Capítulo 52. Ahogada entre fantasmas del pasado.
Capítulo 52. Ahogada entre fantasmas del pasado.
Caminar por el inframundo era extraño, caluroso y cansador. A veces creía que el suelo iba a desmoronarse bajo mis pies por la gran cantidad de grietas. Alex, mamá y yo prácticamente estábamos pegados de espaldas para poder estar al pendiente de todo el perímetro. Desde hacía rato que me sentía observada y eso no era muy divertido.
—El río Lete está allí —murmura Alex al fin, cuando ya siento que mis piernas palpitan—. Estamos llegando.
Entonces me pregunté cuánto tiempo había pasado, porque se sentía como un maldito día sobre mis hombros. Acomodé mi mochila y miré a mamá.
— ¿Cuántas horas se podría decir que llevamos caminando? —inquiero, doy un suspiro—. Siento que ha sido poco y a la vez mucho.
Ella se encoge un poco.
—Creo que el tiempo varía aquí y allá arriba —alza la vista—. Así que deberíamos apurarnos.
—Fácilmente podría haber pasado casi un día por allá —suelta Parker, y noto la mala mirada que le dedica mi madre—. Uh, ¿arruiné tu secretito de madre protectora?
Me quedé algo tildada mientras hacía las cuentas. Unas horas aquí, un día allá; unos días aquí y... En verdad deberíamos darnos prisa.
Fue como si pisaran mi acelerador, con la vista fija en el río me dediqué a apresurar el paso. Escuché que mamá soltaba un chillido antes de seguirme lo más cerca que podía.
El campo estaba lleno de flores, lo extraño era que no veía a algún fantasma por ahí. Según las clases que me dieron, aquí estaban las almas que no eran buenas ni malas, y que solían pasársela tranquilamente por aquí. Bueno, pues si bebían el agua del río Lete antes claramente siquiera sabría dónde estaban parados.
Mis ojos viajaron por el espacio al otro lado del río, vacío, ¿cómo podría estar vacío? Era extraño.
—No te acerques a la orilla —le dediqué una mirada incrédula a mi madre—. Precaución, Marlee.
—No tenía planeado saltar al río, mamá —bufé y volví a entrecerrar los ojos mientras intentaba mirar al otro lado—. No es posible que esté tan vacío, ¿dónde están todos?
—Perséfone dijo disturbios, pero aquí todo parece muy tranquilo —Alex arruga la nariz—. ¿Qué se supone que estamos...?
Se quedó callado de repente, todos sucumbimos ante el silencio. Lentamente volteamos. Aquella especie de alerta mestiza se encendió dentro de mí. Y era muy acertada.
Fantasmas, cientos de fantasmas nos rodeaban. Sus ojos estaban desorbitados y no parecían notar siquiera dónde estaban parados. Los dos adultos que me acompañaban se posicionaron frente a mí. Deslicé una correa de mi mochila para poder sacar la espada, mamá posó la mano en su collar.
—Se ven desorientados —dijo Alex entre dientes—. Tal vez no están al tanto de nuestra presencia.
Escuchaba el agua correr a mis espaldas, se me erizaba el vello de la nuca. Podría caerme de la forma más estúpida y terminaría olvidando literalmente toda mi vida, para ahora convertirme en alguien sin consciencia.
El collar de Jerome ardió, colgaba de mi cuello, escondido bajo mi camiseta. Era lo único que me permitía recordar mi verdadera vida, no podía simplemente volver a olvidarla de repente, y esta vez sería para siempre.
—Vamos a movernos, lentamente, Mar —advierte, dándole una mirada de reojo.
No hacía falta mirar a mamá para saber que se había ofendido. Dimos apenas tres pasos a la izquierda cuando la primera hilera de fantasmas abrió la boca y soltó un grito gutural. Las espadas salieron a relucir, ellos se abalanzaron a nosotros y claramente también corrimos hacia ellos.
Y noté lo inútiles que eran nuestras armas contra ellos.
Podían atravesarnos, pero el problema estaba en que eran como una ola. De alguna forma nos empujaban para atrás. Si seguían así caeríamos al río, y todo sería un fracaso desde el inicio.
Intenté clavar los pies en la tierra, imité a mi madre al verla sujetarse de su espada incrustada en el suelo. Se sentía como un viento que me azotaba, cerré los ojos deseando que ya acabe. Pero ellos eran demasiados, y a decir verdad tal vez no soportemos esto durante mucho tiempo.
— ¡Marlee! ¡Dame la mano! —mamá gritó cuando vio que mi espada se movía y yo caía para atrás.
Podría haberme caído sobre mi trasero, pero hice lo posible para sentarme sobre mis pies. Observé con horror los rostros que venían hacia mí y luego me atravesaban. Todos ellos parecían más monstruos que humanos, por más fantasmas que eran.
¿Cómo lograban hacer aquello?
Perdí de vista a mamá y a Alex, el sonido de las pisadas y los chillidos era lo único que percibía. Mirara a donde mirara, sólo ellos me rodeaban. Comencé a sentir pánico, y no por mí, sino por quienes me acompañaban.
Los fantasmas ya no me empujaban, rodeaban mi cuerpo cuando llegaban a mi. ¿Por qué? ¿Por qué ya no intentaban lanzarme al río?
Me levanté lentamente, sujetando con fuerza mi espada con la mano derecha. Caminé entre ellos, aprovechando que me evadían, busqué a mamá y a Alex desesperada. Pero no tenía nada a la vista, y una congoja apareció en mi garganta, me deshice de ella cuando comencé a gritar.
— ¡Mamá!... ¡Alex!... ¡Digan algo por favor! —pude escucharme gracias a que los chillidos disminuyeron.
La ola de fantasmas estaba acabándose, en un arranque de adrenalina corrí hacia el final. En una línea recta hasta ser liberada. Choqué con la mirada oscura y gélida de una mujer, estaba vestida con un viejo vestido ensangrentado, un bebé herido estaba recostado en su pecho. Ella lo sostenía con una mano, y en la otra sujetaba una flecha con fuerza.
Pude reconocerla, y por poco devuelvo lo poco que tenía en el estómago. Se me llenaron los ojos de lágrimas recordando lo que vi de aquella mujer, avancé señalándola con mi espada.
— ¡Ya basta! —exigí con la voz rota—. ¡Deja de hacerlo, Anne!
Parpadeó, y se fijó en mi con confusión. Me miró de arriba a abajo.
— ¿Eres la última? —murmura, el sonido llega a mí de alguna forma.
—Por favor detén esto —vuelvo a decir—. Ya basta.
Ella duda, y niega con la cabeza mientras mece a su bebé. Escuchó a mamá y Alex gritar. Entro en desesperación.
—Ellos no se detuvieron cuando lo mataron —espeta con rencor—. ¿Por qué detenerme ahora?
—Porque somos tu familia. Anne, somos iguales a ti. No deberías desquitarte con nosotros... Estás a punto de lanzar al olvido a dos semidioses y magos que sólo deseaban hacer algo mejor para sus pares.
Se queda mirándome sin mostrar mucha emoción, la doy por vencida y luego corro hacia el río. Segundos más tarde noto que Alex está a un metro de caerse, y ya no puede sostenerse, intento encontrar a mamá pero no la veo. Entonces voy hacia él y le doy una mano.
— ¿Has visto a mi madre?
Está negando con la cabeza cuando escucho una especie de ladrido feroz que hace temblar el suelo. Cierro los ojos y los fantasmas salen disparados hacia el río. Cuando vuelvo a mirar hay un perro enorme y negro que salta hacia nosotros, además de que mamá está montada en él.
—No puede ser —Alex se levanta tambaleando y toma el hocico del perro entre sus manos—. Es Doris.
— ¡Es Doris! —repite mi madre, histérica de emoción. Se abraza al animal con fuerza—. ¡Mi bebé, mi hermosa, mi...!
Escucho a Anne gritar y volteo para verla, Cosmos y su hermano le gruñían y la hacían retroceder. Ella los observaba con odio mientras alzaba la flecha, apretujó a su bebé contra el pecho. Sus oscuros cabellos se elevaron, noté que el pequeño levantaba la mano hacia el collar de su madre y eso sólo me dio mala espina.
— ¡No! —chillé levantándo las manos hacia ella, una ventisca apareció y la empujó hasta hacerla caer de espaldas.
Parecía estupefacta mientras se sentaba, nos acercamos para poder rodearla. Anne se fijó en mí y negó con la cabeza.
—Aunque te esfuerces en hacer las cosas bien vas a terminar siendo todo lo contrario a lo que crees, niña. Quiero que lo recuerdes —no sé a qué venía aquello, pero me asustaba. Una sonrisa psicópata llenó su rostro—. Ya está escrito.
En apenas un pestañeo se clavó la flecha en el pecho, atravesando a la vez a su hijo. Los cuerpos se desintegraron como lo hacían los monstruos, sus cenizas salieron volando hacia la oscuridad del inframundo. Los perros aullaron y casi me dejaron sorda, noté que había puesto la mano en el pecho como si aquella flecha me hubiese atravesado igual, me volví para mirar a mamá y Alex con preocupación.
—No... no entiendo lo que acaba de suceder —admite Alexander, se rasca la ceja izquierda y hace una mueca.
Mamá baja del lomo de Doris, sin dejar de acariciarla o separarse mucho de ella.
— ¿Estás bien, cariño?
—Yo debería preguntarte eso. No pude encontrarte, lo siento mucho mamá.
Sonríe tiernamente y alza una mano para invitarme a abrazarla. Y lo hago de inmediato. Doris resopló en mi cuello, me hizo cosquillas. Parecía amigable pero era tan enorme que me daba algo de miedo. Cosmos y Pyxis eran grandes y a la vez pequeños a comparación de su madre.
—Te extrañé tanto —ese susurro de mamá claramente iba para el perro.
Me separé para darles espacio, ella se enjugaba las lágrimas mientras le acariciaba la nariz. Doris cerró los ojos disfrutando el tacto.
—Estás tan grande y vieja —ríe—. Hasta hijos tienes, ¿por qué no he matado a Cerbero por eso? —su voz se torna aguda y contorsiona el rostro intentando contener su llanto—. Eres genial, me salvaste otra vez. Te amo, linda.
Cuando mamá se torna un mar de lágrimas y abraza a Doris con fuerza noto que ese ya es un momento muy íntimo para estar mirando. Alexander y yo nos separamos hacia el otro par. Le dedico una sonrisa a Cosmos antes de alargar la mano para tocarlo. Él mueve la cola y de inmediato cambia su tamaño, vuelve a ser una pequeña bola de pelos que salta a mis brazos.
Alex me mira mientras Cosmos se acomoda en mi cuello y Pyxis se deja caer en el suelo en una pose que sería adorable si no fuese un enorme perro blanco de ojos rojos y grandes colmillos... Bueno, aún así era algo hermoso.
— ¿Quién era?
No hacía falta preguntar a quién se refería. Suspiré mirando hacia donde las cenizas habían desaparecido.
—Ancestro, supongo —respondí—. La había visto antes... fui ella antes.
Alza las cejas con interés —Supongo que ahora intercambiamos roles, señorita, es tu turno de explicar.
—Pero ya se lo dije a mamá.
No me gustaba demasiado hablar sobre eso a decir verdad.
— ¡Pero no a mí! ¡Creí que éramos amigos! Ya no existe la confianza...
—Creí que éramos hermanos —interrumpo alzando una ceja y sonriendo divertida por su indignación.
Pareció percatarse de ello apenas, primero una expresión de sorpresa que terminó en una sonrisa con la boca cerrada.
—También —murmura—. Más razón para hablar con confianza.
Mi sonrisa casi desapareció, el colgante ardiendo en mi cuello. ¿También debería decirles sobre eso? Tal vez crean que estoy loca o traumada con la muerte de Jerome y me obliguen a volver. No, no debo decirles sobre esto. Es mejor que sólo yo lo sepa, así no afecto a nadie.
***
Alex no dejaba de hacer preguntas y preguntas sobre todo. Primero seguíamos caminando hacia donde Anne había desaparecido, pero llegó el punto en el que nos cansamos y decidimos acampar allí. Mamá no se separaba de Doris, y Cosmos no estaba dispuesto a servirme de cama como Pyxis y Doris lo hacían. Más bien yo era su cama.
— ¿Cómo es que ella pudo hacer eso? —se decía, confundido.
—Creo que no era ella... era el bebé —admito rascándome la nuca—. Después de todo él era hijo de Hades.
— ¿Y tiene semejante poder siendo el fantasma de un recién nacido? —mamá resopla y se acomoda—. Algo huele mal por aquí.
Asentí de acuerdo.
El tema se dejó a un lado, dejamos de hablar y poco a poco sentí el cansancio apoderarse de mí. Me acomodé sobre mi mochila y suspiré mientras cerraba los ojos. Ya sabía que no dormiría durante mucho tiempo, pero de todas formas el poco tiempo lo apreciaba y aprovechaba. Sentí a Cosmos acomodarse, luego caí en el sueño profundo.
No era como esos sueños donde encarnaba a otra persona, no me sentía diferente. Era yo misma, sólo que no sabía dónde estaba.
Caminé por el largo pasillo, todo a mi alrededor era madera y parecía estar algo descuidada. Al final del pasillo había una puerta que parecía gritarme que la abra, estaba a punto de hacerlo cuando escuché que hablaban.
—Ya no puedo, no puedo hacerlo—esa voz sonaba familiar, me incitó a girar el pomo y abrir la puerta.
Attis estaba en una esquina de la habitación, sentando y sujetando la cabeza entre sus manos. Sus ojos estaban cerrados y parecía terriblemente afligido. Me acerqué a él con precaución y luego alcé una mano para tocarlo.
Sentí la suavidad de su cabello entre mis dedos, la verdad no pensé que podría tocarlo. Creí que era como una alucinación. Al parecer no lo era.
Él abrió los ojos de golpe, me miró estupefacto unos segundos y luego se levantó de un salto para abrazarme con fuerza. Sentí su respiración en mi cuello, causándome cosquillas; y no lo empujé, disfruté del gesto.
Se separó para volver a registrar mi rostro, ahora tomando mis mejillas con sus manos.
— ¿Cómo es que estás aquí?
—No lo sé —confieso—. ¿Qué es éste lugar?
—Se supone que estoy dormido... Estás mis sueños —decir aquello hace que suelte una de sus estúpidas sonrisas, me pongo nerviosa cuando acaricia mi mejilla derecha—. Vaya, Potter, otra vez por aquí.
—No me digas más —mascullo e intento separarme, no me lo permite—. ¿Qué sucede?
Su mirada se torna preocupada y su sonrisa desaparece.
—Has estado lejos tanto tiempo, no tenemos noticias de ti y... ¿Dónde estás, Marlee?
Miro su camisa como si me interesara, aunque sólo quería evadir un poco su pregunta. ¿Debo decirle? No sé cuánto tiempo ha pasado por allí, tal vez sí deba hacerlo, para que no se preocupe.
—En una misión, Attis, todo bajo control. No te preocupes —tomo una de sus manos y hago que la baje, de inmediato él las une, lo que me hace reír un poco—. Volveré en cuanto pueda.
Levanto la vista otra vez, él no hace más que mirarme insistente.
—Inframundo —termino diciendo en voz baja—. Estamos en el inframundo buscando a Theodore.
Respira hondo y cierra los ojos. En estos momentos desearía que sonriera como siempre, pero no lo hace. De pronto me percato que tiene su frente pegada a la mía, que aún no ha soltado mi mano o mi otra mejilla. Trago saliva sintiendo que mi corazón se acelera al máximo.
— ¿Recuerdas lo que te dije? Por favor no termines como las personas de las pinturas en tu sótano, Marlee. No ahora —abre los ojos, ruega con ellos.
—Lo recuerdo, ¿por qué insistes con eso?
—Porque es lo que menos deseo —suspira, mira hacia mi boca largo rato pero al último momento besa mi frente y al fin se separa—. Si tardas más, yo mismo iré por ti.
Me quedo perpleja con su acto, nunca antes había pasado de un largo abrazo. Lo veo retroceder y siento que se me revuelve el estómago, ¿ya era hora de despedirme?
—Attis...
—Mantente viva, Marlee, por favor. Te necesitamos, ¿sí? —su rostro se enciende de color rojo—. Querrás golpearme, pero la verdad yo te necesito. Y me dirás cursi, todo lo que quieras, pero eso no cambiará lo que dije.
Frunzo el ceño —Attis, deja de...
—Nos veremos —mueve la cabeza y la imagen se distorsiona.
Tal vez él ya ha despertado, yo paso a mi propio sueño. Uno donde estoy en mi cuarto, sentada en la cama abrazando mi almohada.
Se sentía real, como si en verdad estuviese ahí, pero no era así. Al igual que él besando mi frente, él a punto de besarme en los labios. Su respiración en mi cuello, abrazándome como si hubiesen pasado meses, o años... Como si de verdad le importara de tal manera.
Escondí mi rostro en la almohada y solté un gritito de exasperación.
¡Attis! ¡Ni siquiera te tengo cerca y me haces esto!
***
¡Hoola, querida! Tanto tiempo. Extrañaba esto.

Attis bb 😍😍😍 me vienes con sorpresas, querido.
Así que... En el inframundo el tiempo pasa lentamente, y lo que Marlee y los demás tarden allí será aún más para sus seres queridos. Habrá que apurar la marcha.
Se viene más drama, se vienen cosas impaktantez... Y luego el final ahre 😂😂
Y bueno.
¡Hasta pronto, queridas!
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