Libro

ADVERTENCIA: contenido explícito.

La atención que ponía a su lectura lo mantenían ausente de todo lo que le rodeaba. Cada párrafo le brindaba un dato más interesante que el anterior y cada subtema le parecía cuanto menos intrigrante para descubrir. Su inmensa curiosidad no lo hacía conciente del paso del tiempo, de no ser por el hambre que ya sentía desde hacía un rato y que ignoró hasta que su cuerpo lo exigió con desesperación, provocando dolor abdominal y un vacío en el estómago, obligándose a dejar su lectura. Suspiró con malestar. Tomó el pequeño señalamiento y lo puso entre las páginas de su libro, lo cerró y lo dejó sobre la mesa donde lo leía.

Se levantó, estiró su cuerpo para que sus músculos dejaran de lado la tensión y bostezó en el acto. Miró por la ventana que estaba a su lado y vio un cielo lila, indicando que era pasadas las 6 p.m. Se sorprendió, pues desde las tempranas 8 horas que se la pasó leyendo sin parar. Soltó una risita nerviosa, un tanto apenado de pasar tanto tiempo así. Le encantaba estar en la biblioteca de los supremos, nadie lo molestaba ahí y pasaba todo el tiempo que quería leyendo todo lo que le apetecía, además de que cuando era necesario descansar podía ir a desahogarse con Vegetto de varias formas, como el entrenamiento.

La idea le agradó, así que iría con él después de comer.
Su objetivo era la cocina, pero el plan cambió cuando el saiyan de arcillos entró a la biblioteca empujando un carrito repleto de comida cuyo aroma capturó de inmediato al hambriento Gogeta, que se quedó atónito a un lado del carrito, viendo ilusionado la comida. Vegetto se percató de esa linda mirada y no evitó sonreír ante tal mueca.

-¿Y porqué no empiezas a comer en vez de estar mirando la comida?- preguntó para sacar de su trance a Gogeta, quien no hizo más que verlo, como perdido. Vegetto soltó una risa, tomó de la mano a su torpe pareja y lo guió hasta la mesa donde estuvo antes leyendo. Gogeta por fin despertó, sacudió la cabeza ligeramente y cuando iba a agradecerle por el amable gesto, Vegetto lo abrazo y le besó con pasión. Lo sujetó de su cabeza para pegarla más a sus labios y con atrevimiento empezó a jugar con la lengua de su amado. Este le correspondió con gusto y se sumergieron en la delicia de su sabor. Pequeños gemidos salían de sus bocas y había sutiles caricias en su espalda por parte de Vegetto, mientras que un tímido Gogeta le abrazaba. Se separaron lentamente, dedicándose esa deseosa mirada a la vez que recobraban la postura.

- Lo necesitaba...- le susurró relamiendo sus húmedos labios, dio media vuelta y puso el primer plato en la mesa, esperando a que Gogeta se sentara.

Vegetto tomó asiento justo frente a él y reposó su rostro sobre su mano, esperando
con una amable sonrisa a Gogeta.

- No pierdas más tiempo y come- le comentó extrañado. Gogeta no salió del shock hasta que Vegetto lo guió a la silla. El olor del plato que tenía frente a él lo sedujo fácilmente,recordándole que tenía hambre. Sin importarle los modales como todo buen saiyajin, se dispuso a degustar rápidamente.

Vegetto lo veía con ilusión, soltando pequeños suspiros de vez en cuando, admirando con ternura una escena que carecía de la misma, pues Gogeta con las mejillas llenas de comida daba una sensación de que podría ahogarse en cualquier momento, pero siendo un saiyajin, nada lo detendría.

Hasta que un escalofrío recorrió su espalda.

Gogeta se incomodó, se dió cuenta de qué mirada que tenía sobre él; era una mirada que aún con la cara de idiota enamorado que Vegetto le mostraba, podía dominarle con facilidad y desearlo con locura era la primer necesidad que sintió, haciéndole imposible no recordar las noches anteriores que pasaron juntos. Para ese momento, Vegetto ya ni siquiera lo veía, se distrajo con el paisaje brindado por ventana; para ese momento, la mente de Gogeta ya estaba en su contra.

Trató de contenerse pese a que su inquieta mente lo hacía recordar con más intensidad y detalle cada uno de esos momentos: Vegetto moviendo sus labios lentamente, tan pasional y atrevido cada que lo besaba, disfrutaba que él le dominará y supiera cómo provocarlo, su lengua era tan buen estimulante cuando daba sutiles mordidas en su labio inferior, provocandole la sensibilidad que ahora tenía. El atrevido recuerdo le provocaba un hormigueo en toda la boca, trayendo consigo esa sensación de intensa necesidad por querer besarle. Se sonrojó, comenzaba a excitarse y no podía evitar seguirse estimulando con sus recuerdos.
Mordió ligeramente su labio inferior tratando de mantener la postura aunque también lo hacía para evitar gemir y que Vegetto, a quién miraba disimuladamente para seguir fantaseando, no se diera cuenta de su estado aún.

Comenzó a masticar despacio a la vez que seguía reproduciendo todos esos momentos atrevidos y placenteros una y otra vez; incluyendo en esos recuerdos varios deseos que esperaba que Vegetto algún día le cumpliera. Estaba perdiendo, ya solo era cuestión de tiempo hasta que el estúpido saiyajin que tenía frente a él se diera cuenta.

Ahora su respiración era agitada; la piel desnuda de Gogeta temblaba al delirar con los dedos de Vegetto sobre él, acariciando todo su pecho. Por las piernas sintió una corriente al imaginar esas mismas sutiles caricias recorriendo cada parte de su cadera.

Y por error, gimió sonoramente.
Vegetto lo miró de inmediato, algo desconcertado por lo que había escuchado. Intercambiaron miradas en medio de su silencio, esperando algun tipo de respuesta pero solo recibió una incómoda reacción de Gogeta, que cubrió su boca con ambas manos, teniendo el rostro rojo y una vergüenza que lo hacía desear la muerte. Quería huir pero la erección que tuvo en algún punto de su deleite no le permitió mover las piernas, limitándose a esperar que Vegetto creyera que se imaginó todo.

Para su desgracia, no fue así.

-¿Quieres hacerlo aquí?- murmuró dudoso de ir más lejos sin preguntarle, ya que sabía que para Gogeta la biblioteca era un lugar muy importante y sagrado, no quería que lo odiara por profanar dicho lugar con tal acto. Sin embargo, no respondió, sólo le miraba con nerviosismo. Vegetto, en su confusión, decidió seducirlo y así saber cuál sería su límite en la biblioteca.

Vegetto se levantó de su lugar y rodeó la mesa hasta llegar a Gogeta, él no se movió un centímetro, lo había aprisionado y ya no sabía por dónde huir. Estando detrás de él, pudo notar la erección que Gogeta trató de cubrir con sus manos pero fue demasiado tarde para intentar ocultarlo. Vegetto sonrió ante esos tiernos actos. Comenzó a pasar sus dedos al rededor de su nuca; sabía muy bien que nada se comparaba con el tacto real de sus dedos contra su piel, eso lo enloquecía y no le gustaba que tuviera puestos los guantes cuando lo hacían, pero era tan buen seductor que en ese oportuno momento lo aprovecharía al máximo.

Se acercó lentamente a su oído mientras seguía acariciando parte de su nuca hasta que sus manos bajaron a su pecho y su mandíbula se apoyaba en su hombro. Pudo sentir como su piel se erizaba al estar sobre él.

-¿Quieres que te ayude con eso?- le susurró provocandole cosquillas, Gogeta no pudo evitarlo y volvió a soltar un gemido ahogado a la vez que quitaba sus manos de su erección. Vegetto inmediatamente acarició la punta y continuó dándole pequeños masajes circulares con su pulgar, provocando verdaderos gemidos a Gogeta.
Vegetto se sorprendió al ver la activa participación del saiyajin rubio, pensó que tal vez iban a terminar ahí, cosa que a él no le importaba en lo más mínimo, ya que le encantaba lo dócil que era Gogeta en ese momento y hacerlo sentir bien y tenerlo cómodo era su prioridad.

Giró la silla de modo que Gogeta se quedara viendo frente a él, apoyándose en los respaldos de los brazos, teniendo su suave respiración sobre sus labios, quería el orgulloso saiyajin cortara esos centímetros para unir sus rostros, una tortura para Gogeta y un deleite para Vegetto. Le sonrió antes de comenzar a besar su cuello, bajando con lentitud hasta su abdomen, dejando pequeños chupetones y mordidas en el camino. Gogeta no podía contenerse tanto como hubiera deseado, odiaba admitir que la seducción de Vegetto lo tenía sumiso y ya no podía escapar de él.

Su pecho se había llenado de sutiles mordidas y chupetones, todo su abdomen fue besado con delicadeza, acariciado con sutiles rastros de humedad. Su cuerpo reaccionaba con pequeños espasmos donde Vegetto posaba sus labios y recibía gemidos apenas audibles que aprobaban sus acciones.

Al llegar al límite entre su piel y su pantalón,  Vegetto dirigió su mirada hacia Gogeta, quien le observaba excitado. Esperaba paciente el permiso de invadir su intimidad la cual ya resaltaba entre la blanca tela. Gogeta sabía que ya no avanzaría si no le daba la orden y odiaba que lo hiciera cooperar en ese estado de excitación. Su mano temblorosa como dudosa se acercó a la cinta azul que rodeaba su cintura, jaló con un poco de fuerza uno de los sobrantes para deshacer el nudo y aflojar el pantalón.  La tela blanca bajó un poco, siendo libre de la atadura, Vegetto sonrió agradecido y procedió a bajar ambas prendas que impedían dejarle ver su erección, Gogeta ayudó alzando un poco su cadera para que su ropa pasara sin problema y le permitiera desnudarlo con facilidad.

Vegetto empezó a lamer con delicadeza la punta, daba pequeños masajes circulares y llegaba a meterlo a su boca para hacerlo chocar con su paladar y absorber un poco de él. Cuando lo hizo, Gogeta volvió a soltar un gemido, llevó su mano derecha a la cabeza de Vegetto por inercia y enredó sus dedos en el oscuro cabello rojizo de su amante. Respiraba de manera agitada, sus ojos soltaban pequeñas lágrimas y su mano acariciaba la cabellera de su amante. Vegetto por su parte llevaba un ritmo constante mientras lamía y masturbaba con su boca el miembro de Gogeta.

—Ya... no más— susurró echando su cabeza hacia atrás mientras apartaba el rostro de Vegetto de su entrepierna. Sentía que se correría en cualquier momento. El sonrrojo de su rostro y su exitada mirada fueron la señal de un placer y gozo absoluto que había experimentado en ese momento, por supuesto, deseaba mucho más y no necesitaba decirle.

Vegetto supuso que ese límite que estaba esperando no existía y le alegró saberlo cuando contempló tan bella expresión.  Secó su boca con el guante y luego procedió a quitárselos, ya era momento de ir enserio con él.

Sujetó el chaleco de Gogeta y comenzó a bajarlo con lentitud, asegurándose de que sus dedos rosaran la piel que desnudaba con cuidado. Vegetto suspiró, se sentía desesperado y a su vez tan complacido de ver  con deleite el placer que le mostraba Gogeta. Motivado por su propio impulso de querer que Gogeta se aferre a él,  de nuevo se apoyaba en los descansabrazos y comenzó a besarlo, encontrando una deseosa y placentera sensación que recorrió su cuerpo.

Gogeta se entregó al dominio de Vegetto quien, guiando su lengua y manipulando con precisión sus labios lo hacía casi inconsciente de su alrededor. Sus descubiertas manos recorrían con sigilo toda la cadera de su amante, esperando con paciencia a que Gogeta le abrace por el cuello para así poder llevarlo a la mesa.

Seguirle el ritmo le era complicado, pues habían suspiros y gemidos que detenían su apasionado besó de vez en cuando pero era imposible evitarlo con tan buen besador. Su desesperado deseo de seguir le llevó a abrazar su cuello para pegar más sus rostros. La señal que Vegetto estaba esperando. De inmediato sujetó sus piernas y sin dificultad alguna caminó con cuidado de no tropezar hasta la mesa, donde sentó a Gogeta, sin dejar de besarlo.

Ambos tomaron un respiro, intercambiando miradas deseosas de continuar. Sus alientos chocaban continuamente, pues la distancia entre sus rostros eran tan nula como la de sus caderas y dicha posición era favorable para Vegetto, quien no perdió más  tiempo y comenzó a frotarse —aún con la ropa puesta—en la entrepierna de Gogeta.  No entendía porqué disfrutaba tanto ese límite impuesto por sus pantalones, era un masoquismo que le encantaba disfrutar cuando podía, sentir todo frente a él y a la vez frustarse por no permitirse desnudarse. Una motivación constante que le llevó a frotar con más rapidez el resultante bulto de su entrepierna con la desnudez de Gogeta que gemia discretamente para compensar los odios de Vegetto.

Una vez más, los placenteros sonidos eran los que gobernaban en la biblioteca,  inundando de satisfacción la excitación de ambos.

Gogeta, aún en su estado, no quería verse como el único complacido en ese momento y solo alcanzó a pensar en una forma de demostrar que quería continuar hasta el fin, así que jaló dos veces la cinta que rodeaba la cintura de Vegetto; la señal fue entendida de inmediato y se apartó para deshacerse de su atuendo, dejando aquella playera naranja sobre su cuerpo. Acercaron sus rostros, queriendo analizar al máximo posible las expresiones que mostraba cada uno en ese clímax al mismo tiempo que Vegetto preparaba el cuerpo de Gogeta para entrar en él.

Después de un par de minutos, Vegetto mostró una dulce sonrisa en señal de que comenzaría a entrar en el saiyan rubio. Con el cuidado de no hacerle daño lo introdujo  lentamente, esperando alguna señal que le indicara incomodidad para detenerse y por supuesto que una mueca de dolor se hizo presente, hubo una pausa, le dio el tiempo para acostumbrarse y cuando Gogeta asintió se permitió seguir entrando.

Gogeta suspiró cuando pudo sentir todo el miembro de Vegetto en él y éste le besaba como un consuelo para olvidarse del dolor que le provocaba. Pasados los minutos entre dulces besos y algunas caricias, comenzó a mover su cadera lentamente para que el cuerpo de Gogeta se acostumbrara a las embestidas suaves y así ir aumentando la velocidad.

Ambos soltaban gemidos y suspiros discretos, casi como susurros, pues ambos sabían que esos sonidos eran sus dulces regalos; una muestra dulce de amor que era dedicada a sus oídos y que eran la más grande muestra de afecto que podían darse el uno al otro. Las lágrimas y el sudor eran un complemento pasional, donde sus besos y caricias les permitían mostrar su amor con la pureza y fidelidad que se tenían.

Vegetto estaba sumergido en el cuello de Gogeta, llevando un ritmo constante a la vez que se dedicaba a escuchar esos gemidos. Decidió que era momento de aumentar el ritmo de las embestidas, pero la expresión de Gogeta era algo que no quería perderse. Se detuvo un instante y encontró la mirada de su amante: estaba llena de lágrimas y placer. Plantó un beso en sus labios entre abiertos y siguió con sus movimientos cada vez más rápidos. Gogeta emitía gemidos llenos de placer y el constante choque de sus cuerpos representaron un sutil encubrimiento de sus sonoras expresiones.

Ese rostro era el que enloquecía a Vegetto y le daba la motivación para mantener su ritmo acelerado pero, las piernas de Gogeta perdían fuerza y comenzaban a bajar lentamente,  complicando el trabajo de Vegetto. Ambos suspiraron, sin dejar de mirarse.

— No estas acostumbrado a estar sentado, ¿verdad?— dijo con una sonrisa de media luna a su vez que dejaba de moverse, esperando una respuesta que no llegó con palabras pero sí con la evasión de su mirada. Vegetto rió, divirtiéndose con el orgullo de Gogeta. —Bien— anunció y sin previo aviso salió de Gogeta, sacandole una arcada del repentino movimiento.  — Acomoda tu cuerpo en la mesa— ordenó y dió un paso atrás para darle espacio.

Gogeta frunció el seño, de nuevo se sometía al dominio de Vegetto y no se sentía con el poder para contradecir o negarse. Miró al piso con despojo y lentamente fue girando su cuerpo hasta quedar boca abajo, con la cadera por fuera de la mesa, para no lastimarse el miembro. Vegetto se acercó y abrazó a Gogeta por la espalda, acercando sus labios a su oído y con un suave tono de voz le susurró:

— Es una lástima tenerte de espaldas... me encanta ver tu rostro cuando lo hacemos y me gusta todavía más cuando — empezó a entrar de nuevo en él, robándole un gemido — vuelvo a meterla.

—Ca-cállate— alcanzó a decir entre los gemidos, no tardó en volver a llevar el ritmo acelerado con las embestidas y hablar era un reto total para él.

— Duele más saber que no puedo besarte— demandó con un varonil tono de voz. Cada embestida era respondida con un gemido y con un par de lágrimas que de vez en cuando rodaban por las mejillas de su pálido rostro —pero tu espalda— dijo mientas ponía las yemas de sus dedos de forma sutil en su nuca, era un toque tan suave como el de posar las manos en las teclas de un piano que, incluso en ese intenso momento, estremecieron el cuerpo entero de Gogeta. — me encanta verla—.

Comenzó a bajar lentamente sus dedos hacia su espalda, porvocandole hormigueos en todo su cuerpo. Respiraba de manera agitada,  pues estaba llegando a su límite. Sus dedos aún no llegaban a su cadera cuando se corrió, arqueando un poco su espalda y gimiendo para anunciar su rendimiento. Estaba cansado y tan satisfecho que no era capaz de decir nada, limitándose a recobrar el aliento recostado en la mesa.

Pero Vegetto aún no terminaba y estaba dispuesto a seguir hasta que él también terminase.

Bajó su mano hasta el miembro de Gogeta y comenzó a masturbarlo otra vez, sin detener su dulce movimiento de caderas.

—Bas-ta— decía entre gemidos.

—No, aún quiero seguir— respondió sin dejar de moverse.

Gogeta sentía un cosquilleo intenso en su entrepierna que le negaba apartarse, se sentía exquisito y la estimulación continua de Vegetto no hacía más que debilitarlo.

— Se siente bien — afirmó y Gogeta confirmó con un movimiento de cabeza. Aunque Vegetto estaba ya desesperado otra vez, pues anhelaba ver el rostro de su amado inundado en el placer y decidió usar la teletrasportación para ir a la habitación de Gogeta.

Aparecieron en la misma posición sobre la cama. Vegetto por fin se quitó la playera naranja, mostrándose completamente desnudo al igual que su amante. Salió de nuevo de Gogeta y lo dejó acomodarse en la cama. La sorpresa para Vegetto fue grande cuando vio que el mismo Gogeta se masturbaba frente a él para seguirle el paso. No perdió el tiempo y de nuevo se puso sobre él,  entrando y saliendo de manera en que el ritmo los satisfaciera a ambos.

Vegetto optó por entrelazar sus dedos con los de Gogeta a la vez que se daban besos y se dedicaban miradas llenas de placer, de deseo y de pasión. Gemidos sonoros y susurros de sus nombres llenaban el ambiente hasta que Vegetto por fin pudo venirse, sin el resentimiento de hacerlo dentro de Gogeta. Suspiraron y al saber que Gogeta tenía todavía un sensible miembro erecto, decidió volver a hacerle masajes con su lengua hasta que eyaculó de nuevo.

Por fin satisfechos, se recostaron con una sincera sonrisa acompañadas de unas rojas mejillas y un cuerpo lleno de sudor, mordidas y un poco de semen.

Gogeta abrazó a Vegetto a manera de agradecimiento por cumplir una fantasía y llevarlo al límite, Vegetto correspondió con cariño. Estaban exaustos pero satisfechos y se dispusieron a dormir en esa posición.

🥕

¡Por fin la terminé!
¿Qué les ha parecido? Cuéntenme en los comentarios.
Gracias por su paciencia ♡

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