27) Enredo

Adam

Cambié las fechas del viaje de Jeca para el fin de semana más próximo y a una hora que pudiera acompañarla a la central después del trabajo. Durante la semana solo habló de lo emocionada que estaba por conocer a su sobrino y reencontrarse con teddy. No entendía su felicidad, pero me gustaba mucho verla así de contenta.

Se mantuvo en contacto con su hermano hasta el día del viaje, lo que se me hizo extraño porque anterior a eso podían estar meses sin dirigirse la palabra. Lo entendía por parte de ella que casi nunca tenía dinero para recargar crédito, pero Aaron me provocaba coraje.

Cuando llegó el ansiado día tomamos un taxi,  haciéndonos llegar a la central mucho antes y nos tocó esperar casi dos horas. Mientras tanto compramos algo de comer y nos sentamos a almorzar. Jeca me platicaba sobre su cuñada, Rosa. Según me decía, era casi una desconocida, hablaron pocas veces y cosas superficiales en lo que Aaron salía de bañarse o se desocupaba de alguna labor.

—Incluso creo que hay un poco de rencor en mí. Aarón y yo nunca nos llevamos bien, cuando por fin empezamos a tratarnos como hermanos de verdad, se enamoró de Rosa y al poco tiempo se fueron juntos. No me malentiendas, me encanta que él esté feliz, me encanta saber que está bien, pero me hace falta, mucha falta. —Tragó saliva intentando no llorar.

—Yo... lamento oír eso. Me es difícil entender porque nunca tuve buena relación con mi hermana, hasta ahora no hablamos mucho a pesar de que vivimos en la misma ciudad, no la veo desde hace casi un año. Es un poco, no sé, inexplicable.

—Entiendo, no todos pasamos por las mismas vivencias —puntualizó poniendo un mechón de cabello detrás de su oreja.

—Pero me alegro por ti, me gusta verte así de feliz.

—Gracias, sin ti todo sería más triste. Haces que todo sea más llevadero.

—Regresemos a esperar adentro —pedí poniéndome de pie. No quería sentir de nuevo la presión de ser su salvavidas.

Tomé la maleta de Jeca, la ayudé a pararse y caminamos de vuelta tomados de la mano. Algunas personas nos miraban con desaprobación o incertidumbre, no fueron muchas, pero ella se dio cuenta.

—¿Por qué nos miran así? —balbuceó casi preocupada después de caminar frente a una pareja de ancianos.

—No sé. Una chica menor de edad, acompañada de un drogadicto, es algo completamente normal y poco preocupante —expliqué con sarcasmo, ella movió la cabeza a un lado casi tocando su hombro.

—No eres solo eso. No tienen porque juzgarnos si ni siquiera saben nuestros nombres, la apariencia no lo es todo.

—No te aflijas nena, es normal que la gente juzgue sin conocer, con el tiempo te acostumbras o te importa menos.

—Cierto, a mí me decían puta en la secundaria, pero al final tenían razón —soltó en un intento de aligerar la tensión.

—No. No la tienen, ni la tenían, si fuese así no estaría en abstinencia sexual, estaríamos teniendo sexo de despedida en el baño —argumenté de la misma forma, pero el ambiente se puso peor.

—¿Es en lo único que piensas? —reprochó frenando de pronto.

—Casi siempre. 

»En media hora llegará tu camión. Espero que te diviertas allá, que te guste el lugar y quizá luego podrías irte a vivir con ellos, lejos de tanta toxicidad.

—También espero eso, aunque no quiero alejarme de ti —confesó con una mirada triste.

—Estarás bien sin mí, mereces algo mejor.

—No es cuestión de merecer, Adam. Se tiene que luchar por lo que se quiere, yo quiero que te quedes a mi lado aunque sea como amigos. —Me preocupaba y halagaba su forma de pensar.

—Eso dices ahora, nena. Tú conoces una parte de mí que nadie más conoce, pero eso no significa que sea siempre buena persona. Soy un imán para los errores, la cago de manera habitual, si hay algo con lo que pueda tropezar lo haré hasta partirme la cara. Soy así, está en mi naturaleza. —Ella resopló.

—Basta, parece que intentas asustarme. Eres muy duro contigo mismo y esto no se trata de quien hace peor las cosas, no es competencia. Si lo fuera créeme que yo te daría buena guerra, que tampoco soy una chica inocente y tímida.

—¿Sabes? Eres adorable, me encanta que seas tan inconsciente como yo. Te quiero, nena. —Inmediatamente me arrepentí de lo que dije, estaba nervioso, no quería asustarla con mi afecto espontáneo.

—Yo también te quiero, Adam. 

»Te confieso que odiaba que me llamaras nena, ahora es mi palabra favorita, amo como suena con tu voz. —Su declaración me hizo sonrojar, solo pude agacharme mientras ella se burlaba de mí.

Su autobús partió pronto. Nos despedimos con un abrazo, le pedí que se la pasara excelente, que disfrutara y que cuando estuviera de regreso me llamara para ir por ella. Le recordé algunas medidas de seguridad, volví a abrazarla, la besé y le dije "hasta luego" mientras ella me decía adiós por la ventana; solo en ese momento comprendí la falta que me haría, lo mucho que la extrañaría y lo estúpido que era por enamorarme perdidamente de una nena de diecisiete años.

Jeca

Me subí al autobús llena de emoción, solo quería pararme en el pasillo y gritar: «Voy a conocer a mi sobrino» para que como en las películas, la gente se emocionara, chiflara y el conductor se diera prisa, pero no fue así; tardamos unos minutos más en salir y después de dos horas sentada ya me dolía el trasero. El señor que iba a mi lado estaba tocando la sinfonía de los ronquidos molestos, así que me puse a ver una película en la pantalla del asiento, que por cierto no fue fácil poner.

No supe ni en qué momento me quedé dormida, pero desperté cuando llegamos a la capital. Me bajé confundida, había muchísima gente, el lugar era demasiado grande, no sabía qué hacer así que seguía a los demás que bajaron conmigo. Tuve miedo de preguntarle a algún desconocido por las indicaciones que Adam me dio.

En cuanto tuve un momento de calma, más alejada de las personas, busqué entre mis cosas mi celular y llamé a Aaron, él me dio indicaciones para encontrarnos. Salí tan feliz de la central, que en verdad parecía que no había ningún problema suficientemente grande en mi vida.

«Así debe sentirse ser optimista» Pensé.

Después de tanto tiempo me reencontré con mi hermano, me esperaba sonriendo, con su familia. Mi familia. Nos abrazamos, solo escuchar su voz me hizo sentir que todo estaría perfecto, que la espera había valido la pena. Hablamos apresurados, las palabras se encimaban, no nos entendíamos, y a pesar de eso había una risa que no podía cesar. Lo único que entendí es que me dijo gorda, pero no me importó porque él estaba más gordo.

Rosa esperaba pacientemente con lágrimas en los ojos. Me sonrió con ternura y me abrazó de forma casi maternal. En ese instante reafirmé que ella era una mujer increíble. Le di las gracias por recibirme y por cuidar de Aaron, ella aseguró que lo hacía con gusto, después de eso por fin pude cargar a mi sobrino. La cosa más hermosa y tierna que había visto en mi vida estaba en mis brazos, algo florecía dentro de mí. Lo olí, le sonreí, lo llené de besos, de abrazos, no sabía cómo expresarle lo feliz que estaba de por fin conocerlo; Y dentro de mí agradecí a Adam por haberme regalado ese momento tan puro. Tenía más de una razón para aferrarme a seguir. Todo estaba bien en ese instante.

Después del emotivo encuentro, fuimos directo a casa de mi hermano para dejar mi mochila. Hablamos todo el camino, éramos como tres pericos felices. Como llegué en la madrugada, casi no dormimos, nadie podía cerrar la boca sino hasta que el cansancio se volvió más fuerte, pero a las pocas horas ya estábamos de pie listos para recorrer la ciudad.

Me llevaron a conocer un lugar cercano, muy visitado por turistas; era una bella plaza con una enorme iglesia de más de doscientos años de antigüedad. Me sorprendía su arquitectura aunque hace mucho tiempo atrás había perdido la fe en la religión, no dejaba de admirar.

El lugar tenía muchos puestos con diferentes mercancías, desde botanas, ropa, hasta accesorios, iba fascinada, pasamos casi dos horas caminando por ahí.

Estábamos hambrientos y cansados de tanto andar, nos metimos a una fonda cercana con buena pinta. El lugar tenía las paredes adornadas con cosas típicas mexicanas y el olor de la comida era tan casero que aumentaban las ganas de comer. Mi hermano me recomendó un platillo típico, nos sentamos cerca de la ventana. Todo parecía irreal de lo bien que iba, me sentía en las nubes, pero tarde o temprano tenía que caer.

—¿Cómo fue que pudiste venir? ¿Qué pasó con tu escuela? —me preguntó Aaron después de ordenar. Divagué un momento antes de contarle.

—Ya no estoy estudiando. Tenía muchas faltas y preferí darme de baja antes de que me corrieran. 

Estaban impactados, me bombardearon con preguntas, tuve que contarles todo lo que había pasado en los últimos meses, pero de forma superficial y omitiendo detalles vergonzosos.

—Es que no hay justificación, Jeca, aunque vuelvas a estudiar el próximo año no es justo para ti. No te diste la oportunidad, no entiendo como mamá te lo permitió —se quejaba Aaron.

—¿No has pensando en mudarte? —cuestionó Rosa como temiendo estar metiéndose.

—Muchísimas veces. Mi relación con mamá es muy mala, hay semanas enteras en donde no nos hablamos.

—No queremos presionarte ni adelantarnos, pero hemos estado ahorrando para que el próximo año vengas a vivir con nosotros... si quieres —confesó mi hermano, acomodándose en la silla para que el mesero pudiera dejar la orden en la mesa.

—Claro que quiero, es excelente, es lo que más deseo. Estar lejos de casa es...  —Entonces recordé que Adam no estaría conmigo y se borró mi sonrisa. Intenté disimularlo probando la comida que acababan de traer.

Hubo una breve plática sobre los platillos y sus sabores, pero por alguna razón, Rosa recordó algo que mi hermano había omitido.

—Pero si estás peleando con tu mamá muy seguido, ¿cómo es que te dio dinero para venir y aparte te compró los boletos? —Aaron esperaba respuesta, hasta dejó los cubiertos sobre el plato.

—Ella no me los pagó —balbuceé con miedo.

—¿Entonces quién? —siguió mi hermano clavando su vista en mí.

—Un chico. —Rosa no esperaba que dijera eso, así que desvió la mirada y se puso a comer.

—¿Cómo? ¿Un chico? ¿Es tu novio? —cuestionó mi hermano intentando sonar despreocupado, pero solo quedó en intento.

—No es mi novio... solo estamos... no es nada serio, aún —mascullé insegura sin ver a nadie a la cara.

—¿Quién es? ¿Sus padres saben que te pagó todo? —insistió Aaron buscando mis ojos.

—Ellos... no... Él es mayor de edad, lo pagó con su dinero. ¿Te acuerdas de Adam? —pregunté con la voz chillona por los nervios.

—¿Adam? ¿El inútil que vendía drogas? ¿Qué tiene que ver?

—Él me los pagó —confesé, Rosa y Aaron me miraron sorprendidos.

—¿Bromeas? —indagó mi hermano con frustración, parecía que estaba por darle algún ataque.

—No. Él es mi amigo desde hace mucho tiempo.

—No, Jeca, no. —Levantó su mano para que guardara silencio—. ¿Me estás diciendo que estás saliendo con un tipo mucho mayor que tú, que es un bueno para nada? ¿Qué chingados esperas? No entiendo, ¿crees que eso está bien? —Mi hermano empezó una cátedra de porqué no debería salir con Adam, todo lo que dijo eran cosas que yo ya sabía así que solo asentí.

—¿Te das cuenta que él es mayor a ti por varios años? Normalmente esos hombres tienen más experiencia, Jeca, tienes que tener cuidado. Perdón que te lo diga, pero solo busca sexo... —añadió Rosa, su seguridad tenía destellos de miedo, quizá ante lo que yo pudiera decir o a la reacción de su esposo.

—No puedo creer que ese patán quiera arrancar la flor de mi hermanita.

—¿Con flor hablas de mi virginidad? —inquirí irritada.

—Sí, de eso. Ni siquiera puedo mencionarlo. —Se apresuró Aaron, lo cual me causó mucha gracia.

—Relájate, esa flor fue cortada hace mucho tiempo por alguien aún más idiota —solté sin pena. Ya me habían cansado sus quejas.

—Ahora si bromeas, ¿verdad? —Mi hermano tenía la cara enrojecida y los ojos casi desorbitados. Enojo genuino.

—No. De hecho, perdí mi virginidad antes de que te mudaras. —Levanté los hombros restándole importancia. En realidad el concepto de virginidad había dejado de ser valioso hacia mucho tiempo atrás.

—¡No puedo creerlo. ¿Y lo dices así? ¿Crees que eso me hace sentir mejor, qué me hace confiar en ese depravado? Jeca, sigues siendo una niña y muy inmadura por lo visto. Acostarte con hombres no te hará mejor persona!

—Amor, calma, estás gritando —advirtió Rosa, tomándolo del antebrazo.

—Tú también fuiste un cerdo —reclamé alzando la voz.

—¡Pero yo soy hombre! Y no me importa que me escuchen.

—Genial, tienes pene y por eso no es malo ir de cama en cama, pero yo soy mujer y automáticamente está mal tener una vida sexual activa —concluí cruzando los brazos sobre el pecho.

De pronto Aaron se quedó callado, se frotó la frente frustrado, nadie dijo nada hasta terminar la comida. Al momento de irnos no acepté que pagaran mi cuenta. El ambiente se sentía tan tenso que ya estaba deseando volver a mi casa y encerrarme en mi habitación. Me sentía juzgada, como si estuviera fallando en todo.

Me adelanté para encontrar un lugar donde sentarme. Pretendía quedarme ahí hasta que me avisaran que era hora de volver a casa. Aaron me siguió con disimulo, luego sin decir nada se sentó a mi lado, mientras tanto Rosa y el bebé iban por algo dulce.

—Lo siento, Jeca, pero no me agrada la idea de que estés con Adam, no creo que sea bueno para ti. Cometiste errores, no tienes porque seguir ese camino, eres mejor que eso. Estás a tiempo de salvarte. Cuando llegues a casa corta toda relación con el idiota aquel...

—No, Aaron, tú no me vas a decir que hacer ni con quién. Toda tu vida me trataste como mierda a pesar de que sin mi estarías muerto, y lo sabes. Ahora quieres venir a tomar un lugar de autoridad que no te corresponde ni te has ganado. No importa si con eso cambias de decisión, si quieres que me aleje de nuevo de ti, pero tú no me vas a ordenar con quien hablar y con quien no, bajo ningún motivo. Mucho menos cuando y con quien abrir las piernas, que eso lo aprendí sola. Yo estoy aprendiendo por mi cuenta, bien o mal, no quiero consejos, ya no —aclaré.

Aaron negó con la cabeza, se veía molestó. Cerró los ojos exasperado, creo que intentaba reprimirse, luego fue tras Rosa y su hijo.

—Adelante. Si lo que quieres es estrellarte sola, pues ve. Yo intenté ayudarte y remediar mis errores, pero estás cegada —advirtió antes de darme la espalda.

El tema quedó cerrado hasta que llegamos a casa otra vez. Mi hermano casi no hablaba, mi cuñada platicó conmigo un poco de todo, ella era muy agradable y de mente más abierta. Sabía que entre charlas intentaba aconsejarme y agradecía que todo fuera de forma indirecta. Rosa quería hacerme reflexionar sobre cosas que ya había reflexionado antes, pero era muy grato escucharla, era una mujer sabia a pesar de su corta edad. Nos quedamos sentadas en la sala jugando con Aaron Junior, hasta que Aaron papá se dignó a acercarse. Se tomó unos minutos en integrarse, pero al cabo de un rato ya estábamos los cuatro como sin nada.

Me levanté porque tenía que ir al baño, mi hermano me siguió para que lo escuchara:

—Te pido disculpas, Jeca, he estado repasando lo que me dijiste y tienes razón en ciertas cosas. Estoy preocupado por ti, y ahora más que nunca quiero que te vengas a vivir con nosotros. Si vas a seguir con Adam, por favor busca un método anticonceptivo y siempre ten la confianza de contarme cualquier problema que surja.

—Gracias, Aaron, lo tendré en cuenta. —Nos abrazamos. Encontraba la sensación extraña: feliz, un poco avergonzada y ansiosa.

El resto de la semana fue más tranquila en cuanto al tema de Adam, de hecho no se volvió a mencionar. Yo le ayudé a Rosa a cuidar al bebé mientras ella atendía su puesto de botanas, cuando mi hermano llegaba de trabajar nos íbamos a dar la vuelta. Todo era sorprendente y fascinante, me encantaba el lugar, de verdad quería vivir ahí, aunque el mismo nombre se me venía a la mente cada vez que pensaba en alejarme. 

Me sorprendía la diferencia cultural que podías encontrar en tu mismo país, solo quería conocer más y aprender. Estábamos en un puesto donde vendían accesorios, encontré uno de mi agrado y pedí que grabaran "Adam". Era un collar de cuencas color café, estaba hecho con algún tipo de semillas y tenía pequeños detalles en rosa.

—¿Se lo vas a regalar a él? —preguntó Rosa con nerviosismo.

—No, es para mí. A él no le gustan los accesorios, quizá le lleve una playera o algo así.

—Un adiós sería mejor, creo yo —opinó mi hermano.

—Un "ya cállate, Aaron" sería excelente —debatió Rosa. Ambos se voltearon a ver con molestia, empezaron una pequeña discusión sobre «de qué lado deberían de estar». Yo me quedé con mi sobrino viendo una fuente, me sentía triste por incomodar a su familia.

Regresamos a casa, la discusión entre mi hermano y su esposa no pasó a más. Disfrutamos una cena divertida, por desgracia mi hermano debería ir a trabajar y tuvo que ir a dormir antes. Yo me quedé hablando con Rosa, me transmitía mucha confianza.

Era domingo en la mañana cuando Adam me habló para saber cómo estaba y recordarme la hora de salida. Estábamos repasando mi itinerario, pues tenía que volver a la ciudad al día siguiente. Mi semana de perfección estaba por finalizar.

—¿Quién es? —preguntó mi hermano mientras pasaba por ahí.

—Tú mejor amigo —dije en broma. Aaron frenó, se acercó dando zancadas.

—Ponlo en altavoz —exigió.

—Estás loco. —Lo ignoré dándole la espalda, luego volví a mi conversación con Adam hasta que mi hermano me arrebató el teléfono.

—Adam, soy Aaron, solo quiero dejar en claro un par de cosas. Primera, no tienes porque estarle regalando cosas a mi hermana; segunda ella es menor de edad; tercera si le haces algo te juro que te buscaré y...

No sabía porqué mi hermano se había quedado callado de repente. Su cara cambió de coraje a ira, de ira a incredulidad y de eso a algo indescifrable, como si le hubieran dado la peor noticia del mundo. Estuvo varios minutos en la llamada, yo los percibía como años y la ansiedad me daba picazón en el cuerpo, pero también me dejaba inmóvil. Después de eso, Aaron regresó a la tierra para quedarse viendo la pantalla del celular.

—¡¿Colgó? ¿Por qué hiciste eso? No tenías que decirle nada, no te incumbe Aaron!... —grité frustrada. Le arrebaté el teléfono muy avergonzada de que intentara intimidar a Adam.

Mi hermano se quedó sin reaccionar, tenía la vista fija en mí, pero no me observaba.

—¿Aaron, amor, estás bien? —cuestionó Rosa que se asomó al oír los gritos que di.

—No. Jeca, ¿por qué nunca me dijiste que mi madre te golpea? —Sentí que el estómago se me iba a la garganta.

—¿Eso que tiene que ver? ¿Qué te dijo Adam? —inquirí nerviosa.

—Muchas cosas. Solo quiero saber que tanta verdad hay en ellas.

—Lo que sea que te haya dicho, Aaron, tómalo por cierto y no hagas lío. Es un poco tarde para empezar a preocuparse —concluí dándole la espalda y guardando mis cosas.

Quería llorar, me sentía humillada, Adam había traicionado mi confianza. Estaba expuesta y el secreto del que más me avergonzaba hablar se había vuelto público.

Edit del diálogo de este mismo capítulo hecho por mí.

Espero que hayan disfrutado de este capítulo un poco extenso. 

Advierto: Las siguientes partes vendrán con mucho drama. 

Capítulo dedicado a FlorDelvalle2 mi lectora beta que hace unos días cumplió años. Ella es una chica super amable y merece mucho amor <3

Tenía un papel donde anoté a las personas que deseaba dedicarles capítulos, pero perdí el papelito :( 

Si eres lector activo (en votos y comentarios) puedes sentirte en confianza de pedir tu dedicatoria, sin penas. 

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