Capítulo 48.

Mi dulce pequeña.

"El curso del amor verdadero nunca fue fácil". ~William Shakespeare.


Dicen que cuando encuentras a la persona que está destinada a ti lo sientes en el corazón, que no importa cuántas veces pasen, cuántas veces ocurran cosas o situaciones que te hagan sentir inseguro, si has encontrado a la persona que está destinada a estar a tu lado por el resto de su eternidad estará ahí y te darán la fortaleza para mantenerte a salvo.

Muchas veces creemos que la vida nos juega sucio, que la vida se empeña en hacernos sufrir de una u otra manera por la simple razón de que quiere divertirse o de que simplemente siente que necesita hacerlo para darle una lección a las personas que están en la vida, la vida muchas veces se comporta como un niño berrinchudo, qué hace berrinche cuando no tiene lo que quiere y que se empeñan en llorar durante horas hasta conseguir que le cumplan su capricho.

Pero la vida en lugar de ponerse a llorar se empeña en hacernos sufrir a nosotros, al ser humano que es el que habita en ella, nos pone pruebas que a veces son difíciles de superar y que la mayoría de las veces sentimos que nuestra alma se parte en mil pedazos por el daño que nos ocasiona, a veces la vida no lo hace para dañarnos, si no quizás simplemente para que nos demos cuenta de lo que tenemos delante de nosotros.

A veces cuando pensamos que nuestra vida es un completo caos en donde no tenemos el control de absolutamente nada a nuestro alrededor, el destino nos hace el favor de mirarnos y de apiadarse un poco de nosotros, nos da una pequeña sonrisa y nos muestra que realmente no es tan mala la vida, simplemente quería mostrarnos lo que teníamos enfrente y que necesitábamos abrir los ojos a la fuerza para darnos cuenta de que no estábamos solos y que quizás, simplemente nos sentíamos desolados porque no veíamos más allá de nuestra propia sombra.

La vida a veces nos muestra que realmente puede ser amable, que puede sonreírnos de vez en cuando y hacernos sentir seguros a pesar de que a veces sintamos que se nos parte el alma de mil maneras diferentes. Que incluso con el dolor que hay en nuestros corazones, podemos ponernos de pie y continuar con la vida que nos merecemos, pues esta misma se ha dado cuenta de que es suficiente de hacer berrinches y es momento de darnos una luz en el camino después de que nos haya hecho sufrir tanto.

Puede sonar confuso e incluso incoherente, pero la vida es la que controla nuestra existencia misma, es aquella que nos muestra que tenemos que ponernos de pie y mirar más allá de lo que somos, que tenemos que pararnos firmes y tomar la mano de las personas que están a nuestro alrededor, para no caer a pesar de la tormenta que pueda desatarse, la vida es hermosa y cuando nos muestra enseñanzas, debemos tomarlas porque no sabemos cuántas oportunidades tendremos de hacerlo y a veces esas oportunidades son únicas.

La vida muchas veces nos muestra que no podemos simplemente dejarnos caer, que sí, ella se comporta como una niña chiquita queriendo hacer berrinche para conseguir lo que desea, pero lo hace porque sabe cuál es nuestro destino y aunque a veces esos dos se la pasan peleando, a veces nos da la oportunidad de continuar y de no dejarnos caer a pesar de la incertidumbre que puede haber en nuestros corazones.

No importa la fuerza en la que creamos, no importa si creemos en las almas gemelas o en el hilo rojo del destino, cuando encontramos a la persona indicada y la vida está de humor para dejarnos disfrutar aquello, nos damos cuenta de que en realidad no era tan mala como nosotros pensábamos, la vida en realidad nunca nos va a dejar caer, en su lugar va a querer que nosotros triunfemos y nos tomará entre sus brazos para que nosotros nos demos cuenta de la fortaleza que hay en nuestro interior.

La vida misma nos muestra que es necesario sacrificar a veces un par de años para tener un par de vidas al lado de los que amamos, que incluso el menor sacrificio significa que tarde o temprano recibiremos un premio por haber tenido la valentía de salvar a quienes amamos. Y yo estaba completamente segura de que ese momento había llegado a mi vida.

Mi madre siempre me había dicho que el amor era más fuerte que cualquier otra cosa, me lo replicaba tantas veces que se había convertido en un mantra para mí, ella me decía que no había una fuerza más poderosa que el amor, el amor en cualquiera de sus formas tenía el poder de darle a la vida un reconforte.

Mi madre nunca había creído en el destino hasta que conoció a mi padre, su historia de amor realmente era hermosa y saber que ellos dos se habían encontrado cuando menos lo pensaban y menos lo querían, era algo que siempre había soñado para mí y aunque lo había dejado de creer después de haber sido violentada por un bastardo, mi corazón había seguido latiendo con la misma intensidad cada que alguien nombraba el destino o el alma gemela, porque en lo más profundo de mi corazón, yo seguía anhelando que la vida me dieran la oportunidad de amar de forma verdadera.

No me importaba si el destino o la vida no tenían esos planes para mí, jamás me había importado en realidad, pero secretamente le rogaba al universo porque realmente pusiera a alguien frente a mí, a alguien que me diera la seguridad que mi padre le daba a mi madre, a alguien que me brindara tanto amor que me hiciera derretirme entre sus brazos y por supuesto, a alguien que me amara con todos los defectos que tenía, por más estúpidos que fuesen esos defectos.

Quizás nunca lo había deseado pero siempre lo había anhelado, porque yo quería tener mi propio cuento de hadas, a pesar de que nunca había creído en ello y que me parecía más bien estúpido, yo sí quería tener ese cuento. Quería levantarme un día y darme cuenta de que mi vida se había convertido en algo hermoso, que tenía mi príncipe azul a mi lado y a mi valiente dragón protegiéndome de cualquier mal.

Pero nunca me había detenido a pensar, en que la persona indicada llegaría cuando menos lo esperaba, mi esposo había llegado en el momento en el que yo había estado demasiado ocupada con mi vida, tanto que ni siquiera me había dado cuenta en primera instancia que él era mi alma gemela, que él era el otro extremo de mi hilo rojo del destino y que Conall era la persona que estaba destinada a mí para complementarme y hacerme sentir única.

Mi esposo se había convertido en mí todo, realmente ya no podía imaginar una vida que no fuese a su lado y tampoco al lado del pequeño niño que era nuestro hijo, ambos eran la parte que complementaban mi alma y que seguramente harían un pequeño espacio para los bebés que teníamos planeado en nuestra vida.

Yo quería un cuento de hadas y parecía que la vida por fin me estaba sonriendo para que me diese cuenta de que no era muy difícil obtenerlo, que me daría ese cuento de hadas que yo estaba anhelando con todo mi corazón y que quizás no tendría un príncipe azul a mi lado, pero sí tendría un valiente Guerrero que tomaría su espada y no dudaría en protegerme y proteger a nuestros pequeños.

Estaba orgullosa de la mujer en la que me había convertido, porque estaba segura de que años atrás no hubiese soportado todo lo que tenía que pasar en el proceso de fertilización, pero también estaba segura de que se debía al apoyo que tenía del hombre que amaba, porque incluso cuando estaba en mis peores días, él estaba ahí para abrazarme y hacerme sentir única.

Dicen que cuando la vida nos pone a la persona indicada frente a nosotros lo sabemos y no podía estar más feliz del hombre que estaba frente a mí. Habíamos estado esperando durante meses más efectos secundarios que mis cambios de humor, eso significaba que las inyecciones estarían funcionando de la forma correcta, quizás era tonto pero por primera vez en mi vida deseaba tener un ciclo menstrual, porque sabía que si eso ocurría significaba que mi cuerpo estaba llevando el proceso que necesitaba.

La doctora había dicho cientos de veces que yo debía considerarme como ganadora de la lotería genética, a pesar de que mi ciclo siempre había sido normal nunca había tenido una menstruación y por más estúpido que sonase, yo no me sentía afortunada por eso. Debía hacerlo porque mi trabajo siempre había implicado estar en movimiento y no tener tiempo ni siquiera para estar cómoda, pero mi trabajo ya no era ser militar y en ese momento quería ser lo más normal posible.

Los brazos de mi esposo me rodearon por la cintura desde atrás, colocándome completamente a su cuerpo desnudo y sintiendo la piel de nuestros cuerpos chocar con delicadeza, sonreí entre sueños, sintiendo el calor que mi hombre podía brindarme. Me acurruqué más contra su cuerpo, el único cambio que había notado desde dos días atrás, era un ligero dolor en mi vientre, era soportable.

—Amor—murmuró mi esposo sobre mi cuello—. ¿Estás pensando cosas sucias, pequeña muñequita?

—No—murmuré recargando mi cabeza contra su pecho.

Miré a mi esposo sin entender por qué decía esas palabras, el dolor se había vuelto un poco más intenso desde que habíamos terminado de tener sexo y ambos habíamos quedado agotados contra el colchón de nuestra habitación.

—¿Entonces por qué estas tan mojada? —preguntó con una ceja arqueada.

—¿Cómo es posible que tú lo sientas y yo no?—murmuré.

—Quizás porque mi polla esta contra tu coñito—murmuró besando mi cuello—. Creí que estabas agotada.

—Si hablas con esa voz tan sexi, el agotamiento se esfuma.

Mi esposo soltó una pequeña risa, y me giró sobre mi propio cuerpo para que mi espalda quedase contra el colchón, sin dudarlo un solo segundo se subió sobre mí y comenzó a besarme con toda la dedicación que siempre tenía conmigo, como si fuese la más divina obra de arte que él pudiese apreciar.

Sus labios descendieron hasta mis senos y comenzó a dejar delicados besos sobre ellos, causando que pequeños gemidos salieran de mi boca, deseosos de más, ese hombre era capaz de hacerme sentir y estremecerme de maneras únicas. Solté un gemido cuando sus dientes tomaron mi pequeño botón.

—Sabes delicioso, amor—murmuró prendiéndose a mis pechos como un bebé.

Solté un gemido cuando su mano descendió por mi abdomen hasta encontrar mi punto de placer, rodeó mi clítoris entre sus dedos, causando que los gemidos comenzasen a salir de una forma desenfrenada de mis labios. Su toque era suficiente para hacer que mi cuerpo ardiera y lo desearan más y más.

Me sentía dichosa de sentir a mi esposo de esa manera, el calor que ambos nos brindábamos era único estaba completamente feliz de que nuestros cuerpos reaccionarán inmediatamente al toque del otro, pues no tenía que moverme demasiado para sentir su gran erección chocando contra mis muslos, como si estuviese buscando mi canal, para integrarse dentro y hacerme gemir como solo mi hombre sabía hacerlo.

—Joder estas tan mojada—gruñó—. Más de lo normal...

Su sonrisa Lobuna, me hizo soltar un pequeño gemido, pero antes de que pudiese pensar en algo más cuerdo o detenerlo por qué eran más de las 3:00 de la mañana, lo sentí enterrarse hasta lo más profundo de mi ser y un fuerte gemido salió de mi boca al sentirlo tan dentro y con su mano aun debajo entre mis piernas, causándome más y más placer.

Pronto todo nuestro alrededor se convirtió en jadeos, gruñidos y gemidos de placer, mientras susurraba palabras tiernas en mi oído y me hacía sentir completamente amada, ese hombre tenía el poder de llevar un equilibrio entre el sexo y el amor, no existía uno sin el otro y eso era lo que más amaba de él.

De un solo movimiento nos giró a ambos, dejándome a mí sobre su pelvis. Había muerto de vergüenza cuando mi esposo le había preguntado al doctor si esa posición se podía, el doctor le había indicado que después de un mes no había retenciones en el sexo, solo que si había alguna molestia debía parar inmediatamente.

Como si estuviese poseída, comencé a saltar sobre él moviendo mis caderas en círculos y de adelante hacia atrás. Enterré mis uñas en su pecho, mientras nuestros ojos no se desconectaban ni un solo segundo, ese amor profundo que sentíamos salía a la luz en el momento en el que teníamos relaciones y eso era perfecto. Mi esposo gruñía, pero eso del placer que le provocaba el movimiento de mis caderas, esa no era nuestra posición favorita, pero ambos habíamos terminado demasiado agotados como para pensar en algo más.

—Joder—gruñó.

—C...Conall... e...estoy cerca—murmuré.

—Hazlo amor—murmuró—. Déjale saber a tu hombre cuanto te gusta.

Como si fuese una orden, me acerqué completamente hacia atrás y dejé que mi orgasmo azotara mi cuerpo de una forma realmente caliente. Me retorcí sobre su cuerpo, Disfrutando de todo lo que me hacía sentir con el toque de su miembro en mi interior, era tan grande que tocaba un punto que me hacía chillar de placer y que en todo momento, sentía que estaba en lo más profundo de mi interior.

Prolongó mi orgasmo siguiendo con sus penetraciones desde abajo, tres certeros choques fueron suficientes para sentirlo derramarse en mi interior y jadeé al sentir el calor inundándome desde mi interior, por algún motivo lo sentía más que otras veces, estaba más sensible y sentía como si mis paredes estuviesen recelosas de recibir algo en su interior.

Me desplomé sobre su pecho, sintiéndolo aún en mi interior. Mi esposo comenzó a acariciar mi cabello, con suma delicadeza y con tanto amor que realmente me sentía dichosa de que ese hombre fuese mío. Su manos libre se dirigió a mí rostro, y no pude evitar una oleada de pánico en el momento en el que vi sus dedos manchados de sangre.

Me separé rápidamente de él y él alcanzo la mesita de noche con la lámpara, el terror me embriagó al ver las sábanas blancas llenas de sangre y debajo de nosotros como si hubiese ocurrido una matanza de alguien ahí.

Mi esposo pareció notar mi preocupación, y pude ver cómo palidecía en el momento en el que veía la misma imagen que yo. El terror me consumió, y sin importarme absolutamente nada, me precipité a ver su cicatriz, tenía miedo de que se hubiese abierto por el movimiento extremo que habíamos hecho, pero no había ni un solo daño en la herida.

—¿Q...Qué...?

—Amor—murmuró mi esposo—. Tranquila, muñequita.

Mi corazón se sentía alterado, no podía discernir de dónde había salido tanta sangre y sentía que mis manos temblaban, yo nunca había tenido miedo a la sangre, en realidad me consideraba una sanguinaria pura, pero sólo en los lugares en los que había sangre o en los que debería haber, no en nuestra cama después de tener sexo.

—C...Conall...

—No es mía—murmuró mi esposo mirando entre mis piernas—. Amor... tú regla llegó.

Mi corazón se alteró horriblemente al escuchar esas palabras, a pesar de que la doctora y la psicóloga me habían dicho que debía tomar con calma la primera llegada de mi regla, no podía hacerlo, porque el simple hecho de pensar en qué podía haber sido una implantación, causaba que mi corazón se destruyera en mil pedazos.

—¿Y...Y si no es la regla? ¿Y... Y si es un aborto?

Mi esposo me regaló una pequeña sonrisa, tratando de tranquilizar mis nervios que no estaban para nada fundamentados, sólo era el miedo que me consumía y me hacía sentir vulnerable, porque mi cabeza pensaba en mil cosas a la vez, era imposible que no pensara en que el universo ya había sido demasiado bondadoso con nosotros.

—Amor, no puede ser un aborto, la doctora te reviso antier y no tenías nada... te dijo que era posible que ocurriera la regla—murmuró.

Lo vi ponerse de pie completamente desnudo, caminó hacia nuestro cuarto de baño y tras un par de minutos, regresó con una toalla oscura y húmeda. Como si yo fuese un pequeño animalito lastimado, se acercó con delicadeza hacia mí y cuando miró mis ojos, paso la toalla tibia sobre mi intimidad.

—Conall... tengo miedo...

—Sé que tienes miedo, mi amor, no habías tenido estos síntomas desde hace años—murmuró limpiando con delicadeza y sumo cuidado mi intimidad—. Pero para eso estoy yo aquí, es algo que pasa normalmente a todas las mujeres y tú no lo habías vivido porque como lo dijo la doctora que habías sacado la lotería genética.

—¿Y...Y si...?

—No es un aborto, te realizaron un ultrasonido hace tres días no había absolutamente nada en tu útero, recuerda que la doctora dijo que era algo normal...

Antes de que pudiera pensarlo, me tomó entre sus brazos y me cargó estilo princesa para llevarme hasta el baño, de pronto el pudor me entro al saber que mi esposo me estaba viendo sangrar, pero él parecía no inmutarse ni un poco.

—Dios, suéltame—murmuré—. Qué vergüenza.

—¿Vergüenza? —preguntó mi esposo.

Me dejó sobre la taza del baño y caminó hacia la ducha para poder encenderla, fue entonces cuando vi que sus piernas estaban completamente manchadas de sangre y parte de su pelvis también lo estaba. Él no parecía sentir asco y me pregunté en ese instante sí ese hombre era humano, cualquier otra persona sentiría asco y repulsión ante eso, pero mi hombre no lo hacía.

—Perdón—murmuré.

Al escuchar mi voz mi esposo se giró en mi dirección, enarcó una ceja como queriendo entender por qué me estaba disculpando y yo también quería entenderlo, ni siquiera me di cuenta en el momento en el que las lágrimas comenzaron a bajar por mis mejillas, odiaba ser una llorona y parecía que estando en ese estado era aún más vulnerable y susceptible a todas las emociones.

—¿Te estás disculpando por llorar? Creí que ya habíamos pasado por esa etapa, amor te quiero en cada una de tus facetas y no me importa si te la pasas llorando 24/7, me encargaré de darte suficiente agua para que no te deshidrates—murmuró poniéndose de cuclillas frente a mí.

—No—murmuré—. Por haberte manchado—sollocé.

Mi esposo soltó una pequeña risa, pero no burlándose de mí sino más bien entendiendo el punto por el que estaba llorando. Sin permitirme que lo detuviera, me levantó de la tapa del baño y me estrechó entre sus brazos, incluso sin importarle que pequeñas gotas de sangre cayeran hacia el mármol de nuestro baño.

—Hey—murmuró—. Es algo natural amor e incluso si estas en estos días, Mi deseo por ti no va a disminuir, te amo con todo mi ser y me parece demasiado sexi que todo me pertenezca a mi...

—¡Conall! —chillé llena de vergüenza, Olvidando completamente el llanto.

—Me gusta más cuando me regañas—aseguró con una sonrisa juguetona—. Esto es algo normal, es como si yo me disculpara contigo cada vez que te lleno de mi semen.

—Es diferente—murmuré.

—Lo es, nosotros no sentimos dolor—murmuró besando mi frente mientras nos metía debajo de las gotas de agua—. Las mujeres tienen que pasar por esto porque es la forma en que sus cuerpos indican que son aptos para tener bebés y en este momento es lo que nosotros estamos buscando, así que sí está ocurriendo, debe de ser una buena noticia.

—¿Eres humano? —pregunté—. Cualquier hombre se sentiría asqueado ante esto...

—Es porque como si estuviésemos en la edad de piedra, se nos ha inculcado desde siempre que es impureza... Por suerte, tengo una abuela que me crio diciéndome que eso no era nada malo y a un padre que me enseñó a amar a mi mujer en todas sus etapas—aseguró besando mis labios.

Me señaló el piso sin decir una palabra y entendí que necesitaba bajarme para que pudiese lavarme, cuando le hice caso y bajé de su cuerpo, él salió de la ducha y no pude evitar como si una oleada de tristeza me invadiera y los estúpidos pensamientos lo acompañarán.

<<Estas sucia, por supuesto que no se va a duchar contigo y menos te va a duchar >>

Pero antes de que mis pensamientos me invadieran completamente, mi esposo se giró en mi dirección con un nuevo gel entre sus manos y una sonrisa en sus labios. Lo miré sin entender, hasta que pude ver que se trataba del gel que la doctora me había recomendado para mis días. Mi esposo me regaló una pequeña sonrisa y se volvió a adentrarse en la ducha, cuando estaba por alcanzar mi shampoo normal, mi esposo me lo quitó y vertió una gran cantidad sobre sus manos.

—Cierra los ojos, princesa—murmuró—. Deja que te consienta como mi reina.

Sentí un pequeño hueco en mi estómago, por supuesto que mi esposo no era como los hombres normales. Sus manos comenzaron a hacer espuma en mi cabello y yo no pude evitar recargar mi cabeza sobre su pecho mientras sentía sus dedos deslizarse en mi cuello cabelludo, lo hacía con suma delicadeza y como si estuviese limpiando la obra de arte más preciosa del mundo. No pude evitar que un par de lágrimas bajaran por mis mejillas, todos decían que me había sacado la lotería genética, pero yo más bien, sentía que me había ganado la lotería en cuanto a mi hombre.

Lo sentí separarse de mí, pero me negué a abrir los ojos al estar completamente relajada. Pero entonces sentí el estropajo pasar por todo mi cuerpo, me estaba duchando de la manera más inocente posible, no había toques provocativos, solo delicadeza y amor.

Me relajé tanto que dejé de prestar la atención a todo. Fue hasta que sentí cómo acariciaba con algo más ligero que la tela toda mi intimidad, abrí los ojos con sorpresa y temor, realmente me sentía sucia al saber que él me estaba limpiando, pero su mirada de adoración no cambiaba ni siquiera un poco, incluso cuando estaba limpiando mi entrepierna llena de sangre. Ya no me reprimí el llanto, ese hombre era bajado de las estrellas, porque estaba segura de que nadie era tan paciente con una esposa chillona, malhumorada y con su primer sangrado en casi quince años.

Mi esposo me regaló una pequeña sonrisa cuando volvió a ponerse de pie, mis ojos estaban llenos de lágrimas y no podía pensar con claridad en lo afortunada que era al tener a ese hombre a mi lado, era único y perfecto y estaba segura de que era un hombre irrepetible. Dejó un suave beso en mi coronilla, antes de tomar su propio gel de baño y ducharse sin darme oportunidad de nada, ni siquiera tardó más de dos minutos en dejar su cuerpo completamente limpio.

Yo no podía dejar de sollozar, mientras lo veía él limpiando la sangre que había dejado sobre su cuerpo, pero no parecía molestarle en lo más mínimo. Cuando terminó de ducharse, volvió a ingresarme en el agua para no resfriarme y cerró la llave con velocidad.

Antes de que pudiera decirle que podía caminar hasta nuestra habitación, tomó una toalla, la envolvió en mi cuerpo y me cargó estilo princesa hasta nuestra habitación, yo no podía parar de sollozar al darme cuenta del maravilloso hombre que tenía como esposo. En lugar de dirigirnos a la cama, se acercó a uno de los sillones de piel que estaba frente a los ventanales, me depositó con sumo cuidado sobre el acolchonado y me dio un suave beso en los labios.

—Iré a buscarnos ropa, mantente aquí mientras yo limpio todo—murmuró.

—No... yo...

—Déjame consentir a mi esposa—murmuró dejando un beso sobre mis labios—. Quédate aquí unos minutos, iré por sábanas nuevas y por ropa para nosotros.

Me dio una pequeña sonrisa. Se alejó de mí y caminó hasta el clóset, en donde lo perdí de vista, dejé que el llanto me inundara, realmente me sentía afortunada detener a ese hombre a mi lado y que incluso, con todos mis defectos me amaba más que cualquier otra persona. Minutos después, mi esposo salió con un pantalón de chándal cubriendo la parte baja de su cuerpo y el torso completamente desnudo, en sus manos llevaba unas preciosas sabanas de satén de seda color marfil.

Me ayudó a vestirme, colocándome una de las compresas en mis bragas de abuelita, Todo el pudor desapareció de mí porque estaba segura de que este hombre no me iba a dejar incluso si le mostraba esa parte tan privada de mí.

—Debería salir corriendo, debe de ser asqueroso para ti.

—No lo haré, amor—murmuró—. Tengo tus orgasmos, tus risas y tus palabras de cariño, así que también soy responsable de tus berrinches, tus cólicos y tu menstruación, no me importa absolutamente nada, solo que tú te sientas cómoda.

—¿No te incomoda?

—No, mi amor—murmuró—. Porque sé que el día que esto deje de ocurrir, puede significar que uno de nuestros pequeñitos está en tu vientre...

—Dios, eres maravilloso y perfecto...

—Y tú lo eres para mi—murmuró con un pequeño puchero.

Mi esposo se aseguró de cambiar las sábanas y limpiar cualquier rastro de sangre que había en nuestra habitación, después de ellos se acercó a mí y volvió a cargarme hasta que nos metió en las sábanas a ambos.

—Duerme mi pequeña muñequita y no vuelvas a pensar en qué voy a alejarme de ti por estas pequeñas cosas, es parte de ti y parte del proceso que estamos llevando para lograr el sueño de tener bebés.

Sus manos comenzaron a acariciar mi cabello y parte de mi espalda baja, ese simple movimiento era suficiente para acabar con los cólicos que había en mi estado, esos que la doctora me había dicho serían completamente normales y que debía estar preparada para ello. Ni siquiera me di cuenta del momento en el que me quedé dormida entre sus brazos, pero sin importar ellos sabía que estaba completamente a salvo con él, hola porque el amor que me tenía era igual al que yo le tenía a él.

Cuando abrí los ojos a la mañana siguiente, estaba completamente sola en la cama. El miedo llegó a mi ser, era un sentimiento estúpido considerando lo que me había dicho la noche anterior, pero tenía miedo de que fuese demasiado para él y saliera corriendo, aunque sabía que mi hombre no era así, no podía evitar tener ese miedo. Quizás se debía a que una parte de mí seguía sintiéndose indigna de amor, pero no era tan fácil cambiar todo lo que había vivido durante mi vida.

Me puse de pie y ni siquiera me molesté en cambiarme la pijama, con sólo dar un par de pasos ya sentía que el vientre me explotaba, los cólicos eran realmente fuertes y aunque la doctora había dicho que era algo normal, no podía evitar la preocupación. Traté de aguantar el dolor para no preocupar a mi esposo y aunque quería quedarme acostada todo el día, tenía que darle la fuerza que él me estaba dando a mí.

Bajé las escaleras con dificultad y la imagen que me encontré fue realmente hermosa, mi esposo estaba frente a la estufa, mientras mi hijo estaba montado sobre uno de los bancos de la isleta y mezclaba con ímpetu la mezcla que tenía en un bowl.

—Buenos días, mami— murmuró mi pequeño hijo.

Su padre inmediatamente se giró en dirección con esa sonrisa deslumbrante que me había hecho sentir segura la noche anterior, esa en donde me decía que no importaba absolutamente nada él estaría a mi lado incluso si me volvía Hulk, mi hombre era perfección total y estaba realmente asombrada de que fuese mío.

—Buenos días—susurré.

—Papi dijo que mami se siente mal, así que le dije que te preparamos galletas y mucho, mucho chocolate, tú me preparabas mucho, mucho chocolate cuando estaba mal, ¿te gusta mucho verdad?

Solté una pequeña risa ante las palabras de mi hijo, pero inmediatamente mi rostro se transformó en dolor al sentir al sentir el fuerte cólico que me seguía dando desde el momento en el que había comenzado a caminar fuera de la habitación.

—A mami le gusta—murmuró mi esposo—. Pero ahora se siente un poquito mal, por qué no vas y buscas una película en la sala de cine, así podemos pasar todo el día viendo películas mientras mami se recupera y se siente mejor.

—¡Sí! ¡El rey león!

—Me agrada mucho la elección de tu película, anda... ve a poner la película y nosotros te alcanzamos en un momento, mami debe de tomarse el medicamento...

—¡Sí, papi!

Salió corriendo de la cocina, nuestro pequeño hijo estaba realmente feliz porque la dejásemos elegir una película, él amaba a ver El Rey León tanto como yo, por lo que en nuestra elección de películas normalmente solía ser infantil y a mi esposo parecía no molestarle en lo más mínimo. Mi esposo se acercó a mí en cuanto a nuestro hijo salió de la cocina, antes de que pudiese detenerlo a besar mis labios, se apoderó de ellos de la forma en que me hacía perder cualquier inteligencia en mi cerebro.

Cuando se separó de mí, acunó mis mejillas entre sus cálidas manos, dándome seguridad en todo momento. Le regalé una pequeña sonrisa, sintiendo el latido de mi corazón volverse realmente fuerte.

—Buenos días, mi hermosa muñequita—murmuró—. Espero que hayas dormido bien, no quise despertarte para que descansaras un poco más, nuestro hijo ya era todo un torbellino a las seis de la mañana. Y no te preocupes ya estudió durante toda la mañana, desayuno y ahora me estaba ayudando a prepararte galletas y un pastel de chocolate.

—¿Qué hora es?

—¿Te levantaste y bajaste?

—Si... yo...

—¿Qué ocurre? —preguntó con su mirada llena de amor.

—¿Cómo sabes qué ocurre algo? No te he dicho ninguna palabra que pueda interpretarse como que quiero decir algo o como que estoy sintiendo algo malo...

—Porque te conozco perfectamente, y sé que cuando arrugas las cejas de esa manera y cuando tus labios se curvan en un puchero, es que algo te está molestando. Así que dime que está ocurriendo.

Lo miré por un par de segundos, Claro que él sabía cuándo algo me ocurría, mi esposo no era el hombre que iba a esperar a que yo hablara, me iba a presionar hasta que yo dijese lo que sentía y me sacaría toda la verdad sin importar absolutamente nada, por eso lo amaba con todo mi corazón, porque yo me podía permitir ser vulnerable mientras él era El Fuerte.

—Me desperté y no te encontré—murmuré—. Y... sé que va a sonar estúpido... pero no puede evitar pensar que vas a irte, quizás soy demasiado intensa con todo esto, pero...

—No es estúpido... es algo normal porque estás insegura, no deberías estarlo porque no te he dado motivos, sin embargo todo lo que hemos atravesado se está juntando y te está haciendo sentir insegura—murmuró acariciando mi mejilla con delicadeza—. Eres y siempre serás lo que más amo en la Tierra, y jamás te abandonaría en el momento más importante de nuestras vidas, no eres intensa eres lo que yo quiero y no importa absolutamente nada a nuestro alrededor, te amo con todo mi corazón y si es necesario, voy a construir un castillo a nuestro alrededor para que te des cuenta de que siempre voy a permanecer a tu lado.

—¿No te vas a ir?

—Ni porque mi vida dependa de ello.

Lo miré sintiendo que las lágrimas volvían a acumularse en mis ojos, realmente no podía concebir que me había ganado a ese hombre sin hacer absolutamente nada, porque ese hombre estaba dispuesto a amarme en todos los sentidos diferentes, él me consentía y me daba el amor que necesitaba en todos los momentos, incluso cuando estaba más vulnerable.

Cuando logré tranquilizarme y llanto, ambos nos dirigimos a la sala de cine y encontramos a nuestro pequeño hijo en uno de los sillones grandes, listo para comenzar nuestra tarde de películas en familia. Mi esposo ni siquiera me permitió sentarme lejos de él, me atrapó entre sus brazos y me colocó en medio de sus piernas para rodearme con ellas y darme calor.

—Papi compro gelato de chocolate—murmuró mi pequeño hijo—. Dijo que ahora que tú estás malita puedes saltarte las comidas hasta el postre...

Solté una pequeña risa ante la inocencia de nuestro hijo, ese niño era realmente inteligente. Corrió al frigorífico que se encontraba en la sala, y sacó el gran bote de helado de chocolate, sonreía al sentirme afortunada, mi esposo era único en la Tierra y su amor me lo demostraba a cada instante que pasaba. Me sentía feliz por tenerlo a mi lado.

—No dije que podía saltarse la comida, todos tenemos que comer algo saludable—murmuró mi esposo—. Sin embargo, comeremos viendo películas para que mami se sienta mejor ¿Está bien?

—¡Si, papi! —aseguró nuestro pequeño con un saludo militar.

Ese día me di cuenta de que no importaba cuánto dolor habíamos atravesado, cuánto tiempo habíamos estado separado y si no habíamos congeniado en la primera vez, era porque necesitábamos ser más maduros y amarnos con más fuerza para lograr superar todas las adversidades que la vida nos pusiese en frente, porque ese hombre estaba dispuesto a estar en mi primera menstruación y también en los momentos más tristes y dolorosos del resto de nuestras vidas.

Era mi caballero de brillante armadura, el hombre que estaría a mi lado y me haría sentir hermosa, pero a la vez, me enseñaría que tenía una fuerza interior más grande que cualquier otra cosa. Lo amaba con todo mi corazón y permanecería a su lado durante el resto de mi vida.

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¿Qué les pareció este capítulo?

¿Nuestros muñequitos superaran las pruebas que conlleva un embarazo? 

Mis muñequitos, millones de gracias por estar acá, tenía pensado subir este y otro capítulo, pero se me fue la luz y no se alcanzó a guardar la edición del segundo, pero espero hayan disfrutado este corto maratón<3

Los quiero, muñequitos<3

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