32) Paz P.2

Había sillas acomodadas en círculo, Adam se sentó y me ofreció un lugar a su lado, Malcom quedó de pie unos minutos antes de decidir entrar por una cubeta para sentarse. La sensación de llegar solo para estorbar se volvía a hacer presente.

—¿Cómo la pasaste? —le pregunté a Adam que estaba absorto dándole caricias al gato.

—Bien, en realidad mucho mejor de lo esperado. ¿Y tú?

—También.

—¿El pequeño Tony intentó algo? —inquirió viéndome a los ojos y pasando un brazo sobre mi hombro. Debatí en si decir la verdad o no. Sentía necesario demostrar mi lealtad.

—Sí, pero obvio no lo dejé hacer nada, ni le di alas, al contrario. —Adam dejó de abrazarme, luego dirigió su mirada a otro lado—. No tienes que enojarte. ¿Vas a decir que ninguna de ellas está aquí por ti?

—Todas vinieron con Malcom, ninguna ha intentado nada y todo lo que he hecho es esperar a que llegaras para terminar la noche juntos. —Sentí vergüenza, no sabía cómo remediar la situación, tampoco sabía si los celos de Adam tenían remedio.

—No te enojes, nene, solo te quiero a ti —aseguré abrazándolo.

Él me abrazó, pero no me miraba. Estaba muy serio. La plática siguió entre ellos, bebían y fumaban tabaco sin reparo. Adam estaba tomando como si el alcohol fuera agua, aunque a favor desde mi llegada nadie había consumido marihuana, solo cigarrillos comunes.

—Ya regresa a ese puto gato. Jeca, dile que lo regrese —pidió Malcom de pronto, yo miré a ambos contrariada.

—No. Tú me dijiste que me lo quedara —replicó Adam.

—¡Te lo robaste! Yo te decía en broma. Jeca, pasamos por una casa y vimos el gato, Adam me dijo que lo quería y yo le dije: Agárralo. Pues el pendejo se brincó la cerca y se robó al gato —contó Malcom de forma apresurada. Volteé a ver a Adam, se veía menos alegre.

—Ya sé, ya sé. Lo voy a regresar, no empieces con tus dramas —advirtió sin verme, no supe si eso iba dirigido a mí o Malcom.

Se puso de pie con dificultad, le hizo un movimiento de cabeza a su amigo en señal de que lo acompañara y ambos se fueron. Me quedé a solas con un grupo de chicas al que no le caía bien, sumando un tipo que insistió en que me drogara. Tenía miedo, estaba nerviosa, el tiempo se pasaba más lento e intenté concentrarme en la música mientras los demás hablaban. Tenía la vista clavada al piso, cada risa que llegaba a mis oídos me lastimaba por dentro porque en automático pensaba que se burlaban de mí. Estaba muy vulnerable, solo quería que Adam volviera, pero a la vez su comentario me había dejado tan desconcertada que estaba pensando marcharme.

Decidí esperar que los hombres ausentes regresaran porque no quería peleas, ya estaba cansada de huir y sabía que Adam también de ceder. No tardaron mucho en volver, tomaron su lugar, se repartieron más cerveza mientras hablaban de su nueva aventura regresando al gato.

Adam me abrazó, pero no me hablaba, estaba muy metido en las pláticas de sus amigos. Me fui relajando en sus brazos, en cierta forma me sentía segura con él, recargando mi cabeza en su hombro todo era más ameno. Permanecí así un buen rato hasta que mi celular sonó, lo tenía dentro de la pretina de la falda gracias a su compacto tamaño.

—Oh, un mensaje de Aaron —susurré emocionada—. Me desea feliz navidad y dice que me extraña.

—¿Ah sí? —respondió Adam con una sonrisa.

Empecé a contestar a Aaron y terminando me di cuenta que Antonio me había enviado un mensaje preguntando como llegué y disculpándose. Le respondí con cierto recelo, le escribí que lo disculpaba, que todo estaba bien; también le agradecí por la buena cena. Envié el mensaje y volví a poner mi celular en donde mismo.

—Antonio me mandó mensaje para disculparse —avisé. Adam asintió, tomó un trago de cerveza, y luego me plantó un beso para nada tierno.

El sabor a alcohol y tabaco me causó una impresión negativa, sumando que estaba moviendo su lengua con más rapidez que otras veces, como si estuviera muy caliente. Me quité de forma disimulada porque estar besándonos frente a todos me era muy incómodo, más de esa forma apasionada y babosa.

—¿Qué? ¿Por qué te quitas? —inquirió con extrañeza.

—No está bien que no besemos frente a todos, nadie quiere ver eso —hablé en voz baja para que solo él escuchara.

—¡Eres mi novia, es normal que nos demos besos! —replicó levantando la voz. Negué con la cabeza, sentía que Adam intentaba provocarme para terminar peleando.

—Voy al baño —avisé.

Entré a la casa, las bocinas estaban en la sala y el bajo hacía que me retumbara el cuerpo completo. Me sentía tan fuera de lugar que incluso pisar daba una sensación extraña, como si yo fuese un robot. Mi mente estaba dispersa, actuaba por inercia.

Me lavé las manos antes de entrar, pues el lavamanos estaba fuera del baño. Me pasé casi un minuto enjabonando mientras intentaba descifrar porque Adam actuaba tan raro. Con el alcohol como respuesta me dirigí a hacer mis necesidades. Antes de salir revisé mi celular, no tenía nada nuevo; di un vistazo a mi ropa para asegurarme que todo estuviera en orden. Abrí la puerta, me encontré con Adam esperando a pocos centímetros.

—¡Nena! —saludó efusivo, luego se lanzó a abrazarme mientras me besaba igual que cuando estuvimos afuera.

Empezó a lamer mi cuello mientras intentaba meter su mano debajo de la falda. No me agradaba eso, estaba siendo muy directo en un momento tan inoportuno.

—¡Adam! —espeté empujándolo despacio.

—¿Qué? Eres mi novia, me gusta cómo te ves esta noche, te lo quiero hacer. —Puso sus manos en mi cintura mientras intentaba llevarme dentro del baño—. Hay que coger, súbete la falda y recargarte en la pared.

—No. Todos están afuera esper...

—¿Y? —interrumpió—. Es mi casa, eres mi novia, no estaríamos haciendo nada malo. Aparte, es excitante así, la adrenalina de ser descubiertos, que otras personas estén afuera...

—No. —Levanté mi mano para indicarle que guardara silencio—. Estás actuando muy raro, Adam, ¿qué te pasa?

—¿Qué me pasa? —repitió con seriedad. Me soltó con desagrado—. Nada. Quiero pasar.

Camino hasta el váter y empezó a orinar frente a mí, verlo así me molestaba. Salí del baño cerrando la puerta a mi espalda, me lavé las manos y mientras lo hacía Adam salió. Ninguno dijo nada, él usó el lavamanos después que yo. Mi celular sonó, era un mensaje de Antonio deseándome buenas noches, levanté la vista y Adam me estaba viendo fijo.

—¿Qué?

—Nada, ya me quiero dormir —masculló.

Caminó a la sala, desconectó las bocinas y avisó que ya se iba a meter. Todos empezaron a hablar al mismo tiempo, entre esas voces escuché a Jessica quejarse de que yo me había encelado y seguro por eso tenían que irse. Sentí mucha pena e ira, preferí quedarme en la cocina para no ver a nadie, dejé mi celular cerca de la estufa. Esperé que Adam terminara de despedirse y entrara a casa, apenas cruzó la puerta preguntó:

—¿Quieres cenar algo?

—No, ya cené.

—Entonces te llevo a tu casa —anunció tomando sus llaves.

—¿Hablas en serio? Que estupidez... De haber sabido que iba a ser una noche tan incómoda  me hubiera quedado en... —Estaba por decir que en mi casa, pero me interrumpió.

—Dilo: Te la hubieras pasado mejor con Antonio, ¿no?

—No es lo quería decir. Ni siquiera estaba pensando en él. ¿Qué diablos sucede contigo?

—¿No? Pero ahí estás enviándole mensajes. Conmigo no pasa nada, en absoluto, pero si tanto te molesto que no puedes ni besarme entonces lárgate.

—No me hables así —exigí aún teniendo en mente mantener la calma y no pelear.

—Perdón. Para que no te sientas tan ofendida, ten —soltó con tono de falso arrepentimiento. Aventó un par de billetes en la mesa, luego su celular—, tengo un par de números de taxis, pide uno y que la pases bien con tu San pendejo.

Se giró para irse a su habitación sin mirarme. El maldito ni siquiera se molestaba en alzar la voz, hasta parecía tranquilo, incluso seguía con cerveza en mano mientras yo me desmoronaba por dentro.

—¡Adam, no quiero irme a ningún lado. No me dejes hablando sola!

Lo seguí hasta su habitación, él estaba encendiendo la televisión. Seguía bebiendo y por supuesto ni me hablaba ni me volteaba a ver. Se quitó la camisa sin cuidado aventando un par de botones por al aire, luego la lanzó al suelo. Verlo así me desconcertaba, pero también me asustaba.

—Estabas tan bien sin drogarte. Mírate ahora, te estás portando como un imbécil.

—Pues no pienso cambiar y tampoco estás obligada a soportarme. Si tanto te molesta termina conmigo. —Se encogió de hombros sin verme, seguía cambiando los canales de la televisión pasando varias veces por los mismos.

—¿De eso se trata? ¿Intentas que termine contigo? Tan pocos huevos tienes que no puedes hacerlo tú. Eres un cobarde.

Él abrió la boca, pero no dijo nada, entonces decidí que tenía que irme. Salí de ahí con la mente destrozada y la moral arrastrando. El frío me hacía tiritar, la piel se me sentía tan erizada que me dolía, sentía que el viento me cortaba las piernas. Tenía las lágrimas acumuladas en los ojos y el nudo en la garganta me impedía emitir palabras.

Entré a casa, mamá tenía una reunión con sus amigos, todos se veían felices y eso me hacía enojar más. Saludé con la cabeza mientras me abrazaba a mi misma para intentar calmar el frío. Me metí a mi habitación, estaba tan desconcertada que repasaba la noche en mi cabeza de manera minuciosa para encontrar el error y enmendarlo si es eso era posible. Algunas lágrimas se me escaparon, pero cuando intenté sollozar empecé a tener arcadas; no podía llorar, me sentía incapaz de hacerlo y al tiempo sentía que lo necesitaba.

Tenía mucha rabia contenida, no sabía cómo sacarla. La desesperación empezó a sembrarse en mi cuerpo, sentía la necesidad de moverme, terminé dando vueltas por el pequeño espacio de mi habitación; Me quite la falda para ponerme una pijama cómoda, guardé todo con cuidado, me comí las uñas, me peiné el cabello y el tiempo parecía haberse detenido.

No soportaba más. Busqué una chamarra, unos tenis cómodos y salí de casa con la esperanza de encontrarme a Adam en el camino. Mi mamá intentó preguntarme a dónde iba, pero salí antes de que ella pudiera terminar su frase.

Avancé por la colonia, algunos hogares aún tenían festejos, bebían y cantaban, yo no tenía ánimos de estar en un lugar así. Me sentía muy decepcionada, pensaba que era culpa mía por no haber estado cuidando de mi novio durante la noche, luego pensaba que él ya era suficiente maduro para decidir solo. La conclusión fue que yo lo hostigaba tanto que a la primera oportunidad de evadirse, lo hizo. Me culpé a mi misma de las adicciones de Adam y me castigaba mentalmente por no ser capaz de entenderlo y ayudarlo.

Había dejado mi celular en casa de Adam, no tenía idea de que hora era, pero encontré el pretexto para ir a buscarlo. Seguía helando más que en las horas previas, cuando exhalaba se formaban pequeñas nubes de vapor debajo de mi nariz la cual estaba tan fría que me ardía. Llegué a mi destino, la reja seguía abierta así que entré hasta la cochera y toqué la puerta principal, Adam se asomó por la venta, me avisó que estaba abierto y que podía entrar a la casa.

Pasé no muy convencida, con mucha inseguridad y hasta algo de pánico. Todo dentro de la casa se veía igual, solo un olor a tabaco más fuerte me avisaba que ahí siguió habiendo actividad humana. Caminé despacio a la cocina donde recordaba haber dejado mi teléfono. En lo que recorría la cocineta con cuidado, Adam bajó dando tumbos, su torax estaba desnudo y sus ojos casi cerrados.

—Hola —saludó desde el umbral.

—Hola. Adam, quería decir que yo. —Tomé aire, los nervios empezaban a afectar mi voz—. Lamento haberte hecho enojar.

—Vamos arriba. Ya hasta olvidé porque estaba enojado —sonrió embobado.

—En realidad venía buscando mi teléfono. —Él levantó una ceja y soltó una sonrisa ácida. Mi respuesta lo había molestado.

—Está en mi cuarto —resopló dándose la vuelta y subiendo las escaleras.

Observé la mesa, el celular de Adam seguía ahí junto a su cartera. Empecé a hacer memoria y llegué a la conclusión de que yo no había subido al segundo piso con el teléfono. Me dirigí a la habitación de Adam esperando que mis sospechas fueran falsas. Lo encontré sentado en la orilla de la cama viendo infomerciales.

—¡¿Revisaste mi teléfono?! —lo encaré incrédula. Adam soltó una pequeña carcajada.

—No.

Se estiró en la cama y me entregó el aparatejo en la mano, luego volvió a la televisión. Clavé la vista en él, pero ni se inmutó. La piel de Adam empezaba a tener manchas rojas por el frío.

—¿No quieres un suéter? —le pregunté aún molesta. Me sentía muy confundida, pero temía pelear y que él reaccionara mal.

—No, nena. Estoy bien así, tengo calor —pronunció lento. Sonrió de manera perezosa.

—¿Estás muy ebrio o muy drogado? —cuestioné paseando la vista por la habitación.

—Un poco de ambas.

Sobre la cama de Adam había una repisa pequeña donde solía poner los controles de la televisión, sus blunts, hitters y canalas; Esa noche había varias latas de cerveza. Caminé hasta ahí para encontrarme tres pastillas sueltas y una a la mitad. Negué con la cabeza, sentí un nudo en el estómago y cosquilleo en los pies.

—No mames, Adam. Es eres un... —Inhale, tomé las pastillas y fui al baño dando zancadas.

Las arrojé al inodoro, el coraje me estaba generando ganas de vomitar. Contuve las arcadas respirando despacio, eso me ayudó a calmarme también. Salí del baño para encarar a Adam, él me esperaba en el mismo lugar.

—No te asustes, nena, solo son clona, además nomas me tomé un pedacito.

Clona. Clonazepam. Esas pastillas las había escuchado y visto cuando Aaron empezó a consumir.

—¿Por qué haces eso, Adam? —Mis palabras eran más reproche que preguntas. Él se quedó en silencio unos segundos.

—Te fuiste. Quería sentirme bien, así que se me hizo fácil. Está bien, todo está bien, todos estamos bien.

—Yo no estoy bien —aclaré. Agarré la cobija y la pasé sobre sus hombros.

—¿Yo te hago infeliz?

—No. Sí. No sé, odio verte así, me siento muy rara, todo esto es confuso.

Se movió para quitarse la cobija, más que nada era un acto para hacerme enojar. Me acerqué a él y me planté en medio de sus rodillas para arroparlo mejor.

—Estás muy helado.

—Pues dame calor con tu cuerpo —exigió tomándome de los muslos para que me sentara a horcajadas mientras buscaba mis labios con los suyos.

Puse las manos en los hombros de Adam y giré la cabeza. Ante mi negativa empezó a desabrocharme la chamarra.

—¡Basta! —Ordené deteniendo sus manos—. No tengo ganas de sexo ahora.

De su pecho salió un pesado suspiro, cerró los ojos y me apartó de su lado.

—¿Has pensado en que quieres para tu futuro? —preguntó de pronto.

—¿A qué viene eso?

—Tú quieres cambiar, Jeca, y yo no. Vamos a diferentes lados. Tengo mucho miedo. —Su voz se quebró.

—¿De qué hablas? Adam, mírame —pedí asustada. Me senté a un lado de él buscando sus ojos, no quiso mirarme.

—Jeca yo sé que me quieres y yo te quiero a ti. Pero tenemos diferentes formas de ver el mundo y en algún momento te vas a cansar de mí y me vas a dejar solo.

—Adam, yo no....

—¡No mientas! —Gritó haciéndome dar un respingo—. Todas las personas que me han dicho que se quedarían conmigo, se han ido y tú también te vas a ir.

Adam empezó a llorar, no entendía que sucedía, pero me sentía como una mierda. Por alguna razón la culpa se había sembrado en mi pecho al no poder asegurarle un para siempre. Abracé a Adam y lloré junto con él.

—No sé, Jeca, estoy tan confundido. Quiero verte mejor, quiero que regreses a estudiar, quiero que seas feliz. Pero no quiero que te vayas y sé que es la única forma de que logres lo quieres.

—Yo no me quiero ir. No quiero separarme de ti.

—Nunca debí enamorarme de ti, apenas empiezas a vivir. Cuando tú empieces a cambiar te darás cuenta que no me necesitas y me vas a dejar. Me haces pensar en el futuro, odio pensar en el futuro —declaró aún con la voz adormecida por la intoxicación y sumándole el llanto me costaba entenderle.

Tomé su rostro, no sabía qué decir, tenía que encontrar la manera de tranquilizarlo así que limpié sus lágrimas, luego lo besé con la máxima ternura que me fue posible. Él empezó a relajarse. De pronto me tomó del cuello, me mordió el labio inferior con tanta fuerza que me lastimó. Solté un quejido, pegó su frente con la mía y deslizó sus manos a mis hombros.

—Moriría de celos si te veo con otros y yo te dejé muy claro que no soy celoso; no lo era, Jeca y eso me aterra más porque no me reconozco.

—Pueden ser las drogas —dije intentando convencerme a mí misma.

—Puede ser que sí. Puede ser que no tanto.

Adam me abrazó con ternura, pero sus cambios de humor habían logrado darme miedo. Correspondí su gesto con tanta desconfianza que temí que se separara para discutir, pero no pasó, por el contrario sentía como su respiración se iba calmando. Se incorporó para verme a la cara, me acarició el rostro como si este fuera material frágil, luego acaricio mi cuello con la yema de los dedos siguiendo el recorrido con la vista.

—Te quiero, nena —soltó de pronto. Las emociones se habían estancado, no sabía ni que hacer.

—Yo a ti —respondí por inercia.

Me quitó la chamarra con cuidado y me pidió que me recostara con él en la cama. Me sentía vulnerada, frágil, aterrada, confundida y muy necesitada de amor; no me negué a su petición. Nos abrazamos, Adam paseaba sus dedos en mis brazos y espalda mientras me contaba su noche familiar. Su voz aún se arrastraba, empezaba a sonar más ronca y por dentro mi coraje recobraba una pequeña fuerza.

—Me regalaron. Es como de pato peludo.

—¿Pato peludo? —repetí regresando a la conversación. Fue una forma de intentar entender de qué hablaba.

—Sí, es amarillo y raro.

—Los patos no tienen pelo —negué con la cabeza, aún estaba dispersa y no supe si era sarcasmo o si de verdad Adam pensaba que los patos tenían pelo, tampoco estaba segura de que ese fuese el tema.

—Lo sé —soltó una carcajada—. Luego te lo enseño para que entiendas de qué hablo.

»Te veías muy bien hoy con tu falda y tus tacones. Me tenías muy excitado —recordó. Sonreí intimidada.

—Me dio frío, por eso me cambié.

—Te sigues viendo hermosa.

Me apretó contra su pecho y pude oír retumbar su corazón, ahí estaba el problema de todo. Cuando estábamos bien todo era perfecto, pero cuando estábamos mal terminábamos muy dañados. No había punto medio, porque preferiamos ceder antes de alejarnos. Necesitaba ese dolor para sentirme viva, necesitaba ese amor para no sentirme vacía.

Mientras yo estaba enajenada con mis pensamientos, Adam empezó a guiar sus manos hacía mi cadera, él quería sexo y no iba dormirse sin poder obtenerlo. Yo no me sentía de humor, pero lo dejé seguir tocándome porque tuve miedo de su posible reacción si volvía a rechazarlo. Clavé en mi mente la famosa frase "sexo de reconciliación" e intenté convencerme de que sería genial porque todos aseguraban eso.

No lo fue. El alcohol y las pastillas le dieron a Adam un efecto retardante, él no podía alcanzar el clímax y aunque se puede llegar a creer que el acto sexual alargado es increíble, no lo fue.

Después de tres orgasmos, mucha saliva y algunos cambios de posición, yo estaba tan cansada y sensible que no quería seguir, pero Adam estaba frustrado por no poder venirse. Me pedía que no me cansara, que siguiera y mezclaba todo con insultos, él quería que yo sobreactuara mi placer cosa que obedecí con tal de acabar con esa patética noche.

Ambos habíamos dejado de disfrutar aquello, en lugar de unirnos más solo estábamos deseando que Adam eyaculara para poder separarnos. Y así fue, apenas logró correrse, me quité de su lado, él arrojó el condón al piso con más coraje que emoción. Me dio un beso en el hombro, se dio la vuelta a la par que me deseaba buenas noches. La sensación de ser usada se unió a los otros sentimientos mezclados.

Desperté casi a mediodía, Adam seguía profundamente dormido. Tomé mis cosas y fui a bañarme en mi casa. Apenas entré encontré prendas tiradas, no quería imaginarme cómo había terminado la noche de mamá, pero supuse que muy similar a la mía.

Me duché, recalenté algunos tamales que encontré en el refrigerador y me quedé dormida en mi cama. Iban a ser las tres de la tarde cuando Adam me marcó.

—Nena, ¿te desperté? —Respondí con un sonido—. Lo siento. Me levanté y encontré tu chamarra en el suelo, así que doy por hecho que estuviste aquí.

—Sí, me regresé temprano.

—Qué alivio. Jeca, no recuerdo nada de ayer, estaba asustándome.

Pues así de mal acabó la noche. Espero que haya sido incómodo para ustedes también.

El lado B de Adam se vuelve hacer presente y esto puede marcar un antes y después en la relación... o puede ser otro incidente más, ¿qué piensan ustedes?

Capítulo dedicado a la bb JuliethDiaz5 que cumple años el 13. Pasen a felicitarla ese día, es super linda ♡

Nos estaremos leyendo hasta la próxima semana. Tengo que preparar el capítulo y nomas no me puse en ello :(

Gracias por tantas lecturas, votos y comentarios en una semana. Superamos las 40k vistas, pensé que esta novela moriría ignorada. ♡ Gracias por el apoyo.

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