03) Desarma
Jeca
Me puse unos jeans bajo la enorme camiseta y fui a abrir la puerta.
—Hola, mamá no está. Quizá deberías venir más tarde —anuncié, intentando cerrarle en su cara.
—Lo sé, ella me dijo que la esperara dentro —replicó, mientras me mostraba un mensaje y efectivamente era el número de mamá.
—Va, pasa —cedí en mala gana.
Ni siquiera me quedé a esperar respuesta, me puse a limpiar ignorando el hecho de que el tipo me observaba como si pudiera ver debajo de mis prendas.
No quería que él estuviera viéndome, pero mientras no se me acercara, no presentaba riesgo para mí. El problema era que si la casa estaba sucia cuando mi madre llegara empezaría una discusión que no quería afrontar.
Tenía mucha hambre, abrí el refrigerador y solo había unas cuantas verduras. Tomé un pepino para comerlo a manera de botana en lo que mamá llegaba.
—¿Qué comerás, Jeca? —preguntó Marco.
—Pepino con limón, ¿quieres?
—No me gusta el pepino, prefiero las frutas jugosas, como el melón o la sandía. ¿Te gusta el pepino? —Su tono libidinoso era casi ofensivo.
—No es mi comida favorita, pero tengo hambre —mascullé sin voltear a verlo.
—Hace mucho no vas a mi ciber, ¿hice algo que te molestara?
Marco era dueño de un ciber café, eso lo hacía sentir el playboy del barrio. Se pasaba coqueteando con las clientas y hablando de sexo con los pubertos. Mantenía esa actitud de adolescente eterno que hacía que todos lo vieran como un perdedor sin metas, pero ni cuenta se daba.
—No, lo que pasa es que cerca de la escuela abrieron un nuevo ciber donde venden las copias e impresiones más baratas —respondí con desinterés.
—Por ahí hubieras empezado... pueden ser gratis para ti Jeca, cualquier servicio puede ser gratis para ti, solo tienes que ir a verme y pedirlo personalmente.
Sus palabras me causaban un asco tremendo, ni siquiera pude contestar, solo quería que mamá llegara y se largaran los dos.
Mi deseo se cumplió en poco tiempo. Ella entró con una enorme sonrisa, yo me puse feliz porque traía comida.
—Marco, te he extrañado tanto —saludó—. Hola, Jeca. —Hice una mueca intentando sonreír, pero era muy desagradable ver como se emocionaba por él y a mí apenas me dirigió la mirada.
Me senté a comer sin ellos.
—Jeca, ¿dónde están tus modales? Sirve comida para los tres —me reprendió mamá.
Le hice caso de mala gana, pero igual ni se inmutó por mis quejidos. La mesa era redonda y pequeña, en cualquier sitio que me sentara quedaba en medio.
Estábamos comiendo tranquilamente, ellos hablaban y yo ni siquiera ponía atención. Sentí un roce en mi pierna, pensé que había sido mi imaginación así que no hice nada, no tardé en darme cuenta que era Marco intentando "algo". Posó su mano en mi muslo por debajo de la mesa mientras cínicamente fingía ponerle atención a mamá, yo aventé su mano sin cuidado, pero tampoco hice contacto visual, no quería más drama. Terminamos de comer y mi madre se fue a cambiar de ropa, no sin antes pedirme que lavara los platos, Marco se quedó sentado en la mesa leyendo una revista vieja que andaba por ahí.
A esas alturas, no podía pensar en nada más que en el vacío en mi pecho, la tristeza que pintaba todo de gris y mis ganas de salir corriendo. El ensimismamiento se acabó cuando sentí de nuevo la mano de Marco, pero esta vez en mi hombro:
—¿Qué quieres, nefasto? No estoy interesada en ti ni en nada tuyo, grábate eso, asqueroso —resoplé con furia mirándolo a la cara, su presencia solo empeoraba las cosas. Me tomó del brazo para que no me moviera.
—Por favor, ya todos saben que eres igual que tú madre. Ya todos sabemos que fuiste a buscar a Adam y te quedaste en su casa un rato a solas... Aprecia lo que tienes, Jeca. Aún eres muy joven y bella para estar con un drogadicto como él. Yo te puedo dar mucho más. —Me quité de su agarre como gato colérico.
—¿A ti que carajos te importa? Eres un viejo asqueroso, a nadie le interesa lo que puedas dar.
—¿Sí? Pues tu madre da el culo por unos tragos, así como tú se lo das a Adam por drogas. Por lo menos ella saca cosas más útiles conmigo.
La bofetada que le di como respuesta resonó por la sala, él me empujó contra el lavaplatos causando un estruendo. Mi madre salió apresurada con un vestido muy corto rosa fosforescente y el cabello corto a medio peinar. Se llevó la mano al pecho por el susto que le sacamos.
—¿Qué está pasando, Marco?
—Tú hija me golpeó, yo solo me defendí, Pamela —exclamó, su cara expresaba miedo.
—Me llamó puta y a ti también, estoy harta de él mamá, siempre está...
—Vete —interrumpió.
—Pero Pamela... —Marco intentó defenderse.
—Le decía a Jeca —aclaró mamá, y sentí de nuevo que todo se me juntaba.
—¡¿Estás bromeando? ¿Yo qué hice?! —La rabia se acumuló en mi garganta por las ganas de llorar.
—No quiero discutir, Jeca, vete a tu cuarto y quédate ahí.
—No. ¡Los dos vayanse a la mierda! —Caminé dando zancadas hacia la salida.
—¡Jeca, no te atrevas a desafiarme! —gritó mamá, pero cerré la puerta con tanta fuerza que incluso los vecinos se asomaron por la ventana.
Iba furiosa, aguantando las lágrimas por puro ego, pero estaba segura que ante cualquier palabra hiriente todo iba a desbordarse.
Llegué a casa de Adam, la música retumbaba en las ventanas, unas cuantas personas afuera que me miraron con sorpresa y caí en cuenta que seguía con la ropa extra grande.
—¿Está Adam? —solté intentando no ver a nadie a la cara.
—Está adentro, la puerta está abierta —explicó una chica morena, cabello rizado. Se encontraba sentada sobre las piernas de un hombre muy drogado. Él se veía más grande que ella, pero seguramente era por el vicio.
Tomé aire y entré. Había más gente ahí, unos bebían, otros fumaban, otros tantos estaban idos. Los más lúcidos me miraron con extrañeza, entre ellos Adam.
—¿Jeca? ¿Qué pasa? ¿Qué pasa con tu ropa? —me preguntó riendo, pero la risa era algo que no me salía en esos momentos.
—Nada, quiero hablar contigo —avisé sin verlo a la cara, él hizo unas señas a un grupo de chicos, tomó una cerveza, luego movió la cabeza para que lo siguiera hasta su habitación.
Adam
Cuando vi a Jeca entrar a mi casa no supe si reír o tomarla en serio, así que hice lo primero. Su aspecto era un chiste, pero no tardé en entender que las cosas no le iban bien, tenía los ojos cristalizados por las lágrimas, ni siquiera podía verme a la cara.
Subimos a la habitación, pensé que tardaría en hablar así que me senté a esperarla, ella se quedó de pie, quizá no le daba confianza estar a solas conmigo o solo intentaba ordenar su cabeza:
—Quiero hacer ese trato, quiero tu ayuda —soltó desde su lugar con voz firme, pero sin mirarme.
—Bien, me alegra, porque justamente hoy vino una chica a pedirme un reloj que me dejó a cambio de unas dosis… No tengo idea de donde está, pero creo que debe estar en este mueble —recordé, señalando una cómoda que estaba pegada a la pared. Solo la usaba para guardar cosas, la mayoría eran objetos innecesarios que bien podían irse a la basura.
—Bien, ¿quieres que solo lo busque o...?
—Quiero que saques todo, lo separes y si encuentras el reloj, me dices. Es rosa con dorado y no sé qué más. Yo estaré abajo —expliqué mientras me iba.
—¿Con qué se supone que lo limpiaré? —me preguntó extendiendo los brazos.
—Cierto. —Di la vuelta, de otro mueble saqué una camiseta vieja y se la entregue a Jeca—. Ahí está el baño, es la segunda puerta, hay una cubeta y jabón en polvo.
—¿Gracias? —renegó a la par que empezaba a quitar las cosas de encima, yo la deje sola para volver a la planta baja.
Estuve un tiempo intentando evadir preguntas sobre Jeca, al final los demás entendieron que no iba a hablar de eso y dejaron el tema a un lado, hasta que llegó Jessica, la chica con la que pasaba más tiempo por la larga amistad que nos unía y el sexo sin compromiso que intentábamos equilibrar.
Nos saludamos, le ofrecí un poco de marihuana, pero para poder entregarsela había que subir nuevamente. No le conté sobre Jeca, preferí esperar que se diera cuenta sola y así ella le explicara la situación a conveniencia.
Apenas íbamos a entrar al cuarto cuando la encontramos llorando mientras limpiaba:
—Ey, ¿qué pasa? —pregunté, ella dio un salto sorprendida.
—Nada —masculló intentando darnos la espalda. Jessica se acercó con cuidado.
—¿Estás bien? ¿Adam te hizo algo? —le preguntó agachándose a su altura.
—¿Y yo qué le haría? —resoplé ofendido.
—No sé, está aquí sola, limpiando tu cuarto. ¿Por qué está limpiando tu cuarto, Adam?
—Porque me paga por ello. Él no me ha hecho nada, no te asustes, ni te enojes, pero prefiero no hablar del tema... Adam, necesito saber qué guardo y qué no. —Señaló con el dedo varias cosas separadas por montones.
—Ahorita te ayudo, voy a darle a Jessica algo para que se relaje porque parece que anda estresada —respondí, mientras sentaba a mi acompañante en la cama.
Pasaron varios minutos mientras fumábamos y hablábamos sin recordar que otra chica estaba en la habitación.
Jessica era especial para mí, me parecía atractiva, había química entre nosotros, podía hablar con ella como si fuese una amiga y hacer cosas que no son de amigos cuando estábamos solos. Aunque en ese momento no lo estábamos, empezamos a besarnos y juguetear hasta que Jeca nos recordó que existía.
—¿Es este reloj el que buscas?
Me puse de pie con una erección evidente por el juego previo, Jessica lo notó y sonrió, en cambio Jeca miró rápido para otro lado. No era como que me importara que me vieran en ese estado porque el alcohol y la marihuana me habían desinhibido y relajado de más.
—Parece que sí —me acerqué a ella para corroborar—. Sí. Si quieres puedes salir durante un momento, voy a estar ocupado, igual puedo correr la cortina si no te incomoda.
—¿Tiene que ser justo ahora? Estoy por terminar y quiero ir a dormir.
—No puedo esperar, ya te diste cuenta... ¿Por qué no preparas algo de comer y dejas esto para otro momento? —le pedí amablemente dándole pequeños empujones en el hombro, ella me miró con coraje, pero aún así salió de la habitación.
Me quedé con Jessica, corrí la cortina y dejé que las cosas fluyeran solas, nos tomamos nuestro tiempo, luego salimos juntos. Íbamos al piso de abajo hasta que vimos a Jeca sentada en los escalones.
—¿Qué haces? —cuestioné como si la escena no fuera obvia.
—Esperando...
—Te dije que hicieras algo de comer, Jeca —respondí con fastidio.
—Ya sé, pero hay mucha gente abajo —contestó exasperada.
—Vamos, yo te salvaré de ellos —aseguré empujándola con el pie.
Bajamos los tres juntos y todos nos miraban con curiosidad, seguro pensando que había sucedido algo diferente entre nosotros. Preferí no decir nada, estaba acostumbrado a las miradas incómodas, los susurros a mi espalda no me causaban ningún tipo de emoción.
Llevé a Jeca hasta el refrigerador junto a la cocina mientras le explicaba dónde encontrar los utensilios, sartenes y cualquier cosa que pudiera necesitar para cocinar. Ella apenas echó un vistazo dentro del refri, comenzó a reprochar tomando cada producto:
—Esto es un asco, por dios. ¿Qué es esto? Tiene hongos, ¿nunca tiras nada? ¿Cómo puedes guardar cosas aquí? Mira esas manchas, aparte huele mal…
—Me caes mejor cuando estás llorando —reconocí, ella giró la cara mostrándome su molestia—. Además todo viene en paquetes o está guardado en botes, nada tiene contacto con las manchas.
—Eso crees tú. Empezaré a cobrarte por sección y no por día —resopló, sin darse cuenta que había más personas atentas a la plática.
—¿Cobrar? Espero que no sea lo que estoy pensando —alegó Malcom, parándose al lado mio.
—No lo es —se apresuró Jessica, dejándome sorprendido. Un bocado para el ego.
—¿Qué piensan hacer de comida? —preguntó un tipo al que le decían "pato".
—Mmm, no sé, ¿qué piensas hacer, Jeca?
—No hay nada aquí que sirva para hacer algo completo, todo está podrido, con hongo, sin tapa, baboso, reseco...
—Ya, ya, ya entendí —avisé moviendo la mano, como restándole importancia.
—¿Compramos para hacer carne asada? —propuso pato—. Nos traemos el asador de tu casa, Malcom.
—A mí me parece bien, pero yo no quiero hacer, ni ir a comprar nada —agregué antes de que me fastidiaran.
Dejé que los demás se pusieran de acuerdo, algunos no les pareció la idea, otros no tenían más dinero, poco a poco se fueron yendo los autoinvitados. Al final solo quedamos Jessica, Malcom, pato, Jeca y yo.
Malcom y yo nos quedamos a prender el asador mientras los demás hacían compras. Llegaron entrados en su plática, incluso Jeca se animaba a hacer bromas con ellos, no era algo de sorpresa eran demasiado amigables para mi gusto.
Una vez que tuvimos todos los ingredientes yo me senté a esperar, había dejado en claro que no iba a preparar nada.
Jessica se sentó a mi lado a beber una cerveza mientras escuchábamos música, la única que parecía no disfrutar las canciones era Jeca, así que fui a preguntarle, me daba curiosidad saber que pasaba por su cabeza.
—¿Qué tienes, Jeca?
—Nada, solo que estas canciones dicen cosas muy tontas. Presumen de cuánto sexo tienen, cuánto dinero, cuántas mujeres, cuanta droga...
—¿Siempre eres así de quejumbrosa? De verdad me agradas más cuando estás de llorona —medité mientras le quitaba un pedazo de aguacate que acababa de partir, esperaba una respuesta negativa, pero ella soltó una carcajada—. ¿Por qué estabas triste? —quise saber, su sonrisa se esfumó de inmediato.
—Problemas en casa, ya sabes... No quiero hablar del tema. —Negó con la cabeza sin quitar la vista de la tabla de picar.
—Que bueno porque yo tampoco —admití, ella volvió a reír.
—¿Entonces por qué preguntas?
—No quería quedar como un imbécil al que no le preocupan los demás... aunque eso soy...
—No te lo negaré. Las cosas como son
Ella seguía concentrada en picar verdura y yo en su habilidad para la cocina.
—No soy bueno dando consejos —expliqué levantando los hombros.
—No eres bueno para nada.
La empujé levemente del hombro, ella me volteó a ver a la cara con una sonrisa tranquila.
—Quisieras ser como yo.
—A veces sí.
—Bueno, saquenos de la duda ya —pidió pato, sorprendiendonos—. ¿Qué hay entre ustedes?
—Nada —respondí sin pensar.
—¿Tienen algún tipo de relación? —indagó Malcom tras él
—¿Amorosa? No —se apresuró Jeca.
—¿Sexual? —inquirió Jessica, luego soltó una risita burlesca.
—No, no, por dios, no, ¿eso parece? —preguntó Jeca, su cara de asco y su tono desesperado me irritaron un poco.
—Soy demasiado genial para ti. Jamás, jamás tendrás a alguien como yo —me defendí esperando molestarla, pero en lugar de eso sonrió.
—Gracias por tus buenos deseos, Adam, apenas te conozco y ya me dices cosas que me hacen sentir bien.
Todos empezamos a reír, el sentido del humor de Jeca era igual de ácido que el nuestro. Mojé mis labios con la lengua y negué con la cabeza, no supe como hacer réplica a su broma.
Pato avisó que la carne estaba lista. Cada quien sirvió su plato y buscó un lugar donde comer. Yo me senté con Jessica en el sillón, Jeca se quedó en la mesa con los chicos, no era que me molestara, pero los conocía muy bien para saber que su interés por ella iba más allá que una amistad sana.
—Si quieres ve y siéntate a un lado de ella, o bésala —me reclamó Jessy en un tono sarcástico.
—¿Celos? Pero si tú fuiste quien decidió que fuera algo informal, "solo amigos".
—No estoy celosa, no de ella, pero tú pareces celoso de ellos.
—No son celos, solo me preocupa, no creo que se de cuenta de sus intenciones.
—Jeca ya está grandecita, estoy segura de que sabe lo que quiere y lo que no.
—¿Sí? Yo estoy seguro de que Jeca no tiene idea. Apenas conoce el mundo —respondí echando un vistazo a la aludida que escuchaba atenta las anécdotas del par de hombres a su lado.
Jessica suspiró molesta, negó con la cabeza, pero no añadió más. Cerramos el tema y terminamos la comida en silencio.
¿Qué tal les parecieron Malcom, Jessica y Pato?
Gracias por leer, ya saben que cualquier duda pueden preguntar por aquí o enviar mensaje.
Edit que hice en un momento de aburrimiento 🌸
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