Capítulo 39.
Bestia.
"El hombre solitario es una bestia o un dios." ~ Aristóteles
A veces es necesario que como seres humanos nos demos cuenta de que a pesar de que estamos rotos por dentro tenemos un gran corazón, que no somos esa simple mancha en nuestra historia y que no importa cuántas veces el dolor nos haga sentir completamente desdichados y como si no existiera absolutamente nada que nos hiciese sentir completos.
No importa si la vida muchas veces nos golpea de una manera en la que sabemos no podremos levantarnos sin sentir que nuestra alma se desgarra, momentos en los que nosotros somos conscientes de que no importa absolutamente nada más a nuestro alrededor e incluso que estamos completamente solos en el mundo sin ser capaces de superar esa herida que algo o alguien nos causó sin poderlo evitar, muchas veces nos damos cuenta de lo profundamente heridos que estamos en el interior de nuestras almas, nos damos cuenta de que el dolor que sentimos es realmente grande y que por más que tratamos de evadirlo no se va.
La vida está llena de coincidencias, está llena de todo eso que el ser humano cree que no puede existir, de la magia el amor y la bondad, cosas que a veces como seres humanos no podemos creer, porque sabemos que no pueden existir tantas cosas buenas en nuestras vidas, es como si de repente supiésemos que toda la bondad que existe en el mundo no podemos merecerla nosotros, por alguna u otra razón sentimos que los daños que tenemos en el interior de nuestra alma nos hacen completamente intocables.
Pero también hay otras personas que confían plenamente en que estos atributos no son algo que nos hace vulnerables, sino más bien es algo que nos hace completamente fuertes y que nos ayuda a revelar lo que hay en nuestro interior, algo incluso más fuerte que todo el dolor, la ira y la venganza que puede existir en nuestras almas, algo que nosotros sabemos que existe, una fuerza que es completamente indomable.
Para estas personas la fortaleza es aquella en la que muchas ven una debilidad, estas personas no les importa que las pisoteen o las hagan sentir inferiores a los demás, porque ellos no consienten sentirse inferiores, no importa si los aplastan una y otra vez, jamás van a rendirse y seguirán con la cara en alto hasta vencer a la persona que quiera hacerlos sufrir. A veces la fuerza está en el interior, esa fuerza que nos hace creer en algo superior, en el amor, la bondad y la esperanza, una fuerza que es completamente irrompible y que a pesar de que muchos creemos que es la debilidad de nuestras almas, en realidad es la fortaleza que necesitamos para vivir.
A veces las personas que están más rotas son aquellas las que tienen un corazón más grande, un corazón completamente lleno de amor y al que no importa Cuántas veces le hagan daño, siempre seguirá amando con la misma intensidad porque sabe que sólo de esa manera se puede cambiar al mundo, porque tiene el completo conocimiento que sólo de esa manera, el mundo es capaz de cambiar, incluso cuando la vida no nos da más que Dolores.
Sin embargo también hay otras personas que saben que dentro de su interior existe una bestia, una bestia que es capaz de arrebatar todo lo bello de la Tierra para hacerlo sentir completamente vulnerable y consumir la luz de las almas que están llenas de amor. Una bestia a la que no le importa apagar cientos de luces con tal de brillar por sí sola, pero jamás lo logra porque su corazón está tan lleno de oscuridad, que esa alma está completamente perdida.
Las bestias muchas veces se disfrazan, dejan a la vista algo perfecto para atraer a sus víctimas, porque saben que sólo de esa manera ellos tendrán el completo control de lo que ocurra a su alrededor, teniendo a las personas más vulnerables a sus pies y después aplastándolas para arrebatarles toda la luz que puedan poseer.
Yo siempre me había considerado una bestia, pero no una bestia disfrazada, yo dejaba en la vista a la bestia, porque sentía que de esa manera podía proteger mi alma. Quizás era todo lo que había sufrido cuando era un niño y que seguía marcando mi adultez, por más que trataba de evitarlo, por más que trataba de hacer que eso no afectara a mi interior, era algo completamente imposible, por el simple hecho de que mi alma estaba rota por dentro. La bestia poco a poco se había adueñado de todo y yo sentía que jamás podría salir de ese dolor.
Me gustaba demasiado la forma en la que mi muñequita comparaba nuestras vidas, ella siempre había dicho que su vida había sido una completa tormenta en un mar abierto, una tormenta de la que ella sentía que no podía salir con vida y me daba demasiado crédito al decir que yo la había salvado, porque yo era una bestia, una bestia que no tenía sentimientos y que no podía salvar un alma tan llena de luz como lo era la de mi muñequita. Siempre que mencionaba esa analogía, yo le recalcaba que ella era la que me había salvado a mí, ella era la que me había dado la mano en ese mar tormentoso y nos había llevado a ambos en su barco salvavidas.
Siempre insistía en que no era así, decía que yo era el barco salvavidas que había llegado para no dejarla hundirse, ella decía que yo era la persona que la había hecho creer en algo que no fuese la venganza y el dolor, siempre decía que aunque había tenido una relación con el estúpido que ni siquiera merecía ser mencionado, jamás se había sentido tan libre de dejar salir todos los demonios que tenía en su interior.
Y por el contrario, yo siempre le decía que ella no tenía ni un solo demonio en su interior, no importaba qué tan duro había sido su pasado, ella no se había dejado vencer por el dolor que eso le provocaba y eso la hacía un completo ser de luz. Ella era perfecta, en cada sentido que lo viera, su sonrisa era completa luz, no importaba cuántas veces tratarán de apagarla, siempre se ponía de pie y brillaba como todo un Lucero.
Era un Ángel bajado del cielo de una manera completamente perfecta, un Ángel que sin importar absolutamente nada sabía cómo amar, no importaba si estaba roto por dentro, siempre mostraba sus alas llenas de bondad y dejaba a la vista el amor. Mi muñequita lo era absolutamente todo, era la reina de mi vida y la única persona que era capaz de hacer que la bestia se sintiera tranquila y amada.
Siempre la había amado, la amaba con tanta fuerza que era imposible pensar en algo diferente, ella era mi tierna y hermosa muñequita, la pequeña que era capaz de hacer que la bestia se durmiera, pero también la única capaz de amar a esa bestia. Porque ella siempre había dicho incluso cuando me había visto ser una bestia, que me amaba. Ella me amaba en cada una de las facetas que tenía y ciertamente no me sentía merecedor de ella, por qué sentía que toda la oscuridad que había en mi interior era capaz de apagar su luz, era capaz de consumirla y hacerla sufrir porque para la bestia que había en mi interior eso era lo único que deseaba, hacer sufrir a todos los que estaban a mi alrededor y causarles tanto dolor que se alejaran de mí por protegerse a sí mismos, pero ella no era así.
Quizás eso era lo que más amaba de ella, amaba la forma en que me miraba y no veía la bestia que había en mi interior, no importaba cuánto dolor había causado en el pasado y tampoco el que seguía causando en el presente, ella no miraba a la bestia, miraba al hombre que amaba en cada una de las facetas.
Mi hermosa muñequita siempre trataba de convencerme de que todos tenían una bestia en el interior, de que incluso sus padres que eran las personas más bondadosas que había conocido en mi vida, tenían una bestia que los hacía convertirse en una completa fiera si se trataba del otro, pero yo seguía sin creerlo y sentía, que cuando le mostrara la verdadera bestia que había en mi interior, ella saldría corriendo, era tonto creerlo porque ya la había conocido antes, pero quizás eso solo había sido por qué no la había visto en todo su esplendor y de cierta manera yo tampoco lo había hecho.
No me sentía merecedor de todo el amor que ella me daba, de la luz que ella desprendía cuando estaba entre mis brazos, claro que la amaba y era tan egoísta como para no dejarla ir incluso sabiendo que podía apagar su luz, pero aun así cada que la miraba sentía como si de repente fuese a desaparecer de mi vida, como si mi alma sintiera que un día despertaría y ella no sería más que una ilusión de mi cerebro, me negaba con todas mis fuerzas a ello, pero sabía que también podía ser una realidad.
La miré dormida entre mis brazos, se veía completamente perfecta, incluso con su cabello revuelto sobre su perfecto rostro y sus ojitos lagañosos por todo el cansancio que la había acompañado durante esa semana, a pesar de que ya estaba compartiendo varias cosas conmigo como el rey que estaba a su lado, eso no le quitaba el hecho de que ella seguía siendo la manda más de todos, incluso de mí.
Verla era tan perfecto que hacía que mi corazón se hinchara de algo completamente diferente a lo que sentía con cualquier otra persona, nunca había sido de amar o de demostrar cariño y ella lo sabía, sin embargo seguía amándome con cada una de las cosas que había en mi interior, con cada uno de los monstruos que habitaban en mi pecho y con la bestia que rugía por salir. Ella no me miraba como esa bestia, ella me miraba con sus perfectos ojos llenos de amor como si fuese lo más hermoso que hubiese visto en su vida y de cierta manera no podía entender cómo hacía eso.
Acaricié con delicadeza su precioso y sedoso cabello, sintiendo como la palma de mi mano se llenaba de una energía completamente perfecta, sólo ella era capaz de hacerme sentir de esa manera. Verla tan agotada a mi lado me hacía sentir completamente nuevo, incluso podía ser arrogante el pensar que ella estaba profundamente dormida por mí, por todo lo que le había hecho sentir la noche anterior.
Así habían sido todas nuestras noches desde que habíamos roto el celibato por la herida que tenía, toda una semana en la que ambos terminábamos agotados por el día, pero inmediatamente en cuanto la puerta de nuestra habitación se cerraba, parecía que nuestras energías eran renovadas y no habia nada más hasta que ambos terminábamos agitados, llenos de sudor y completamente delirando por el placer que nos hacíamos sentir, era algo completamente perfecto y mágico, porque a pesar de que dejábamos la parte más vulnerable al descubierto, también sabíamos que nosotros éramos los únicos capaces de confiar en el otro de esa manera.
Me sentía realmente orgulloso por ella, no sólo por el hecho de que había comenzado con una red para deshacer a todas las bandas criminales que tenían en su poder a niñas inocentes, ni siquiera cuando había sido una militar había hecho eso, lo estaba haciendo como la reina de la mafia y todo mundo parecía estar complacido por ello.
Sabía que uno de sus miedos era que no la aceptarán como reina, después de todo a pesar de que la mafia era algo completamente renovado, la mayoría seguía teniendo un pensamiento machista, en el que creían que una mujer no tenía más tarea que lucir bonita al lado de alguien, pero también sabía que todos ellos conocían el poder de mi muñeca, conocían que ella era capaz de destruirlos con un solo chasquido de sus dedos.
Suspiré con frustración cuando el teléfono comenzó a vibrar en la mesita de noche, me estiré rápidamente para que no la despertase el ruido del tono de llamada y odié mil veces a mi primo por interrumpir tan precioso momento por la mañana. Lo único que me llenaba más que llegase la noche era que llegase la mañana para verla completamente perfecta al levantarse, era uno de mis mayores placeres de la vida.
— kakogo cherta ty khochesh'? (¿Qué diablos quieres?)
—Buenos días para ti también, primo—murmuró con burla—. Al parecer tu cerebro dejó de funcionar, tu reloj o quizás se te pegaron las sábanas, pero vamos retrasados una hora a la reunión, hiciste venir a todas los Pakhan a territorio de la Cosa Nostra, Así que créeme que no están muy felices porque estás llegando tarde.
—Puta madre—gruñí—. Olvidé por completo que hoy era la reunión, distraerlos con algo más que hablen de ellos o yo qué sé, estaré ahí en cinco minutos... ¿han creado algún disturbio?
—Aparte de que miran a todos los hombres de tu mujer como si fuesen bichos raros, nada extra ha pasado, apresúrate, no estoy seguro de cuánto aguantarán, son rusos.
—Voy enseguida—murmuré —. ¿Hunter ya está ahí?
—Si—aseguró—. Le diré que estas en camino, Tiene suerte de que haya sido un ministro de la organización militar, los está manteniendo bajo control, pero si no te apresuras temo que crearán alguna especie de guerra en este territorio y siendo sincero no quiero tener a tu mujer de mi enemiga.
—Sigue jugando con eso y yo mismo te cortaré las bolas—gruñí.
Me levanté con sumo cuidado para no despertar a mi mujer, sabía que estaba completamente agotada por todo el trabajo que había estado realizando durante los días anteriores, no quería que se despertara y tuviese que empezar su día tan temprano. Me apresuré a entrar en la ducha, abrí el agua fría para que me despejara completamente, estaba realmente agotado y también estaba confundido por la noche, había sido una noche delirante pero eso no quitaba el hecho de qué estaba cansado.
Al salir me coloqué un traje negro completamente, con la pequeña insignia que me reconocía como el jefe de jefes, Boss Bossov, sabía que aunque no había sido criado en un mundo de mafia, me reconocían como su mayor nivel por qué sabían que mi entrenamiento como militar los llevaría a la victoria en cualquier enfrentamiento que tuvieran, no habíamos tenido ningún disturbio desde que me había hecho cargo de la Bratva y eso era algo de lo que realmente me sentía orgulloso.
Me acerqué a mi muñequita, y sin hacer demasiado ruido, besé su mejilla, pude ver la preciosa sonrisa que me hacía delirar dibujada en sus labios, esa que me hacía desear mantenerla entre mis brazos durante cada instante de mi vida.
—Buenos días—murmuró con voz ronca.
—Buenos días, mi muñequita—murmuré con una pequeña sonrisa—. Vuelve a dormir, amor...
—Vuelve a la cama—murmuró palmeando el lado libre.
—Debo ir a atender a los Pakhan, mi amor—murmuré—. Cuando lo desees, puedes darte una vuelta, así te aseguras de que la reunión sea pacífica.
La escuché soltar una pequeña risa y asintió ante mi invitación, pero antes de que pudiera decirle algo más, se acurrucó contra mi almohada y volvió al país de los sueños, sabía que estaba agotada y no planeaba molestar su sueño. Ella necesitaba dormir.
Volví a besar su cabello y me alejé de la cama para quitar el hermoso deseo de volverme a meter entre las sábanas con ella. Salí de nuestra habitación y me aseguré de que nuestro pequeño siguiera durmiendo, sonreí al darme cuenta de que dormía al igual que su madre, completamente absorto de lo que había a su alrededor.
Bajé las escaleras a paso apresurado, era claro que todos seguían dormidos, eran apenas las seis de la mañana y realmente me odiaba por haberlos citado temprano, pero sabía que todos ellos necesitaban regresar a sus familias, era fin de semana y lo menos que deseaba era quitarles tranquilidad.
Entré a la sala de conferencias para poder estar con mis hombres, habíamos tenido un par de reuniones antes de que volviese con mi muñequita, pero eso no quitaba el hecho de que había un par de ellos que no estaban de acuerdo sin que yo ascendiera como el jefe de jefes, después de todo había sido criado como militar y no como mafioso que mereciera su respeto.
Todos eran corpulentos, algunos tenían cicatrices que marcaban todas sus caras y les hacían ver realmente terribles, poderosos e incluso parecían mafiosos de película, todos llevaban el particular tatuaje de los Bratva en el cuello, algo que yo llevaba en mi pecho, pues al ser la cabeza de la mafia ese tatuaje tenía que estar en diferente lugar al de todos.
Ellos no estaban completamente de acuerdo, pero aunque no lo estuviesen sabían que yo era parte de la realeza de la Bratva, mi madre había sido una princesa y eso me hacía a mí su legítimo heredero. Lev había abdicado del trono tras mi llegada.
Todo se pusieron de pie, incluido mi suegro, él no era como tal parte de la realeza de la Bratva, pero su familia antigua había servido como consejeros, por lo que yo lo había elegido mi segundo al mando, incluso cuando sabía que eso no podía ser. Eso era lo que molestaba más a los que estaban en contra de mí, que estaba creando mis propias reglas.
—Bienvenidos a la reunión—murmuré en ruso—. Es un gusto tenerlos aquí, sé que los he hecho viajar desde lugares muy lejanos para esta reunión, por lo que planeo ser breve para que todos puedan regresar con sus familias y pasar un fin de semana agradable. Así que comencemos con el orden del día.
—Aclaremos los puntos importantes como primer número, todos sabemos que hemos tenido avance en las últimas semanas y que también hemos tenido entregas que han resultado un poco catastróficas, posteriormente nuestro jefe nos dará algunas noticias que son de nuestro agrado y por lo que tengo entendido ustedes han traído un obsequio para nuestro rey, así que ese será nuestro punto final junto con los acuerdos de la reunión—murmuró mi suegro con voz firme.
—También hablaremos de los entrenamientos que se los darán a las diferentes tropas que les sirven, ese es un acuerdo que tenemos con nuestra reina—murmuró Lev—. Así que adelante, quien tenga algo que informar al jefe es momento de hacerlo.
—Yo sí tengo algo que informar, jefe—murmuró el Pakhan de Canadá—. Creo que quizás no muchos esperaban este anuncio, pero contraeré matrimonio en la siguiente semana y espero que todos estén ahí, incluido usted jefe.
—Me alegro por ti, lo consultaré con mi esposa y veremos si asistimos, sin embargo sabes que les daremos un obsequio—murmuré.
—Se lo agradezco, pero creo decir que el obsequio será mío, estuvimos cazando a las ratas que estaban en el norte de Canadá, seguidores de Schiavone y Lombardi, que asesinaron hace unas cuantas semanas, ninguno de ellos soltó la sopa, parece que realmente son fieles a lo que este par de hombres les enseñaron—murmuró con seguridad el hombre—. Con ello también se desmanteló los últimos dos clanes de los que había en el norte de Canadá, mis hombres liberaron a las chicas y les reintegraron al programa de su esposa.
—Eso suena perfecto, como saben estamos estrechando lazos con la Cosa Nostra, así que este hallazgo nos beneficiará. Sumándole a ello, el encargado que está en Rusia también desmanteló a todos los burdeles que pertenecían a estos—murmuré.
—Cómo se lo informamos por un correo, nosotros solicitamos el permiso para abrir un nuevo casino en el sur de Dinamarca.
—Lo he aprobado, sin embargo saben cuáles son nuestras leyes y las que ahora serán esenciales para pertenecer a la Bratva, No comercio de drogas ni de personas, somos criminales desalmados, pero no con personas inocentes—dije con seguridad mirando a todos los hombres—. ¿Alguien más quiere comentar algo?
Todos comenzaron a plantear lo necesario para sus familias las inquietudes que tenían y todos los nuevos proyectos qué emprendían para seguir con su legado, algunos abrirían casinos para hacer más lavado de dinero, otros se dedicarían al comercio de armas ilegales y aunque no estaba muy de acuerdo con ello, sabía que no podía cortarles lo que ellos ya tenían planteado desde anterior a mí.
—También esperamos su aprobación para comenzar con él traslado de estas armas—murmuró el ultimo hombre.
—Tienen la aprobación, siempre y cuando no allá ninguna disturbio—aseguré—. Como todos saben el matrimonio que tengo con la actual reina de la mafia, hace que estrechemos lazos no sólo con la Cosa Nostra sino también con el Sacerdozio, sé que muchos no están de acuerdo con esta unión, pero créanme que también lo hice para beneficiar a todos ustedes, con el apoyo de la reina podemos seguir en la cima.
—No es que juzguemos su elección de esposa, sin embargo, creo que es inapropiado meter su relación con nuestros intereses—murmuró uno de los que estaban inconformes con mi poder—. Últimamente todas las decisiones son basadas en lo que dice su esposa.
—Todas mis decisiones las tomó por el bien de mis hombres, no tomo ni una sola decisión en base a lo que mi esposa me dice, no lo que refiere a la Bratva, me parece más bien inapropiado que usted mencione a mi esposa, todos aquí saben que ella nos dará más poder y si no están completamente de acuerdo, siempre existe una salida.
—¿Eso es una amenaza?
—Pueden tomarlo como lo deseen, pero en esta sala no veo quién más esté inconforme con las decisiones que he tomado, porque las decisiones que he tomado siempre los han beneficiado de una u otra manera—murmuré con firmeza—. Mis decisiones se respetan y creo que no le he causado ni una sola molestia, señor Romanovsky.
—Lo ha hecho, poniendo un coño por encima de su gente, no es muy diferente a Lombardi y Schiavone—murmuró con desprecio, creyendo que no lo escucharía.
—Romanovsky, cállate—gruñó otro de los hombres.
La rabia se encendió en mi interior, ese maldito hombre no tenía el mínimo derecho de comparar el amor que yo sentía por mi muñequita por la maldita obsesión enfermiza de ese par de bastardos.
—Largo—ordené—. Estoy siendo bondadoso al dejar que te vayas y te escondas, porque si malditamente te encuentro pisando uno de mis territorios, te mato—gruñí —. Mis decisiones se respetan, mis leyes se respetan y a mi mujer se le respeta ¿Quedó claro?
—Eso es lo que hace un puto coño, un hombre se vuelve un perro faldero por coger.
—Lárgate de una puta vez—interrumpió uno de los hombres, sabiendo que estaba creando una ira irrevocable en mí—. Vete, porque ninguno de nosotros va a meter las manos al fuego por ti.
—Me vale una mierda, tú no deberías ser jefe en primer lugar, eres un maldito militar que intenta ser mafioso, Lev debería ser nuestro líder, él si es un mafioso, no una nenita que tiene la cabeza metida en un coño.
—Suficiente—murmuré desenfundando mi arma—. Me vale una puta mierda que seas un Pakhan o el capo de tu maldita familia, mis putas decisiones se respetan ¿Quedó malditamente claro?
—¡Por eso no merece ser el maldito Jefe! Porque todos estan aquí solo por lamerle las bolas, aceptan sus decisiones de mierda! —gritó colérico.
Sacó su arma y sin mediar sus acciones, me apuntó con su arma justo en el entrecejo, esperando a que cediera ante su amenaza. Pero como era esperado, todos los hombres desenfundaron su arma y apuntaron al hombre con firmeza.
—Creí que serías más listo—murmuré—. Sabías que te estábamos vigilando, te dejé pasar el hecho de que hace unos años compraste a una chica y comercializabas la droga de Schiavone, en realidad eso segundo se lo dejé pasar a todos si juraban su lealtad hacía mí... te lo hice saber, que te estaba perdonando la vida, pero si algo no voy a soportar, es tu maldito irrespeto por mi esposa.
—¡Otra zorra que no debería tener poder!¡Es un puto coño!
—Ya tuve suficiente—murmuré hacía Lev—. Sujeten las manos de este hombre—ordené.
Dos de los hombres que habían levantado sus armas para defenderme, tomaron en un solo segundo al hombre, sometiéndolo contra la mesa de mármol. Me ofrecieron su maldita cabeza para que se la arrancara e incluso le hiciera el daño que estaba pensando, si algo detestaba era los comportamientos machistas de esa mafia y era algo que se les había hecho saber en el momento en el que había tomado el poder, no iba a soportar sus malditos comportamientos machistas.
Saqué la hermosa daga que mi muñequita me había obsequiado en nuestro intercambio navideño, una daga tan hermosa hecha de oro y con cristales incrustados que era perfecta en todos los sentidos, me encantaba y sabía que ella la había mandado diseñar especialmente para mí. Por ese motivo la utilizaría para cortarle la maldita garganta a un hombre que estaba dudando de mi mujer y que sobre todo le estaba insultando, algo que yo no le permitía a absolutamente nadie, ni siquiera a mí mismo. Ella era una diosa.
—¡Este es un puto atropello a nuestras leyes, están dejándose llevar por órdenes que no tienen fundamentos, solo estoy expresando mi opinión. Te reto a un duelo! —gruñó.
—Si quieres retar a un duelo, antes de levantar el arma tienes que aclararlo, pero dado en la situación, no tienes el mínimo derecho de reclamar un duelo, amenazaste a nuestro rey y eso se paga con la muerte—murmuró Lev.
—Aunque la idea de un duelo me agrada—murmuré—. Llévenlo al pozo, si quiere un duelo le daré un duelo. Tienes suerte maldita rata... acepto tu duelo a muerte.
Todos los hombres comenzaron a aplaudir de manera eufórica, nunca había estado muy de acuerdo con las formas de arreglar los problemas que había entre la Bratva, pero también sabía que sí quería que me respetaran y respetaran a la mujer que estaba a mi lado, tenía que mostrar el respeto que yo mismo tenía hacia sus costumbres y sus leyes, ese hombre lo había hecho a propósito, me quería tentar para que yo rompiera la ley más sagrada que ellos tenían, no esperaba que aceptara el duelo a muerte.
Los hombres salieron por la puerta trasera de la sala de conferencias, en la que no debían atravesar toda la mansión para llegar al sótano de la muerte como me gustaba llamarlo, en el lugar donde habíamos torturado a tantas personas que había perdido la cuenta. Los hombres de mi muñequita en cuanto me vieron, comenzaron a hacer preguntas con la mirada, era claro que no entendían lo que estaba ocurriendo, más cuando llevaban a uno de los míos como si fuese un traidor. Entre tres hombres lo sujetaban para que no intentara escapar y agradecía enormemente que mi madre hubiese sacado a todos los niños y a las chicas al parque de atracciones y en realidad todos se habían marchado para dejarme junto con la Bratva y no tener altercados.
Todos entraron al sótano empujando al hombre que me había desafiado, creí que retrocedería y suplicaría de alguna forma que le perdonara, me sentía bondadoso y lo haría solo para librarme de eso, pero en lugar de ello seguía insultando una y otra vez a mi mujer, realmente eso no pensaba soportarlo.
—¿Qué tipo de duelo quieres? ¿Arma blanca o arma de fuego? —pregunté.
Me quité con tranquilidad el saco del traje que había elegido, en segundo lugar me deshice de la camisa para no mancharla o romperla, no podía evitar pensar en que esa era la favorita de mi muñequita.
—Arma blanca, si se cree tan bueno creo que un arma de fuego seria desventaja.
—Para ti cualquier arma será una desventaja—murmuró mi suegro—. Conall, no mueras, mi hija me asesina si se entera que te dejé hacer esto.
—No lo haré—murmuré empuñando la daga de mi muñeca—. ¿Cuál es tu arma?
El hombre sacó un par de cuchillas dobles, con ganchos de curva que eran capaces de destruir incluso huesos, miré con una sonrisa en mis labios al hombre que comenzaba a dudar de lo que había dicho, quizás era por la confianza que le estaba demostrando al sólo usar una de las dagas, cuando él estaba usando dos.
—No hay reglas—murmuró Lev—. Se ha retado a duelo a muerte a nuestro rey, lo que significa que si llega a morir, el vencedor tomará el poder de la Bratva y si nuestro rey es el ganador, tomará cualquier posesión que haya pertenecido al perdedor, dispondrá completamente de su familia e incluso puede condenarlos a muerte por traición. Tiene una última oportunidad para retirar su reto.
—No es más que un niño bonito, qué tiene la cabeza metida en un coño.
Vi como todos los que nos acompañaban comenzaban a retirarse, colocándose detrás de los paneles de control. El lugar a pesar de que estaba diseñado para ser de tortura, podía decirse que tenía gradas para el público.
—Es un duelo a muerte, por lo que no se detendrá hasta que haya un ganador. Si uno de los dos se rinde el otro será el ganado pero eso no significa que no morirá el perdedor, será fusilado frente a todos nosotros, así es un duelo a muerte.
Me pare firme cuando el hombre hizo un raro movimiento con las dagas, queriendo intimidarme pero eso era completamente imposible, había sido entrenado durante toda mi vida para ser un maestro de armas. No era muy fanático de pelear con dagas o cuchillos, pero estaba entrenado para ello.
Se escuchó una campanada en todo el sótano, no quería ser el primero en atacar, a pesar de que la ira me consumía, quería que él fuese el primero en acercarse. Cuando menos lo pensé, el hombre se lanzó en mi dirección para tratar de atacarme, sin pensarlo un solo segundo me agaché esquivando su ataque y en cuanto cayó detrás de mí giré en mi propio eje y encaje del cuchillo en su muslo derecho.
El hombre soltó un grito desgarrador, mientras veía su rostro lleno de dolor.
—¡Cuando te maté... voy a cogerme a tu puta! —gruñó.
De repente todo mi alrededor se convirtió en una bruma roja, el simple hecho de pensar que estaba insultando a mi mujer era algo que no iba a permitir, la bilis subió por mi garganta, y mi cuerpo comenzó a moverse por simple mecanismo, la ira se desbordaba en todos los sentidos, estaba tan furioso que no podía pensar con claridad y sin pensarlo un solo segundo, saqué la daga de su muslo y lo encajé a la altura de su páncreas.
El hombre trató de defenderse, incluso cuando lo único que salía de mí era la ira viva y gruñidos de animal, estaba tan furioso que no podía pensar, estaba faltándole el respeto a la mujer que amaba y también me estaba faltando el respeto a mí, esas eran dos cosas que por nada del mundo iba a permitir, era el maldito rey de la Bratva, por supuesto que no estaba dispuesto a ceder.
—¡Intenta tocarla y volveré para matarte, aunque creo que eso no será necesario, hoy es tu último puto día en el mundo! —gruñí.
El hombre me dio un derechazo, sin encajarme el cuchillo en el rostro, esquivé su ataque que iba directo a mi torso, y me deslicé para atacar su pierna derecha, ya estaba herido por lo que sólo era algo de tiempo para tumbarlo completamente, rasgué la parte trasera de su rodilla causando que perdiera toda la fuerza y cayera sobre el suelo de hormigón.
—¡Me la cogeré, probaré lo que te pertenece, después de todo no es más que una zorra, un coño más!
Toda la ira se desbordó de mi interior, la rabia me embriagó y sin pensarlo un solo segundo me lancé al hombre, que ya se encontraba sobre el suelo y de un movimiento limpio corté una de sus manos. Los ojos del hombre se abrieron con sorpresa, desbordando el enorme dolor que sentía al ser descargado desde las entrañas.
Dejé de ver con claridad, lo único que había a mi alrededor era un color rojo.
—Vuelve a hablar de mi mujer de esa manera y te perseguiré a cada rincón del infierno—gruñí con saña—. Asegúrate de mantener mi trono limpio...
—Seguro tiene un coño delicioso—provocó.
—Lástima que jamás lo vas a probar—aseguré.
Antes de que el hombre tratara de volver a ponerse de pie, tomé la daga completamente hecha de oro en la clave justamente en su corazón, sus ojos se abrieron completamente atemorizados mientras de su maldita boca comenzaban a salir borbotones de sangre. No me importó ver cómo la vida se iba de sus ojos, comencé a martillar una y otra vez la daga por su cuerpo, sabiendo que los pecados de ese bastardo eran horribles, lo había perdonado la vida una vez, pero no dos veces.
Ese hombre había comprado a una niña al bastardo de Stefan, la simple idea de imaginar que esa niña hubiese sido Keyli, encendía toda la ira en mi interior, la ira que me había guardado tras perdonarle la vida a ese bastardo. Sentí unos brazos rodearme por la espalda, apresando mis manos y haciendo que soltara el cuchillo.
Admiré mi obra maestra, viendo al hombre completamente muerto sobre el suelo de hormigón, levanté la mirada hacia todos mis hombres, quienes sin recibir una sola orden, tenían una rodilla en el suelo y la mano derecha sobre su corazón, en una forma de mostrar su lealtad hacia mí. Sonreí con completo sadismo, viendo mi pecho y manos ensangrentados, combinados con mi propio sudor.
La bruma desapareció completamente, al mirar unos bonitos ojos verdes en la entrada del sótano, me miraba completamente perpleja y tuve miedo al ver el iris de sus ojos con una expresión que no era capaz de descifrar, no sabía si era miedo o algo por el estilo.
—Largo a todos—ladré.
Mi suegro levantó la mirada hacia su hija y pude ver la expresión de terror, sabía que la protegía como su más delicada flor y el que me viese de esa manera sabía que podía impactar completamente en la seguridad que tenía hacia mí. Eran muy diferentes la forma en que ella había torturado a uno de los hombres, yo no tenía traumas referentes a ello, pero ella los tenía y temía porque me tuviese miedo.
—Todos fuera—ordenó mi suegro—. Pequeña...
Mi muñequita levantó la mano hacía su padre, señal de que no quería ni una sola explicación de su parte, quería que yo le dijera todo y por su expresión, a pesar de estar completamente fría y seria, estaba seguro de que me tenía miedo. Había dejado libre al monstruo y ella lo había visto.
Me apresuré a limpiarme la sangre con el saco del traje, me abotoné rápidamente la camisa para que ella no me viera, no quería causar más traumas de los que ya tenía, sabía que era fuerte pero no podía quitarme de la cabeza el hecho de que ella podía temerme.
—Muñequita—susurré cuando todos se fueron.
Ella ni siquiera me lanzó una mirada, simplemente miro el cuerpo del hombre a mis espaldas, se dio la vuelta y caminó con dirección a la salida. No lo pensé demasiado y comencé a correr detrás de ella, queriendo tratar de explicarle la razón y buscar su perdón de alguna manera.
—Amor...—murmuré tratando de detener su caminar.
Ella se detuvo abruptamente cuando llegamos a la salida del lugar, el viento golpeó completamente contra mi rostro sudado; no estaba muy seguro de si había sangre, pero aun así me apresuré a limpiarme con la manga de la camisa para no causarle más terror del que ya tenía. Me arrepentí por un segundo de haberla invitado a que fuese partícipe de nuestra reunión, lo había olvidado completamente en el momento en el que había aceptado el duelo a muerte.
—¿Por qué diablos aceptaste un duelo a muerte? —preguntó.
Al contrario de lo que creía su voz no parecía asustada, más bien estaba furiosa y parecía que el poco miedo que se colaba en su voz era más bien de preocupación. Se giró en mi dirección y fue entonces cuando pude ver la verdadera expresión de su rostro, no tenía miedo hacia mí, más bien era una preocupación enorme.
—Muñeca...
—Joder, ¿Ese bastardo te hirió? Si es así necesito revisarte para que no tengas ningún daño, tu padre y mi tío fueron a la ciudad con los niños, pero yo puedo revisarte—murmuró con preocupación.
Sus pequeñas manos comenzaron a moverse por todo mi cuerpo, desabotonó la camisa y se aseguró de que no tuviese ningún corte a la vista, sus dedos se movían con habilidad sobre mi torso examinando cada parte, busqué algún atisbo de miedo, pero no había absolutamente nada.
—¿No me tienes miedo?
Ella detuvo completamente sus movimientos y levantó su mirada hacia mí, como si no fuese capaz de entender mis palabras o como si creyera que estaba lo suficientemente estúpido como para pensar lo que le había dicho.
—¿Miedo? ¿Por qué te tendría miedo? —preguntó con una ceja arqueada.
—El hombre... fui una bestia... yo...
Ella soltó una ligera carcajada, mientras seguía examinando mi torso, cuando se dio por bien servida de que no tenía ninguna herida expuesta, ni siquiera un solo rasguño. Comenzó a cerrar mi camisa para ocultar los rastros de sangre.
—¿Crees que me asustaría de la bestia?
—Es la primera vez que me ves de esa manera, yo...
Ella se puso de puntitas y antes de que pudiese pensarlo, acunó entre sus pequeñas manos mi rostro obligándome a que la mirase a los ojos, sus hermosos ojos verdes brillaban bajo los rayos del sol siciliano, creando una hermosa aura de color que iluminaba mi vida y que incluso iluminaba a la bestia que había dejado libre minutos atrás.
—Desde el momento en el que acepte amarte, me di cuenta de algo—murmuró—, incluso cuando éramos militares, había dos tú, uno era el hombre que ponía el desayuno en la cama, que me besaba todo el tiempo y me hacía el amor de formas realmente perfectas, que me consentía como si fuese una pequeña niña berrinchuda y que me abrazaba cuando tenía miedo...
Ella se quedó en silencio mientras acariciaban con sus pequeñas manos mis mejillas, no podía ni siquiera pensar en hacerle daño de alguna manera, incluso causándole un trauma porque había dejado libre la bestia, pero ella parecía no estar afectada en lo más mínimo por eso.
—Dijiste que había dos yo—murmuré al ver que no continuaba.
— El segundo era la bestia que eras cuando alguien se interponía en tu camino, el implacable coronel Harrison y ahora el rey de la Bratva, ese hombre que está dispuesto a destruir el mundo por proteger sus principios y a quienes ama, una bestia qué amo en todos sus sentidos.
—Amor...
—Cuando acepté amarte y cuando acepté hace poco casarme contigo, supe que siempre habría dos tú y a los dos los amo por igual. Amo el hombre amoroso tierno y cariñoso, tanto como amo a la bestia sádica, sanguinaria y protectora. No me importa si te vuelves el mismísimo satanás, te seguiré amando en cada una de tus facetas, tal como tú me amas a mí.
Miré sus hermosos ojos verdes que brillaban con una fuerza realmente preciosa y me pregunté realmente qué era lo que había hecho para merecerla, ella era completamente perfecta y el simple hecho de que me aceptase siendo una bestia, era algo que no podía ser descrito con palabras.
Atrapé sus labios en un beso, sabiendo que no había palabras para contestarle, por qué ella me había demostrado que incluso si dejaba a la vista a la maldita bestia que yo siempre trataba de ocultar, ella la amaba con la misma fuerza, amaba a mis dos caras y ahí fue cuando comprendí el verdadero amor; es amar a la persona en todas las facetas posibles, sabiendo que en cualquiera de ellas va a protegerte y vas a protegerla con la misma fuerza .
.
.
.
¿Qué les pareció este capítulo?
¿Extrañaban a nuestro sádico favorito?
¿Qué piensan de nuestra muñequita y su valentía?
¡Holi! Aquí el segundo capítulo del día, espero lo hayan disfrutado. Deseenle suerte a esta autora que termina sus prácticas el siguiente viernes 31 :( ¡Los quiero muñequitos! y que tengan un bonito finde<3
Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top