Desiciones

Se encontraba sentado en una roca cercana al lago, era algo que le encantaba ver, el paisaje tan verde y vivo de la tierra.
Sentía paz.
Le gustaba reflexionar en ese lugar. Él estaba perdidamente enamorado de su acompañante. Hace tiempo acepto que le gustaban los hombres y que amaba a ese hombre con la locura más grande que podía guardar en su corazón. Había sido su amigo por mucho tiempo, un excelente contrincante de peleas y también, su amor imposible.
Sabía que a su amigo le gustaban los hombres pero, le costaba asimilarlo. Tal vez no quería aceptarlo y eso era algo que a Gogeta le gustaban.

Estaba decidido a hacerlo, le demostraría que en el amor se desconoce todo tipo de barreras, es global, que todos pueden amar y sentirse amados. Que existe alguien que está loco por ti.

--Vegetto, ven. Siéntate aquí-- señaló la misma roca donde estaba él, justo a lado suyo --¡Apresurate! Quiero mostrarte algo.

El pelinegro obedeció con los nervios delatando su rostro. Esa voz pronunciando su nombre hacia que su corazón se descolocase. Estaba perdidamente enamorado.

«¡No! No puedo amarlo, es mi amigo y él no es así, como yo» pensó con enojo, en sus ojos comenzaban a formarse lágrimas. No le gustaban sus confusos sentimientos, se hacía daño, un daño que no debía ocurrirle a un chico tan alegre. Gogeta le ayudaría pues notó sus lágrimas que ya comenzaban a caer por sus mejillas.
Ambos sentados, guardaron silencio. Gogeta secó con sus dedos los pómulos de Vegetto.

--Tranquilo, yo te ayudaré. Estarás bien conmigo-- abrazó a su amigo. No habría vuelta atrás, y él lo sabía aunque estaba muy seguro que lo aceptaría -- ¿Qué ocurre Vegetto?- cuestionó con dulzura.

«¿Debería besarlo para poder calmarme?, ¡No! ¡No debo pensar en eso! Es sólo mi amigo, yo no debo amarlo. Pero en mi corazón no lo entiende, ¿Porqué tú?» estaba aterrado, su cuerpo se derretía entre los brazos del chico rubio. Sus lágrimas abundaron aún más. Ahora sus sollozos eran más sonoros, su apoyo era lo que necesitaba, sin embargo, a la vez quería tenerlo lejos, se enamoraba más de él y eso a Vegetto le hacía daño.
El rubio sabía que no se atrevería si no le daba un empujoncito, aún mejor, lo haría él.

Tomó la mano que cubría torpemente el rostro empapado del chico pelinegro. Éste le miró con confusión y asombro.

--Te quiero contar un secreto, espero que lo sepas guardar bien ya que eres al único al cual se lo diré-- susurró en su oído lo que provocó escalofríos en el cuerpo de Vegetto -- Me gustan los hombres Vegetto-- soltó con desición, su rostro comenzaba a ponerse rojo. Tener así de cerca a su amigo lo ponía nervioso. Tenía unas inmensas ganas de besarle y decirle que lo amaba mucho, que jamás se alejaría y siempre estaría para él, que se entregaría entero y sólo a él. Que estaba loco por él.

Un vacío llenaba el cuerpo de Vegetto, tenía unas ganas inmensas de gritar, llorar e incluso celebrar. Su rostro llegó a ponerse de un color escarlata, hermoso a los ojos de Gogeta.

--Pero ese no es el secreto aún...-- le interrumpió su festejo interno, aterrandole la futura respuesta.

«Y que tal si ya encontró a alguien a quien ama... Nunca podré decirle que... Lo amo con el alma... Gogeta... Yo te amo... ¿Porqué siento que tú a mí no?» pensaba angustiado, se soltó a llorar en los brazos de su amigo. Lo sentía lejos, sentía que no lo volvería a tener de la misma forma, no quería que se fuera, deseaba amarlo. Todo le pasaba tan rápido que le costaba asimilarlo-- Por favor Gogeta... no me dejes-- suplicó entre sollozos ahogados mientras su corazón se partía en dos.

--No lo haré nunca-- lo abrazó con fuerza. Enternecido por los sentimientos de su amigo, tomó la decisión de que por fin, era hora de confesar sus sentimientos.

--Gogeta... Perdóname-- susurró en un hilo de voz, separándose un poco del cuerpo de su amigo --no quiero... No quiero afectar nuestra amistad-- de nuevo, sus mejillas se encharcaron. Su corazón le dolía, no sabía el porqué, pero cuando arriesgas todo, aún con nervios y el miedo que domina tu cuerpo, es comprensible. Sujetó las mejillas de Gogeta, para poder así besar sus labios. Un Gogeta totalmente impresionado veía a quién le estaba robando un beso. Era a quien le había prometido su corazón. Era a su amado Vegetto.

Correspondió, y con muchas ganas le besó. Las mariposas revoloteaban en sus estómagos dándole aún más de necesidad.

Ya no pondría resistencia así que decidió relajarse, dejar que sea Vegetto quién decida hasta donde llegarían en ese momento. De hecho, abrazó por la cintura al saiyan de pelo negro para juntarle más a su cuerpo. Ambos se recostaron en el pasto, Gogeta sentía las caricias en su rostro. Sentía también la timidez de su amigo al tocarlo; era inseguro al tacto que le provocaba.

Suspiró.

Cuando Vegetto decidió apartarse lentamente de los labios de Gogeta. Lamentó por un momento el haberse separado de su amor y lleno de vergüenza ocultó su rostro en el pecho del rubio, soltando lágrimas de culpa por lo que hizo. No podía justificarse, no existían las palabras para hacerlo, simplemente se quedó quieto sobre el cuerpo de Gogeta, asustado de que su amigo lo golpease y se fuera para siempre. Su cuerpo temblaba tanto que fue imposible aguantar las ganas de llorar.

—Tranquilo Vegetto— le susurró cálidamente mientras acariciaba su cabello. El pelinegro se mantenía quieto, sorprendido que no reaccionaba como él creía — Fuiste valiente— lo abrazó para calmarlo. Tomó su rostro y con un delicado movimiento elevó su vista para así poder ver su rostro, lleno de lágrimas —Yo también te amo Vegetto— respondió con una sonrisa.

El interior de Vegetto reaccionó ante estas palabras dejando emoción por cada partícula de su cuerpo, lo admitió, Gogeta lo amaba y con eso bastaba para ser feliz. De manera inconciente sonrió, soltando una risita tonta y besando de nuevo a su Gogeta.

—Te amo tanto— murmuró emocionado.

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