Solo Una Noche
Octubre 2013, Londres, Inglaterra
La noche había sido bastante agitada. La tan esperada alfombra roja y el estreno de su última película habían sido demasiado. Habían celebrado con todo el elenco durante gran parte de la noche, pero cuando la fiesta había acabado, se había dirigido a un bar cercano para poder beber con su compañero de set: Tom. Para su suerte, Elsa no había acudido aquella noche para el estreno de su nueva película, pues la pequeña India con su año y medio demandaba más atención de la mujer de lo normal. Y ahí estaban, en un lugar olvidado de Londres, mientras en medio de risas conversaban y decían mil estupideces.
Y es que la verdad, lo había extrañado. No podía simplemente admitirlo, pero aquel extraño sentimiento había surgido durante la filmación de la primera película juntos. Su extraña necesidad de estar al lado de ese bellísimo británico se comenzaba a salir de sus manos, no fue sino hasta la llegada de la pequeña India que pudo controlarse y alejar aquellos extraños pensamientos de su cabeza. Pero ahí estaba ahora, de nueva cuenta frente al poderoso dios asgardiano que le robaba el aliento y estaba presente en sus múltiples sueños. Su Tom, su amado Tom ahora yacía frente a él bebiendo un vaso de whisky delicadamente con su diestra, mientras le dedicaba una hermosa sonrisa tras dejar el vaso en la barra y observarlo con aquel par de bellísimos zafiros de color claro, mientras aquel hermoso traje de color negro yacía ya bastante desarreglado pues desde horas atrás se había quitado el saco y se había deshecho del moño.
—¿Las escuchaste, Tom? —Cuestionó de pronto el rubio mientras observaba el vaso abandonado en la barra a medio beber—. Gritaban eso... —El británico tan solo lo miro confundido, ¿ A qué se refería con eso?
—¿Thorki? ¿Hiddlesworth? —respondió Tom de inmediato mientras rellenaba su vaso, dejando a un Chris bastante sorprendido observándole. Lo sabía, su extraña relación no era normal. Desde que había visto a aquel rubio en el set de Thor, algo había despertado en él. Y en cada entrevista, cada vez que le preguntaban por Chris, tan solo sonreía y decía algo lindo sobre su persona. Siempre posaba frente a las cámaras de una manera comprometedora, siempre y solamente para complacer a sus fans.
—¿Tom? —La voz del rubio hizo que de inmediato el castaño saliera de sus pensamientos para observarle con una hermosa sonrisa, mostrando aquellas bellas perlas blancas debajo de sus finísimos labios.
—Sí, las he escuchado desde siempre —replicó divertido el británico al tiempo que observaba al australiano.
—Es estúpido... —Murmuró el rubio mientras deslizaba su mano por la barra y atrapaba la de Tom entre esta. Se miraron en silencio por unos momentos al tiempo que se hablaban con la mirada. Chris tan solo acarició con la yema de sus dedos la perfecta piel de la mano del británico, sonriendo por lo bajo. Estaba ebrio y finalmente sus deseos más profundos salían a flote.
—¿Lo es? —Cuestionó el británico mientras correspondía aquel contacto, deslizando de igual manera las yemas de su diestra sobre la mano ajena. Aquel sublime roce comenzaba a despertar en ambos la necesidad que tenían el uno del otro.
—Hay un lugar cercano, un buen hotel —murmuró el rubio mientras no despegaba su vista del jugueteo de manos de ambos. Un ligero color carmesí había cubierto las blancas mejillas del británico, quien tan solo observaba al rubio frente a él.
—Entonces vamos —soltó Tom sin más, sorprendiendo al actor australiano ante su respuesta.
Chris no dudó ni un segundo más. Sujetó con firmeza la diestra ajena poco antes de dejar un fajo de billetes en la barra, para posteriormente, abandonar el lugar tomando una vez más, la mano del británico.
Condujeron tan solo un par de minutos en el auto que había rentado justo a un hotel de gran prestigio cercano. Estacionó el vehículo rápidamente, mientras bajaba de este, siendo seguido por un mareado Tom que se tambaleaba y luchaba por mantenerse en pie. El estacionamiento del lugar estaba solo, eran cerca las dos o tres de la mañana. ¿Quién podría estar despierto a esa hora en un estacionamiento de hotel?
Chris se acercó rápidamente al cuerpo del británico, quien yacía recargado en la puerta del pasajero, mal cerrada por supuesto.
—Tom... —susurró por lo bajo el australiano mientras deslizaba sus manos a las mejillas ajenas, aprisionándolas y haciendo que los zafiros del otro se posaran en su mirar—. Mi hermoso Thomas —agregó antes de finalmente deslizar sus labios hasta los de Tom, sellando aquel momento con un beso.
El sabor a alcohol de ambos se combinaba, pero era ignorado por la lujuria que emanaba de aquel beso. Tom correspondía como si la vida se le fuese en ello, mientras sus manos sujetaban con firmeza las muñecas del rubio.
Se separaron tan solo cuando el aire hizo falta, mirándose exaltados, excitados, con la respiración entrecortada y con la lascivia flotando en el ambiente. Chris ya no podía resistirlo, de nueva cuenta sujetaba al británico de la muñeca y lo halaba hacia el interior del hotel.
Una hermosa chica los recibió con una sonrisa en los labios, reconociéndolos de inmediato, pero la pareja no tenía tiempo para autógrafos ni fotos. Tan solo pidieron una habitación y en cuanto les hubieron entregado las llaves, se dirigieron presurosos a esta. Torpemente, Chris deslizó la tarjeta por la abertura de la puerta la cual se abrió al instante, mostrando el lujoso cuarto que se alzaba frente a ellos. Empujó el ligero cuerpo del británico al interior, poco antes de asegurarse de cerrar la puerta tras de sí.
Una vez más, sujetó el rostro de Tom entre sus manos para poder admirar el sonrojado rostro del actor, quien apenas y parecía creer lo que estaba pasando.
—Te amo, Tom... —Murmuró el australiano mientras esperaba pacientemente la respuesta del otro, quien por su parte, le dedicé una cómplice sonrisa al tiempo que de nueva cuenta unía sus labios a los del australiano.
Tom simplemente no podía decirlo, él no era como Christopher, sus sentimientos estaban celosamente sellados en lo más profundo de su ser. Debía hacerlo, porque aunque lo amara, nada cambiaría el hecho de que Chris estaba casado y tenía un hermosa hija fruto de esa relación. Pero aquello, simplemente no parecía importar aquella noche. Solo eran ellos dos. Sin Elsa, sin India.
Chris torpemente empujó el cuerpo del británico hasta la cama, mientras aquel beso aún seguía demandándose entre sus labios. Al llegar a la orilla de esta, Tom tropezó, cayendo de inmediato en la seda de las blancas sabanas y finalizando abruptamente el beso. El rubio tan solo se relamió de labios ante la escena que ahora se le presentaba, deshaciéndose de su camisa de inmediato y abandonándola en el piso, dejando finalmente al descubierto su musculoso cuerpo perfecto. Por su parte, el británico tan solo contuvo el aliento observando cada detalle del pecho desnudo del otro. Finalmente estaba sucediendo, finalmente su amor estaba por consumarse como siempre lo había imaginado en los más eróticos de sus sueños.
Una vez más, el australiano fue al ataque de su presa, deshaciéndose de la camisa blanca de Tom, prácticamente arrancándola de su dueño para después abandonarla también en el piso. Cuando finalmente pudo admirar el bello pecho del británico, sonrió para sus adentros, demorándose tan solo un par de segundos en atacar la blanca piel de este. Su boca se apoderó de uno de los rosados botones, de este mientras las yemas de su diestra recorrían sin tregua alguna la piel restante.
Tom por su parte, tan soltaba pequeños gemidos ante el húmedo contacto al tiempo que cerraba los ojos y echaba lentamente la cabeza hacia atrás, sumiéndose en aquel sedoso manantial de pecado.
Sus delgados dedos acariciaban las rubias hebras del cabello del otro, mientras le despeinaba y le rogaba por más en silencio. Su sexo finalmente comenzaba a despertar, ansioso, deseoso por más de aquel australiano. Inconscientemente, alzaba las caderas en busca de más contacto con el cuerpo que ahora estaba tendido sobre el suyo. Chris finalmente abandonó la labor en el pecho de Tom, mientras dirigía rápidamente su boca hasta el oído del británico, atrapando rápidamente el lóbulo de este entre sus labios, jugueteando, mordisqueándolo, mientras su sexo se rozaba ansioso con el del otro, aun por encima de los ya ajustados pantalones negros de ambos.
—Te amo tanto, Thomas —volvió a confesar el australiano mientras sus manos se deslizaban por la piel desnuda del otro, llegando finalmente hasta la entrepierna de este, acariciando por encima de la ropa aquel enorme bulto que delataba la excitación ajena.
No, ya no había marcha atrás. De un momento a otro, Chris había tomado el cuerpo del británico, acomodándolo en la cama de manera tal, que pudiese quitarle con rapidez el pantalón negro y el bóxer de igual color que hacía juego con este.
Finalmente el sexo de Tom estaba a la lujuriosa vista del australiano, quien tan solo se relamía de labios ante la escena que estaba contemplando. Era bastante más grande en comparación del cuerpo del británico, pero aquello no lo acomplejaba siquiera, pues sabía que su hombría superaba por mucho a la del otro.
Bien ahora era su turno. Tras unos segundos, Chris se había desecho de igual manera de sus pantalones —y sus prendas interiores—, quedando a la par con el cuerpo del británico que yacía frente a él.
Tom respiraba dificultosamente mientras intentaba controlar las ansias que lo invadían.
Finalmente la enorme hombría del australiano veía la luz, mientras este procedía a rozarla con la propia, sujetando ambas con firmeza entre su diestra, logrando ejercer fricción entre sus cuerpos al tiempo que gemía suavemente ante aquel sutil contacto.
El británico tan solo se revolvía entre las sabanas, arrugándolas entre sus manos mientras cerraba los ojos con fuerza y se dedicaba a dar rienda suelta a sus sensuales gemidos de placer, que no hacían sino excitar aún más al necesitado Chris.
Cuando el australiano finalmente acercó un par de dígitos de su diestra hasta la boca del británico, sonrió ligeramente cómplice, rayando en la seducción. Tom tan solo observó la escena incrédulo por unos momentos. Era su primera vez con un hombre, y por supuesto, que aquello le resultaba de lo más extraño.
—Lámelos —ordenó el australiano ante la expresión de Tom, quien en un par de segundos obedeció sin chistar, introduciéndose los dígitos ajenos en su boca, lamiéndolos lentamente, simulando el movimiento que seguramente, debía hacer durante el sexo oral.
Chris tan solo observó la escena con la boca abierta, mientras continuaba rozando su hombría con la ajena, la cual comenzaba finalmente a dejar salir aquel delicioso líquido pre seminal, indicándole que el británico estaba gozando al máximo aquello.
No aguantaría más, sino hacía algo pronto, terminaría por explotar sin siquiera probar el interior ajeno.
Lentamente, apartó los dedos de la boca del mayor mientras sutilmente, tomaba lugar entre las piernas de este, separando con suavidad sus nalgas y dejando al descubierto aquella rosada y virginal entrada. Con suavidad, los dígitos del australiano fueron introduciéndose en el apretado pasaje, mientras observaba cada segundo de la reacción del británico, fascinado por aquel extraño gesto de dolor y placer que comenzaba a dibujarse en su rostro.
Simplemente no podía haber un hombre más hermoso que su adorado Thomas. Pronto, sus dedos fueron llegando hasta donde le permitía su diestra, haciendo lentos y suaves movimientos en círculos, sintiendo como el interior ajeno se contraía deliciosamente ante las sensaciones que se le presentaban.
¿Cuánto más podría resistirse al adonis que se le presentaba? No pudo más. Esa era la simple respuesta.
Instantáneamente, sacó los dedos del interior ajeno, poco antes de colocar su hombría en la entrada de esta, rozándola apenas con la punta de su gran erección. Esta vez, esperaba en silencio la aprobación de su británico para poder continuar con ello.
—Hazlo... Chris... —murmuró ensoñado Tom, mientras le observaba en silencio, intentando regular su agitada respiración.
Bien, aquello era música para los oídos del australiano, quien no dudó ni un solo segundo en introducirse en aquella estrecha cavidad, arrancando más de un gemido por parte del mayor en el acto. Estrecho, cálido, asfixiante. Así era el interior de su amado Thomas. Finalmente eran uno, solo uno. Sus zafiros rápidamente se clavaron en la expresión del británico, el cual, ya cerraba los ojos con fuerza, gimiendo por lo bajo ante el placenteramente doloroso contacto.
—Relájate, amor mío —murmuró el australiano al tiempo que deslizaba su diestra en la mejilla del contrario, intentando suavizar las expresiones de este.
Bien, con dulces palabras parecía que no iba a lograrlo, así que sin más preámbulo, Chris deslizó la mano libre hasta la erguida y necesitaba hombría de Tom, masajeándola con suavidad y utilizando el pre semen de esta como lubricante en sus manos.
Aquello fue suficiente para que el interior del británico comenzara a relajarse, dejando que el miembro del rubio finalmente entrara por completo. La deliciosa sensación se apoderó de Chris, desde la punta de sus rubios mechones hasta la punta de sus pies. Aquello simplemente no podía describirse con palabras, solo era sublime, así sin más. Comenzó entonces a moverse lentamente dentro del cuerpo ajeno, sujetando con firmeza las caderas de Tom. El británico tan solo se mordía el labio inferior mientras daba rienda suelta a sus gemidos de placer.
—Te... Amo... Chris... —murmuró finalmente Tom mientras enrollaba la sabana en sus finos dedos de la diestra, dejándose llevar por las miles de sensaciones que de momento lo invadían.
Ante la confesión, el australiano simplemente sonrió poco antes de tomar el cuerpo del otro entre sus brazos, aprisionando el miembro del británico entre sus vientres, para estimularlo a la par que el movimiento de vaivén con sus caderas aumentaba. Las esfínteres de Tom se contraían con delicia, palpitantes y calientes ante la fricción que ejercía la hombría del rubio. Ese punto, Chris sabía que estaba rozando el cielo con los dedos. Jamás se había sentido así, ni aun cuando había hecho el amor con Elsa por primera vez. Aquello era completamente distinto, y sinceramente, le encantaba.
—Chris... Ya... No... —Las palabras entrecortadas del británico tan solo alentaron al rubio. Chris sabía que estaba llegando su delicioso clímax, pues sentía la hombría de Tom latiendo entre sus cuerpos: contrayéndose, preparándose.
Las uñas de Tom se clavaron en la espalda del rubio cuando finalmente el orgasmo Se apoderó de él. Liberando su semen entre ambos vientres, el británico contrajo su interior deliciosamente, logrando que el australiano tan solo aumentara el movimiento de sus caderas a tal punto, que el sonido que hacían al chocar sus cuerpos podía escucharse en toda la habitación. Chris no demoró demasiado en también alcanzar su orgasmo, tan solo con ver aquel precioso rostro contrayéndose de placer le había bastado. Unas cuantas estocadas más y finalmente, el australiano llenó el interior ajeno con aquel cálido líquido, arrancando un nuevo gemido de los labios del otro.
—Te amo tanto... Tanto... —Murmuró el rubio mientras deslizaba su diestra hasta la cabellera del otro, ocultando el rostro entre el espacio del hombro y cuello ajenos. Aspiraba el aroma de Tom, deseaba recordarlo por siempre, pues detrás de aquellos muros tan solo estaba la triste realidad, en la que él y Tom no eran más que simples amigos.
—Yo también te amo... —Replicó el británico al tiempo que rodeaba el cuerpo del rubio entre sus brazos.
Ahora no querían pensar, Elsa e India no existían. Solo eran Tom y Chris en su pequeño mundo ajeno a la realidad.
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