05) Inconsciencia

Jeca

Pasar la tarde con Adam fue una salida rápida a mis problemas con mamá, pero no fue una salida definitiva.

Regresé casi a las seis de la tarde, y ya me esperaba de malas por la resaca. Al parecer se me había puesto la cara de pera de box:

—¿Dónde te metiste? —cuestionó apenas pasé la puerta.

—Estaba haciendo un proyecto para la escuela.

—¿Ah, sí?

—Sí, de anatomía. —No pasaron ni dos segundos cuando sentí el golpe en la cara.

—¡No te estés burlando de mí! —vociferó. Tenía el cabello rubio desordenado, la falta de maquillaje delataba algunas pecas y arrugas en su piel blanca.

—¡No me estoy burlando, te digo la verdad! —respondí mientras me cubría el golpe con la mano. Sentía la cara arder.

—¡Callate, no me contestes! Vete a tu cuarto.

La obedecí sin más, el impacto me ganó. Estaba harta de la situación en mi casa, harta de ser golpeada, no sentía que me lo mereciera, sabía que había mentido, pero no hice nada malo de cualquier manera.

Me quedé en mi cuarto encerrada, oí a mi madre salir alrededor de las nueve de la noche, entonces aproveché para ir a bañarme y lavar mi uniforme.

Mientras cenaba observaba el billete de cincuenta pesos, era algo como mi primera paga y no me hacía feliz, al contrario, me faltaba mucho dinero para poder obtener las pastillas y las cosas no iban a mejorar pronto, tendría que seguir soportando peleas con mi madre y el "trabajo" con Adam que me hacía sentir aún más patética.

La idea de una muerte lenta o dolorosa me aterraba, pero la de seguir viviendo me atemorizaba igual. Mi cabeza era un lío, a veces quería morir y otras creía que podía seguir adelante. Me odiaba a mi misma, odiaba mi falta de decisión, estaba cansada y muy sola, sentada al borde del abismo, pero sin poder saltar. Mi único consuelo era dormir, sin embargo ya ni siquiera ese lujo podía darme.

Adam

Entre las cosas que Jeca sacó de la cómoda había un mp3 que según yo había perdido meses atrás. Me relajé escuchando música, luego llegó Janeth a interrumpir.

La invité a pasar. Me intentaba vender una secadora de cabello que no podía aceptar porque era algo que ni siquiera necesitaba, pero Janeth quería una dosis urgente. Al ver mi negativa se fue a "conseguir dinero". Yo me quedé viendo la caja de cosas en el piso, ni siquiera me había molestado en revisar que eran, iba a acomodar todo, pero pensé "Eso es trabajo para Jeca", así que le mandé mensaje.

Habían pasado horas desde que Janeth me había visitado, hasta olvidé que quedó en regresar. Volvió con más ansiedad y una cartera que no había que ser genio para saber que no era de ella, ni de ningún conocido.

—Apurate Adam, me ando pasando —masculló casi temblando.

—Ya, ya, aquí está —expliqué dándole las piedras—. No sé a quién le quitaste el dinero, pero debe estar llorando sangre, te irás bien surtida.

—Ni modo, a veces toca perder. —Rio mientras se apresuraba a sacar un pedazo de bombilla para fumarse las piedras trituradas. No me molestaba que se drogaran en mi casa, estaba acostumbrado a ello.

»¿Tú no vas a meterte nada? —preguntó Janeth antes de volver a su estado habitual: Totalmente fuera de sí.

—No, estoy esperando a alguien.

—¿Entonces es verdad que te andas dando a una niña?

—Ni es una niña, ni me la estoy dando. Simplemente viene a limpiar mi casa.

—Sí, nunca había visto ese mueble sin polvo —mencionó Janteh, señalando lo que Jeca había avanzado.

Al poco tiempo la puerta sonó.

—Voy a abrir, regreso pronto.

Que Janeth se quedara sola en mi cuarto no me daba nada de confianza así que al abrir y ver que era Jeca, no hubo una fluida conversación sino lo contrario. Me regresé tan pronto como pude y me quedé a fumar marihuana mientras Janeth pasaba a ser la mujer que todos conocíamos. 

Fui consciente de que tardé mucho ahí arriba. Cuando salí, Jeca pensó que tuve  sexo, pero hace mucho que Janeth había dejado ofrecer su cuerpo como moneda de cambio; una enfermedad le llenaba los genitales de verrugas que mataban cualquier líbido por más colocado que estuvieses.

Después de eso Jeca se quedó en mi cuarto comiendo y escuchando música, pasamos una tarde tranquila entre pláticas más o menos normales. Ella se quejaba de tener un trabajo en equipo, al parecer, y sin sorprender a nadie, eso no le gustaba, prefería estar sola.

—Yo era el cabrón que no hacía nada, pero aún así no lo sacaban del equipo.

—Me imagino. ¿Terminaste la secundaria? —preguntó en tono de burla levantando la vista.

—¿Qué pasó? Aunque no lo creas terminé la preparatoria e incluso estuve un semestre en la universidad.

—Ay sí, no soy tan ingenua —se mofó.

—Es en serio, por ahí deben estar los certificados y esas cosas... Es más, seguro te los encuentras cuando limpies ese mueble. —Señalé mi ropero.

—Ay, no quiero ni imaginar ese momento. Ese mueble es mi pesadilla —murmuró tocándose la cabeza.

—Sí, me imagino, es muy grande y tiene muchas cosas... Lo siento por ti, a veces creo que te cargo mucho la mano —medité, ella me lanzó una mirada de reproche.

Nos quedamos callados durante algunas canciones, yo en la cama y ella en el sofá.

—¿Cómo es que dejaste todo, Adam? No me explico. Tienes una casa, tuviste la oportunidad de estudiar, de seguro tienes una familia y no te importa nada de eso...

—Supongo que tenerlo todo me incomoda. 

»Mi familia no siempre fue una familia feliz. Vivíamos en Estados Unidos hasta que nos regresamos, cuando llegué a México me costó integrarme, había muchas palabras que no sabía pronunciar. Con el tiempo conocer personas se me dio mejor, pero nos hacía falta dinero y se me hizo fácil vender, luego se me hizo fácil consumir... Al final todo se me hizo fácil. Pude tener una mejor vida, pero elegí la mala.

—¿No te gustaría cambiar? —balbuceó casi con pena.

—Lo he intentado, pero es difícil cuando todo lo que te rodea te hunde más.

—Te entiendo —susurró. Los dos nos quedamos en silencio hasta que ella decidió seguir comiendo.

Jeca estuvo yendo a mi casa toda la semana a limpiar, justamente el mueble que no quería. Se pasaba el día quejándose porque yo no le ayudaba, aunque al final siempre había un buen tema de conversación y muchas risas. No era tan desagradable como pensaba.

El viernes terminó de limpiar:

—Te juro que cuando me des cincuenta pesos por haberme pasado la semana entera limpiando tus porquerías, voy a reprimirme mucho para no patearte las bolas —masculló estirando la espalda.

—Ni es tanto trabajo, te ayudé, te di de comer, te hice reír...

—¿Me ayudaste? Solo te pasaste escribiendo "Yeca" en el polvo y moviendo tus drogas de un lado a otro. Lo de la comida, yo la hice, tú solo me diste los ingredientes.

—Yo ni sabía que se escribía con J, ¿quién iba a imaginarlo? —inquirí divagando.

—La stripper a la cual mi mamá le robó el nombre —contestó, mientras untaba mantequilla a un pan.

—Amo a las strippers... —La mirada que me lanzó me hizo cambiar el tema para evitar el regaño—. ¿Tu mamá siempre ha sido así?

—¿Así de alcohólica? No, era lo opuesto. Una mujer super entregada a su familia y esposo, demasiado para que terminara bien. ¿Quieres queso amarillo?

—Sí. ¿Entonces cómo pasó de ser "súper mamá" a "super mama-dora". —Ella levantó la cara para verme con un gesto entre risa y desaprobación, luego soltó una carcajada.

—Eres un estúpido.

»Éramos la típica familia feliz, hasta que nos enteramos que papá ya tenía otra familia feliz. Mi madre lo perdonó e incluso lo compartió, sabía que él seguía viendo a su nueva familia, pero con el tiempo empezó a beber, supongo que para controlar su frustración. Al final la bebida la controló a ella y "mi papá" usó eso como pretexto para separarse definitivamente e irse con su familia feliz.

—¡Que hijo de puta!

Me hacía entender que Jeca había pasado por mucho, no podía juzgarla por la decisión que quería tomar, pero tampoco la entendía.

—Sí, ¿qué más da? Cada quien hace con su vida lo que crea mejor. ¿Quieres que le ponga lechuga?

—No seas cochina, la lechuga es asquerosa —la reprendí casi ofendido.

—Asqueroso tú que tienes sexo con cualquier chica. Seguro ya tienes algo ahí —soltó, señalando mis piernas.

—No es verdad, yo siempre uso condón —aseguré, Jeca me pasó el plato de comida sin verme a la cara.

—Te creo. Encontré muchísimos envoltorios mientras limpiaba tus porquerías, hasta agradezco no haber encontrado un condón usado... Aunque, ¿sabes que tiene un mínimo de falla, verdad? Aparte no solo te puedes contagiar con la penetración vaginal.

—Estamos comiendo y tú insinúas que yo tengo sexo con hombres. —Ahora sí estaba ofendido.

—Solo digo que...

—No digas. Yo no le hago a eso. Solo mujeres, amo las vaginas, me enloquecen, ¿entendido?

—Si tú lo dices diré que sí —habló en tono sarcástico sin poder evitar la risa. 

Entre el silencio de cada bocado la música se deslizaba con mayor facilidad, volviendo las letras más claras.

—En serio, si me sigues haciendo escuchar esa mierda seguiré preguntando cosas que me intrigan.

—No me interesa, hazlo. Si algo no me gusta cambiaremos el tema —propuse guiñando el ojo. Jeca desvió la mirada con fastidio. No lo admitía, pero se ponía nerviosa con ese gesto.

—¿Cómo conseguiste esta casa? Tiene dos pisos, un baño y medio, dos cuartos, sala, cocina...

—Es de mi madre, la sacó cuando nos regresamos. Aquí vivíamos hasta hace unos años que ella volvió a casarse y se mudó con su esposo. —Puse las manos en la mesa y recorrí la cocina con la mirada. Le faltaba una limpieza profunda.

—¿Ellos no te visitan?

—Una vez cada dos meses, tal vez, no les agrada mi forma de vivir —reconocí prestando atención a las manchas en la mesa—. Cambio de tema: Puedes tomarte el fin de semana libre.

—Gracias, es lo mejor que me has dicho desde que te conozco. —En realidad parecía aliviada—. El fin de semana empezaremos el proyecto de anatomía, tengo que ir a casa de Marilyn, me queda muy lejos, necesitaré tiempo.

Asentí dejándola hablar sobre el proyecto y así finalizó nuestra tarde, con Jeca quejándose y yo burlándome de su vida.

Jeca

Durante la semana que pasé en casa de Adam, me di cuenta que los cincuenta pesos que me ofrecía por limpiar no eran tan desconsiderados después de todo.

El sábado en la tarde tenía que empezar el proyecto con mis compañeros, así que por la mañana empecé a presionar:

—Necesito dinero —le exigí a mi madre en cuanto salió de su cuarto, apenas terminé de hablar supe que habría problemas por su cara de fastidio.

—Pídeselo a tu noviecito.

—No, te lo pido a ti porque es mi dinero.

—¿Tu dinero? ¿Qué has hecho para ganartelo?

—Me lo mandó mi padre, necesito el dinero, por favor —insistí aún tranquila.

—A tu padre no le importas —vociferó ignorando mi petición.

—A ti tampoco te importo.

—¿Entonces por qué sigo dejando que vivas aquí? ¿Por qué sigo comprándote cosas?

—Porque el gobierno te ayuda al ser madre soltera, porque te quedas con el dinero de mi beca... —Enumeré con los dedos, esperando que ella se molestara y negara tales hechos. Pero ni siquiera me miró, solo sacó un billete de doscientos y me lo aventó.

—El lunes te doy lo demás —masculló, luego se sirvió café.

Me metí a mi cuarto con la sensación de haber sido humillada, pero no había tiempo ni para maldecir, debía ir con mi equipo a empezar el trabajo fastidioso.

Me pasé toda la tarde con ellos, fue un gran distractor, me hizo bien estar ahí, al final fue lo contrario de lo que creí. Lo único que necesitaba para sentirme bien era estar lejos de la rutina.

No quería regresar a casa, pero tenía que hacerlo, llegué a las siete de la tarde y mi madre no estaba, ni se molestó en juntar sus zapatillas del piso o lavar los platos que usó. 

Mientras ordenaba la cocina recibí un mensaje de Adam:

"¿Qué haces?"

"Limpiando la casa"

Respondí

"Porque no vienes? Aqui esta pato Jessy y yo pasando el rato"

"Estoy cansada

Ese último mensaje no salió, se me había acabado el crédito, no le di importancia y fui a bañarme. Al salir tenía varias llamadas perdidas de Adam, me estaba vistiendo cuando otra llamada de él entró:

—¿Por qué no me contestas? —preguntó en un tono de voz extraño, como si estuviera feliz.

—Porque no tenía saldo y me metí a bañar.

—Aahh, ¿entonces vienes a la casa? No te pondré a limpiar te lo prometo, solo a pasarla bien, a divertirnos.

Se escuchaba muy acelerado, debí tomar eso como advertencia, pero muy tontamente accedí porque su ánimo se contagiaba y yo quería seguir distrayéndome.

Me puse unos jeans y una camiseta de mi talla, algo que pocas veces hacía. Salí directo a casa de Adam. Al entrar lo primero que noté fue que la puerta estaba abierta.

—¿Hola? —saludé mientras pasaba, pato estaba sentado en el sillón.

—Ey, ¿cómo estás? Te miras muy bien hoy. —Me costó entenderle. Pronto noté que no estaba en su estado natural. 

Tenía el cabello negro pegado a la frente. Sudaba. Sus labios delgados se veían secos y las pupilas tan dilatadas que el iris lucía como un milimétrico círculo café. 

—¿Y Jessica y Adam, están...? —pregunté señalando la planta alta, aprovechando para caminar unos pasos lejos de él.

—No. Adam está en el baño, Jessica se fue. Perra loca, está celosa porque tú eres más bella y estás mejor —dijo acercándose más. Su intento de coqueteo me causó asco.

—Aaah, yo no creo eso —sentencié retrocediendo. Escuché la puerta del baño abriéndose.

Respiré profundo pensando que Adam me ayudaría a salir de la incómoda situación.

—No te acerques tanto a ella —ordenó en tono autoritario.

Giré para ver al dueño de la voz, pero el primer vistazo fue desalentador: Adam estaba tan colocado como Pato:  Pupilas dilatadas, sudor y una sonrisa idiota lo delataban. Los nervios hicieron que mis manos se pusieran resbalosas, las alarmas internas comenzaron a sonar, tenía que irme pronto:

—Bueno, pensé que Jessica estaría aquí. No me gusta ser la única chica así que mejor me regreso a casa —me excusé, pero Adam me agarró de la cintura.

—Quédate conmigo, te he extrañado mucho.

—Me estás incomodando —admití, el cuerpo se me puso como piedra, mis ojos viajaban por el suelo buscando la forma de huir.

Pato regresó al sillón al notar la cercanía del otro hombre, él no iba a ayudarme. De pronto era presa entre dos leones. Del mismo baño que Adam, salió Janeth:

—Ya no eres la única mujer —agregó él susurrándome al oído.

La piel se me erizó al sentir su aliento, pero nada más alejado a la excitación. Por Adam no sentía atracción, ni aprecio siquiera, había un estigma hacia su adicción que me provocaba incluso asco. Tenía que buscar la forma de salir. Mientras pensaba él me dio la vuelta quedando de frente.

—No tengas miedo, no te haré nada malo —avisó con una voz más ronca de lo habitual.

—¿Tienes las pastillas? —pregunté de pronto.

—No. ¿A qué viene eso? —replicó con una sonrisa boba acariciando mi mandíbula.

—Tenemos un trato.

—¿Entonces si consigo esas mierdas te quedas a dormir? —propuso, lo miré a los ojos y asentí.

—Me quedo hasta dos días y haremos lo que quieras, pero consíguelas —aseguré sin siquiera estar consciente.

Me di la vuelta y caminé a la salida, Adam me tomó del brazo, de nuevo el miedo trepó a mi espalda Hice lo posible para mantener un rostro firme:

—¿Es un trato? —reafirmó.

—Es ley.

Luego me soltó, yo me apresuré a irme a casa. En el camino me encontré con Jessica, al verme volteó su cara, le causaba fastidio, pero ella no era mi problema, mi problema estaba intoxicado y no pensaba. Incluso que ella fuera a buscarlo era un alivio para mí.

Entré a casa, apagué todas las luces, me metí a mi habitación, cerré todos los candados y apagué mi celular. La idea de Adam caliente y drogado me aterraba, sentía que iba a hacerme mucho daño, aparte su amigo estaba igual. No tenían conciencia.

Me acosté en la cama, pasé una hora intentando dormir. Cuando por fin lo logré me despertó un sonido peculiar: Sirenas de ambulancia y sirenas de policía. Pasaron cerca de casa. Me puse muy nerviosa, solo pude pensar:

"Mierda, Adam, espero que no hayas hecho alguna estupidez".

¿Qué tal quedaron con el final?

¿Adam si habrá hecho una estupidez o solo son conjeturas de Jeca?

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