prologo I
Parte 1
Nada especial
Max es un niño común, nada particularmente talentoso, alguien que solo vivía su vida felizmente junto a sus padres, quienes eran unos comerciantes del promedio.
es considerado por sus padres como un hijo, Feliz, miedoso y ambicioso.
Su nombre completo era Max Salazar, el apellido no era muy importante, no tenía riquezas, poder o ser conocido por algún logro único. Realmente era un niño como todos los demás.
Era listo, fuerte y ágil como cualquier otro de su edad.
Los sueños de Max no eran muy ambiciosos como su conducta lo padecía, ya que solo quería ser como sus padres y ganarse la vida por puro esfuerzo y dedicación en comercio.
Su apariencia era lo único especial que podría tener; ojos negros, cabello negro en forma de libro, cabeza redonda, una piel muy pálida que le daba un toque de parecer enfermo, lo cual no es cierto, ya que Max era bien higiénico y saludable. Delgado, pero tenía fuerza, su mirada era como cualquier otro niño, inocente, con esperanzas y llena de vida.
Vestía una polera blanca con un saco de color marrón y pantalones negros, tenía unos zapatos bien lustrados y siempre paraba limpio, no gustándole mucho la suciedad, pero no teniéndole miedo o asco, porque podría meterse en lodo y revolcarse en el suelo, no tendría problemas, solo prefería estar lo limpio.
—Max, cariño, puedes llevar el pan a los señores Jaeger — María Salazar, mujer felizmente casada, dueña de una gran panadería y famosa por el lugar por sus deliciosos panes, madre de Max y esposa de John Salazar.
Su apariencia es similar al su hijo, quien era el gen dominante.
Cabello largo negro, cabeza redonda y piel bien cuidad, figura recta y con unas curvas promedias. Regularmente usaba su uniforme café de cocinera, junto a un mandil verde.
Tenía una personalidad, fuerte y segura, la única cosa que podría frenarla seria su esposo, pero no siempre podía con ella.
—¿los señores Jaeger se olvidaron nuevamente de recoger el pan? — pregunto Max a su madre, quien suspiro también por ello. Ya que era un tema reconocido para él y su hijo, que esa familia era muy olvidadiza.
—al parecer si..., bueno hijo llévatelo que está fresco — dijo su madre, mientras dejaba en la mesa una bolsa de cartón y volvía a su trabajo.
—está bien ma — dijo Max, que dejaba lo que estaba haciendo para tomar la bolsa e irse — vuelvo en seguida madre
—no te tarde mucho —
Fue lo único que escucho el niño antes de partir hacia la casa de los señores Jaeger, el camino no era muy largo por ello le permitieron salir sin problemas a pesar de tener solo 3 años.
Max siempre tuvo ese aire de aventurero e una de sus ambiciones eran explorar todo el mundo, como sus padres le habían contado historias o cuentos de afuera de las murallas, aunque parecían solo fantasía, para un niño como Max era algo real y que existía.
En el camino, Max diviso a varias personas, una que otra que conocía por estar siempre en la panadería de su madre, saludaba y deseaba un buen día, cuando llego a la casa de señores Jaeger, toco la puerta para ser recibido por una mujer que conocía.
—buenos días, señora Carla, se le olvido de nuevo el pan — dijo Max, estirándole la bolsa a la señora.
—eres un ángel, Max, disculpa las molestias — en un tono arrepentido, Carla Jaeger respondió. a ella se le había olvidado ir al recogerlo —quieres pasar y jugar con eren
—lo siento, pero no puedo, tengo que regresar con mi madre — Max dijo mientras se alejaba — Adiós señora Carla, nos vemos
A Max realmente no le gustaba la actitud de eren, parecía muy explosivo y sin control, pero eso no significaba que lo odiase o le molestara su presencia, solamente no eran los tipos de amigos que él quería.
Max tomo ejemplo, a Armin, un chico muy tímido pero muy listo, era agradable saber qué e cierto sentido, Armin y el tenían un sueño parecido, el cual era ver las maravillas de afuera de las murallas.
Llegando a su casa, ayudo a su madre en su panadería, amasando la masa, dándoles formas y poniéndolos en recipientes, era el segundo pasatiempo favorito de Max, quien de grande también quería hacer su propia panadería, el olor a pan recién salido del horno era hipnótico para él.
A menudo, ayudaba su madre, por lo cual Max tuvo que esforzarse a aprender sobre el arte de panadero, recetas, saber cuándo sacar el pan del horno y entre otras cosas más. Que volverían a Max en un futuro hacer bueno en hacer pan.
Ya era de noche y Max cenaba con sus padres.
—¿qué has hecho toda la tarde, hijo — John pregunto a su hijo, mientras que miraba algunas notas de importantes consultas.
—estuve ayudando a mama, padre — dijo Max mientras daba otra mascada a su carne — también Salí a entregar el pan a los señores Jaeger, que se olvidaron otra vez el pan
—otra vez esos señores se olvidaron — dijo en voz baja John, quien después giro para ver a su esposa, que estaba a su lado — cariño, puedes recordarme porque aún le vendemos nuestro pan
—te acuerdas que el señor Jaeger te ayudo con el raro bulto que tenías en tu trasero — dijo María mientras ponía un dedo en barbilla pensando en el momento más gracioso de su vida.
—¡pufff! — a Max por estallar de risa mientras tomaba un vaso de agua, se le escapo el líquido por su nariz y también de paso lo escupió.
—hay tenías que mencionarlo — John en estado deprimente, por como su hijo se reía de él y su esposa se burlaba.
—tu preguntaste cariño — maría dijo en su defensa, mientras calmaba su esposo dándole algunas palmadas en su espalda.
El chiste paso un rato, después siguieron hablando de cosas cotidianas. Max solo estaba contento de tener una familia tan poco común, de vez en cuando le daba asco la demostración de afecto que tenían sus padres, muy cursis para él.
A la mañana siguiente, Max, no asistió a ayudar a su madre, porque era un día donde no había muchos clientes, el cómo cualquier niño de su edad, salió de casa a explorar los alrededores, para suerte de Max, su casa estaba en un lugar perfecto, no muy alejado del pueblo y ni del bosque, por lo cual iba de vez en cuando a ver animales o incestos.
Estando en un pequeño rio, Max examino, varios tipos de animales, Sapos, renacuajos y algunos grillos.
Max noto que era observado a la distancia, escondida detrás de unos árboles se encontraba una niña de cabellos negros, piel blanca y unos ojos rasgados pero que aún se podía distinguir el color de ellos. Parecía tener su edad por lo cual se acercó y saludo.
—hola, mi nombre es Max, puedo saber el tuyo — dijo Max, estando a un metro de la chica, quien parecía temerosa y tímida.
—me llamo Mikasa — dijo la chica, tomando el valor de salir de su escondite y acercarse al niño — discúlpame por espiarte, es que he visto un sapo muy bonito cerca de ti
—o, quieres venir a ver los animales conmigo, hay muchos por allá — dijo Max, mientras señalaba el lugar donde ya estuvo antes.
—me gustaría — Mikasa sonrió y dejo de estar tan nerviosa, ya que parecía que le había agrado el chico.
—vamos entonces, antes que vallan — Max dijo mientras caminaba junto a Mikasa a ver a los animales.
Ambos miraron fascinados a los animales, Max explicaba algunos nombres que la chica desconocía pero que estaba muy interesado de aprender, se divirtieron toda la tarde mientras miraban de lejos cada animal e insecto.
Para el atardecer, ambos se cansaron y decidieron volver a sus hogares, cada uno prometió volver a verse en lugar.
—¿ya es muy tarde, Max, donde has estado? — María miro a su hijo, regañándolo por la tardanza.
—disculpa madre, es solo que conocía a alguien genial, se llama Mikasa, le gusta ver a los animales pequeño y no suele temerles como mis demás amigos, es alguien valiente — dijo Max, alagando a su amiga por lo genial que era.
—¿Mikasa, no lo escuche antes? — maría pensativa, no recordó saber que alguna niña del barrio tuviera ese nombre, le dio igual y solo dijo— está bien Max, pero que no se repita, ven pasa que la cena se va enfriar
En la cena, María solo pregunto por la nueva amiga de Max y el obedientemente contesto, su padre también se interesó en la nueva amistad de su hijo, solo le aconsejo que no estuviera enamorándose de alguien parecida a su madre, porque si no sería su fin.
Max no entendió lo que trato de decir su padre, solo asintió y fingió comprenderlo.
Por otro lado, María expulsaba un aura asesina, mientras miraba a su esposo.
—¿cariño puedes repetirlo? — dijo María, sostenido una chancla en su mano, lo cual espanto a su esposo.
_ "carajo" _ dijo en su mente John.
—bueno veras amor, yo..., yo me largo — lo último lo dijo gritando, mientras corría por su vida hacia la habitación de huéspedes.
—¡a no, no, no, no! — María negó la actitud de su esposo, Apunto la dirección de su esposo y lanzo la chancla con todas sus fuerzas.
John cayo cabeza al suelo, cuando la chancla llego a su nuca, también se sobo la parte donde ardía y donde probablemente tenga un moretón. Pero recuperándose intento levantarse solo para ser sostenido su tobillo por su mujer.
—hahaha, no te escaparas c-a-r-i-ñ-o — dijo maría, mientras arrastraba a su esposo hacia el cuarto que compartían, antes de irse, volvió la mirada a su hijo —hijo, no importa lo que escuches, no entres a mi habitación
Max solo asintió apresuradamente por el temor que daba su madre enojada.
—¡Max, hijo, ayúdame! —Max solo volteo su mirada, ignorando las suplicas de su padre — ¡por favor, Max, no sabes lo que está loca puede hacerme
—sigue cariño — María mientras arrastraba a su esposo, alentaba a este para que la siguiera discriminando, ya que así tendría más razones para hacerle dentro de la habitación
—Max, ayúdame — las suplicas de su padre pasaron de largo y María por fin se encerró junto a su esposo.
Fue una noche ruidosa para Max, quien solo se retiró a su habitación a dormir.
A la mañana siguiente, su madre parecía ya no estar enojada, es más, Max noto que su madre estaba con una sonrisa y sus ojos estaba brillando, en el desayuno noto a su padre quien tenía unas ojeras enormes y temblaba de vez en cuando.
Max le pregunto qué paso y lo único que respondió su padre fue.
—me siento sucio —
Lo cual el niño, no entendió, pero por la apariencia de su padre, se vio que fue algo espantoso.
Pidiendo permiso a su madre para salir a jugar con Mikasa, Max se fue al lugar donde acordaron encontrarse y observo a la niña quien miraba el arroyo.
—¡Mikasa, aquí! — Max levanto su mano a la distancia.
—Max —dijo Mikasa alegre de ver a su amigo, mientras ella se levantaba.
—llegaste más temprano —dijo Max, luego miro el arroyo y pregunto—¿me perdí de algo?
—nada especial, pero encontré un nido de pájaros cerca — dijo Mikasa, mientras caminaba al lugar seguido de Max.
Entonces al llegar, Mikasa grito a unos niños que se detengan, Max miro que los niños estaban punto de pisar el nido que estaba en el suelo.
Mikasa rápido tomo el nido y se alejó de ellos.
—¿Por qué ibas a pisarlo? — Mikasa pregunto al niño que iba a pisarlo, ella no entendía porque alguien haría eso.
—son unos inútiles huevos y quería hacerlo — contesto el niño, mientras miraba de forma amenazante a Mikasa — ahora, devuélvemelos yo lo vi primero
—¡no! — grito Mikasa.
—además de tener ojos raros, parece no ser idiota — dijo otro chico a lado del que iba a pisarlos.
—no le hables así, tonto o te las veras conmigo — Max dijo enojado de ver como insultaban a su amiga.
—o miren es un héroe, ayudando a una niña fea y unos apestosos huevos — dijo nuevamente el chico.
—te dije que no le hables así — dijo Max, que tuvo la oportunidad de golpear al chico que insultaba a Mikasa.
—ya verás — dijo el otro mientras se acercaba a Max para golpearlo y defender a su amigo.
Max no tenía un buen físico, por lo que sabía que perdería si fuera dos contra uno, la única forma de ganar era hacer una retirada estratégica. Agarrando un poco de tierra, se lo lanzo a la cara del chico, quien le dolió los ojos por caerle la tierra.
Aprovechando esto, Max tomo la mano de Mikasa y salió corriendo junto a ella.
Mientras que dejaban a los dos chicos.
Por otro lado, Mikasa, miro que era espectador, se sintió rara, pero de una forma cálida, al ver como Max la defendió de los insultos de sus rasgos y cuando Max el sujeto de su mano para salir corriendo, sintió su corazón palpita más de lo normal y sus mejillas ardieron un poco. Era un sentimiento nuevo que le agradaba.
Ya lejos y cansados por correr, Mikasa y Max, tomaron un descanso y se sentaron en el pasto cercano.
—oye Mikasa — Max llamo la atención de Mikasa.
—¿si Max? — pregunto Mikasa mirando a su amigo.
—que esos niños no te engañen, para mí, tus ojos son hermosos y únicos — dijo Max con una sonrisa demostrando que hablaba enserio.
—¿de verdad, no son raros? — insegura de sí misma, Mikasa cuestiono.
—es la verdad, eres muy linda, que nadie te diga lo contrario — dijo Max.
Mikasa sintió nuevamente esa sensación en su pecho y también sonrió.
—gracias Max —
Los días continuaron, Max y Mikasa se hicieron más unidos, en algunas oportunidades Max, prepara algunos panes para Mikasa, que la fascinaron. Ambos se contaban cualquier cosa, también pensaban en un futuro de que serían de grandes, avergonzada Mikasa admitió que solo quería ser ama de casa como su madre, algo que Max le pareció bien, Max también compartió su sueño de crear su propia panadería.
El tiempo paso volando y paso un año, las cosas seguían avitualles para Max, pasaba el tiempo con Mikasa en sus tiempos libres, ayudaba a su madre en su tienda, el único cambio que surgió es que sus padres empezaron educarlo con matemáticas y lenguaje, básico para cualquier niño de su edad, no hubo dificultades para Max, porque le interesó mucho el tema de lenguaje y se preguntó si podría crear uno, que el solo conociera.
Pero todo quedaba con un juego de niños.
—¿Max, ha escuchado algo de los titanes? — pregunto Mikasa, mientras miraba el cielo junto a Max.
—mi padre me hablo un poco, de gran tamaño que devoran a las personas, por suerte tenemos las murallas para defendernos — dijo Max, aliviado.
—enserio, son tan enormes — Mikasa se dijo.
—no he visto ninguno, pero si las murallas son tan altas será por algo — en sentido común explico Max.
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