19) Madrugada
Jeca
Me quedé sin entender un momento.
—¿A dónde me vas a llevar? —cuestioné dudando en qué tan real era su afirmación.
—A un lugar muy especial donde te voy a hacer mía —habló con la voz suave antes de soltar una carcajada—. Intenté no reírme, pero mi broma era muy estúpida. Vamos a hacer compras para mi casa. No tengo nada en la alacena y refrigerador.
No supe qué cara puse, pero Adam volvió a reír.
—Ya decía yo, tú no me buscas si no es por conveniencia —reclamé cruzando los brazos.
—Yo me voy yendo —avisó Marilyn mientras caminaba, Antonio seguía a un lado de mí, atento a todo.
—Oh, vamos, nos conviene a ambos, me ayudas a elegir qué comprar y yo te compro algo al final... Si me lo propusieras yo lo haría sin dudarlo.
—¿Cómo se supone que vamos a regresar con las compras y en moto? Además seguro conduces como loco. —En ese momento era Adam quien tenía cara de fastidio.
—Tú déjame todo a mí. ¿Vas o no?
—Me da miedo. ¿Traes casco?
—No vayas con él, no es seguro —me susurró Antonio, tocándome el hombro.
—No, no traigo casco, eso es para maricas. ¿Eres marica? —cuestionó divertido.
—Por dios, eres un imbécil.
—Sí. Voy a manejar como loco. ¡Todos nos vamos a morir, aaah! —gritó, haciendo que la gente alrededor volteara a vernos.
—Entonces sí voy —Levanté los hombros, Antonio me tomó del brazo antes de avanzar.
—Espera... no deberías.
—No pasa nada, Adam suele hacer bromas tontas, pero siempre procura cuidarme. Estaremos bien.
—Ten precaución, por favor. No confío en él —flaqueó. Se despidió de mí y siguió su camino, Adam le dijo adiós en tono burlón.
—Déjalo en paz —le pedí mientras me subía—. Ve despacio, traigo falda.
—Bendito viento y suertuda la persona que te vea —dijo dándome una palmada en el muslo. Luego arrancó con mucha velocidad y en sentido contrario gritando—. ¡Todos vamos a morir!
—¡Imbécil! —increpé abrazándome a su tórax. Él disminuyó la velocidad y se acomodó en el carril correcto sin parar de reír. Iba asustada, alterada, pero admito que me reí. Después de una semana tan tediosa, un poco de adrenalina no venía mal.
El supermercado estaba cerca de casa. Estacionamos con calma, me bajé aturdida y con miedo, Adam seguía como sin nada.
—¿Vas a trabajar? —le pregunté, mientras escogía un carro del súper.
—Sí, vamos a dejar las compras a mi casa y de ahí te dejo en la tuya.
—Bueno, pero me vas a comprar lo que quiera y un helado —aclaré poniendo el índice cerca de su cara, Adam asintió y entramos.
Él iba escogiendo lo que necesitaba, la mayor parte del camino fui espectadora. Me extrañaba que me llevara si no le estaba ayudando en nada. Estuvimos casi treinta minutos recorriendo los pasillos y comparando precios.
—Necesito jabón y papel de baño. Eso es todo lo que hace falta en mi casa —anunció mientras curioseaba en las cosas de higiene personal.
—¿Para qué me trajiste?
—Para que me ayudes.
—Tú tienes en mente que vas a llevar, no me necesitas —aseguré recargándome en el carrito de compras. El hombre me volteó a ver sin expresión.
—Pásame ese jabón de ahí —exigió señalando el estante que estaba pegado al piso. Lo miré con desgano, sabía que lo hacía por joder, aún así le pase la barra—. Te traje porque voy a necesitar que me ayudes a llevar las compras a casa. Te subirás a un taxi y yo me iré en la moto.
—Pudiste irte solo en un taxi —divagué levantando los hombros. Adam me miró con fastidio.
—A la próxima dejo que mueras de aburrimiento con Tony y la chica amargada. —Empujó el carrito y siguió caminando, yo como cachorro fui tras a él llena de arrepentimiento.
—Lo siento. —Quería sacar platica porque a pesar de haber pasado apenas unos segundos, sentía que Adam estaba distante. Una sensación extraña, como si se fuera a olvidar de mí de un momento a otro—. ¿Te preparas para la quincena? Llevas muchas cosas.
—Sí y no. Estuve mensajeando con mi mamá en la semana, creo que me visitara pronto y no quiero que vea la alacena y el refrigerador tan vacíos como la última vez. —Asentí admirada, podía notar cierta emoción en la cara de Adam—. Además, creo que llevará a mi sobrina, no sé, me dijo que a finales de mes se encargará de cuidarla. La verdad extraño mucho a esa mocosa, espero que me visiten. —Una sonrisa se acomodó rápido en mi cara al escucharlo.
—No sabía que te gustaban los niños.
—No es que me encante cuidar niños, pero es mi sobrina y tú sabes... la amé sin conocerla. —Sacó su celular y buscó entre las fotos. Me mostró a una niña rubia, sonriente, con mejillas sonrojadas y un vestido pomposo anaranjado. Era sin duda hermosa—. Es ella. Mírala, ni parece que se enoja por todo y es mandona compulsiva como su madre.
—Que grosero —solté riendo aún viendo la foto. Tenía sentimientos encontrados: ternura, nostalgia, alegría y un poco de tristeza.
—No veas más imágenes, puedes encontrarte con unas piernas femeninas muy abiertas —explicó quitándome el celular.
—Qué asco, Adam.
—En mi defensa puedo decir que yo no pedí que me las enviara, fue un acto altruista.
—Altruista mis.... —renegué adelantándome—. ¿Qué te falta por comprar?
—Bóxers —respondió, ignorando cualquier atisbo de celos que pudiera tener. Así que fuimos hasta el área de ropa interior.
Era tan quisquilloso con eso, se quejaba de los colores, de la tela, del tamaño, del tipo de corte. Mejor me fui a echar un vistazo en la ropa de mujer.
—Ese seguro te queda bien —interrumpió Adam, señalando un conjunto blanco con líneas de colores, pensé que bromeaba y no estaba de humor así que solo me reí—. Hablo en serio, no me ignores.
—No suelo usar tangas, deja de imaginarlo —pedí fastidiada.
—¿Qué talla de brasier eres? —siguió, viendo con descaro mis senos.
—¿Qué te importa? Deja de andar de morboso.
—Solo tengo curiosidad, son grandes. —Su tonta sonrisa coqueta me cohibía.
—No son tan grandes. Son talla regular, lo que pasa es que estás acostumbrado a chicas muy delgadas por tantas drogas.
—Sí, supongo que tienes razón. ¿Qué talla eres?
—No te diré, ya déjalo. Mejor dime tú, ¿cuánto te mide el pene? —cuestioné en voz alta, había una mujer tras de mí que nos miró con sorpresa. Adam soltó una carcajada al verla.
—¡Jeca, no seas así! No puedes ir por la vida haciendo esas preguntas —me reprendió en tono burlón. Puse una mano en la frente intentando cubrir mi sonrojo ante sus carcajadas—. Basta que me vomito.
—Pues ya cállate. No quiero saber nada de tu... cosa... ni quiero decirte mis medidas.
—Algún día, cuando haya más confianza, me dirás o lo descubriré —aseguró, llevándose el carrito de compras para pagar y soltando un par de risas.
Me quedé pensando en que es lo que intentó decirme. ¿Se refería a qué estaríamos más unidos o hablaba en doble sentido? No quise seguir pensando así que se lo pregunté directamente después de seguirlo hasta la caja.
—¿Qué quisiste decirme? —cuestioné, él estaba vaciando el carrito de compras.
—¿Con qué?
—¿Más confianza? ¿Lo descubrirás? ¿Estás intentando decirme que tendremos sexo en el futuro? —Aunque quise moderar mi tono de voz, la persona que nos cobraba nos lanzó una mirada incrédula, luego vio mi uniforme, a Adam y siguió cobrando con cara de susto.
—No, Jeca, por dios, no todo es sexo en la vida —respondió riéndose nerviosamente, lo cual logró avergonzarme más—. Te pusiste roja. No te sientas mal, me refería a más confianza porque no nos conocemos desde hace mucho. Debí expresarme mejor —explicó con la misma frescura de siempre.
Me fastidiaba su capacidad de hacerme pasar penas.
Salimos a buscar un taxi. Subí con las bolsas y él iba tras nuestro en la moto. Lo inspeccioné por el espejo retrovisor; el hombre en cuestión era atractivo, era interesante y hasta gracioso, pero tenía razón, no nos conocíamos lo suficiente. Sin embargo Adam era mi primera y única opción cuando de hablar con alguien se trataba. Sumado a eso me di cuenta que Jessica había dejado de darme igual, la idea de que Adam estuviera con ella a solas me hacía sentir casi enferma, me molestaba. El hecho de pensar que trabajaban en la misma compañía me avivaba las inseguridades, eran celos. No podía decir si era amor, pero si sentía atracción repentina hacia él por el hecho de que me ponía atención.
Llegando a casa de Adam, él se encargó de pagar mientras yo iba bajando las bolsas para posteriormente acomodar los productos entre los dos.
—Cuando te dije que te compraría cualquier cosa que me pidieras jamás me imaginé que pedirías eso —observó divertido, mientras yo servía cereales en un plato.
—Oye, tienen bomboncitos. En casa mi madre no quiere comprarlos porque son caros. ¿Te sirvo?
—Está bien, comamos cereales como cuando éramos niños —asintió tomando un puñado del mismo y llevándoselo a la boca, tirando varias hojuelas en el trayecto.
—También me recuerda a eso, supongo que por eso me gustan tanto. —Adam solo me sonrió y luego comimos entre bromas pesadas y no tan pesadas.
—¿Jeca, tienes ropa que vaya de acuerdo a tu edad o peso? —preguntó dejando su plato vacío en el fregadero. Yo meditaba la pregunta intentando encontrar la broma oculta—. Sin contar tu uniforme.
—Sí tengo, pero no son tan acuerdo a mi peso. Antes era más delgada, subí unos kilos y la ropa me queda muy ajustada, algunos pantalones no me cierran y no me siento cómoda. ¿Por qué?
—Eres guapa, lo digo en serio, no me mires así... pero siempre te vistes con ropa extra grande como yo.
—Tú tampoco necesitas esa ropa —le recordé señalándolo con la cuchara.
—No, pero así es mi súper estilo. ¿Qué vas a hacer el sábado en la noche? —preguntó de pronto.
—Voy a un concurso de baile —añadí con sarcasmo, Adam frunció el ceño—. Por supuesto que no haré nada, ¿tú que harás?
—Trabajar.
—¿Entonces por qué preguntas?
—Cuando salga del trabajo iré a algo así como una batalla de gallos. Solo ida y vuelta, voy a entregar algunas cosas. ¿Vamos?
—No —resoplé con burla.
—Entonces no te quejes de no tener vida social, nena.
—Adam, es en la madrugada, no puedo salir. Y no me digas nena, nadie dice nena.
—Jeca, tu madre no va a llegar en la madrugada. Llegará al amanecer, para ese entonces ya estarás en tu cama durmiendo, nena. Ay, ¿te molesta que te diga nena? —preguntó con un tono burlón.
—Asco nena, Adam. Además ni siquiera sé que es una batalla de gallos, ¿pelea de gallos?
—No, es una batalla de rap, dos personas improvisan en la tarima y eligen al ganador que concursa en la siguiente ronda.
—¿De verdad? ¿Cómo en las películas? —indagué emocionada.
—No, tampoco tan buena. Es en una casa, será algo callejero, nena.
—Bueno, suena interesante... voy a pensarlo. Deja de decirme nena, en serio.
—Lo siento. No lo pienses. Solo di sí o no, yo te llevaré y traeré. Rápido sí o no, sí o no, sí o no —insistió empujándome el brazo con su índice.
—¡No sé! —grité presionada, cubriéndome de su ataque.
—Eso es un sí, paso por ti la madrugada del sábado. Ponte cualquier cosa, solo lleva pantalón preferentemente porque iremos en moto, nena.
—Adam —iba a reprochar, pero se puso a hablar de otra cosa. Cada vez que yo intentaba regresar al tema él lo cambiaba y me decía nena para molestar
Me fui al poco tiempo ya que mis ánimos no estaban bien. Llegué a acostarme y no me levanté sino hasta la mañana siguiente para ir a la escuela, donde la noticia de mi madre seguía a la moda y no solo eso:
—Fue tu novio el que vino por ti. Se ve muy viejo para ti —comentó el mismo idiota que se había propuesto molestarme.
—No es mi novio, y sí, es mayor edad.
—¿Es tu patrocinador? ¿Estás siguiendo los pasos de tu madre?
—Cállate ya, ¿cuál es tu puto problema?
—No me caes bien —admitió levantando los hombros, me reí pesadamente.
—Tú tampoco me caes bien. ¿No has pensando que por eso no te hablo?
—Da igual, voy a cogerme a tu mamá esta noche por unos cuantos pesos —soltó una risa boba mientras se iba.
—Ánimo, usa condón —Estaba molesta, pero no quería expresarlo más.
Lo único que quería era hablar con alguien, sentirme entendida y hasta defendida, así que sin pensarlo mucho busqué a mi primera opción. En segundos me arrepentí, pero lo hecho estaba hecho.
Adam
Estaba en el trabajo, era jueves y Jessica estaba conmigo, nos hablábamos con normalidad, el ambiente se sentía agradable, hasta que por una plática casual avisó que iría al mismo lugar que yo el sábado y que llevaría a sus amigas. Eso encendió una alarma interna en mí. Jessica no se llevaba con Jeca y al estar en grupo era muy probable que la quisieran fastidiar, lo había visto antes y sabía que podían llegar a ser un verdadero dolor de cabeza. Pensé en hablar con ella para evitar disgustos, pero por la carga laboral no tuve tiempo.
El viernes estaba en mi casa dándome ánimos para lavar ropa cuando me llegó un mensaje de Jeca salvándome de mis labores.
"Recuerdas el idiota que te conté que me molestaba? Pues sigue haciéndolo. Me tiene harta :( sé que estás ocupado con tus cosas pero quería contárselo a alguien".
Seguía con la moto de Malcom, ni siquiera me había preguntado por ella ya que no la usaba, así que decidí visitar a mi amiga y ayudarla con su problema para que ella lavara mi ropa a cambio.
Fui hasta su escuela, me quedé esperando y a un lado mío estacionó una camioneta que me tapó la vista casi por completo. Me bajé para poder ver si Jeca salía. El timbre sonó dentro del bachillerato y poco a poco la acera se llenó de alumnos, a lo lejos pude distinguir a la chica que buscaba, iba caminando sola. Frente a ella iba un grupo de chicos, no la dejaban avanzar y cuando empezaba a buscar qué reclamos le daría por su lentitud, Jeca pasó por en medio de ellos empujándolos. Uno la tomó por el brazo y empezaron a discutir. Sabía que la culpa era de ella, pero no me gustaba ver que la maltrataran, así que decidí entrometerme.
Apenas iba bajando de la moto cuando la discusión de disolvió y cada quien tomó su camino. La chica de mi interés caminaba con la cabeza gacha sin percatarse de que la esperaba.
—¡Al fin sales, lenta! —reclamé para que viera, pegó un saltito de gato asustado.
—¿Qué haces aquí?
—Me mandaste un mensaje y vine a ver que todo estuviera bien.
—Todo está bien, vámonos —pidió sin mucho ánimo.
—Espera —ordené viendo que el chico que la molestaba se estaba acercando.
Jeca tiraba de mi brazo, yo seguía con la vista fija en él, que apenas miraba de reojo. Estando cerca de mí levantó la mirada.
—¿Todo bien? —pregunté sin dejar de verlo.
—Todo bien —afirmó pasando de largo.
—Listo. No creo que vuelva a molestarte, se sintió intimidado.
—¿Con un todo bien? Vaya cobarde. ¿A dónde me vas a llevar? —averiguó animada.
—A que limpies mi casa. —Jeca frunció el ceño, pero no dijo nada más, se subió a la moto y nos fuimos.
Le dije que fui a recogerla porque necesitaba que limpiara y no era broma, mi casa era un desorden otra vez. Cuando me fui a trabajar ella seguía intentando hacer que todo quedara perfecto, además de que me insultaba cada cierto tiempo. Me gustaba su manera perfeccionista de ser, se concentraba tanto que arrugaba la frente y a veces presionaba sus labios, formando un puchero que la hacía ver tierna. Seguía teniendo mucha inocencia a pesar de su vida y pasado turbio. Inocencia que contrastaba mucho conmigo, eso me aterraba porque cada vez sentía que la necesitaba más y se me complicaba estar cerca de ella sin sentir ganas de más.
—Ya me voy a trabajar. Cierras la puerta y dejas las llaves en el marco de la ventana, pero intenta que no se vean. O mejor ponlas debajo de la maceta grande. Paso por ti en la madrugada, estate atenta al celular.
—Pero, Adam... no quiero ir —replicó seria.
—Yo tampoco, pero me van a esperar porque prometí llevar mercancía. La verdad te llevaré para tener la excusa perfecta del porqué debo regresar temprano. Tú solo pon cara de amargada, tal como la que tienes ahora y estaremos de regreso más rápido de lo pensado. Adiós. —Cerré la puerta y salí huyendo mientras Jeca me gritaba que era un pendejo.
La madrugada del sábado todos nos dimos prisa y terminamos de limpiar rápido. Como seguía con la moto de Malcom no tomé la camioneta que nos llevaba a casa, antes de la una de la mañana ya estaba esperando a Jeca afuera de su casa. Las luces estaban apagadas y a pesar de que ella me había avisado que estaba lista, tuve que bajarme a tocar la puerta:
—No sé qué ponerme —advirtió apenas abrió.
—Ya es tarde, todos estarán intoxicados, nadie se dará cuenta, vete así, ¿qué tiene de malo? —pregunté intentando verla. Ella encendió la luz de la sala para que pudiera observar los defectos, pero no encontré nada, al contrario.
—No me siento cómoda, esta ropa está muy ajustada. —Era una playera negra que dejaba ver su escote y unos jeans que me hacían difícil pensar.
—No, no se ve mal, a ver date la vuelta —ordené en tono neutral.
—Tú solo andas de morboso.
—Lo acepto, vámonos ya. Te ves bien, muy bien, aleluya. —Jeca encogió los hombros no muy convencida, apagó la luz, cerró la puerta y nos fuimos juntos.
Llegar al lugar fue todo un reto, aparte de lejos, había que pasar por terrenos vacíos y oscuros. Eso no fue lo peor, lo peor fue que era tan tarde que la "pelea de gallos" se había convertido en fiesta y había mucha gente, se estaba saliendo de control.
—Adam, me engañaste —me reclamó viendo el montón de personas bailando afuera de la casa.
—No sé qué pasó. Entremos, entrego y nos vamos —propuse. Ella caminó junto a mí hasta encontrar a alguien conocido.
—¿Qué pasó mi "Adán", trajiste a tu Eva? —preguntó un tipo llamado Daniel, al que conocía desde tiempo atrás.
—No, es solo una amiga. ¿Qué pasó aquí?
—El micrófono se descompuso y no podíamos desperdiciar las bocinas. —Tenía lógica.
Estábamos hablando cuando una chica pasó y empezó a decirle algo a Jeca, la música era tan fuerte que no alcanzaba a escuchar lo que hablaban, tampoco puse atención. Estaba buscando a Humberto, él me había pedido que fuera y mientras lo buscaba encontré a Jessica que me saludó muy efusivamente.
—¿No vienes un rato con nosotras? —preguntó, refiriéndose a ella y sus amigas. Me tomó del brazo e intentó moverme.
—No puedo, le dije a Jeca que me quedaría con ella. —Jessica le lanzó una mirada soberbia, encogió los hombros y se fue.
Tomé la muñeca de mi acompañante que se veía consternada. Ese no era su mundo, quería irse, pero yo tenía que encontrar a Humberto, así que seguimos caminando entre toda la gente.
Nos topamos con Malcom y pato, estaban con un grupo de personas. Saludamos, hablamos y luego Humberto pasó por ahí. No quise que Jeca fuera con nosotros, le propuse quedarse con Malcom y ella aceptó con la promesa de que regresaría pronto.
—No te muevas de aquí, si necesitas algo me llamas. Intentaré ser rápido. —Ella asintió aún aturdida por el ruido y el exceso de personas.
Edit de este capítulo hecho por mí. Perdonen la calidad, apenas estaba aprendiendo a hacerlos.
Usar casco NO es de marica. Es algo necesario. Ignoren a Adam, él no sabe nada.
¿Qué creen que pasará en la fiesta? ¿Cuáles son sus teorías?
Gracias a todas/os los que comentan y votan. He recibido mucho más apoyo del que pensé que tendría esta novela.
El siguiente capítulo será bastante intenso en muchos sentidos.
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