09) Depósito
Jeca
A pesar de no tener más cosas que hacer en casa de Adam, no me atrevía a regresar a la mía. La verdad era que no quería ver a mi madre a la cara, pero tenía que enfrentarlo.
Pasaban las once de la noche cuando decidí que ya era hora de afrontar las consecuencias. Caminé lo más lento posible, las calles estaban silenciosas, las farolas seguían fallando, los graffitis adornaban las esquinas, todo estaba igual, pero en mi cabeza parecía ajeno, como si yo no perteneciera ahí. Era tan curioso que en casa de Adam me sintiera mejor que en cualquier parte, me daba un poco de miedo pensar que en su regreso, yo tendría que volver a la realidad... Pero la realidad siempre estuvo ahí, incluso esa noche, me esperaba pacientemente para hacerme sentir la peor persona del mundo.
Entré a casa esperando no encontrarme con mi madre, sin embargo apenas abrí la puerta el olor a alcohol me hizo sentir náuseas:
—¿Mamá? —solté al aire, pero no hubo respuesta. Caminé unos pasos para echar un vistazo sobre el sillón viejo y lleno de manchas; ella estaba tirada en el suelo—. Mamá, ve a dormir.
—No me toques, aléjate de mí.
—Solo quiero ayudarte —expliqué intentando no llorar. Ella se incorporó para empezar a discutir.
—¿Ayudarme? No me haces caso, no tienes ni un poco de respeto por mí. Ayer me empujaste —reclamó, mientras se ponía a llorar.
—Perdón no quise ser mala hija, tuve mal día, yo no quería hacerte daño.
—No te creo. Tú solo quieres irte igual que lo hizo tu padre, igual que lo hizo tu hermano. Ninguno de ustedes siente aprecio por mí y me da igual, no los necesito. Les di todo de mí y siempre fui la mala.
—Eso no es verdad —la interrumpí—. Hemos intentado ayudarte, pero nunca terminas tus tratamientos, no aceptas que tienes un proble...
—¡Mi problema eres tú Jeca! Tú eres un recordatorio de todo lo que está mal. Tienes el mismo cabello de tu padre, su mismo color de piel, hasta la misma cara. Después de que naciste mi matrimonio se fue a la basura. Por tu culpa tu padre conoció a esa mujer. Mi vida se fue a la mierda, intenté ser la mejor versión de mí, pero de nada sirvió. Hoy que quiero vivir a mi manera, tú no me dejas en paz. Te robas mi paz, te robas a mis novios, mi dinero, mi juventud... Me quitaste todo.
Quería convencerme de que estaba hablando el alcohol. Ella estaba tan ebria que no paraba de llorar y había una mancha en su vestido que dudaba que fuera algún tipo de bebida. Me puse de pie, no dije nada, no insistí, la dejé sola. Me metí a mi cuarto directamente a desahogarme, me sentía una carga, un fracaso; no tenía metas, ni propósitos.
Dicen que recordar es vivir, pues esa noche viví toda mi vida otra vez y fue un asco, solo sirvió para darme cuenta de que mi madre decía la verdad y no era el alcohol. No tenía ningún recuerdo afectuoso de ella, siempre me hizo a un lado, mi hermano era quien se llevaba los premios y los pocos momentos de cariño. Los recuerdos con mi padre eran de cuando me llevaba a comer al local donde trabajaba su amante; decía que quería pasear conmigo, pero nunca fue ese su propósito.
Hervía en desesperación, quería hablar con alguien, pero no ser una carga, no quería agobiar a los demás con mis problemas. Además solo podía buscar a tres personas: Alicia, Antonio y Adam. La primera me diría que dejara el drama y buscara algo mejor que hacer, el segundo no entendería nada y solo me acariciaría la espalda, y el tercero, podía esperar cualquier cosa de él. Mejor era tragarme las quejas, la tristeza y el coraje.
Pasé dos días sin hablar con mi mamá, pero me sentía anímicamente mal, así que tampoco fui a casa de Adam mucho tiempo, solo iba a limpiar el polvo de las superficies y prender la luz de la cochera. Prefería estar encerrada en mi habitación escuchando una radio vieja.
El fin de semana había que trabajar otra vez en el proyecto de anatomía, me hacía falta dinero y no quería pedírselo a mi mamá. Después de no mucho pensar le mandé mensaje a Adam:
"Necesito dinero, ¿puedes adelantarme la paga? No todo, solo $200".
Lo envié, después me puse a doblar la ropa limpia. Adam tardó horas en responder:
"Viernes en la tarde y me pides dinero, o ya tienes vida social o no le hablas a tu madre... Seguro es la segunda. ¿Tienes tarjeta para hacerte un depósito?".
"No tengo, quizá pueda quitarle una a mi madre por un momento".
"No te arriesgues, en alguna parte de la cocina hay una tarjeta, búscala, pásame los números y te haré el depósito. Apúrate, hice unas amigas y en unas horas no podré responder".
No contesté a Adam porque sabía que no esperaba respuesta. Salí de mi cuarto, mi madre estaba en la cocina, sentí un hueco en el estómago al verla, pero ni siquiera me atreví a cruzar miradas, solo salí de casa.
Ya no batallaba para abrir las puertas de Adam y había limpiado sus muebles días atrás, sabía perfectamente que la tarjeta estaba dentro de la alacena, debajo de un tarro con especias.
"La encontré".
Le mandé a Adam, luego él me regresó la llamada.
Adam
Tenía días sin hablar con Jeca, no era que no me preocupara, pero no me gustaba meterme donde no llamaban y sobre todo no quería incomodarla y que pensara mal. En cambio me dediqué a salir con las chicas medio hippies, Helena y Traicy.
Pato estaba con Traicy, hablaban muy poco en realidad. En cambio yo tenía que tragarme todo el rollo pseudo hippie, feminista a medias y vegano de Helena. La chica en cuestión era bastante bella, pero muy hueca, solo hacía las cosas por imitar a su amiga. Se decía vegana al cien por ciento, pero después de fumar mota se comía cualquier cosa sin importar de donde viniera. Hablaba del consumismo y tenía un celular que costaba más de lo que yo gastaba en dos meses, lo único que me gustaba de ella es que estaba segura que la mujer podía disfrutar su sexualidad como cualquier hombre y yo no difería en eso, siempre apoyé esa postura.
El viernes nos despertamos casi a medio día, Helena me mandó mensaje para saber si podía verme. Faltó a la escuela para ir al departamento conmigo. Fumamos un poco, luego tuvimos sexo, antes de irse me invitó a un bar, ella iba a pasar por mí horas antes para "pasar el rato".
Me metí a bañar, luego revisé el celular, tenía un mensaje de Jeca diciéndome que necesitaba dinero. Pato y yo nos habíamos llevado el medicamento controlado que robamos de la farmacia, para ese momento ya habíamos vendido una gran parte, lo que nos generó un buen ingreso, así que adelantar la paga de Jeca no era problema. Le dije que buscara la tarjeta que mi madre me había dado, cuando la encontró le llamé:
—¿Jeca? ¿Dónde estaba la tarjeta?
—Debajo de un frasco...
—Eso explica porque no la encontraba. Bien, te haré el depósito, ¿sabes usar el cajero?
—Claro que sí, menso.
—Perfecto, ya voy caminando al Oxxo, no me cuelgues para que me dictes los números.
—Bueno... ¿Cómo te va? —preguntó para rellenar el silencio.
—Muy bien, hicimos unas amiguitas muy lindas —mencioné en tono de broma.
—Puto asco, conociendo a tus amigas de aquí, no quiero saber las de allá.
—Vamos, no están nada mal, son muy diferentes a Jessica y ni compararlas con Janeth.
—Eso dices tú. Espero que estés usando condón, tus sábanas eran una asquerosidad.
—Siempre uso condón, deja de juzgarme. ¿Cómo te has sentido? —Entré al lugar y fui directo a la fila, el olor a café me abría el apetito.
—Bien. —No sabía si creerle a su tono apático.
—¿Para qué necesitas el dinero?
—El proyecto. El puto proyecto que no veo la hora de que se acabe y quemar el puto muñeco.
—Calma, el tiempo pasa rápido... ¿Te sigue quedando lejos el lugar donde se juntan?
—Adam, nadie se ha cambiado de casa desde que te fuiste. Por supuesto que me queda lejos.
—Y listo, ya arruinaste todo con tu amargura. Dame el número, ya te depositaré. —Jeca empezó a dictar dígito tras dígito, mientras yo le repetía al empleado lo que me decían por teléfono—. Voy a depositar trescientos.
—¿Trescientos? Yo solo quiero doscientos —replicó del otro lado de la línea.
—No me interesa, ya quedó el depósito —avisé sonriendo sin querer—. Gracias, buena tarde —hablé para el empleado mientras caminaba a la salida.
—Eres un tramposo.
—Lo sé. Oye, ya en serio, si necesitas gastar menos, puedes invitar a tus compañeros a mi casa. Yo creo que me quedaré una semana más aquí.
—¿Estás bromeando?
—No. Supongo que son iguales de nerds que tú, estoy seguro que no harán nada malo, ¿además que maldad pueden hacer en mi casa que no haya hecho yo o mis amigos? Puedo ayudarte a no gastar tiempo y dinero en camiones. Pero como quieras, es una opción.
—¿Me pagarás más por la semana que estás fuera?
—No. No seas aprovechada, te doy un lugar libre para ti y tus amigos, pueden hacer lo que quieran ahí sin destrozos. Cualquiera estaría feliz con eso.
—Yo no —resopló.
—Lo sé, tú eres tan rara y amargada... ¿Entonces no quieres cuidar mi casa gratis?
—Lo haré. Si mueres en el camino me quedaré con ella.
—Por supuesto que no, te atormentaré como fantasma. Te jalaré los pies en la noche.
—Es broma —rio—. Espero que sigas divirtiéndote y que llegues bien hasta acá, mucha gente te espera. En serio, varias personas vienen a buscarte.
—Gracias. Espero que te sientas bien de ánimos. Hablamos luego —me despedí, segundos antes de cortar la llamada.
Terminando de hablar con ella regresé al departamento a esperar a Helena, que no demoró mucho, iba acompañada de su amiga. Nos quedamos en la cocina bebiendo alcohol mientras pato metía la mano debajo del vestido de Traicy "disimuladamente".
Esa noche salimos los cuatro a beber a un bar, Helena conocía a algunos trabajadores y le daban descuento en la cerveza. Terminamos muy ebrios. Llámamos a un taxi y regresamos en la madrugada al departamento.
Saqué un condón de la caja, lo dejé cerca de la almohada mientras hacíamos el juego previo, pero al momento de querer poner el condón se me cayó entre la cama y la pared. Estaba tan caliente que no me molesté en sacar otro, Helena estuvo de acuerdo así que terminé fuera, ¿la marcha atrás era confiable, no? Gran error, definitivo, terrible error.
Jeca
Después de hablar con Adam, me debatí en si movernos de lugar para terminar el proyecto escolar o no. Al ser un gran beneficio para mí, llamé a Antonio y le hice la propuesta, de paso pedí que les avisara a las otras chicas del grupo. Él aceptó porque la casa de Adam no estaba tan lejos como la de Martha o Marilyn. No batalló en convencerlas ya que querían saber dónde vivía yo, era puro morbo. Tal vez olvidé mencionar que la casa no era mía sino de Adam.
A pesar de ser noche de viernes mi madre no salió. Yo tenía hambre, tuve que ir a preparar algo de cenar, y mientras cocinaba ella se acercó:
—¿Qué vas a cenar? —preguntó con voz muy calmada.
—Huevo, es lo que hay —mascullé sin mirarla.
—¿Quieres que vayamos a cenar algo? —Volteé a verla, por un momento me pregunté si en verdad era mi madre.
—Estoy bien con esto, gracias.
—¿Necesitas dinero? Tu padre ya hizo el depósito.
—Adam ya me dio dinero, puedes guardar lo de mi padre para la próxima semana.
—¿Y puedo saber por qué este... Adam, te da dinero? —inquirió, su tono era muy calmado, así que decidí decir la verdad de una vez.
—Él está fuera, me está pagando por limpiar y cuidar su casa. Es todo, no hay nada más allá, ni siquiera somos amigos, solo conocidos.
—Ya veo, ¿por qué no me habías dicho?
—No me hubieras creído estando ebria —solté, mi madre suspiró, metió su cabello rubio tras la oreja y nos quedamos en silencio mientras yo servía la comida.
—Jeca, lo que dije aquella noche...
—Está bien, no necesitas explicar. Dijiste lo que piensas y sientes. Está bien —interrumpí, esperaba que ella insistiera, que se disculpara a pesar de mi frialdad, pero solo se puso de pie para sacar una lata de cerveza del refrigerador.
—No soy una buena madre, lo sé, pero a esta altura no puedo cambiar nada, Jeca.
—No te pido cambiar. Diecisiete años viviendo contigo, sería estúpido esperar algo —declaré, sentía que se formaba el nudo en la garganta, no pude hacer más que beber agua.
—¿Qué harás cuando cumplas dieciocho? —consultó abriendo la lata, no nos mirábamos a la cara.
—Irme.
—¿A dónde?
—No sé, créeme que a cualquier parte. Solo quiero irme —confesé. Ella bebió un trago de cerveza.
—Sé que no soy un ejemplo, ni soy quien para dar consejos. No te detendré cuando te vayas, te quiero a mi manera, Jeca.
—Lo sé, mamá.
—Jeca, eres hermosa, eres inteligente, no arruines tu vida con una persona sin futuro. No tengas hijos, no te cases, solo haz lo que te gusta —aconsejó mi madre, era la primera vez que la sentía así de sincera.
—Gracias, lo tendré en cuenta —vacilé, ella se puso de pie y entró a su cuarto.
Me quedé meditando sobre esa extraña conversación y a la única conclusión que llegué fue que no tenía un plan. Esperaba cumplir dieciocho para independizarme, y ya. No tenía más metas que eso. ¿Quería seguir estudiando? Sí, pero ni siquiera tenía idea de qué. ¿Quería superarme? ¡Por supuesto! Sin embargo, estaba vacía y pérdida, además no entendía el concepto de "superarse a sí mismo".
Al día siguiente me cambiaba para ir a hacer el proyecto desde horas de lo acordado. No me sentía feliz, pero tampoco triste, era algo extraño.
Antonio llegó junto con Marilyn, se habían puesto de acuerdo para ir juntos, Martha llegó casi media hora tarde, lo único que pensaba de eso es que compartía el nombre con la madre de Adam.
Durante el tiempo que ella no llegaba, Antonio y Marilyn miraban la casa como si fuese museo cuando pensaban que yo nos los veía. Puse la usb de Adam, ya con música agradable y empezamos a adelantar. Martha apenas llegó, comentó:
—¿Aquí vives? Me lo imaginaba diferente.
—Sí, es que no vivo aquí. Me pagan por cuidar esta casa —confesé recortando pedazos de foamy.
—¿Te pagan? ¿Y traes gente a una casa que no es tuya? —siguió Martha, me agradaba más su tocaya.
—Tengo permiso del dueño.
—Que bien, no quiero que alguien llegue y nos corra. —Me desesperaba su entrometimiento.
Mientras trabajábamos ya más tranquilos y acoplados, Antonio se atrevió a preguntar:
—¿Y el dueño es amigo tuyo?
—No tanto así, nos conocemos de hace poco.
—¿Y es guapo? —volvió a saltar Martha.
—Ey, no sabes si está casado o algo así, no seas directa —se metió Marilyn, teníamos rato sin escuchar su voz.
—No está casado, vive solo. Y bueno, guapo, no sé, depende a quien le preguntes.
—Te pregunto a ti, ¿es guapo? —siguió mi compañera más quisquillosa.
—Es atractivo, tiene bonitos ojos y la forma de su cara es... ¿sensual? Pero no me gusta, ni nada por estilo, no me miren así —aclaré alternando la vista.
—Suena como buen partido, ¿cuántos años tiene? —insistió Martha, Marilyn le lanzó una mirada acusadora.
—No sé, más de veinte menos de veintisiete, creo...
—Un poco grande para mis gustos —reflexionó la interesada.
«Un poco adicto para los míos» concluí en mi cabeza.
¿Adam o Antonio? ¿A quién prefieren?
Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top