acomodando la cortina. Regresó la vista a mí y me sonrió.

—Ya me iré a dormir —anunció con una sonrisa no muy cómoda.

«Quizá bebió y no quiso que me diera cuenta» pensé mientras escuchaba la puerta de su habitación cerrarse. Me quedé comiendo sola, el olor a cloro ya me había cansado y el hueco del estómago no se iba a pesar de que empezaba a sentirme llena. Aún así seguí engullendo hasta que la sensación de vacío se hizo más tenue. Tantas emociones me tenían cansada, quería finalizar el día a como diera lugar.

Me metí a mi habitación, me recosté en la cama y mientras me acomodaba encontré mi celular debajo de la almohada. No lo había usado desde antes de ir a la plaza con Adam. Intenté resistir la tentación de aplastar cualquier tecla para ver si tenía algún mensaje o llamada, hasta sentir las manos hormiguear de la desesperación. Tenía dos mensajes de él, uno a las seis treinta y otro de las ocho de la noche.

"Apenas te dejé de ver y ya me arrepiento de haberte dejado ir. Te quiero, Jeca, yo no quería que esto terminara así... aunque no ha terminado. Tengo la esperanza de que te des cuenta de que te quiero más de lo que nunca imaginé".

"Buenas noches, hermosa. Que descanses. Te extraño mucho, ojala pudiera verte".

Leerlos me causó un revuelo de sensaciones, predominando el arrepentimiento de haber pedido un tiempo. Él me quería, era evidente, pero sus acciones habían detonado algo dentro de mí, me sentía muy lastimada sin encontrar un exacto porque. Busqué responderle, pero cada letra que escribía me hacía soltar una lágrima y por más que intentaba, no encontraba las palabras, no sabía que poner.

"Buenas noches. Te extraño también"
E

nvíe.

No hubo respuesta. El sueño se fue. La noche se volvió más larga de lo que deseaba y los pensamientos negativos se pasearon por mi cabeza sin darme tregua.

Adam:

Me desperté zumeado por el efecto de las pastillas que había tomado la noche anterior. Revisé la hora, ya pasaba de medio día y en vez de ponerme pie para iniciar los pendientes, me volví a dormir. No tenía ánimos, sabía que debía trabajar, pero no quería, así que no lo hice.

Con un poco de remordimiento y consciente de que podría tener muchos problemas de los que ya me había librado, busqué a Dani, un proveedor de mayor escala. Después de año nuevo el trabajo como mesero iba a decaer por la cuesta de enero y necesitaba más ingresos si quería empezar mis planes lo más pronto posible. Tenía que volver a vender.

Toqué el cerco de Dani con una piedra que me encontré tirada. Mientras observaba la silenciosa colonia, había mucho polvo debido a la falta de pavimentado, algunos autos dispersos fuera de los hogares y niños jugando en sus bicicletas posiblemente nuevas por navidad.

La casa del susodicho se veía bastante común: Tenía una cochera amplia, techada, además de una reja negra que impedía que alguien intentara colarse. Una puerta de metal para poder ingresar dentro de la casa y muchos adornos pintorescos regados por el pórtico: Vírgenes, macetas, gatos de cerámica, ángeles, santos, tortugas... incluso daba la impresión de que una pareja de ancianos vivía ahí.

Dani salió a buscarme, era un tipo bajito, gordo, moreno, con barba cerrada. Llevaba una camisa sin mangas que se pegaba a su barriga y un short azul marino. Al verme sonrió mostrando una fila de amarillentos y disparejos dientes:

—¿Qué hubo mi Adam? ¿Vas a volver a vender? —asentí con la cabeza, él se apresuró a dejarme pasar. Ya habíamos quedado por mensajes.

Pasamos por medio de la típica sala familiar: Muebles con fotos de quinceañeras, una televisión, tres sillones, paredes anaranjadas; nada extraño. El lugar olía incluso a palomitas. Me pidió que me sentara, mientras le relataba que mi trabajo no iría bien por las fechas y que necesitaba más ingresos.

—Ya lo veo. De hecho me sorprendió mucho que hayas dejado de vender, pensé que te habías anexado o algo así.

—Para nada, solo consumo menos, pero quiero dejarlo. Por lo menos solo fumar mota, no sé...

—Bien por ti. Pues te tengo un trato: Ahí tengo crico, te vendo un poco a un precio razonable, y ya lo vendes por tu lado y le sacas ganancias.

Cristal. Era una opción que tenía buenas ventajas en cuanto a ventas, pero la balanza se desequilibraba por el tipo de clientes que consumían esa mierda. Yo ya había vendido antes, lo cierto era que me metió en problemas, y sin un poco de cuidado todo se me iría de las manos. Pero las drogas blandas no dejaban tanto dinero como el que yo quería, así que me convenía estar centrado como hasta ese momento estaba intentado. Las cosas parecían ir a mejor.

—¿Qué precio le pones? —indagué frotándome la barbilla, Dani soltó una sonrisa de satisfacción.

—Ese es mi Adam. A mí me conviene tener a un tipo como tú vendiendo, así que te daré buena merca y buen trato.

No estuve mucho ahí, apenas terminamos los negocios, regresé a casa. Cuando menos pensé ya estaba sentado sobre mis rodillas guardando la mercancía en el último cajón de mi mueble. Me sentía extraño, como si fuera culpable de algo muy malo, quizá con mucha tentación, si lo que se supone que buscaba era estar alejado de ese mundo podrido. Cuando terminé de acomodar, le envíe un mensaje a Jeca para saber que tal iba su día. Respondió de esa forma cortante que tanto me cagaba, así decidí no escribirle más hasta que ella decidiera.

Me acosté en mi cama, tenía tiempo libre, el día estaba resultando ser una mierda, el cajón prohibido empezaba a hacerme ruido. Sabía que al día siguiente en el trabajo podrían suspenderme por haber faltado, no me quería imaginar otro día encerrado en casa con tantos pensamientos negativos. Ese no era yo, yo no era así. Tomé media clona para dormirme sin verme más afectado por mi mente.

Banner realizado por la editorial Scarlett como premio.

Hola otra vez. Admito que este capítulo me costó mucho porque tuve que reescribirlo y el siguiente me toca hacer lo mismo. Eso me  estresa mucho a decir verdad.

Sin más, estaré leyendo sus comentarios respecto a esta parte del capítulo. La siguiente será un poco más larga y la subiré en uno o dos días.

Besitos y gracias por seguir leyendo.


Capítulo dedicado a AnaCiprimendes_25 que es medio nueva leyendo y se acabó la novela en pocos días dejando todo su apoyo.

Saludo especial para DelRey2510 por su cumple 🎂

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