Final.

¿Cómo decirte adiós?

"Heme aquí, ya al final, y todavía no sé qué cara le daré a la muerte."~ Rosario Castellanos.

Croacia,Madrugada. 

A veces la vida nos muestra que realmente debemos disfrutar las pequeñas cosas, que debemos abrazar con más fuerza a quienes amamos y que sin importar nada, siempre debemos saber lo frágil que es la vida, tan frágil que puede esfumarse en un misero instante.

El maldito tiempo se habia agotado, era demasiado tarde como para salvarla de ese maldito bastardo, mis gritos era lo único que se escuchaba en el maldito jet, queria que realmente se apurara para llegar a rescatar a mi muñequita.

Lo único que podía imaginarme era el gran dolor que seguramente estaba experimentando, sabía que la obligarían a ver como mataban a cada uno de los que ella amaba, Magnus queria debilitarla al punto de que ella dejara de pelear, sabía que con nosotros vivos ella lucharía hasta el final y realmente eso era tan asquerosamente horrible que tenía ganas de asesinar a ese bastardo por pensar en provocarle ese dolor a mi muñequita.

—Escuchen—rugí al ejército que se encontraba en el jet de ataque—. No sabemos en qué condición encontraremos a los rehenes, la orden principal es protegerlos y salvarlos, el equipo Beta se encargará de abrirnos paso al equipo Sigma, mientras el Zeta crea una distracción para sacar a la mayor parte de guardias de ese lugar ¡¿Quedó claro?!

—Sí, señor—gritaron todos al unisonido.

—Bien—murmuré—. Regresemos a casa sanos y salvos... es una orden.

Volví a tomar asiento al lado de mi padre, quien me miró con una pequeña sonrisa de reconforté. No teníamos idea de cómo mierda saldríamos con vida, no solo nos enfrentábamos a los Lombardi y Schiavone, sino a todo el maldito ERR.

—Vaya estrategia de Nikolaev—gruñí.

—Dios—murmuró mi padre—. Confía, hijo, ese hombre no tiene malas intenciones... su plan es una mierda, pero estoy seguro de que funcionara... no esperan su llegada... creen que solo seremos nosotros.

—Hay mil maneras de que eso salga mal—me quejé.

—Igual de cabezota que yo a tu edad—gruñó rodando los ojos—. Tranquilízate, te prometo que los llevaremos a salvo a todos... ¿De acuerdo?

—Está bien—murmuré con cierto fastidio—. Gracias por venir...

—No me perdería por nada del mundo patearle el trasero al culpable de que mi hijo se volviera loco hace dos años—murmuró risueño—. Hazme un favor, petémosle el trasero con fuerza para que no vuelva a levantarse el hijo de puta.

Asentí.

El jet comenzó con las maniobras de aterrizaje a un kilómetro del dichoso cine, en cuanto vi por la ventana supe que ahí era donde se encontraban todos. Mi cabeza se encontraba realmente confundida en realidad, no desconfiaba de los hombres que me habían dado la información, pero tampoco podía desconfiar de alguien tan cercano a los ministros y menos culparlo con las pocas pruebas que habían aparecido.

—¿Crees que ese hombre realmente vendió la IISMFCMO? —le pregunté.

—No—murmuró mi padre—. Estoy seguro de que es una cortina de humo.

—También lo pensé—murmuré—. Pero... muchas cosas cuadran...

—Pero otras no—murmuró—. De todas formas, si lo volvemos a ver, significa que realmente lo hizo... él nos traicionó.

Asentí, concordando con sus palabras.

Cuando el jet por fin aterrizó, todos los soldados bajaron en modo de defensa. Todo se convirtió en una lluvia de balas, las detonaciones se escuchaban en cada punto del lugar, nos abrieron paso hacia el lugar donde se suponía tenían a todos los rehenes.

No pensaba ni un poco al volarle la cabeza a cada maldito tipo que se interponía en mi camino. Llegamos al cine después de varios minutos, donde gracias al cielo la distracción del equipo Zeta habia servido para dispersar a por lo menos la mitad de los hombres del ERR.

El equipo Beta nos abrió paso y a lo lejos pude escuchar nuevas detonaciones, seguramente pertenecientes a mi primo. No me habia quedado conforme con su plan, pero era lo mejor que teníamos, no esperaban su presencia y eso sería nuestro factor sorpresa.

—Ya llegaron—murmuró mi padre.

—Que empiece la función—dije.

Me abrí paso entre todos los hombres que se lanzaban a atacarnos, con la misión de encontrar a mi muñequita y llevarla sana y salva a casa, no me importaba nada más, mi princesa era mi prioridad.

—¿Dónde está Schiavone? —gruñí, estampando a uno de los hombres que quedaban de pie.

—S...Sala B—murmuró.

—Sabía que eras un tipo inteligente—me burlé—. Saluda a Lucifer de mi parte...

Disparé certeramente en el entrecejo.

Llegamos al lugar en el que me habia dicho el hombre y sin demorarme, de di una fuerte parada a la puerta, volviéndola trizas y encontrándome de frente con el mayor bastardo de todos. Sin importarme una mierda, le planté un fuerte golpe en la mandíbula, logrando que se trastabillará y cayera de golpe contra los otros tres hombres que se encontraban dentro.

Sentí rabia al reconocer a dos de los miembros del consejo del CMI y al maldito hijo de puta de Oliver Meyer, era claro que su maldita actitud prepotente tenía muchas cosas que ver. También habia sido uno de los putos traidores que habia estado entre nuestras filas.

Sin el mínimo remordimiento, alcé mi arma y le disparé a los tres malditos bastardos, llenando lo que parecía ser la cabina VIP de sangre. Magnus me miró con sadismo, seguramente pensando que por esa acción éramos iguales.

Lo tomé de las solapas de su ridículo traje blanco y lo estrellé contra la pared, sin importarme en lo más mínimo el gemido de dolor que salió de sus labios. Lo perdí, realmente lo perdí, la ira se desbordó de mi pecho y los golpes comenzaron a ser repartidos por todo su maldito rostro, no merecía morir por una jodida bala, merecía hacerlo por mis manos, por haber tocado a mi muñequita dos veces.

No me importaban los gritos de mi padre para que me detuviera, o los dos agentes que trataban de separarme, queria matarlo a golpes, queria hacerlo sufrir lo que mi muñequita habia sufrido, lo que yo habia sufrido con la ausencia de la mujer que amaba, me importaba una mierda volverme un asesino a sangre fría como lo era él.

—¡No! —el gritó de terror de mi muñequita fue lo único capaz de hacerme regresar en mí.

Miré mis nudillos destrozados y llenos de sangre, pero el rostro de Schiavone no tenía la mínima comparación, estaba completamente desfigurado y eso me hizo sonreír.

—Ve, yo me encargo—escuché la voz de Arniel y giré la mirada, sorprendiéndome al verlo frente a mi—. No te iba a dejar solo—aclaró.

—Gracias—murmuré —. No he terminado contigo—gruñí hacia Magnus, dándole una última patada.

Me separé de él, siguiendo el grito de mi pequeña muñequita, quien parecía realmente asustada por lo que ocurría. Cuando uno de los agentes me abrió la puerta de lo que parecía ser la entrada para el público en general, supe la razón de su gritó.

Los ministros se encontraban desangrándose en el suelo, mientras mi pequeña abrazaba los cuerpos inmóviles de sus padres. Sentí mi corazón partirse en mil pedazos al ver el dolor en su mirada, sus ojitos parecían haber perdido toda la luz, toda la vida.

Mi padre se apresuró a ayudar a los demás, que luchaban de la misma manera por acabar con las mujeres que parecían muertos vivientes, tenían heridas que seguramente eran mortales, pero aun así, seguían moviéndose.

Traté de no soltarme a llorar como un niño al ver con terror el cuerpo de Giandrick tirado a unos pasos del de los ministros y de no romperme a llorar al ver a quien también consideraba uno de mis mejores amigos, desangrándose a unos pasos.

—¡Conall! ¡Ve con Key! —el gritó de Nick me sacó de mi ensoñación.

Corrí en dirección a mi muñequita, sintiendo como mi cuerpo perdía fuerzas al verla tan destrozada. Ella levantó la mirada y me observó, pero no tenía expresión alguna, parecía que todo dentro de ella habia muerto junto con los ministros.

—Papi... mami—murmuró.

—Bebé—susurré queriéndola regresar a la realidad.

—Abran sus ojos, por favor—suplicó.

—Muñequita—llamé, la necesitaba fuerte.

— Tengo miedo... —sollozó.

Y si sentía que mi alma ya estaba rota, esas ultimas palabras cargadas de un dolor y tristeza incomparable me demostraron lo equivocado que estaba, sentí mi corazón partirse en mil pedazos al ver rota a mi pequeña, mi luz.

—Mi amor...—susurré lentamente para no asustarla.

—Papi—susurró—. P...Por favor... abre los ojos y dime que todo estará bien... dime que siempre vas a ser el guerrero protector...—murmuró dejando caer lágrimas de sus bellos ojitos—. Ma...Mami... necesito nuestra canción... p...por favor abre tus ojos y dame la fortaleza de esa canción—sollozó.

—Amor—susurré.

Si sientes frio y hay mucha niebla, si las estrellas esconden su brillo...—comenzó a tararear, tomando el rostro inerte de su madre—, te cuidaré si estas dormida...te encenderé una luz en la mirada para que nunca te de miedo nada y vuelvas a soñar tranquila...

—Muñequita... vuelve a mí—susurré.

Ella pareció por fin captar mi voz, se abalanzó en mi dirección, llorando como nunca antes, ni en sus peores pesadillas la habia escuchado llorar de esa forma tan desgarradora, una forma en la que seguramente se estaba haciendo demasiado daño.

La estreché con fuerza contra mi pecho, mirando el cuerpo inerte de los ministros. No podía imaginarme su dolor, nisiquiera podía procesarlo al saber que estaba sintiendo que el alma se le desgarraba.

—Amor...

—Ellos no estan muertos—susurró para sí misma—. Despierta, Keylani... es solo una maldita pesadilla—se ordenó.

—Keyli...—susurré—. Tranquila, amor... lo superaremos...

Ella levantó sus ojitos, se encontraban sin vida, sin esa luz que siempre iluminaba mi camino y fue cuando lo supe, sus padres eran su vitalidad, eran lo que la hacía ser ella. La estreché con fuerza, tratando de hacer que volviera en sí.

—¡Señor! —gritó uno de los agentes—. Detectamos bombas por todo el edificio, tenemos cinco minutos para salir.

—¡Evacuen! —ordenó mi padre.

—Mi amor—susurré—. Tenemos que salir de aquí... regresa... por favor...

Sus ojitos me miraron con dolor, seguramente comprendiendo mis palabras. Me dio un pequeño asentimiento, no queria que ella dejara el cuerpo de sus padres, pero tampoco teníamos tiempo para cargar con todos los que habían muerto.

—Perdónenme—susurró con dolor hacia el cuerpo de sus padres—. Lo siento... de verdad lo siento...

—No fue tu culpa—susurré—. Prometo que la cuidaré...

Extendí la mano para llevarla conmigo, sin embargo, todo paso muy rápido.

Vi a una de las mujeres que parecía un muerto viviente, tomar una ballesta con firmeza y apuntarla a mi muñequita, sin pensarlo un poco, la envolví en mis brazos, protegiéndola. No tuve la mínima oportunidad para procesar mi decisión, una vida sin ella era la condena perpetua a la oscuridad y aunque fuese egoísta, ella era más importante que mi propia vida.

Sentí como la flecha me atravesaba, seguida de una segunda que atravesó peligrosamente cerca de mi corazón. Solté un gemido cargado de dolor, escuchando el disparo de mi padre hacía la mujer, pero no siendo lo suficiente para retroceder el tiempo.

Caí sin fuerza de espaldas contra el suelo, viendo lo ojos de mi muñequita, quien me miraba totalmente asustada y muriendo de terror. Se apresuró a colocarse a mi lado, con sus manitas temblando mientras como toda una doctora trataba de analizar las heridas que seguramente eran tan mortales como se sentían.

<<Mi pequeña muñequita... por favor perdóname>>

—No... tú no... por favor—murmuró acunando mi rostro entre sus manos—. No... Conall... no me puedes dejar, eres lo único que me queda. P...Prometimos que ninguno haría nada estúpido—sollozó.

Tragué con dificultad, sintiendo que la vida se resbalaba de entre mis dedos, el dolor era agudo y estaba seguro de que una de esas flechas habia atravesado mi pulmón derecho, la falta de aire no era algo normal.

—Perdón... n...no pude cumplir nuestra promesa, nisiquiera mi vida es más importante que tú—murmuré, tratando de tranquilizarla—. E...Estaré bien, es hora de irnos...

—No... no... esta es una puta orden, Conall... no puedes irte... no puedes dejarme ¡Lo prometimos! —gritó en medio del llanto.

Levanté mi mano izquierda, para tocar la suavidad de su mejilla y limpiar las lágrimas que corrían por ella. Mi corazón lo presintió en ese momento, era un adiós, un maldito adiós a la mujer que más amaba en el mundo.

—¡Hijo! —gritó mi padre.

Lo sentí caer a mi lado, mientras sujetaba mi mano con fuerza y yo trataba de tranquilizar a mi muñequita. Les di una sonrisa, no podían verme en ese estado porque sería imposible sacarlos de ahí y teniendo en cuenta las malditas bombas que amenazaban con explotar, eso no era una buena idea.

—E...Estoy bien—susurré—. D...Deben irse... estaré justo detrás de ustedes...

—Prometiste no dejarme —sollozó mi muñequita—. Dijiste que no rompías tus promesas, no puedes dejarme...

—No lo haré—susurré—. No te dejaré... pero ve primero... yo estaré justo detrás.

Sabía la cruel mentira que le estaba diciendo, estaba tan herido que no podía nisiquiera sostenerme de pie, pero eso ella no tenía que saberlo.

—¡Nick!¡Archie!¡Ayúdenme! —gritó con terror.

Ambos hombres corrieron en mi dirección, mostrándome con su mirada lo mal que debía verme. Les hice una seña con la mirada, todos sabíamos que si me llevaban solo los retrasaría, debían largarse de ese maldito lugar.

—Llévensela—ordené.

—No—gruñó—. No... no me iré sin ti...

—¿R...Recuerdas cual fue mi promesa? E...Estar a tu lado sin importar que te...tengamos una guerra encima y congelar el maldito infierno o volver cenizas el cielo, sí eso te mantiene a salvo y resguarda nuestro amor—murmuré acariciando su mejilla—. Pues cumpliré mi promesa ahora, voy a congelar el infierno hasta poder regresar a tu lado...

Miré su rostro, grabando cada facción de ella, sabiendo que era la última vez que la vería. Me llevaría su rostro como el único recuerdo que le pediría a Dios recordar en mi próxima vida, solo ella.

—No—sollozó.

La acerqué a mí, besando sus labios con ternura y dedicación. Queriendo grabar su sabor en mi memoria, sentí el sabor de sus lágrimas saladas, queriendo y anhelando, regresar a nuestra última mañana juntos y despertar, creyendo que todo eso habia sido una pesadilla.

—Cuida... cuida a Niall...—susurré al separarme de ella, sintiendo que el aire me faltaba cada vez más—. P...padre... cu...cuídala...

—Lo haré... hijo—susurró con lágrimas en los ojos.

—M...Muñequita—susurré—. Eres lo más hermoso que me paso en la vida, sin ti mi vida es oscuridad y... y por eso... sé que tú puedes continuar sin mí... pero yo no podría hacerlo sin ti, no de nuevo—murmuré—. T...Te amo... t...tres vueltas al universo a pasito de tortuga...

—No, Conall, no me dejes—sollozó.

—Iré detrás de ti... lo prometo—susurré, sabiendo que era una mentira cruel—. Váyanse, ahora—ordené.

—La cuidaremos, hermano—susurró Archie con lágrimas en los ojos.

—Lo haremos—susurró Nick.

—M...Más les vale—sollocé, viendo como mi muñequita se negaba a dejarme—, en otra vida, mi amor... me aseguraré de amarte desde el principio... y llegar a viejitos.

Mi padre me dio un rápido beso en la frente, un gesto que sabía le dolía más a él. No podía atrasarlos, no era tan cruel para hacerlo, a pesar de que mi corazón aclamaba tomar a mi muñequita y darle un beso que demostrara todo el amor que sentía, no podía retrasarlos

Archie se apresuró a ayudar a Álex, quien solo tenía una pequeña herida en el muslo derecho, pero que era más fácil llevarlo a un lugar a salvo. Sonaba cruel, pero en el ejército te enseñan a decidir con la cabeza fría las posibilidades de supervivencia que cada víctima tiene.

Vi a Avery tratando de desactivar las bombas que se encontraban dentro de la sala de cine, pero era imposible, me lanzó una mirada de preocupación y negué, quería que por lo menos alguien de su familia fuera con mi pequeña.

Miré una última vez a mi muñequita, mientras era jalada por mi padre y por Nick, quienes trataban de llevarla a un lugar seguro. Avery salió corriendo detrás de ellos, dedicándome una mirada de dolor y tristeza, seguramente por haber perdido también a sus mejores amigos.

Cuando por fin la vi salir del lugar, la puerta se abrió con brusquedad, nisiquiera tuve oportunidad de analizar quien habia entrado, escuché un disparo en mi dirección e inmediatamente un profundo dolor invadió mi pecho y miré con terror, como Arniel le arrebataba el arma a Magnus.

—¡Hermano! —gritó.

—Vete—murmuré en mis últimas palabras.

Arniel me miró por un par de segundos, esa mirada que habia visto de niños. Asintió y sin pensarlo, tomó a Magnus de los hombros y lo arrastró fuera del cine, dejándome con un calcinante dolor en todo mi cuerpo, sabiendo que la muerte se acercaba.

A lo lejos pude escuchar los gritos de súplica de mi muñequita, mi muñequita necia y valiente. No queria dejarla, queria seguir a su lado sin importarme absolutamente nada, pero ella era mi prioridad en ese momento, ponerla a salvo sin importar mi dolor.

Sonreí por última vez, sabiendo que la vida se iba de mi cuerpo. Cerré los ojos, sintiendo que todo a mi alrededor se volvía completa oscuridad y lo único que habia frente a mí, eran los hermosos ojos verdes que me aseguraría de memorizar para mi siguiente vida.

Todo a mi alrededor fue completa tranquilidad, de repente todo dejo de doler y lo único que había frente a mí, era una hermosa mujer de cabello castaño, los ojos grises solo podían indicarme algo.

—Mi niño—murmuró con una sonrisa—. Tardaste demasiado...

Miré detrás de ella y a pesar de que debía sentir dolor o tristeza, no habia nada más, solo una profunda paz. Todos los que habia considerado mi familia, se encontraban a espaldas de la mujer, sonriendo y seguramente sintiendo la misma paz que yo.

<<En otra vida, muñequita... prometo amarte desde el principio y hasta que seamos viejitos>>

Mi padre siempre me había dicho que la vida es sumamente frágil y ninguno de nosotros tenemos asegurado nuestro tiempo en este mundo pues podríamos partir en cualquier momento. Nos sentimos tan invencibles hasta el día en el que vemos la muerte de cerca, arrebatándonos a quienes más amamos, sin siquiera darnos la oportunidad de procesar un manera de decirles adiós.

La pérdida de alguien siempre conllevará un duelo, sin embargo, las etapas son más dolorosas que la anterior, porque cuando sientes que por fin lo estas aceptando, regresas una y otra vez al principio.

Mirar los cuerpos sin vida de mis padres realmente era un choque directo a mi corazón, era como si alguien lo desgarrara desde adentro y me causara tanto daño que desmembraba cada parte de mi vitalidad. Ver al amor de mi existencia tan Malherido era aun peor, me dolía como un carajo, saber que quizás esa era nuestra despedida.

Quería aferrarme, no dejarlo, me negaba a cumplir las ridículas reglas de la milicia. Era mi familia, el hombre que más amaba, no lo dejaría a su suerte.

—No, Conall, no me dejes—sollocé.

—Iré detrás de ti... lo prometo—susurró—. Váyanse, ahora—ordenó.

Podía ver el dolor en su mirada, sus ojos llenos de tristeza. Queria mostrarse fuerte, queria ser mi espada inquebrantable pero podía ver que el dolor lo consumía, era claro que ese era nuestro final, un final que no quería que llegara.

—La cuidaremos, hermano—susurró Archie con lágrimas en los ojos.

—Lo haremos—susurró Nick.

—M...Más les vale—sollozó—, en otra vida, mi amor... me aseguraré de amarte desde el principio... y llegar a viejitos.

Traté de alcanzar su mano, pero no me lo permitieron. Sentí los brazos de alguien rodearme y jalarme lejos de mi hombre. No quería, realmente no quería alejarme, quería morir a su lado, quería morir al lado de mis padres.

Estaba malditamente sola en el mundo. No presté mucha atención en el camino, hasta que un disparó inundó todo el lugar, haciendo que el dolor en mi corazón aumentará. Traté de soltarme de los brazos de Nick, gritando para que me dejara regresar por mi hombre, sabía que les estaba dificultando el plan de escape, pero no podía irme, no cuando el amor de mi existencia se quedaba atrás.

No supe de donde agarré fuerzas, pero me zafé de los brazos de Nick y traté de regresar corriendo, sin embargo, sentí que me tomaban por la cintura y era elevada por los aires. La lagrimas se desbordaron de mis ojos mientras gritaba y suplicaba que regresáramos por Conall, sabía que era imposible, teníamos nulas posibilidades de sobrevivir.

Solté un gritó de desesperación, cuando por más que miraba hacia atrás, no veía a Conall salir del lugar donde me habia prometido salir, sabía que solo lo habia dicho como una cruel mentira para hacerme salir, pero en el fondo de mi corazón anhelaba que lo hiciera.

Arniel apareció unos pasos detrás de nosotros, podía ver lágrimas en sus ojos y la ira desbordándose al tomar a Magnus de los hombros. Archie le preguntó algo que mi cerebro no fue capaz de procesar al verlo negar con la cabeza, sabiendo que ese disparo no habia sido otro que el que habia terminado con la vida de mi hombre.

—¡Conall se quedó dentro! —gritó Kennett.

Nisiquiera miré a quien se lo decía, no podía procesar nada de lo que pasaba a mi alrededor, mis ojos solo se llenaban de espesas lágrimas y el dolor en mi pecho era tan calcinante que sentía que de alguna forma habia perdido la parte más vital de mí.

Mis gritos parecían no ser escuchados, golpeé con fuerza la espalda de Kennett, quien era el que me habia puesto sobre su hombro para evitar que volviera a correr de regreso al edificio y pusiese en peligro mi vida.

Mi vista estaba completamente empañada y solo quería correr de regreso a ese maldito cine, el cine en donde se habia quedado mi vida entera. Mis padres, mi hermano, mis amigos y el hombre que más habia amado en la vida.

—Key, tranquila—murmuró Archie, ayudando a Álex—. Ya llegó la ayuda, irán por Co...

La primera explosión se escuchó lejana, pero sabía que el maldito tiempo habia llegado a su fin, ese primer estallido fue secundado por otro, logrando una reacción en cadena de todas las bombas que habían sido colocadas en el interior del antiguo cine.

Una onda expansiva nos alcanzó a todos, logrando lanzarnos por los aires, sentí que mi cuerpo se estrellaba con fuerza contra lo que parecía ser un árbol logrando que todo a nuestro alrededor se volviese completamente oscuridad, o quizás solo se habia vuelto para mí.

<<Lo siento, perdón por no salvarlos>>

Base Italiana IISMFCMO. 

25 de Diciembre, 07:00 de la mañana. 

Abrí los ojos, sintiéndome completamente confundida, sin embargo, también sentía una enorme paz. Era como si todo a mi alrededor se encontrara completamente tranquilo, como si de repente todo lo que habia vivido hubiese sido una simple pesadilla.

Miré a mi alrededor, era el atardecer en la hermosa colina cercana al castillo, esa colina que daba directamente a la hermosa playa, una playa tan hermosa, tranquila y de aguas cristalinas que siempre la habia comparado con la más hermosa vista de un cuento de hadas.

Sentí los brazos de alguien rodear mi cintura, no fue necesario adivinar de quien se trataba, era mi hombre. Sólo su tacto era tan único como para hacerme sentir completamente protegida, incluso si tenía un infierno desatándose a nuestro alrededor.

No me importaba si era un maldito sueño o si estaba muerta, lo único que quería era seguir teniendo los brazos de mi hombre rodeándome con fuerza, dándome esa gran seguridad que me hacía saber que sin importar nada, juntos éramos capaces de congelar el jodido infierno.

Recargué mi cabeza contra su pecho, buscando ese calor que tanto temía perder. No quería abrir los ojos a la realidad y realmente me importaba una mierda si me quedaba encerrada en un bucle de mi propia mente, no quería saber que eso era un simple sueño.

—Tu padre me está matando con la mirada—susurró sobre mi oído—. Creo que deberíamos ir a su gran asado.

—¡Keyli! Es hora de comer—escuché el pequeño gritó de mi madre.

Escuché la ronca risa de mi hombre, haciendo que su pecho vibrara sobre mi espalda, se sentía tan reconfortante, tan real que no me importaba nada más, quería permanecer en ese estado durante el resto de mis días.

Quería decir algo, sin embargo, mi cuerpo parecía responder solo, como si mi mente fuese la que estuviese desfazada. Conall me ayudó a ponerme de pie y sin rechistar lo seguí, en ese momento no me importaba absolutamente nada.

—¡Oye, enana! —gritó Hunt—. Qué bueno que te has decidido unir a nosotros, no somos los Kim Rossi sin ti—aseguró con una sonrisa.

Lo vi robar un pedazo de carne del asador y escuché mi propia risa al ver que mi padre le daba un golpe juguetón en las manos con las pinzas.

—Niño, agarra un plato y deja de molestar a tu hermana—regañó mi madre.

—Parece que alguien ha decidido hacerse el gracioso—murmuró Giandrick, quien lucía su piel ligeramente bronceada y el cabello mojado.

—Joder, hermano—murmuró Hunt—. ¡Pareces un camarón!

Todos estallaron en carcajadas, mostrándome que toda mi familia, todos los que habían muerto se encontraban en ese lugar, mientras parecían disfrutar de un veraniego día soleado en la Gran Ciudad. Pero en el fondo de mi corazón, sabía que solo era una maldita ilusión, algo que mi cerebro estaba creando como un sistema de defensa.

—Come, pequeña—murmuró mi madre, entregándome un plato —. Ese bebé necesita energía para crecer sano...

Miré con dolor mi vientre, sabiendo que realmente todo eso era un maldito sueño y mi loca fantasía de querer ser madre, eso era algo completamente imposible, no solo mí tío lo habia confirmado, sino todos los doctores que me habían tratado.

—Quisiéramos que te quedarás aquí—murmuró mi padre—. Pero es hora de que regreses... debes seguir peleando...

Miré a mi padre por el repentino cambio de conversación, no quería irme de ese lugar, no quería regresar a la horrible realidad en la que no los volvería a ver, abrazar o escuchar a ninguno de ellos, porque a pesar de tener memoria fotográfica, sabía que en cualquier momento, mi mente dejaría de recordarlos.

—Quiero quedarme—murmuré—. ¡No quiero vivir sin ustedes, carajo! ¡No quiero regresar y saber que estan muertos!

Antes de que pudiese decir algo más, sentí como si el sol comenzará a brillar más de lo normal y a lo lejos se escuchasen susurros de alguien llamándome. No queria despertar, no quería darme cuenta de que esa vida perfecta era una simple ilusión, no quería despertar a la realidad, una realidad en la que me habia quedado totalmente sola.

Sentí un ligero apretón en mi mano derecha, como si alguien estuviese a mi lado, reconfortando el dolor de haber perdido a cada persona que amaba en mi vida. Me negaba a abrir los ojos y saber que no era una maldita pesadilla, no quería abrirlos y encontrarme con que mi vida habia sido completamente destruida en instantes.

La primera etapa del duelo es la negación, esa que se da inmediatamente después del hecho, donde se entra en un trance de shock y brotan las emociones de todo nuestro cuerpo, causando torbellinos de desesperación y ansiedad.

¿Cómo se suponía que podría vivir sin mis padres, sin mis hermanos, sin mis amigos y sin el amor de mi existencia? ¿Qué habría en mi vida que me hiciera quererme levantar cada mañana?

—Creo que ya despertó—escuché un pequeño susurro.

Unos pasos pesados, que pude reconocer de un hombre se acercaron a donde me encontraba. No sabía quién estaba tan cerca de mí, pero una gran tranquilidad me embriago, como si una parte de mi supiese que aún quedaban varias personas a mi lado.

—Es demasiado fuerte—murmuró la ronca voz de quien pude reconocer como Nick—. El doctor dijo que debía reaccionar en las próximas cuatro horas...

—Eso fue hace tres—murmuró Álex a la distancia—. No sé cómo vamos a decirle todo...

—Lo sabrá procesar—murmuró Archie—. ¿Amor, ya comieron los niños?

—Si—contestó Julia y supe inmediatamente que ella era la que se encontraba a mi lado—. Les di antes de arreglarlos para el funeral...

Todos se quedaron en completo silencio después de la mención de Julia, como si ellos al igual que yo estuviesen en el proceso de aceptar la muerte de todos los que amábamos, nuestra gran familia se habia reducido a nada.

Unas inmensas ganas de llorar me inundaron, sabía que no podía soltarme a llorar a cada nada, debía ser más fuerte, pero, estaba sola en el maldito mundo, todos habíamos quedado solos y habíamos perdido a alguien.

—Llamaré a Kennett—murmuró mi tío Avery—. Querrán estar aquí cuando ella despierte y creo que en este momento son quienes pueden controlarla.

Todos dieron un asentimiento a boca cerrada y escuché los pasos de mi tío alejarse por la habitación. No podía nisiquiera procesar todo, sabía que la mayoría habia muerto, habia sido mi maldita culpa por haberlos puesto en peligro.

—Está sollozando—murmuró Julia.

—Es una reacción normal, según lo que dijo el doctor—murmuró Archie—. Quizás ella no lo procesara inmediatamente, incluso debemos estar preparados para que colapse mentalmente.

—Sin mencionar que hay demasiadas cosas que ella no sabe—murmuró el padre de Nick.

No tenía idea de la razón por la que se encontraba ahí. No sabía tampoco cuánto tiempo habia estado dormida, por lo que la confusión dentro de mi cabeza era aún mayor, sabía lo que habia pasado, recordaba la muerte de los que más amaba, pero nada más.

—¿Despertó? —preguntó la ronca voz de Kennett—. Estaba ayudándolo a ponerse presentable...

Escuché un bufido conocido, pero mi cerebro aun no aterrizaba del todo, era como si siguiera fluctuando entre la realidad y la fantasía de estar en una hermosa playa con toda mi familia, queria con todas mis fuerzas que toda la realidad fuera una de las malditas pesadillas que siempre me atormentaban.

—Te ves bonito con traje—se burló Archie.

Escuché el sonido de lo que parecía una silla automática, las pequeñas llantas hacían un peculiar sonido y fue el momento en el que reconocí el inconfundible perfume a cítricos con un toque de canela.

Nisiquiera pensé en nada más, me enderecé tan rápido que el crujir de los huesos de mi espalda llenaron toda la habitación, no me importó sentir un ligero tirón en mi abdomen o en dolor punzante de mi espalda, solo comprobar con mis propios ojos la presencia del hombre en la habitación.

Mis ojos se inundaron de lágrimas y el dolor en mi pecho paro durante unos segundos al ver los ojos de ese hombre, los ojos que se parecían tanto a los míos pero a la vez eran completamente diferentes, ese gesto de picardía y diversión se encontraba apagado, pero permanecía la mirada dulce y tenaz... la mirada de un Kim Rossi.

—Hunt...—susurré.

Mi garganta me reclamó por el repentino movimiento de hablar, pero no me importó en lo más minino, era mi hermano, mi sangre.

—No creíste que dejaría sola a mi hermanita, ¿Verdad, peque? Aunque falte uno de nosotros, seguimos siendo el equipo triple K...

Quería abrazarlo, lanzarme a sus brazos y sentir un abrazo familiar, pero al ver un cabestrillo rodeando su cuello y sus piernas con yesos hasta las rodillas, descarté la idea, no queria lastimarlo.

—Ellos...

—Tranquila—murmuró—. Es difícil de asimilar... pero te prometo que los bastardos que lo provocaron van a arder en el infierno y sé que cuando te levantes, serás tú la que los hará pagar...

Sabía que mi familia realmente había muerto, pero escucharlo salir de quien en ese momento era mi único pilar, realmente hizo que todo lo que quedaba de pie, se derrumbara estrepitosamente. Sentí una lagrima correr por mi mejilla, el dolor y la aceptación me hicieron sentir completamente abrumada.

—Murieron—susurré.

—Lo superaremos—murmuró tomando una de mis manos con la mano izquierda.

Al levantar la mirada, pude notar su mano derecha inmovilizada por lo que parecían barras de metal sobre un cabestrillo que rodeaba su cuello, su rostro tenía varios golpes y algunas marcas de quemaduras sobresalían del cuello de su elegante traje sastre negro.

Nadie dijo nada por lo que parecieron horas y lo agradecía, quería que mi cerebro procesara toda la información antes de poder pensar en algo más o de enterarme de todo lo ocurrido. Escuchaba sus platicas de vez en cuando, pero no eran dirigidas a mí.

—En estos momentos no debes querer que nadie te diga nada—murmuró Kennett—. Pero... el funeral de todos los caídos será en unos minutos, puedes estar presente o en su caso, todos nos quedaremos aquí a tu lado...

—No soy la única que perdió a alguien—murmuré.

—Pero si la que más perdió—murmuró mi hermano con una débil sonrisa.

—Amé...

—Ella me dejo un mensaje, se despidió de mí y creo que debo dejarla ir—murmuró—. Tuve dos días para procesarlo, así que estoy bien... duele... pero lo superaré.

—Pero...

—No importa, peque—murmuró con una pequeña sonrisa—. Si, todos perdimos a alguien en esta habitación... pero lo superaremos y te necesitamos fuerte a ti, así que si ahora quieres llorar... puedes hacerlo, siempre y cuando dejes salir a la gran Kim que llevas dentro, porque por más que yo lo intenté... parece que papá y mamá te heredaron toda la fortaleza a ti...

Miré a mi hermano un par de segundos, pasé la mirada a cada persona que se encontraba en la habitación, dándome cuenta de que todos realmente esperaban que yo me pusiese al frente de ellos, era como si estuviesen listos para que yo tomara las riendas de la venganza y a la vez, me parara firme para ser su fortaleza.

<<Tienes que ser su fuerza, su fortaleza>>

Realmente debía ser fuerte, ellos no me juzgarían si me veían quebrarme, pero también necesitaban saber que de toda esa mierda llena de destrucción y dolor, aún tenía un pilar en el cual apoyarse. Un fénix que los enseñase a renacer de sus propias cenizas.

—Necesito ir—murmuré—. Es su último adiós.

No podía dejarme caer, con o sin ellos debía continuar, debía ponerme frente a mis filas y demostrar la fortaleza que siempre nos habia caracterizado, realmente no podía rendirme, no hasta hacer pagar a cada bastardo que habia estado detrás de la muerte de mi familia, no me importaba si tenían que pasar décadas, acabaría con cada maldito desgraciado y lo haría sufrir.

Continuaría mi vida, no por mí, sino por ellos, guardando y honrando su recuerdo para vengarlos, para hacer pagar a cada bastardo que habia terminado con sus vidas.

No pude evitar recordar las palabras de mi madre, la negociación esas palabras en donde ella claramente describía las fases del duelo que todos enfrentamos alguna vez en la vida, ella siempre, de alguna forma u otra me habia preparado para el momento en el que su vida culminara.

Julia me ayudó a ponerme un poco más presentable, mi uniforme y cada una de mis pertenencias habían quedado enterradas en los malditos escombros de lo que alguna vez fue la base Alpha. No podía entender como diablos habían colocado tantas bombas en tan poco tiempo, pero en ese momento tampoco era capaz de procesar toda la información.

—Estas lista—murmuró.

Suspiré, sabiendo que detrás de la puerta se encontraba Kennett y mi hermano. Ambos parecían realmente protectores conmigo, lo agradecía de cierta forma. Mis emociones fluctuaban muy estrepitosamente. Necesitaba que alguien las controlara hasta que pudiera contactarme con mi psicóloga.

—Niall... ¿Está bien? —pregunté.

—Lo está—murmuró con una pequeña sonrisa—. Kennett trato de explicarle la situación... pero... no sabemos cómo decirle que su padre...

Julia se quedó en completo silencio, como si se estuviese debatiendo en decirme o no, era cierto que un profundo dolor embriago mi pecho, pero también era cierto que no podía derrumbarme en ese momento, debía seguir fuerte.

—Puedo hablar con él—murmuré—. También necesito hablar con Álex y Hunt... no sé qué proceda en este caso... quizás... vayan a buscar a su madre biológica o algo así...

—De hecho... ya se han comenzado los tramites—murmuró Kennett, entrando a la pequeña habitación—. Conall dejo escrito que tú fueses la tutora legal de Niall, sin embargo, es un caso realmente complicado por toda la situación de Cynthia, pero la juez llevará el caso para favorecer a Niall.

Miré a Kennett y fue en ese momento en el que traté de procesar la información, me habia respondido la mayor parte de mis preguntas, pero yo no habia preguntado cuanto tiempo habia permanecido dormida.

—¿Cuánto dormí?

—Dos días—murmuró Kennett—. Te trajimos aquí a Italia cuando te desmayaste, el doctor dijo que tenías un cuadro de estrés leve. Debes tomarte las cosas con calma, Key... si te digo lo de Niall es porque necesitas saberlo y debemos tomar una decisión antes de que los servicios sociales intervengan.

Miré a Kennett, por supuesto que estaba dispuesta a firmar los papeles de adopción, Niall era lo único que me quedaba de Conall, quizás mi cabeza no estaba procesando todo como debía, cualquier persona se soltaría a llorar al haber perdido todo, pero yo no podía nisiquiera pensar en eso, tenía un ejército al cual levantar.

—Agilicemos los tramites después del funeral—murmuré—. Creo que debemos continuar con todo...

—Hermana—murmuró Hunt.

Lo miré por un par de segundos, realmente esa chispa cargada de picardía habia desaparecido de su mirada, y estaba segura de que algo habia cambiado en mis ojos, todos me miraban como si frente a ellos hubiese alguien diferente, como si temieran que de un momento a otro me convirtiera en una bomba de TNT.

—¿Podrías comenzar con esos trámites? No quiero que servicios sociales vaya a querernos quitar a Niall.

—Si—murmuró—. Los comenzaré hoy mismo...

—¿La señora Harrison ya está enterada? No quisiera que se moleste cuando me den la tutela de Niall...—murmuré mirando a todos.

El rostro de Kennett se contrajo, como si el dolor en su interior de repente explotara y lo hiciera sentirse completamente dolido. Sí, no sabía mucho de lo que habia pasado en los dos días en que habia estado dormida, pero por su expresión, podía suponerlo.

—Mi madre... ella también fue secuestrada... y ella... fue de las victimas principales...—murmuró con dolor—. Fue un plan que tenía meses trazándose, mi madre estaba en Alemania y... la secuestraron... solo me enviaron... su anillo... pero... no quiero que te agobies con eso ahora...

—No soy de azúcar—murmuré—. Sé que creen que voy a romperme en cualquier minuto, pero... no lo haré... fue la promesa que le hice a mi familia y me mantendré fuerte, así que no me oculten cosas... puedo manejarlo.

Los tres intercambiaron una mirada, pero a la vez, se miraron como si llegaran a un acuerdo silencioso.

—Pasaron demasiadas cosas mientras estabas dormida—murmuró mi hermano—. Hubo más ataques, coordinados por Massimo Lombardi... mataron a cientos de agentes en todo el mundo, acabaron con la IISMFCMO, si tenemos doscientos soldados activos, es demasiado.

— La única base de pie es esta, los ataques cesaron hace 16 horas, pero las muertes son incalculables, no solo soldados, también civiles —murmuró Julia—. Kennett y Archie fueron por mí a la Gran Ciudad, pero hemos mantenido a Niall y a Keyla completamente protegidos.

—¿Dónde estan ahora?

—Son cuidados por Avery—murmuró Kennett.

Sentí un dolor en mi pecho al escuchar la declaración, era como si realmente no pudiera creer lo que decía. Realmente esas personas eran unos malditos desalmados.

—¿Cuántas personas murieron?

—Hasta ahora, 7203 chips han sido inhabilitados—contestó Archie, adentrándose en la habitación—. Escuché que estaban hablando, creo que ahora los únicos en los que podemos confiar somos los que sobrevivimos del ataque—murmuró señalándonos y señalando a los dos hombres que lo seguían.

—Así es—murmuró Nick—. No podemos confiar en nadie más... no sabemos si van a querer terminar el trabajo que iniciaron. Schiavone está bajo custodia, pero...

— ¿Pero...?

—Hablémoslo después—murmuró —. Este lugar no es seguro...

Asentí sin decir palabra alguna, de cierta manera realmente mi corazón se aplastaba con cada noticia que me decían, era impresionante como todo habia cambiado en cuestión de horas, tantas muertes de personas inocentes, tanta destrucción de familias enteras y el dolor provocado, solo por la avaricia de dos malditos mafiosos.

Nos reunimos con mi familia en el recinto principal, Julia y Archie se marcharon por mi tío y los pequeños niños, los estaban protegiendo en una de las habitaciones subterráneas.

—Álex...—murmuré.

—Dime—preguntó, logrando la atención de todos.

—Confió en ti—murmuré—. Pero también necesito que nos asegures que tú no tienes nada que ver con todo esto, fuiste al único que separaron de nosotros sin mencionar que tu hermano mayor se encontraba ahí.

—Te juro por lo más sagrado que tengo, que no tengo nada que ver con Dorian o sus malditos juegos, no sé cómo tiene contacto con Schiavone o como mierda ni Arniel ni yo estábamos enterados de que tenía lazos con Lombardi. Estoy de tu lado... también perdí al hombre que más he amado en el mundo, así que en su memoria, partámosle en trasero a esos desgraciados.

Asentí.

Quizás confiar en alguien de la manera en que yo lo hacía en esas personas no era completamente sano e incluso debía aterrarme, pero por el contrario de eso, sabía que no me traicionarían, no importaba qué, ellos estarían de mi lado.

Cuando llegamos a la etapa de la negociación, tratamos de convencernos a nosotros mismos de que nada, absolutamente nada cambiara en nuestras vidas tras esa perdida, tratamos de guardar esperanza de que la vida continuara con el recuerdo de la persona que se marchó de nuestro lado.

Las trompetas se alzaron, dando los honores a todos los caídos.

Sentía que mi corazón habia dejado de latir, quería hacerme la fuerte pero no podía evitar sentir el amargo sabor a dolor y perdida, ese sabor que inundaba mi boca y me hacía sentir perdida. Mi hermano apretaba mi mano, mientras sentía la mano de Kennett sobre mi hombro, no podía nisiquiera imaginar el dolor que él tenía, habia perdido a su madre y a su hijo el mismo día, se los habían arrebatado como a mí me habían arrebatado mi familia.

Había un muro con todas las imágenes de cada soldado caído, no tenía idea de cómo habia podido suceder algo así, considerando que éramos el mejor ejército del mundo, habia sido un ataque planeado desde cientos de meses atrás, un ataque que había asesinado a cientos de personas inocentes.

Mi corazón se hizo pequeño al ver que en el centro del muro, estaban los que más había amado, los que más me dolían.

Mis padres, Conall y mi hermano.

No podía creer como todo se habia acabado, no podía nisiquiera concebir no verlos jamás, no escuchar la dulce voz de mi madre al cantarme, no escuchar las palabras de aliento que mi padre me daba cuando queria rendirme, no escuchar a mi hermano siempre hablar sobre derecho o cosas de las que no entendía y menos, menos podía imaginar mi vida sin el hombre que me habia prometido estar el resto de nuestra existencia juntos.

<<Mentiroso>>

Sentí el dolor en mi corazón, un dolor tan calcinante que realmente hacía que todo a mi alrededor se convirtiera en nulidad. Quería gritar, llorar y destruir todo a mi paso, pero otra parte de mi se contenía, debía permanecer fuerte, todos confiaban en mí, en que yo podría vengar a todos.

Miré con dolor a las personas que se encontraban en el patío de ceremonias de la base en Italia, la única que habia quedado de pie. Estaban las personas que habían perdido un familiar, habia padres desolados por la pérdida de sus hijos, hijos llorando por la muerte de sus padres, hermanos sufriendo la perdida, amigos sufriendo la muerte de amigos y parejas, tratando de entender cómo podrían continuar sin su otra mitad.

—Todos creen que debes tomar el puesto como nueva ministra—murmuró un hombre a mi lado.

Me giré en su dirección, por alguna razón, la confianza que ese ser me habia dado cuando lo amaba se habia esfumado completamente, era como si él no fuese el mismo hombre al que meses atrás le habría confiado mi vida, su aura era oscura, extraña... llena de algo que no podía descifrar.

—En estos momentos, no quiero nisiquiera pensar en ello—murmuré—. Además, existen leyes, no han pasado cinco días...

—Las cosas cambian cuando el ejército se está cayendo por la borda—murmuró —. Una ministra que no le interesa ver si su ejército sigue de pie o no, no debe ascender a un puesto que le quede grande.

—¿Disculpa? —pregunté girándome por primera vez hacía Arniel—. Me desperté hace dos horas para enterarme que mis padres, mi familia y el hombre que amo estan muertos ¿Podrías tener un poco de mensura?

<< ¿Cómo es posible que este mismo hombre meses atrás me juró bajar la luna y las estrellas si yo se lo pedía?>>

Sabía que tarde o temprano debía tomar el puesto que le habia pertenecido a mis padres, pero no me agradaba la idea de no guardarles el luto que merecían. Las palabras de ese hombre eran intencionadas, quería hacerme enojar y realmente no podía entender la razón.

—Lo que escuchaste—murmuró—. El ejército ya está lo suficientemente fragmentado como para tener también una ministro con inestabilidad.

Sabía que todo estaba fragmentando nuestro pequeño ejército, pero no era lugar ni momento para discutir esas cosas, no cuando estábamos en la ceremonia de los caídos. Sí, era consciente de que nuestro ejército necesitaba un líder fuerte, por eso no me estaba dejando caer a pesar de que sentía que el mundo se destruía bajo mis pies, pero existían leyes, no podía llegar y hacer como si estas no valieran nada.

—¿Cuál es tu maldito problema? —gruñí un poco más fuerte de lo esperado.

Arniel me dio una sonrisa tétrica, algo completamente diferente a lo que estaba acostumbrada a ver en él, el Arniel que yo había amado me habría abrazado en ese momento, me habría permitido ser débil mientras él era el fuerte y me cubría la espalda. Pero ese Arniel, ese Arniel parecía ser un maldito monstruo, como si algo de mi lo estuviese molestando.

—Piérdete—gruñó Kennett—. Tú no perdiste a nadie, nosotros lo perdimos todo... deja que estas personas vivan su dolor y después veremos qué hacer con lo que tenemos enfrente.

Rodó los ojos con fastidio, como si quisiera decir algo más. No entendía, no sabía cuál era su maldito problema. Se giró y desapareció de nuestra vista, me dolía que no fuera el mismo hombre que meses atrás me habría consolado y dejado llorar, pero él había decidido su camino.

—¿Cuál es su problema? —pregunté.

—No lo sé—murmuró Kennett—. Estos dos días estuvo muy interesado en el consejo del CMI, aún no he tomado posesión como ministro, pero lo que sé, es que tú, al ser la única candidata automáticamente tienes el derecho al puesto y él, como viceministro de uno de los candidatos, automáticamente ocupa el puesto de viceministro... pero... no entiendo cuál es su problema.

—Yo tengo una ligera sospecha—murmuró Álex.

—¿Cuál? —interrogó mi hermano.

—Dorian dijo algo... pero no tengo idea de si sea verdad o no... quizás hicieron creer a Arniel que tú fuiste la asesina de los otros candidatos, así tu tendrías el puesto.

—Oliver se vendio a Lombardi y Schiavone—murmuré—. Aclararemos esa situación después de la ceremonia.

Todos asintieron.

Solté un pequeño suspiro, no me atrevía a acercarme más al muro de memoria, no tenía la fortaleza de pararme al frente y despedir a mis colegas, tropas, amigos, familia, mis padres y mi novio, no tenía las fuerzas para no romperme en ese lugar, frente a mi ejército debilitado.

—¡Mami!

Un pequeño gritito me hizo girar la mirada, las lágrimas inundaron mis ojos y fue inevitable que un par cayeran por mis mejillas. Niall se acercó a mí a paso veloz, sus piecitos daban zancadas gigantes y podía ver sus bonitos ojos verdes lagrimeando.

—Pequeño—murmuré.

Me agaché a su altura y lo cargué entre mis brazos, llenando su carita de besos para mostrarle todo el amor que sentía por él, de cierta manera, era como un curita a mi dolida alma, no sabía cómo le explicaría la muerte de su padre o todo lo que implicaba aquello. Pero trataría de hacerlo de la forma en la que su corazoncito sufriera lo menos posible.

Niall, no dijo ninguna palabra, solo se aferró a mi cuerpo y minutos después sentí su respiración más tranquila, señal de que habia caído en un profundo sueño. Lo acosté junto con Keyla, quien dormía cómodamente en la carriola para bebés.

—Creo que debería decir unas palabras...—murmuré—. Pero no puedo hacerlo sola...

—Te acompañaremos—murmuraron todos.

Julia me dio una pequeña sonrisa, asintiendo cuando le señalé a Niall, por lo que sabía, mi pequeño valiente no habia podido dormir al no saber si estábamos bien.

<<Tan terco como su padre>>

Solté un suspiró, Kennett me regaló una pequeña sonrisa, tomó mi mano como un padre y mi hermano tomó la otra, como si ambos me dieran esa fortaleza que necesitaba. Una lágrima corrió por mi mejilla, sentía u profundo dolor en mi pecho y sentía que mi corazón moría a cada paso.

No sabía cómo decirles adiós, no quería tener que decirles adiós, no quería tener una vida sin todas las personas que habían muerto, porque poco o mucho, todas formaban parte de mí, todas eran parte de mi vida.

—No importa si lloras—murmuró mi hermano—. Todos lloramos, somos humanos...

—No puedo llorar—murmuré—. No cuando tengo en mi cabeza más ira que dolor—susurré.

—Keyli...

Miré a mi hermano, sabía que se preocupaba por mí, pero en ese momento, por más que deseaba romperme y largarme a llorar como una cría, no podía, realmente debía mantenerme fuerte y demostrar que sin importar nada, podía levantar la mirada y vengar a los caídos.

—General—murmuró uno de los hombres, que reconocía como los miembros del consejo del CMI—. Lamentamos su perdida... el general Harrison tomará posesión del puesto dentro de dos días y creemos que es necesario que usted también lo haga.

—Hablemos de esto cuando terminé la ceremonia de luto—murmuré—. Creo que no es apropiado que hablemos de sustituir a personas que han muerto luchando por el mundo, en una guerra que no tuvo precedentes.

—Lo entendemos—murmuró—. Pero, el coronel Arniel nos dijo que usted se niega a ascender al puesto... sabemos que le impacto demasiado la perdida y por eso, queremos hacerle saber que si necesita más tiempo, podemos encargarnos de la IISMFCMO.

—No necesito más tiempo del estipulado por la ley—murmuré.

—Entonces... nuestras más sinceras condolencias, general... con su permiso...

El hombre se alejó con los demás miembros del consejo, habia demasiadas cosas que me faltaban por aclarar, pero no tenía cabeza ni tiempo en ese momento. Debía pararme firme y sin titubear.

Solté un suspiro.

—¿Lista? —preguntó Kennett.

Asentí.

Subí las pequeñas escaleras para quedar en el atril, que habia sido colocado cerca del muro memorial. Una pequeña lagrima bajo por mi mejilla, no tenía idea de cómo podría pararme con la seguridad que siempre lo hacía, pero a la vez sabía que esa era la única forma para que los que habían perdido a alguien, sintieran calor en su corazón.

La marcha de silencio inundó cada espacio de la base, logrando que mi pecho se hundiese un poco más cada que las trompetas sonaban. Las banderas de la IISMFCMO, FEMR y FEIC, ondeaban en lo alto, seguidas de todas y cada una de las banderas del mundo.

Miré hacía abajo, viendo la formación que habían tomado, al frente se encontraban los soldados que habían sobrevivido, algunos con los uniformes de gala y otros con ropa civil negra, unos con lesiones más graves que otros; detrás de ellos estaban las familias de los caídos, todos vestidos de negro, con alguna pertenencia de su familiar perdido.

—Todos los que estamos aquí perdimos a alguien, unos más que otros en una guerra que fue creada por la avaricia y egoísmo de personas que no tienen corazón. Mi padre, el gran ministro siempre dijo algo: el verdadero soldado no lucha porque odia lo que tiene delante, sino porque ama lo que tiene detrás—murmuré, tragando mis lagrimas—. Perdimos a cientos de soldados, soldados que eran inocentes en esta guerra. Todos tenemos dolor, todos queremos llorar y gritar por la ira que sentimos, porque aunque duele, todos sabemos que el sentimiento de ira en cien veces mayor...

>>Duele, pero usaremos ese dolor para honrarlos en su memoria. Los ministros nos enseñaron a levantar la cara en alto y pelear aunque nos quedemos sin armas y estoy segura, de que todos los que estan aquí, no se dejaran caer... Mi madre, la gran ministra siempre me dijo algo, Puedes llorar y desmoronarte, pero no debes dejar que el dolor te consuma, úsalo a tu favor y álzate para brillar. Hagamos eso, alcémonos y brillemos en honor a los caídos. Nos arrebataron a quienes más amábamos, tenemos permitido llorar, pero no lloremos demasiado tiempo, en su lugar... pongámonos de pie y hagamos pagar a los que hicieron esto. ¡Honremos a los caídos, camaradas y volvamos cenizas el mundo por ellos!

Miré los ojos de todos, el dolor se colaba en sus facciones pero pude ver algo más, esa ira y sed de venganza que siempre llega cuando se pierde a alguien, una ira que estaba segura sería capaz de volver llamas el mundo entero.

—¡Vuelen Alto, vuelen lejos! ¡Su ejército los honrara! —gritaron todas las tropas.

La marcha de luto volvió a sonar en cada punto de la base, logrando que la mayoría se soltara a llorar por el dolor calcinante que los consumía.

Miré el llanto de todos, me importaba un comino si verdaderamente en ese lugar se encontraba algún chivo expiatorio de Lombardi, quería que se grabara mi rostro mientras le declaraba la guerra, porque me aseguraría de poner mis manos sobre su maldito cuello y asesinarlo.

Bajé del atril y me acerqué al muro memorial para colocar una de las coronas de flores.

—Prometo...prometo que pagaran el daño que les hicieron, los haré sufrir como no tienen idea; suplicaran piedad, no me importa lo que tenga que hacer para eso—murmuré dejando un pequeño beso en la fotografía de mis padres y otro sobre la de mi hermano—. No te preocupes, mi amor... cumpliré la promesa de continuar y vengarte, cuidaré a Niall por los dos y te prometo que en otra vida, tú y yo estaremos juntos. Te amo... tres vueltas al universo a pasito de tortuga.

Miré la fotografía de Conall, tratando de sentir su presencia y calor. Recordando todas las veces en las que me acunaba entre sus brazos y me permitía ser débil porque él me protegía, pero en ese momento, me era imposible ser débil, no cuando mi ejército caía.

La ceremonia de luto continuo durante el resto del día, hasta que poco a poco se fue quedando vació el recinto de la base. Mi hermano insistió en que debía descansar, al principio no habia cedido, pero después de pensar las cosas, decidí darles un tiempo a mis pocas tropas para procesar el dolor y recuperar fuerzas.

Julia y Kennett me guiaron a una habitación, me dejé guiar mientras en mis brazos cargaba a mi pequeño Niall, quien seguía dormido por todo el cansancio. Me despedí de ellos y me encerré en la habitación.

Después de recostar a Niall, tomé una ducha con cuidado de no lastimar los puntos que nisiquiera había notado en mi torso. Parecía que mi cuerpo habia dejado de sentir, que todo se habia reducido a nada y lo único que habia en mi interior era un profundo sentimiento de venganza y odio.

Salí de ducharme y me dirigí al closet, donde Kennett me habia dicho podría encontrar ropa. Cuando miré la maleta, un nudo en mi garganta me impidió respirar con normalidad, era la maleta de Conall.

Con manos temblorosas la saqué de su lugar, saqué una de sus camisetas de entrenamiento y la coloqué sobre mi cuerpo.

Bajé la mirada, dispuesta a cerrar la maleta y regresarla a su lugar, pero una hoja llamo mi atención. Mis ojos se inundaron de lágrimas sin poder evitarlo y un el nudo de mi garganta se hizo más grande; habia una pequeña fotografía, Conall y yo estábamos sonriendo mientras nos mirábamos con profundidad y ese amor que nos caracterizaba, era de la noche en la que ambos nos habíamos pedido matrimonio, esa noche donde habíamos planeado nuestra vida, una vida juntos.

<<Lo perdí>>

En ese momento dejé que la debilidad se colara por mis poroso y me permití llorar. El llanto me inundo, no pude contenerlo más tiempo y me dejé llevar.

—Perdón, mi amor—murmuré—. Creo que no puedo ser fuerte todo el tiempo...

Me dejé llorar, me dejé caer, abrazando la foto en la que lucíamos tan felices. Preguntándome una y otra vez lo mismo.

<< ¿Por qué me enseñaste a vivir contigo, pero no a cómo vivir sin ti?¿Cómo debo decirles adiós si no quiero soltarlos? ¿Por qué me dejaste, mamá? ¿Por qué me dejaste, papá? ¿Por qué la vida es tan injusta? ¿Por qué se fue el amor de mi existencia?>>

La depresión del duelo es esa en donde los sentimientos de desesperanza te invaden, consumiendo toda tu vida en una tristeza inagotable al asumir de forma definitiva la realidad de la pérdida. El dolor del adiós causa una inacabable perturbación en nuestra vida, rompiendo todo lazo de sociedad.


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¿Qué les pareció este capítulo?

¿Estan listos para el epilogo?

¿Estaban preparados?

¿Qué creen que ocurra en el próximo libro? 

Holi! Muchas gracias a todos los que llegaron hasta acá, gracias por ser parte de las locuras de esta autora y por siempre estar aquí como parte de esta gran comunidad, créanme que el próximo capítulo los hará gritar de mayor emoción. 

Nos vemos en el epilogo la próxima semana y dentro de un par de semanas o por mucho dentro de un mes, nos leemos en el siguiente libro ¿Estan listos?

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