08) Lejos
Adam
Llegando a la capital nos quedamos en un apartamento prestado. Tenía dos cuartos separados, un baño y una cocina, todo el espacio era reducido, pero no me incomodaba.
—¿De quién es el lugar? —pregunté a Pato, giré la cabeza para ver todo mejor.
—Pues de sus dueños —respondió hurgando en el refrigerador.
Medité unos segundos y preferí no cuestionar más. Me fui al que sería mi cuarto por esos días, me tumbé en la cama mientras recordaba que en la misma ciudad vivía el hermano de Jeca; incluso pensé en llevarla conmigo y dejarla con él una vez llegando, pero era algo estúpido y riesgoso.
Estuvimos mensajeando algunas veces durante los días posteriores para ver cómo estaba ella... y mi casa, extrañaba mi casa. Parecía que todo iba bien, salvo por algunos chismes regados, hasta qué:
"Calma a tu novia o la calmamos por las malas".
Me escribió Jessica, yo no entendía un carajo.
"De que hablas? Te equivocaste??" .
"No te hagaaas, última advertencia".
Jessica estaba celosa de Jeca. Al principio se llevaron bien, pero con las horas empezó a ponerle cara de fastidio. Además, tenía una excusa para desquitarse porque no dejó entrar a Janeth a mi casa. La ignoré, pero por si las dudas llamé a Jeca. Llamé, llamé y llamé sin obtener respuesta. Empecé a preocuparme:
"Está todo bien? Quiero preguntarte algo"
No respondió sino hasta horas más tarde:
"Nada está bien, Adam. Hice algo horrible, me siento fatal".
Sabía que la respuesta de Jeca no era una exageración debido a su forma de vida, así que le marqué. La primera llamada fue al buzón, la segunda respondió. Primero hubo un silencio absoluto que me llenó de miedo. Parecía que ninguno de los dos quería hablar realmente:
—¿Jeca? ¿Qué hiciste? ¿Qué pasó?
—¡Dios mío, Adam, exploté!... Primero me peleé con Janeth al punto de golpearla y eso es lo que menos me importa. Apenas entré a casa, mi madre me confrontó por una discusión de días atrás. Empezó a gritarme, me dijo que era una puta muy barata y yo... yo le contesté, no quiero repetir lo que le dije, fui muy dura, muy mala, pero eso no fue lo peor. —La voz de Jeca era una mezcla de dolor y ganas de llorar reprimidas, hablaba rápido, como si así todo fuera a terminar pronto.
—Tranquilízate, apenas te entiendo —pedí. Yo seguía procesando su pelea con Janeth.
—Adam, golpeé a mi propia madre. La empujé. —Luego de esa declaración hubo un silencio corto que fue interrumpido por el llanto de Jeca. Admito que seguía esperando la parte horrible del relato—. Soy un monstruo, debí irme a mi cuarto y no responder sus ataques.
—Basta, no te tortures a ti misma. Lo que hiciste no estuvo bien, lo sabemos, pero ella tampoco tiene porque insultarte, gritarte o golpearte cada día. Mereces un poco de respeto, has aguantado demasiado.
—Adam, ella es mi madre y está enferma...
—No está enferma, es adicta —aclaré sobándome el puente de la nariz.
—El alcoholismo es una enfermedad.
—¿Y por eso debe llamarte puta? ¿Por eso tienes que aguantar los golpes? Vamos, te he visto con la cara golpeada varias veces, son cosas que no se pueden ocultar fácilmente. No eres un monstruo, eres una chica con problemas, eres humana, estás cansada, no eres la peor persona del mundo... Jeca, que te haya parido no quiere decir que pueda hacer contigo lo que le plazca. Te mintieron toda la vida, no le debes respeto a nadie solo porque comparten sangre, el respeto se gana. Puta madre.
—No sé qué pensar, me siento fatal, cada día me convenzo de que no debería estar...
—No lo digas, ya escuché suficiente la vez que me confesaste tus planes. No eres mala, cada persona actúa en base a sus experiencias. Lo que pasó es algo que podrán superar. ¿Te confieso algo?
—¿Qué? —cuestionó aún intranquila.
—Una vez también dañé a mi madre. Entiendo cómo te sientes, y sé que no eres la peor persona del mundo porque tu madre es terrible en todos los aspectos... Pero mi mamá era todo lo contrario, yo no tengo justificación, estaba drogado y peleamos... Después de eso ella se mudó con su novio y ahora no la veo tan seguido. Me da pena hasta mirarla a la cara. Las acciones tienen consecuencias y algunas son de por vida, otras se pasan en una noche.
—Lamento escuchar eso, Adam... Tú tienes tus problemas y yo te ahogo con los míos, perdón. —Su voz se percibía más calmada, contagiándome de esa calidad.
—Nada de eso, no me molesta escucharte. Mis problemas son cosas de niños a comparación de los tuyos. Eres importante, Jeca, debes recordarlo porque nadie lo hará por ti.
—¿Por qué no puedo sentirlo así? ¿Por qué solo veo mis defectos? Es tan cansado vivir de esta manera.
—No es culpa tuya, pero si es deber tuyo cambiar esa perspectiva y darte el valor que mereces. —Se formó un silencio incómodo, por un momento creí haber dicho algo malo.
—Jamás hubiera imaginado que de ti saldrían esas palabras. Esta es la primera vez que hablamos como personas, sin peleas, sin sarcasmo... bueno, eso creo.
—No te mentí en nada.
—Es extraño porque yo no era así. Hace unos años tenía amigos, tenía novio, era más social. No sé cómo pasó que me apagué.
»Gracias por escucharme, espero que la estés pasando bien.
—En realidad sí, aunque hay mucha más gente, el ambiente es diferente. Quizá me quede más tiempo —solté nervioso.
—Deberías, yo cuido tu casa. Ya huele a casa y no a taberna, de hecho.
—Oye, ese olor me costó mucho trabajo. Muchos cigarros, mucho alcohol, muchas drogas... valora un poco.
—Tú valora. Cuando regreses sabrás lo que es estar en un verdadero hogar —aseguró con una carcajada.
—Eso lo veremos. Te tengo que colgar, pero si necesitas hablar puedes marcarme, ¿está bien? Necesito que estés bien para que cuides mi casa.
—Gracias, Adam. Buenas noches.
Fue una conversación corta, esperaba que ella se sintiera mejor después de desahogarse. Yo estaba feliz a mi manera, tenía donde quedarme, teníamos luz verde para vender en ciertas áreas, mercancía para consumir, pero Jeca me robaba la paz. Empezaba a preocuparme y eso era algo que no me emocionaba, porque al final no era asunto mío.
Decidí con pato que era momento de distraernos, y dar una vuelta con un amigo de él que hacía entregas afuera de la universidad.
El campus era enorme, demasiada gente y todos tan diferentes, muchas mujeres muy guapas. Mientras el amigo de pato hacía sus negocios, nosotros fuimos a hablar con unas chicas medio hippies, pero solo en aspecto, ya que su manera de ser contrastaba mucho con su imagen. Al principio era una charla casual y al final ellas terminaron en el departamento con nosotros, fumando y bebiendo.
Jeca
Después de hablar con Adam me quedé un poco más tranquila. Pero el sueño no llegó pronto, de nuevo no pude despertar a la hora que debía, se me hizo tarde por más que me apuré. Me sentía como una máquina, haciendo todo por inercia:
—¿Puedo pasar? —pregunté a la maestra Susana. Ella me lanzó una mirada fría, no había expresión en su rostro y aún así era fácil detectar que estaba molesta.
—Quince minutos tarde. Es más de la tolerancia, puedes quedarte en clase, pero tendrás falta —advirtió desde el pizarrón.
Era la materia de matemáticas, un tema nuevo, no lo estaba entendiendo bien, así que agradecí y me quedé. Iba a tomar mi lugar habitual, pero la profesora me ordenó sentarme al frente.
Mientras ella explicaba noté que me miraba de reojo, eso me preocupaba, tenía un golpe en el pómulo y otro en los labios por la pelea con mi madre, no eran muy llamativos, pero eran visibles. No tuve tiempo para maquillarme. Me pasé el resto de la clase intentando no levantar la cara. Antes de irse, la maestra me anunció que no me puso falta, pero si retardo, me pidió que intentara llegar más temprano, además me aconsejó sobre la importancia del estudio, como si no lo supiera yo. Me sentí juzgada, si tan solo alguien entendiera lo que pasaba día a día en mi casa no pensarían de mí como una chica desagradecida.
Regresé a mi lugar habitual, sentada justo detrás de Antonio, aunque él seguía sin hablarme, hasta que llegó el receso:
—¿Estás bien? —indagó preocupado.
—Sí, gracias por preguntar. ¿Y tú?
—Bien... Lamento lo del otro día, yo no debí reaccionar así, pero es que... Tú sabes lo que siento por ti. —Enderecé la espalda y moví las manos frente a mi cara para evitar el mal rato, cortando el tema de una.
—Lo sé, ¿estamos bien?
—Claro —forzó una sonrisa.
—Bien. Ya que estamos bien quiero aprovecharme de ti —dije. Él me miró atento—. ¿Podrías borrar la música de una USB y un mp3, luego ponerle algo decente para oír? —La desilusión brotó por sus poros.
—Esperaba otra cosa, pero sí puedo. De hecho, si la traes podemos hacerlo de una vez, traje mi laptop.
—Bien, si las traje. ¿Por qué traes tu lap? —cuestioné buscando los aparatos.
—Hoy tengo que exponer... Y tú igual, Jeca, en la clase de física.
—Puta mierda, no me acordaba. No sé dónde tengo la cabeza —suspiré pensando que hacer.
—Tranquila, te ayudaré. Igual no sacas un diez, pero de que pasas la materia, pasas la materia. Supe que la maestra de artes no llegará, así que puedes aprovechar esa clase.
—Gracias, Tony. No deberías ser tan bueno conmigo —aconsejé mientras él encendía su computadora.
—Tú me has ayudado siempre, sé que en mi lugar harías lo mismo... Además, veo que no la estás pasando bien, tú no eres una chica incumplida, debes tener muchas cosas en mente últimamente —reconoció mientras examinaba los golpes en mi rostro. Le regresé una sonrisa para luego buscar información sobre el tema de mi exposición.
Hice la bendita tarea en media hora, casi no memoricé nada y no me fue tan mal como esperaba, saqué ocho, aún así, el maestro me dijo que esperaba más de mí. Yo también esperaba más de mí, pero ¿qué más podía hacer? La mente no me funcionaba para tanto. Lo bueno del día fue que Antonio pudo borrar la música de mierda y poner algo decente, aunque admito que dejé unas cinco canciones que me gustaban de la USB de Adam.
Cuando salí de la escuela me sentía más hostigada que antes y como seguía evitando mi casa, limpiar baños ajenos sonaba mejor que ver a mi madre.
En pocos días la casa de Adam se veía diferente, más limpia, más iluminada, me preguntaba cuánto duraría así después de que el dueño regresara. Lavar los baños fue algo más sencillo de lo pensé, estaba impuesta a limpiar porquerías ajenas: Había fregado el vómito de mi madre por años, orines de ella, incluso excremento en la sala de la casa, tenía suficiente humillación y un fuerte estómago.
—No eres tan débil después de todo. —Me animé a mi misma frente al espejo, pero mi reflejo no correspondió a mis palabras.
Me senté en el sillón esperando recargar la energía que se me escapó hablando conmigo misma. Suspiré intentando retener el llanto. Mi vida se basaba en eso: Intentar. Intentaba aguantar, ser más fuerte, aferrarme, salvarme y cada fallo me hacía sentir patética.
Pasadas las tres de la tarde empecé a preparar algo para comer, ya me temblaban las manos por el hambre. Apenas empezaba a probar lo hecho cuando alguien llamó afuera. Rodé los ojos, la comida iba a esperar para atender a las indeseadas visitas. Pensé que serían amigos de Adam, pero era una pareja adulta que no había visto antes:
—Adam no está, lo siento —avisé apenas abrí.
—¿En dónde está? —me preguntó la mujer. Ella era rubia, delgada, pero no como Janeth, era así por su genética
—Nadie lo sabe, pero regresará hasta la próxima semana.
—¿Y tú quién eres? —siguió averiguando, yo solo quería comer.
—No soy nadie, únicamente me pagó para cuidar la casa, es todo —sentencié fastidiada.
—¿Entonces no podemos saber dónde está mi hijo? ¿Tampoco por qué te pagó a ti para cuidar mi casa? —cuestionó casi ofendida.
—¿Perdón? ¿Su hijo? ¿Usted es madre de Adam? Lo siento, estoy acostumbrada a otro tipo de visitas, pasen —solté mientras abría la puerta. Ellos entraron, traían bolsas del supermercado y las dejaron en la mesa.
—La casa se ve diferente... —habló el hombre que hasta ese momento no había abierto la boca.
—Sí, se ve iluminada, parecía una taberna —agregué sin pensar. Luego los miré asustada—. Perdón, no quise ofenderlos.
—Para nada, tienes razón. Entonces, ¿quién eres? —me preguntó la madre de Adam.
—Lo siento, me llamo Jeca.
—¿Jeca? Qué extraño nombre, es lindo. Yo me llamo Martha y él es mi esposo Esteban.Así que... Adam se fue y tú te quedaste... a
—Sí, solo será una semana aproximadamente, me quedé a ayudarle con la limpieza, él me pagará.
—Ya veo, pues la casa se ve mejor. —Los tres nos quedamos en silencio viéndonos a la cara de la forma más incómoda—. Trajimos un poco de despensa —volvió a hablar la madre de Adam.
Era muy tierna y bella, no podía creer que él hubiera salido de ella. Tenía el mismo color de ojos y la misma sonrisa con hoyuelos que su hijo.
—¿Entonces tú estás esperando? —preguntó Esteban.
Reparé en el padrastro de Adam, era lo contrario de su esposa: Moreno, alto, fornido. Parecía muy serio.
—Sí, se podría decir —respondí despreocupada ladeando la cabeza.
—¿Esperando a Adam o esperando algo de Adam? —insistió.
—Supongo que un poco de ambas. Él aún no me paga, lo hará hasta que regrese.
—No me estoy explicando bien. Me preguntaba si estás esperando... —explicó Esteban, mientras se señalaba la panza con la mano, yo me quedé sorprendida, sin palabras por un momento.
—Oh, no, no... no, yo y Adam no. Definitivamente no, preferiría comerme mis propios ojos antes de tener un hijo con él —aseguré riendo, luego caí en cuenta de que hablaba de su hijo y un posible nieto—. Sin ofender —aclaré intentando componerlo. Esteban soltó una carcajada y Martha solo sonrió incómoda.
—Me alivia saber eso.
»¿Y tú qué eres de mi hijo? ¿Son pareja? ¿Amigos? ¿Algo más que amigos?
—No, en realidad no somos amigos, ni algo más allá, por supuesto que no. Nos conocimos hace poco, él me paga por limpiar su casa y hacer comida. Es todo, no hay nada más —puntualicé, moviendo las manos para hacerlo lo más claro posible.
—Gracias, ileka..
—Es Jeca. —Odiaba que lo pronunciaran mal.
—Lo siento, jamás lo había escuchado.
Esteban se disculpó para ir al baño, el ambiente estaba tenso. Martha se quedó conmigo a hablar sobre cómo decidió ir a casa de Adam a último momento. Al parecer tenía meses sin ver a su hijo, solo habían intercambiado algunos insípidos mensajes de texto.
—¿Ibas a comer? —inquirió Esteban cuando regresó.
—Sí, tenía un poco de hambre.
—Perdón, te interrumpimos. Nosotros tampoco hemos comido, pensábamos hacerlo aquí. ¿No te importa?
—Para nada —sonreí con pena, ella me pedía permiso de usar las cosas de su propia casa.
Mientras ellos cocinaban yo ayudaba a guardar las bolsas con comida.
—Traje calabacines y a Adam no le gustan —notó Martha, preocupada.
—Eso dice él, pero drogado se come todo sin darse cuenta —agregué sin pensar, de nuevo el ambiente se volvió tenso—. Lo siento, no quise ofenderlos, otra vez.
—Está bien, sé cómo es mi hijo. Lo amo, pero no es un ejemplo a seguir —habló su madre con melancolía.
—Es una buena persona, solo está buscando su camino —balbuceé, robándole una sonrisa.
Hubo un silencio extraño, como si todos nos quisiéramos convencer de lo recién dicho. Luego nos sentamos a comer los tres sin agregar más comentarios sobre el hombre en cuestión.
—¿Tus papás qué piensas de que pases el tiempo sola en una casa ajena? —preguntó Esteban, como si fuera un tema casual.
—Amor, no seas tan directo. —Los ojos de Martha se abrieron sorprendidos.
—Está bien. La relación con mi padre es nula, y a mi madre, aunque le molesta, le conviene que esté fuera de casa —confesé, ellos me miraron intrigados, pero no dijeron más.
Martha y Esteban se pasaron la tarde hablando conmigo, me contaron anécdotas de Adam, me hablaron sobre su hermana y sobre su mala relación como tal. Yo por mi parte les hablé superficialmente de mi madre, pero no profundicé en los problemas. Al final, antes de marcharse, Martha se dirigió a mí.
—Cuando Adam vuelva avísale que estuvimos aquí, por favor. Gusto en conocerte, Jeca, te encargo a mi niño grandote —pidió sonriendo, le regresé el gesto mientras me despedía.
Jeca y su capacidad de quedar bien ante los suegros 😂
Gracias por leer.
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