31) Cautivar

Adam:
Después de esa maravillosa noche de sexo y otro encuentro en la madrugada para desquitarme por las ganas reprimidas, desperté sintiéndome muy bien; la gripe estaba casi curada por completo y mi humor estaba tan relajado que no paraba de sonreír. ¿Era yo o hasta la gente en la calle parecía más feliz?

Pasaron unos días llenos de trabajo, navidad estaba a un par de semanas y las personas que iban de compras a la plaza donde trabaja se detenían a comer algo. Estábamos llenos de clientes, no me quejaba, mi propina era muy buena. Mi hermana me llamó, pero no pude responder sino hasta mi hora de comida

—¿Qué hay Eliana?

—Quedaste en llamar para avisar si pasarías navidad con nosotros, Adam...

—Estaba seguro que le avise a mamá que sí... Sí, iré con ustedes.

—Mamá es una, yo otra. Debiste decirme a mí también. Esteban quiere que hagamos un intercambio de regalos, ¿qué piensas tú?

—Que es una estupidez... Pero vamos, estoy seguro que soy el único que falta de saber a quién le va a regalar, ¿verdad?

—Exacto —admitió con un canturreó que no había escuchado desde hace mucho—. Te tocó Ana Paula. Debe ser un regalo no mayor a doscientos pesos; intenta no darle dulces, el azúcar la altera. Es talla ocho de ropa, ocho años; le gusta el morado, las princesas y los animales, pero no puede tener mascotas. ¿Tienes en que venir en navidad?

—No sé. Estoy agobiado, me acabas de dar una mucha información que no he procesado, ¿talla qué? ¿Cuántos años tiene Ana Paula? ¿No tenía seis?

—No Adam, tiene siete, pero está alta. Mira, da igual es solo una regalo para una niña. Avísame cuando estés en casa unos días antes de Navidad, te llevaré el auto de Fernando para que hagas las compras que necesites y para que vayas a vernos, sin fallas, Adam.

—Dios, tantas cosas en pocos segundos. Sí Eliana, sin fallas, ahora déjame intentar recordar todo —colgué confundido, empezaba a estresarme y no quería eso.

En la noche le mandé mensaje a Jeca para que fuera a mi casa, quería contarle mi plan para navidad y también quería fornicar como conejos  aunque no nos veíamos tan tiernos como ellos.

Cuando llegué a casa, ella ya estaba ahí, había preparado incluso algo para cenar lo cual me puso nervioso, quería correr, no lo niego. La tensión fue peor cuando empezamos a hablar de nuestro día mientras cenábamos. Estaba ansioso, estaba con ella de una forma que no se sentía bien, era una imagen mental como de estar casados. Intenté relajarme pensando que sería solo esa ocasión y recordando que si no se lo hubiera pedido, ella no estuviera en mi casa.

—¿Qué harás en noche buena? —pregunté, de pronto. Ni siquiera el tema iba acorde con lo que ella estaba hablando. Me sentía tan nervioso que mi voz salió más aguda.

—Nada, trabajaré hasta las once de la noche y de ahí a casa a dormir. ¿Y tú? ¿Te sientes bien, Adam?

—Sí —respondí inmediatamente—. Mi hermana me invitó a su casa el veinticuatro, descansaré el veinticinco. ¿Quieres ir?

—No, yo estoy bien, no me sentiría cómoda ahí. Gracias por la invitación. —Se hizo un silencio incómodo, no sabía qué decir para romper esa tensión que se sentía, ¿o el tenso era yo?

—La comida te quedó muy rica —añadí con una sonrisa, el rostro de Jeca se iluminó.

—Gracias, es la segunda que vez que la hago, tenía miedo de que no te gustara —celebró.

De nuevo me sentí presionado, era como una escena de telenovela barata. La pareja feliz recién casada, cenando juntos, pasando una velada perfecta para cerrar la noche haciendo el amor, ¿cómo podría huir? ¿Cómo podía arruinar el momento perfecto? Tenía que hacerlo, era demasiado.

—Adam, tengo que confesarte algo —soltó Jeca sin mirarme a la cara, sentí como si mis pulmones hubiesen sido tomados por una fuerza extraña. Sudé frío y pensé muchas cosas malas.

—¿Qué pasa, nena? —pregunté intentando esbozar mi mejor sonrisa, Jeca jugó con el tenedor mientras pensaba cómo empezar.

—Pues, ahora que trabajo en el ciber he estado conectada mucho a redes sociales y. —Se aclaró la garganta—. Antonio me contactó.

—Aah —mascullé. No pude seguir esbozando la misma sonrisa, esperaba malas noticias, me preparaba para lo peor.

—No, no es lo que piensas. Él sabe que tengo algo contigo; es solo un amigo, no hay de qué preocuparse. Sucede que me invitó a cenar con su familia el veinticuatro de diciembre; estarán sus padres, su hermano, hasta su perro. Solo quería que lo supieras. —No podía evitar sentir coraje, quería reclamar muchas cosas—. ¿No me vas decir nada?

—¿Qué quieres que te diga? No eres niña, no eres mi hija para darte permiso. Puedes hacer lo que quieras, confió en ti, pero hay algo que me molesta... dos cosas que me molestan mucho: ¿Le dijiste que tenemos algo? ¿Qué es algo? ¿Cómo te sentirías si te presento así: Ella es Jeca, es mi "algo"? Me parece una estupidez que a estas alturas no tengas nada claro.  

»Lo otro es que tú te enojabas porque yo hablaba con Jessica, te molestaba no el hecho de que habláramos o que ella viniera a verme, te enojabas porque habíamos tenido "algo", ¿no es así? —Jeca asintió, pero en su cara ya se notaba el coraje—. Ahora tú vas a pasar la noche con tu ex novio oficial, y no solo fue tu novio, también tuviste sexo con él...

—Es diferente, Adam —me interrumpió.

—No, no es diferente. Que lo hayas disfrutado o no, no tiene nada de distinto, sexo es sexo. No me preocupa porque sé que yo te he dado más placer en una hora que él en todo el tiempo que estuvieron juntos, pero deberías darte cuenta que lo haces se llama hipocresía, aunque te enojes, aunque me veas...  aunque te vayas —concluí en voz baja antes de que ella saliera dando un azotón de puerta.

»Bueno, por lo menos encontré la manera de arruinar las cosas esta noche y sin hacer nada —dije en voz alta para mí.

Esperé unos minutos a que ella entrara de nuevo o intentara quitar el candado de la reja de afuera, al ver que nada sucedió tomé un suéter y salí para encontrarla llorando afuera de mi casa. Le puse suéter sobre los hombros, estaba haciendo mucho frío, era de madrugada. Me senté a su lado en la silla verde.

—¿Quieres ir adentro o quieres que te lleve tu casa? —Jeca se encogió de hombros.

—¿Podrías abrir la puerta? No hace falta que me acompañes. ¿Confías en mí, no? —La última pregunta fue lanzada con toque de amargura y sarcasmo.

—En ti sí, en los demás no. No te dejaré sola, es la hora en que algunos salen a asaltar o ve a saber tú que hacen. Jeca, solo quiero que entiendas que si puedo evitar que te pase algo malo, lo haré, sin importar qué.

—¿Por qué me defiendes tanto si te hago daño siempre? —cuestionó intentando no soltar más lágrimas. Me agaché para verla a los ojos, tomé su mano:

—Porque me importas, porque entiendo que piensas diferente de mí y lo asumo. Tienes un carácter terrible, pero aún así me encantas, aunque seas tan necia, aunque tenga miedo, aunque a veces quiera correr y dejarte sola, al final solo quiero estar contigo.

—¿Por qué, Adam? ¿Por qué no puedes ofenderme, decirme cosas crueles, dejarme sola? —Entonces la solté, froté mi cabeza con exasperación.

—Puta madre, Jeca ¿en serio quieres eso? ¿Quieres que trate mal? ¿No es suficiente con tu tortura mental?

—No. Quiero que te desquites, no quiero que me odies, pero tampoco que te tragues el coraje y sonrías para estar bien, quiero que seas justo.

—¿Entonces no es justo decirte que me importas? Es que no sé, de verdad eres todo un reto.

—Si sigues callándote te vas a cansar muy pronto.

—Jeca, no tengo quince años. Ya pasé por todo lo que estás pasando, solo me queda ser paciente. ¿De qué sirve que te diga cosas de las que ya estás consciente?

»Claro que me canso de las peleas, pero no por eso me voy a rendir. Yo quiero de forma altruista, no te pido nada porque todo se va dando poco a poco. Las peleas son menos cada vez y bueno, el sexo ya se dio, solo hay que dejar que lo demás fluya, pero para eso necesitamos que tú empieces a entender tu importancia, que lo hagas por ti. Eres muy valiosa, nena y... —me interrumpió.

—Voy paso a paso, Adam. No puedo cambiar de la noche a la mañana. Estoy cambiando por ti, y sé que me dirás que eso está mal, qué debería hacerlo por mi propio pie, pero yo no veo nada de malo en aferrarme a alguien para apoyarme a cambiar para bien, porque seguramente unos meses atrás pudiera haberme pasado una semana entera sin moverme de la cama solo por lo poco que me importaba mi persona.

»Gracias por tenerme paciencia. Tú no sabes lo que significas para mí. Por eso quiero que me digas lo que sientes, lo que piensas, no quiero que te calles nada, necesito saber de ti, necesito siempre estar pendiente de ti. Eres lo que necesito, Adam —concluyó viéndome a los ojos.

Jeca dependía de mí, como yo de ella. Había un problema muy grande en eso, pero no quise advertirlo. Solo tomé lugar a su lado, me acerqué a sus labios para besarla, porque mientras su lengua danzaba con la mía y la respiración se volvía más pesada, yo sentía que era normal que dos personas se necesitaran así. Pero a veces los vacíos no se cubren con otra persona y menos si esa persona está tan vacía como tú.

Jeca:

Sabía que no tenía que molestarme porque Adam me dijera la verdad, era una hipócrita aunque me doliera, pero mi misma mentalidad me hacía huir de las verdades para poder seguir victimizándome. No entendía por qué lo hacía, actuaba como estúpida y me arrepentía tan rápido que regresar a pedir perdón solo me hacía ver peor.

Ahí estaba yo, llorando como mocosa, sintiéndome la peor persona del mundo por ser tan doble moral y no reconocerlo. Sentado a junto a mí, Adam siendo perfecto, diciéndome que solo quiere estar conmigo a pesar de todo, con su estúpida sonrisa tranquila y sus manos tibias sobre las mías.

—Vamos adentro, nena —pidió poniéndose de pie—. Hace frío.

Caminé tras a él, apenas entramos pude sentir el cambio de temperatura. Adam me hizo una señal con la mano pidiéndome que lo esperara un momento. Subió a la habitación, me senté en el sillón a esperar hasta que él regresó con una pipa lista para ponerse a fumar. Abrió la puerta del patio, me volteó a ver, me mostró el artefacto y el encendedor para avisarme que iba a dar unas caladas. Asentí recargando mi cabeza en mi mano.

Adam fumaba de forma tranquila, yo lo observaba, su abdomen ya no era plano, ni sus costillas se notaban tanto. Se veía más sano. Él no me decía nada, pero su negocio de venta de drogas había parado de forma gradual. Ya nadie lo buscaba porque trabajaba todo el día, además él y pato se habían dejado de hablar; alguna vez entre pláticas, Adam me llegó a contar que Pato tenía grandes influencias entre los proveedores.

Me sentía bien a su lado, demasiado bien y ver su mejoría era algo de estar orgullosa.

Esperé a que el hombre terminara de fumar. La sala se había llenado del característico aroma de la marihuana, que a decir verdad me desagradaba. Adam caminó hasta donde yo, estaba relajado y aletargado. Se sentó a mi lado, comenzamos a besarnos, aunque el sabor no era nada agradable, sus besos me encantaban. Lentos, apasionados y de vez en vez me dejaba algunas mordidas que lograban excitarme.

Nos separamos, recargó su cabeza en mi hombro.

—Adam, lamento haber arruinado la cena con mi ataque de histeria... Tienes razón, no es correcto lo que estoy haciendo. Cuando esté trabajando voy a contactar a Antonio para cancelar.

—No, nena. No hace falta que canceles, digo no sé, no me encanta la idea, pero no quiero que estés sola y la verdad no quiero que vayas a conocer a mi familia. Prefiero primero que conozcas a mi mamá y Esteban, luego a Eliana, pero a ella cuando esté sola porque está loca.

—¿Por qué lo dices? —pregunté con curiosidad.

—Eliana no tiene filtro, dice las cosas tal cual lo piensa y aunque fue muy aplicada en la escuela, pues tiene barrio... —mencionó encogiendo los hombros.

—¿O sea que me hará sentir incómoda?

—Muy probable. Pero eso no es lo que me apura. Sucede que hace muchos años estaba saliendo con una chica, yo quería coger y se la presenté a mi familia para que las cosas que dieran más rápido —admitió apenado, pero muy sonriente por estar drogado—. No supe qué pasó, fui a la cocina por agua y me quedé platicando con mi mamá hasta que escuchamos gritos. Eliana literalmente estaba arrastrando a la tipa esa por el piso.

»No cogí, la mujer nunca me volvió a hablar y cada vez que mi hermana sabe que salgo con alguien o que le dicen que me vieron con alguien, ella responde: "A Adam solo le gustan las putas". No quiero que te diga eso de frente, sería terrible. Maldita Eliana, está loca, ya me acordé porque no le hablo —concluyó con una carcajada. Sus palabras lejos de darme risa me daban miedo.

—¿Por qué me dices todo eso? Ahora le tengo miedo a tu hermana —reclamé acongojada.

—No sé, estoy drogado y me acordé.

Negué con la cabeza disconforme con lo dicho y la actitud de Adam. Él recargó su cabeza en mis piernas y dejó caer las suyas por el borde del sillón quedando acostado. Por un momento largo me limité a acariciar el cuello del hombre a mi regazo, había tanto silencio que llegué a pensar que se había dormido.

—Jeca —soltó de pronto haciéndome dar un respingo.


¿Qué tal están? Espero que todo bien por allá y que por supuesto sigan disfrutando de esta novela.

¿Teorías sobre que sucederá, comentarios sobre el contenido general, odio hacia los personajes? Aquí jajajaa

Si les gustó la primera parte no olviden votar y comentar, por favor, que amo leerlos. 💊

Y bueno, una pregunta que me encantaría se tomaran un segundo en responder:

¿Qué final creen que tendrá esta historia y que final les gustaría a ustedes?

Nos estaremos leyendo pronto. La siguiente parte la subiré creo que el viernes.

Y no

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