Capítulo 56. Las mentiras duelen más cuando lo que sientes es real.

Capítulo 56. Las mentiras duelen más cuando lo que sientes es real.

Sigo a Alexander hacia el lado este de la tropa, serpenteando nos acercamos al frente. Con cada persona que me cruzo siento un escalofrío recorrerme el cuerpo, puedo ver mi respiración en una nube de vapor. El lugar por aquí se ha vuelto un tanto helado, es como los abrazos de Jerome hace rato.

Estoy nerviosa, impaciente. Y la sensación es peor cuando diviso a Theodore, él sigue con esa chica a su lado, se aferra a ella como si no quisiera que se escapara de vuelta. Y es cuestión de segundos para que gire hacia mí de vuelta, relame sus labios y esta vez no me sonríe. Su expresión es todo menos divertida, y obviamente nada amable.

Está dispuesto a matarme, supongo, pero no lo hará. Algo me dice que no es lo que quiere hacer.

¿Qué es peor que matarme? Herirme de otra forma, atacar a quienes amo.

Pensar en eso me incita a buscar a mamá con la mirada, ella está más al frente muy decidida. Puede cuidarse, pero aún así siento que debo preocuparme e intentar protegerla. A ella y a Alex.

Me aferro al brazo de él de repente, con mis uñas algo largas clavándose un poco. Él voltea a verme confundido y sorprendido por mi acto. En cuanto nota mi expresión de horror relaja su rostro.

—Vamos a estar bien, Marly, no tengas miedo. Nada te sucederá.

—Lo que me suceda no me importa —digo, con la boca seca—. Ustedes me preocupan... Los que están vivos aquí, claro.

Me río un poco, como un acto desesperado por calmarme. Alex toma mi mano y le da un apretón cariñoso.

—Es normal que sientas esa clase de miedo —me asegura—. Pero no dejes que eso se apodere de ti, ¿sí? Ahora solo debes concentrarte en una cosa.

Asiento respirando hondo para calmar mis latidos. Él sonríe y me suelta, ahora adoptando ese aire que solía tener cuando me entrenaba.

—Tu madre y yo sabemos cuidarnos, a decir verdad solo debes preocuparte por tu bien, novata.

En medio de mi pánico me hace sonreír de verdad, finjo una expresión indignada.

—No dirás lo mismo cuando salve tu viejo trasero —digo, recordando la típica frase de Nico cuando se nos unió a los entrenamientos.

"Alguna vez patearé tu viejo trasero"

Llaman a Alex un poco más atrás, me dedica una mirada asegurándose de que ya estoy bien y luego se va. Yo paso los dedos por mi espada y vuelvo a mirar hacia Theodore con preocupación.

Mátalo para evitar más problemas. Recuerda todo lo que ha hecho y todo lo que podría hacer. Es una muerte justificada, Marlee... Es algo que debes hacer por un bien mayor.

¿Por qué siento tanto miedo por hacerlo entonces? ¿Por qué dudo? No dudé cuando hice esa estupidez en el colegio... Cuando en verdad debo hacerlo soy cobarde.

—No es ser cobarde.

Doy un salto en mi lugar y giro para ver a quien me habló. Es una mujer, unos años mayor que yo, parece mi calco. Su cabello es largo y está en una coleta, de igual forma le llega a media espalda. Logro reconocerla, es Meda Greengrass.

—Es ser humano —sigue, sonriendo un poco—. Matar no es algo que haces a la ligera si tienes conciencia.

Se acerca a mí hasta que queda a mi lado, incluso a esa distancia siento el frío que emana de su cuerpo.

—Pero sé que dudar ahora no es algo que podamos darnos el lujo de hacer —murmura con tristeza mientras sus ojos viajan al otro lado del campo—. Nunca me ha gustado la guerra.

—Lo sé —suelto cuando al fin salgo de mi ensoñación.

No te gusta la guerra, pero te ha gustado Ares, pienso y debo morder mi lengua para no soltarlo. Quien sabe cómo reaccione a su mención, hasta donde sé ella lo odió... y murió por la guerra.

—Cuando aún estaba viva me esforcé para acabar con la guerra, con tanta muerte de inocentes. Claramente no tuve éxito, yo también terminé muerta —culmina en tono divertido—. Pero lo importante es que lo intenté, ¿no? Tuve la valentía para hacerlo.

Arrugo la nariz y las tropas a nuestro alrededor comienzan a moverse.

— ¿Quieres decir que moriré también o algo así?

— ¡No! —chilla mientras abre los ojos como platos—. Siempre he sido mala con lo que intento transmitir, lo lamento. Es un tanto extraño volver a hablar con vivos después de casi cien años, aún peor siendo que somos de distintas costumbres y... —Suspira bajando la cabeza—. Mejor cambio de tema, tal vez así logre mi cometido.

Sonrío algo divertida con su verborrea mientras giro la cabeza hacia la izquierda. Veo a Attis, él tiene sus ojos clavados en mí, está inquieto. Solo puedo mover los labios diciéndole "Todo está bien, tranquilo". No necesitamos a dos personas preocupadas, que yo puedo por todos.

— ¿Sabes por qué nuestras iniciales siempre son M. A. G.? —inquiere Meda mientras caminamos hacia nuestras posiciones. Parece que ha encontrado su buen discurso al fin.

Le miro con interés y niego con la cabeza. A decir verdad ahora quería enfocarme en algo que me calmara antes de, ya saben, ir a matar a Theodore Nott. Y ella parece decidida a dar un discurso que cumpla con sus expectativas.

—No, la verdad no.

—La primera semidiosa en nuestra familia se llamaba Margaret —informa—. Le decían Mag, y fue la mujer Greengrass más valiente en la historia. Hija de Iris, sin muchas habilidades pero su misión fue liberar a un pueblo.

Desvaina su espada mirando hacia los enemigos y luego vuelve a mí. Había pasión en sus ojos mientras hablaba. Muy bien, ahora sí se está luciendo.

—Nació en temporada de caza de brujas, cuando la mujer no tenía voz ni voto. Fue tratada como escoria humana pero aún así se levantó e hizo que cientos de hombres y mujeres siguieran sus órdenes para lograr la libertad... Ella peleó hasta el último aliento, logrando todos sus propósitos.

Por acto reflejo observo a mi alrededor, buscando a una mujer que cumpla esas características. El solo haber escuchando esas pocas palabras sobre "Mag" me dio ganas de conocerla.

—Al morir terminó aquí, en los Elíseos, pero Hades le concedió un capricho por todo lo que pasó —Levanta un dedo—. Volvió al mundo de los vivos, aunque no de la misma forma... Ella reencarna en cada Greengrass, en cada mujer de nuestra familia que la merezca. Ella es nuestro coraje y determinación a la hora de lograr lo que queremos —dice y luego deja pasar unos segundos antes de seguir—. Por eso el M. A. G. en su honor. Demuestra que todas podemos ser tan grandes como ella.

—Vaya —murmuro, de pronto sintiendo emoción por mis nombres.

Marlee Astoria... Greengrass. Se escribe en mi cabeza, resaltando la primera letra de cada palabra.

—Él es a quien debes enfrentarte tal como Mag lo hizo —sus palabras me sacan de mi ensoñación, Meda hace un gesto hacia Theo—. Ahora mismo es como tu Hitler, en menor escala o algo así.

Parpadeo varias veces, frunciendo el ceño.

— ¿Tú te enfrentaste a Hitler?

—Fue uno de mis problemas, pero no fue directamente a él —Meda desvía la vista, adoptando un aire lúgubre—. Mi enemigo fue la guerra... y ambos perdimos.

Un toque de dolor se percibe en su tono, y sé que se refiere a Ares. Al parecer ella lo recuerda con rencor, mientras él... bueno, sigue obsesionado supongo.

Escucho los gritos diciendo que nos preparemos. Mi cuerpo tiembla por la asiedad, y doy pasos torpes hacia adelante. Meda me sigue observando con atención mientras la espada casi se resbala de mis manos.

— ¿Mag está en ti, Marlee? —inquiere de la nada—. En tal caso, debes saber que nada te detendrá para llegar al éxito.

Mamá hace un gesto más al frente, el ejército de Theodore avanza hacia nosotros. Todo me parece ir en cámara lenta, y mis latidos suben a mi cabeza, resonando en cada esquina.

—Eso espero —murmuro con sinceridad.

Más tarde me encuentro corriendo entre todos, esquivando flechas e incrustando mi espada en personas del contrario, volviéndolas polvo al instante. Era como con los monstruos, volvían a su parte del inframundo, a donde debían estar.

Theodore parecía estar cada vez más lejos de mi alcance, ahora se encontraba solo, sin la chica a su lado. Supongo que ella está entre el mar de discordia. Sacudo la cabeza, no debo pensar en eso.

Solo debo pensar en acabar con él.

Tropiezo y caigo, de una forma estúpida a decir verdad. Me pasan encima e intento proteger mi cabeza mientras busco mi arma. Podría haberme dejado ir por las patadas, pero no quería. Ya no quería que me empujaran al suelo, yo no debía ser una persona como esas.

Me levanto resoplando, escupo la sangre en el suelo y empujo al hombre que tenía intenciones de volver a derribarme. Vuelvo a avanzar, ahora más decidida. Theodore sigue en su lugar, demasiado tranquilo y sin intenciones de unirse al desastre.

Me golpean, gritan, hay muchas cenizas. Mi cabeza palpita, y él está pacífico.  Eso me molesta, me saca de quicio. Tengo ganas de ir y gritarle que reaccione, que mire a su alrededor... Que vea todo lo que ha causado. Y es lo que estoy a punto de hacer cuando me percato de algo.

Su hermana, esa chica con una flecha en la cabeza está sobre uno de los árboles. Tiene un arco y flechas, está preparándose para disparar. Me detengo en mi lugar para ver hacia dónde apuntaba, y abro los ojos como platos cuando diviso a mamá.

No, a ella no. Es lo que pienso mientras comienzo a correr gritando como desquiciada. A ella no, nunca por favor.

He soltado mi espada, ahora solo me importa ella. La imagen de papá destrozado inunda mi mente, Maddie y Nico llorando... El dolor es tan real que hasta me convenzo de que la ha matado. Pero no es así, aún estoy a tiempo.

Eso me dije, me lo repetí miles de veces, pero la flecha pasó a toda velocidad ante mis ojos. Ella era más rápida que yo. Se me atoró un grito en la garganta mientras la veía llegar a su destino... Y no fue mamá.

Attis dejó salir todo el aire de sus pulmones cuando la flecha atravesó su torso. Se le cayó la espada de la mano y él le siguió, de rodillas. Me llené de horror y pánico.

— ¡No!

Llegué a su lado para intentar mantenerlo despierto, él tenía los ojos cerrados con una mueca.

—No quería que sufrieras más —murmura mientras tomo sus mejillas con ambas manos.

— ¿Acaso piensas que ahora no lo hago, idiota? —inquiero a media voz, miro la punta de la flecha en su espalda y muerdo mis labios—. Attis, Merlín.

Sonríe abriendo los ojos —Estoy bien. Haz lo que debas hacer.

Niego con la cabeza, él no estaba bien. Una maldita flecha está en su torso, ¡una flecha le ha atravesado! ¡Nadie está bien con eso!

Se aparta de repente, dejándome perpleja. Su mirada se endurece.

—Seguiré aquí, Marly... todo el tiempo —susurra, alcanza su espada y la pone en mi mano derecha—. Hazlo ya, acaba con esto.

Trago saliva y asiento, lo ayudo a ir a un lugar más seguro. Mientras lo recuesto contra el árbol no puedo evitar pensar en los últimos meses, y un poco de valentía nace en mi pecho. Vuelvo a inclinarme hacia él, causando que frunza el ceño y comience a repetirme que me vaya.

Pero no quiero irme sin decírselo primero, no quiero que se vaya sin saberlo.

Beso sus labios de inmediato, silenciando sus palabras. Al principio tengo los ojos cerrados, pero los abro a mitad del beso solo para ver sus ojos sorprendidos ante mí. Al separarme sigue con esa expresión, pude haberme asustado con eso y arrepentirme, pero no lo hice.

—Te quiero —confieso, tomo una de sus manos para darle un apretón—. Y que termines como todos aquí es lo que menos deseo —Culmino con lágrimas en los ojos, pero riendo un poco.

Su mirada se torna triste y algo conmovida al notar que repito sus palabras.

—Marlee...

—Solo quédate hasta que vuelva, nada más —ruego.

Vuelvo a besarle, apenas unos segundos, esta vez puedo sentir el sabor de... sus lágrimas.

Cuando estoy encarando a Theodore de vuelta él solo está riéndose por la escena. Sigue con su pose pacífica, incluso cuando solo estoy a un par de metros, señalándolo con la espada. Lo observo con odio.

— ¿De verdad tienes miedo a que él se vaya? —pregunta burlón, gira hacia su hermana y hace un gesto.

Ella asiente, vuelve a tomar otra flecha, y en un segundo está disparando hacia Attis una vez más. Esta otra se incrusta junto a la anterior, él suelta un quejido de dolor mientras yo chillo aterrada.

— ¡¿Qué demonios estas haciendo?! —exclamo con la respiración agitada, volviendo había Theodore—. Ya basta.

Levanta las cejas y camina hacia la derecha, con mi espada apuntándole. Ahora tiemblo, al igual que mis labios al contener mis emociones.

Por favor no mueras, Attis. Pienso. Aguanta un poco, voy a ayudarte.

—No deberías reaccionar así —Theodore interrumpe—. En verdad... Presta atención a la escena.

Por acto reflejo me giro hacia la pelea tras de mí, buscando a mamá y a Alex con desesperación. Me alivió notar que seguían bien, peleando con monstruos, pero bien.

—Eso no —su voz suena ahora más cerca, está junto a mí—. Míralo a él.

Los ojos azules de Attis están clavados en mí cuando lo miro, respira de forma pausada. Aprieto mis dedos alrededor del mango de la espada, verlo así es demasiado para mí.

—Deberías fijarte bien en la escena, Marlee. Alguien aquí ya debería estar muerto, pero no es así.

Se me seca la boca mientras lo analizo. Tiene dos flechas en el pecho, pero sigue en pie. Pálido y respirando con dificultad, pero... Parecía mejorar lentamente.

—Alguien aquí oculta algo —susurra junto a mi oreja, tiemblo de pies a cabeza sin dejar de mirar a Attis—. Esa sangre... la que emana de él, no parece normal.

Avanzo unos pasos para ver mejor, ahogo una exclamación. Attis baja la cabeza, sus dedos tocan la herida y se bañan con el líquido dorado que emerge de ella. Cuando vuelve a mirarme se nota arrepentido.

—Marly...

—No me lo dijiste —suelto furiosa—. ¡Eras como ellos y no lo dijiste!

El calor inunda mi cuerpo ahora, ya no hay rastros del frío de hace rato. Todo es gracias a el enojo que crece cada vez más en mi pecho.

—No había una forma de explicarlo, Marlee. Yo iba a decírtelo, te lo juro... Confía en mí.

— ¡Cierra la boca! —ordeno apartando la mirada—. Me mentiste... ¿Cómo confiar en ti así?

Veo una sonrisita en el rostro de Theodore, y mi cara se tiñe de rojo. Dirijo mi espada hacia él, hago que retroceda hasta chocar contra un árbol.

—No creas que por eso olvido lo que vine a hacer —escupo llevando la punta del arma a su cuello—. Me has causado demasiados problemas.

—Sentimiento correspondido —asegura alzando el mentón, sin apartar la vista—. De repente te ves muy confiada, Marlee.

—No hables, no tienes derecho a hablar.

—O tal vez no —añade ladeando la cabeza y viendo el temblor en mis manos—. Cuando no debes eres terriblemente cobarde, muy triste.

—Silencio —insisto, tartamudeando—. No soy cobarde.

Doy un pequeño respigo cuando toma la hoja de la espada con una mano, un hilito de sangre cae de ella. Pude haber hecho un movimiento y clavársela en el cuello... Pero no podía, algo me impedía hacerlo. Aún cuando se lo merecía.

—Mataré a tu madre, a tu amigo. Acabaré con todos aquellos que amas, pero aún así no serás capaz de matarme.

—No lo harás —relamo mis labios y empujo todo el mar de emociones en mi interior—. Acabaré contigo antes de que siquiera lo intentes.

—No pareces capaz...

La electricidad aparece de la nada, yendo hasta mi corazón y despertándolo para que latiera con más rapidez; se mueve entre mis venas para llegar a la punta de los dedos. Veo que la espada brilla con los pequeños destellos de colores, uno de ellos impacta a Theodore y hace que su cuerpo se sacuda con violencia.

De alguna forma termino cayendo de espaldas, y tengo una flecha en el costado. Un aullido de dolor se me escapa, mis latidos se vuelven más lentos y todo a mi alrededor se nubla. La hermana de Theodore baja del árbol y se dirije a mi con expresión furiosa, él está recomponiéndose con lentitud.

— ¡Maldita...! —alcanza a decir antes de que una espada le corte la cabeza.

La silueta de mamá se hace presente mientras la muchacha se vuelve cenizas. Noto su expresión de pánico al verme.

Planeo decirle que estoy bien, habría sido una mentira, de todas formas no pude. Me golpeé la cabeza contra el suelo al caer, estoy demasiado mareada.

Hay un deja vú, como aquella vez que Hera me lanzó cuchillos envenenados y Attis me sacó uno sin una pizca de delicadeza. Vuelve a hacerlo, está bien de nuevo, su rostro sobre el mío con los ojos llenos de preocupación. Sus labios cerca de nuevo, yo los había besado hace unos minutos... Y ellos solo habían soltado un montón de engaños.

—Eres un maldito mentiroso —balbuceo mientras me saca la flecha y todo se vuelve negro.

Yo le había dicho que le quería... y él nunca mencionó que era igual a los dioses.

***


"¿Ibas a matar a Meredith, Abby?"

¡¿Cómo te atreves a pensar así de mí?! ¡Mar es mi bebé!... Ella no puede morir por una puta flecha, para más de la zorra Nott.

"Te conformas con matar a Marlee, ¿no?"

Jamás puse que la haya matado :'v Que desconfían de mí.

Haciendo cálculos rápidos me quedan como diez capítulos o menos para el final.

El último capítulo de la historia de Bea es paralelo al siguiente. Las demás historias siguen igual hasta el final de esta :')

En fin, ¡hasta luego, queridas! Las amo, no lo olviden.

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