Capítulo 38.
Quiero ser tú.
"La envidia es una declaración de inferioridad".~ Napoleón Bonaparte
Bien dicen que en la vida debes de tener metas para seguir un orden y tener un plan en caso de que esas metas no las puedas realizar, pero además, debes tener esas metas para saber qué es lo que quieres lograr en un futuro, las metas quizás no siempre son como las permanentes, es decir podemos tener diferentes metas y cambiarlas a lo largo de nuestra vida pero siempre habrá una que queremos no importa nada más.
Bien dicen que cambiamos nuestras metas de acuerdo con nuestros intereses presentes, pero las metas se convierten en obsesión cuando queremos seguir un estándar o algo que vemos que a otras personas les funciona, no está mal tener a una persona a la cual admirar, de hecho muchas veces eso es el motor que nos ayuda a seguir, pero otras veces nos damos cuenta de que muchas personas no sólo admiran el trabajo sino que quieren ser eso, no quieren seguir el ejemplo, quieren tener exactamente lo mismo y eso realmente es peligroso porque cuando alguien envidia a los demás el corazón se le cierra y lo único que desea es poder tener lo mismo que la persona que supuestamente ellos admiran.
La ambición de muchas personas se convierte en peligro, cuando estás en el mundo militar te das cuenta de eso, nosotros protegíamos a personas de las cuales mafiosos o criminales se habían obsesionado con ellas, les hacen daño o intentaban malograr sus trabajos. Pero también perseguimos en esos mafiosos, que querían más y más de lo que ya tenían, querían alcanzar y ser los reyes de la mafia y eso era lo que era preocupante estando en ese mundo.
Todo el mundo tiene ambiciones, mi ambición era ser la mejor de la IISMFCMO, pero no lo había hecho escalando o pisoteando a demás personas, lo había hecho con mi propio honor y yo sabía que era capaz de hacerlo, así que no necesitaba malograr el trabajo de los demás, pero incluso dentro de este mundo, hay personas que les encanta pisotear o hacer daño por querer ser grandes, pero no grandes a su estilo si no reemplazando a alguien.
Siempre había detestado a las personas que querían lo que las otras tenían, porque esas personas que envidiaban lo que los demás tenían no sabían con qué trabajo dolor o pérdida lo habían conseguido, porque sí todo lo que tenemos lo conseguimos con algún sacrificio o con el inmenso dolor que tenemos que obtener a cambio de la felicidad, muchos envidiaban los logros de los demás sin saber que quizás ese puesto les costó sangre, dolor, pérdida y lágrimas. Yo como muchos otros, siempre trataba de ocultar eso que había en mi pasado, lo que había tenido que sufrir en mis primeros años como soldado o las pérdidas y el dolor que debía sufrir para poder ascender en el puesto que tenía.
Claro que yo sabía que muchos me querían abajo, incluso algunos que se llenan la boca de ser mis amigos pero en realidad no lo eran y yo sabía quiénes eran esas personas, por eso al regresar de mi supuesta muerte ni siquiera me había interesado en retomar la relación con ellos, porque sabía que sus palabras supuestamente de alegría al verme estaban cargadas de ira y veneno.
Yo también sabía que no le agradaba a todas las personas, pero trataba de ignorarlo, como siempre decía mi madre no vivimos para complacer a los demás, pero al ser su jefa sabía que podía enfrentarme a cientos de desplantes de parte de las personas que no estaban de acuerdo con que yo tuviera un puesto tan alto, personas que no habían visto el dolor que había sufrido para poder llegar ahí o los sacrificios que había tenido que hacer en mi adolescencia al reintegrarme a la IISMFCMO.
Pasar tiempo con mis hombres era mi pasatiempo favorito, ellos eran los guerreros a los cuales amaba y que me hacían sentir viva a cada instante.
No sólo nuestro amor era correspondido, también lo era la libertad de ser quienes éramos y no privarnos de fingir ser alguien más. Sí, había veces que realmente nos sentíamos celosos por las personas que rodeaban a los otros, yo me sentía fúrica cuando las mujeres se les lanzaban a ellos como si fueran modelos o algo por el estilo, pero ellos también tenían el mismo comportamiento cuando alguno de los soldados trataba de coquetearme, pero se quedaba ahí, nos amábamos y nos celábamos de vez en cuando, pero siempre respetando la individualidad del otro o en mi caso de ellos.
Claro que me gustaba sentir que ellos eran míos y también sentirme que yo era suya. Los anillos en nuestros dedos respaldaban eso, ellos me pertenecían y yo a ellos, pero era algo más que decir posesivamente que éramos del otro, era saber que tenernos a nosotros era como estar completos y sentir que estábamos en nuestro lugar seguro, por eso siempre me había gustado como éramos, que no importaba nada a nuestro alrededor, el simple hecho de estar juntos era necesario para mover montañas.
Nuestra relación había atravesado tantos altibajos que era imposible poder darnos cuenta de todo lo que había ocurrido a lo largo de nuestra relación, habíamos sufrido separaciones, dolor, tristeza, muerte y perdidas, pero después de todo eso, estábamos logrando ser totalmente felices, demostrándonos en cada instante que nos amábamos como nunca, que estábamos dispuestos a todo por mantenernos juntos y que no había poder humano que lograra separarnos.
No habíamos pasado ni un solo año juntos, pero por lo que ellos me habían dicho habían celebrado nuestro aniversario el año pasado, claro que su celebración había significado embriagarse hasta perder la conciencia y dejar mi recuerdo como una ilusión.
Comencé a sentir pequeños besos húmedos sobre mi rostro, besos que claramente pertenecían a uno de mis hombres, antes de que pudiera darme cuenta sentía como los dedos del otro repasaban y espalda llegando hasta el inicio de mi trasero y lo masajeaba con delicadeza, pero a la vez con pasión, mientras repartía besos por mi espalda.
—Feliz aniversario, amor—murmuró la ronca voz de Conall sobre mis labios.
Solté un gemido fuerte cuando se movió en mi interior, quizás esa no había sido la mejor idea que se me había ocurrido pero era lo más placentero.
—Feliz aniversario, amor—murmuró Arniel sobre mi espalda.
—Tengo una nueva forma favorita de despertar—susurró Conall, moviendo sus caderas para entrar dentro de mí.
—M...Mañana es n...nuestro aniversario—sollocé de placer.
Me aferré a sus hombros, jadeando al sentir como ambos besaban mi cuello, estaban dentro de mí y era el mayor placer que había sentido en mi vida, había sido una de nuestras noches más agitadas, después de mi pequeña idea de "dormir con ellos dentro", había sido algo de lo más candente que habíamos experimentado, pues cada movimiento o respiración entre sueños, causaba que se movieran dentro de mí.
Además, de que me habían despertado más de cinco veces mientras me penetraban, era jodidamente delicioso sentir eso, no tenía la menor idea de cómo lograban hacer eso, ponerse duros entre sueños y comenzar a bombearme, causando un placer tan indescriptible que mi cerebro parecía haber quedado atrofiado.
Ellos parecían tener energía para cientos de orgasmos seguidos, me despertaban a cada nada, bombeando en mi interior y mi estreches no ayudaba, pues me encontraba tan jodidamente mojada que con poco parecía estar chorreando. Solo se escuchaban mis gemidos y el movimiento de sus miembro en mi intimidad, era jodidamente delicioso tener un mañanero con los hombres que más amaba en la tierra.
Alcancé mi orgasmo en medio de gemidos y gruñidos de ellos en mi oído, me desplomé en la cama dejando que ellos manejaran mi cuerpo como se les diera la gana y así lo hicieron, quedé sentada sobre Conall, mientras Arniel quedaba detrás de mí y como si mis pequeñas contracciones fueran una señal, ambos comenzaron a entrar y salir al mismo tiempo, causando que gritos y berridos de excitación se escaparan de mis labios.
Aun nisiquiera estaba bien despierta y ya montaba a uno mientras el otro me montaba a mí, era tan jodidamente ardiente sentir que ellos alimentaban cada una de mis perversiones que no me importaba nada más, nisiquiera la alarma que sonaba a nuestro lado, indicando que teníamos que levantarnos para poder ir a entrenar a los soldados.
Mi segundo orgasmo de la mañana llegó explosivamente y acompasado a las descargas de ellos, sentí como pintaban las paredes de mi interior, haciéndome jadear por la viscosidad y liquido caliente que era enterrado en lo más profundo de mi cavidad. Me dejé caer, jadeando como una posesa sobre el pecho de Conall, mientras este me giraba, dejándome nuevamente en medio de ellos con sus mástiles aun en mi interior.
—Eres una jodida fantasía, nena—jadeó Conall en mi oído.
—La fantasía más deliciosa—aseguró Arniel—. Aunque creo que te dejamos sin habla.
—Solo a ustedes se les ocurre hacerme el amor cuando estoy apenas procesando la información—murmuré aferrándome al pecho de Conall.
—Tú fuiste la de la idea, mi amor—aseguró Conall besando mi frente —. Ahora deberás soportar, porque pensamos dormir de esa manera a partir de hoy.
—Son unos pervertidos, nisiquiera fue una idea—murmuré —. Fue una broma que escuché de mis amigas y quise intentarlo...
—¿Y te gustó?
Solté un gemido lastimero cuando los sentí salir de mi interior, me sentía completamente llena de ellos y pude escuchar un chapoteo cuando salieron de mí, señal de todos los fluidos que habían quedado en mi interior, incluso sentí como resbalaban entre mis piernas y eso era realmente delicioso.
No me importó que la alarma siguiera sonando, me acosté boca abajo, tratando de controlar el calor que embriagaba a mi cuerpo, ellos parecían haberme hecho una maldita ninfómana que necesitaba tenerlos dentro para estar satisfecha y eso realmente era jodido, considerando que me encontraba completamente aturdida por las sensaciones que ellos bien sabían que me provocaban.
Sentí sus besos húmedos sobre mi espalda y sonreí, cuando uno de ellos pellizco mi nalga derecha y el otro la izquierda.
—No nos diste una respuesta, muñequita—murmuró Conall.
—No pueden hacerme ese tipo de preguntas cuando mi cabeza no procesa ni siquiera en dónde diablos estoy acostada—murmuré.
—Responde muñeca, o tendrás tu delicioso trasero de un bello color rojo...
No respondí me quedé totalmente callada sintiendo cómo ambos manoseaban mi cuerpo, decir verdad eso no me molestaba en lo más mínimo, me gustaba sentir sus caricias y como mi cuerpo reaccionaba a ellos y estaba segura de que me había vuelto completamente adicta a sus manos. Sentía como sus dedos se movían sobre mi piel y eso realmente me hacía sentir caliente, a pesar de que me habían liberado dos veces parecía no tener suficiente.
<<Lo que necesitas es volverlos a tener como en tu ultimo cumpleaños, dándote 94 malditos orgasmos>>
Solté una pequeña risa ante mis pensamientos, eso parecía ser algo cierto, realmente los anhelaba y deseaba tanto que necesitaba tenerlos dándome orgasmos por cuarenta y ocho horas seguidas, veinticuatro ya no eran suficientes para calmar a la ninfómana de mi interior.
—Si—susurré.
—¿Si, qué?
—Si me gusto, carajo—murmuré —. Y más les vale cumplir la amenaza de tenerme así todas las noches, porque cuando no lo hagan, voy a castrarlos.
—Alguien ya tiene hambre—se burló Conall —. Por cierto, olvidamos decirte que para este fin de semana no hagas ni un solo plan...
—¿Por qué? —pregunté con inocencia.
—Ya lo veras, muñequita curiosa—murmuró Arniel, mordiendo mi hombro.
—¿Qué afán tienen con morder mi piel.
—Marcarte—aseguró Conall mordiendo mi otro hombro—. Es hora de irnos, muñeca... tienes que dar y gritar órdenes a diestra y siniestra.
—La próxima orden que quiero dar es que ustedes puedan estar en mi oficina todo el maldito día—murmuré.
—Nada de hacer el amor hasta lo que tenemos planeado, conejita...
—¿A no? ¿De verdad quieren jugar eso el antes día de nuestro aniversario?
—Pruébanos... sabemos tener mucho autocontrol—aseguró Conall.
—Hagámoslo más interesante entonces—murmuré con una sonrisa sátira—. Quien pierda, tendrá que hacer lo que quiera el otro, si yo pierdo, ustedes decidirán que haré todo el fin de semana y si yo gano, yo decidiré que hacer todo el fin de semana.
—No juegues con fuego, amor—murmuró Arniel—, nosotros tenemos un muy grande auto control...
—Ustedes no me reten—murmuré con una sonrisa de lado—. Saben que me gustan los retos difíciles.
—Lo sabemos, muñequita, pero créenos cuando te decimos que no te conviene perder porque vamos a tener todo el control de tu cuerpo, de tu mente y de tus orgasmos—murmuró Conall—. Además, Niall estará con mi abuela en Inglaterra hasta la próxima semana, así que podemos pedir a tus padres que nos manden a una misión de sello rojo...
—No se atreverían—murmuré.
—94 me suenan pocos a mi...
—¿94 qué? —pregunté al creer que habían escuchado mis pensamientos.
—94 orgasmos, mi amor—murmuró Conall—. Quizás debamos triplicarlos y hacer que tu cuerpo pierda la razón muchas, muchas veces...
—Eso es físicamente imposible—murmuré.
—Amor—murmuró Conall —. Sabes que no debes tentarnos o decirnos que algo es imposible, lo tomaremos como reto y te haremos acabar muchas, muchas veces más de las que tenemos planeadas ahora mismo.
Tragué saliva no por miedo sino por la emoción que me provocaba saber de lo que ellos eran capaces de causarme eso o el triple de lo que estaban diciendo. Claro que biológicamente tantos orgasmos era algo imposible, pero conociéndolos, no podía saberlo.
Antes de que dijera algo, escuché la puerta abrirse y cerrarse, señal de que ambos había ido a sus habitaciones para poderse alistar. Suspiré cansadamente, me levanté de la cama e inmediatamente al poner mis pies sobre el suelo sentí un pequeño tirón en mi interior, como si algo dentro de mí se estirara y era claro que se debía a todos los orgasmos y sensaciones que me habían hecho sentir durante toda la noche.
Traté de no hacerle caso pero realmente sentía extraño cada que daba un paso al frente, me metí en la ducha tratando de limpiar mi cuerpo, aunque este se encontraba completamente lleno de sudor y de entre mis piernas salía liquido viscoso, algo que claramente pertenecía a mis hombres.
Me limpié completamente, al salir me coloqué rápidamente mi uniforme, sabiendo que sería un día realmente pesado. Habían pasado tres semanas desde que había iniciado el entrenamiento y los soldados realmente estaban progresando, mis padres nos habían informado que debíamos comenzar con las misiones de campo la semana siguiente, por lo que era sustancial tener a nuestros equipos perfectamente preparados, no podíamos arriesgarnos a que estos fallaran en momentos tan complejos.
El uniforme de entrenamiento me encantaba, no solo porque era el más fresco, sino porque dejaba a la vista el hermoso tatuaje que siempre me recordaba lo fuerte que había sido para soportar tres disparos y también para superar una adicción que había estado en mi organismo como un maldito huracán.
Me hice dos trenzas de boxeadora, no queria que mi cabello me estorbara en el entrenamiento, daría la última lección, en donde no solo practicarían tiro, sino también lucha cuerpo a cuerpo y disparar sin temor en momentos de estrés. Eso era algo que se le complicaba a los nuevos reclutas. Además, les pondría diversos casos en los cuales debían no solo atacar, sino planear una estrategia perfecta.
Después de colocarme un par de curitas en los pequeñas manchas sobre mi cuello que habían dejado mis hombres la noche anterior, abrí la puerta de mi habitación, esperando encontrar a Conall o Arniel, pero no estaban ninguno de los dos y eso realmente se me hacía extraño, era realmente raro que ellos no me esperaran.
Decidí primero entrar a la habitación de Arniel, para ver si necesitaba algo, ellos mismos me habían dado sus códigos, lo tecleé con tranquilidad, claro que si ese era uno de sus juegos para hacerme caer en la apuesta, no funcionaria. Escuché la regadera y fruncí el ceño al ver un uniforme tirado en el suelo.
—No vas a ganar, muñeca—escuché su voz.
Abrí la puerta del baño sin importarme nada y la imagen que vi me hizo abrir los ojos con demasiada sorpresa y una punzada de celos me invadió al verlo de espaldas a la puerta, con una mujer completamente desnuda detrás de él.
—Menos si te acuestas con alguna puta—gruñí sin ser capaz de contener mis palabras.
Al escuchar mi voz, se alejó completamente de la mujer y se limpió el rostro, estaba completamente sorprendido de ver a la mujer y estaba seguro de que su reacción era totalmente genuina, lo conocía.
—Amor... —susurró mirándome—. No es lo que parece.
—¡Claro que es lo que parece! —gritó la mujer y me sorprendí aún más al ver a Selene completamente desnuda.
—Conejita...
No le hice caso a Arniel, si esa mujer estaba allí, mi otro hombre podía ser víctima de su amiga. Me apresuré a salir de su habitación y a marcar el código de la puerta, encontré a Maddison levantando sus cosas y a un Conall completamente vestido y furioso.
—Me di cuenta en cuento entré a mi habitación, así que lárgate de una puta vez antes de que decida expulsarte del programa—gruñó justo cuando me acerqué.
—¡Amor! —gritó Arniel entrando detrás de mí con una toalla amarrada a la cintura.
—Muñeca—murmuró Conall—. ¿Estas bien?
Intercambie la miradas con él, no estaba enfadada con porque sabía que las que se habían metido a sus camarotes habían sido ellas, las habia comenzado a conocer y sabía que estaban dispuestas a todo con tal de que las voltearan a mirar.
—Los espero en mi oficina—murmuré con sequedad.
—Mi amor—murmuró Arniel, haciendo a un lado a la mujer para tratar de alcanzarme—. Escucha...
—Se que no es lo que parece—murmuré —. Pero si me quedo saben que voy a irme presa—gruñí lanzando una mirada asesina a ambas mujeres.
—¡Ellos nos eligieron! —gritó Maddison cuando me acerqué a la puerta.
Me detuve, claro que no seguiría sus provocaciones de niña, porque realmente se estaba comportando como una niña. Rodé los ojos y miré mis uñas con desinterés.
—Claro—murmuré —. Los espero en mi oficina, coroneles—ordené con una sonrisa.
No me iba a rebajarse a su nivel, yo era una mujer respetable y era una superior, además sus palabras eran dichas por la herida, no podían soportar que ellos las habían dejado para estar conmigo.
<<Pues que soporten, porque tú eres la puta ama>>
Caminé hacia mi oficina sin importarme nada, Kris me dio los buenos días y respondí con el mínimo veneno posible, sentía que me salía fuego de las orejas de tan enojada que estaba, pero no era con mis hombres era más bien con esas mujeres que no sabían respetar lo ajeno, ellas eran el tipo de mujeres que supuestamente apoyaban a las demás, pero no podían aceptar que un hombre no las eligiera.
Subí el elevador siendo seguida por Kris, él realmente se habia convertido en una especie de secretario, me seguía a todas partes y llevaba una lista con mi agenda, además de ser mi escolta me estaba sirviendo como un asistente personal. Claro que también tenía mi secretaria, pero ella se encargaba sólo de asuntos de la base.
—¿Cómo entraron la capitana Dupont y la teniente Lambert a mi residencia? —interrogué.
—¿Entraron a su residencia? —preguntó con sorpresa Kris—. Lo siento, General, pero no estaba en la entrada en el momento que lo hicieron... aunque en realidad no estoy seguro de la hora, llegué a la residencia a las 4 am, debieron entrar antes... quizás por la madrugada en el momento que dejamos libre la puerta de la residencia.
—investígalo—murmuré—. También averigua como entraron a las habitaciones de los coroneles y pide a Smirnov que te muestre las cámaras internas de ambas habitaciones, orden de la general.
—Si, General—murmuró —. ¿Ocurrió algo?
—Violaron su privacidad y suplantaron mi identidad—murmuré—. Quiero las grabaciones antes de medio día, ve con Smirnov ahora, los coroneles vendrán a mi oficina y no quiero a nadie cerca...
—Si, señora.
—Eun Ji... con la sala de Capitanes...
—Enlace conectado, general—avisó la asistente inteligente cuando me senté en mi sillón.
—Diga, mi general—escuché la voz de Hunt—. Buenos días, hermanita.
—Quiero a todos entrenando hasta medio día, Arniel y Conall estarán conmigo planeando algunas cosas, tú y Giandrick tomen su lugar en el entrenamiento.
—Planear un fin de semana lleno de sexo desenfrenado no es una situación urgente, hermanita.
—¿Puedes hacerlo? —gruñí.
—Te levantaste de muy mal humor—bufó—. Tendré que hablar con mis cuñados...
—¿Puedes hacerlo? —repetí.
—Si, general—murmuró derrotado—. ¿Qué te tiene tan molesta?, si quieres te comparto de mi comida.
—No soy de las personas a las que les interesa la comida de otras—murmuré.
—Algo me dice que dejamos de hablar de comida—murmuró mi hermano.
—Has lo que ordené—gruñí.
Sin importarme nada más, corté la llamada sintiendo que la sangre me hervía cada vez más, claro que debía separar lo personal de lo profesional, pero me enervaba lo que habia ocurrido y necesitaba liberar el maldito enojo o terminaría explotando en las narices de todos.
—Buenos días, general—murmuró mi dulce secretaria que siempre tenía una sonrisa en el rostro—. ¿Puedo pedirle algo de desayunar o ira a la cafetería?
—Estaré planeando algunas cosas con los coroneles—murmuré tratando de calmar mi enojo—. No quiero que nadie nos molesté, ve a la sala de coroneles y pídeles a tus compañeras que juntas creen un análisis completo del entrenamiento, quiero saber quiénes me son útiles y quienes no.
—Como ordene, señora—murmuró —. Sobre la comida...
—Wafles y crema batida—murmuré—. Fruta también...
—De acuerdo—murmuró con una sonrisa—. Los ministros fueron a Alemania, pero regresan esta tarde, me dijeron que se pusiera en contacto con ellos en cuanto estuviera dentro de la oficina.
—Gracias—aseguré—. Kris...—llamé.
—¿Si, señora? Ya estaba por marcharme.
—Dile a Félix que no quiero a nadie, no me importa si es el rey de Inglaterra o quien sea, nadie tiene permitida la entrada hasta que yo autorice ¿Está claro?
—Señora... antes de ello... la capitana segunda Dupont y la teniente Lambert solicitan una audiencia urgente con usted—murmuró Betty.
—¿Los coroneles?
—No han llegado—murmuró.
—Hazlas pasar y no dejes que los coroneles entren hasta que lo ordené...
—¿Desea que me quedé? —preguntó Betty.
—Ve por mi desayuno—murmuré con la sonrisa más sincera que pude—. Por favor...
—Como ordene, señora...
—Me retiro y...
—Tú no, Kris—murmuré —. Necesito que te quedes...
Betty me dio una pequeña sonrisa y salió de la oficina directamente al elevador, Kris me miró con una ceja levantada, nunca le decía que se quedará pero en ese momento realmente necesitaba que se quedará para que evitara que cometiera un asesinato.
—¿Puedo ayudarla en algo más?
—Me disparas un dardo tranquilizante—murmuré —, si trato de acercarme a ellas...
—¿Disculpe?
—Sólo lo haces y lo que se hablé aquí, aquí se queda, ni mis padres ni los coroneles lo sabrán ¿Quedo claro?
—usted manda—murmuró—. ¿Pero esta todo bien?
—Si—murmuré —. Sabes la relación que tenemos los coroneles y yo...
—Si y no la juzgo—aseguró —. Siendo sincero si tuviera una oportunidad así... también la tomaría—afirmó y solté una carcajada sin poder evitarlo—. Tranquila, se lo que pudo ocurrir que la tiene así de estresada y le prometo que si tenemos que enterrar cadáveres yo la ayudaré.
Solté una pequeña risa al escucharlo, necesitaba tranquilizarme o realmente cometería una estupidez en el momento que esas mujeres entrarán a mi oficina, incluso me quité el arma del cinturón y se la di a él, sabiendo que podría tener más autocontrol, yo era de separar las cosas de lo personal y el trabajo, pero en este momento estaba pensando con la cabeza y no con el corazón, así que debía tranquilizarme completamente.
Escuché el timbre del ascensor y vi a las dos mujeres entrar con sonrisas triunfales, levanté la mirada para verlas, no quería problemas, pero siempre había odiado a las mujeres que buscaban la aprobación masculina y que sobre todo les encantaba meterse con la comida de los demás, y por supuesto que no hablo de la comida.
—¿No cree poder sola con nosotras que tiene a su perro guardián? —preguntó Selene.
—Déjala, seguramente sabe que no puede encontrar nosotras...
Suspiré aguantando las ganas de quitarle el arma a Kris y darles dos tiros en la cabeza.
—¿Por qué no hablas? ¿Ya te disté cuenta de que eres la fácil roba novios? —preguntó Maddison.
—Primero que nada, a mí me hablas con respeto, porque no estamos en el mismo nivel—murmuré con voz tranquila —. Segundo, sí acepté que entrarán es para saber cuáles son los cargos con los que las expulsaré, porque si los coroneles levantan una queja sobre lo ocurrido, claro que puedo expulsarlas.
—¿Te crees muy valiente? ¿Qué les dirás a tus papis? ¿Qué nos encontraste acostándonos con tus amantes? O ¿Qué te los follas a los dos?
—Según el estatuto de las leyes de privacidad en la IISMFCMO, no se permite la entrada a camerinos de terceros sin invitación o consenso previo—murmuré —. Puede pagarse con suspensión o expulsión total del ejército.
—¡Contesta! O te sientes muy perra para no hacerlo—gritó Maddison.
Levanté la mirada sin una sola expresión, realmente no pensaba rebajarme a su nivel, no me iba a arrastrar como lo estaban haciendo ellas porque una se me ensuciaba mi bello uniforme y dos una reina nunca se arrastra en el lodo de los lacayos.
—¡Eres una perra que se acuesta con dos, que nos robó a nuestros novios y ahora se cree muy perra porque sus papis le dieron un puesto que obviamente no merece! —afirmó Selene.
—Ella no lo merece, es una perra destruye hogares, es una perra que se acostó con el rey de la mafia y todos la adoran.
—Cómo les explico que ustedes fueron los mujeres de poca moral que se acostaran con 2 hombres casados, y no sólo eso también aprovecharon que ambos estaban drogados para acostarse con ellos y de alguna forma lograron meterse en su cama, cuando ellos son hombres casados. Oh y no solo eso, si no que van y se meten a las 3:00 de la mañana a una residencia que no les pertenece a ustedes, de alguna forma descubren los códigos de dos habitaciones que pertenecen a altos rangos dentro de esta base y se meten para hacer creer a la esposa de esos dos hombres que se acuestan con ustedes...
—¡Eres la puta que se acuesta con dos! ¡Eres una abominación! ¡Una puta adicta!
—Puedo aguatarles todo—murmuré—. Pero si vuelven a referirse a mí como una adicta, no voy a responder por lo que ocurra... estoy en este puesto porque lo merezco porque yo luché contracorriente, sangre con sangre una y otra vez hasta llegar a este lugar donde ahora estoy, claro que eso a ustedes no les entra en la cabeza porque no tienen más aspiraciones que acostarse con 2 altos rango para ver si pueden avanzar—murmuré —, si a ustedes lo único que les llena es acostarse con 2 coroneles, adelante, yo no pienso rebajarme al nivel que están representando ahorita.
—¡¿Te crees muy perra?! ¡No eres más que una zorra! ¡Una Zorra que no merece ser general! —gritó Maddison.
La mujer se puso de pie, lista para atacarme, pero Kris se interpuso.
—No quiero lastimarla, así que regrese del otro lado.
—¡¿Ella no puede defenderse?! ¿También se acuesta contigo?
—Escuchen, las dos—murmuré poniéndome de pie, alejándome a la ventana —. No sé qué es lo que más les molesta, que ellos me hayan elegido o que tengo un puesto según ustedes sin merecerlo. Como ya dije no me voy a rebajar su nivel porque hay niveles, chicas y yo no me rebajo a ustedes pero con su comportamiento, créanme que tienen más clase alguien fuera del ejército a ustedes—mi voz incluso a mí me daba miedo—. Adelante, váyanse y cójanse a los coroneles, pero lo que ustedes quieren es ser yo, porque saben que solo de esa manera alguno de los dos las volteará a ver.
—¡Perra! —gritó Maddison y sentí un jalón en mi cabello.
Antes de que Kris la empujará lo detuve.
—En primer lugar, a mí me respetas porque no estamos en grados iguales, yo soy tu general y si vuelves a ponerme un dedo encima no me detendré a ponerte una sanción que de verdad te va a doler y dos para hacer yo, primero tienes que dejar de ser tú y dudo que tan poca cosa pueda dejar de ser tan fácilmente.
—¿Q...Qué?
—Kris—murmuré —. Saca a las señoritas de aquí... las veré en el campo de entrenamiento, donde espero demuestren que son buenas, porque no es resentimiento, pero si no me sirven, se largan.
Kris las tomó de los hombros, llevándolas hacia el elevador y dejando entrar a Betty, quien miraba sorprendida la escena.
—Betty, cambia mi agenda del día y la de los entrenamientos—murmuré—. Vamos a hacer un examen...
—Si, señora.
—Y avisa a los coroneles que los quiero en mi oficina, AHORA...
—Estan abajo...
—Pues has que pasen—gruñí—. Por favor...
No me importaba estar ardiendo en ira, realmente querían darles un golpe con guante blanco y la única manera de hacerlo era en el campo de entrenamiento.
Me encantaba crear retos para mis soldados y no solo las elegiría a ellas, también a todos los que quisieran retarme, estaba harta de que creyeran que yo no merecía mi puesto y en ese momento ya no sólo se trataba de lo que había visto las habitaciones de mis hombres, se estaban metiendo con mi trabajo y eso sí no lo iba a permitir, porque sólo yo sabía cómo había llegado a ese lugar, todo lo que había tenido que sacrificar y cada una de las lágrimas que habían bajado por mis mejillas, no dejaría que nadie más volviera a insinuar que por ser hija de mis padres era que estaba en ese lugar, porque ellos no me habían ayudado ni una sola vez a crecer dentro de la milicia, yo no los había dejado.
<<Keylani, solo recuerda que matar es ilegal aunque seas general>>
.
.
.
¿Qué les pareció este capítulo?
¿Qué creen que ocurra?
¿Creen que nuestra Keyli pueda demostrar quien es?
Holi mis muñequitos, tendremos un maratón, espero lo disfruten. Es el maratón grande que les prometí, así que tratare de subir hoy 3 capítulos y mañana el resto, por eso estará dividido en dos <3.
Disfrútenlo!
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