30) Trascender P.1

Adam

Después de la rabieta de Jeca y de que Jessica se fue de casa, no habíamos vuelto a hablar, ni siquiera en el trabajo. Me sentía mal por estar así de alejado, fuimos amigos mucho tiempo y aunque ella algunas veces de distanciaba por algún novio que no estuviera de acuerdo con nuestra amistad, yo no había hecho lo mismo. Presumía de saber ser un buen amigo, pero la realidad me dio un golpe: No supe amar sin depender.

Pasó un mes relativamente tranquilo en donde la relación prosperó mejor gracias a que Jeca estaba trabajando y podía mantener su mente ocupada. Su ánimo se había elevado al igual que su autoestima, se le notaba una sonrisa en el rostro más a menudo y aunque tenía recaídas, se apoyaba en mí. El problema era yo, mis miedos ocultos y mis ganas.

Me desperté con mucho dolor en el cuerpo, la garganta me picaba y estaba constipado.

—Puta vida —maldije en voz alta. Me había enfermado y encima tenía que trabajar.

Era diciembre y el clima se había vuelto una locura: Frío en la noche, calor infernal en las tardes, días lluviosos; todos se enfermaban y a mí, por desgracia, ya me tocaba. Le marqué a Jeca para avisarle sobre mi estado y proponerle no vernos hasta que yo estuviera más sano, de cualquier forma el tiempo era escaso porque ella trabajaba hasta casi medianoche.

—A mí no me importa que estés enfermo, pero si no quieres verme lo entiendo —atacó del otro lado de la línea con un tono de broma.

—Por dios, nena, no me chantajees. Si quieres venir, ven, pero no me culpes después.

—Te dejo, tengo que hacer algunas impresiones. Te veo en un par de días entonces. —Colgamos el teléfono y fui a trabajar muy a pesar de mi estado de salud.

Mi aspecto no era muy bueno, así que me dejaron de ayudante en cocina un par de días. Me cagaba en la vida. Nunca iba al doctor, pero tuve que hacerlo porque empeoraba: Tenía mocos, dolor de garganta, ojos llorosos, dolor de cuerpo y cabeza.

Pocos días después de estar enfermo, Malcom me visitó. Tocó un par de veces sin esperar respuesta, luego se metió sin avisar, me encontró en el sillón con una taza de té cerca de la nariz.

—¿Ahora tomas té? ¿Tienes cólicos por tu menstruación? ¿Quieres que te traiga tampones? —se burló caminando a la cocina, yo lo seguí de mala gana.

—No, idiota, estoy muriendo...

—¿Sida?

—Yo creo —solté en broma.

—Por lo menos Jeca vivirá una vida plena sin ti.

—Si yo lo tengo ella también.

—Humm no. ¿Sabes por qué estás enfermo? Es por tu abstinencia sexual —dijo muy seguro mientras husmeaba en mi refrigerador.

—¿Cómo sabes que no tengo sexo?

—Te he robado dos cajas de condones de tu cajón y no me has reclamado. Conclusión, tu cuerpo empieza a fallar porque no le das uso...

—Eso no tiene sentido. Y deja de robarte mis condones o empezaré a cobrártelos —amenacé, él se encogió de hombros.

—Aparte empiezas a tener mal humor, tú nunca estabas de malas. Necesitas sexo, lo digo en buena onda, joto. Necesitas sacar todo lo que tienes ahí. Esa chica te está destruyendo, deberías destruir su culo.

—Que rico —añadí para contrariar a Malcom que se quedó con cara de sorpresa, luego negó con la cabeza como si yo estuviera bromeando con un tema muy serio.

—No puedo entender como no la has convencido.

—Ni siquiera lo he intentado, ¿sabes? Solo estamos dejando que las cosas fluyan. —Malcom soltó una carcajada.

—Tu cosa no fluye y nada fluye de tu cosa.

—Vete a la mierda, pedazo de imbécil —reproché cediendo a su carcajada.

—Bien, ya, dejaré el tema a un lado, solo porque ya huele a navidad y me encanta la navidad.

—Me alegra no poder respirar bien...

—Ya ponte a fumar o jalatela para que dejes ese mal humor, hijo mío.

—Ya vete a chingar a tu madre, güerita. —Malcom volvió a reír, yo me senté en una silla a terminar mi té—. ¿Y a quién te estás cogiendo?

—A nadie, nomas me la jalo con condón para no ensuciar.

—Eres tan pendejo que te creo —negué riendo.

—Culero. Era broma. —Me sacó el dedo medio mientras se sentaba.

—¿Es el amor de tu vida? —Me burlé haciendo la voz más aguda.

—No, ella tiene novio...

—Que pendejo estas. Ya vete a la verga, no te quiero ver.

—Va conmigo en la uni,está muy buena, no pude decirle que no, por eso te robo condones; es una buena causa. Pero ya no me voy a dejar usar porque se está emocionando y estoy conociendo a otra.

Negué con la cabeza, luego me paré a buscar mi medicamento mientras Malcom seguía justificándose. Estuvimos platicando un rato más antes de que se fuera, aunque en toda la conversación solo podía pensar en que el imbécil tenía razón: Yo necesitaba sexo.

Las cosas con Jeca iban lento para mí, para ella estaban normales, eso me frustraba. Habíamos hablado sobre nuestros gustos y en realidad éramos tan diferentes incluso hasta en el sexo. Nunca había diferido tanto sexualmente con alguien, quizá era porque Jeca tenía poca experiencia a como en realidad creía, pero eso me mataba hasta las ganas de vivir:

—¿Arriba o abajo? —Le había preguntado en una ocasión mientras estábamos solos.

—Abajo —eligió sin pensar mucho, ella tenía la vista clavada en el celular jugando algo bobo.

—¿Sexo oral?

—No soy fan, puedo hacerlo, pero no es como que me enloquezca.

—¿Puedes hacerlo? ¿Y qué te lo hagan a ti? 

—No me gusta. No es que no me guste, es que no me siento cómoda. —Al oír eso sentí que una parte de mi moría lentamente, mis fantasías sexuales se iban apagando.

—¿Te gusta en cuatro?

—¿En cuatro? ¿O sea, de perrito y eso? —inquirió avergonzada, yo asentí. Jeca empezó a ponerse roja, acercó más la cara a la pantalla—. No sé, no lo he intentado mucho así. No sé.

Y con su indiferencia, la parte interna que moría lentamente, murió de forma definitiva. A pesar de todo no deje de intentar, cada vez que nos veíamos avanzaba un poco en el terreno sexual, pero seguía sin ser suficiente, solo llegábamos a la masturbación mutua. Jeca no se sentía cómoda con su cuerpo por lo tanto él estar sin ropa la hacía sentir expuesta e incómoda. O se quitaba la ropa de la cintura para arriba o de la cintura para abajo, nunca ambas partes. 

Sentía que volvía a ser virgen e intentaba hacerlo con una chica virgen, lo cual era muy frustrante para mí. Había un constante dolor en mi entrepierna por no poder eyacular;  días en que no quería ver a Jeca porque no podía estar cerca de ella sin sentir excitación. Era un puto asco, me ponía de mal humor por no poder entenderla, ella se deprimía al verme de malas y yo me deprimía al ver que por mi culpa se recriminaba.

Siempre intentaba compensarla con otras muestras de afecto, como cosquillas, caricias en su cabello, rostro, besos en la frente. Me hacía sentir más virgen que cuando era virgen. Jeca sabía hacerme sentir mimado, me preparaba comidas ricas, me preguntaba por mi día, me contaba cosas graciosas, era tierna sin pretenderlo y al menos debía intentar ser igual.

Mientras estaba solo, sumergido en mis pensamientos, deseando morir o coger e intentando retener mis mocos, alguien llamó a mi teléfono: Número no registrado.

—¿Quién habla? —saludé nada amable.

—¿Adam? —inquirió una voz femenina.

—Sí. ¿Quién habla?

—Soy Eliana. —Eso explicaba porque no tenía el número registrado, sabía que mi hermana había cambiado de teléfono, pero no le di importancia.

—¿Qué hay? ¿Todo bien? —hablé extrañado.

—Sí, todo bien... ¿Y tú?

—Tengo gripe, fuera de eso, todo bien.

—Tenes dipe —me imitó con voz constipada—. Ja, bueno, espero te mejores.

Hubo un silencio incómodo por unos segundos, no sabía cómo preguntarle el motivo de su  llamada. Por suerte ella no se andaba con rodeos.

—Haremos una cena navideña en casa de mi mamá, solo nosotros, sin tíos o primos; queremos que vayas.

—Mmm, no sé si voy a trabajar —excusé apresurado.

—Intenta ir aunque sea un rato, mamá quiere fotos de la familia unida... además tengo una sorpresa.

—¿Estás embarazada? —Me adelanté, hubo un silencio que me hizo creer que la llamada se había cortado.

—Sí, ¿cómo supiste?

—Las últimas dos sorpresas que diste fueron esas. Deberías cambiar de método porque después de la primera, la sorpresa deja de sorprender. —Eliana soltó una risa forzada—. Intentaré ir, lo prometo. No diré nada de tu embarazo, por cierto. Tengo que dormir, te hablo cuando tenga respuesta.

—Bien, gracias, hasta entonces y que te mejores.

—Salúdame a los niños y a tu esposo dile que es un San pendejo.

—Ya duérmete, cabrón —se despidió mi hermana.

Me daba mucha pereza pasar navidad con mi familia, las reuniones siempre acababan en pelea. Pensé mucho sobre ir y no hacerlo, por una parte mi hermana me había llamado personalmente y mis tíos no irían, pero por otro lado, Jeca se quedaría sola ese día, aunque ni siquiera habíamos hablado sobre esas fechas.

Un día después iba rumbo al trabajo cuando mi madre me habló para preguntar si pasaría navidad con ellos, me sentía muy contrariado al respecto.

—No lo sé, mamá, apenas voy al trabajo, aún no nos han dado horarios... Probablemente salga un poco tarde ese día, puede ser que descanse en año nuevo y no en navidad —asumí intentando zafarme.

—Pregunta, Adam. Si ese es el caso, pues posponemos la cena familiar para año nuevo. No importa si sales un poco tarde, puedo pasar por ti o prestarte el auto para esa noche. Lo importante es tener una cena juntos como una familia de verdad, ¿puedes hacer eso por mi Adamsin?

—Lo intentaré mamá. Pediré navidad desde ya, aquí casi nadie la festeja, todos preferimos año nuevo, no creo que haya problema.

—Gracias, Adam, ya que te digan nos ponemos de acuerdo. No olvides llamar. 

—Sí mamá. Voy en el camión, te voy a dejar.

—Sí mi bebé grandote. ¿Quién es mi bebé? —preguntó con voz aniñada.

—Pues no sé, yo no porque estoy enfermo y no me hiciste sopa, tengo que curarme con medicamento como un adulto funcional. —Mi mamá soltó una carcajada.

—Ay, mi niño ya creció.

—Ni yo me lo creo, pero bueno, ya te dejo. Adiós, nos vemos, cuídate —solté apresurado antes de que ella siguiera hablando.

Entré al trabajo y cuando tuve tiempo libre hablé con mi jefe. Como lo esperaba casi nadie quería descansar en navidad así que yo podría pasarlo con mi familia. El resto del día hubiera sido genial de no ser por la maldita gripe, que aunque se me estaba pasando, me tenía con más mocos que ganas de vivir.

Jeca

El trabajo había sido un medio de distracción fantástico para mí. De no ser por Marco, sus bromas de doble sentido y su múltiple pornografía por doquier, sería perfecto. Trabajaba casi todo el día por lo que ver a Adam era muy difícil, lo extrañaba mucho, aun así siempre estaba pendiente de mí; al contrario de mi madre que a pesar de vivir en el mismo lugar nomás la escuchaba llegar o irse, no hablábamos.

Se sentía bien ganar dinero y ser más o menos independiente, aún no aprendía a la perfección, pero me esforzaba. Había cosas, como sacar algunos recibos de ciertas páginas que me costaban mucho trabajo, a veces los mismos clientes me ayudaban recordándome los pasos a seguir.

Una de las cosas más significativas que me sucedió en el ciber fue atender a Jessica. En cuanto la vi entrar las entrañas se me encogieron, me quedé sin habla. Tuve miedo de que fuera a reclamarme, lanzarme una indirecta o incluso golpearme, pero nada, solo me pidió una computadora y la usó hasta terminar el tiempo que había pedido, de ahí me dio las gracias y se marchó. En ese lapso quería acercarme a pedirle perdón porque sabía que mi actuar había sido inmaduro y deplorable, pero no encontré el carácter para hacerlo. Esa experiencia me hizo dar cuenta de lo miserable que era: separé una amistad de años por desconfianza y aunque me arrepentía de la forma en que lo hice, no me arrepentía del hecho en sí.

Las cosas con Adam iban mejorando mucho, cada vez discutíamos menos y por la regular los desacuerdos eran porque sexualmente estábamos estancados al punto donde Adam prefería no darme muestras de afecto para no emocionarse.

De pronto empezaba a extrañarlo más, quería estar con él, pero enfermó de gripe y me dijo que lo mejor era no vernos. La idea la sentí como pretexto para mantenerse alejado y conforme pasaban los minutos se iba metiendo más en mi cerebro afectándome de forma severa.

«¿Por qué no quiere verme? ¿Es por qué no hemos tenido sexo? ¿Se cansó de esperar? ¿Y si se está viendo con Jessica a escondidas? ¿Aún conservará los números de las mujeres que le enviaban fotos desnudas?» Entre más lo pensaba más me dañaba.


Y recuerden amiguitas y amiguitos, no sean como Jeca.

Tampoco le roben los preservativos a sus amigos como Malcom, ni salgan con personas que ya tienen pareja.

Tampoco se enojen si sus parejas no desean tener sexo.

Quieranse mucho <3

Hasta aquí la primera parte. Esa soy yo retirándome felizmente por unos días antes de subir la parte 2 que viene muy cargada de información y aprobada por andreagracianocastro

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