13) Cerca

Adam

Después del bochorno dentro del consultorio y múltiples regaños por parte del personal de salud, pude salir casi triunfante sabiendo que era infección curable en su totalidad.

Fui a desayunar con Jeca, hablamos sobre su decisión de suicidarse, como si aquello fuese algo casual. Aunque fue una charla muy superficial, creo que logré persuadirla. El momento se volvió incómodo para ambos, pero conforme el tiempo pasaba la plática fluyó nuevamente y terminamos riéndonos de todo y por nada.

—¿Y ahora qué harás? —pregunté aflojerado, caminando junto a ella para tomar el camión.

—No lo sé, ya es muy tarde, casi salen los de la escuela. Podría ir a casa y si mi madre pregunta decir que salí antes. ¿Tú que harás?

—Bañarme para empezar mi tratamiento. ¿No pasas a casa un rato? Necesito una distracción para evitar pensar en sexo. —Encogí los hombros, ella me miró burlona, luego imitó mi gesto.

—Vamos...

Íbamos sentados juntos, había llevado el mp3 y ambos escuchábamos la canciones que Jeca había puesto en el; algunas me gustaban, otras ni siquiera podía oír la mitad, empezaba a entender lo que sentía ella cuando ponía mi música.

El sueño comenzó a cobrar factura, íbamos en silencio y bostezando. Jeca recargó la cabeza en la ventana y cerró los ojos, sentí ganas de ofrecerle mi hombro, pero pensé que podría malinterpretarse.

La desperté para bajarnos, ninguno de los dos habló casi nada, ni siquiera cuando entramos a casa:

—Voy a bañarme para comenzar a ponerme eso... en eso —avisé, Jeca alzó su pulgar.

—¿Puedo poner música mientras tú haces... eso, en eso? —preguntó imitando mi tono de voz.

—Sí, haz lo quieras. —Me quité la camiseta y se la arrojé en la cabeza, ella soltó una risa burlona.

Mientras me bañaba, escuchaba las canciones que Jeca había puesto, era una mezcla de diferentes géneros y estilos, desde rock hasta baladas. Así era ella, una extraña mezcla de todo que en conjunto forman algo extraño, pero atrayente. A veces salvaje, a veces calmada, vacía en ocasiones y con mensajes que me dejaban meditando en su mayoría.

Me puse a pensar en todo lo que sucedió esa mañana. Después de querer huir, de que me revisaran el pene, de hablar sobre mi vida sexual con tres desconocidos, de saber que tenía una infección por no usar condón; lo que más me hizo sorprenderme fue saber que Jeca no era virgen. Solo pensar qué clase de tipos podrían gustarle me parecía raro. Ni siquiera podía imaginarla con novio, era algo extraño lo que sentía al respecto.

Luego de aplicar el tratamiento, llamé al hospital donde mi madre tenía seguro para hacerme unos análisis de orina y así terminar con toda esa pesadilla. Me vestí en el baño y salí por una camisa limpia a mi cuarto:

—Listo, mañana tengo que llevar la muestra y mañana mismo me dan el resultado. Eso es primer nivel —anuncié, mientras entraba al cuarto, Jeca estaba acostada boca abajo en el sofá cama pintándose las uñas, no supe porque, pero su cuerpo me resultó tentador en esa posición:

—Genial, pronto estarás sano...

—¿Es el que te regalé? —pregunté desviando la atención a sus manos.

—Sí, siento que es un color muy navideño, pero da igual, se ve bien. —Seguía sintiéndome atraído a mirar su cuerpo, así que me acosté en mi cama observando al techo, intentando poner atención a la canción que sonaba en ese momento.

—Que romántica —bromeé moviendo la cabeza.

—Es una canción bonita, aunque no me gusta del todo... pero arruinaré mis uñas si me pongo de pie y le cambio.

—Yo lo hago por ti, esos temas me dan no sé qué.

—¿Por qué? ¿No te traen bonitos recuerdos? 

—No —sentencié.

—Ni a mí —aclaró sonriendo.

—No me digas que te rompieron el corazón. —indagué con una mueca de tristeza.

—No, hasta ahora no. Pero Antonio se pasa dedicándome esas canciones. Dejó de ser bonito y pasó a ser patético —confesó. Ambos reímos por eso.

—No seas mala. Es un buen chico, seguro es lo que necesitas para ser feliz o por lo menos para seguir intentándolo.

—Sé que es un buen chico, pero no es lo que quiero ahora, ¿sabes? Todo ese drama del amor y desamor. Rupturas, celos, peleas, regresos. No.

—Claro que no —negué con la cabeza absorbido por malos recuerdos.

—Además él es una persona increíble, demasiado bondadoso, humilde y todo eso. Yo soy muy tóxica para él. —Se sinceró aún viendo sus uñas.

—Claro que no, eres muy buena persona, me ayudaste sin pensarlo.

—Es diferente, una cosa es ser amigos, otra es ir más allá.

—No creo que haya mucha diferencia, ambos son compromisos. —Jeca soltó una risa burlona, se quedó callada, yo no entendía nada, pero la curiosidad me hacía sentir un hueco en el estómago.

Iba a preguntar cuando alguien tocó la puerta. Solté un bufido, incorporándome para ver por la ventana. Era Malcom, tuve que bajar a abrirle.

—¿Qué pasa? —pregunté mientras lo saludaba.

—Vine a traerte la moto, ahora te toca cumplir con la otra parte —puntualizó entregándome las llaves.

—Curiosamente la otra parte está en mi cuarto, ve a ayudarme a convencerla. —Empujé al estúpido para que hiciera las cosas por mí.

Malcom se apresuró, Jeca seguía acostada en el mismo lugar, pero ahora boca arriba y se seguía viendo antojable, me gustaban sus piernas. Suspiré cansado mientras maldecía mi poco razonamiento. Me aventé en la cama otra vez:

—¿Me extrañaste amor? —preguntó Malcom a la chica.

—Ni un poco, bebé. De hecho, te dije bebé porque no recuerdo tu nombre.

—Eres tan mala. 

Yo estaba acostado en mi cama individual, Jeca en sofá y Malcom nos miró a ambos esperando que le ofrecieramos sentarse, pero al ver que nadie dijo nada él le pidió espacio a Jeca.

—Estoy cómoda así, si te sientas tendré que subir las piernas sobre ti —advirtió con pereza.

—Puedes poner cualquier parte de tu cuerpo sobre mí, eso me encantaría —soltó en tono seductor mientras se acomodaba en una esquina del sofá, Jeca dejó caer las piernas pesadamente con la intención de que le doliera—. ¿Y esa música? —cuestionó Malcom con una mueca de dolor por el golpe previo.

—A nuestra chica aquí presente se le ocurrió que era muy divertido borrar todas mis canciones y poner música a su gusto.

—No está tan mal... Hacía falta variedad —declaró Malcom—. ¿Irás a la fiesta? —le preguntó a Jeca mientras le acariciaba la pantorrilla.

—Deja de tocarme primero; y no, no sé iré, hace mucho que no salgo de fiesta, no sé cómo portarme ni cómo vestirme.

—Oh, no es nada de otro mundo. Será una fiesta casual en un barrio cualquiera, solo ponte algo cómodo y actúa normal.

—No sé, Adam y tú estarán con gente que ya conocen, creo que me quedaré sola.

—No pienses eso, puedes estar con nosotros, ¿verdad Adam? —Se dirigió a mí. Los dos me voltearon a ver.

—Sí. Yo creo que sí. —Nos quedamos en silencio, al parecer mi respuesta no era lo deseado—. ¿Me regalas un cigarro? —Me incorporé intentando evadir la presión, ya que no podía prometer que me quedaría con ellos toda la noche.

—¿Ves? Será divertido, aparte necesito desestresarme por la escuela, creo que también tú —insistió Malcom, mientras me lanzaba la caja de cigarros.

—¿Tú estudias? —inquirió Jeca, incrédula.

—Claro. Algunos drogadictos también tenemos ambiciones. Estoy en la universidad, tercer semestre de administración. —Se regocijó, esa siempre era una noticia que nadie esperaba.

—¿Quién lo diría? Lo pensaré. Sí quisiera ir, pero no sé si tendré dinero.

—Yo te llevaré y te traeré —aseguré en voz monótona—. Y quién sabe, puede ser que allá encuentres a alguien que te quite lo amargada —solté reprimiendo una risa.

—A tu papá. —Mostró el dedo medio 

—O, quizá puedo ser yo —ofreció Malcom, subiendo su mano a la rodilla de la chica.

—Deja de tocarme. No es divertido. No te voy a coger, supéralo.

El tono serio de Jeca y la forma en que se removió para quitar la mano de Malcom, ofendió al idiota. Por un momento nadie dijo nada, aunque yo quería soltar una carcajada y hacer bromas malas al respecto.

—Que ridícula. Seguro eres virgen —replicó irritado volteado al lado contrario.

—¿Sí? Pues tú lo pareces más. Transpiras desesperación. 

Jeca se incorporó para sentarse en la otra orilla del sofá, yo no sabía qué hacer, así que me limité a reírme. Era la incómoda verdad que nadie se atrevía a decir.

Jeca

Adam estaba riendo por el comentario, luego le dio un ataque de tos que casi lo hace vomitar. Eso me hizo reír también y al final Malcom terminó cediendo:

—¿Qué hacían antes de que llegara? —indagó disimulando la vergüenza.

—Hablábamos de amor —declaró Adam, guiñandome un ojo y sonriendo, yo negué con la cabeza, Malcom nos miró confundido.

—Amor hacia otras personas, no entre nosotros.

—Ah, ¿entonces le hablaste de Mónica? —investigó sorprendido. Adam levantó la cabeza y hasta la cara le cambió.

—No. No profundizamos tanto.

—¿Quién es Mónica? —pregunté divertida.

—Una de tantas —respondió Adam restándole importancia, mientras se volvía acomodar en la almohada.

—Una de tantas chicas... que te odian —soltó Malcom con una risa boba. Yo no quise preguntar, aunque tenía curiosidad.

—Sí, aún me odia. La contacté por Internet para volver a pedirle perdón, pero ella sigue diciendo que soy lo peor que le pasó en la vida —contó Adam con melancolía, pero no me lo platicaba a mí.

Permanecí en silencio. No lo juzgaba porque había estado en su lugar, aunque quería saber de qué hablaban y con detalles. Tomé mi mochila y saqué un par de dulces viejos para mitigar las ansias.

—Mónica es la ex novia de Adam —explicó Malcom en voz baja.

—Aaah, que mal... —susurré preocupada, pero en realidad no lo estaba por Adam sino por mí; si ellos hablaban de sus vidas tendría que contar de la mía.

—Fuiste culero, pero tampoco es para tanto.

—Nadie es perfecto, ¿no? —justifiqué. Podía sentir la bala cerca.

—No, pero tiene razón, me porté como un imbécil con ella —admitió Adam. Quería preguntarle más, pero no frente al idiota de su amigo.

—Yo... No sé, quizá tuviste tus motivos —suavicé levantando los hombros.

Nos quedamos en silencio los tres un rato, esperaba que Adam cambiara el tema y dejara las cosas como estaban. Lo miré fijo, pero creo que con eso terminé presionándolo más. El hombre suspiró, se mojó los labios y empezó a hablar:

—Mónica fue mi última novia formal, estuvimos juntos casi un año, la quise demasiado, pero soy muy cobarde... Cuando me di cuenta que la cosa se estaba volviendo más seria simplemente la dejé. Le di su ropa y le dije que necesitaba tiempo, ella pensó que yo la estaba engañando, pero no fue así, nunca la traicioné. La lealtad es un don que pocos poseen y para mí es algo muy importante a pesar de las apariencias, o de lo que puedan pensar los demás... Pero el miedo irracional al compromiso es algo más fuerte que yo. No la dejé de querer, no me dejó de importar, simplemente tuve miedo y decidí que era hora de terminarla. Ella me odia por eso, vive pensando que la traicioné y por culpa mía tuvo varios problemas con su autoestima, con la forma de ver el mundo, se volvió desconfiada, y yo me quedé más solo —confesó Adam viendo el techo.

Sentí tristeza por él, porque en realidad no había hecho nada malo o por lo menos esa era su versión. Estaba muy serio y por un momento quise abrazarlo, pero no sabía cómo reaccionaría. Los tres nos quedamos viendo diferentes puntos de la casa.

—Sí, es triste, pero no hiciste nada malo. Lo mejor es dejar de buscar el perdón de ella y perdonarte a ti mismo —aconsejé con melancolía.

—¿Y qué hay de ti? ¿Te has enamorado? —Me preguntó Malcom. Justo el tema que odiaba hablar.

—Sí. ¿Y tú? —cuestioné intentando evadir el tema.

—¿Yo? Uff, si te contara todas mis decepciones amorosas no terminaría en días. Me enamoro muy fácilmente, por lo regular las chicas me rompen el corazón o simplemente creen que soy un mentiroso y me dejan en la "friendzone".

—Vaya, que difícil debe ser eso —mascullé con tono frío. No me sorprendía su soledad.

—Soy un intenso, todos lo saben, por eso no me toman en serio. —Se encogió de hombros.

—¿Y qué hay de ti? Nosotros ya te contamos, ahora te toca —habló Adam. Tenía esa estúpida sonrisa de saber que algo me incomodaba. Lo miré desafiante, todo su interés no era en realidad interés, seguro pensaba que mentía respecto a haber salido con alguien—. ¿Cuántos novios has tenido?

—Algunos —respondí viéndolo fijo. Malcom paseaba la mirada entre nosotros con curiosidad.

—Bueno, parece que todos hemos sido muy coquetos. ¿Tú eres virgen? —cuestionó el rubio directo a mí. Adam soltó una risa burlona.

—No lo es —se adelantó. Malcom lo miró con dudas. Adam me guiñó el ojo y como siempre me puso nerviosa.

—Yo se lo conté.

—Vaya, aquí nadie es santo —sonrió Malcom—. Lo más triste es que seguro dejé de ser virgen mucho después de ustedes. —Me reí incomoda.

—No sé. ¿Cuántos años tenías?

—Diecisiete —respondió el rubio apenado.

—Supongo que es buena edad. Pero también creo que sí, nos adelantamos más —añadí. Me sentía rara hablando de eso con ellos, pero no juzgada.

—Seguro sí —exclamó Adam—. La primera vez que cogí tenía catorce años, ni siquiera sabía dónde meter la verga... perdón, el pene —corrigió avergonzado.

—Ay, por favor, ¿te estás disculpando conmigo? Te he visto drogarte, quitarte la camisa y hasta te he visto con una erección —aclaré casi ofendida. Adam soltó una carcajada, Malcom nos miró buscando explicación, pero su amigo cambió de tema.

—Mejor cuéntanos de tus relaciones amorosas.

—Bueno, como te había explicado: A mí en lo amoroso no me ha ido muy bien, soy una persona un poco tóxica —confesé, esperando que se conformaran con eso.

—¿Cómo? ¿Eres de esas novias psicópatas y posesivas? —inquirió Malcom haciendo una mueca graciosa.

—No tanto así

—¿No tanto? O sea que hay algo de eso. ¿Eras una mala novia y te rompieron el corazón? —preguntó Adam con su boba sonrisa. Moví la cabeza intentando encontrar las palabras adecuadas.

—Era una mala novia, sí. Pero no me rompieron el corazón, fue caso contrario.

—¿Entonces tú le rompiste el corazón? Juegas en el equipo de Adam, esto se pone intenso —añadió Malcom acomodándose en su lugar.

—Sí, digamos que me gustaba mucho la atención.

—¿Y terminaste con él porque no te ponía atención? —siguió Adam, ambos estaban confundidos, yo sentía la verdad a punto de salir, y tuve que sacarla.

—No. Terminamos porque me acosté con su mejor amigo —confesé. Los chicos me miraron incrédulos, yo solo respiré profundo sabía lo que seguía. De inmediato me arrepentí de haber hablado.

Adam

¿Acaso había escuchado bien? ¿Jeca había traicionado a su novio con su mejor amigo? ¿Jeca, la misma chica inocente que creí conocer? No tenía idea porque, pero la sola idea me hacía querer reír.

—¿Bromeas? —pregunté incrédulo, sentándome.

—No, en serio lo hice. Me arrepentí al tiempo, pero el daño ya estaba hecho.

—¿Pero fue una vez, cierto? —inquirió Malcom. Era más morbo que interés.

—Una, cinco, muchas, ¿qué más da? La traición está ahí.

—Tienes razón —asentí intentando contener la risa porque ella se veía incómoda, pero no pude.

Solté una carcajada, no podía tomar aire y luego me vino un ataque de tos. Terminé en el baño vomitando de la felicidad.

—Sigue fumando. No puedes ni reírte tranquilo —me reprendió Jeca parada en el umbral.

—Ya no voy a reír —aseguré tomando aire. 

Empecé a lavarme los dientes después de tirar la cadena del baño. Malcom fue a buscarnos.

—¿Pero, por qué lo hiciste? —cuestionó extrañado.

—No sé, me dio risa —expliqué aún de rodillas en el baño.

—No, le pregunté a Jeca —aclaró. Al parecer él quería saber más sobre aquella aventura.

—¿Eso importa? —cuestionó ofendida.

—Sí. Así sabré si estoy cometiendo un error en el futuro.

—Ya no quiero vomitar, sé prudente —le pedí a la chica reprimiendo la risa, ella negó con la cabeza.

—Mmm, en realidad fue una tontería. Él era muy celoso, se pasaba el día diciendo que yo lo engañaba... entonces lo hice para que no quedara como mentiroso. —Su cinismo era lo mejor que me había pasado. Volví a reírme hasta toser.

—Cálmate —ordenó, mientras me hacía beber agua del lavamanos para controlar el reflejo de expulsión.

—¿Y a su amigo no le importó? —siguió Malcom.

—Por favor, paren esta masacre. Mi estómago está vacío —supliqué,apenas audible por la falta de aire.

—Al principio no, yo sabía que le gustaba así que no fue difícil, pero después de un tiempo las cosas se complicaron. El chico se enamoró de mí y suplicaba para que terminara mi relación. Así que terminé con ambos. Quedé como "Jeca la puta" aunque en realidad me dio igual porque tenían razón.

—¿Nunca te disculpaste? —me animé a preguntar, intentando recuperar la cordura.

—No, no tengo porqué.

—Es traición. Ellos eran mejores amigos —aclaré, entre indignado y divertido.

—Sí, pero cada vez que intentaba terminar con él se ponía a llorar, me rogaba, me regalaba cosas, y a mí me hizo falta atención en la infancia. Aparte si eran tan amigos no hubiera pasado nada. 

—Aún así creo que debes pedir perdón —insistí más tranquilo respirando hondo.

—¿Sí? ¿Qué disculpa mejor?: Perdóname por no sentir nada por ti. Perdóname por serte infiel para no sentirme ofendida cuando me acusabas sin razón.

—Eres tan cruel... conmigo —dije volviendo a carcajear. Me dolía el tórax, pero la risa era algo que no podía detener. Jeca me lanzó una mirada acusadora.

—Tema muerto, por favor —pedí intentando controlar mi tos.

—Gracias. Voy a preparar algo de comer mientras ustedes hablan de mí a mis espaldas. —Se dio vuelta para bajar a la cocina. Yo regresé a mi cama secándome las lágrimas.

—Es una puta, ahora más que nunca quiero cogerla —habló Malcom tras de mí. Estaba tan emocionado que su tono de voz cambió.

—No pienses así de ella, es una niña, apenas tiene diecisiete. Cometió errores, pero no creo que su experiencia se compare a la nuestra. Ella solo quería atención.

—No me vas a convencer. Se me hace buena y aunque lo niegues sé que a ti también. Seguiré intentando.

—No intento convencerte, imbécil. Vamos abajo a ver que prepara de comer.

Era la verdad, no quería convencerlo, estaba seguro de que Jeca no le haría caso. Las palabras que dije fueron más bien para mí. Hasta ese momento no la había visto como mujer, y aunque reprochaba su acto, no podía evitar sentirme fatalmente atraído hacia su actitud de perra maldita.

Podía negarle a las personas que Jeca me parecía atractiva, pero no a mí mismo. Cada vez me costaba un poco más no verle las piernas o el escote cuando hablábamos, no fijarme en sus labios o en su cabello lacio.

Bajamos a la sala para acompañarla, ellos hablaban, pero me costaba poner atención a su plática. Muchas emociones el mismo día, mi mente estaba dispersa. Me senté en una silla viendo a la nada.

Me quedé pensando en que quería fumar, luego en que no podía reírme mucho porque me daban ataques de tos y si no me controlaba terminaba vomitando. Luego pensé en que quería comer otra vez.

—¿Verdad Adam? —preguntó Malcom, dándome un golpe en el hombro. De pronto salí de mi burbuja mental.

—¿Qué? —pregunté arrugando la nariz, el mal humor se presentaba.

—¿No nos estás poniendo atención? —me reclamó Jeca.

—No, me aburren mucho —declaré intentando disimular.

—Jeca jamás ha probado alguna droga ilegal, tiene curiosidad y yo le digo que nosotros podemos ayudarle. ¿Cierto? —Ambos me miraban fijamente.

Muchas emociones el mismo día no era algo positivo para mí; menos si no estaba drogado. Sonreí inquieto, la respuesta a esa cuestión era sencilla, pero estaba seguro que tendría repercusiones.

Jeca la nerd tóxica 😂

Gracias por leer.

Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top