Capítulo 54. Marlee Potter está de vuelta.

Capítulo 54. Marlee Potter está de vuelta.

No podía hablar, los labios me temblaban al igual que el resto de mi cuerpo. La mirada de Alex sobre mí, iba a explotar, y él no dejaría de hacerlo hasta que se lo dijera. Simplemente no me sentía preparada para admitirlo en voz alta.

El dije de búho estaba la vista sobre mi pecho, brillaba por sí solo. Al despertar se escontraba así y yo ya tenía a Alexander mirándome serio por eso.

Me preguntó de dónde lo saqué, mi respuesta fue que siempre lo tuve, que era mío. No me creyó, no fui convincente. Por primera vez en años una mentira me salía mal, y debía ser en éstas circunstancias.

—El collar es de él, ¿verdad?

Aparto la mirada, sintiendo mis ojos llorosos.

Era de él —corrijo a media voz.

Un suspiro sale de Parker, un largo y cansado suspiro.

Mamá dormía profundamente abrazada a su amiga Doris. Ella estaba absorta de nuestra conversación.

— ¿Por qué lo tienes, Marly? ¿Por qué lo llevas encima desde ese día? —dice y abro la boca confundida y sorprendida, ¿cómo lo sabía? —. Lo vi, por el Olimpo, Marlee. Vi que sujetabas ese maldito collar como si fuera tu vida aquella vez en la oficina de aurores.

Parpadeo para alejar las lágrimas, me abrazo a mí misma. Cosmos estaba recostado contra mí, dormido también. Todos parecían estarlo menos nosotros.

El silencio a nuestro alrededor sólo parecía poner más énfasis en el tono duro de Alex.

—Debes dejarlo ir, Marly. Sé que lo viste morir, sé que fue traumatizante. Pero ya es hora de avanzar.

— ¡Ésto no es sólo por Jerome! —le grito, causo que todos se despierten exaltados.

Me levanto, respirando con dificultad, la voz apenas se me salía.

—Es mi vida —arranco el collar y sujeto con fuerza en una mano—. Es mi verdadera vida, ya no quiero engaños. Lo llevo encima sólo por eso.

Mamá parece confundida con todo, pero aún así me presta atención a la espera de una explicación. Y yo sólo puedo llorar, como la imbécil que soy.

—Ustedes no entienden porque también forman parte del engaño —añado en voz más baja, más tranquila—. No recuerdan lo que hice... Todo el daño que causé.

Las imágenes aparecen ante mí como ráfagas. Percibo el olor a quemado, siento el poder moverse en mis venas. Escucho las personas gritando, los truenos. Y yo también grito cerrando los ojos, dejo que salga, que lastime.

Cuando termina noto el humo, que se disipa cuando Alex hace un movimiento. Veo su cuerpo electrizado ante mamá y los perros. Mi alma cae a mis pies al notar lo que hice. Ataqué a mi madre, por poco rostizo a mi madre.

Ella tiene los ojos muy abiertos, estupefactos. Seguro nunca pensó que su hija intentaría matarla.

—Lo siento —sollozo, me arrodillo abriendo los brazos—. No quería... Nunca quise lastimar.

Tapo mi rostro con las manos mientras lloro.

Eso era yo, una bomba que estallaba lastimando a quien no lo merecía... Una asesina.

—Lo hago por eso —confieso, ahogada entre mis manos—. Quiero arreglarlo, quiero hacer algo bueno... Pero me seguirá por siempre.

La única razón por la que tuve el valor de bajar al inframundo era que quería salvar vidas, quería contrarrestar lo que hice. Las Moiras no cambiaron mi pasado, sólo lo borraron de mi mente, al menos lo intentaron. Atrapar a Theodore Nott evitaría que siguiera matando, evitaría que su maldito plan (lo que sea que era) se lleve a cabo. Era mi única esperanza.

Pero no tenía sentido, yo seguiría siendo una bomba que explota constantemente. No tengo control, no puedo...

—No debes dejarte caer, Marlee —la voz de mamá me sacó de mis desesperados pensamientos—. ¿O acaso ya estás en el suelo?

Bajo las manos ante su metáfora, me mira seriamente. Está parada ante mí, y era tan imponente que me dejó sin aliento.

Ella era una heroína. Ella había matado, pero no a alguien inocente, sino a quien debía ser exterminado. Era diferente a mí.

— ¿Estás en el suelo, Marlee? —insistió, yo sólo asentí temblorosa—. Entonces levántate.

No había ternura en su voz, su tono era semejante al de un general.

—No debes permitirte caer tan bajo, Marlee Potter. No ahora, ni nunca. Eres la semidiosa más fuerte, más poderosa de tu generación y estás llorando en el suelo porque no logras controlarte —mi rostro se sonroja ante eso, estoy avergonzada—. ¿Quieres ser una heroína? Las heroínas no se estancan con el pasado.

—Mamá, no entiendes —interrumpo, balbuceando.

Me da una mirada que me hace cerrar la boca de vuelta.

—Yo he asesinado, Marlee —admite, firme—. Y no sólo a gente mala... Estoy maldita, hija, tengo una sed de sangre en mi interior. Una vez comienzo no me detengo hasta acabar con todo a mi alrededor —sus palabras hacen que me encorve cada vez más—. ¿Me ves llorando por eso? ¿Me ves destrozada constantemente? No es así. Me siento terrible a veces pero aprendo a vivir con ello, no dejo que me hunda por la eternidad.

Sólo entonces se inclina, sentada sobre sus pies. Miro al suelo y a los ojos de mi madre, de forma intercalada. Ella me está inspirando algo difícil de explicar, casi no me siento digna de mirarle.

—Estás en medio de una misión, una importante misión, y no vas a quedarte llorando en el suelo. No. Vas a levantarte y vas a acabar con esto —ordena con dureza—. Ya no seré la madre dulce y que te consiente. Ahora noto que necesitas mano dura, Marlee, la necesitas o vas a quedarte eternamente en el suelo.

Se acerca, cierro los ojos con la cabeza gacha.

— ¿Vas a quedarte ahí tirada por siempre, Marlee?

—No —murmuro apenas.

—Eso no suena convincente. Repito, ¿vas a quedarte como una fracasada y llorona en el suelo del inframundo, lamentándose por su pasado y siendo inútil en su presente?

Sus palabras encienden un viejo fuego en mi interior. Y recuerdo lo que era, recuerdo mi impertinencia. Las palabras que siempre se me escapaban a voluntad, cuando me defendía hasta ver que la otra persona tenía los ojos húmedos.

¿Qué había pasado conmigo? De pronto me convertí en alguien demasiado sensible, demasiado frágil.

Marlee Potter no es frágil. Marlee Potter es tan dócil, tan resistente como un diamante.

—No —digo más alto, con un tono diferente y convincente—. Voy a levantarme y voy a atrapar al maldito Theodore Nott.

Levanto la mirada, segura y molesta conmigo misma. Veo la satisfacción en el rostro de mi madre, ella acaricia mi mejilla con una mano. Luego ambas nos levantamos.

Alex está con la boca abierta, sacude la cabeza de inmediato para salir de su sorpresa. Supongo que nunca antes vio a mi madre en esa fase.

Guardo el collar en mi bolsillo, tomándole poca importancia, luego cuelgo mi mochila en la espalda. Respiro hondo, señalo la dirección por la que se había ido el "humo" de Mary Ann y su bebé.

—Tenemos que seguir —insisto.

***

La caminata era eterna, llegamos a una especie de bosque seco. Los árboles se basaban en cientas de ramas y nada de hojas. Nuestros pies crujian sobre las ramas secas en el suelo. Era una especie de camino hacia algo.

— ¿Saben? —Alex murmura—. Creo... Que estamos aproximándonos a los campos Elíseos.

Lo miro frunciendo el ceño.

—Creía que sería diferente. Más verde y menos oscuro.

—Ese es el problema, Marlee —responde—. Así debería ser.

Escucho un crujido, Cosmos se transforma y me empuja hacia atrás al igual que los demás. Un enorme árbol cae ante nosotros, toca el suelo y se convierte en cenizas.

La expresión de mamá se ensombreció.

—Hades está muriendo, y su reino con él.

Una especie de aullidos inunda el silencio que se había formado. Giramos la cabeza hacia la izquierda, encontramos a una manada de perros del infierno. Ellos eran diferentes a Doris, Cosmos y Pyxis; eran un poco más pequeños, completamente negros y rabiosos. Desde la distancia podía ver sus dientes y sentir el temblor de sus gruñidos.

Deslizo la espada en mi mochila, mamá y Alex también se hacen con sus armas.

— ¿A ellos sí podremos matarlos? —inquiero, recordando los fantasmas de los campos asfódelos.

Alex se encoge de hombros —Vamos a averiguarlo.

El perro más grande aulla, haciendo temblar los árboles, luego todos salen corriendo hacia nosotros. Pyxis y Doris toman sus formas más monstruosas, gruñen junto con Cosmos y los tres se lanzan hacia la manada. Nosotros no tardamos en seguirlos.

Mi espada se desliza hacia el que parecía ser el más pequeño, pudo sentir cuando le hago un corte en el lomo. Determino que: sí, podemos matarlos; y sí, pueden matarnos.

Debo apresurarme con él, retrocedo, avanzo y me muevo a los costados evitando sus mordidas y arañazos. El perro dejaba caer una baba burbujeante, sus dientes relucían más que nada. Tenía los ojos negros, opacos y sin vida. Al parecer quería robarse la mía.

Chillo, con la espada logro cortarle la cabeza en un descuido suyo. No me permito mirar la escena más tiempo del necesario y ya giro para atacar a otro. Repito ese proceso un par de veces más hasta que escucho un lloriqueo.

Sólo soy capaz de escuchar mis propios latidos, giro la cabeza. Veo a Cosmos tirado en el suelo, gimoteando mientras tres perros se dedican a morder su cuerpo.

Y la rabia me inunda, con los ojos llenos de lágrimas por la escena me lanzo sobre ellos.

Estocadas aquí y allá, gritos de enojo. Clavo, corto, rompo. Me muerden en el brazo izquierdo pero lo ignoro.

Cuando acaba mi gimoteo de dolor se mezcla con los aullidos de Doris y Pyxis. Caigo de rodillas gritando.

Los ojos de Cosmos me miran, se ve tan asustado y adolorido. Su cuerpo está lleno de heridas, su sangre llega hasta mí. Parecía sufrir, parecía rogármelo.

¿Había esperanza? No, no la había.

¿Dolió? A él sólo un segundo, luego ya no lo sintió. A mí me sigue doliendo.

¿Me quedé llorando en el suelo? No, no lo hice.

Ahora tenía otra razón. Sé que él nos dejó ésta trampa, sé que él quería lastimarnos. Debo atraparlo, maldita sea.

Debo matar a Theodore Nott.

Su cuerpo se hizo cenizas que desaparecieron en la tierra. Mi mano temblaba donde sujetaba la espada, pero aún así pude controlarme. Giré hacia los demás sorbiendo mi nariz. Parpadeaba sin parar buscando que mis ojos dejen de arder.

—Marlee... —comenzó Alex.

Le interrumpo con un gruñido.

—No, está bien.

—No, no. Debo decirte que él...

—Está muerto, ya —interrumpo, sin ganas de seguir hablando sobre eso—. Dejémoslo ahi.

Niega con la cabeza, me cierra el paso cuando intento avanzar.

—No está muerto —eso hace que mi corazón se detenga unos segundos, alzo la vista para mirarlo esperanzada—. Es un perro del infierno, Marlee.

—Volverá —completa mamá—. Fue a regenerarse.

Dejo escapar el aire en mis pulmones, me tapo el rostro. Comencé a reírme y llorar a la vez. Me abrazan, cuando lo noto no es mamá sino Alex.

Esto es inusual, él era quien me tiraba al suelo y me decía que debía estar atenta. No solía abrazarme, pero por alguna razón ahora lo hace.

—Los papeles se invirtieron —bromea sonriendo—. Ahora yo soy la madre que consiente.

Mamá bufa, me separo respirando hondo — ¿Cuándo volverá?

Miro hacia todas partes, con la ligera esperanza de que Cosmos apareciera ladrando y saltando. Eso no sucede. La mano de Alex sigue en mi hombro, me da un ligeron apretón.

—Se tomará su tiempo, pero volverá. Te lo aseguro.

Volví a mirarlo, me sonreía con sus ojos algo entrecerrados. Y después de tanto tiempo aquello se sentía tan normal, llamarle señor Parker no sonaba bien como antes.

Él era Alex... y en cierta forma era mi hermano mayor.

***

¡Hola, queridas!

Feliz año nuevo... Ya pasaron varios días pero igual.

Estoy llorando por eso, si les soy sincera. La música que escuchaba era sad y... Bueno.

¡Hasta luego!

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