21) Tensión

Jeca

Después de despedirme de Adam, todo se volcó. Me quedé recostada en la cama pensando en que su rechazo era porque en realidad no tenía atracción hacia mí en esa forma.

Me puse de pie para cambiarme la ropa, y mientras lo hacía, reparaba en cada detalle físico, asqueada, odiaba mi cuerpo, lo veía hasta deforme. No creía que alguna persona pudiera interesarse en mí por mi físico, luego empecé a evaluar la personalidad y llegué a la conclusión de que todo estaba mal conmigo. Nadie debía estar a mi lado, cualquier persona merecía algo mejor que yo.

Era aterradora la percepción que tenía de mí misma, había un profundo hueco en mi autoestima que me ponía vulnerable. Necesitaba un abrazo y al mismo tiempo sentía que ni siquiera merecía eso.

¿El respeto era de verdad o solo una excusa? No podía evitar pensar en Jessica y comparar su relación con Adam. Le tenía envidia. Yo quería ser como ella, quería tener su confianza, su cuerpo esbelto y su grupo de amigos.

El domingo seguía frustrada de muchas formas; muy triste durante el día y caliente por la noche. Con una barrera mental que me impedía autosatisfacerme, no podía alcanzar el orgasmo, no podía dormir, no tenía con quien hablar y pensar estar con algún hombre me hacía sentir vergüenza de mi cuerpo.

El lunes regresé a la escuela intentando disimular mi odio al mundo, quería pelear con alguien, pero el que me molestaba ya ni siquiera me volteaba a ver, tal como Adam predijo. Por la escuela se había corrido el rumor de que mi novio "el malviviente", con pinta de "cholo" iba a golpear a todo aquel que me mirara o me hablara. Si antes nadie quería acercarse a mí, después de eso menos.

Me hartaba de mi mal humor, tenía sueño y ganas de solo estar acostada. Las clases se sentían más pesadas cada vez, concentrarme me costaba mucho y me importaba menos, no encontraba una motivación para seguir asistiendo a la escuela. Las cosas con mi madre se habían calmado, pero mi cuarto era el único lugar donde estaba cómoda.

El viernes, charlando con Antonio sobre el proyecto de anatomía, comentando que había acabarlo por flojera que nos diera. Él explicaba lo que seguía de hacer, yo me aguantaba los bostezos.

—¿Estás bien? —preguntó de pronto.

—Sí, ¿por qué?

—Has estado muy distraída toda la semana y si no estás distraída estás de mal humor... —observó con timidez, yo me quedé viéndolo mientras pensaba: «No está tan mal, quizá con tantas ganas acumuladas salga algo más o menos decente».

—No, no estoy bien. Estoy en esos días que... mis hormonas están locas, mi humor de la verga y yo empiezo a dudar de que quiero —admití.

—Bueno, quizá puedo ayudarte en...

Antonio empezó a hablar, pero yo seguía perdida pensando en que quizá un reencuentro con él no estaría mal, luego me di cuenta de las estupideces que estaba pensando e intenté ponerle atención al chico frente a mí. Muy tarde, él se dio cuenta que no estaba escuchando y se molestó.

Verlo con esa cara me hizo darme cuenta de lo egoísta que solía ser, lo alejaba de mí, de hecho yo alejaba a todos de mí con mi actitud. Estaba asqueada, quería desaparecer para dejar de ser un imán de decepciones y rechazos. Nadie merecía tener a una persona tan egoísta como yo a su lado. 

Así pasé toda la semana, de mal humor, sin querer hablar con nadie, sin soportarme ni yo misma y sin que Adam supiera nada porque no nos hablábamos.

El sábado, el susodicho me marcó:

—¿Qué hay? —saludé, intentando sonar normal.

—Ey... nada, quería saber si puedes ir a mi casa hoy a limpiar.

—¿Hoy? ¿Ya? No sé si pueda, tengo mucha tarea.

—No estaré en casa, te dejaré las llaves pegadas con cinta a la silla verde que está afuera... —avisó, adelantándose a mis pretextos.

—Está bien, intentaré hacerlo.

—Pasa que se pondrá pesado. Mi mamá me visitó y trajo a mi sobrina. ¿Crees que podrías empezar por mi habitación? El olor a jugo que quedó me tiene cansado.

—Sí, ya está, sin problemas. —Hubo un silencio incómodo.

—Gracias, ¿haces algo de comer?, abusando de tu servicio. Igual te pagaré extra.

—Sí .—Hubo otro silencio.

—Pues ya está. Si quieres puedes conservar las llaves, son copias y confío en ti.

—Gracias, hasta luego —me despedí sin muchas ganas de escucharlo.

En verdad quería ir a limpiar ese mismo día, pero me entretuve con la tarea, luego mi madre empezó a vomitar como poseída, y tuve que quedarme a cuidarla y organizar. Estaba agotada, preferí no salir de casa, no tenía crédito para decirle a Adam que no podía ir. Me debatí sobre avisarle personalmente o dejarlo pasar, elegí la segunda opción. Una parte de mí quería verlo, pero la otra quería evitar cualquier tipo de contacto con él.

El domingo temprano me escapé de casa con el pretexto de ir a hacer la tarea de anatomía, —que por cierto tenía que ir a hacerla después de medio día—. Fui a limpiar porque necesitaba dinero, apenas iban a ser las ocho de la mañana. Pensaba que Adam estaría dormido y verlo me hacía nudo el estómago. Tardé mucho en llegar a propósito, toqué la puerta con timidez y no salió. Empecé a tocar más fuerte, nadie atendió, al parecer no estaba. Una sensación de alivio se internó en mí al punto de hacerme suspirar, luego recordé que necesitaba dinero. Por suerte las llaves seguían pegadas a la silla que me había mencionado.

Supuse que él estaría trabajando o algo así, entonces entré sin preocuparme. Lo primero que noté fueron huellas en el suelo, era lodo y manchas pegajosas. Había muchos platos en el fregadero, los sillones tenían tierra, había pedazos de hojas regadas y todo eso solo en la cocina. Suspiré conmocionada pensando en cómo estaría la habitación. Subí sin fijarme mucho, había algunas prendas tiradas en el pasillo, pero no les di importancia hasta que de pie en el umbral me di cuenta que Adam estaba en su habitación durmiendo junto a Jessica.

Me di la vuelta avergonzada al ver la escena. Todo pasó en un segundo y al mismo tiempo se sintió muy lento, di unos pasos, tropecé con un algún zapato, grité como niña mientras metía las manos para no caer de boca, golpeé la puerta del baño provocando más ruido y luego de rodillas en el piso.

—¡¿Qué pasó?! —averiguó Adam, mientras se acomodaba el bóxer, estaba asustado por mi sutil forma de entrar.

—Perdón, pensé que no estabas —me excuse poniéndome de pie.

—¿No sabes tocar la puerta? —reclamó frotándose la frente, se veía molesto.

—¿Qué dices? Estuve tocando mucho tiempo y eso es lo que ahora no tengo. ¿Crees que me encanta lo que acabo de ver? Que puto asco. —Jessica iba saliendo coincidiendo con la última frase que solté.

—Está bien que hayas venido, tengo que irme a bañar, se me hará tarde —avisó con su voz ronca, tenía el delineador a medias, un poco corrido y el cabello alborotado.

—Nos vemos más tarde —se despidió Adam, ella le dio un par de palmadas en la espalda y salió sin verme.

Esperamos a que Jessica se fuera para hablar, pero después de escuchar la puerta cerrarse las palabras no salieron.

—Voy a ponerme un pantalón —anunció Adam.

—Da igual, vi mucho cuando estabas dormido. No tenías ropa.

—Por Dios, Jeca, no se supone que vinieras hoy —reclamó alzando las manos.

—No se supone que estuvieras con ella... pero seguro que no es tan especial como yo y puedes faltarle al respeto —respondí con amargura.

Adam

Después de dejar a Jeca en su casa, fui a la mía a limpiar los charcos de agua. Estaba muy caliente, no podía dejar de pensar en ella y en que quizá había perdido mi oportunidad de llevarla a la cama. 

Intenté no estresarme, fumé un gallo, quise ir a dormir, pero no tenía sueño. Llamé a Jessica por puro ocio.

Ella pasaba una situación similar a la mía; gustaba de una persona, pero esa persona no se decidía y eso la ponía de mal humor. Estaba despechada, y yo estresado, ambos calientes y frustrados.

Apenas hablamos antes de empezar a besarnos y quitarnos la ropa con la luz apagada. Usualmente estar a oscuras era algo que odiaba a la hora del sexo, pero esa noche no hubo objeciones porque ambos queríamos pensar en otra persona antes del orgasmo.

Pasé la semana intentando superar lo que había pasado con Jeca y no me sentía listo para hablar con ella otra vez. No sabía cómo lo estaba pasando, pero la idea de estar cerca o a solas me daba grima, eso me causaba remordimiento y hasta tristeza, desde que nos conocimos nunca nos habíamos sentido incómodos con la presencia del otro, no a este nivel.

Cerca del fin de semana mi madre fue a verme junto a mi sobrina y la casa quedó hecha un caos. Salimos al patio a jugar, entramos con lodo en los pies, Ana Paula tiró jugo en mi cama, también había restos de galletas y yo no quería limpiar. Así que preferí hablar con Jeca, aunque al escuchar su voz mis alarmas internas se encendieron y me obligaron a huir de ella. Quedó en ir a limpiar el sábado mientras yo no estuviera.

El sábado regresé de trabajar dándome cuenta que mi casa seguía igual. Empecé a estresarme pensando en que Jeca había decidido alejarse de mí. Me ahogaba entre  sentimientos encontrados, necesitaba calmar mi ansiedad de alguna forma, no quería estar solo así que acudí a Jessica. Pasamos la noche juntos, fumamos mucha marihuana, bebimos tequila y terminamos profundamente dormidos.

Me desperté porque escuché un ruido, pensé que algún ladrón se había colado a la casa, pero era Jeca que creyó que yo no estaba. La resaca me aturdía, sabía que ella estaba enojada conmigo y me echó en cara el hecho de que a pesar de que decía que no me gustaba Jessica, seguía cogiendo con ella. Tenía razón por supuesto no iba a negarlo.

—Lo siento, no quería que te dieras cuenta así.

—¿Entonces con ella sí puedes hacerlo sin remordimiento?

—Sí, no es que sea mi mejor opción, pero es infalible. —Jeca abrió la boca con una expresión de incredulidad y burla—. No sé qué decirte. No puedo negar que me sentiría celoso de verte con alguien más, pero definitivamente no te diré nada si consigues a otro, quizá así nos olvidemos más rápido de esto, de una posibilidad, no sé. No es fácil para mí tampoco, pero en cuanto antes pueda sacar esa imagen de mujer y volver a verte como una niña... todo volverá a ser como debe de ser. —Jeca movió la cabeza hacia un lado y me tendió la mano.

—Trato hecho. ¿De verdad me veías como niña? —Parecía ofendida.

—Eres muy joven, lo siento. —Ella sonrió de la manera más hipócrita que pudo.

Nos quedamos de pie en silencio antes de proponer que mientras limpiaba la sala, yo ordenaría mi habitación. Puse música para aligerar la tensión y estuvimos sin hablarnos un buen rato hasta que ella se fue para seguir su proyecto de muñeco sexual. 

Nos despedimos sin tocarnos, luego me advirtió que en las próximas semanas estaría ocupada porque entraría en exámenes, por tanto no podría limpiar mi casa. Eso fue un alivio para ambos.

Pasamos casi un mes sin vernos, nos hablábamos de vez en cuando por mensajes o llamadas cortas. Jeca fue un par de veces a limpiar, pero yo estaba absorto en el trabajo y ella en la escuela, no coincidimos hasta una tarde a finales de septiembre. 

Malcom fue a verme, después de haberlo empujado por no cuidar de Jeca, tuve que disculparme; él podría ser un idiota calenturiento, pero no era un abusador. Prefería insistir como desesperado que dañar a alguien. Por fortuna tampoco solía guardar rencores, así que todo quedó como un incidente por mi sobriedad, su poca capacidad de convencimiento y el obvio hecho de que nunca debí llevar a una chica y dejarla sola ahí.

Estábamos aburridos, decidimos invitar a Jeca a cenar y ella accedió, nos ayudó a preparar algo más o menos decente. Empezamos a celebrar que Malcom había tenido unas buenas calificaciones, era algo absurdo, pero queríamos beber y el pretexto fue ese. Mi casa poco a poco se fue llenando de cercanos y desconocidos, como en los viejos tiempos; había música, poca tensión y muchas risas.

—¿Cómo has estado? —le pregunté a Jeca, aprovechando la cercanía que el volumen de la música nos obliga a tener.

—Mucho mejor, me siento relajada —admitió—. He vuelto a comunicarme con mi mejor amiga, hemos hablado mucho por teléfono y me hace reír tanto que se me olvida todo.

—¿En serio? ¿Y por qué no hablaban? —preguntó Malcom, nosotros no sabíamos que estaba oyendo.

—Ella es mayor que yo... Salíamos mucho, luego se embarazó, se casó y se mudó, literalmente, a la punta del país... Aquí era conocida por ser una zorra, allá es algo así como señora de sociedad.

—Eso no explica porque no hablaban —meditó Malcom, confundido.

—Oh, sí, me desvié... Ella es más de tecnologías, internet, wi-fi, todo eso. Yo pues, yo no tengo idea de cómo usar un smartphone. Nos distanciamos por eso, pero seguimos siendo amigas. Hace poco, de hecho en casa de Malcom, cuando estuvimos ahí, le mandé un mensaje con mi número y ella se comunicó conmigo.

—Que bien. ¿Está buena? —inquirió el rubio.

—Te acaban de decir que tiene un hijo y está casada —le reprendí.

—Sí está buena... Sí, tiene un hijo, y sí, está casada, pero tiene problemas maritales, vendrá a pasar unos días aquí y quiere vengarse de su esposo. Quien quite y terminas con suerte —anunció Jeca, guiñando un ojo. Malcom se emocionó y empezó a bombardearla de preguntas, yo fui por otra cerveza.

Había mucha gente conocida en mi casa, personas con las que hablaba muy poco o no veía desde hacía tiempo. No podía dar unos pasos sin que alguien me saludara y eso me ayudaba a no estar pendiente de Jeca, aunque sí quería estar con ella.

Ya bien entrada la noche quedaba poca gente, no encontraba a la chica que me tenía preocupado, así que la llamé pensando que se había ido a su casa, pero estaba sentada afuera con unas personas que había conocido. Salí a buscarla.

—¿Qué pasa, Adam?

—Nada, pensé que te habías ido...

—No, solo estaba sacando el veneno: A los que están afuera también les cae mal Jessica —avisó emocionada.

—Me alegra que te diviertas —sonreí con ella.

—¿Y tú cómo te la estás pasando?

—Bien, he hablado con muchísima gente, estoy algo enfadado. Resulta que todos son muy amigos míos y ni los conozco —concluí frustrado, luego tomé un trago de cerveza.

—Todos quieren ser amigos del vendedor.

Jeca tenía facilidad para encajar a pesar de sus problemas, en cambio para mí, si no iba dopado, socializar era algo complicado.

—Hablando de amigos... ¿Cuándo llega la tuya?

—La próxima semana, me parece.

—Que nervios. Nosotros estamos bien, ¿no? Digo, a pesar de lo de Alicia y yo, ¿tú estás bien con eso? ¿Prefieres que me mantenga alejado? —Tomé un trago de cerveza porque de pronto me sentía muy acalorado.

—No me molesta. Es decir, tú y yo estamos bien... además pienso que yo te lo haría mejor que ella. —Su comentario repentino me hizo ahogarme, empecé a toser, Jeca a reír, luego regresó a sentarse con el mismo grupo de personas que acababa de conocer.

Cuando volví a hablar con ella ya era de madrugada, Malcom y yo nos ofrecimos a llevarla a su casa. En el camino ellos iban hablando de Alicia, yo no quise participar así que solo me fumaba un cigarro, no ponía mucha atención a lo que decían. Se detuvieron en la esquina, Jeca le dio un número de teléfono y Malcom marcó de inmediato.

—¿Qué pasa? —pregunté viendo a mi amigo caminar solo.

—Quiere hablar con Alicia, ella está despierta, me mandó mensaje...

—Bien, entonces espero —mencioné dando la vuelta para alejarme un poco.

—Espera, Adam... lo que te dije en tu casa... estaba bromeando, no quería incomodarte, es solo que te extraño. Extraño nuestra amistad y quiero volver a lo que teníamos, pensé que hacer esa broma calmaría las cosas, pero bueno, no pasó.

—Yo quiero lo mismo —aseguré tocando su hombro, ella recargó su cabeza en mi mano.

—¿Abrazo?

—Abrazo.



Un capítulo menos cargado tanto de drama como de contenido. Espero que les haya gustado. El próximo viene con algo que muchos esperan, y no, no es sexo  jajaja

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