28) Propiedad

Adam

Después de dos días de la partida de Jeca, yo me encontraba en mi casa limpiando con Malcom de "ayudante" y buena música de fondo. Mientras tallaba la estufa, mi amigo se limitaba a mandar mensajes en su celular.

—Tengo que comprar otro de estos —mencioné señalando un frasco vacío de limpiador.

—¿Eso para qué sirve?

—Para limpiar la estufa. Quita todo lo que esté pegado incluso en las parrillas, es como magia —hablé casi con emoción.

—Es limpieza, Adam, otra cosa es que tú no supieras hacerlo...

—¿Y tú sí sabes?

—No, yo soy un caso perdido. Pero estamos igual, solo limpiamos si alguien más lo pide —concluyó riendo y dejando su celular a un lado.

—A mí nadie me lo pidió —me defendí con fastidio.

—¿Entonces por qué lo haces? No estaba tan sucio como otros días. —Hice una pausa, sabía que mi respuesta era demasiado pendeja.

—Porque Jeca me va a regañar, ella la limpió antes de irse. —Malcom soltó una carcajada.

—Ya quiero que regrese. ¿Creés que te traiga un regalo? No sé, tus testículos por ejemplo; es que parece que se los llevó.

Su comentario me hizo pensar. Malcom tenía razón, estaba haciendo muchas cosas diferentes solo por ella.

—Ojalá que sí, no quiero ser ese tipo de hombre que hace todo lo que su novia le ordena. Dios, es una niña y yo estoy prendido en ella... ni siquiera creo que se dé cuenta de lo mucho que me gusta.

—¿Quién lo diría? Adam, el que no dormía con la misma chica más de dos meses, el que se burlaba del amor, el que hizo llorar a tantas mujeres al romperles el corazón, el que mentía para tener sexo fácil... ese Adam está limpiando la estufa para que su novia siete años menor no lo regañe cual niño.

—Estoy totalmente perdido —admití frustrado.

—No es tan malo, ¿sabes? ¿Recuerdas cuando era novio de Damaris?

—¿Cómo olvidarlo? Esa mujer te hizo mierda...

—Exacto. Me hizo cambiar todo lo que no le gustaba de mí: Dejé de fumar, de salir, cambié mi forma de vestir, incluso dejé de hablar con mis amigos; todo eso para que al final dijera: "Ya no eres la persona de la que me enamoré" —imitó con la voz aguda—. ¿Pero sabes qué? No me arrepiento de haberla querido así y de haberle hecho caso en todo. Aprendí mucho de eso, ahora sé lo que debo y no hacer. Me estoy tomando mi tiempo antes de entrar en una relación formal porque sé que la próxima relación que tenga será mucho más madura... puede que hasta sea el amor de mi vida...

—¿Me estás diciendo que Jeca me va a hacer mierda o será "el amor de mi vida"? —cuestioné confundido gesticulando lo último de forma muy afeminada, Malcom se encogió de hombros.

—Estás cambiando por ella, es un hecho. En otro momento no te hubieras fijado en una chica menor de edad, o no así, pero ella te importa mucho. O te hace mierda, o la amas para el resto de tu vida, solo lo sabremos cuando pase el tiempo —sentenció Malcom. Tenía muchos sentimientos encontrados porque eso era algo que yo ya había pensado, pero escucharlo de la boca de otro siempre impacta más.

Me sentía feliz con Jeca a pesar del miedo latente de dañarla; en realidad no creía que pudiera ser al revés porque ella era muy joven y a la vez fuerte, pero yo era conformista y cobarde. Ella aspiraba a más que estar acostada en la cama mientras yo fumaba a su lado, para mí eso era la cita perfecta. Éramos diferentes en todos los sentidos, probablemente si Jeca hubiese crecido con una figura de autoridad, aunque sea ajena a su familia, su vida fuese diferente; jamás nos hubiéramos conocido. 

Nuestro encuentro fue una colisión de miseria y melancolía, de pasados rotos que a pesar de todo encajaban perfectamente el uno con el otro. Nuestra manera de entendernos y apoyarnos a pesar de los malos comentarios era sorprendente. Teníamos química, sentía electricidad con solo verla a los ojos y hasta fuego; podría incluso iniciar nuestro propio incendio sin importar arder ahí mismo porque nada importaba lo suficiente excepto estar a su lado y yo creía que podía superar el miedo por ella.

Un día antes del regreso de Jeca, le hablé por teléfono para saber cómo estaba, para recordarle a qué hora salía su autobús de vuelta; en realidad era un pretexto solo para escucharla hasta que su hermano hizo un patético intento de amenaza. No estaba de humor, él no tenía derecho de reclamarme a mí e intentar asustarme. Estaba muy equivocado si creía que me iba a quedar a escuchar sus palabras pendejas y terminé por responderle un par de cosas que él necesitaba oír para que se bajara de su pedestal de "buen hermano", título que le iba muy grande:

—Adam, soy Aaron, solo quiero saber y dejar en claro un par de cosas. Primera, no tienes porque estarle regalando cosas a mi hermana, segunda ella es menor de edad y tercera si le haces algo te juro que te buscaré y... —Ahí lo interrumpí.

—Primera, a mí me importa una puta mierda lo que tú pienses. Si quiero regalarle cosas a Jeca es mi problema, al igual que si quiero cogerla mientras le jalo el cabello y le grito puta. Tú no puedes decirme que hacer y que no, porque el consentimiento me lo tiene que dar ella, es nuestra relación. ¿Ella es menor de edad? Sí, pero sabe lo que hace porque tuvo que aprender de mala manera a sobrevivir. No vengas a querer quedar como el buen hermano, te fuiste y la dejaste sola con ese monstruo al que llama madre. A pesar de todo lo que puedas creer, en estos meses he sido más hermano que tú en toda tu vida. He dormido con ella en la misma cama sin tocarla, la he consolado, le he repetido que todo estará bien aún cuando su madre le ha dado brutales golpizas que casi le deja irreconocible. Le he servido comida cuando se ha pasado toda la tarde sin haber probado un bocado, la he hecho reír hasta llorar y llorar hasta reír... Tú no la conoces como yo, créeme. Lo que digas y lo que tengas que decir no me importa, porque no vas a hacer nada; Jeca regresará a su infierno en lo que llama casa, a soportar a su madre agresiva y yo seguiré estando para ella cada que lo necesite. Dile que mañana paso a recogerla cuando regrese a casa y púdrete teddy, sigues siendo un pendejo sin huevos.

Colgué con esa gloriosa despedida, sabía que él odiaba ese apodo. A pesar de soltar todo, no me sentía feliz, seguía frustrado, no creía que Aarón le fuese a contar lo que dije por teléfono, ni siquiera lo iba a poder procesar, pero seguro si le contaba algo a Jeca ella me iba a reclamar, y lo hizo.

"En serio, no debiste... En cuanto te vea hablaremos".

Me escribió.

—Maldita sea... —solté en voz alta, preferí no responder el mensaje, no estaba de humor y por lo visto ella tampoco.

Era mi hora de comida así que fumé un cigarro, intenté calmarme y regresé al trabajo. Basta con decir que fue un día de mierda.

El día que Jeca iba a regresar yo estaba en casa terminando de limpiar y acomodar el segundo cuarto —Que por cierto, me costó mucho trabajo—, había muchas cosas útiles que ni siquiera recordaba, también muchas más cosas inservibles que tampoco recordaba, era un caos ni siquiera sabía cómo, pero lo había logrado: El cuarto estaba limpio, olía bien, solo quedaba pintarlo, Malcom llegó temprano para ayudarme, unas horas más tarde llegó Jessica. Pusimos música, tomamos una cerveza y platicamos mientras pintábamos, era como en los viejos tiempos, antes de enredarnos, cuando éramos solo un grupo de chicos que querían divertirse a toda costa.

—¿No vas a trabajar hoy? —le preguntó Malcom a Jessica.

—Nop... Voy a faltar.

—¿Y eso por qué? —seguí yo.

—No me siento bien.

—Por favor, estás aquí bebiendo cerveza, fumando marihuana, ¿y te sientes mal? —replicó Malcom apuntándola con la brocha.

—Sí, mal anímicamente, idiota... mi novio terminó conmigo —expresó con una mueca de tristeza exagerada.

Nosotros al escuchar eso le dimos nuestro apoyo como buenos amigos, luego empezamos a bromear con el tema de una forma muy burda. Eso es lo que me agradaba de Jessica, ofenderla no era nada fácil, aguantaba casi cualquier broma con una sonrisa y cuando tenía la oportunidad te devolvía el golpe sin piedad, no había problemas con eso, sabíamos tratarnos mal y estar bien.

—¡Mierda! Tengo que ir por Jeca y ni siquiera me he bañado —recordé dejando la cerveza en el suelo, ya iba por la cuarta.

—Pues ve, nosotros nos quedamos aquí —propuso Jessica.

—¿Seguros? 

—Sí, no tenemos nada que hacer, y no es broma... Aquí por lo menos hay cerveza, marihuana y comida. Corre —me alentó Malcom levantando el pulgar. Yo obedecí, me bañé y salí casi volando de casa.

Se me hizo tarde, sabía que tendría doble regaño. ¿Cómo era posible que me regañara una chica siete años menor y que ni siquiera era nada mío? Me sentía patético, aunque ella fuese mi novia no cambiaba el hecho de que era menor y me regañaba. Yo era patético. Siempre había pensando que los hombres que no salían con mujeres de su edad o aunque sea unos años más grandes, era porque no podían, por eso tenían que ir con chicas menores y más inocentes, porque son más fáciles de convencer. En mi caso ni siquiera supe cuando es que la convencí o si más bien fue lo contrario, en verdad era patético.

Llegué casi media hora después que su autobús, Jeca estaba cansada y muy enojada.

—En serio, me hubieras dicho que no podías venir y me hubiese ido sin problema yo sola —saludó frustrada recogiendo su maleta del suelo.

—Perdón, se me hizo tarde...

—Sabes lo largo y tedioso que es el camino, ¿crees que quería quedarme sentada otra media hora a esperarte? No me importa que se te haya hecho tarde por hacer quién sabe qué. Aparte vienes drogado, por eso se te hace tarde.

—Tú también me has dejado esperando —intenté defenderme.

—En tu casa, Adam. No en la central, no con desconocidos, no después de horas de carretera. Esto es tan molesto porque... —Jeca empezó su discurso, yo solo asentía, pero por dentro me preguntaba, ¿cómo pude enamorarme de ella? ¿Por qué?

Caminamos para tomar un taxi y por si el sermón de llegar tarde no fuese suficiente, también me dio un sermón por haberle dicho a su hermano que su madre la golpeaba. Apenas la había visto y ya quería que se fuera a su casa, estaba empezando a sentirme hostigado, ni siquiera lograba entender qué había hecho mal. ¿Estaba mal por decir la verdad? ¿Por defenderme? ¿Por haberle regalado los boletos? Entendía que llegar tarde fuese malo, aunque no para tanto, ¿pero lo demás? Mejor me quedé callado hasta que ella se desahogó.

Subimos al taxi, Jeca seguía reclamando, yo seguía asintiendo y soltando disculpas sin siquiera escuchar. Sentí que hasta el chofer me veía por el retrovisor con cara de: "Mis condolencias con esa rompehuevos" o quizá me veía como: "Hombre, búscate una de tu edad, cerdo".

Cuando por fin Jeca terminó de discutir, hubo un largo silencio, gracias al cielo; aunque ya estábamos por llegar a su casa. Le ayudé a bajar sus cosas, pagué el taxi, la abracé y me pareció buena idea echarle más leña al fuego que apenas se iba calmando:

—Cuando estés más tranquila me cuentas como te fue. —solté con una sonrisa sarcástica. Error fatal.

—¿Cuándo esté más tranquila? ¿Crees que me gusta pelear contigo? Es que no puedo entender que... —Ahí estaba de nuevo. La mujer era más baja que yo por unos centímetros, era menor que yo, y aún así simplemente no podía tratarla mal aunque ya me había hartado de oírla.

—¿Sabes qué? No puedo entenderlo, pero aprendí algo: intentar hacerte feliz no es nada fácil. Solo quiero largarme a mi casa, ¿cuánto tiempo más debo escuchar tus reproches? —Jeca cerró la boca, me miró con tristeza y se metió a su casa sin decir nada. 

De nuevo había cometido un error sin saber cual, sin saber porqué, sin siquiera haber hecho nada que a mi moral le pareciera malo. Me fui a casa, estaba de malas, estresado, agobiado y arrepentido. Cuando entré, encontré a mis amigos en la cocina bebiendo.

—¿Y tu mujer? —me preguntó Jessica extrañada.

—No es mi mujer... Ya está en su casa —aclaré sentándome con ellos.

—¿No quiso venir? —inquirió Malcom.

—No, ella está cansada.

—Entiendo. Pues, ya hicimos comida, íbamos a acabárnosla, pero pensamos en ti. Voy a calentarla —anunció Jessica mientras se ponía de pie, yo fui tras ella para tomar una cerveza.

—Gracias, Jessy... —Me sonrió, recargué mi cabeza su hombro con pesadez.

—¿Qué tienes, flaco? —cuestionó preocupada picándome las costillas.

—Está enojada —musité, Malcom volteó de reojo, pero no aportó nada más—. No sé, es raro, se supone que debería estar feliz.

—Es una adolescente, las chicas jóvenes suelen tener cambios de humor. Dale tiempo, luego búscala —aconsejó Jessica forzando una sonrisa. Asentí no muy convencido.

Después de comer volvimos a fumar, me quedé más relajado. Subimos a terminar de pintar la habitación, de nuevo pusimos música y volvió el ambiente divertido, sin tensión, sin estrés, sin dramas, hasta que Jeca tocó la puerta:

—Hola, nena, ¿qué pasa? —la saludé con calma.

—Nada, quería saber cómo estabas.

—Estoy bien, muy bien la verdad, ya terminé de pintar.

—¿Pintar qué? —preguntó aún en el umbral.

—El cuarto de arriba, ya está listo.

—Yo te iba a ayudar, me dejaste fuera...

—¿Vas a seguir reprochándome? Por favor, sonríe, te extrañé —solté en tono de broma, pero por dentro ya empezaba a desesperarme. Ella relajó el semblante y me abrazó:

—Lo siento, me porté como idiota contigo... No sé qué me pasó, a veces puedo llegar a ser irracional y con lo de mi hermano, fue todo complicado...

—No te preocupes, te entiendo —interrumpí. No la entendía, pero me gustaba cuando era linda conmigo—. Pasa, estamos arriba platicando.

—¿Estamos? —preguntó extrañada, preferí no decir nada hasta que ella se diera cuenta a quienes incluía el "estamos". Por supuesto que no le agradó nada.

Jeca se sentó a mi lado en la habitación recién pintada, había llevado un par de sillas y el sofacama en la tarde, los cuatro nos quedamos a hablar, pero como era costumbre nuestra, terminamos recordando del pasado, entonces Jeca quedó solo de oyente. Entre pláticas seguíamos bromeando con Jessica sobre su ruptura, en cada oportunidad que había lo mencionábamos, para nosotros era gracioso, estaba feliz, sin preocupaciones, hasta que Jeca se fue sin decir nada. Todos nos quedamos callados, yo salí tras ella de la habitación, la seguí hasta la cocina:

—¿Y ahora qué pasa, Jeca? —pregunté con fastidio.

—Nada.

—¿Entonces te vas sin razón? ¿No te quedó claro que soy malo en todo? Necesitas explicarme mucho las cosas y desde que llegaste solo has peleado. Si no quieres hablar está bien, yo ya no estoy para estas tonterías. Que tengas buenas noches. —Iba dispuesto a regresar a la habitación cuando me detuvo del brazo.

—Te quiero para mí, solo para mí, no quiero compartirte con nadie y tú no dejas de mencionar que Jessica está soltera, ¿eso te hace feliz?

—Por favor, ¿otra vez lo mismo?

—No, no es lo mismo, porque tú me decías que no había nada que temer porque ella tenía a su novio, pero ya no lo tiene y tú tampoco tienes a alguien oficialmente... No se puede tener todo, Adam, y si se puede yo quiero ser ese todo. Decide, no pienso atacar tu decisión, la aceptaré sin protestar, pero decide por favor. 

Me quedé sin palabras, ¿cómo era posible que Jeca no entendiera que Jessica no me interesaba en forma sexual, mucho menos amorosa? ¿Cómo era posible que no se diera cuenta que estaba perdidamente enamorado de ella? ¿Cómo era posible que Malcom tuviera razón? Jeca se había llevado mis testículos en su maleta.

—No hace falta que lo digas, sé a quién elegirás y te ahorro el decirlo en voz alta. Pero cuando ella te deje sin amigos, por favor no me busques, Adam. Se terminó todo, para siempre —declaró Jessica, había escuchado el drama desde la escalera. Me ahorró el discurso, solo salió por la puerta dejándome más mudo, Malcom se paró en el marco de las escaleras, me miró con una mezcla de tristeza y comprensión.

—Creo que los perdí para siempre, hermano —le dije señalando mi entrepierna.

Si les agrada la historia no duden en dejar un comentario y su voto. No sean fantasmas, es super triste para los que escribimos.

Ahora sí: Cadena de oración para Jeca le regrese los huevos a Adam.

Cadena de oración para que la relación deje de ser tan tóxica.

Cadena de oración para *inserten lo que desean*

Capítulo dedicado a lacholaa (que no es chola) <3 con amor.

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