Cap 6: Un helado arregla todo
–¿Se parece más o menos a un altar?
–Ve~. Es magnífico. Seguro que el hada de los tomates se siente muy feliz.
Tal y como prometí, Feliciano y yo construimos un altar hecho con tomates en el jardín del francés. Para el hada de los tomates, por supuesto; que por algo me había salvado unas tres veces aquel día.
El japonés me recomendó que pusiese incienso alrededor del altar pues así los bichos no se acercarían. Y no sé si era porque la montañita de 6 tomates con una virgen encima me parecía humillante o porque el humo me estaba colocando, pero sentía un gran mareo.
–(T/n)... ¿Estás bien?
–Sí solo algo cansada...
–Ve~. Será mejor que te sientes.
Con cuidado me ayudó a sentarme en el césped. La tarde clara parisina parecía un espectáculo para los sentidos, no obstante yo solo pedía internamente que el mundo me dejase de dar vueltas.
–Te ves algo pálida... Ve~, quieres algo?
–Quiero que el mundo deje de dar vueltas a mi alrededor.–Luego pillé el doble sentido de esa frase lo que provocó que me sonrojase, por suerte Feliciano no pareció entenderlo.
Mi móvil sonó y supe en ese instante que era la Academia. ¿Quién sino en este mundo me llamaría sabiendo que soy una espía que no aparece en ningún registro mundial? ¡¿Obama?!
–Feliciano...–dije olvidándome del teléfono pues no quería preguntas por parte de Italia.
–Ve~, puedes llamarme Feli si quieres.
–Feliciano está bien de momento, gracias.–Tenía mis motivos para no llamarle así. Primero no tenía esa confianza, al menos por mi parte. Segundo, apodos significa encariñarse con una persona. Él no lo notó por mi sonrisa falsa y mi velocidad al hablar–. ¿Qué te parece en ir a tomar a un helado?
Debía invitarle porque indirectamente me había salvado el culo. Así que en forma de agradecimiento decidí invitarle un helado.
–Ve~, ¿un helado? ¡Me encanta la idea bella! Voy a llamar a Ludwig, a Kiku y a...
–No. No quiero que venga más gente.
–¿Por qué?
Primero porque no soy una ONG que ayuda a países. América se comería todo lo que pudiese, arruinándome, y por eso haría mal al contribuir con la obesidad del americano. Yo lo hacía por su salud. Por último, todos eran los que habían desencadenado problemas de todo tipo a mi nación, por las cuales pagarían.
Sin embargo, ese italiano no me molestaba tanto. A pesar de ser un cobarde y un poco pesado, había sido un buen amigo, me ayudaba y apoyaba. Ese raro y loco amante de la pasta había conseguido, sin tener la menor idea de como, ganarse un pedacito de mi corazón. Pero si la Academia pregunta yo le odio y quiero destruirle, ¿vale?
–No me gustan las grandes compañías. He estado sola mucho tiempo, comprendelo.-En el fondo me sentía un poco culpable por mentirle, luego mi voz del deber me abofeteó y me dijo que era por un bien mayor. Mantuve mi sonrisa falsa.
–Bien, entonces iré a cambiarme.–Comenzó a correr hacia la casa a toda velocidad. Me puse en pie de un salto y comencé a perseguirle, la casa estaba en total calma, como si nadie viviese allí.
–Volveremos en un segundo, no se lo digas a nadie.–Sabía que esa última frase no iba a funcionar pues él siempre contaba todo, cuando había un poco de insistencia por parte de esa persona.
Aproveché para sacar mi móvil y revisar el mensaje.
<<Si el ruso no se traga tus mentiras en un plazo de dos días, acaba con él>>.
Un escalofrío recorrió mi espalda de arriba abajo. ¿Debía realmente hacerle desaparecer por una temporada si no se creía mis mentiras? Es verdad que estaba siendo un estorbo en la misión. No dejaba de incordiar, pero por otro lado me pareció un tanto...
–¿Qué estás haciendo?
El ruso salió del salón caminando hacia mí igual de enfadado que aquella vez en la que, según tengo entendido, América le robó el vodka. Creo que no pudo andar en un mes.
–Vamos a tomar un helado Feliciano y yo.
–¿A solas?–Arqueó una ceja–. ¿Ya le has obligado a que te invite a salir?
–¿Pero quién te crees que soy? ¿Tu hermana Bielorusia?
Molesta giré la cabeza sin ver su reacción. Afloje mi ceño fruncido al pensar que tenía que hacer, e incluso aunque fuese un borde y un maleducado... Tal vez no se merecía aquello...
–Lo siento...–murmuré. Noté su mirada en mí.
–Me parece bien que te disculpes. Las acepto, da~.
Se creó un silencio entre ambos, para mí incómodo, en el cual solo oíamos el tic-tac de los relojes de la casa. Al igual que si fuese una casa vacía y Feliciano no corriese de un lado al otro como el correcaminos. Era extraña tanta calma.
–¿No crees que me debes tú algo?–pregunté algo molesta.
–¿El qué, da~?
–Unas disculpas, ¿por ejemplo? Por... No sé... Enseñar mi ropa interior a todos.–Reflexionó unos momentos con su expresión alegre.
–De acuerdo, te debo una disculpa, da~.–Nos sumimos en otro silencio ya que seguía esperando ese: <<Lo siento o perdón>>.
–¿Y bien?
–He dicho que te la debo, no que te la vaya a dar~.–Casi me lanzó encima de él para darle un puñetazo en la cara por esa estupidez. Tuvo suerte y Feliciano bajó corriendo las escaleras impidiendo que le soltase una grosería.
–¡Ve~, ya estoy (t/n)! Ve~, Rusia, ¿tú también vienes?
–¿Salir de paseo con la espía? Antes prefiero darle mi capital a Estonia y actuar como América el resto de mi vida, da~.–Yo le miré con mi cara de póquer mientras Italia seguía mirándole con una sonrisa.
–¿Eso quiere decir que tal vez el sábado?–preguntó Feliciano.
–Mejor vámonos ya, Feliciano...–dije negando con la cabeza abriendo la puerta. El de cabello castaño salió por esta después de despedirse con la mano del país euroasiático.
Miré la cara del ruso antes de salir de allí. Aunque pareciese un tipo duro y siniestro, la cara de cachorro abandonado bajo la lluvia consiguió conmoverme un poco. Por eso decidí hacer algo que nos beneficiaría a ambos. Y no, no era que se dedicase a elegirme la ropa interior de ahora en adelante.
–¿Estás seguro de que no quieres venir?
–¿No había quedado claro con el ejemplo?–Bufé. Encima de que lo hacía por él y se negaba a poner las cosas fáciles. Una idea pasó por mi mente haciéndome sonreír de forma ladina.
–Bueno, bueno... Tu sabrás. Imagínate que soy realmente una espía y quiero secuestrar a Feliciano. Me le llevaré sin que puedas hacer nada para evitarlo cuando en todo momento tuviste una oportunidad para mostrarles a todos que tenías razón y restregárselo por toda la cara a América.–Su expresión reflejó sorpresa–. Es una pena... En fin, au revoir!–dije haciendo el saludo militar con dos dedos dedicándole una sonrisa maliciosa antes de cerrar la puerta principal.
En la calle, sin si quiera abandonar el recinto de la casa del francés esperé junto a Feliciano.
–¿Y a qué esperamos?
–Oh, a lo que yo llamo psicología inversa inglesa.
–Ve~, ¿qué significa eso?
–Pues lo vas a ver en 3... 2... 1...–dije recogiendo mis dedos en una cuenta atrás justo cuando la voz de Rusia nos alertó.
–He decidido ir con vosotros, da~.–El de ojos violetas caminaba a nosotros con su sonrisa y sin preocupación ninguna–. Pero lo hago no porque quiera estar con la espía, es porque quiero cuidar a Feliciano, que así me quiera y sea uno conmigo, da~.–Le rodeó con un brazo dedicándole una sonrisa
–¿¡Q-Qué!?–preguntó el italiano asustado y al borde de las lágrimas. Reprimí una risa.
–Te lo dije. Es psicología inversa inglesa. Psicología inversa para que hagan lo contrario y como te dan la razón se comportan como cierto tsundere que tú y yo conocemos, de ahí que sea inglesa.
Feliciano quiso mostrar emoción por ello, aunque con el ruso dándole un abrazo, que pronto si no le soltaba sería mortal, no parecía muy contento.
...(***)...
–Mejor yo pido los helados, da~.
–¿Es que tienes miedo de que los envenene?–pregunté irónica.
–Exacto.–Me reí junto a Feliciano por esa respuesta.
Decidí ir al final a por la mesa en la terraza que daba a la calle. Comencé a jugar con el móvil mientras para esperarles.
–Ya casi esta... Ya casi lo he conseguido...–Un gritó hizo que me asustara y del susto tocase toda la pantalla perdiendo justo cuando estaba a punto de finalizar el último nivel–. ¡Me cagu*n todos los relojes de Suiza! ¿¡Qué narices pasa!?
El que había gritado era un niño pequeño de cabello castaño que estaba persiguiendo a un hombre. A primera vista, no le di mucha importancia cuando ambos pasaron al lado de la cafetería, pero me di cuenta de que aquello era más importante de lo que pensaba al ver que el hombre tomaba al pequeño en brazos y este comenzó a patalear intentando escapar. Instintivamente me puse en pie de un salto y comencé a correr siguiéndoles.
–¡Oye, tú!–le grité al hombre cuando casi le había alcanzado–. ¡Detente!
Hizo caso omiso de mis palabras e incluso aceleró el paso intentando perderme entre las callejuelas de París. Enfadada y agotada de tanta persecución decidí acabar con tantas tontería. Decidí hacerle atraparle tomando otra calle cuando iban por una estrecha calle. Les plagué a ambos haciéndoles caer al suelo.
–¡Mademoiselle! (Señorita)–exclamó el niño corriendo hasta mis piernas. Acaricié su pelo intentando calmarle mientras él me hablaba a toda velocidad sobre lo ocurrido. No entendí todo, pero lo de raptarle me quedó más que claro.
El tipo se puso en pie cabreado sujetando lo que parecía un bolso. Pienso que se acordó de toda mi familia y no para bien, que digamos...
–Oye, vas a calmarte un poquito, ¿entiendes? O sino te calmo yo de una bofetada a ver si se te quita la tontería.
El ladrón corrió hacia mí molesto y enfadado. ¿Se creía el muy idiota que iba a ser más rápido que yo? Caso error. Con una mano aparté al castaño de mi y con la que tenía libre le asesté un puñetazo en el estómago. A continuación, le di un par de golpes más consiguiendo que cayese inconsciente. Le até a un canalón con una cuerda que me dio el más pequeño (No tengo ni idea de dónde la sacó o de si la llevaba consigo).
Al ver el panorama seguro tomó el bolso y luego mi mano. Comenzó a tirar de mí por las calles como si fuese un experto guía y supiese a dónde ir. Me llevó a la policía, lo que me asustó en un primer momento, si un niño me entregase sería una mancha en mi expediente tan grande que ni todo el corrector del mundo junto podría hacerla desaparecer.
Nada más entrar, había allí una mujer con un vestido gris de pelo castaño, como el niño. Al verlo, corrió hacía él llorando. Tuve que seguir en mi papel, aunque por dentro siguiese sin hacerme gracia lo de tratar con ellos, y contarles lo que había pasado. Yo si sé hablar algo de francés, no soy una licenciada pero más o menos puedo manejarme, lo de aprender el idioma solo es una coartada.
El pequeño al que salvé les explicó que yo le había salvado y al bolso de su madre, a parte, les indicó la calle en la que le había atrapado. Los dos hombres me felicitaron por el trabajo y me dijeron que debería dedicarme a ser policía. Yo solo les di una sonrisa incómoda.
–Muchas gracias por traerme de vuelta a mi hijo–me lo agradeció la mujer con una amplia sonrisa.
–Pero si habla mi idioma...
–Soy medio española, querida.
–Oh–dije sorprendida.
–¿Cómo podré agradecértelo?–preguntó tomándome las manos.
–¿Podríais llevarme a la cafetería en la que estaba antes? Estaba donde la Place Pigalle.
–Bien sûr (pues claro), es lo menos que podríamos hacer.
Al salir de la comisaría la mujer me preguntó varias veces si quería quedarme a cenar con ellos, pero tuve que rechazar la oferta pues los chicos debían de estar esperándome. Me despedí de ellos a la entrada del local.
–Ve~, (t/n) ¿dónde estabas?–preguntó Feliciano preocupado. Rusia se estaba comiendo el barquillo mientras que Feliciano seguía con su bola casi intacta. El mío estaba algo derretido.
–Me encontré con alguien.–Me encogí de hombros y tomé mi helado.
...(***)...
–Ve~. La tarde fue genial, en resumen.
–Sí, excepto la parte en la que nos quedamos suspendidos por quince minutos en la parte alta de la noria.
–Fue un momento muy incómodo, da~.
–¿Y vosotros que estuvisteis haciendo?–pregunté.
–Papeleo–dijo China agitando la mano quitándole importancia.
Todos nos encontrábamos en el salón cenando en el sofá porque el americano quería ver una de sus películas favoritas. Si estáis pensando que era una película sobre la vida de los osos, entonces... Enhorabuena, no tenéis ni idea de lo que íbamos a ver. Sí, íbamos a ver Spiderman... Pero antes de que la película empezase estaban dando las noticias.
<<En otro orden de cosas, hoy una joven ha salvado al hijo de la alcaldesa de París. Tras ser atracada, su hijo corrió tras el ladrón que le secuestró. Gracias a su heroica intervención el pequeño está bien y el ladrón está condenado a cárcel. Desconocemos la identidad de esta joven, sin embargo no podemos no considerarla la heroína del día>>.
–Nahahahaha, otra Heroine, ¡como yo!–exclamó el americano alegre.
Menos mal que no tenía sentado a nadie delante. Escupí todo el agua que acababa de beber del susto. ¿¡QUÉ NARICES HAGO EN LAS NOTICIAS!? Y... Y yo... ¿Una heroína?
–No sabía que (t/n) se dedicase a ser un aspersor en su tiempo libre, da~.
–¿Se encuentra bien, (t/n)-san?
–Eh... Sí. Solo me resultó impresionante la noticia.–Sonreí nerviosa.
Debía mantener mi tapadera de niña indefensa que necesita a un hombre para que la proteja. Como odio esos clichés machistas...
...(***)...
Después de que la película se acabase subí a mi cuarto a toda velocidad por si a los países se les ocurría preguntar algo más referente con la noticia de antes.
–Suerte que nadie se ha dado cuenta...–murmuré caminando por el pasillo que llevaba a mi cuarto.
–¿De que tú eras esa chica, da~?–Un escalofrío recorrió mi espalda al escuchar esas palabras.
–¿De qué hablas Rusia?–pregunté sonriendo nerviosa.
–Tú lo salvaste...–Parecía sorprendido de ese descubrimiento.
–Nah. ¿Cómo iba yo a salvarle? Yo no tengo tanta fuerza como para poder acabar con él...
–No juzgues a un libro por su portada. Eres más fuerte de lo que pensaba, da~.
–Claaaro. Es que llevo una doble vida secreta, ¿sabes? Soy Hulk en secreto–dije irónica caminando hacia mi cuarto intentando huir de él.
No entendía como era capaz de averiguar o suponer todas esas cosas. Tenía que escapar de él o sacaría demasiadas conclusiones...
–Tu ayudaste al niño, te vi despedirte de ellos a la entrada de la cafetería.–Me agarró del brazo impidiéndome avanzar.
–Sí, pero yo no fui quien noqueó al ladrón. Yo solo me les encontré a ambos caídos en el suelo. Me limité a ayudar al chico. Nada más–mentí mirándole sin expresión, intentando mantener mis sentimientos bajo control.
–¿Por qué no quieres el reconocimiento que te corresponde?–Exploté.
–¡Porque yo no fui quien lo hice!–le grité molesta a la cara–. La que salvó al niño era una persona valiente, luchadora, aquella que defiende a los débiles, fuerte, decidida y...–Iba a decir que era buena de corazón, pero decidí omitirlo–. Y... Esa no soy yo. Yo solo le ayudé a encontrar a su madre.–No entendía el porqué sentía una profunda tristeza en mi interior al decir esas palabras.
Me miraba desde su gran altura con esos ojos que me escaneaban fríamente. Yo retenía mis tontas lágrimas y él seguía en sus pensamientos a la vez que ambos nos vimos envueltos en nuestro silencio.
–Tal vez no seas tan mala como pensaba.–Abrí los ojos sorprendida–. Tampoco he dicho que seas buena... Pero, por lo que me has mostrado hoy... No eres mala, da~. Sé lo que es que todos te consideren como el malo de la película... Incluso, tú a veces llegas a pensar lo mismo...
–Rusia...–dije sorprendida.
–Eso no significa que no te vaya a seguir vigilando, da~–Puso su expresión ñoña de nuevo, ocultando ese atisbo de bondad y verdad. Sonreí maliciosa.
–Mientras seas tú, no me importa.–Mis palabras hicieron que sus mejillas se tiñesen de rojo–. Pero no me seas del tipo acosador Francia, ¿de acuerdo?–dije entre risas encaminándome hacia mi cuarto–. Buenas noches.
–Buenas noches.
Caminando por el pasillo a oscuras en el que, por las luces de la calle, las sombras se prolongaban dando un aire macabro al lugar me sumergí en mis pensamientos.
<<Y si tiene razón en que no soy tan mala... Yo lo salve. Lo defendí de forma instintiva... Fue... Sentí como un Déjà vu. Me sentí bien cuando le vi junto a su madre. Sabía que yo muchas veces me había sentido como ese niño al ser apartado de su familia, quizás por eso le salvé. Porque conozco esa sensación de soledad y de estar perdido... Puede que sí sea buena a fin de cuentas>>.
Esos pensamientos me hicieron sentirme mucho mejor, me sentía alegre por ello. Me fui a lavar los dientes. Pensé en si decirles la verdad a los chicos sobre la heroína del día cuando pisé la baldosa suelta. La miré durante unos segundos.
<<Si fuese tan buena persona como pienso ser no tendría una bolsa con armas en mi baño. Si fuese una buena persona no hubiese lo que he hecho en el pasado. Si fuese una buena persona hubiese defendido a mis compañeros cuando me necesitaban... No. Yo no soy una buena persona... Nunca lo he sido>>.
Salí del baño al terminar y tomé mi ordenador.
–Yo soy mala... Soy más mala que la comida de Inglaterra o los chavales que no contestan a Dora la Exploradora cuando pregunta... También soy algo tonta por esas comparaciones...–Suspiré encendiendo el ordenador–. Yo soy mala pues mi manos de sangre no están limpias... Aunque era yo o el cocodrilo, pero... Ya sé como poder ser buena. Terminaré haciendo lo mejor para mi país acabando con los países. Así lograré serlo.
Comencé a redactar un mensaje para la Academia.
<<El ruso ha caído en la trampa.>>
...(***)...
No me maten por no subir en un mes...
Perdoncines... Es que me atasqué un poco con la historia...
Ah sí, y me ha borrado Wattpad todo el capítulo. Muchas gracias.... Una tarde desperdiciada de mi vida reescribiendo..... (No sabéis el cabreo y la desesperación que tengo encima) Espero que el karma me lo compense y muy bien además...
También quería agradeceros que sino hemos llegado ya, vamos a llegar a 3k. Así que muchas gracias a todas las personas que votan y comentan pues me río mucho con sus comentarios :3
Seguid así, delicias de personas~.
Sin nada más que decir me despido.
¡Hasta la próxima!
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