Capítulo 35.

Benvenuti nel vostro inferno.

"Negro como el diablo, caliente como el infierno, puro como un ángel, dulce como el amor. – Charles Maurice"

*Advertencia* 

Este capítulo contine lenguaje explicito de tortura fisica, ningún acto debe ser reproducido parcial o totalmente en la realidad. Tomarlo con precaución. Si eres sencible a estos actos, abstente de leer. (Pero como ya los conozco, todos hemos estado esperando esto<3)

.


La vida muchas veces nos pone entre la espada y la pared, nos pone en un sitio en el que es completamente imposible tomar al toro por los cuernos y la única forma que tenemos para salir de ese peligro es mirar hacía el punto en el que nos logramos sentir seguros, un punto en el que sepamos que hay un futuro y luchar por ello.

Dicen muchas veces que cuando nos encontramos entre la vida y la muerte, en un punto en el que nos es imposible retroceder o continuar, nuestro corazón trata siempre de seguir, no importa que tan fuerte nos golpeen las situaciones que se nos presentan en nuestro camino, el corazón y alma siempre se aferraran a continuar, no importa si la desesperanza nos azota y nos deja sobre el suelo, el corazón siempre va a seguir peleando, no se va a rendir por más dolor que se sufra.

El corazón es lo más fuerte que tenemos, la fuerza que tiene es capaz de hacer que rompamos obstáculos y barreras y de la misma manera, lograr que nuestras almas se sientan seguras y alcancen un nivel en el que puedan ser capaces de derrotar ciclones, la fuerza en nuestro corazón es más poderosa que cualquier otra cosa en el mundo, por el simple hecho de que ahí se almacena todo lo que nos hace nosotros, lo que nos hace humanos y que a la vez nos convierte en seres completamente invencibles.

La fuerza que tenemos en el corazón es capaz de lograr encerrar a los demonios más poderosos en el séptimo círculo del infierno, aunque a veces nosotros nos encargamos de poner esa barrera del infierno, por qué queremos que las personas que nos hicieron daño, que nos obligaron a pasar años lejos de nuestra familia, terminen por completo en un lugar en el que le sea imposible salir, a veces el deseo más grande es lograr que esas personas que nos hicieron daño paguen de la peor manera posible, tenemos que hacerlos sufrir para que entiendan el daño que nos hicieron a nosotros, que la desesperanza los consuma y los haga azotarse.

Muchos conciben el infierno de diferentes formas, lo conciben como la tortura perpetua, como el lugar en el que pagas tus pecados que hiciste en vida y también el lugar en donde el abismo es tan oscuro qué es imposible sobrevivir a ello, tu alma muere y es imposible que vuelvas a tener otra vida; aunque quizás ese es el infierno, que tu alma muera y no tengas la oportunidad de volver a la Tierra, quizás que no tengas la oportunidad de remendar tus errores y que no tengas tampoco la oportunidad de volver a vivir es la forma en que te torturan.

Recordaba uno de los entrenamientos por el que mis tíos me habían hecho pasar, yo lo había tratado de replicar sin embargo no había sido lo suficientemente traumático, se trataba de un pozo de arena movediza, en dónde si no te movías lo suficientemente rápido, terminabas ahogándote con los granos de arena y sin ser capaz de respirar, pero eso no era lo más cruel sino que mientras traspasadas ese túnel completamente oscuro y claustrofóbico, escuchabas gritos desgarradores que te hacían saber que estabas a un paso de la muerte. Si no eras lo suficientemente fuerte de mente, quizás terminabas lunático, era realmente terrible, por qué sentías que el alma se te iba en ese instante, una vez que te atrapaban las arenas era imposible salir.

Siempre me había imaginado un infierno de esa manera, una en la que sí los juegos infernales te atrapaban, era completamente imposible salir de ello. Pero también había llegado a pensar, que el infierno era lo que vivíamos en nuestra siguiente vida, eso que muchos conocen como el karma que se encargaba de hacer la vida imposible, hasta el punto en el que sintieras que la muerte era el último recurso para que tu alma sobreviviera. Era fácil de creer eso, estaba rodeada de dolor y muerte, pero cuando había llegado a mi vida ese amor y ese sentimiento tan complejo de amar a alguien, era completamente imposible que se tratase de algo así, no podía haber bondad en el infierno.

Pero, cuando había conocido el verdadero amor de la mano de mi esposo, me di cuenta de que habia estado equivocada, la tierra no era un infierno si se podía sonreír, no era un infierno si existía bondad y menos era un infierno si podíamos sentir el amor, esa fuerza que hace que el corazón sea completamente invencible, no importa cuánto, tarde o temprano el amor gana.

Había esperado tanto por esa noche, tanto para por fin terminar con esos bastardos que me valía una mierda todo. Sabía que el premio seria poder tener una vida tranquila, sería vivir una vida al lado de los que amaba, al lado de mis padres, mis hermanos, mis suegros, mis amigos y sobre todo, al lado de mi pequeña familia, mi esposo y mi hijo, sabía que el premió más perfecto sería poder tener la familia que habíamos estado planeando durante años y que estaba más cerca, una familia con cuatro o cinco niños, corriendo por todos lados, gritando, molestando a su padre y su hermano mayor.

—Key—murmuró mi madre por el auricular que tenía solo para ellos.

—Aquí estoy—murmuré—. ¿Qué ocurre?

—Tenemos a las chicas, matamos a todos los guardias, no deben estar enterados. Estan a salvo y vamos en camino para la diversión.

—Entonces, divirtámonos un poco—murmuré con una sonrisa de oreja a oreja—. Escuchen—murmuré al auricular de los que estaban dentro—. Si las cosas se complican, aborten misión, no quiero ni una sola baja de nosotros, así que asegúrense de que todo salga bien, vuelvan todos a salvo, es una orden—susurré mirando por la abertura hacía en interior—. Tengo a los objetivos en la mira, tienen por lo menos todo un ejército rodeándolos.

Miré a Magnus y Massimo, ambos carcajeándose por lo que King y Peter les decían, parecían completamente absortos de nuestra presencia y agradecía eso. Maddison estaba sentada sobre las piernas de Massimo, con una minifalda que estaba segura no le cubría absolutamente nada. Ella se había cegado por la avaricia y las ganas de tener a mi Conall.

Cuando recibí la confirmación de mi esposo, me deslicé con maestría y agilidad al palco superior, quedando a unos pasos de la guardia que vigilaba todo desde las alturas. Sonreí al verlo, pero todo rastro de coherencia se esfumó de mi cabeza al ver a mi esposo bailando, se veía tan malditamente erótico que quería dejar a un lado todo lo que teníamos planeado para correr a sus brazos, sus músculos perfectos se estiraban en cada movimiento que realizaba, cuando se deslizaba por el agua y dejaban la vista sus pectorales bien trabajados, era como un alimento a mis fantasías. No podía ver sus ojos, pero por la inclinación de su cabeza estaba segura de que me estaba mirando, sonreí.

—Mío—susurré.

Se veía jodidamente perfecto, era como la fantasía más perfecta que estaban mirando mis ojos, era perfecto en cada uno de los sentidos sus músculos eran como un repertorio de música, tan perfecto que no existía nada más. Me lamí el labio inferior, mientras veía a mi hombre moverse por todos lados y agradecía al cielo que ninguna de las chicas se atreviera a tocarlo, no estaba segura de cuánto autocontrol tendría y aunque era jodidamente estúpido, no quería que las manos de nadie más estuvieran sobre él.

Estaba tan concentrada en ver a mi esposo, que no me di cuenta del pequeño movimiento que realizaba el guardia. Se había dado cuenta de mi presencia, sonreí cuando me percaté de que el hombre no tenía idea de que me había percatado, pude ver su mano deslizándose hacia su espalda, donde seguramente tenía el arma.

—Yo queria ser tranquila—murmuré cuando pude ver el destello del arma—. Pero no me dejas opción.

—Perra...—susurró.

Antes de que pudiera moverse o tratar de advertir a los demás, saqué la filosa daga de oro que mi nonno me había obsequiado horas atrás y sin permitirle un solo movimiento, corte su garganta del lado al lado, asegurándome de que las cuerdas vocales quedarán completamente inservibles y aunque quería hacerlos sufrir a cada uno de esos bastardos, termine con su vida en un instante.

—Prefiero ser llamada reina—murmuré pateando el cuerpo inerte—. Que comience la diversión—aseguré.

Mi sonrisa se ensanchó en el momento en el que uno de los guardias que se encontraba en el mismo palco, disparó su arma en mi dirección, cortando el aire y causando un gran estruendo que alertó a todos. No demoré ni un solo segundo en sacar mi arma y volarle la cabeza y repetí lo mismo con todos los guardias que amenazaban con dispararme en los pisos superiores.

Sonreí como niña en Navidad, en el momento en el que vi al par de bastardos enfocarme en su mirada, vi terror en sus ojos porque ellos sabían que estaba ahí, no para ofrecerles una tregua o algo por el estilo, estaba en ese lugar para acabar con sus miserables vidas hasta qué se retorcieran en su propia mierda, me habían jodido en grande y yo me encargaría de hacerlos pagar cada lágrima que había derramado.

Habían jugado con fuego y era el momento de que se quemaran.

Todos sus perros guardianes sacaron las armas, apuntando a mis hombres quienes no dudaron ni un solo segundo en igualarlos, era imposible que uno de sus soldados pudiera con uno de los nuestros, habían sido entrenados y aunque King no había estado con nosotros, sus soldados también eran con capacidades similares a los nuestros.

Nick, Archie, Lev y Conall se quitaron las máscaras y tomaron las armas que habíamos ocultado horas atrás, sin dudarlo un solo segundo apuntaron En dirección a todos los hombres que habían amenazado con dispararme a mí y antes de que pudiéramos hacer algo más las ráfagas de disparos comenzaron a escucharse, pero estaba segura de que ninguno de los nuestros saldría herido, era imposible que eso ocurriera considerando que teníamos las mejores armas que habían sido inventadas, pude ver cómo caían los hombres de ellos como fichas de ajedrez, sin que sus reyes se atrevieran a protegerlos.

Me sentí orgullosa cuando Hunt y Álex comenzaron a disparar desde el puesto de sonido, acabando con bastardos en segundos y Sin perder un solo minuto en recargar sus armas. Sonreí, al distinguir el aroma a pólvora que se formaba en el aire, era completamente perfecto y llenaba mis pulmones de alegría, me encantaba saber que estaba a punto de terminar con todo. La vida por fin estaba por convertirse en algo tranquilo, en una vida en la que no tuviésemos que huir ni ocultarnos del mundo.

En medio de la distracción pude darme cuenta de que los cuatro principales trataban de huir, aprovechando la distracción de Peter y King, quiénes disparaban a diestra y siniestra a todos los bastardos de sus perros guardianes que trataban de acercarse,

—Peter y King—murmuré—. Háganme el favor de inmovilizar a esos bastardos, quiero que me vean de cerca para que sepan quién les va a arrebatar la vida.

Sonreír cuando ambos hombres desenfocaron su punto de los gorilas de los hombres y apuntaron la cabeza de Massimo y Magnus. Los disparos cesaron completamente después de un par de minutos, todo el primer piso en donde se habían encontrado los gorilas y el palco central donde ellos estaban, estaba completamente tapizado de cuerpos ensangrentados.

Todos mis hombres apuntaban en una sola dirección, no había forma de que se escaparan sin recibir una bala en la cabeza y de eso estaba completamente segura. Sonreí al saber que había llegado el momento de terminar con todo de una vez por todas, de darle la seguridad no sólo a mis soldados sino a toda mi familia, de que nadie volvería a jodernos.

—Todo listo, majestad—se burló Nick guiñándome un ojo.

—Ahora sí, muñeca, hora de bajar. Tu ejercito te respalda—murmuró Conall.

—Y no espero menos—murmuré con una pequeña sonrisa surcando mis labios.

Como lo había planeado, disparé el arma que creaba una especie de tirolesa de lado a lado, coloqué el aparato para bajar, me sostuve con fuerza y me lancé a los aires. No cabía la felicidad que se presentaba en mi rostro, una enorme alegría me embriagaba porque por fin después de tanto tiempo estaba a punto de acabar con el dolor que me había perseguido durante años, ese maldito dolor que me había hecho sentir vulnerable a cada instante de mi vida y por fin sería libre.

Me dejé caer justo al frente de mis hombres, quienes inmediatamente abrieron paso a todos los más cercanos a mí, incluso mis padres que acababan de llegar, a mis hermanos y mis mejores amigas. Durante todo ese tiempo en el que habíamos vivido el infierno que ellos dos habían provocado, lo único que me preguntaba era cómo se sentiría el día en que termináramos con todo y en ese momento podía responder la pregunta, se sentía jodidamente bien.

—Ptichka—susurró Magnus—. Creí que mis ojos no volverían a verte.

—Y más te vale que quites los ojos de mi esposa o te los voy a arrancar—murmuró Conall dando un paso en mi dirección —. Tanto tiempo, amigos—se burló —, les dije que pronto le haría pagar cada una de las atrocidades que cometieron, no esperé que fuese tan pronto y supongo que ustedes tampoco.

—No van a salir vivos de aquí—murmuró Massimo.

—No recuerdo haber pedido tu opinión—murmuré—. Al principio pensaba hacerlo como una venganza personal, no quería involucrar a todo mi reino en esto, quería ser yo quien los atrapara, pero cuando supe lo que estaban haciendo con tantas chicas inocentes, Claro que eso ya me concierne. Benvenuti nel vostro inferno.

—Eres una perra—gruñó Maddison.

—Llámala así de nuevo y lo próximo que digas será ahogado por la sangre en tu boca—gruñó Conall.

—Y tú no le hables así a mi mujer—gruñó Massimo en respuesta.

Conall soltó una carcajada sarcástica que me contagió, Ni siquiera él podía creerse el título que le había dado a esa perra, quizás llamar de esa manera a esa mujer era demasiado bajo para mí, pero no tenía otra forma de describirla.

Massimo trato de lanzarse en dirección a Conall, pero un par de nuestros hombres lo tomaron por los brazos, evitando que se moviera en nuestra dirección. Hice una seña para que mis hombres sujetarán a los cuatro principales. Se habían quedado sin ejército y era Claro que nadie nos detendría, no importaba qué.

Sonreí y comencé a pasearme alrededor de ellos, mis soldados los sostenían de los brazos, atentos a cualquier movimiento que quisiesen realizar para liberarse. Pronto los cuatro bastardos terminaron sujetos a las sillas de piel negra, mis hombres se encargaron de desarmarlos para que a ninguno se le ocurriera atentar contra nosotros, aunque era completamente estúpido considerando que teníamos más de trescientos hombres apuntando sus cabezas, dispuestos a volárselas si se atrevían a tocarnos.

—Espero realmente les hayan llegado mi correspondencia, me aseguré de que se las enviaran a cualquier lugar donde se estuviese en ocultando como las cucarachas que son, siempre supimos dónde estaban y aunque pensamos atacarlos en su supuesto territorio, creo que merecíamos hacerlo en nuestro territorio.

—¡Tú no eres nadie, maldita perra! ¡Sólo quieres ser yo, estas ardida de que ellos me hayan elegido! —gritó Maddison.

—¿Por qué querría ser tú, si puedo ser yo? —pregunté con desdén—. Créeme que en lugar de envidiarte algo, te compadezco, pero dado que tú y tu amiguita, siempre quisieron ser la mujer de un mafioso, supongo que sientes que te envidio de alguna manera. Créeme que no tengo ni siquiera un poco de envidia, si lograra sentir algo más que venganza y odio por ustedes, incluso tendría un poco de lastima por ti, entregaste tu vida por estos bastardos cuando bien sabes que a la que querían tener a mí, qué asco que debas de conformarte con ser la mujer de dos psicópatas porque no puedes tener al hombre que quieres.

—Perra.

Antes de que pudiera preverlo, Mar, Estampó su puño con fuerza en la mejilla de la mujer, causando que la sangre brotara inmediatamente de la boca. Solté una risa estruendosa al ver a mi mejor amiga tan enfurecida con esa mujer, seguramente tenía algo que ver con lo que había ocurrido cuando le habían hecho daño a ella dos años atrás. Lo único que me había dicho antes de llegar había sido que le permitiera acabar con la vida de esa mujer.

—No vuelvas a llamar a mi mejor amiga de esa manera, aquí la única perra eres tú, no tuviste ni un poco de compasión de mí cuando me viste desangrándome y cuando estaba a punto de perder a mi hijo, pero créeme que te haré pagar con lágrimas de sangre, es un favor personal que le pedí a mi mejor amiga.

—Creo que ya ha sido suficiente de dimes y diretes, ¿Por qué no pasamos a la parte divertida? —pregunté con una sonrisa —. Empecemos por el más insignificante de ustedes cuatro.

Mis hombres inmediatamente entendieron, sin la mínima dificultad tomaron y colocaron la silla en donde se encontraba Maddison, mi mejor amiga ni siquiera dudó un instante en ponerse frente a la mujer.

—¿Sabes qué es lo que más odio de una mujer? qué predican el feminismo como si fuese la única ley en el mundo, pero cuando llega el momento de sororidad, no son más que hipócritas y no estoy generalizando, hablo de ti y de tu amiguita, aunque debo de agradecerle a mi mejor amiga que le haya volado la cabeza.

—Tú merecías morir—gruñó.

—Cuidado de cómo le hablas a mi esposa, porque me puedo olvidar que eres mujer y hacerte trizas—murmuró Jacob —. Aunque pensándolo bien debería hacerlo, dañaste a mi esposa y estuviste a punto de matar a mi hijo.

—No me arrepiento de absolutamente nada, volvería a hacerlo si tuviera la oportunidad.

—Lástima que ya no la tendrás—murmuró Mar—. Pensaba golpearte, hasta que terminaras completamente ensangrentada, pero creo que le estaría dando demasiado protagonismo a un personaje tan insignificante.

—Mar—murmuré cuando vi que sacaba su arma.

—Mi mejor amiga me enseñó, que un disparo en la cabeza puede matarte en un segundo, porque perforas el cerebro y este deja de sentir automáticamente, pero si disparas cerca del corazón, llegará el momento en el que se cree un coágulo tan grande que va a tapar tu arteria principal y te hará morir de una forma realmente dolorosa, con dos disparos, sentirás el momento en el que la muerte llegue por ti.

—¿Qué?

—Yo te daré un disparo y el otro te lo dará mi mejor amiga, creo que le agrada la idea de acabar con la zorra que tocó a su hombre, porque lamento decirte esto, corazón, pero tú nunca tuviste la mínima oportunidad de tener a su hombre, y créeme si cualquiera de estos tuviera que elegir a alguien o por lo menos les dieran la oportunidad de hacerlo, la elegirían a ella y tú ni siquiera estás en su lista de opciones—murmuró con una sonrisa sádica.

En un solo segundo, disparó con precisión a su costado izquierdo, en la parte en la que yo le había dicho a mi mejor amiga que podía matar a alguien de una forma lenta y dolorosa, lo había aprendido en una de las clases de la academia años atrás, nunca había aplicado esa clase de tortura, porque nos habían dicho que era demasiado sangrienta, se la había contado en una ocasión a ella y parecía que realmente lo había recordado.

—P...Perra...

—La perra es otra, la que se metió en los pantalones de un hombre cuando estaba bajo los efectos de una droga—murmuró con una sonrisa ladina—. Ya he terminado.

—Encadénenla—ordené.

Un par de hombres se acercaron a ella y como lo habíamos planeado, la encadenaron al escenario principal, haciendo que ninguna de esas extremidades pudiera moverse para tratar de liberarse, aunque a decir verdad toda la sangre que estaba perdiendo le impediría pensar con claridad e incluso tener la fuerza para moverse, su muerte sería lenta y dolorosa y por los gritos que soltaba era seguro que no sobreviviría a eso.

—¿Crees que con eso nos vas a amedrentar? —preguntó Massimo con sorna—. Tuvieron razón al decir que ella sólo era un sustituto para la que queríamos en nuestra cama.

—Pero ni siquiera para eso sirvió—murmuró Magnus—. Aunque es interesante ver como un pajarito es tan sádico, dejar que tu mejor amiga torture a su víctima es algo perverso.

—Basta de charlas, pensaba torturarlos a los tres de diferente manera, pero dado que tenemos poco tiempo porque tengo demasiadas ganas de regresar a mi casa y darme la buena nueva de que los hemos eliminado, terminaré con los tres de una forma lenta y dolorosa—murmuré—. Comencemos por algo simple, quiero unas pinzas.

Sin volver a repetir la orden, mi esposo me entregó las pinzas que habia solicitado.

—No vas a poder ni siquiera tocarnos, eres demasiado sensible... ni siquiera puedo creer cómo me enamoré de alguien tan débil—murmuró Massimo—. Aunque creo que más que eso fue ver tu vulnerabilidad, saber que eras vulnerable a mi lado alimentaba mi ego y creo que pasa lo mismo con tu esposo.

—Sí, eso me habría tumbado hace un par de años, habría creído completamente tus palabras incluso me habría sentido insignificante al lado de mi esposo, pero después de que ustedes dos se encargaron de pisotearme, me di cuenta de que en realidad nunca he sido vulnerable, cuando tú trataste de quebrarme, lo único que hiciste fue hacerme más fuerte, porque tuve el coraje de dejar a mi familia para protegerlos—murmuré señalando a Magnus con las pinzas—. Cuando tú te fuiste de mi lado, supe que a veces los demonios se disfrazan de príncipes y soy yo la que se arrepiente de haberse enamorado de ti, por qué no resultaste ser más que un maldito bastardo.

—Siempre podemos volver a intentar quebrarte, en el fondo de toda esa máscara que has creado sigues siendo la niña asustadiza, que se entregó a mí—murmuró Magnus.

—No niego que debajo de mí hay una niña asustadiza, una niña que aún corre a brazos de su padre cuando tiene miedo, pero precisamente por ello, sé que soy fuerte y que ustedes no son nada más que pantomimas buscando poder, nunca van a tener lo que yo tengo ahora, lo que les molesta más es que haya logrado convertirme en la reina de la mafia en sólo dos años, sin tener que mentir ni escalar asesinando cuanta persona se me atravesara, simplemente por ser yo me eligieron—murmuré—. Ambos creyeron que al enviarme a la segunda chica a mí territorio, me volverían a hacer caer con el recuerdo que ambos saben que tengo, pero no lo hicieron y eso también les molesta, porque yo decidí el momento en el que mi trauma podía serme útil.

—Vas a caer.

—Es posible... pero no será por ustedes, nunca volverá a ser por ustedes—contesté tomando las pinzas—. Ahora ¿Saben lo que se siente que vayan quebrando hueso por hueso de tu cuerpo?

—¿Qué?

—Cada uno de los que estamos aquí hemos tenido las grandes ansias de romper cada uno de sus huesos, de dejarlos como gelatinas que no puedan moverse, después hacer lo mismo que le hicimos a Maddison y dejar que se desangren.

—No van a alcanzar, nuestro ejército ya está en camino—murmuró Massimo.

—¿Tu ejército? —pregunté con voz risueña—. Seguramente ya se habrán rendido ante mi autoridad o quizás hayan preferido la muerte, no se preocupen a ellos sí les dimos una muerte rápida, la mayoría estaban ahí porque estaban drogados ¿cierto?

—Tú no eres Keylani Kim.

—Cierto—murmuré—. Soy Keylani Rossi, más fuerte que nunca, así que asegúrense de morir pronto, quiero regresar a casa. Por cierto todo lo que estamos a punto de hacerles, no es solo por lo que le hicieron a mi familia, sino por lo que le hicieron a cada una de esas chicas que vendieron como si fueran vacas y casi lo olvido, su mayor error fue haber ofrecido poder por mi cuerpo, debieron haber leído las letras chiquitas, en donde la reina de la mafia no entraba en su juego.

—¿Como?

—Se los dije, ya no soy la misma la que podían asustar en segundos, nunca más volverán a hacerlo, Porque hoy es su último día en esta Tierra y quizás en el universo porque confío demasiado en que el ser superior que está allá arriba los eliminará completamente, y si por casualidad volvemos a toparnos en otra vida, me aseguraré de causarles más daño del que les causaré ahora—murmuré—. Sostengan sus asquerosas manos—ordené.

Un par de hombres se acercaron a Alexei.

—Key, no lo hagas—murmuró, sabiendo lo que tenía planeado.

—Aidan ¿Sabes que todos lloramos tu muerte? Todos creímos que estabas muerto, Jerry se hizo trizas porque habia perdido a su mejor amigo, pero... estoy segura de que ahora está mirando desde el cielo como vas a morir e ir directamente al infierno por maldito traidor.

—No—murmuró—. Key...

—No pongas mi nombre en tu sucia boca—gruñí—. Para ti soy reina o majestad.

—Yo...

—Cállenlo—ordené.

Uno de los hombres que sostenía su mano, saco una mordaza y la colocó sobre su boca, cubriendo por completo su habla. Coloqué las pinzas de punta de 90° debajo de la uña de su pulgar derecho, soltó un gemido de dolor y antes de que pudiera pensarlo, las abrí con fuerza y un grito desgarrador salió de su boca.

Sonreí con sadismo, esperé que me llegase un golpe a mi consciencia o un reclamo por parte de mi corazón, pero nunca llegó, disfruté ver la sangre brotando de sus dedos y sus alaridos de dolor, porque lo merecía. Continué con cada uno de sus dedos, mientras poco a poco sus gritos se volvían gemidos lastimeros.

—Quiero otras pinzas—murmuré.

Conall no me preguntó nada, sabía mis intenciones y me entregó unas pinzas de presión, útiles para romper cualquier hueso. Con una sonrisa sádica, comencé a aplastar cada uno de los dedos de las manos de ese bastardo, causando nuevos gritos cargados de dolor. Sus ojos se viraban hacía atrás y podía ver que sus pupilas estaban a punto de reventarse, pero no me importaba.

—Mi turno—murmuró Marlen y sonreí—. Esto es por haberme tratado de matar y por haberle hecho daño a mi bebé, ¿Sabes que tiene una cicatriz de por vida en su pie por que el cuchillo que me enterraste lo cortó a él?

Antes de que pudiera decirle algo, tomó uno de los martillos que estaba en la pequeña mesa de cristal y golpeo con fuerza a la altura de su tibia, causando un sonido horripilante cuando sus huesos se hicieron mierda. Abrí los ojos con sorpresa ante el salvajismo de mi mejor amiga, ella siempre habia sido partidaria de la paz, pero sabía que en ese momento toda la rabia contenida salía al exterior.

Y fue lo mismo con cada persona cercana a mí, la ira que sentían contra ese bastardo continuo hasta que solo quedó una masa rota y con sangre por todo el cuerpo, tenía múltiples fracturas y estaba segura de que eso era lo menos que merecía. Cuando terminamos con él, Los dos hombres que lo habían sostenido durante toda la tortura levantaron el cuerpo inmóvil y lo tiraron al lado de la mujer que se seguía desangrando y abría la boca en búsqueda de aire.

—Key—murmuró Archie—. Tendremos compañía...

—¿Quiénes se atreven a molestar mi tortura? —pregunté con furia.

—La INTERPOL, alguien los alerto que los atrapamos, no vienen por nosotros, vienen por ellos y si no los matamos ahora, cuando lleguen será imposible hacerlo, querrán llevarlos a juicio—murmuró.

—Llevémoslos, no pueden morir sin tortura—ordené.

—No hay tiempo de llevarlos—murmuró Nick—. Aunque nosotros lo hagamos por venganza, la INTERPOL puede verlo como alianza con ellos y estaremos en su lista negra—aseguró—. Además, sabes que llevarlos implica más cosas.

—Malditos hijos de puta con suerte—murmuró Conall.

—Ni tanta—murmuré—. Quiero que claven sus pies en el suelo.

Todos me miraron sin un gramo de sorpresa en sus ojos, mi padre sonrió, seguramente entendiendo lo que queria hacer, esa tortura era algo que él me había enseñado, quizás no me lo habia mostrado físicamente, pero si me lo había platicado. Sonreí como niña pequeña, cuando Archie y Nick se acercaron con clavos de concreto.

Un par de hombres sin pensarlo, realizaron la orden que había dado, mientras Massimo y Magnus se retorcían en su propia miseria, sabiendo que no había forma de que nada me detuviera, incluso si la interpol llegaba, les volaría los sesos hasta que no quedasen más que sus vísceras esparcidas, queria que murieran lentamente, pero si no era posible, los haría sufrir en los pocos minutos hasta que llegase su muerte.

—¡Suéltanos! —gritó Massimo.

—¿Sabes? Antes abría seguido esa orden, pero tú te encargaste que cualquier rastro de remordimiento muriera, así que, no—murmuré.

Un grito desgarrador salió de sus labios, sí, quizás lo habia amado, pero me había hecho sufrir y me hizo creer que las personas que amaba estaban muertas, así que no estaba dispuesta a ceder, lo haría sufrir como nunca y se arrepentiría cada segundo de su vida hasta que la vida se esfumara de su cuerpo.

—¡Me amas, aun lo haces!

—No te confundas—murmuré—. Quizás te amé antes, estuve dispuesta a entregar mi vida por ti, pero ahora no quiero saber nisiquiera que te amé en algún momento, te desprecio con todo mi corazón, lo hago y lo haré hasta el final de mis días. Si un día dije "te amo" hoy te digo que con la misma intensidad que te amé, ahora te odio y te repudio.

—Amor—murmuró Conall tocando mi hombro—. Estan a 10 minutos, debemos acabar con esto.

—¡No, Keylani, mírame y dime que no me amas, que no disfrutaste estar conmigo! —gritó Massimo.

—No te amo—murmuré —. Y nunca fuiste tú, Arniel, jamás fuiste tú, solo era mi estúpido corazón el que creía que era así.

—Conall, hermano.

Mi esposo sin pensarlo golpeo su mejilla con tanta fuerza que pude ver como un par de dientes salían disparados de su boca, logrando que la sangre saliera a borbotones de su boca, causando asco y repulsión en mí.

—No vuelvas a llamarme así, mi hermano murió el día en que decidiste cambiar de bando, así que dime algo ¿Desde cuándo nos traicionaste?

—Desde los 15 años—murmuró —. Yo sabía quién era desde el momento en que entramos oficialmente a la academia, sabía que mi padre era Giuseppe Lombardi y que yo era Massimo Lombardi, pero eras mi amigo.

—Y ahora veo que ese fue el mayor error de mi vida—murmuró Conall—. Esto es por los supuestos años de amistad que tuvimos, amigo...

Conall apunto directamente a las rodillas del hombre y sin el mínimo remordimiento, dio dos tiros certeros en cada rodilla, logrando que las piernas quedaran completamente inmóviles. Seguramente, causándole menos dolor que el que le causarían los clavos.

—Maldito—gruñó.

—Esto, hijos de puta es por haberse atrevido a poner su asqueroso rostro frente a mi mujer.

No detuve a mi esposo, sacó la daga que su padre le habia obsequiado tiempo atrás, agarró con firmeza la barbilla de Massimo y dio un corte limpio desde la frente hasta la barbilla, seguramente dañando permanentemente cualquier oportunidad de volver a tener un rostro sano, pero no lo volvería a necesitar, después de todo era su último día de vida. Sonrió y sin siquiera pensarlo, realizó el mismo corte al bastardo de Magnus, mi sonrisa se ensanchó, esos hijos de puta ya tenían algo con lo que serían reconocidos en el puto infierno.

—Ptichka—murmuró Magnus, quien no habia dicho mucho—. Tú y yo haríamos una pareja imparable, si hubiese sabido que eras así, te habría llevado la primera vez que nos conocimos, debí suponer que eras una mujer en toda la palabra.

—Nisiquiera me tienta tu oferta, Magnus—murmuré—. Me da asco, me drogaste, me violaste y me convertiste en una maldita adicta, así que tú eres el que merece más dolor—susurré con furia—. Te desearía que ardieras en el infierno, pero primero haré que ardas aquí... que te desintegres.

—Tú eres un fénix, querida, deberías conocer a tu especie.

—Esta vez me aseguraré de que no queden ni putas cenizas de ti—murmuré—. Y si mil veces renaces, mil veces voy a matarte.

Conall, sin pensarlo enterró el primer clavo en el pie de Magnus, aun con los caros zapatos puestos, miré como se retorcía y una ligera suplica salió de sus labios, pero solo me hizo sonreír. Yo le había suplicado que se detuviera cuando me había dañado y no lo había hecho, así que tampoco me detendría o detendría a mi esposo, ese bastardo merecía arder y volverse mierda, no importaba nada más.

—Espero realmente que ambos ardan ahora y también en el maldito infierno—murmuré con furia—. No quedará ni una sola ceniza de ustedes para asegurarme de que no revivan, porque aquí la única fénix soy yo y si son listos darán la orden a sus hombres de que me sigan o seguramente los acompañarán también en el infierno.

—P...Por favor—suplico Magnus.

—Yo te supliqué de la misma manera y no te importó ni siquiera un poco, pero yo sí me aseguraré de que mueran—murmuré.

—¡Tenemos cinco! —gritó Archie.

—Quiero que todos desalojen—ordené.

Antes de que pudiera decir algo más todos mis hombres comenzaron a moverse en dirección a la ruta de emergencia, sin el mínimo remordimiento, levanté mi arma en contra de Magnus, sus ojos me miraron con un completo terror, sabía que así como él me había dañado y me había hecho sufrir, yo haría exactamente lo mismo.

—No—murmuró.

—Créeme que la muerte que tenía planeada para ti era aún más cruel de la que te voy a dar, pero dado que no tengo demasiado tiempo porque no quiero enemistarme con mis próximos aliados, debo de hacer una jugada inteligente. Pero no te preocupes, sentirás cómo cada célula de tu cuerpo va a ser destruida por los juguetes que mis amigos colocaron y no hay nadie que te pueda salvar, esta vez me aseguraré de que mueras calcinado.

Encajé la aguja que habia preparado con su propia droga, sonreí al ver como comenzaba a retorcerse de dolor y aunque queria verlo sufrir, sabía que no teníamos el tiempo suficiente.

Sin pensarlo un solo segundo más utilice la misma técnica que Marlen había hecho con Maddison, disparé tan cerca de su corazón que estaba a minutos de crear coágulos que taparían por completo sus arterias e impedirían que su corazón siguiera latiendo con normalidad, hasta llegar al punto en el que dejara de respirar y muriera, Claro si las explosiones de las bombas no llegaban primero.

—Ptichka—murmuró Magnus—. Sabes que aunque me mates jamás vas a poder librarte de mí, yo estoy tatuado en ti, tenemos un hijo en común.

—¿Sigues creyendo esa tontería? —pregunté con burla—. ¿A caso no se lo dijiste, Massimo? Qué gran amigo eres.

—¿Qué? —preguntó Massimo, como si no entendiera lo que estaba a punto de decir.

— Ese niño nunca fue tuyo, aunque sí es mi hijo y es hijo de mi esposo, así que la única herencia que dejaste en este mundo es una hermosa niña de ojos celestes a la que yo me encargaré de que nunca le falte nada y de que crezca con una mentalidad muy diferente a la tuya, jamás será un monstruo como tú lo fuiste y me aseguraré de que jamás conozca el nombre de su supuesto padre, aunque creo que Lev se encargara de ello—aseguré.

Escuché un segundo disparo, mi esposo le había dado una segunda bala casi a la altura de la mía, me dio una pequeña sonrisa y giró la mirada a Magnus.

—Eso fue por haber tocado a mi esposa y haberla hecho llorar—murmuró—. Hazme el favor y asegúrate de mantener nuestros tronos limpios.

La sangre comenzó a brotar de la boca de Magnus, mientras las heridas provocadas en su pecho lo sofocaban y le hacían jalar aire desesperadamente, estaba muriendo y aunque trataba de encontrar un poco de remordimiento, no había absolutamente nada parecido en mi corazón, lo único que vibraba en mi era la ira intensa de terminar con la vida de esos hombres.

—Bien, es momento de que me suelten—murmuró Massimo—. Todo lo hice por protegerlos, por...

—Cállate—murmuré—. No lo hiciste por protegernos, siempre actuaste egoístamente y eso es lo que te condenará al maldito infierno, me hiciste sufrir e hiciste sufrir a mi familia, así que no esperes ni la mínima compasión de mi parte, porque me aseguraré de que pagues por cada lagrima que fue derramada por ellos.

Levanté el arma en su dirección, podía escuchar a lo lejos las sirenas de la Interpol y seguramente de la policía local, aunque Peter los tenía comprados, era claro que no se negarían a cooperar con la interpol, y aunque estábamos eliminando a las escorias más grandes del planeta, la policía internacional no lo vería de esa manera.

—No vas a atreverte a disparar esa arma, sabes que sigues amándome como la primera vez que me viste.

—Hace un par de años tú me hiciste perder a lo que más amaba en el mundo y si en ese momento me hubieses retado a dispararte sin dudarlo habría bajado el arma, pero después de lo que me hiciste, mataste cualquier amor que tenía por ti, así que, será mejor Que para tu próxima vida no vuelvas a molestarme.

Aunque mis manos titubearon un segundo antes de jalar el gatillo, no me detuve. Ese hombre aunque había sido alguien a quien había amado como a mi vida misma, me había traicionado dos veces, había pisoteado mi corazón y no le había importado hacerle daño a los que amaba, había matado cualquier rastro de amor que tenía por él y jamás volvería a ser la misma por su culpa, así que era justo que pagara mi ira.

La sangre comenzó a brotar de su pecho en el instante en que la bala lo atravesó, sentí que todo el peso que había estado cargando durante esos dos años desaparecía por completo, todo el dolor que había cargado en mi espalda de repente se volvió una completa nulidad, porque en ese momento era libre nuevamente, ese par de monstruos que nos habían asechado, estaban pronto a morir.

—Una vez te prometí que ambos la cuidaríamos, hoy te digo algo... tú jamás la protegiste, sólo la llevaste a la boca del lobo para que fuera devorada y jamás te lo voy a perdonar, te consideré mi hermano y me diste una puñalada por la espalda, así que te regreso el favor.

—Key... sí yo me voy tú te vas conmigo, esa también fue nuestra promesa—susurró con torpeza y si no hubiese estado tan furiosa, las habría captado a la primera.

Mi corazón de repente se alteró por completo el comprender las palabras que había pronunciado, no estaba dispuesto a irse solo. Traté de buscar la amenaza en un par de segundos, pero antes de que pudiera hacerlo, vi como una bala rompía el aire de una forma completamente imparable. Esperé impacto, pero pronto sentí la sombra de mi hombre atravesarse frente a mí, el pánico me invadió por completo y no fui capaz de empujarlo a un lado o de sacarnos a los dos del camino.

—¡Conall, no! —grité.

Pero absolutamente todo se derrumbó a mi alrededor, cuando vi que esa bala atravesaba el costado izquierdo de mi esposo. Un grito desgarrador salió de mis labios llamando la atención de todos los cercanos, ni siquiera lo pensé dos veces antes de apuntar mi arma en la dirección de donde había visto salir el disparo, la descargué con toda la ira que tenía acumulada en mi corazón y pronto vi como un hombre caía desde el punto que yo había utilizado para descender.

Conall, cayó de rodillas haciendo que mi corazón se volviese cenizas en ese mismo instante, corrí inmediatamente a su lado y el dolor en mi pecho aumentó de una forma dramática, no podía ni siquiera concebir la idea de que habíamos estado tan cerca de salir victoriosos y sin un solo rasguño.

—Muñequita—murmuró—. Estoy bien...

—Amor—murmuré viendo la herida en su torso desnudo—. ¡Llamen a Charly y a Kennett! —grité.

—Amor, sal de aquí...

—No—murmuré—. Ya he cometido ese error una vez y no volveré a hacerlo. No cierres los ojos, es una maldita orden.

—Eres lo mejor que...

—No te atrevas a decirlo—murmuré—. Tú no te mueres hasta que yo lo haga a tu lado—gruñí.

Archie y Nick se acercaron a una velocidad impresionante a nuestro lado, ni siquiera espere un solo movimiento de su parte, pero antes de que pudiera preverlo impactaron sus puños con fuerza sobre los rostros de los bastardos más grandes de la Tierra, esos que nos habían hecho daño y nos habían hecho perder tantos años al lado de los que amábamos.

—Eso es por haber hecho daño a mi mejor amigo—gruñó Archie.

— Y esto por dañar a mi casi hermana—gruñó Nick.

Ambos cargaron a mi esposo, sin perder un solo segundo, sabíamos que el tiempo era oro en esas situaciones y que teníamos que correr para salvarlo, necesitábamos llegar lo más rápido posible con mi tío y mi suegro, sabía que ellos podían salvarlo porque lo habían hecho conmigo, así que con ellos les tenía completa fe y no me importaba absolutamente nada.

Álex y Hunt, como encargados de la limpieza, entraron corriendo, para asegurarse de la muerte de esos bastardos y cuando me lanzaron una mirada de afirmación, mi corazón se sintió un poco tranquilo, sin embargo, seguía aterrada por mi esposo.

—Muñeca...

—Lo dices y yo misma te disparo—gruñí—. Prometiste no dejarme, así que cumple tu maldita promesa y quédate, no puedes irte cuando por fin tenemos la victoria, no puedes abandonarme cuando sabemos que por fin vamos a poder tener una familia... ¿recuerdas? Dijiste que querías muchos hijos conmigo, aún nos falta tiempo...

—Amor... cuida a nuestro hijo y prométeme que vas a buscar a alguien para no morir sola...

—No—gruñí—. No te dejaré morir...

—Lo siento, amor... —susurró—. Te amo... y lo haré por el resto de mi existencia en el universo.

Todo mi corazón se hizo cenizas en el momento en el que sus ojos se cerraron, fue completamente imposible detener la naturaleza y por un momento las palabras de mi madre invadieron por completo mis pensamientos.

<< Todo tiene un precio, debes estar preparada para sacrificar algo si quieres ganar algo, es la ley de la vida, una ley cruel>>

Pero yo no estaba dispuesta a sacrificarlo a él.

Todo menos él.

.

.

.

¿Qué les pareció?

¿Qué les pareció esta venganza?

¿Esta autora tiene que correr?

¡Los quiero mucho, muñequitos! No se preocupen, este no es el final y nisiquiera estamos cerca, aun tenemos que ver muchas cosas de nuestros protas.

PDT. No me maten, aun soy muy joven. 

Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top