Capítulo 10

Diana

—No le creería a un hombre infiel. Si sigo con él sería porque haría lo mismo o peor.

Todos en la mesa asienten a las palabras de Janah.

—Yo no creo que alguien cambie por el poder del amor...

—Nunca cambian —añade Ámbar a las palabras de Tulio.

—Sería engañarse a uno mismo...

Dejo de ponerles atención y me acabo la última cucharada de arroz que quedaba en el plato.

Ellos siguen debatiendo sobre el tema de hoy mientras recorro el comedor con la vista. Me detengo cuando lo veo. Se encuentra sentado, leyendo, con los auriculares en ambos oídos. Deduzco que está ajeno a todo lo que pasa a su alrededor, incluso a mi presencia.

Desvío la mirada. Me gustaría ir a hablarle, pues teníamos varios días que no nos veíamos, pero lo pienso mejor.

Ya tengo casi cinco meses en este hospital, por lo que no debería importarme lo que opinen de mí. Aun así, me da miedo que me tachen más de lo que ya lo han hecho.

He aprendido a ignorar muchas cosas en este tiempo, a no ponerme en el ojo de los rumores.

—¿Te quedas, Martin? —pregunta Ámbar, quien se ha levantado con los otros.

—Daremos un paseo y compraremos helado —añade Tulio para convencerme.

—Ah, no. Esta vez paso, pero gracias.

—Siempre pasas —alega Janah con los ojos entornados.

Encojo los hombros porque no sé qué responder. Ella tiene razón.

Sin más, se alejan.

Llevo la mirada hacia Marcos que sigue leyendo y ahora marca algo en el libro. La indecisión me visita. No sé si ir a saludarlo o volver a la oficina. Todavía me quedan treinta minutos, así que podría llamar a mi madre o descansar un poco.

Recojo los desperdicios y, resuelta a irme de inmediato, los tiro a la basura.

Echo un último vistazo hacia donde él está y lo descubro mirándome. Hacemos contacto visual por unos segundos. Es Marcos quien desvía los ojos primero.

Qué extraño que no me saludara siquiera.

Decido romper el hielo.

—Marcos...

—¿Sales a las cinco? —Asiento confundida—. Te esperaré en el parqueo.

No lo comprendo, pero tampoco me quedo a averiguar qué le sucede.

Me tomo mi tiempo entre tomar agua y volver a la oficina. Llamo a mi madre.

—¿Cuándo vas a venir? —pregunta desde que descuelga el teléfono.

Resoplo sin saber qué responderle.

—Lucas ha estado muy extraño estos últimos días —prosigue ante mi silencio.

—¿Qué le sucede?

El pecho se me contrae de una manera dolorosa por los múltiples escenarios que imagino en torno a él.

—Se la pasa encerrado en la habitación —habla con la voz entrecortada—. Ya no sé qué más hacer con él, Diana. No he encontrado la manera para que vuelva a estudiar.

La angustia gotea en cada una de sus palabras.

Cierro los ojos. El dolor de cabeza me aturde y debo suspirar profundamente para no perder la cordura.

—Iré este fin de semana —digo casi en un susurro que no sé si escuchó. El sonidito de asentimiento del otro lado de la línea me confirma que sí.

—Gracias, hija.

—No hay de qué...

—Me apena decirte esto, Diana —interrumpe deprisa—. Tu padre y yo necesitamos dinero.

—Está bien.

—Gracias.

Y cuelga la llamada.

Me quedo quieta, procesando la conversación que acabamos de tener mi madre y yo. La impotencia se apodera de mí al caer en cuenta de que soy un tipo de cajero bancario para mi familia.

Solo por eso me tolera mi padre.

Desde hace años él no ha podido trabajar y yo me he echado la carga económica sobre los hombros. Pienso que para esto sigo en pie. Debo ayudarlos y mantener con bien a mi hermano.

Me lastima que mamá nunca pregunta cómo estoy. Solo recibo de su parte quejas y solicitudes de dinero. Nada más.

El resto de la tarde transcurre normal en medio de chismes por parte de mis compañeros. Yo no he parado de pensar en Lucas y su situación.

Cuando acaba el turno es que caigo en cuenta de que me veré con Marcos. Los nervios me atacan mientras me encamino hacia el parqueo.

—Diana —llama al momento en que me detengo frente a mi auto.

—Hola, Marcos.

Me sorprende con un beso en la mejilla. Bien, no lo vi venir. Solo espero que los temblores en las manos pasen desapercibidos por él.

—¿Cómo estás? Disculpa que no te haya saludado antes.

—No te preocupes, Marcos.

—Ah, yo. —Hace silencio por un instante—. Mañana debo ir a una convención de médicos y me preguntaba si...

Se queda callado de repente, como si estuviera sopesando sus siguientes palabras.

—¿Me estás invitando? —pregunto sorprendida.

—Solo si puedes y quieres. Es en la noche, te pasaría a buscar.

La realidad es que no tengo nada pendiente.

—Está bien.

—Bueno, debo volver al trabajo. Más tarde te envío los detalles.

Se va de inmediato.

Miro alrededor, cada quien está en lo suyo. Suspiro aliviada. Quizás exagero con lo de no acercarme a Marcos delante de nadie.

***

Me paso gran parte de la noche conversado en videollamada con Lucas. Me dice que está cansado de nuestros padres y que desea irse de esa casa.

Trato de que entre en razón, a pesar de que comprendo lo que siente, pero no me funciona. Está decidido a dejar el nido una vez cumpla la mayoría de edad. El miedo me visita. Lucas sin ninguna supervisión sería un gran desastre.

—¿Te vendrías a vivir conmigo? —pregunto y él niega varias veces con la cabeza.

—Ya debo irme.

—Lucas...

—Di-Di, te quiero. Eres la única a la que le importo de verdad.

Sus palabras me hieren de una manera inexplicable. Tengo que parpadear para mantenerme fuerte delante de él.

—Te amo, hermanito.

Finaliza la llamada.

Me pierdo en mis pensamientos. Hoy, en especial, me siento muy sola. Me gustaría salir a algún sitio o perder el tiempo con alguien.

Pienso en Marcos y su invitación. Me vendrá de maravilla para despejar la mente. Ojalá fuera hoy...

Sin sopesarlo siquiera, busco su contacto y pulso «llamar».

Timbra varias veces, mas no responde.

Un mensaje de su parte me toma desprevenida:

[Estoy en clases, ¿necesitas algo?].

[¿Qué estudias?].

[Oh, tendremos esta conversación por aquí. Genial, la materia está aburrida].

Me río. Imagino su cara y la manera en que debe estar ocultando el teléfono o algo así.

[Traumatología].

[Es una buena especialidad].

No responde, así que decido dejarlo tranquilo.

[Es un puto grano en el culo].

[Perdona mi vocabulario].

Sonrío mientras me levanto y empiezo a caminar en círculos.

[Hace mucho tiempo que salí de la universidad y no me quedaron deseos de volver. Admiro tu fuerza de voluntad].

[Esta carrera es eterna, Diana].

Asiento a nadie en particular.

[Tomaré un examen, pero puedo pasar por ti para que cenemos juntos].

Miro la hora: diez de la noche.

[Es tarde, Marcos].

[¿Ya cenaste? Yo no].

[Está bien. Te espero].

Responde con un emoji de pulgar hacia arriba.

Dejo de moverme. Un suspiro largo se me escapa de la garganta. Se siente estupendo hablar con alguien, fuera de lo laboral y familiar.

Marcos llega una hora más tarde.

Nos saludamos y él abre la puerta del copiloto para que entre.

—¿Cuál es tu plato favorito? —pregunta cuando empieza a manejar—. Es para saber a qué restaurante llevarte —aclara.

Miro alrededor antes de contestarle. Hay varias carpetas en la parte trasera y bolsas de lavandería. Huele muy bien, a Marcos.

—Me encanta la comida china —digo al fin.

—Diría que tienes buen gusto, pero recuerdo que no te gusta el café.

—Nunca dije eso, Marcos. —Me mira de reojo con cara de que no entiende un carajo—. Que no lo tome no es lo mismo a que no me guste.

—Oh, ¿por qué?

—¿Cómo te fue en el examen? —cambio de tema.

—Bien, quizás sea un nueve de diez.

—Eres un diez de diez —afirmo tan rápido que me toma unos segundos darme cuenta—. Es decir, le pones mucho empeño a las tareas.

—Sí, supongo.

Nos quedamos en silencio. Él sigue manejando y yo me recrimino por mi boca suelta. No quiero que piense lo que no es.

—Gracias por invitarme.

—No es nada, Diana. Los amigos hacen eso.

Sus palabras retumban en mis oídos de una manera extraña.

«Amigos», repito en mis adentros y sonrío.

Esta amistad me hace bien. Es algo que no había experimentado en mucho tiempo.

Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top