Capítulo 75.

Mi miedo.

"No es la muerte lo que un hombre debe temer. Debe temer que nunca empiece a vivir."~ Marco Aurelio.


A veces la vida nos concede momentos de tranquilidad que nos hacen saber que posiblemente sean los últimos que podamos disfrutar con plenitud, es un sentimiento que tenemos en lo más profundo de nuestro ser, sabemos de alguna u otra forma que debemos disfrutar ese momento porque puede ser el último y aunque eso es algo que pasa en la vida cotidiana, hay ciertas excepciones en las que el sentimiento es incluso más fuerte; ¿Es doloroso? Sí, porque no tienes idea de si es sólo un sentimiento o una advertencia de nuestro corazón.

Puede ser que realmente se trate de una advertencia, una simple jugarreta de nuestro sentimientos para hacernos ver que los momentos pueden acabarse así como llegan, sin embargo también puede que se trate de una verdadera advertencia hacia al futuro, algo que nos esté preparando para que en los momentos de mayor dolor los recordemos con plena gratitud.

Mi madre siempre me había dicho que debía disfrutar los pequeños momentos de felicidad por más joviales que parecieran, y con el tiempo yo misma había aprendido a seguir ese consejo, pues al estar tantas veces en la puerta de la muerte te das cuenta de que realmente los momentos podían acabar en cualquier instante y sería imposible recuperarlos y todo quedaría como un simple recuerdo. Eso era lo más doloroso de la vida, saber que disfrutabas momentos de real plenitud en donde sentías que tu vida estaba completa, para momentos más tarde darte cuenta de que fueron los últimos y que debías continuar con el recuerdo de ellos porque jamás regresarían.

Nunca había imaginado una vida en donde fuese una ama de casa, no desprestigiaba el trabajo de ellas porque incluso yo que hacía muy pocas cosas en mi hogar era un trabajo realmente agotador, pero simplemente no me veía encerrada en un lugar todo el tiempo. Tampoco me había visto jamás como la mujer de uno de los magnates empresarios que rondaban el círculo de mis padres, ser la esposa trofeo que se quedara en casa y sus únicas preocupaciones eran salir de shopping o a tomar un café con sus amigas. No, eso no era mío y estaba segura de que lo que sería si hubiese tomado algún camino de esos.

Mi madre, siempre me había dicho que yo era la más independiente de los trillizos, yo siempre quería hacer mi voluntad y no dejaba que nadie me mangoneara o me dijera qué era lo que debía hacer, no hablando en el ámbito académico o de entrenamiento militar, ahí yo sabía seguir órdenes y las cumplía al pie de la letra, sin embargo, fuera de allí yo siempre habia sido libre y no me gustaba que tomaran por nulas mis decisiones, eso me castraba completamente.

Además que en toda mi formación tanto académica como militar, siempre me habían dicho que yo era una líder nata, no necesitaba convencer a los demás de hacer lo que yo pensaba correcto, era como si todos me siguieran e incluso recordaba que en secundaria, uno de mis maestros habia dicho "Tú no eres rebaño, tú eres pastor", Refiriéndose a que no importaba si todo mundo seguía un camino, si yo consideraba que ese camino no era el correcto, tomaba la siguiente vereda y todos me seguían al darse cuenta de que mi intuición era más grande que la suya.

Yo siempre tomaba mi propio camino y siempre había tenido la filosofía de que yo iba a mi ritmo y no me iba a apresurar por complacer a los demás, nunca lo había hecho y nunca lo haría, incluso si me estaban presionando para contraer nupcias con el hombre que amaba, lo amaba y claro que quería permanecer el resto de mi vida a su lado, sin embargo no quería que fuese por simple imposición social, quería que fuera una decisión de los dos y solo de nosotros dos.

Conall me entendía, siempre lo hacía.

Conall era el hombre perfecto, tan perfecto que realmente estaba segura era único en la tierra. Incluso cuando yo tenía mis pequeños ataques de miedo y terror, él estaba ahí para abrazarme y darme calor.

Cuando no quería ver a nadie sintiéndome nuevamente vulnerable, él no me dejaba sola, en su lugar tomaba mi mano y me acompañaba por los rincones más profundos de mi mente. Cuando me sentía eufórica y queria gritar, me llevaba a la playa de nuestro hogar y me hacía coro en los gritos de alegría y felicidad. Cuando solo queria hablar, se sentaba conmigo sobre sus piernas frente a la chimenea y me escuchaba con atención, realmente interesado por lo que decía. Y cuando tenía un deseo incontrolable, él se encargaba de avivar ese fuego y a hacer que ambos nos consumiéramos por ello.

No tenía dudas con nuestro amor, esa no era la razón de mi negativa. Yo realmente quería casarme con ese hombre y poder formar una familia con él y su hijo, aunque sabía que yo no podría darle jamás un descendientes, sabía que Niall podía ser como mi hijo y siempre lo querría como tal.

Sin embargo, mi negativa se debía a que no quería que me hicieran menos por no tener un anillo en mi dedo, siempre había sido independiente y no quería que por no tener un hombre a mi lado me dijeran que era incapaz de regir a toda una organización militar, yo sabía quién era y de lo que era capaz, quizás no necesitaba que nadie me lo reconociera, pero para ser ministra eso era necesario, no podía tener una organización que no confiara en mi por no tener un anillo en mi dedo.

Aunque nunca había deseado ser ministra, al saber que mis padres se retirarían para volverse completamente ministros supremos del CMI, no iba a dejar que el poder de la organización de todos mis antepasados quedará en manos de alguien más y que posiblemente la convirtiera en un nido de criminales como solía ocurrir con las organizaciones militares Que pasaban a manos de personas que no estaban completamente seguras de tener un cargo realmente grande como lo era ser ministros.

Yo tenía claro lo que era ser ministro, no era pararse frente a una organización poner una cara bonita y no ensuciarse las manos, tampoco era sentarse en una silla y dar órdenes. Ser ministra implicaba hacer sacrificios tanto de mi vida personal como de mi vida profesional, debía adaptarme completamente a tener una vida llena de reuniones y también de planificación de estrategias en campo. También debería involucrarme en cada una de las misiones de los 3 ejércitos y tratar de brindar mi apoyo en cada parte del globo donde existiese una base de la IISMFCMO.

Ser ministra era un gran trabajo y yo sabía que lo era, y realmente no me preocupaba ello, sabía que era capaz de eso y más.

Abrí los ojos al sentir unos labios húmedos sobre mi cuello desnudo. Conall se encontraba hincado en la baldosa de la bañera, besando mi cuello como si fuese lo más sueve y delicado que jamás hubiese tocado, Sus pequeñas caricias me causaban completa plenitud, me hacían sentir amada y deseada de la misma manera.

Sonreí, al enfocar sus profundos ojos similares a la más preciosa tormenta.

—Escuché tus pensamientos hasta la habitación de Niall—murmuró.

—¿Tan fuertes son?

—Son un caos—aseguró besando mis labios en un rápido beso—. ¿ Qué es lo que te está preocupando?

—La elecciones—aseguré—. ¿Qué tal si no logro ganarlas y el poder queda en manos de Maxim? No me preocupa Oliver, sé que ambos queremos el mismo camino, pero lo que sugiere Maxim es hacer una dictadura liberal y nisiquiera estoy segura de que esos dos términos puedan ir juntos.

Conall soltó una pequeña risa, sin darme tiempo a decir algo, me levantó ligeramente y se unió a mi baño de burbujas.

—Tampoco estoy seguro de que esas 2 palabras puedan ir juntas—aseguró—. Sin embargo, de algo estoy completamente seguro, el ejército que es ahora la IISMFCMO, conoce lo que ha hecho el régimen que Oliver y tú quieren mantener, saben que esa es la única forma de que este ejército siga siendo lo que es y que permanezca en la cima. Oliver no tiene muchos seguidores porque no ha tenido muchas hazañas, pero es destacado en su ejército, Maxim ha ganado seguidores a base de mentiras y tú eres la favorita de todos, así que eso no debería preocuparte.

—¿Y qué pasa si sus mentiras pueden más que mi favoritismo?

—Entonces... creo que deberemos meter una queja al CMI y esperar a que los ministros lo aprueben para volver a las elecciones.

—Eres un tonto, estoy hablando enserio.

—Y yo también, mi amor—murmuró besando mi hombro desnudo—. Tengo plena fe en que el ejército decidirá bien a quién quieren como líder, no son tontos y saben que las promesas que está haciendo ese idiota son sólo puras mentiras, tú les has hablado con la verdad en todo momento y en la mañana que cheque las encuestas, tú estás por encima por lo menos un 70% de votos.

—Creí que dijiste que esas cosas eran de socialistas—me burlé.

—No cuando mi novia está en primera fila de las encuestas y todo mundo admira su precioso rostro en una fotografía.

Solté una pequeña risa, recargando mi cabeza sobre su pecho.

—Entonces tendría que estar tranquila porque mi novio está al tanto de que soy la favorita para ser la ministra—murmuré.

—Por supuesto que deberías estarlo—aseguró con una sonrisa—. Deja de preocuparte por esas cosas y disfrutemos de nuestras ultimas horas juntos.

—Lo haces sonar como si fuéramos a la guerra—murmuré.

—Será toda una guerra estar sin ti—aseguró.

—Deberías escribir poemas—murmuré riendo.

—Me pongo romántico y arruinas mi romanticismo, Keylani—gruñó, dejó una pequeña mordida sobre mi hombro derecho y no pude evitar reír—. Quizás lo que necesitas es que te traté como la muñequita perversa, caliente y deseosa que eres.

Su mano que se encontraba reposando sobre la bañera, rápidamente se colocó sobre mi intimidad, no necesitaba mucho para encenderme al tenerlo tan cerca, era realmente fácil calentarme al tenerlo a centímetros de distancia.

No fue necesario hacer mucho para que mi cuerpo quedara sobre el de él, siendo manejado a su antojo, dándome un placer tan indescriptible que me sentía derretir completamente por la deliciosa y perfecta sensación de tenerlo dentro de mí y escucharlo jadear mi nombre. Era completamente perverso como podíamos terminar en segundos uniendo nuestros cuerpos y jadeando de placer.

Nuestra liberación llego explosivamente, quedando completamente agotados dentro del agua que olía a fresas y sexo, un olor realmente delicioso y perfecto. Ni siquiera fue necesario que alguno de los dos dijera una palabra para complementar lo que habíamos hecho, Conall me sacó de la bañera y me ayudo a enjuagarme bajo la deliciosa y fresca caída de agua de la ducha.

Terminamos esa deliciosa ducha y nos vestimos a conjunto para poder ir a la maravillosa cena que mis padres habían organizado, quizás no estábamos en un país relacionado a Estados Unidos o un lugar en donde se celebrase el día de acción de gracias, sin embargo era como una tradición que habían adoptado después de mi supuesta muerte y no pensaba negarme a pasar un tiempo hermoso con mi familia y amigos, me has considerando que la vida era demasiado corta como para pensar en desperdiciar momentos que podíamos permanecer juntos.

Quizás cuando era niña nunca lo habíamos celebrado con una cena como tal, una cena en donde existían amigos y familia era algo más interno, una cena un poco más especial en la que nos reuníamos alrededor del gran comedor del castillo y dábamos gracias por lo que teníamos, solo mis hermanos y mis padres.

Mi madre siempre había dicho que dar gracias de vez en cuando era lo que nos mantenía humildes nos daba más bondad en el corazón, normalmente esa palabra es algo efímero, que no tiene mucho significado más allá que agradecer porque se da algo, sin embargo el día de acción de gracias significa algo más, es compartir con las personas que amas y agradecer que tienes una vida y todo lo que esa vida te brinda. Quizás es lo que lo hace perfecto y único.

Esa noche no éramos militares, mis padres no eran los ministros más temidos del CMI, yo no era una candidata y mis amigos y familia no eran generales, coroneles o capitanes, éramos solo nosotros, una familia que se reuniría para dar gracias por todo lo que tenía.

Me vestí con un hermoso vestido color crema, con una preciosa abertura en una de las piernas y mangas estilo princesa medieval. Era hermoso, pero tenía un hermoso toque de sencillez, a pesar de que tenía varios diamantes decorando la falda, era sobrio y elegante.

Conall vestía un traje del mismo color, me gustaba que combináramos de vez en cuando nuestros atuendos sin que fuesen impuestos por mi representante de campaña o mi tío Lui, nos gustaba vestir a conjunto para que nos vieran.

—Te queda perfecto el color crema—murmuró, abrazándome desde la espalda.

—A ti también—murmuré, tratando de alcanzar sus perfectos labios—. Te ves como un pastelito...

—Estas ganándote varios castigos, muñeca—gruñó.

—Qué bueno que no podrás dármelos hasta que regrese de la misión.

—No cantes victoria, amor—murmuró risueño—. Siempre puedo decirles a los ministros que te tengo una sorpresa y te necesito libre hasta las doce del mediodía de mañana.

—Como si te atrevieras—reté.

Conall me miró con una sonrisa de lado y pude darme cuenta de que no habia elegido las palabras correctas, Conall era competitivo como yo y un reto lo tomaba como algo personal, sin embargo, no pensaba enmendar mis palabras, porque de cierta manera queria que lo hiciera para pasar una noche muy placentera a su lado.

No dijimos mucho después de eso, ambos salimos de nuestro hogar tomando las manitas de Niall, que vestía un traje del mismo color que nuestros atuendos, se veía hermoso y debía aceptarlo, para Niall estar en la academia habia sido algo magnifico, seguía siendo nuestro pequeño niño alegre, ese que disfrutaba hablar durante horas de su película favorita y que amaba jugar en los charcos de agua con su padre o el que disfrutaba que yo leí leyera cuentos al dormir, sin embargo, a pesar de ser pequeño, parecía desarrollarse con gran velocidad, tanto que parecía haber crecido diez centímetros en dos meses.

Nuestro pequeño gran valiente. Ese era Keyniall, El Niño que seguía sonriendo y a la vez era tan valiente que era capaz de enfrentar a los matones de la academia por sí mismo, sin siquiera mencionar que era nuestro hijo o que sus abuelos eran los mismísimos ministros de la IISMFCMO. Era un niño realmente valiente que aprobaba cada uno de los ejercicios que se le ponían, incluso había superado a toda su clase que estaba 3 años mayor que él y a su corta edad de dos años y tres meses, comenzaba a hablar un tercer idioma, el Ruso. Era todo un bebé prodigio.

—¡Mami! ¡Estamos de gemelos!

—Cierto, mi amor. Es toda una coincidencia—aseguré.

—¡Si! —chilló.

Sería una cena prácticamente privada únicamente para nuestra familia y amigos más cercanos, a ella asistirán todos mis tíos y mis primos, además de mis mejores amigos que en su mayoría eran los capitanes de mi ejército, incluso habíamos invitado a Nick y Mik, quienes se habían convertido en parte de esa gran familia. Conall, había invitado a su padre y a su abuelita, después de todo, ellos también habían estado incluso desde antes.

Era una fiesta pequeña pero en la vez grande, estábamos todos juntos reunidos como una gran familia que aunque no compartíamos sangre, pero compartíamos el amor, una de las grandes valores que caracterizaba a toda mi familia o como mi tío Avery nos había bautizado desde que tenía memoria, el gran Clan Kim Rossi, pues si no fuese por mis padres, no existiría una unión tan grande.

Llegamos al castillo después de media hora de camino, Niall parecía realmente fascinado con la casa de sus abuelos, pues en cuanto Kris estaciono en parking, Niall saltó del auto para correr hacía los grandes jardines del castillo. Solté una pequeña risa, al ver que mis mascotas lo recibían con alegría, al estar pasando más tiempo en la base que en casa, dejábamos que Tikka, Persi, Hades y sus crías se quedaran en el castillo, ahí, Denis, El hombre de mayor confianza de mi padre y lo más parecido a un mayordomo, podía cuidarlos y darles toda la atención al igual que a los animales del establo.

Solté una pequeña risa, al ver que mi madre lo recibía con los brazos abiertos, lo cargó y le dio vueltas en el aire, haciéndolo girar en su propio eje, el niño soltó varias carcajadas llenas de alegría y mi padre al escucharlo salió apresurado, para seguirle en juego de mi madre. Una oleada de nostalgia me impacto, sí, ellos amaban a Niall como su nieto, pero me dolía saber que yo jamás podría darles un nieto, jamás vería sus rostros llenos de ilusión al cargar a un hijo de mi sangre.

—Deja de pensar en eso—susurró Conall.

Tomó mi mano y la llevó hacía sus labios, él parecía tener una extraña habilidad para leer mis pensamientos, era como si pudiera ver a través de la mascará que mostraba para que no me afectara nada, él sabía lo que sentía, las ganas que tenía de ser madre y lo que me dolía no poder serlo.

—¿Cómo...?

—Te conozco—murmuró—. Tus ojitos se llenan de lágrimas, tu respiración se agita e inconscientemente llevas las manos a tu vientre—aseguró.

—Yo... siento que...

—No—murmuró—. No eres más ni menos mujer, tampoco te van a rechazar por ello, tus padres y toda tu familia te aman por otras cosas, no te señalan por no poder tener hijos...

—Pero...

—No te tortures con eso, amor—susurró—. No importa lo que tengamos que hacer, te prometo que lograremos algún día tu mayor sueño...

—Es imposible, Conall. Mi vientre es como una bolsa perforada por mil balas, mi tío lo dijo, es imposible albergar vida...

—Es día de acción de gracias—murmuró—. Hace un año agradecí haberte conocido y secretamente, le rogué a Dios por que estuvieras viva y a mi lado. Bueno, parece que logró escucharme, porque un año después, estas aquí, sosteniendo mi mano mientras entramos a la cena en la casa de tu infancia...

Traté de aguantar las lágrimas que amenazaban con salir de mis ojos, tenía tantas ganas de llorar que realmente me era imposible poder controlar todas las emociones que se albergaban en lo profundo de mi ser.

—Gracias por amarme, incluso si...

—No te atrevas a decirlo—gruñó.

Miró en dirección a mis padres, quien parecían haber dejado de lado los juegos con Niall y se habían centrado en nosotros, Conall les hizo una seña hacía la parte de atrás del castillo, donde el jardín conectaba con la playa. Mi padre asintió y antes de que pudiera pensar en negarme, Conall me guio por el jardín, sosteniendo mi mano con delicadeza aunque parecía fúrico por las palabras que habían querido salir de mi boca.

—¿Qué hacemos aquí? —pregunté cuando llegamos al punto donde terminaba el sendero de roca y solo habia arena blanca por todas partes y las olas chocaban en la costa.

—Los zapatos, ahora—ordenó.

Lo miré por un par de segundos y no hice ninguna pregunta, él sabía el impacto que sus órdenes tenían en mí, yo era capaz de rendirme completamente a sus pies con una simple orden. Me deshice de los pequeños tacones de no más de tres centímetros y vi que él se quitaba también los zapatos perfectamente amoldados a sus pies.

Cuando ambos quedamos descalzos, tomó mi mano y me llevó sobre la arena tibia, aun no anochecía, pero el atardecer se encontraba cercano y era uno de los momentos que más me gustaban del día cuando me encontraba en el castillo, el atardecer se veía magnifico desde esa parte de la costa.

—¿Por qué estamos aquí? —murmuré cambiando la pregunta.

—Porque necesitas entender algo—murmuró—. Vamos a estar separados durante por lo menos tres semanas, no quiero que tengas las inseguridades que tienes ahora respecto a que no puedes ser madre.

Lo miré por un par de segundos. Conall no era el chico que se sentaba a consolarme cuando queria autodestruirme y autosabotearme, no, él era el hombre que me empujaría hasta llegar a mis limites, me haría quebrarme y después me ayudaría a reconstruirme. Conall podía abrazarme en mis largas noches de vela y hacerme sentir mejor después de una pesadilla en donde temía por su vida, pero cuando consideraba que dejaba de ser una liberación y se convertía en un destrucción para mí, me obligaba a salir de ese pozo y empujaba mis limites hasta que me quebrara y yo misma me sanara, sin embargo, no soltaba mi mano en ningún momento, así como me hacía cenizas me ayudaba a renacer como un fénix.

—Siéntate—ordenó.

—Traigo vestido—me quejé.

Conall achino los ojos y antes de que pudiera volver a reclamar, de dejó caer en la arena y me dejo sobre sus piernas, protegiendo mi vestido de la arena pero manteniéndome a una escasa distancia de él, seguramente queriendo que estuviera completamente tranquila sobre él y no quisiera huir para evitar sus palabras.

—¡Conall! —chillé.

—Nada de Conall—gruñó—. Guarda silencio y piensa en lo que ibas a decir.

—No soy una jodida niña que puedas castigar con la ley del hielo y hacerla reflexionar sobre lo que estaba a punto de decir—gruñí.

—Pruébame—contestó—. Habla como perico si no quieres guardar silencio, pero quiero que pienses en lo que estabas a punto de decir y te des cuenta de lo ridículo que suena y no, no estoy restándole importancia, sé el temor que tienes y por lo mismo quiero hacerte entender que solo es eso, un temor.

—Conall—murmuré.

—O hablas todo o te pongo una mordaza para que no hables hasta que yo quiera ¿Está claro, muñequita?

Lo miré por un par de segundos, sintiendo que a nuestro alrededor se construía una burbuja en la que solo estábamos nosotros dos, Conall y Keylani, no la general y el coronel, no la candidata a ministra y el posible ministro si contraíamos matrimonio, tampoco el dominante y la sumisa, solo éramos nosotros y un futuro incierto, al que ciertamente le tenía un gran pavor.

—Tengo miedo—murmuré, sintiendo esa atmósfera de seguridad en la que podía destruirme, quebrarme y volverme cenizas, porque estaba segura de que Conall me ayudaría a reconstruirme—. Tengo miedo a un futuro, tengo miedo a quedarme sola en la tierra porque tú decidas que no quieres a una mujer tan defectuosa como yo, tengo miedo de ser rechazada por ser infértil y también tengo miedo de no ser capaz de vivir el resto de mi vida sabiendo que en mi vientre pude llevar al fruto de nuestro amor—hablé tan rápido que no estaba segura de que él me habia entendido.

Conall me estrechó en sus brazos, acorralándome entre la fortaleza que siempre me brindaba y haciéndome sentir realmente amada aunque sentía que mi mundo se derrumbaba al hablar por primera vez de esa inseguridad sin morderme la lengua.

—Eso no es todo—susurró sobre mi oído—. Hay más....

—Te odio—susurré.

—Lo sé, amor—contestó acariciando mi cabello—. Pero quiero que lo digas, quiero que saques eso que te está consumiendo desde hace meses, no quiero que te quiebres cuando estemos a cinco mil kilómetros de distancia y no pueda estrecharte entre mis brazos...

—Tú quieres hacerme llorar en el día de acción de gracias—gruñí.

—Probablemente—aseguró—. Pero ese es mi trabajo.

—¿Hacerme llorar?

—No—negó—. Keylani, no quiero torturarte haciendo que me digas tus miedos o los motivos por los que te levantas llorando y abrazándome todas las noches desde hace dos meses, no quiero que te quiebres frente a mi porque es un dolor enorme ver como el amor de mi existencia se derrumba, pero tampoco quiero que los temores, los miedos y el dolor en tu corazón siga torturándote día y noche, no quiero eso, porque se lo que eso puede causar, asi que habla, no importa lo que digas, solo hazlo.

Tomé un largo suspiro, enfoqué sus hermosos ojos color tormenta y todo mi mundo se sintió pequeño, él era mi mundo y nuevamente los temores que me habían acompañado salían a la luz, no solo era el hecho de que queria ser madre y formar una familia con él, eran también las malditas pesadillas donde siempre lo terminaba perdiendo, donde no importaba que tan rápido corriera o cuantas balas tratara de recibir por él, siempre una terminaba en su entrecejo y sus ojos se tornaban sin vida.

Sentí que una lagrima comenzaba a bajar por mi mejilla y como cada vez que mis sentimientos estaban tan revueltos que la única manera de sacarlos era llorando, Conall se apresuró a atrapar la lagrima.

—Tengo miedo—susurré—. Y tú pareces disfrutar verme llorar...

Presté atención a su dedo mojado por mi lagrima, como si fuese lo más interesante de la tierra, Conall colocó ese mismo dedo por debajo de mi barbilla y me hizo mirarlo. No dejando que me encerrara en la autocompasión destructiva.

—No soy sádico, amor—murmuró—. No disfruto de tus lagrimas si no son por placer, pero no quiero que te encierres, no estuve contigo cuando estuviste en el punto más bajo de tu vida, así que quiero ser parte en este momento...

—Conall...

—Amor, no importa lo que sea—murmuró—. Lo único a lo que le tengo miedo es a perder tu brillo, así que dímelo, pero no te lo guardes ¿Sí?

Asentí.

—Tengo miedo a perderte—murmuré—. Tengo miedo a que desaparezcas de un día para otro, que no importa que ten rápida sea que no pueda protegerte—susurré.

—¿Tienes miedo a que me hagan daño? —preguntó y asentí.

—Eres mi debilidad—susurré—. Tú y mi familia son mi debilidad, pero tú lo eres más, si te pasa algo... mi vida se convertiría en solo oscuridad y tengo miedo de no poder protegerte, de no ser rápida para evitar que una bala impacte en ti o no ser lo suficientemente inteligente para encontrarte si te llego a perder... yo...

—Hey—murmuró, tomó mi barbilla para que lo mirara—. La única que puede hacerme daño eres tú, amor.

—Eso es una mentira—murmuré—. No eres aprueba de balas y todo el tiempo estamos en una guerra constante... ¿Qué pasa si un día no puedo interponerme entre una bala y tú? ¿Qué pasa si no puedo quemar el mundo por ti?

En un rápido movimiento y como si no estuviese usando un vestido que comprimía todo mi cuerpo, me giró para que quedara sobre su regazo, con las piernas rodeando sus caderas y su pecho chocando con el mío. Su rostro a centímetros del mío y sus penetrantes ojos grises mirándome con esa hambre que me hacía sentir ensordecida.

—Amor—murmuró tomando mis manos entre las suyas—. Jamás se te vuelva a ocurrir interponerte entre una bala y yo, porque tu sacrificio no valdría nada, yo no sería capaz de volver a vivir sin ti... así que no importa si me acribillan a tiros, no quiero que vuelvas a interponerte entre una bala y yo.

—Tú tampoco—murmuré—. Si una bala va a mí, deja que me dé y no te interpongas en ella.

—No vale conmigo, amor—murmuró besando a punta de mi nariz—. Tú ya te interpusiste frente una bala, ahora me toca...

—No seas idiota, no es una competencia

—¿Idiota? —preguntó con una sonrisa mientras acunaba mi rostro—. Me gusta ser un idiota enamorado de mi preciosa muñequita de ojos verdes y seré idiota cada vez que tenga que ponerte a salvo, así que más te vale que no te pongas frente a ninguna bala, porque yo me pondré frente a dos.

—¡Conall!

—¿Qué te parece si hacemos un trato? —preguntó.

—¿Cuál? Tus tratos siempre involucran que mi culo terminé rojo...

—Puede ser—aseguró—. Pero hablo en serio... hagamos un trato en el que ninguno de los dos va a sacrificarse por el otro, pero que ninguno se pondrá en ese peligro.

—Somos soldados y...

—Lo somos—murmuró—. Pero siempre podemos evitar los enfrentamientos para no salir dañados ninguno de los dos... así que creo que deberíamos hacer una doble promesa, ninguno de los dos se sacrificara por el otro, siempre y cuando el otro no se ponga en peligro deliberadamente... si lo hace, el otro tiene permiso de azotar el culo del otro.

Solté una pequeña risa, sabía que hablaba enserio, pero que su chiste era para que yo no me pusiera a llorar como una magdalena, era cierto que por algún motivo, tenía explosiones de sentimientos muy a menudo, algo que habia logrado controlar tiempo atrás, pero que habia despertado por algún motivo, quizás al sentirme segura y amada en los brazos de mi hombre.

—Es la idea más tonta que has tenido—murmuré—. Tengo permiso para azotar tu culo cuando quiera.

—En eso te equivocas, muñeca, yo soy el que tiene ese permiso—murmuró riendo, pero pronto cambio su expresión a seriedad—. Dejemos los azotes de lado, prometamos que ninguno de los dos se va a ponerse en peligro o que se va a atravesar en balas que van directo al otro...

—Entonces también hagamos otra promesa—murmuré—. Qué no seremos Romeo y Julieta, odio esa historia. Si uno de los dos falta, el otro debe continuar y agregar algo a las fases del duelo, la venganza.

—Muñequita, no sabía que eras vengativa...

—Lo soy si se meten con lo que amo—murmuré.

Me abracé a su pecho con fuerza, tratando de no llorar.

—Bien, entonces hagamos esa triple promesa, no peligro, no héroes y no Romeo y Julieta.

—Una más—murmuré.

—Dilo, amor—murmuró besando la punta de mi nariz.

—Si alguna vez dejamos de amar al otro, no importa lo que nos até, lo diremos y nos separaremos de forma civilizada, sin engaños o infidelidades...

—Mi amor—murmuró—. Primero me corto las bolas antes de serte infiel...

—Eso...

—Déjame terminar, muñequita parlanchina—murmuró callando mi parloteo con un beso—. Yo te elijó cada mañana, incluso cuando creí que habías partido de este plano terrenal, yo te seguía eligiendo una y otra vez, cada mañana, cada ocaso y cada madrugada, te elegia una y otra vez a ti, no habia nadie más en mi vida, no habia luz sin ti y lo único que habitaba en mi alma eran mis demonios y mi oscuridad, sin embargo, te seguía eligiendo en todo momento, deseando que estuvieras a mi lado al despertar. Ahora que te tengo, te elijo a cada segundo del día, antes de pensar en alguien o incluso en mí mismo, pienso en ti sobre todas las cosas, hace 1 año pedí un milagro de que estuvieras conmigo una vez más y ahora te tengo aquí entre mis brazos, hace 1 año creí que jamás volvería a verte, que tendría que envejecer solo, porque jamás podría amar a nadie como te amo a ti, porque eres todo lo que necesito en mi vida, todo lo que me hace sentir bien y por eso te elijo cada mañana al despertar, cada noche al acostarme a tu lado y cada madrugada cuando buscas mi calor. Como te lo dije el otro día, decir te amo suena demasiado vacío para todo lo que siento por ti, descendería al infierno, muñequita y lo volvería cenizas una y otra vez sí eso te mantuviera feliz.

—Amor...

—Me vuelves completamente loco, me cortas la respiración cada que tu sonrisa ilumina toda mi vida, eres tú la mujer que amo y te amaré por el resto de mis días, no, no de mis días porque esta maldita vida es demasiado corta para amarte sólo en ella, es demasiado corta para limitar esto que siento por ti, la descripción perfecta o las palabras que podría poner en mi boca para decir cuánto tiempo quiero pasar a tu lado, es toda la eternidad. Porque eso eres tú, eres el amor de mi eternidad y de mi universo completo. Cuando llegaste a mi vida como un torbellino, dejó de ser mi vida y pasó a tus manos completamente, así que muñequita, tú eres la única capaz de arrebatarme la vida así como eres capaz de devolvérmela.

A ese punto mis lágrimas eran incontrolables, seguramente no era lo mejor llorar en día de acción de gracias, sin embargo todas las emociones que albergaba en mi corazón, se desbordaban al escuchar salir esas hermosas palabras de los labios de mi novio, del hombre que tanto amaba y que tanto quería permanecer a su lado.

—¿Aunque no pueda darte hijos? ¿Aunque no pueda protegerte y...?

—Te amo a ti, Keylani Kim, no lo que "puedas darme"—murmuró tomando mis mejillas—. Te amo a ti y sólo a ti. Y estoy dispuesto a volver cenizas a todo el infierno.

Esa declaración era perfecta, porque se sentía como si no importase absolutamente nada más a nuestro alrededor, sólo el amor que nos teníamos el uno al otro y que jamás nos cansaríamos de profesarnos, no importaba si existían 1000 tormentas que ponían acabar con nosotros, si estábamos juntos era seguro que podríamos romper cada una de las barreras que nos impidieran ser felices.

Sólo éramos nosotros, sólo Conall y Keylani, dos amantes que estaban dispuestos a volver cenizas el infierno y poner de rodillas a todo el universo. Sólo nosotros, los que se amaban y querían permanecer toda la eternidad juntos.

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