18) Autosabotaje P2

Adam


—¿A dónde? ¿Por qué? —preguntó Malcom, Jeca no dijo nada, seguía viendo la pantalla.

—Voy con Jessica, me va a dar un chaleco.

—¿Un chaleco? Me suena a doble sentido —bromeó Malcom simulando masturbarse—. Está bien, mañana hablamos.

—Sí, adiós a los dos. —me despedí. Iba dando un paso afuera cuando Jeca habló.

—No.

—¿No qué? —preguntó Malcom extrañado.

—No te vayas, Adam. ¿Ya volvieron a hablar?

—Poco, pero estamos bien. Solo será un favor laboral, no pienso quedarme mucho —aclaré sin entender porqué.

—Yo voy contigo —anunció mientras se ponía de pie

—No es necesario.

—No es necesario, Jeca, él puede cuidarse solo… además, no está bien hacer mal tercio —insistió Malcom burlándose de mí.

—Da igual, voy a ir. Y este tonto no sabe cuidarse solo

—Oye, sí sé hacerlo —reclamé ofendido.

—¿Traes condones?

—No, pero no pienso…

—No sabes cuidarte solo, entonces —me interrumpió. Abrazo a Malcom a manera de despedida y salió de la casa antes que yo.

—¿No vienes con nosotros? —le pregunté al rubio, mientras la chica se adelantaba

—No, parece estar celosa. No quiero hacer mal tercio, de hecho ya decidí hacerme a un lado. —Solté una risa breve por su comentario.

—Estás equivocado, es solo una rivalidad entre chicas, no son celos —respondí viendo a Jeca de lejos.

—No me preocupa, cuando le rompas el corazón estaré en su lista de despecho... o quién sabe, a lo mejor quiere volver a romper corazones. —Sonrió con malicia dándome una palmada en la espalda.

Teníamos una relación basada en bromas pesadas y él me conocía tan bien que sabía como avivar mis temores. Me reí fingiendo no saber de qué hablaba y me fui después de hacerle un par de comentarios ofensivos a su madre.

Jeca estaba esperando afuera. Caminamos en silencio a casa de Jessica. Le avisé que había llegado y ella salió sonriendo, hasta que vio que no estaba solo:

—¿Por qué la trajiste? —me reclamó.

—Ella se me pegó —excusé fingiendo sorpresa.

—Cual garrapata es —soltó Jessica, pero Jeca ni se inmutaba—. ¿No te vas a quedar?

—No creo. Más tarde vengo —aseguré sonriendo. Jessica negó divertida y me entregó el chaleco. Sabía que no regresaría, por lo menos no esa noche.

Mientras caminábamos de vuelta a casa decidí hacer hablar a Jeca para no seguir con el silencio incómodo.

—¿Entonces ya volviste a la escuela?

—Sí.

—¿Qué te dijeron?

—Nada.

—¿En serio? ¿Nadie dijo nada, nadie preguntó? ¿Nadie notó que faltaste tanto tiempo, ni siquiera el pequeño Toni?

—Sí, pero no es relevante —aseguró sin verme.

—¿Qué tienes? ¿Estás molesta conmigo?

—Por supuesto que sí, Adam, no volviste a hablar conmigo en toda la semana —me reclamó, ahora sí me miraba a la cara.

—Perdón, pero dijiste que no te buscara.

—Eso fue antes. Dices que eres mi amigo, que te gusto y que puedo contar contigo, pero si no te busco no apareces…

—No soy adivino. Me paso el día durmiendo y trabajando. Perdón, pero pudiste decirme y sin peros yo iba a buscarte. Además, estando sin hablarme menos te buscaré, ¿sabes? —expliqué, intentando librarme de la culpa.

—No tienes tiempo, pero si puedes ir a buscar a Jessica.

—¿Eso a qué viene? ¿Celos? —cuestioné en broma.

—A ti te vale, yo puedo sentir celos de quien quiera —aseguró, noté un tono sarcástico en su voz así que no la tomé en serio.

—Además a Malcom hasta lo abrazaste. Busqué a Jessica porque ni caso me hacías por estar en la computadora o con él —reproché sin verla.

—Mira qué facilidad la tuya. Estaba enojada contigo y además estaba contactando a mi ex mejor amiga que vive lejos, muy lejos. Quería hablar con ella porque tú no me hablas, ni me buscas.

—Y dale con lo mismo. ¿Me perdonas? —pedí, mientras ponía mis manos en sus hombros para que ella no siguiera caminando y me mirara a la cara.

—Sí. Pasa que he tenido unas semanas difíciles. La escuela se volvió un asco, estar en casa siempre ha sido un asco y tú eres mi mayor distracción... No es que seas solo una distracción, lo que intento decir es que me gusta estar contigo y quería verte —admitió jeca, sus mejillas se sonrojaron, yo la abracé mientras le hablaba como si fuese una bebé para romper el momento de tensión. Me emocionaba escucharla a la par que me asustaba.

Seguimos caminando hasta la esquina donde yo tenía que seguir derecho y ella dar vuelta para ir a su casa. Nos quedamos viéndonos el uno al otro.

—¿Y qué pasó con tu amiga? —pregunté para no despedirme.

—Se fue a Mérida —soltó, sentándose en la banqueta, yo la imité.

—¿Sus papás se la llevaron?

—No. Más bien la maternidad se la llevó —contestó arrugando la nariz.

—Ya veo. ¿Era de tu escuela?

—No, ella vivía por aquí, era más grande que yo. Quizá la conociste, se llama Alicia Gaytan.

—Puta madre —me quejé negando.

—¿Qué?

—¿Alicia? ¿Rubia falsa, blanquita, chaparra y de risa chillona? —mascullé nervioso, Jeca asintió confundida—. Puta verga.

—¡¿Qué?! —cuestionó desesperada.

—Pues como que Alicia y yo tuvimos algunos desafortunados encuentros en la adolescencia. Era una relación como la que tengo con Jessica, pero sin la amistad —admití con pesar. Jeca asintió juntando los labios hasta formar una delgada línea.

—Si no fue en tu año no te hace daño —susurró, era más bien para sí misma.

—Fueron pocas veces, pero fueron.

—Cosas que pasan. A ti te gustaba mi amiga, a tu amigo le gusto yo —respondió desviando la vista.

—¿Intentas darme una indirecta? —reclamé con seriedad. El chantaje me ponía de malas—. Dejemos algo claro: Si tú quieres salir, besarte, cogerte y hasta hacerte novia de Malcom, yo no me voy a oponer. Al contrario, si eso te hace feliz tienes mi bendición aunque no la necesites. Yo no soy el tipo de hombre que te dirá cómo vestirte, hablar o con quien juntarte. Si piensas que me molestaré porque te gusta es porque no me conoces. Los celos y posesión no se llevan conmigo.

—Eso es muy sano —soltó en voz baja viendo a la calle. Parecía triste.

—Te acompaño a tu casa —propuse poniéndome de pie y ayudándole a parar. El ambiente entre nosotros era más incómodo que cuando no nos hablábamos.

—No, mi madre debe estar furiosa porque salí mucho tiempo. Necesitaba hacerlo.

—¿Por qué? —averigué, Jeca echó la cabeza hacia atrás mirando al cielo.

—Ella fue a la escuela vestida como se viste y ahora los chicos se pasan haciendo bromas tontas... No me hagas mucho caso, pero creo que uno de ellos sospecha que mi madre es prostituta —confesó, yo acaricié su cabeza.

—Dime quien es y le reviento hocico. Solo yo puedo reírme de tu vida —declaré imitando su acción.

—Gracias Adam —sonrió con ternura—. ¿Cómo va el trabajo?

—Cada vez mejor. ¿Vas a ir a la escuela mañana? —pregunté evitando que la conversación tratara de mí.

—Tengo que ir.

—Bien... Que tengas buenas noches. —Le di un par de palmadas en la cabeza, nos despedimos y cada quien tomó su rumbo.

Jeca

Me sentía bien de haber hablado con Adam, pero mal de tener que ir a la escuela. Fue un gran distractor hasta que la foto de mi mamá pasó de galería a galería, luego de eso fueron bromas pesadas, hasta ahí era soportable, pero no faltó mucho para que alguien descubriera de que trabajaba realmente. Los detalles no me interesaban, no quería saber quién o cómo se enteró, pero por donde pasara la gente cuchicheaba, me señalaba y algunos no tenían la decencia de hablar en voz baja, como si yo fuese sorda. Intenté ignorarlo, aunque odiaba ser el centro de atención. Si pasaba por algún lugar donde un grupo de personas se reían, de inmediato me imaginaba que se reían de mí, eso afectaba mi autoestima.

Durante un receso un compañero con el cual nunca hablaba se acercó para molestar. Era el típico chico que se cree divertido por meterse con sus compañeros de clases y hacerlos sufrir.

—¿Oye, cuánto me cobra tu mamá por darme una mamada? —preguntó con una risa burlona, lo hizo en voz alta para que los demás escucharan. Me irritaba bastante, pero si lo notaban iban a ponerse peor.

—No sé, si quieres te paso su número y le preguntas o pregúntale a tu papá que es cliente frecuente del table. —El tipo se rió con sorna.

—¿Vas a seguir el negocio familiar? Te iría bien.

—No quiero, pero gracias lo tendré en cuenta —respondí con sarcasmo. Le di una sonrisa falsa y giré la cara para no verlo.

—Si lo haces me avisas —pidió intentando sonar burlón, aunque pareció más bien irritado.

Me empujó el hombro y siguió su camino molestando a otros. Sentía que me hervía la sangre, quería llorar, pero no iba a hacerlo. Me tragué el coraje y fingí que nada pasaba, mas esos comentarios lograron quitarme los ánimos. De nuevo esa sensación de ser una espectadora estaba presente. Veía a mis compañeros reír, bromear y hablar entre ellos, yo solo podía pensar que todos eran unos egoístas y estúpidos, que no tenían ni la mínima idea de lo que era estar triste.

Faltando cinco minutos para salir, mi celular sonó. Todos me miraron, el maestro me regañó, tuve que disculparme sintiendo que la cara me ardía. Agarré el teléfono para colgar y de paso ponerle silencio, era Adam. Los últimos minutos de la clase se me hicieron eternos, quería saber para que me había hablado. Cuando por fin sonó el timbre encendí el móvil, intenté llamar, mas no tenía crédito. Estaba por escribir un mensaje, pero los idiotas empezaron a hacer bromitas tontas así que me apresure para irme.

—Son unos tontos, Jeca, no dejes que te afecte —me decía Antonio, Marilyn iba con nosotros dándome palmadas en la espalda. Yo no decía nada, iba caminando cuando escuché la voz de Adam.

—¡Hasta que por fin sales, te quejas de que no te hablo y tienes el descaro de colgarme! —reclamó sentado en una moto.

—Lo siento, fue por el maestro. ¿A dónde vas? —pregunté extrañada. No tenía ganas de pelear.

—¿A dónde vamos? Vine por ti.

Celos, no celos, preocupación, pero no la quieren demostrar, ¿qué será de ellos?

No sean como los compañeros de Jeca, por favor.

¿A dónde la llevará Adam? 7u7

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