Capítulo 72.

Muñequita.

"El deseo, como el átomo, es explosivo con la fuerza creativa."~ Paul Vernon Buser


La vida muchas veces nos pone piedras en nuestro camino, pero tenemos dos opciones tomarla y alejarla de nuestro caminar o dejar que nos haga tropezar una y otra vez. La vida humana es realmente interesante, podemos estar bien un día pero todo se puede ir al carajo de un momento a otro, quizás eso es lo que lo mantiene menos turbio.

Siempre había creído que la vida humana era frágil y delicada, donde existe un ligero hilo que al estirarse demasiado podía romperse y agotar toda posibilidad de vida, quizás era demasiado fantasioso mi creer, pero era algo real que ocurría día a día, porque no teníamos idea de cuándo ese hilo alcanzaría su máxima elasticidad y terminaría por quebrantarse, dando una nula posibilidad de cambiar las cosas.

Mi madre también tenía esa creencia, ella había estado tan abajo en el fondo de la desgracia, que siempre nos había inculcado el hecho de que debíamos disfrutar las cosas por más pequeñas que fueran pero que tampoco deberíamos conformarnos con ello, si queríamos una buena vida teníamos que luchar por tener una buena vida, si queríamos tener un carro de lujo, debíamos trabajar para tenerlo. No debíamos conformarnos con ganar solo para ello sino también para mantenerlo y mantenernos a nosotros mismos.

Siempre había admirado a mi madre, ella no se había dejado vencer por más golpes que le había dado la vida, siempre se había levantado con la cara en alto a pesar de que el dolor en su interior a veces fuese insoportable. Mi madre era el mayor ejemplo a seguir que tenía, ella se había levantado a pesar de que la habían pisoteado de las formas más crueles y viles posibles, había tomado su dolor y lo había concentrado en éxito.

Mis dos padres eran un ejemplo de vida, sin importar absolutamente nada, jamás habían bajado la mirada por más cruel que estuviese la tormenta que los azotaba, ellos habían tomado al toro por los cuernos y lo habían domado para que nos les jodiera la vida. Primero lo habían hecho por separado, tratando de superar el dolor y los miedos que los consumían y después, habían unido fuerzas para no dejarse vencer incluso cuando la vida se aferraba en joderlos, se habían sujetado al otro y habían superado cada obstáculo que la vida les ponía.

Siempre quise algo así y lo habia encontrado. Quizás a eso se debían los celos que me azotaban cada que alguien se atrevía a acercarse a mi novio o el dolor en mi pecho cada que estaba lejos de mí. Conall se habia convertido en mi mayor seguridad, en mi lugar seguro y el refugio de mi corazón atormentado.

Realmente me sentía culpable por reclamarle cosas de las que yo era consciente no tenía mínimo derecho de reclamar, no era que me arrepintiese de lo que había ocurrido en mi pasado con Arniel y él, sin embargo no podía evitar que de cierta manera me sintiese culpable por no ser capaz de afrontar que otras mujeres lo miraran. Era un sentimiento realmente profundo y horrible saber que otras mujeres ponían sus ojos sobre mi hombre, me llenaba de rabia y quería hacer cosas que jamás creí capaz de desear.

Debía sentirme completamente enferma por eso, me amaba y me lo demostraba cada minuto; no era que tuviese alguna especie de inseguridad, pero lo quería solo para mí sin importarme absolutamente nada más. Sí, en definitiva necesitaba un psiquiatra.

Recordaba que la psicóloga que me había atendido en mi rehabilitación después de mí no deseada drogadicción me había comentado que después de una adicción que se tiene a un veneno tan fuerte como el que me había sido inyectado, es normal para el cerebro desarrollar ciertas adicciones a otras cosas que causan placer o liberación de dopamina.

Quizás no era lo más sensato creer que esa era una especie de adicción, aunque quería engañarme, sabía que incluso antes de todo lo ocurrido yo me sentía igual de posesiva que en ese momento, estaba jodida y lo sabía, amaba a ese hombre y lo queria solo para mí, sin importarme que para ello el mundo tuviese que arder.

Caminé hasta ponerme a la altura de Conall, no habíamos tenido una gran discusión, sin embargo me sentía completamente tonta por haberle reclamado algo tan estúpido, confiaba completa y plenamente en él, pero aun así me sentía jodidamente celosa saber que los ojos de otra mujer habían estado sobre mi hombre.

<<Que jodida hipócrita eres, Keylani Kim>>

—¿Estas lista? —preguntó.

Tomó mi mano y la guío hacia sus labios.

Esa pequeña acción no debía despertar muchas cosas en mí, sin embargo lo hacía, despertaba un jodido deseo que si cualquier experto en el tema fuese consciente de ello, seguramente me clasificaría como una completa depravada y una jodida ninfómana. Su tacto me causaba tantas cosas que era imposible poder ponerle nombre a todo lo que me hacía sentir.

Mi cuerpo vibraba con su toque, mi mente dejaba de procesar información y algo más se mojaba aparte de mi jodida boca que deseaba besarlo.

<< ¡Keylani! ¡concéntrate!>>

—Es su turno, chicos—murmuró Magali —. Lúzcanse allá afuera...

Antes de poder salir, vi a Lizeth caminando por los pasillos de los camerinos, me lanzó una pequeña sonrisa y se alejó, seguramente siguiendo a Archie. Miré a Conall, tratando de concentrarme, por una parte me sentía condenadamente celosa y en un grado de posesividad rayando incluso en lo enfermo, pero por otra parte estaba tan jodidamente excitada que queria arrancarle la única prenda que lo cubría y...

<< ¡No, Keylani mala!>>

Me regañé a mí misma al darme cuenta del rumbo de mis pensamientos. No tenía idea de lo que me ocurría, era como si lo necesitara de repente para marcar territorio, como si algo dentro de mí me exigiera saber que él estaba a mi lado y que era sólo mío.

Conall me dio una sonrisa ante mi silencio, no dijo mucho, volvió a dejar un beso sobre mis nudillos y se alejó cuando las luces se apagaron completamente, Oscar y Erick lo ayudaron a subir al andamio y desapareció de mi campo de visión.

—Chica—llamó Magali antes de que entrara—. Después del Show, ve al privado 1707, ahí te esperara tu cliente.

—Gracias—murmuré.

—Suerte—murmuró con un guiño.

Se alejó de mí, dejando que me concentrara un poco en los pequeños goteos del agua que caía simulando la lluvia y aumentando la intriga del público. Caminé hasta el centro del escenario y me dejé caer de rodillas, haciendo una pose demasiado incomoda pero sensual, curvando mi espalda hacia atrás y estirando mi brazo derecho sobre el piso, como si quisiera alcanzar algo con la punta de mis dedos.

La suave melodía de Earned It, inundó cada parte del club, la música hacía vibrar el escenario bajo mi cuerpo, demostrando la magia de la música y el deseo que explayaba en cada nota. El agua comenzó a caer con pequeñas gotas, mojando mi cuerpo y mostrando el dulce tono blanquecino de mi piel.

Las luces se encendieron y me enfocaron perfectamente, mostrando a todo mundo mi cuerpo prácticamente desnudo, cubierto por únicamente la tela de la lencería de seda blanca que cambiaría de color conforme a la temperatura del agua. En cada cambio de nota realizaba un movimiento sutil pero que determinaba desesperación, según lo que nos habia dicho Magali, montaríamos una coreografía que determinaba una especie de negación al placer, la desesperación del deseo y la consumación del acto.

Escuchaba suspiros y jadeos excitados de las personas cercanas al escenario, pero trataba de no pensar en ello. Me concentraba más en las personas que podían estar realizando algún acto ilícito dentro de establecimiento, no se veía nada a primera vista, pero mi equipo se movía a de un lado a otro, en búsqueda de traficantes.

Incliné mi cuerpo hacia atrás, haciendo una especie de arco con la espalda y dejando que el agua aterrizara sobre mi abdomen y las gotas se deslizaran por el valle de mis pechos. Estaba tan perdida en la búsqueda de algo, que no me di cuenta de mi hombre, quien descendía hermosamente en una danza de telas, dejándose guiar por la música.

Las mujeres explotaron en gritos cargados de deseo y no pude evitar sentir celos, alguien más estaba viendo a mi hombre casi desnudo, como yo lo tenía siempre para mí. Bufé frustrada, una cosa era que lo vieran bailarinas profesionales y una muy diferente a mujeres con las hormonas alteradas y ambas situaciones habían ocurrido en menos de una hora.

Aterrizó justo sobre mi cuerpo arqueado, dibujando su sonrisa perfecta, esa sonrisa que solo yo era capaz de ver. Me deslicé por debajo de sus piernas, siguiendo la coreografía que habíamos ensayado una y otra vez, me levanté de un solo tirón, tratando de escapar como lo habíamos ensayado.

Su mano se posó por detrás de mi cuello, obligándome a detenerme y a girarme hacía él, logrando que nuestros rostros quedasen a centímetros de distancia. Me resbalé por su cuerpo, sin despegar la mirada de sus ojos, viendo como las gotas de agua resbalaban por su perfecto cabello. Realmente podía acostumbrarme a ver su cabello de ese precioso color.

Una vez más, tomó mi cuello por atrás y me obligo a ponerme de pie, continuando con la danza de escape-seducción. Nuestro cuerpos se movían a un solo compas, dejándose llevar por la música y perdiéndonos en la melodía, mientras nuestros ojos se conectaban con esa lujuria que nos caracterizaba. Realmente se sentía esa química sexual a nuestro alrededor, parecía que ambos estábamos completamente deseosos de sexo totalmente desenfrenado, lleno de salvajismo y cargado en deseo, como si la tensión sexual creciera en cada encuentro.

Conall se deslizó por mi cuerpo, simulando pasar su lengua por todo mi cuerpo, logrando que un jadeo involuntario saliera de mis labios. Cuando creía que por fin tocaría mi cuerpo como si estuviéramos completamente solos, me alzó en sus manos, haciendo una vuelta perfecta para ponernos de pie a ambos.

Me dejé llevar por la música, danzando al mismo son que mi hombre. Conall tomó mis caderas y me elevó por los cielos, dejando que tomara las telas de donde él había descendido. Me sentía hipnotizada por él, de repente todo a mi alrededor dejó de tener sentido, mientras él bailaba y se movía de un lado a otro, tal como si estuviéramos en un jodido juego de seducción.

Siguiendo la coreografía, me deslicé por las telas, dejando que mi cuerpo aterrizara con delicadeza sobre el suelo. Mientras él se movía hipnóticamente por el escenario, deslizándose cerca de mi como un animal en caza. Se colocó a la altura de mis pies y fue escalando, dejando besos por todo mi cuerpo, quizás no notorios para el público pero si para mí.

Ardía como un jodido fuego y él lo sabía, me estaba demostrando lo mucho que me deseaba y me amaba sin decir una sola palabra.

Cuando la melodía termino, Conall estaba sobre mi cuerpo, jadeando y cubriéndome completamente, mirándome con esos ojos cargados en deseo, de repente, todo coraje desapareció, no importaba si habíamos discutido minutos atrás, lo único que deseaba era volverlo a tener entre mis piernas, pero no se lo diría.

Me habia puesto condenadamente celosa y en ese momento, en el que se alzaba sobre mi cuerpo como una bestia dispuesta a devorar su presa, mi entrepierna vibraba por tenerlo dentro, lo deseaba de una manera loca y estaba segura de que podía mandar a la jodida todo mi autocontrol y profesionalismo en las misiones. Queria marcarlo como mío, no me importaba una jodida mierda.

Todo el público explotó en aplausos, haciendo que mi mente aterrizara y se esclareciera. Me descubrí a mí misma, jadeando excitada, con mis piernas rodeando la cintura de Conall y su erección tocando mi jodida y mojada intimidad. No era malo desearlo, era mi novio, pero aun así era jodido excitarme en medio de una misión de carácter importante e inmediato traté de salir de entre sus brazos.

—Estas muy mojada—susurró sobre mi oído—, celosa y enojada... me encanta esa combinación, muñequita...

—¡Demos un fuerte aplauso a nuestros estelares de la noche! —gritó el presentador, sacándonos de nuestra pequeña burbuja.

Conall me dedicó una pequeña sonrisa, antes de tomar mi cintura con una mano y tomar una tela de las que colgaban de las vigas con la otra, no presté mucho al movimiento que realizó, pero nos elevó a ambos hermosamente hasta llegar a las tarimas de donde él se habia lanzado.

—Yo...—susurré, tratando de expresar lo que tenía en mi garganta.

—Te veo más tarde—murmuró, sin darme la mínima oportunidad de hablar.

<<Ahora si la jodiste y en grande, Pero ¿Por qué no se comportaba así antes de entrar al escenario?>>

Oscar me entregó una bata y después me ayudó a bajar de la tarima, aun aturdida por Conall; me encontraba completamente confundida por su repentina actitud, entendía que me habia comportado como una maldita perra celosa y posesiva, pero no me habia dicho nada en el momento, sino hasta que habíamos terminado de bailar y prácticamente follar frente a mil personas.

—A... Dylan—murmuré llamando a Archie, recordando su nombre de misión—. ¿Has visto a Diesel?

—No—negó, mirando algo en la tableta—. Sus clientes la esperan en la habitación, debería ir antes de que pierdan la paciencia...

—¿De acuerdo? —murmuré pensativa—. ¿Qué bicho les pico a todos? ¿Hay algo que no sepa o que no me haya sido informado?—interrogué, no como la bailarina que habia dado un show excepcional, sino como la general a cargo de una misión.

—No—negó—. Estamos listos para entrar...—susurró.

—Para ser un agente eres de los peores mentirosos—murmuré en voz baja—. ¿Qué rayos ocurre, Smirnov?

—Nada—aseguró —. Ve al cuarto o realmente toda la mierda se va a desatar...

—Claro—murmuré sin creerle una palabra, lo conocía y era claro que algo me ocultaba—. Si descubro que hicieron algo a mis espaldas o jodieron la misión, me encargaré de firmar sus cartas de despido yo misma—gruñí.

Archie soltó una pequeña risa, confirmándome que algo traía entre manos.

—Isla—murmuró Magali—. Tu cliente está esperando, recuerda que puedes pedir que lo retiren en cualquier momento si te hace sentir incomoda, es tu primer privado, pero sabemos que no estas muy comoda por tu pareja...

—¿Dónde está él? —pregunté.

—Fue a los camerinos en cuanto termino el Show, Andréi queria hablar algo con él, creo...

—Bien—murmuré.

No tenía sentido que preguntara nuevamente lo que estaba ocurriendo o que era eso tan importante que Andréi debía hablar con mi novio. Pero realmente teníamos una misión en curso que no podía dar por concluida tan fácil, aun debíamos arrestar a los malditos cabecillas y llevarlos a juicio por sus crímenes.

—Vamos—insistió Magali.

Asentí. Le lancé una mirada inquisidora a Archie, amenazándolo con mis ojos de que si jodían la misión yo los jodía a ellos y no de una buena manera. Seguí a Magali hasta la zona más lejana del escenario, donde se encontraban las habitaciones privadas.

—¿Sólo debo bailar? —pregunté, haciéndome la tonta, debía encajar en mi papel.

—No—negó —. Bueno, en tu caso si... es complicado ya que Andréi te cobró como si fueras una reina y negó cualquier servicio extra, así que si, supongo que solo debes bailar...

—¿Servicio extra? —indagué.

—Si—murmuró—. Muchos clientes piden ser tocados, tocar... y solo en algunos casos... follar, pero no somos prostitutas y no estamos obligadas a aceptar, Andréi es muy claro con sus políticas de Seguro y Consensuado, no te pueden obligar a nada... no somos trabajadoras sexuales...

—Bien—murmuré—. ¿Algo más que deba saber?

—Puedes o no desnudarte, también puedes cobrar extra si te piden algún tipo de show en específico, muchas veces los clientes no quieren tocar o ser tocados, pero si ver y ser vistos, pero vuelvo a repetir, todo debe de ser seguro y consensuado, en el momento que tú te sientas incomoda, hay un botón de pánico en la base de la plataforma, lo tocas y listo, la seguridad llegará de inmediato.

—Eso suena bien—murmuré.

—Si, Andréi es muy específico con esas cosas... obsesivo, diría yo.

—No creo que sea obsesivo, cuida a sus chicas, muchos lugares que se han incautado no tienen eso... las venden como trozos de carne sin importarles si es consensuado o no, como ya lo dijiste, somos bailarinas no trabajadoras sexuales.

—¿Sabes mucho sobre ello?

—Algo—murmuré—. ¿Esta es la habitación?

—Si—aseguró—. Recuerda, si te sientes incomoda, aprieta el botón y tendrás a una banda de guardias en segundos. Nadie te toca si tú no lo deseas y si tratan de sobrepasarse y por algún motivo no estas cerca del botón de pánico, grita peligro, aunque las salas son aisladas, el sistema de seguridad reconoce esa palabra.

—Wow—murmuré —. Creo que hablare con Andréi, necesito esa seguridad.

—Estoy segura de que te ayudara con ello—murmuró —. No dudes en llamarnos si estas en peligro y recuerda, nadie te va a juzgar, es tu cuerpo y tú decides que hacer y que no.

—Bien—murmuré.

Aunque era claro que nisiquiera les bailarina antes de noquearlo, de cierta manera esa bueno saber que Andréi era demasiado meticuloso con ese tipo de cosas, habia aprendido que siempre existirían los degenerados, pero también buenas personas que buscaban el bienestar de los demás. Quizás su club era realmente extraño y rayaba en el fetichismo, pero no habia nada que no fuera seguro y consensuado.

Entré a la habitación, sintiendo una ráfaga incluso más fuerte de luces de colores sobre mi rostro, el color azul y rosa predominaba, pude darme cuenta de que habia una muro de cristal que separaba el escenario en miniatura de los sillones de cuerina que se encontraban del otro lado. Parecía ser un privado demasiado lujoso, tanto que era realmente espacioso y habia incluso una gran cama y juguetes sexuales sobre ella.

<< ¿Por qué rayos reconozco de alguna parte ese juguete?>>

Pensé al ubicar un dildo de color rosa, uno como el que Conall y yo solíamos usar en algunos de nuestros juegos, esos donde no éramos Conall y Keyli, sino Dominante y sumisa. Fruncí el ceño, sin entender mucho del motivo por el que mi cuerpo se relajaba al escuchar la puerta del privado abrirse por segunda vez.

Fue cuando entró un hombre con un antifaz que cubría completamente su rostro, el pulcro traje lo hacía ver endemoniadamente grande, sus hombros eran anchos y por un momento quise dispararle por su maldito juego, era imposible que no lo reconociera, incluso cuando cubría todo su rostro y no dejaba a la vista ni un solo milímetro de su piel, sus manos enguantadas me impedían ver los tatuajes sobre sus manos, pero el simple hecho de mirar su imponente figura, no habia duda de que se trataba de él.

—¿Qué mierda estás haciendo aquí? —gruñí.

—No deberías hablarle a un cliente de esa manera, Isla—murmuró con burla.

Rodé los ojos.

Me sentía totalmente confundida y un poco molesta conmigo misma, porque con el simple hecho de saber que nos encontrábamos juntos en una misma habitación de un club fetichista mi intimidad se mojaba como una jodida alberca y mi piel quemaba, deseosa de tener sus manos sobre de mí.

Debía estar loca para desearlo de esa manera tan intensa, pero lo amaba y lo deseaba como a nada. Aunque en ese momento, era consciente de que mi cuerpo, tenía que controlar los malditos impulsos, teníamos una misión en curso y no podíamos dejarla de lado para follar como dos animales deseosos de placer.

—Iré a hacer mi trabajo—gruñí, no enojada con él, sino con mi cuerpo por tener esa facilidad nata de reaccionar ente su presencia—. Deberías hacer lo mismo y dejarte de estúpidos juegos...

La ventana de cristal que nos separaba desapareció, dando paso al enorme hombre que se encontraba detrás. Su espalda ancha, su caminar seguro y su cabello brillando bajo las luces era realmente hipnotizante, mi cuerpo no debía tener ese tipo de reacciones, no debía temblar deseando ser tocada por sus grandes y gruesas manos enguantadas en látex negro, pero lo hacía. El deseo era completamente difícil de controlar cuando se trataba de él, debía tener alguna especie de enfermedad mental para tener ese deseo insaciable, pero era simplemente una de las formas hermosas en las que nos demostrábamos nuestro amor.

—¿Estúpidos juegos, muñequita? —preguntó con burla, retirando la máscara que lo cubría, sus ojos grises fueron el detonante para que mi autocontrol se fuera a la Patagonia y mi racionalidad a la China—. Estoy seguro de que si en estos momentos paso mis dedos por tu coñito voy a encontrarte jodidamente mojada, tanto que sería demasiado fácil enterrarme en ti sin un juego previo ¿No es asi?

—No—gruñí.

De cierta manera realmente estaba enojada por lo que habia ocurrido antes, haberlo encontrado desnudo, con una mujer abierta de piernas y mojada, habia despertado en mi los jodidos celos enfermizos que siempre trataba de ocultar, debía considerarme totalmente irracional, confiaba plenamente en él, sin embargo, también reconocía el hombre que era y por supuesto que se trataba de un hombre ardiente y guapo, todas las mujeres lo miraban con intenciones de arrancarle la ropa y meterse entre sus calzoncillos.

Conall enarcó una ceja ante mi negativa, dándose cuenta inmediatamente de mi pequeño berrinche, un berrinche completamente irracional, pero que me era imposible controlarlo, considerando que era el hombre más jodidamente caliente que conocía.

—Amor—murmuró —. Tú puedes mentirme todo lo que quieras, pero tu cuerpo no me miente...

—Tenemos trabajo—murmuré.

—Ya está resuelto—aseguró—. Antes de venir aquí, me asegure de que todos los bastardos estuvieran en custodia de Nick, América y Lizeth, después puede ponerme todos los castigos disciplinarios que desee, general; pero ahora, no quiero a la general Kim, quiero a mi muñequita...

—Pues tendrás que esperar, estoy cabreada contigo—gruñí—. Y conmigo—susurré para mí misma.

Conall asintió, acercándose un par de pasos más a mí.

—Amor—murmuró —. No importa cuantas mujeres desnudas vea, no importa si mil modelos se paran frente a mí y se desnudan, no serán capaces de ponérmela tan dura como tú, tampoco serán capaces de hacerme fantasear con las perfectas curvas que delinean tu cuerpo o los perfectos montes que son tus deliciosos pechos. Nadie es ni será capaz de igualarte, ni ahora ni nunca.

—Me llena de celos que alguien más te vea desnudo—gruñí.

—Pequeña gatita codiciosa ¿Qué es lo que te preocupa? Sabes que no tengo ojos ni erecciones para nadie más.

—Deberías crear poemas—dije con sarcasmo.

—Prefiero llenarte de halagos calientes para que dejes de pensar en lo que sea que piensas—aseguró, dando un último paso hasta llegar a mi lado, tomó mis caderas antes de que pudiera pensar en alejarme.

—¡Conall! —chillé—. Tenemos trabajo, mis padres me van a asesinar.

—Tus padres ya estan informados de que la hermosa general Kim completo la misión—aseguró—. Ahora estas interrogando a todos los malditos delincuentes que arrestamos esta noche. Así que tienes una nueva victoria en tu historial de general y por supuesto, un punto más en tu candidatura.

—¿Ves? Debería estar interrogando y no...

—Gatita—advirtió—. Silencio, amor o voy a amordazarte y tengo otros propósitos para esa hermosa y dulce boquita. Así que, de rodillas, bebé, voy a demostrarte quien es la única mujer capaz de ponérmela tan dura que las bolas se me ponen azules.

Sentí que todo mi cuerpo se estremecía ante su orden.

Era realmente jodido que mi cuerpo reaccionara de esa manera a su cercanía, sentía como si una bola de fuego me poseyera y solo deseara ser follada de la forma más cruda y deliciosa por ese perfecto hombre que me hacía tener los mejores orgasmos. Debía controlarme, jodidamente debía controlarme pero me era totalmente imposible hacerlo con un adonis frente a mí.

Conall parecía ser un ser mitológico, con un cuerpo tan perfecto, una barba hermosamente perfilada sobre su varonil mandíbula definida. Sus ojos grises me miraban con una intensidad endemoniada, sus cejas se arqueaban perfectamente y sus labios parecían rogar ser besados.

<<Joder, ¡Concéntrate, Keylani!>>

Me regañé, tratando de permanecer firme en mi convicción de no ceder a la seducción de mi candente novio.

—Ahora, gatita o te daré un peor castigo al que tengo pensado.

Lo miré por un par de segundos, era claro que estaba totalmente perdida en sus encantos y era imposible no ceder ante él, cuando mis rodillas claramente querían tocar el suelo para hacerle caso a su orden.

Quizás para muchas ponerse de rodillas frente a alguien era el significado a humillación, pero a mí me gustaba ser su sumisa dentro de la intimidad de cuatro paredes, porque sabía que fuera de ellas yo estaba a su mismo nivel y no solo eso, sabía que incluso ahí, yo tenía el completo control de todo. Le entregaba mi cuerpo por voluntad propia y esa era una decisión mía.

—Eso le costará más—murmuré, decidiendo que era momento de sacar mi lado descarado.

Conall enarcó una ceja y soltó una pequeña risa, comprendiendo mis deseos de jugar. Miró detrás de él, como si ya hubiese planeado eso incluso antes que yo, se acercó a una maleta que se encontraba sobre uno de los sofás y regresó con ella a mi lado.

—¿Cuánto es más?

—Quizás pida algo que no pueda darme, señor...

—Una cantidad, gatita—murmuró—. Di una maldita cantidad...—ordenó al no escuchar mi respuesta.

—Dos millones—dije con firmeza.

Conall sonrió en mi dirección y antes de que pudiera decirle algo, abrió la maleta y la empujó en mi dirección. Mis padres eran los billonarios más influyentes del mundo, tenían tanto dinero que podían fácilmente construir un segundo planeta habitable y yo habia vivido con lujos todo el tiempo, sin embargo, nunca había visto tanto dinero junto.

—¿Qué mierda?

—Cinco millones, gatita—murmuró —. Ahora de rodillas, quiero poder disfrutar de lo que he pagado...

Solté un pequeño jadeo sin poder evitarlo, sintiendo como mis rodillas flanqueaban. Ambos teníamos claro que eso era un maldito juego, no era necesario ni un misero dólar para hacer que mis rodillas tocarán el suelo para recibir lo que mi novio deseaba darme, pero por algún motivo, el morbo entre nosotros era palpable, los dos nos deseábamos y queríamos desatar todo lo que teníamos en nuestro interior.

Sentí que caminaba por la habitación, sus pasos pesados resonaban sobre la duela de la pequeña habitación y si alguien me hubiese dicho que en algún momento estaríamos en un club fetichista, a punto de tener uno de los mejores sexos de nuestra vida, no les habría creído. Cuando lo sentí lo suficientemente lejos, levanté la mirada para buscarlo y lo encontré caminando hacía mi con las cosas que habia visto sobre la cama.

—Luces tan preciosa en esa ropa—murmuró—. Es una lástima que vaya a terminar en el suelo hecha girones.

—Siempre puedes quitármela como una persona civilizada y no como un animal—tenté.

—Amor—murmuró con una sonrisa ladina—. No le busques colmillos al lobo, puede darte una fea mordida.

—Me encanta ser mordida por el lobo—aseguré.

Conall soltó una grave risa, mientras se acercaba a mí, sonriendo de lado; esa sonrisa era capaz de hacer que mis bragas se mojaran tanto que fueran completamente inservibles. Su respiración era lo único que habia ruido en la habitación, su cercanía me habia hecho incluso olvidarme de ello.

Me dio una pequeña sonrisa, se inclinó y tomó mi barbilla entre sus dedos cubiertos por los guantes, reclamó mi boca con un beso perverso pero fugaz, dejándome con ganas de desear que devorara mi boca como sólo él sabía hacerlo.

Quedé aturdida por su beso, pero aun asi, estaba completamente alerta para todo lo que pudiera ocurrir a mi alrededor.

—No voy a vendarte los ojos—murmuró—. Aunque me encanta que no puedas anticipar mis movimientos, quiero perderme en tus hermosos ojos verdes mientras hago que te vengas una y otra vez, con mis dedos, mi lengua y mi polla, voy a hacer que te corras tanto que mañana no vas a poder moverte sin recordarme.

Sentí un estremecimiento recorriendo todo mi cuerpo y un jadeo salió de mis labios, el simple hecho de anticipar lo que mi hombre podía hacerme causaba que todo se me empapara y lo deseara incluso más de lo que era humanamente posible. Asentí en respuesta, pero un pequeño pellizco en mi hombro me hizo saber que deseaba palabras.

—Si—murmuré.

—¿Si, qué... Keylani?

—Si, señor...—susurré, rindiéndome completamente a él.

Lo vi sonreír, antes de que su cano enguantada empujara en medio de mis omoplatos, logrando que mis hombros quedaran sobre la alfombra afelpada que nisiquiera me habia percatado había debajo de mí. Conall era capaz de eso, de hacerme perder todos mis sentidos.

Tomó mis muñecas entre sus manos, tomó una de las cuerdas de nailon y comenzó con un trenzado sobré mi piel, logrando que mis brazos quedaran completamente extendidos sobre mi cabeza.

—Esta es una vista realmente erótica, muñequita—murmuró—. Puedo ver como tus muslos son mojados por tu delicioso jugo...

Escucharlo hablar de cosas tan perversas realmente hacía que todo mi cuerpo temblara, deseando ser poseído por ese hombre que era mi hombre, queria tenerlo entre mis piernas, haciéndome todo lo que él era capaz de hacerme.

—Te quiero contando, amor.

—¿Contando? —pregunté.

Escuché el tintineo de una hebilla, antes de la melodía del aire al romperse. Ese sonido mágico adormeció todos mis sentidos, logrando que comenzará a flotar en un limbo cargado de morbo. Un delicioso dolor impacto sobre mi trasero, un ardor tan delicioso que logró que un jadeo saliera de entre mis labios y mi cuerpo temblase preso de la excitación.

—Cuenta, Keylani—ordenó.

—U...Uno...—murmuré, jadeando por el placentero dolor.

—Ese fue por creer que tengo ojos para alguien más— murmuró.

El aire volvió a cortarse y un segundo impacto llegó a mi trasero, haciéndome gemir y jadear de dolor y placer.

—¡Dos!

—Por creer que podría tener erecciones que no sean para ti.

Eran azotes deliciosos, no lastimaban mi cuerpo, solo me daban un ligero y placentero dolor, algo que realmente amaba disfrutar. Solté un jadeo entrecortado cuando volvió a impactar contra mi piel, obligándome a contar y dándome un motivo por el azote.

Cada azote terminaba sobre mis nalgas o mis muslos, era jodidamente caliente tener a ese hombre, mi hombre, detrás de mí, recordándome que yo era la única a la que él amaba y recordándome que solo él era capaz de causarme tanto.

Paró cuando mis labios pronunciaron un leve "20", un suspiro dolido salió de mis labios y él se dio cuenta de que era momento de parar, antes de romper la línea entre dolor placentero y dolor a secas. Como si fuese una muñequita de porcelana, soltó con delicadeza mis manos y me atrapó entre sus brazos y me llevó con suma delicadeza hacia la cama.

—Sólo habla si tienes que decir tu palabra—murmuró —. Quiero escuchar solo tus gemidos, nada de palabras ¿Cuál es tu palabra?

—Chocolate—bromeé, recibiendo una palmada en mi dolido trasero—. Efímero...—murmuré —. Eres un salvaje...

—Así me amas, amor—aseguró, besando mis labios, antes de dejarme caer en el colchón.

Tiró de mi lencería, volviéndola añicos en el suelo. Nisiquiera me importo mucho, lo deseaba tanto que no me importaba una mierda lo que ocurriera. Lo deseaba a él, solo a él.

Se perdió entre mis piernas, su cabello rubio era lo único que podía ver al mirar hacia abajo, me sentía como una masa temblorosa que habia dejado de lado todo deseo de controlar mi cuerpo, me entregue a Conall como cada vez desde que estábamos juntos, le di mi voluntad para que hiciera con mi cuerpo todo lo que él deseara.

Sentir su lengua, sus labios y sus dedos sobre mi centro era algo completamente mágico, algo que me hacía sentir flotando. Lo amaba como a nada y deseaba seguir teniéndolo el resto de mi vida, dándome placer, pero también tomando mi mano y dándome el amor que siempre nos demostrábamos, lo queria controlando mis estúpidos celos. Lo queria todo con él.

Cuando se irguió en sí mismo, se subió sobre mi cuerpo tembloroso. Yo soltaba ligeros jadeos sin ser capaz de controlarlos, su erección chocaba con mi centro haciéndome temblar y la sensibilidad de mi piel ardía ante su toque, lo queria internándose en mi centro, queria sentirlo abrirse paso dentro y darme todo el placer que sólo Conall podía darme.

Estaba completamente perdida en mis pensamientos y deseos, ya no me importaba si aun debíamos completar una misión o si todo el mundos estaba esperando mis ordenes, lo único que deseaba era fundirme en un mismo ser con mi hombre.

Cuando se internó dentro de mí, lo perdí todo, mi cuerpo quedo completamente vulnerable y a disposición de mi hombre, no me resistí, todo dejo de importar y solo éramos él y yo en todo el mundo.

La noche era joven, larga y perfecta, algo que no teníamos muy a menudo. Habíamos tenido una misión victoriosa y la pequeña discusión la estábamos arreglando con sexo, una hermosa manera de hacerlo, pues esa era una de las muchas maneras en las que nos demostrábamos lo que sentíamos por el otro.

Nos entregamos completamente al placer, cumplió su preciosa amenaza, me hizo correrme una tras otra, tras otra. Hasta que mi cuerpo terminó como una masa temblorosa y sudorosa, jadeando y gimiendo como una posesa, mi cuerpo e intimidad ardiendo con la misma intensidad, pero aun asi, fundiéndose en el cuerpo de mi amado.

Lo amaba y de eso no habia la mínima duda.

.

.

.

¿Qué les pareció este capítulo?

¿Querían los detalles?

Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top