30) Trascender P.2
Este capítulo contiene sexo explícito, sé que a muchos no les desagrada la idea, pero si hay alguna persona que por casualidad no guste de este tipo de lectura: Antes de la escena sexual encontrarán este emoji/simbolo/ajá (🔞) y también al final. Así pueden seguir leyendo sin problemas e incomodidades, pero debo advertir que no es solo sexo; también contiene pensamientos de Jeca sobre sí misma y Adam. Sin más, espero que lo disfruten, pues lo escribí buscando que más de uno se identifique y sobre todo intentando hacerlo lo más realista posible.
Jeca
Saliendo del trabajo fui a casa Adam con la llave de repuesto, me imaginaba que quizá él estaría con alguien. Entendía que estaba haciendo algo terrible, pero ya me había hartado de pensar y quería estar segura por mí misma. La vergüenza que me llevé no fue comparada con el golpe mental al darme cuenta que él de verdad estaba enfermo.
Llegó después que yo, entró directo al baño a limpiarse la nariz y salió despreocupado, de ahí iba a su habitación, cuando le hablé frenó de golpe, dio un respingo y por su cara podría jurar que cualquier molestia por la gripe desapareció.
—Jeca, ¿qué haces aquí? Es muy tarde. Me diste un susto, ya te iba a golpear.
—Perdón, quería saber cómo estabas.
—Me hubieras marcado... Estoy enfermo, solo quiero ir a acostarme. Tengo mocos, tengo dolor, me lloran los ojos, me siento mal, no tengo abrazos, nadie me da amor —enumeró acercándose para que lo abrazara. Me hizo sentir mucha ternura y tristeza verlo así—. No quiero que te contagies.
—No me importa, sirve así contagio a Marco y se aleja de mí —pronuncié sin dejar de abrazarlo.
—¿Te acosa?
—A veces.
—¿Quieres que le dé un susto?
—No hace falta, hasta ahora solo han sido chistes de doble sentido. Ya le dije que si se atreve si quiera acercarse sin motivos laborales le ibas a partir la cara.
—Y lo haré. Tú eres mi nena —aseguró en tono mimoso mientras acomodaba su cabeza en mi cuello.
—Ve a dormir —pedí—. Y ten tus llaves, no sé porque las conservo aún —admití sacando el juego de la bolsa de mi pantalón.
—Quedátelas, por si algún día necesito un repuesto—. No sacó la cabeza de su escondite, pero su voz se advertía más seria. Adam sabía que no había motivo para que yo haya entrado a su casa así. Supongo que prefirió creer que lo hice sin malas intenciones.
—¿Te acompaño a casa? —preguntó viéndome a la cara y acariciando mi cabello.
—No, debes descansar, estaré bien. Te avisaré cuando llegue.
—¿Estás loca? No te dejaré irte sola. Te quedas o te llevo, no hay más.
—¿Puedo quedarme? —Me miró extrañado.
—Eso no se pregunta. Vamos a arriba, necesito tomar mi medicina porque ya me harte de estar mocoso —sonrió sorbiendo por la nariz. Yo puse cara de asco.
Subimos a su habitación, Adam sacó un cofre de madera como de unos cincuenta centímetros; al abrirlo dejó al descubierto múltiples cajas de medicamentos.
—¿Y eso? —inquirí acercándome.
—Mmh, fueron del desliz del asalto a la farmacia —respondió incómodo, yo asentí, recordar eso no me gustaba—. Estoy buscando a ver si hay antigripales, me acordé que dejé mis últimas pastillas en el trabajo.
—Te ayudo a buscar, ve a darte un baño —ordené metiéndome entre él y el cofre. Adam no dijo nada, pero clavó la vista unos segundos sobre mí poniéndome nerviosa.
—¿Por qué me ves así?
—Nomás. Ya vengo. Las pastillas que busco son las del anuncio que dan a cada rato, aquellas anaranjadas de nombre chistoso —aclaró dándose la vuelta. Su actuar me contrarió, pero su breve explicación me fue de mucha ayuda.
Mientras se duchaba metí la mano al cofre, pero entre tantas cajas me desesperé y terminé volcando todo en la cama para organizar aquel robado botiquín. De pronto sentí un escalofrío en la espalda, las manos me temblaron y hasta mi temperatura corporal cambió de golpe; en mis manos tenía las Fortuaninas.
Me mojé los labios con nerviosismo, respirar se me dificultaba, un extraño sentimiento se adentró en mi tórax, ¿miedo? ¿Tristeza? ¿Infelicidad? ¿Sorpresa? ¿Gratitud? De todo un poco. Podía guardarlas o dejarlas donde estaban, aunque a juzgar por la actitud de Adam, aquello no era casualidad sino una prueba.
¿Qué quería yo? No lo sabía todavía, pero morir ya no me parecía tan viable. Había días buenos y días malos, por fortuna los primeros estaban más presentes porque tenía un trabajo que me mantenía ocupada, un novio que me apoyaba y las peleas con mi madre eran inexistentes, como nuestra relación familiar.
Por curiosidad revisé el contenido de la caja, le faltaban las tres que Adam me había regalado. Cerré los ojos y con mucho temor por estar errando, puse la caja dentro del cofre y le añadí un par de medicamentos más encima, como si enterrara con ellos los malos recuerdos.
Acomodé el resto de las pastillas y me quedé de pie viendo el pequeño baúl hasta que Adam me sacó de mi burbuja mental para meterme en otra.
—¿Qué haces? —preguntó apenas cubierto con la toalla en la cintura.
—Yo... buscaba antigripales... Te ves bien así —solté sonriendo, intentando desviar su atención.
—Tú te ves mejor sin ropa que yo... ¿Los encontraste?
—¿Ahh? ¿Hablas de las pastillas? No. No, hay muchas cosas aquí, quizá no revisé bien —parloteé, me apresuré a abrir de nuevo el cofre, pero Adam me detuvo con gentileza.
—Yo las busco. Quedó agua caliente en la regadera, si quieres bañarte... digo, para que puedas levantarte tarde mañana, ¿vas a trabajar?
—Sí. Igual sí quiero bañarme, estar tanto sentada me hace sudar la espalda —expliqué confundida.
Entré al baño y me puse a verlo con cuidado, quizá por los nervios o quizá para no pensar en nada más. Era amplio, cubierto de azulejos blancos que se encontraban limpios a comparación de cuando entré por primera vez. Había un mueble con papel higiénico, rastrillos, pastas dentales, jabones y crema corporal. Era todo muy común, taza de baño azul a juego con la cortina y el lavamos; un espejo cuadrado sobre este.
Caminé aún nerviosa, iba muy dispersa. Me metí a bañar, el agua me ayudó a relajarme un poco. Me era raro estar así con él, como si viviéramos juntos y aunque habíamos dormido en la misma cama, esa noche iba a ser diferente.
La intimidad con Adam se me estaba complicando por mis inseguridades, pero esas mismas me obligaban a ser más abierta por el miedo a que él se cansara. Si había tomado la decisión de pasar la noche juntos, era porque lo sentía necesario a esas alturas, pues la paciencia de Adam podría quebrarse en cualquier momento y tenía que empezar a ceder, además confiaba en él, me había demostrado que sabía lo que hacía y que iba a cuidarme. Tenía que confiar en mí.
Unos golpes en la puerta me sacaron de mi meditación:
—Jeca, te dejé ropa y una toalla limpia aquí a un lado de la puerta. Voy a acostarme, ya me siento mejor —anunció él.
—Gracias. Salgo en un momento.
Respiré profundo. Me quedé unos minutos más bajo el agua hasta sentir que mis miedos se iban con ella. Si iba a tener sexo, tenía que estar segura porque de otra forma me sentiría tan basura como cuando lo hice con Frank por no saber decir no. De igual manera sabía que Adam no era como los demás y que si en algún momento me sentía incómoda podía parar para hacérselo saber, él me haría caso por más excitado que estuviera.
Salí con cuidado, abrí la puerta y recogí la ropa rápido para empezar a vestirme. Ahí mismo me peine, usé la crema corporal que estaba en el estante, luego salí con calma porque todo estaba oscuro y callado.
Adam estaba en la cama, parecía estar dormido; la cortina de la ventana estaba corrida y la luz que se colaba me permitía verlo: Sus delgados brazos, sus clavículas bien marcadas, sus rasgos masculinos en la cara y sus mejillas que se veían más grandes. Él seguía ganando peso, señal de que se drogaba menos, poco a poco íbamos saliendo de nuestros problemas juntos. Me acerqué a la cama para acostarme junto a él, me sentía tranquila de estar ahí, había algo en Adam que me atraía a sobremanera y tenía esa actitud despreocupada que me aseguraba que todo estaría bien esa noche.
—Nena, ¿qué tal el baño? —me preguntó acomodándose para que pudiera acostarme.
Apenas entré en la cama sentí su cuerpo pegándose a mi espalda
—Bien. ¿Y tú gripe?
—Me siento mejor. Ya no hay mocos, mira. —Sorbió por la nariz, me reí por su demostración asquerosa.
—Me gusta tu despreocupación, me hace sentir tranquila. No hablo de este momento solamente sino de siempre —confesé. Él respondió dándome un beso en el hombro, luego pasó a besarme el cuello, mientras acariciaba mi cadera. Empezaba a excitarse, me gustaba, pero al mismo tiempo me cohibía.
—¿Quieres que pare? Puedo darme la vuelta y dormir. Estoy empezando a acostumbrarme a quedarme con las ganas, el dolor de huevos empieza a resultar placentero —soltó una risa nerviosa, al parecer decía la verdad.
—No es eso, solo quiero cerrar la cortina.
—Que amargada, nena. Hazlo. —Me empujó levemente del brazo para que me diera prisa y una vez estuvo todo en total oscuridad, me acosté quedando de frente
—¿Qué pasa, nena? —cuestionó acariciando mi cara con tranquilidad.
—Adam, tengo miedo.
—¿De mí?
—No. De nosotros, tengo miedo de que las cosas no resulten. Me gustas mucho y no puedo evitar pensar de cierta forma cuando se trata de ti, sé que es tonto pero...
—No es tonto —interrumpió—. Yo también tengo miedo, ¿sabes? No solo tengo miedo de nosotros, tengo miedo de ti. Siempre estoy asustado ante la idea de perderte, pero aún más me aterra tenerte y hacerte daño, no poder protegerte, no cumplir con mi promesa de ayudarte. Jeca, te quiero más de lo que imaginas y hasta yo me sorprendo, soy tan malo controlando las emociones, pero cuando estoy contigo todo parece ir perfecto. Crees que estoy despreocupado, pero al contrario de eso, siempre estoy alerta, siempre estoy pensando en cosas que me causan ansiedad y miedo. Dentro de mí todo es negativo hasta que apareces. No me importa, nada me importa realmente excepto tú y eso me aterra como no tienes una maldita idea.
Acaricié el rostro de Adam, pasé una mano hasta su pecho para sentir cómo su corazón latía de forma acelerada. Así era cuando estábamos juntos. Volvió a besarme, con calma, con ternura, hundió su cara en mi cuello y respiró en el erizando mi piel.
—Me gustas, Adam, te quiero. Te quiero solo para mí, tú eres mi razón, tú eres todo...
🔞
Adam se incorporó, pensé que diría algo, en cambio se posó sobre mí y sin siquiera hablar metió su mano bajo mi blusa; me la quitó de un solo movimiento. Empezó a besarme desde el cuello, bajó a las clavículas, hundió su cara entre mis pechos y lamió mis pezones sin una pizca de pudor; no podía hacer más que aferrar mi manos en su cabeza e intentar respirar, me faltaba mucho el aire, empezaba a sentirme muy acalorada. No eran sensaciones nuevas, ya habíamos hecho eso antes, él sabía que me gustaba.
Pellizcó uno de mis pezones dejándome una sensación de placer y dolor, luego metió su mano dentro del boxer que me había prestado. Era rápido, era hábil, me estaba haciendo sudar con solo usar su lengua en mis pechos.
—Adam, ¿condones? —lo detuve con la respiración entrecortada.
—A un lado de ti —señaló mientras quitaba la única prenda de ropa que quedaba en nuestros cuerpos. Se posó entre mis piernas, pero no como yo pensaba, él puso literalmente su cara entre mis piernas.
—No... Yo .... —intenté quitarlo apresurada, de pronto regresó la inseguridad. Detuve su cabeza con mis manos, no podía verlo bien por la falta de luz, pero empezaba a distinguir mejor.
—Tú disfruta, relájate, será algo bueno. Déjame hacerlo unos minutos, si notas que no te gusta nada, me dices y ya no lo vuelvo a intentar —propuso.
Suspiré, lo pensé unos segundos. Acepté avergonzada, en el fondo sí lo deseaba porque aunque me daba pena, el sexo oral era una práctica que había realizado en otras ocasiones con otra persona.
Me dejé caer sobre mi espalda, Adam entrecruzó las manos conmigo mientras mordía mis muslos con calma, luego pasaba la lengua en donde había dejado mordidas haciendo que las sensaciones contrastaran de una forma que resultaba más fácil sentirme cómoda con lo que sucedía. Su lengua fue ascendiendo de forma casi tortuosa y me sacó algunas risas por las cosquillas que provocaba, a lo que él respondía riendo también.
Lamió mi sexo, recorriendo despacio con su lengua, mientras introducía un par de dedos. Nuevamente quise pedirle que se detuviera porque empecé a temer al no estar depilada por completo, aunque no era muy largo el vello me dio pena. Me quise incorporar, pero Adam solo abrió más mis piernas sin despegar su lengua de mi clítoris, luego me dio un par de palmadas en el los muslos en señal de que debía relajarme. Volví a tumbarme, esa vez con los ojos cerrados para alejar cualquier pensamiento que arruinara el momento. Él conocía mi cuerpo, me había tocado antes y nunca mencionó sentir desagrado por algo físico en mí, así como yo tampoco en él. Era hora de darle un descanso a mis prejuicios.
Concluí en disfrutar lo que Adam hacía para mí y como lo hacía. Aumentaba el ritmo de los movimientos, tanto de sus dedos como de la lengua. Una ola de calor y placer iba recorriendo mi cuerpo, estaba empapada, quería ser discreta, pero no podía más. Me aferré a las sábanas justo cuando pensé que no podía sentir nada mejor; un efecto indescriptible aumentó desde el clítoris y se concentró en mi abdomen, puse mis manos sobre la cabeza de Adam por inercia, no quería que parara, mis pies se curvaron sobre su espalda. Cerré los ojos y disfruté del orgasmo, es posible que haya soltado un par de gemidos, pero estaba tan concentrada en mí que no le de importancia.
Hubo un par de besos en mis muslos, yo seguía con los ojos cerrados intentando respirar. Sentí que Adam se quitaba de entre mis piernas, luego su movimiento sobre la cama. Escuché el empaque de preservativos abrirse, cuando quise darme cuenta él estaba sobre a mí, iba a besarme y la idea de probarme a mí misma no me agradaba. Intenté quitar la cara, Adam me tomó del rostro sin cuidado, me plantó un beso lleno de libido mientras se ponía el preservativo.
—Sabes rico, no sé porque te da asco —saboreó haciendo sonidos que me hicieron reír mientras se acomodaba para entrar—. Intentaré ser cuidadoso si así lo quieres.
—No, no quiero que intentes ser tierno, quiero que seas tú: Despreocupado, caliente, raro, luego de esto podremos volver a ser tiernos —aclaré acariciando su rostro.
Adam sonrió, se posó entre mis piernas y sin decir más solo entró. Sentí que me sonrojaba, la cara me ardía. Me aferré a su espalda mientras él empezaba a tomar el ritmo deseado sobre mí.
—Tú-me-encantas —susurró entre embestidas.
Se detuvo para poner mis piernas sobre sus hombros haciendo que la penetración se sintiera más profunda y eso me gustaba mucho. Eran emociones que empezaba a creer nunca volvería a experimentar. De la boca de Adam solo salían frases sucias que me hacían sentir rara, me agradaban aunque me cohibían.
—Jeca, estás empapada y se siente muy rico. Ponte en cuatro, quiero venirme —ordenó soltando mis piernas y retrocediendo un poco.
Le obedecí aunque de forma lenta, estaba entorpecida por las sensaciones. Una vez estuve sobre mis rodillas volví a sentir como Adam me penetraba, pero por la posición se percibía mucho más adentro y sus embestidas eran más fuertes tras cada segundo. En ocasiones notaba que me gustaba demasiado y a ratos me incomodaba. No era que su pene fuese muy grande, era bastante promedio, pero estaba usando mucha fuerza.
Hombros, cintura, pechos, muslos, nalgas, las manos de Adam no dejaron de recorrerme hasta que estuvo a punto de alcanzar el clímax. Se aferró a mi cadera, sentía su pelvis chocar contra mí produciendo un sonido muy peculiar y excitante. Contuvo la respiración conforme se venía, luego soltó un par de quejidos roncos antes de detenerse por completo y tumbarse a mi lado.
🔞
Arrojó el condón usado al piso, yo me acomodé un poco adolorida. Nos abrazamos, para tener una plática muy breve sobre el temblor de las rodillas que nos aquejaba. Hubo algunos besos entre maldiciones y risas. Me sentía un poco apenada por lo sucedido, sabía que verlo a la cara al despertar me pondría nerviosa, pero estaba bien, sería algo que se pasaría rápido y además nuestra relación sería más fuerte porque era algo real, no cosa de una noche.
—No hay más que hablar, estamos intentando estar bien juntos y estar bien con nosotros mismos. Hoy fue un muy buen día, hay que dormir y seguir intentando —declaró Adam, luego depositó un beso en mi frente con ternura—. Nunca había esperado tanto para tener sexo, valió la pena, pero será mejor, cada vez será mejor.
Espero que haya valido la pena la espera y por supuesto, que hayan disfrutado del contenido en general.
Ahora, ¿qué esperan/piensan que sucederá entre ellos ya que dieron este paso?
Dejen sus teorías, estrellas, comentarios en general que amo leerlos ♡
Capítulo dedicado a VioletaPeaJuarez que le prometí esta dedicatoria desde hace mucho tiempo atrás como agradecimiento a su apoyo ♡
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