22) Anette
Jeca
Pasé poco más de un mes sin ver a Adam, y durante todo ese tiempo estuve evaluando la situación, intentando descifrar si debía insistir en pasar la línea de la amistad o esforzarme por volver a lo que éramos. La única conclusión que saqué fue que lo extrañaba, que no quería verlo con alguien más y que él merecía a otra persona mejor que yo.
En ese lapso estuve comparándome con otras mujeres, sintiendo envidia de Jessica y la relación que tenía con él. Yo quería eso, pero yo no era ella y jamás podría tomar su lugar.
En mi reencuentro telefónico con Alicia, le conté sobre Adam, sobre lo que había pasado entre nosotros, omitiendo el detalle de las fortuaninas y mis deseos suicidas. Alicia me decía que la edad no importaba cuando dos personas querían estar juntas, me ponía a su relación de ejemplo. Él treinta y cuatro, ella veintidós; pero a ella la habían engañado, estaba despechada, buscaba pagarle con la misma moneda a su esposo y a mí solo me alteraba los nervios.
Al final opté por enfrentar el miedo al reencuentro y acudí al hombre que me daba y quitaba paz. Quedamos en ser amigos, concluimos la noche con abrazo y todo parecía ir bien.
—La cosa está así —le explicaba, tres días después de la reunión en su casa—. Alicia, mi amiga, es cinco años más grande que yo. Nos conocimos porque ella vivía cerca de mi casa. No sé porqué me habló si yo era casi una niña en ese entonces, tenía como trece años, no recuerdo. Quizá notó algo en mí que nadie más, quizá vio mi desesperación por amigos.
—Yo también noté eso —respondió mientras engullía una rebanada de pizza.
—Sí, da igual, ese no es el punto. Empezamos a salir como amigas y así, pero ella era mucho más alocada que yo, casi siempre terminaba presionándome para que hiciera cosas que no estaba segura de hacer, como coquetear con chicos...
—Que vivan las amistades verdaderas —interrumpió Adam en tono sarcástico, yo bebí un sorbo de mi refresco.
—No es eso. Tengo que admitir que fue culpa mía, porque yo quería verme mayor, no quería que dejara de hablarme o que los demás pensaran que era muy pequeña. Como sea, dos años después de conocerla, se fue a vivir con un hombre mayor que ella, se embarazó y a él le dieron un mejor puesto en otra ciudad, prefirieron mudarse lejos de su pasado... hasta la punta del país. Su esposo tiene un buen trabajo, incluso me pagaron los boletos de avión para verla una navidad, ya que él no podría estar en casa. Esta vez, Alicia vendrá unos días "A quedarse con su madre", descubrió que su esposo estaba mensajeándose con una mujer de por ahí y planeaban tener sexo. Alicia según está devastada y vendrá a buscar alivio en casa de su madre, pero en realidad solo viene buscando vengarse.
—¿Y tú le ayudarás a encontrar tipos con los que "vengarse"? —preguntó haciendo comillas en el aire.
—No. Yo solo saldré con ella, como los viejos tiempos —expliqué con una sonrisa.
—¿Cuándo te presionaban para que coquetearas?
—Tú no lo entiendes porque no tienes amigos —sentencié robándole una papa frita.
—Tienes razón, debe ser horrible hacer las cosas sin presiones —soltó con una sonrisa de satisfacción mientras seguía engullendo su comida.
—El caso es que ella vendrá y saldremos, aunque no estés de acuerdo.
—Es tu vida, nena, vívela como te guste...
—¿Son celos los que noto por ahí? Pensé que te gustaban las chicas liberales.
—Me encantan tanto como la doble moral —sonrió de forma coqueta y guiñó el ojo. A pesar del tiempo, ese gesto seguía poniéndome de nervios.
—Ya me di cuenta.
—¿Vamos por algo dulce? Se me antoja un helado cubierto de chocolate.
—Acabas de tragar casi una pizza entera. —Él encogió los hombros—. Vamos, aunque quiero algo picante, tengo ganas de chile —mencioné levantando la ceja, Adam no hizo, ni dijo nada hasta que nos pusimos de pie. Me abrazó por la cintura y me susurró al oído:
—Yo tengo un chile que te puede gustar mucho. —Inmediatamente volteé a verlo, no sé qué cara puse, pero él empezó a reír—. No te asustes, chica liberal, solo bromeaba.
Le saqué el dedo medio, luego fuimos a comprar porquerías para saciar las ansias. Nos sentamos a comer, yo tenía una bolsa de frituras con salsa y Adam su helado, el cual lamía de forma sensual para ponerme nerviosa. Lengüeteaba la punta y hacia sonidos raros que me tenían riendo a carcajadas por puros nervios. Después de eso él se fue a trabajar y yo a casa.
El fin de semana llegó Alicia, desde temprano fui a verla para ponernos al día. Hablamos sobre la pelea con su esposo y sobre lo mío con Adam, que en realidad era nada porque nada había pasado.
—Pues, qué te diré... no lo conocí mucho. No lo tenía muy grande, tampoco chico.
—¿El qué? —pregunté extrañada, acomodándome en mi lugar.
—El pene —aclaró haciendo una mueca como si aquello fuese obvio, no pude evitar ruborizarme—. Era bueno, recuerdo que cogía bien, pero siempre estaba en otro lado, ¿entiendes? Siempre estaba drogando y por eso solo fue sexo casual. Fuera de eso, no nos entendíamos en nada.
—No ha cambiado mucho desde entonces. Antes de trabajar y cuando sale toma dosis de diferentes porquerías, aunque no lo hace cuando estamos juntos, supongo que por respeto...
—Pues haz que te pierda el respeto... vamos a verlo, tú te quedas a solas con él y yo con Malcom. ¿Sigue siendo idiota?
—Muy idiota.
—Da igual, vamos a verlos...
Hablé con Adam y accedió que Alicia y Malcom tuvieran un encuentro en su casa. En la noche nos reunimos los cuatro, nos sentamos a hablar en la sala y conforme la plática fluía, los coqueteos entre nuestros amigos eran más evidentes y descarados. No pasó mucho tiempo antes de que empezaran a besarse. Me sentía incómoda, Adam estaba en su celular sin prestar atención, Malcom y Alicia se pasaban las manos por el cuerpo mientras sus bocas emitían chasquidos babosos. Quería irme.
«Todo era una trampa para que ella pudiera coger. Maldita zorra, nunca le importó lo que yo hiciera, solo fui su mediadora, como siempre» pensaba mientras veía mis sandalias.
De pronto Adam guardó su teléfono, se levantó, me dio la mano para ponerme de pie y con un movimiento de cabeza me pidió que lo siguiera a su habitación. Sentí un hueco en el estómago, lo seguí sin pensar mucho, íbamos a media escalera cuando me reveló sus verdaderas intenciones:
—Jeca, quiero irme a dormir. ¿Te llevo a tu casa?
—Estaría bien —admití—, pero me dijo que la esperara. ¿Por qué no fueron a la casa de Malcom?
—Vive con sus padres, si lleva a alguien se darían cuenta de inmediato. ¿Y tú sólo dijiste: Sí, ve y sáciate en la sala de la casa de Adam, mientras yo me aburro?
—Por desgracia sí... —respondí desanimada.
—Tengo mucho sueño. ¿Vamos arriba? Te quedas en el sofá cama y yo en mi cama...
—Vamos.
Subimos a la habitación, Adam me pasó una almohada y una sábana. Empezó a quitarse la ropa porque le gustaba dormir en boxers y yo solo veía desde mi lugar. Su cuerpo era delgado, sus brazos habían adquirido más musculatura desde que él entró a trabajar, me gustaba como se veía así, más sano. Suspiré, cerré los ojos e intenté dormir al igual que él.
—¿Qué tal van las cosas en casa? —preguntó de pronto.
—Bien, creo. Mi mamá y yo no nos hablamos a menos que sea muy necesario. ¿Por?
—Nomas, tenía tiempo sin hablar contigo. —Una sensación cálida de alojó dentro de mí, me daba gusto saber que él extrañaba nuestras pláticas.
—Pues eso. No nos hablamos, por tanto no peleamos, pero sí llega a incomodar. A veces me hace sentir más sola. ¿Y qué tal Jessica y tú?
—Tiene novio. Ya no me busca para... ya sabes. Pero estamos bien, seguimos hablando como amigos.
—Amigos, claro —repetí en voz alta como para intentar convencerme o sacar ese odio que sentía de pronto.
—¿Y tu escuela qué tal?
—No sé. La verdad es que cada vez me importa menos. Siento que este semestre me irá muy mal —me sinceré.
—¿Por qué? —El tono de Adam era autoritario más que sorprendido—. Jeca, sé que no soy un ejemplo, pero no deberías restarle tanta importancia a la escuela. ¿O es por qué te siguen molestando? Si es así dime para ir a pa...
—No es eso —interrumpí—. De hecho nadie me ha molestado, gracias. Lo que pasa es que ya me voy a graduar pronto, no sé qué estudiar en la universidad, quiero meterme a trabajar para salir de mi casa y la escuela me estresa. Todos me caen mal, Antonio no me habla, los maestros me tienen lástima. Es deprimente.
—Necesitas los estudios para encontrar algún trabajo. ¿Por qué te peleaste con tony? Deberías buscarlo. Quizá no sea el mejor follador, pero de qué puede ayudarte, puede hacerlo. ¿Es aburrido en todos los aspectos?
—No. De hecho es una persona interesante, puedo hablar de muchas cosas con él.
—Pues ya está, inténtalo, enséñale o no sé.
—Adam, Antonio no merece eso. Es buen chico, pero no lo quiero, aunque lo intente no puedo quererlo. El merece una mejor persona, alguien menos problemática, menos depresiva, menos tóxica, menos...
—¿Y yo qué merezco? ¿Y tú? —Era Adam quien interrumpía esa vez—. ¿No has llegado a pensar que si buscas estar conmigo es porque en el fondo esperas que todo salga mal y tengas lo crees merecer? Algo así como autocastigo... Piénsalo.
Me quedé en silencio, no quise replicar. Adam se dio la vuelta en su cama dándome la espalda. Tenía las palabras en la punta de la lengua, cerré los ojos y dejé salir eso que me tenía guardado solo para mí:
—Si me gustas tú, es porque me gusta cómo me siento contigo en todos los sentidos. Acompañada, divertida, emocionada. Siempre hay algo nuevo para aprender de ti y creo que somos buenos el uno para el otro. Yo soy menos triste contigo, tú te drogas menos —argumenté, él no respondió nada—. Buenas noches.
El silencio reinó la habitación. Algunos sonidos no muy gratos se colaban del piso de abajo. Me sentía cansada de muchas formas y el silencio de Adam me dejaba con un hueco en el pecho y mucha ansiedad. Me quedé dormida sin darme cuenta, desperté cuando sentí que alguien me movía el hombro:
—¿Jeca?
—Mmm —pronuncié levantando la cabeza. Adam estaba frente a mí.
—Alicia se fue, un taxi acaba de venir por ella. Malcom me avisó, yo no me di cuenta...
—¿En serio? ¿No preguntó por mí?
—Malcom me dijo que sí. Él entró al cuarto nos vio dormidos y le dijo a ella que estábamos acostados separados. De todas formas Alicia se fue sin despedirse o avisar.
—Maldita perra. ¿Qué hora es? —inquirí incorporándome.
—Van a ser las cinco de la mañana. —Suspiré enfadada.
—Supongo que me voy a casa...
—Si quieres seguir durmiendo, por mí no hay problema. Tu madre de seguro va llegando.
—Tienes razón —medité unos segundos, luego me di vuelta, dejando espacio suficiente y le hice el ademán para que se acostara a mi lado.
Adam
Estaba en el sofá cama con Jeca, el espacio era tan reducido como el de mi cama, sin embargo no estaba incómodo. Me sentía muy bien, como si ese fuera mi lugar en el mundo, aspirando el olor de su cabello, sintiendo su calor.
Desde que ella había hecho su broma de borrar todas mis canciones y poner otras que no conocía, había escuchado algunas con atención. Al poco tiempo volví a poner mi música, pero dejé varias de las que ella me pasó porque me gustaron.
Una vez habíamos discutido porque le dije que cierta banda no tenía sentido en sus letras, Jeca se ofendió y se puso a explicarme un par de canciones con detenimiento. Ella tenía razón, las letras eran muy profundas, y lo mejor o peor de todo, era que cada vez que las escuchaba pensaba en Jeca. Y ahí estaba, tumbado a su lado, semidesnudo, deseándola, pero anhelando más ayudarla.
—Eres un hada y yo soy nada —musité en voz baja esperando que ella reconociera la letra de la canción.
—Somos parte del mismo colchón... Nos querremos más que nadie —siguió.
—Hasta que no corra ni el aire entre tú yo —concluí depositando un beso en su hombro.
—¿Adam, tú me quieres? —preguntó de pronto haciéndome sentir de lo más nervioso, tardé mucho en responder.
—Sí, sí te quiero, aunque no sé bien de qué manera...
—¿Cómo? ¿Hay diferentes maneras de querer?
—Claro, está el te quiero como amiga, te quiero como pareja, te quiero de familia... hay muchas maneras de querer.
—Entiendo... también está el "te quiero porque necesito pagar una deuda conmigo mismo".
—Woow, ¿están lloviendo indirectas? —cuestioné con sarcasmo.
—Hablemos de eso, tenemos tiempo. ¿Por qué intentabas ayudarme?
—¿Por qué lo recuerdas ahora?
—Nunca lo olvidé en realidad, la cuestión es que hace mucho no estábamos así de solos, así de íntimos y cómodos entre nosotros.
—Hablas por ti, yo ya quiero irme corriendo —confesé—. ¿Y si mejor cogemos? Estoy casi desnudo, solo tienes que deslizar tu mano un poco... —Quería hacerla reír, pero no lo logré.
—¿No quieres hablar del tema? Entiendo. —Se formó un silencio sepulcral.
—No es que no quiera, es que nunca lo he hablado con nadie... No se trata de cualquier cosa, es un tema delicado —expliqué.
—¿Piensas que te juzgaré? Qué poco me conoces —respondió ofendida.
—Soy responsable indirectamente de la muerte de alguien... —De nuevo el silencio asfixiante.
—Yo... definitivamente no esperaba eso. ¿Lo asaltaste? ¿Golpearon a alguien? No entiendo, Adam.
—No era él. Era ella.
—Adam, estás asustándome. Por favor, dime que sucedió antes de que salga corriendo.
—Lo bueno es que no me juzgas. Te dije que no quería hablar del tema.
Otra vez estaba totalmente incómodo, muy hostigado. Me puse de pie para a irme. Jeca se incorporó en el sofá cama y lo convirtió en sofá, se sentó en silencio, suspiré de cansancio. Era hora de hablar sobre Anette. Me senté al borde de la cama.
—Perdón —se disculpó abrazando sus rodillas.
—Hace mucho tiempo, no sé exactamente, seis o cinco años, había una chica que vivía cerca de aquí, quizá a unas dos calles. Se llamaba Anette. Ella era muy joven, decía que tenía diecisiete, pero sabíamos que tenía a lo mucho quince años. La vimos crecer.
»Su familia era muy centrada, sus hermanas nunca hablaban con personas como yo, ¿sabes a lo que me refiero? Pero Anette no quería ser como ellas, quería ser rebelde, quería hacerse notar y empezó a juntarse con gente que no le dejaba nada bueno. Era una chica muy, muy fácil de influenciar y combinado con su inmadurez, se hizo la mezcla perfecta para los aprovechados. Rápidamente Anette se volvió popular por su manera de hacer las cosas mal. Su necesidad de atención la hacía una chica vulnerable a las críticas, odiaba que le dijeran que era muy pequeña y siempre intentaba demostrar lo contrario drogándose, emborrachándose o teniendo sexo... casi siempre las tres juntas.
—¿Tú alguna vez...? —musitó Jeca con voz trémula. Como si tuviera miedo de interrumpir.
—¿Tuve sexo con ella? No, nunca la vi como mujer, para mí siempre fue una niña insoportable. El problema fue que Anette estaba acostumbrada a las drogas "blandas" en pocas cantidades. Un bote de cerveza ya estaba muy ebria y eso hacía que los demás se aprovecharan de ella.
»Hace unos años se puso de moda tomar ciertas pastillas controladas que tenían un efecto fuerte, aún para los que ya estábamos acostumbrados a este tipo de viaje.
—»Era noviembre, eran casi las nueve de la noche. Yo estaba bebiendo junto a pato y otra persona que él conocía. Anette llegó sola, lo cual era raro porque siempre estaba acompañada. Tomó una cerveza con pato, yo no quería estar ahí, ella me ponía de malas porque era muy imprudente, así que me metí a casa. Ellos se quedaron afuera, pasó casi una hora, Anette tocó la puerta, me pidió el baño y yo la dejé pasar. Cuando salió, sacó unos billetes, quería que le vendiera marihuana. En lo que yo buscaba la mercancía, el chico que acompañaba a Pato la convenció de que comprara un par de pastillas y ella accedió sin mucho insistir.
«Son muy fuertes para ti» Advertí, intenté sonar serio, pero me salió un tono más mamón.
Ella se molestó conmigo y empezó a gritar que era más mujer que cualquier perra con la que me acostara y no sé qué tanto... me hartó y terminé vendiéndole unas tres pastillas, cuando una es suficiente para tener el efecto. Ella salió de mi casa junto al tipo, Pato seguía ahí.
"Esa niña va a terminar con el culo como alcantarilla" aseguró riendo. Yo me reí sin saber nada más. Nos quedamos ahí sentados hasta casi media noche.
Unas horas más tarde la policía estaba dando rondas por la colonia: Anette no aparecía por ningún lado, sus padres estaban preocupados. La encontraron dentro de una casa abandonada, había sido violada por varios tipos, ella no sabía quiénes eran. De hecho no recordaba que había pasado.
La noticia captó la atención de los medios porque ella era menor de edad, pero cuando se enteraron de que había consumido drogas y alcohol a voluntad, acabaron con ella. La culparon por haber sido atacada. La chica se aisló, no salía de su casa, su familia se encargó de correr a cualquier persona que fuese a verla. Nunca supieron quienes fueron los culpables, pero se estima que fueron tres, por lo menos. Pato y yo vimos a uno y aún así nos callamos. Él estaba libre, mientras ella vivía como convicta.
Anette dejó la escuela, no salía, ni siquiera se asomaba a la ventana... Ella terminó quitándose la vida... había una ambulancia, se dice que murió en el camino al hospital... Nadie lo sabe, nadie fue a su funeral. Solo la dejamos de ver y asumimos lo peor.
»La familia de Anette estuvo yendo y viniendo a su casa, al final terminaron mudándose. Nunca quisieron hablar del tema, pero se veían muy afectados. Ellos también se aislaron.
Abrí la boca, pero ya nada salió, Jeca también se quedó callada durante casi un minuto.
—No te ofendas Adam, pero no veo tu culpa en eso... No la obligaste, ni siquiera te caía bien. ¿Tú la violaste?
—No, por supuesto que no. Me ofende que siquiera lo pienses... Anette era una chica muy problemática, tenía pleito con varias mujeres de otros lugares, no podía ir muy lejos sin que alguien quisiera golpearla. Yo le caía mal también, pero era su única opción de proveedor... Si no le hubiera vendido, nadie más lo hubiera hecho y ella estaría bien.
—No puedes saber eso... no siento que sea tu culpa —repitió sentándose a mi lado.
—Tenía quince años, quizá catorce. Ella solo necesitaba a alguien que la cuidara, que se preocupara, que la aconsejara y regañara cuando fuera necesario.
»Me gustaría no sentirme así de culpable, pero hasta ahora no puedo. Pude hacer algo, pude hablar para que ella encontrara justicia, pero no hice nada.
—»Cambié mucho después de eso. Me hundí por completo, tenía pesadillas, miedos, remordimiento. Me drogaba mucho, consumía lo que se supone debía vender, me llené de deudas, toqué fondo. Y así como caí, me levanté, dejé temporalmente las drogas, entré a la universidad y por supuesto dejé de vender. Pero con el tiempo la escuela se volvió estresante, volví a consumir, necesitaba dinero y volví a vender, pero solo a gente conocida. Me gustaría tener más fuerza de voluntad para cuidar de mí mismo y no arrastrar a otros a mis cagadas.
—Nadie es perfecto. Todos caemos en tentación.
—Esto va más allá. Quiero cambiar, superar todo, pero acá me buscan, me tientan, me hacen sentir mejor.
»Quiero enseñarte el valor de la vida, pero ni siquiera pienso en el futuro. —A Jeca le dolía escucharme, y eso que apenas distinguía su cara por la luz que se colaba entre las cortinas.
—No puedo decir que me estás enseñando a vivir, pero desde que te conozco tengo menos tiempo para pensar en mi miseria. Me haces feliz, Adam. —Puso la mano en mi pecho, justo a la altura del corazón. Cerré los ojos con parsimonia, podía sentir mis latidos y presentía que retumbaban en la habitación.
—¿Estás nervioso?
—Causas esto en mí cuando estás muy cerca. Algo revienta dentro.
»¿Te llevo a casa?
—¿Necesitas estar solo?
—Un rato. Sí.
—Pues vamos. ¿Nos vemos entre semana?
—Te estaré esperando. Ahora pásame mis pantalones, por favor, están de tu lado —pedí, ella rodó los ojos.
—Arruinas el momento, Adam
—Arruino todo, nena.
❤
Por fin la razón del porqué Adam esperaba ayudar a Jeca. El reflejo de Anette se hizo presente hasta tomar otro rumbo y motivaciones. Ahora cuéntenme, ¿se imaginaban eso? ¿Cuáles eran sus teorías?
La canción que se menciona es "Corazón de mimbre" de la banda Marea. Pensaba omitir la letra, pero me sirvió mucho para inspirarme.
Capítulo dedicado a Julieeet13
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