Capítulo 18.

"Me morí en ese abismo. Ahora tienes que lidiar con mi espíritu vengativo." ~Brandon Sanderson

Glorioso vuelo.


Bien dicen que nunca des por sentado nada, que por más que algo parezca que no puede sufrir modificaciones debes saber que todo puede cambiar en un instante, que todo por lo que sufriste o lo que sacrificaste se convierte en nada cuando los motivos por lo que lo hiciste se encuentran en peligro. La vida da muchas vueltas, un día puedes tener toda una nueva vida y al siguiente quedarte sin absolutamente nada.

Mi padre siempre había sido el hombre que me había dado cariño sin pedirme nada a cambio, que había estado conmigo cuando nací, el primer hombre en cargarme cuando era una bolita de carne roja y arrugada, el ministro que había estado en mi primer ascenso en la academia y también el que me había colocado la primer medalla cuando me había convertido en sargento, mi padre me había abrazado cuando más lo necesitaba y era el primer hombre que me había regalado una flor o más bien miles de flores en mi cumpleaños número dieciocho.

Mi padre me había enseñado a montar en caballo y también a disparar un arma de cualquier calibre, había sido mi padre, mi doctor, mi psicólogo, mi amigo, mi maestro y mi ministro, había sido el hombre que me había subido sobre sus hombros cuando se burlaban de mi por ser pequeña y me había dicho con determinación <<Lucha para tener una mente grande que sea capaz de pisotear mentes pequeñas, lucha por ser tan alta en esa hermosa cabecita tuya y logra mirar a todos desde la cima>>Mi padre me había sostenido la mano cuando temblaba de miedo en las madrugadas y también quien me había abrazado cuando me caía.

Mi hermano, Giandrick, me había enseñado que no importa cuantas veces tropieces y caigas, que siempre es necesario levantarse y darlo todo para lograr alcanzar la cima. Él me había protegido de los brabucones mientras los golpeaba con un libro, él me había abrazado en mi primer corazón roto y me había llenado de sorpresas cuando no queria celebrar mi cumpleaños.

Mi familia lo era todo para mí y los bastardos lo sabían, por eso me habían atacado en esa vena tan sensible para mí. Sabían que al atacarlos yo saldría de mi escondite y me entregaría sin rechistar, pero ellos habían criado a un monstruo, un monstruo lleno de resentimiento que no pensaba huir o esconderse, que les haría frente y les volaría los sesos de ser necesario.

No sería más la mujer a la que habían inyectado y condenado a una maldita adicción, Mi madre siempre me decía que las cosas podían cambiar de un momento a otro y nunca había creído en esas palabras, era imposible que una sola situación fuera capaz de cambiar todo, pero en mi vida lo había experimentado cientos de veces.

Había dejado a mi familia y fingido mi muerte para protegerlos pero parecía que los bastardos por quienes lo había hecho habían decidido volver a joderme la existencia secuestrándolos.

Me sentía tan tonta al haber creído que Magnus se tragaría el cuento de que estaba muerta, lo conocía perfectamente bien y sabía que ese bastardo había hecho incluso apuestas para darle precio a mi cabeza o más bien a quien lograra atraparme con vida, porque eso tenía ese hijo de puta, no me daría una muerte rápida, me encadenaría a él con un estúpido matrimonio y eso era lo que más rabia me daba.

Había sufrido tanto, había hecho pasar un enorme dolor a todos los que amaba con el fin de protegerlos y por esos malditos hijos de puta todo se había ido a la mierda, no sabía cómo habían logrado darme en la vena más sensible o como se habían enterado de que estaba con vida, pero no podía permitir que dañaran a mi padre, a mi hermano o a cualquiera que estuviera en las garras de Dereck.

El cabello rubio cenizo que se había convertido en mi nuevo look desapareció en menos tiempo del que me lo habían colocado, era un tinte especial que no se deslavaba con el agua o el shampoo, pero que con un líquido especial podía ser retirado en su totalidad, dejando el cabello completamente natural, era un producto especial para la milicia, utilizado para misiones en las que se debían infiltrar con otro tono de cabello, por lo menos alguien había pensado en no maltratar nuestro cabello y lucir más naturales que utilizando una peluca.

La mujer me ayudo a retirar las lentillas, colocándome unas gotas para hacer que mis pupilas pudieran adaptarse de nuevo a no tener nada encima, a decir verdad, cada que debía realizar el cambio sentía que mis ojos ardían como el maldito infierno y duraba un par de días sin lograr enfocar bien, pero saber que no tendría que volver a usarlas me hacía sentir realmente libre.

—Disculpe—murmuró uno de los soldados a quien suponía era el general quien estaba afuera con todos mis conocidos —. ¿Ha visto a la capitana Hoffman? El capitán Nick la ha estado buscando desde hace horas...

—Ella salió—mintió Andrew.

—Entiendo... se lo informaré al capitán y...

—¡A la mierda que salió padre! ¡¿Dónde está Venus?! La he estado buscando desde hace horas y la última persona con la que la vieron fuiste tú y sé que no ha salido de la base porque el auto está en el mismo lugar que lo dejamos.

—Nikolai... cálmate—murmuró Andrew.

—¿Está bien? ¡Joder! Despues de lo que paso con sus expedientes supe que podía ponerse mal, ¿Está en la enfermería? ¿Alguien la está tratando?

Mi madre me miró con una ceja enarcada y sonreí con inocencia, sabía que debía hablarle de mi nueva vida, pero en ese momento había cosas más importantes que contarle lo que me había ocurrido en mi falsa muerte, no sabía que era lo que mi tío y hermano le habían contado y debía esperar a que todos estuvieran reunidos para poder hablarlo.

—Nikolai, cálmate, ella está bien... espera un par de minutos...

Lo escuché calmarse y suspiré tranquila, Nick era un hombre tranquilo pero cuando se lo proponía era capaz de incendiar el mundo.

—Bienvenida al mundo, nueva tú—murmuró la mujer, la misma estilista que me había hecho el primer cambio de imagen —. Si te soy sincera, el otro look no me gustaba... quien te lo hizo debe ser una perdedora.

Solté una pequeña carcajada, ella misma lo había hecho pero no lo recordaba.

—Gracias por devolverme a mi verdadero yo—murmuré —. ¿Mamá?

—¿Dime?

—¿Ya trajeron mi uniforme?...

—Tú hermano lo empaco—murmuró con una sonrisa —. ¿Quieres colocártelo ahora? ¿no será incomodo en el viaje?

—No uso uniforme desde hace dos años, má—murmuré —. Necesito volver a sentirme yo y sabes que mi uniforme es como mi segunda piel...

—Ya extrañaba a mi niña caprichosa—murmuró.

Se levantó para abrazarme, no me negué a su abrazo, a pesar de que estábamos preocupados con lo que estaba ocurriendo, necesitaba volver a ser yo, y para ello necesitaba volver a sentirme yo para poder ser yo.

Mi madre me entregó una pequeña maleta y sonreí al ver todo mi uniforme perfectamente acomodado, la miré al ver las nuevas insignias que colgaban de chaleco antibalas, las insignias eran la representación de lazos en mi uniforme de gala.

—¿Valentía y supervivencia? —pregunté —. Son lazos que no conocía, tengo las medallas pero los lazos no...

—Solo alguien que logró sobrevivir a la tortura del mayor bastardo y que logró escapar con victoria las merece—aseguró.

—Pero morí...

—El consejo estuvo de acuerdo en dártelas... no cualquiera se interpone en balas que van directo a matar a quien amas—aseguró —. Anda, ponte el uniforme, quiero ver que mi fénix se alce en un hermoso vuelo glorioso.

—Te extrañé, mamá...

—Y yo a ti, mi amor—murmuró estrechándome entre sus brazos—. Te extrañe cada momento desde que me dijeron que estabas sin vida...

La abracé al ver pequeñas lagrimas acumularse en sus ojos, me odiaba a mí misma por haberle causado ese dolor a ella y a todos los que amaba, de nada había servido tratar de protegerlos, el bastardo de Magnus había regresado para atraparme.

Me separé de ella y me puse el uniforme, sintiendo como la tela se amoldaba perfectamente a mi cuerpo. Sentía que estaba de nuevo en mi cuerpo, pero no era la misma Keylani de un año y nueve meses atrás, era la mujer que se había levantado de las cenizas y que se alzaría en un glorioso vuelo cargado de ira y venganza, ellos me habían arrebatado la vida y yo me encargaría de hacer lo mismo.

Al verme al espejo me sentí completamente renovada, era yo de nuevo y no podía ocultar la gran emoción que me embriagaba, mi cuerpo parecía haberse vuelto incluso más perfecto, mi rostro había recuperado todo el color y mis ojos me hacían sentir segura, ese hermoso color verde resaltaba todas mis facciones.

—Extrañé esto—murmuré acariciando mi rostro —. Bienvenida, coronel—me dije a mi misma frente al espejo.

Me giré en dirección a mi madre, quien me miraba con los ojos llenos de lágrimas, seguramente por volverme a ver y yo me odiaba por haberle causado un dolor tan grande.

—Bienvenida de regreso, General—murmuró mi madre y la mire extrañada.

—¿General?

—Las cosas cambiaron en la base, hija y creo que por algún motivo habíamos dejado en vacío el título de general de la Base Alpha—murmuró —. Es hora de que tomes tu legitimo lugar, tú siempre supiste guiar esa base y entregaste tu vida a ella, así que es justo que tengas un nuevo ascenso...

—Mamá...

—No acepto un no por respuesta—murmuró extendiendo una placa —. Tú hermano la trajo a escondidas y me la dio antes de que entraras por la puerta... me dijo que esa placa pertenecía a una sola persona...

Frente a mi puso la hermosa placa dorada con una nueva insignia, algo que me reconocía como la general de todo el ejército Alpha, lo que me colocaba como la máxima autoridad dentro de mi base.

—No pensaba rechazarla, ministra—murmuré con una sonrisa—. Gracias, mamá...

—Nunca perdí la esperanza de que seguías con vida, mi corazón seguía sintiendo ese amor de madre—murmuró con una sonrisa —. Me alegra haber tenido razón—aseguró—, y más te vale no volverte a ir, porque sin importarme nada, esta vez sí moveré cielo, mar y tierra por encontrarte...

—No me pienso volver a ir—murmuré abrazándola—. Y te prometo que llevaremos a casa a papá y a Gian.

—¡Voy a entrar, no me trago el cuento de que ella está bien, si no me dejas verla!

Suspiré al escuchar a mi novio, era necio y debía salir antes de que quemará la base.

—Mamá... quiero presentarte a alguien, es el hombre que me ayudo a entenderme a mí misma y me sostuvo en mis momentos de mayor soledad...Es...

—¿Dónde está mi novia?

—Mi novio—terminé la frase mirando como Nick abría la puerta con prisa—. ¿Dónde está?

Solté una pequeña risa, acercándome a él para quedar frente a su mirada preocupada, podía ver como sus ojos trataban de reconocerme, sabía que podía ser difícil para él, no había conocido a mi yo real más que en fotografías.

Antes de que pudiera hacer algo, tomo mis labios en un beso desesperado y lleno de amor, sabía que no haría ni una sola pregunta y que sostendría mi mano sin importar la apariencia que tuviese, estaba seguro de que incluso con cuernos y alas de demonio él me amaría. Separó nuestros labios, unió nuestras frentes y acaricio mi mejilla.

—Te reconocería aunque cambiaras todo tu rostro—aseguró con una sonrisa —. Aunque debo decir que esta tú me gusta más, es más tú...

—Este es mi verdadero yo—murmuré enfocándome en sus preciosos ojos caramelo —. Así que más te vale acostumbrarte.

—Te quiero, mi osita—murmuró volviendo a unir nuestros labios.

Escuché un carraspeo y me obligué a separarme de sus labios, encontrando el ceño fruncido de todos los presentes, excepto de mi madre y de Andrew.

—Les presento a Nikolai—murmuré con una sonrisa —. Es el hombre que me cuido y me hizo querer seguir viviendo, mi novio.

Mi hermano sin dudarlo se acercó a abrazarlo con fuerza, le dijo unas palabras al oído y supe que se trataba se la famosa amenaza de los Kim, algo que había ahuyentado a mis pretendientes durante años.

—Lo capto—murmuró Nick con una sonrisa fingida.

—No le hagas caso—murmuré riendo—. No te disparara a las rodillas...

Miré a Kennett, sintiendo que podría juzgarme por haber comenzado una relación, pero no fue así, él me sonrío con alegría.

—Es hora de irnos a casa—murmuró mi mamá—. Necesitamos planear una estrategia...

—Mamá—llamé —. Se que tú puedes autorizarlo, Nick hará las pruebas necesarias para aprobar, pero por ahora necesito que le des una licencia provisional, lo necesito para que sea mi apoyo, ahora él es parte de mi equipo.

—Lo autorizo—aseguró —. ¿El consejo lo autoriza? —preguntó mirando a mi tío, Bausili y Kennett.

—Lo autorizamos—murmuraron los tres a la vez.

—También eres miembro del consejo—murmuró mi mamá.

—Lo autorizo—murmuré con una sonrisa—. Llegando a la base te conseguiré un uniforme.

—Te amo—murmuró besando mis labios fugazmente —. Padre...

—Anda, ve—murmuró Andrew —. Puedo apañármelas yo solo, tu sueño siempre fue ir a ese ejército, así que aprovecha y ve, que yo ya estoy orgulloso de ti...

Ellos se fundieron en un abrazó y no pude evitar sonreír.

—Te quiero, papá—murmuró Nick abrazándose a su padre.

—Y yo a ti, pequeño duendecillo—aseguró Andrew —. Vayan y hagan que me sienta más orgulloso...

Lo abracé rápidamente y antes de seguir a mi madre junto con todos los que me habían buscado, sonreí con alegría al darme cuenta de que realmente nunca había estado sola. No tuve tiempo nisiquiera de empacar mis informes o expedientes, estaba segura de que todos harían un gran trabajo con mi investigación y antídoto.

El camino al aeropuerto me hizo sentir melancólica, la vida tranquila que me había imaginado se había ido a la basura, pero sabía que nunca podía tener una vida perfecta y tranquila, yo no era así, yo era alguien que necesitaba estar en acción. Además, había tapado el sol con un dedo, había huido en lugar de enfrentar los problemas, pero aun así no me arrepentía, porque me había vuelto más fuerte y mi tiempo de descanso me había hecho volver a vivir.

—Dile a ese pedazo de estiércol que si no tiene una estrategia coherente, la daré de comer a los jodidos leones—gruñó mi madre con el celular en el oído—. Vamos en camino y si encuentro a un solo soldado sin estar entrenando, todos se largan a la maldita calle, mi esposo e hijo estan en peligro y no hacen más que presumir a quien se han cogido, así que dile a ese par que controle las putas hormonas y busquen una solución.

Nick me miró por un par de segundos, seguramente extrañado por la actitud de mi madre, pero yo estaba completamente acostumbrada a que fuera la mujer más exigente de la tierra, con ella debía ser perfección o no lo era. No había tibiezas con ella, era blanco o negro, pero jamás intermedio y estaba orgullosa de ella, de mi perfecta y mandona madre.

—¿Puedo ofrecerles algo de tomar? —preguntó la azafata.

—¿Tienes panqueques? —pregunté —. Tengo hambre...

—¿Galletas y jugo? Es lo mejor que puedo ofrecerle o quizás pueda revisar si hay algo... Creo que habíamos subido langostinos para la señora...

—Las galletas estan bien, no puedo comer mariscos—murmuré.

La chica me sonrió y se alejó caminando con elegancia por el Jet privado de mis padres, a decir verdad, realmente extrañaba los lujos de ser una Kim, viajar en Jet privado con langostinos como único alimento y champagne que valía más que un Lamborghini.

—¿No puedes comer langostinos? Antes los amabas—murmuró mi mamá—. Creo que debes contarme demasiadas cosas...

—Me los prohibieron en rehabilitación—murmuré con una sonrisa —. No puedo comer mariscos, moluscos o cualquier animal que provenga del mar, a excepción del salmón que de hecho es uno de los alimentos principales en mi dieta... solo puedo consumir carne de res y pollo, tengo totalmente prohibida la carne de cerdo, el queso y leche de cabra, alimentos crudos o sushi.

—¿Ramen?

—Es la excepción—murmuré con una sonrisa—. Te contaré todo cuando salgamos de esto y que este papá...

—Está bien, mi amor—murmuró mi madre con una sonrisa —. Pediré que se graben tu dieta en la cafetería...

Sonreí sin poder evitarlo, de un momento a otro mi vida estaba cambiando completamente y eso realmente me hacía sentir completamente feliz, después de creer que lo había perdido todo podía volver a sonreír y a tener una vida completa, volvería a ver a las personas que amaba. Nick tomó mi mano el resto del camino, dándome la fortaleza que necesitaba para poder enfrentarme a todo lo que encontraría al regresar a la base.

Aterrizamos en punto del medio día en la pista de la central, era algo que había olvidado como se sentía, estar en mi hogar, el lugar que me había hecho crecer me hacía sentir completa, en ese lugar había logrado mis más grandes sueños y me había convertido en la mujer que era.

Suspiré cuando el Jet abrió sus puertas, tomé la mano de Nick para ambos poder bajar a lo que había sido mi hogar, el delicioso aroma a roble fue lo primero que impacto mi sentido del olfato cuando el viento golpeo mi rostro. Sentí que una lagrima bajaba por mi mejilla al ver todo lo que había dejado atrás, lo último que recordaba de ese lugar era haberlo visto en llamas.

Estaba completamente renovado, era tan moderno que parecía ser un nuevo lugar pero sabía que era mi hogar por la fachada que seguía conservando, llena de grandes ventanales y estructuras metálicas.

Bajé del Jet, sosteniendo la mano de Nick.

—Tenemos una reunión con los capitanes—murmuró mi madre—. Voy a presentarte y...

—No—murmuré—. Los Capitanes que estan no los conozco y no quiero hacerlo, no pudieron planear una estrategia cuando se supone que para eso estan entrenados, así que a quienes necesito en este momento es a mis tropas que como puedo ver se comportan como verdaderos animales...

—Extrañaba tu descaro—murmuró mi madre soltando una pequeña risa —. Solo asegúrate de no desmayarme a nadie... pensarán que eres un fantasma...

—Mejor así—aseguré —. Les dará vergüenza que un fantasma tenga que venir de la muerte para recordarles quienes son...

—Hablo en serio—murmuró mi madre—. No me les vayas a causar un infarto...

—El infarto me lo causaran ellos—gruñí al ver que se comportaban como niños, corriendo por los pasillos.

—Olvida lo que dije, dales el susto de muerte—murmuró viendo lo mismo que yo —. Capitán Pávlov, usted viene con nosotros.

—Como ordené, ministra—murmuró.

Nos despedimos con un pequeño beso y los vi alejarse hasta adentrarse en la central, claro que debía dar un nuevo recorrido, pues estaba totalmente perdida, pero para eso tendría tiempo. Suspiré al ver en lo que se habían convertido mis tropas, estaba segura de que los cadetes de la academia Jr. se comportaban mejor que esa bola de animales.

—Dios, dame paciencia—susurré —. Porque si me das otra cosa, los mato...

Caminé decidida hacia el campo de entrenamiento principal, todos los soldados parecían completamente distraídos mientras se empujaban y jugaban, parecía que todos eran novatos, aunque podía reconocer varios rostros de soldados que yo había entrenado, nadie parecía percatarse de mi presencia.

Suspiré, tratando de no sacar mi arma y volarle la cabeza a todos los animales que tenía por soldados. Carraspeé un poco, pero nadie parecía percatarse de ello, todos parecían ser niños que no tenían idea de que eran soldados y no tenía la mínima idea de cómo diablos eran capaces de seguir con vida en el ejército.

—Oye—llamé a uno de los que se encontraba perdido en el celular —. ¿Puedes decirme la hora?

—Las doce con diez—murmuró sin prestarme atención.

—¿Quién está a cargo? —pregunté y levantó los hombros sin siquiera voltearme a mirar.

<<Suficiente>>

Le arrebaté el celular, volviéndolo mierda en mi mano.

—¡¿Qué te pas...?! ¡PUTA MADRE UN FANTASMA!

Rodé los ojos ante su cobardía, se desmayó tras un segundo de shock y eso encendió más mi ira, odiaba que mi ejército pareciera un jardín de niños, estaba segura de que hasta los mini cadetes sabían respetar la autoridad.

Todos parecieron entender lo que pasaba, se giraron en mi dirección y comenzó todo un disturbio, algunos murmuraban que era un fantasma, otros hasta lloraban como todas unas nenitas de kínder, me desesperaba que mi ejército estaba por los suelos y quería asesinar a quien se suponía estaba a cargo.

—¿Quién está a cargo? —pregunté.

—N...No me lleve—murmuró el hombre al que le pregunté.

Solté un suspiro frustrado.

—¡Escuchen todos pedazos de estiércol! —grité logrando que todos corrieran a sus lugares a formarse —. ¡No quiero nenitas lloronas que se van a desmayar cuando aparezca algo imprevisto! ¡El perdedor que se desmayó, queda fuera!

—Si, señora—gritaron todos.

—¡Quiero veinte vueltas al campo mayor, quien se caiga queda fuera, quien se atrase queda fuera y a quien se le ocurra salirse de la formación... queda expulsado del ejército Alpha!

—¡Si, señora! —gritaron todos al unisonido.

Todos comenzaron a correr sin tropezarse, sin decir una palabra o quejarse, parecía que todos realmente tenían miedo de lo que estaba ocurriendo y aunque yo odiaba infundir miedo, el ejército que había dejado casi dos años atrás era toda una mierda, entendía el motivo por el que mis padres estaban buscando a los mejores en los ejércitos.

Una hora después, todos se encontraban formados, jadeando y sudando, estaba segura de que nunca cumplían un maldito entrenamiento y no sabía el motivo por el que se encontraban tan descoordinados, pero realmente me molestaba que mi ejército era menos que un pedazo de excremento.

—¡No quiero a nenitas en mi ejército! —grité —. ¡No quiero mierdas que se van a entregar al primer punto de quiebre y dejen de tener las putas caras de asustados, no soy un fantasma, soy la General Keylani Kim y por su maldita ineptitud mis vacaciones se acabaron, así que ahora se aguantan que ustedes se lo buscaron!

—Si, general.

—Quiero que todos tomen un arma ¡Ya!

Todas las tropas corrieron a los estantes de armas largas, en su mayoría rifles que eran de entrenamiento.

—General—murmuró un hombre.

—Leonel—murmuré sin poder evitar una sonrisa.

—Yo estaba seguro de que usted no estaba muerta—aseguró con una sonrisa —. Algo me decía que seguía con vida y no me equivoque—murmuró.

—Yo creí que él te había matado...

—Lo intento—aseguró —. Pero no logró hacerlo... y después de todo... logré mi sueño—murmuró mostrándome el anillo que claramente era de casado.

—Lo merecías—murmuré con una sonrisa —. ¿Teniente?

—También me tomo por sorpresa—murmuró riendo —. Me alegra tenerla de regreso...

Sonreí sin poder evitarlo, se despidió con un rápido saludo militar y corrió a tomar un arma. Todos los soldados se formaron en sus filas sin quitar las caras de idiotas asustados, claro que era de esperarse que todos se encontrarán asustados por mi repentina aparición, pero me desesperaba que no pudieran procesar lo que estaba ocurriendo, mi madre había tenido que recurrir a mi porque parecía que nuestras tropas se habían convertido en el FBI.

Formé a todos, quienes se pararon firmes sabiendo que realizaríamos una prueba de tiro, necesitaba solo a los mejores para el rescate de mi padre, mi hermano y todos los demás. Me pasee entre las filas, sintiendo un golpe de decepción al ver que podía contar con los dedos de las manos a quienes sabían agarrar una maldita arma, algo que se suponía era primordial en el ejército Alpha.

—¡Me voy por solo dos años y mi ejército se va a la mierda! ¡No quiero nenitas ni escorias en mis filas, quien quiera largarse es libre de hacerlo! —gruñí con furia, odiaba que el ejército se hubiese convertido en algo tan bajo que no sabía nisiquiera tomar un arma, no me imaginaba si se trataba de desarmar bombas —. ¿Quiénes somos?

—¡La élite de élites! —gritaron todos y me contuve de rodar los ojos.

—¡Pues no lo parecen! Dan vergüenza, nisiquiera saben tomar un arma de forma correcta.

Me paseé por las filas, corrigiendo algunas posturas que tenían salvación y arrebatando algunas armas de pantomimas que no tenían la mínima idea de lo que implicaba ser soldados, sentía que la bilis subía por mi garganta, odiaba ver que mi ejército élite se había disminuido a nada. Me paré firme frente a uno de los soldados que temblaba como un maldito perro chihuahua. Bufé y decidí ignorarlo por un par de minutos, realmente no quería causar infartos.

<<Oh, Diosas de las Fénix, no quiero matar a nadie hoy, así que denme la paciencia necesaria para soportar a estas salamandras que no saben ni defender su propio culo>>

Pensé regresando al mismo soldado que incluso había mojado los pantalones, colmando la poca paciencia que me cargaba, no tenía idea de cómo había aprobado las pruebas pero estaba segura de que quien lo había elegido era un completo idiota.

—No sirves en el ejército—murmuré arrebatándole el arma, tratando de no lanzarle fuego por la boca, tiré el arma a sus pies y señalé sus faltas con los dedos, no me gustaba humillar a nadie, pero parecía que necesitaban un buen escarmiento —. No sabes cómo agarrar un arma, apenas puedes mantenerte en una sola posición sin temblar y por lo mojado de tus pantalones, estas más asustado que mi ratón. No, no estás viendo un puto fantasma y más te vale que te controles o te largas.

—S...Si, s...señora.

—Largo de la fila.

El soldado asintió, siguiendo a todos los que ya había sacado de mis filas porque todos eran realmente inservibles.

—Disculpa—murmuró una voz femenina.

Era una voz chillona y no era por ofenderla, pero por el timbre tembloroso era de saberse que le faltaban ovarios. Dejé de mirar a la escoria que se hacía llamar soldado y me giré en dirección a la mujer que parecía ser otro chihuahua que temblaba frente a mí.

—¿Qué haces fuera de tu fila? —gruñí.

Parecía que los cables del cerebro se le habían desconectado, no articulaba palabra y mi poco paciencia estaba por agotarse, había dos cosas que me hartaban y ambas las estaba haciendo esa chica que parecía ser una gelatina en lugar de una mujer.

<<Diosas de las Fénix, realmente no quiero matar a nadie hoy>>

—Le hice una pregunta, soldado—gruñí perdiendo la paciencia.

—L...Lo siento—susurró la chica.

Odiaba que un soldado me bajara la mirada y en menos de dos minutos esa chica lo había hecho, sin embargo, por la insignia que tenía en su chaleco, supe que era una capitana y en ese momento no me podía dar el lujo de correr a capitanes, menos cuando solo me quedaban dos de confianza.

—Vaya a formarse en su lugar—ordené.

La chica hizo un pequeño asentimiento y la vi alejarse, pero se detuvo en seco de repente, seguramente recordando que ella era quien estaba a cargo, el lenguaje corporal de los soldados me lo había dicho y era una real tontería que no pudiera nisiquiera sostenerme la mirada. Se regresó en mi dirección, dispuesta a encararme y no me negaría a remarcarle a alguien con tan poco carácter quien era.

—¿Quién se cree para darme ordenes? Nisiquiera se ha identificado—gruñó—. Identifíquese—ordenó

La repasé por un par de segundos, no quería tener enemigos tan pronto y estaba segura de que ella y la morena que habían llegado, serían un grano en el culo, había algo que me lo decía. No era de juzgar a las personas, pero cuando se es militar, el carácter es lo primordial para que no te pisoteen y esa chica tenía todo menos carácter.

Llevé mi mano hacía mi placa, no me importaba ser presunciosa, pero era momento de que alguien bajara del cielo a esa mujer que se sentía la reina del universo.

—General Keylani Kim Rossi—murmuré sin tartamudear, mi madre siempre me lo había dicho <<muestra seguridad, si quieres seguridad>>—. Es un gusto volver a estar en el ejército Alpha.

La chica me miró anonada sin ser capaz de decir palabra, a lo lejos vi a mi madre que se acercaba hablando animadamente con Nick, mi hermano y los generales la acompañaban, detrás de ellos, mi tío Avery cargaba a lo que parecía ser un niño, aunque no podía verle su carita, el cabello cobrizo brillaba bajo la luz del sol.

—De esto es de lo que hablaba—murmuró mi madre —. Aunque son menos de los que esperaba...

—Ministra—saludaron todos.

—Descansen, soldados—ordenó mi madre —. General, su estrategia fue aprobada, los capitanes Pávlov y Kim son sus mano derecha.

—La apoyaremos en lo que necesite—murmuró Kennett.

—Gracias—murmuré —. Los que quedaron de pie son los que tienen autorización para la siguiente fase, todos realizaran la prueba correspondiente, nos enfrentaremos a los grandes y necesitamos solo lo mejor, no quiero nenas que se van a desmayar en medio de un tiroteo o llorones que se van a quebrar cuando vean al diablo en persona, no es una misión cualquiera y deben de tenerlo presente, si alguno de los que está de pie no tiene las agallas para enfrentar a los Schiavone de frente, largo—gruñí.

—¡Ya escucharon a la general! —gritó mi tío Avery dándole el bebé a mi madre quien sin dudarlo lo tomo en brazos —. ¡Todos a entrenar!

Era bueno estar en casa, me sentía feliz de poder estar en el lugar que había extrañado tanto y que había anhelado volver a ver. Estaba segura de que podía recuperar a mi ejército y no solo eso, sino salvar a quienes amaba y atrapar al bastardo de Magnus, después de todo, yo era la única que podía hacer algo así.

<<Sangre y dolor, se paga con sangre y dolor, ese maldito va a conocer quién es Keylani Kim>>

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¿Qué les pareció este capítulo?

¿Qué creen que ocurra en el próximo capítulo?

¿Les gusta nuestra Key remasterizada?

¿Creen que Key logre rescatarlos? 

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