20) Exceso P.2

Adam

Pocas cosas me hacían enojar al punto de llegar a la violencia. Una de ellas era que se quisieran aprovechar de alguien cercano a mí, por eso antes de seguir a Humberto le pedí a Malcom que cuidara de Jeca, él prometió hacerlo. Al salir y no encontrarlos me asusté y el miedo se convirtió en coraje al encontrarlos fumando y bebiendo.

Todo se me descontroló por estar sobrio: La presión del trabajo, salir tarde a buscar a Jeca, ir a un lugar desconocido en una moto y llevar una mochila con drogas. Durante el camino supliqué mentalmente que no nos detuviera una patrulla porque entonces yo me llevaría la mayor parte del problema y encima obligaría a Jeca a tener una experiencia terrible. Estaba estresado, cansado, ansioso y con nervios. El no saber donde se había metido la adolescente a la que había casi obligado acompañarme, fue la cereza del pastel. Hice lo que mejor me salía en esos casos: Desquitarme con otros.

Golpeé a mi mejor amigo sin razón, lastimé a Jeca para sacarla del lugar, y por si fuera poco, la dejé sola en medio de la nada después de insultarla. Las emociones no eran mi fuerte, siempre me iba a los extremos. O daba todo, o no daba nada, y el huir me salía tan natural como respirar.

Conducía entre las calles de unos de los fraccionamientos más problemáticos de la ciudad con la última frase que le grité a Jeca, atravesándome la sien. "Vas a regresar mañana" sonaba a mentira porque había probabilidad de que no volviera. La culpa me comía las entrañas haciéndome un nudo en el estómago y un hueco al mismo tiempo.

Di la vuelta para regresar a la fiesta. Aunque aceleraba, sentía los minutos muy lentos. Volví a la casa que seguía atestada de personas, recorrí el lugar esperando encontrar a la chica con Malcom, pero no estaban. Salí al fijarme donde la vi por última vez, pero tampoco la encontré.

Cada vez más desesperado, tuve que ir en dirección contraria; en vez de ir a la izquierda fui a la derecha, avancé tres calles y por fortuna ahí estaba ella, sentada sobre unas macetas de concreto. Pensé que al verme me gritaría o seguiría su camino, pero apenas bajé, Jeca me abrazó mientras lloraba.

—Dios, pensé que no te encontraría. Estaba aterrado. Lo siento, no debí traerte, mucho menos meterme en tus asuntos. —La abracé fuerte, aún con el corazón acelerado y la garganta seca. Cuando por fin pude separarme, la miré a los ojos para escucharla:

—Me senté aquí a pensar, no supe qué hacer, solo pensé. Es horrible repasar error tras error y darte cuenta de que el problema está en ti. Siempre espero que otras personas me hagan sentir bien.

—No debí sacarte así, yo estoy mal. Tú estabas pasando un buen momento y yo solo pude pensar en lo peor —expliqué. Ambos nos quedamos callados unos segundos observando la calle.

—Adam... tenía miedo de que no volvieras.

—Tenía miedo de no encontrarte, jamás me lo perdonaría.

—¿Por qué? ¿Por qué intentas sacarme del pozo? ¿Por qué te preocupas por mí? ¿Qué me escondes?

—No quiero que mueras, quiero ayudarte a encontrar una razón para que sigas en pie. Pero estoy mal, Jeca, soy egoísta porque no pienso en lo que tú quieres —confesé tomando su mano y caminando al lugar donde la encontré. Nos sentamos juntos.

—No creo que sea egoísta hacer eso.

—No he terminado. —Mojé mis labios con nerviosismo—. Al principio no lo hice por ti, lo hice por mí, para quitarme una deuda de encima. Pero estoy muy mal porque se supone que debo enseñarte el valor de la vida, que quiero ayudarte a encontrar una razón para vivir. Jeca, yo vivo el día a día, no pienso en que pasará mañana, si hoy muero no me importará porque no tengo metas a futuro. 

»¿Puedo decir que te he ayudado en algo? No lo creo, sigues siendo una niña deprimida y yo un adicto sin futuro.

—»Te quiero, pero te hago daño, y lo peor de todo es que no quiero alejarme —admití con tristeza. De nuevo nos quedamos en silencio viendo la calle.

—Nacemos para morir, Adam. Vivir te va matando y el querer duele. No es romántico, no es negatividad, es realismo.

—No debería ser así. Quizá nos duele a nosotros porque no sabemos querernos, solo intentamos a medias.

—¿Qué deuda esperabas pagar? —preguntó de pronto. No supe si para cambiar de tema o para no admitir que yo tenía razón.

—No creo que sea buen momento. Debemos regresar, ¿está bien? —Por fin me animé a verla a la cara. Tenía la nariz y ojos enrojecidos, aún se podía percibir la tristeza en ellos.

—Vamos. —Nos abrazamos otra vez, aspiré el olor de su cabello y de ahí subimos a la moto.

—Quiero ir al baño —recordó apenas arranqué.

—Tendrás que esperar o hacer detrás de un carro.

—Espero. Primero llegamos a tu casa, por favor, me da miedo que mamá esté en mi casa y se dé cuenta de tu moto.

—Bien.

El camino de vuelta fue tranquilo, no hablamos nada, pero me sentía en paz. Las calles estaban muy poco concurridas así que llegar a casa fue menos complicado. Apenas entramos, Jeca corrió al baño, yo tenía mucha hambre, fui directo a buscar algo para cenar mientras fumaba un cigarro.

Cuando Jeca llegó a la cocina, tenía el pantalón desabrochado y me mostró las marcas que este le había hecho, pero yo no podía sino ver su vientre y la línea de sus bragas color azul marino. Sabía que ella hablaba sobre algo, yo solo asentía.

—Gracias, lo necesitaba —dijo mientras tomaba un cigarro de la caja.

Caí en cuenta que ella me había pedido un cigarro y no pude decirle que no por estar pensando cosas indebidas. Se sentó a mi lado, ambos fumábamos en silencio. Su atuendo y su manera de sacar el humo la hacían ver peligrosamente sensual y mayor.

—Qué pena, pero ¿sabes qué? Mejor no —me disculpé, de forma gentil, le quité el tabaco y lo apagué en el fregadero. Jeca me reprochó, pero la ignoré para recalentar la comida que tenía en el refrigerador.

Cenamos platicando cosas del día a día. Parecía que la noche mejoraba, pues el ambiente entre nosotros regresaba a ser ácido, sarcástico y sin problemas.

Me ofrecí a lavar los platos, después de eso, Jeca acercó una silla al fregadero para seguir charlando. Entre pláticas le aventaba agua con disimulo, al principio no lo notó, pero luego amenazó con vengarse. Sus reclamos eran graciosos, por eso a propósito sacudí las manos cerca de ella para echarle agua en la cara.

—¡Tonto! —gritó tallando sus ojos, yo me reí. Se acercó y mojó sus manos para hacer lo mismo. Intenté cerrar la llave y Jeca me empujaba para abrirla, era un juego infantil, pero nos divertíamos mucho.

Jeca puso sus manos sobre el tubo de agua y al abrir la llave, salió a presión mojándonos a ambos. Lo que empezó como juego, terminó en una guerra cuando llenamos vasos de agua para atacar al otro. El piso estaba empapado, si caminábamos sin cuidado nos resbalábamos, la única protección que nos quedaba eran las sillas y la mesa.

—Ya, ya está. Tenemos que limpiar esto —advertí levantando las manos en señal de paz.

Ella dejó el vaso con el que pensaba mojarme, quise correr a llenar el mío, pero terminé cayendo de espaldas antes de llegar al fregadero. Estaba riéndome tanto que no podía levantarme, ni respirar. Jeca fue a ayudarme, pero la jalé para que cayera igual a forma de venganza, aunque no me salió y terminó sobre mí casi sacándome el aire.

Cuando pude volver a respirar con normalidad tenía la parte de atrás de mi cuerpo empapada, Jeca no dejaba de reírse, se mojaba las manos en el piso y las sacudía sobre mí.

—Basta que me vomito —pedí tosiendo. Ella me ignoró, parecía que le gustaba verme sufrir.

La tomé de los brazos, la jalé hacia mí para detenerla; de pronto estábamos tan cerca uno del otro, podía respirar su aliento. Me quedé intentando sacar cualquier pensamiento impuro, pero Jeca no quería lo mismo. Me besó ella primero, entonces olvidé cualquier rastro de moral.

Empecé a besarla sin pudor, la tomé de la cintura para que subiera sobre mí, y lo hizo. Estaba excitado, no quería detenerme, no pensaba hacerlo. Pasaba una mano por su culo mientras con la otra quitaba el cabello para probar su cuello, ella se movía lentamente sobre mis caderas. Me estaba poniendo cada vez más caliente, lo sabía y le gustaba.

Metí la mano bajo su blusa para desabrochar su brasier, por fortuna no fue nada difícil. Puse ambas manos en sus tetas. La deseaba. Estaba por bajar su playera cuando ella me detuvo haciéndonos volver a la realidad.

—Adam, espera. —Me quedé respirando pesadamente, mientras la culpa me golpeaba como piedras la conciencia, fue menos de un minuto en el que solo nos miramos a los ojos.

—Tienes razón... esto está mal —sentencié, intentando quitarla de arriba.

—No, no, no... Yo quería preguntarte si íbamos a tu habitación por condones. —Soltamos a reír esfumando un poco la tensión—. Hablo en serio, Adam.

—Yo también hablo en serio, esto está mal, Jeca. —La quite con suavidad de arriba y empecé a incorporarme, todo en mi era incómodo.

—¿Bromeas? —reclamó aumentando mi frustración.

—Me encantaría que fuera así y tomarte aquí mismo sin remordimiento. Eres menor de edad, soy mayor que tú por siete años. —Jeca carraspeó.

—¿Y eso qué tiene que ver? No soy virgen, no espero que me ames, no espero que te enamores.

—Dios, eres tan perfecta. —Ella tenía buenos argumentos. 

—En serio, ¿por qué me estás rechazando?

—No te enojes, es por tu bien. Jeca, no puedo ofrecerte nada más que amistad y decepciones, y de la segunda ya te he dado varias pruebas. No es lo mismo ser amigos que ser "amigos" —señalé haciendo comillas en el aire—. Estás pasando por un problema delicado y no lo vas superar con sexo, menos si te toca ver como estoy con otras y al mismo tiempo me acuesto contigo, ¿entiendes a dónde quiero llegar? Está mal, solo no. No.

Ella tragó saliva, estaba confundida, se le notaba.

—Bien, pero no olvidaré esto, algún día te dejaré con las ganas —respondió intentando aliviar la tensión entre nosotros.

—¿Qué dices? Me empezaran a doler los huevos en cuanto se me quite la sensación de tenerte encima. —Soltó una risita.

—¿Me ayudas a abrochar mi brasier? —El solo pensarlo me excitó, las tentaciones eran mi perdición.

—Mejor ve al baño y hazlo tú, yo voy a cambiarme —avisé, girando hacía las escaleras.

Bajé a los minutos, me encontré con Jeca barriendo el agua que había quedado.

—Deja ahí, lo haré yo. ¿Recuerdas que olvidaste un cuaderno aquí y no sabía dónde estaba? Pues lo encontré —anuncié extendiéndole la libreta.

—Gracias. Ya ni me acordaba. —Se puso a revisar las hojas y luego me miró con desaprobación—. Está lleno de grafitis.

—Solo tiene unos cuantos, para que me recuerdes cuando estudies. —A ella no le hizo gracia mi chiste—. ¿Te acompaño a casa?

—Vamos. Ya me quiero cambiar, estoy toda mojada. —Quise tomar el asunto con seriedad, pero empecé a reír a carcajadas. Jeca me miró con reproche, aunque terminó cediendo a la risa. Después ambos nos quedamos en silencio.

Salimos de casa, con las calles vacías, el trayecto fue muy incómodo y callado. No hablamos sino hasta que ella entró a revisar si su madre llegó en casa. Salió a despedirse de mí después de confirmar que estaba sola. Ninguno tuvo el valor de despedirse con una muestra de afecto física. Fue patético.

—¿Qué se supone que vendrá después? Sabemos que hay atracción, hay química, pero no se puede, ¿entonces? —confrontó. Suspiré agotado, no quería seguir pensando en eso.

—Entonces nada, hay que esperar a que se pase... —Ambos nos miramos sabiendo que eso no sería fácil.

—Buenas noches, Adam, y jódete.


¿Qué les pareció el capítulo?

¿Les agrada que lo divida en dos partes para que sea más ágil la lectura o es mejor todo en un solo capítulo? Personalmente no me gustan los capítulos muy largos, pero así me quedan jajaja

¿Creen que Adam tiene razón en rechazar a Jeca o deberían ambos solo dejarse llevar?

Gracias a los que siguen leyendo y a los que hace poco dieron la oportunidad a esta novela. Está creciendo mucho gracias a ustedes que apoyan votando, comentando o recomendando 🌸

¿De dónde llegaste? ¿De alguna publicidad en grupos de fb, Wattpad te recomendo SUR, te lo recomendaron? Me gustaría saber 😊

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