Capítulo 48. La pareja perfecta en desacuerdo.

Capítulo 48. La pareja perfecta en desacuerdo.

— ¡¿Qué demonios dices, Marlee Astoria?! —me gritan mis padres, apenas unos segundos después de haber hablado.

Tío Nico negaba con la cabeza mientras apretaba los labios con cierta impotencia,  pero fue tío Albus quien habló—No Marly, eres una niña...

Me levanto, ofendida. Tengo dieciséis años desde hace dos meses, y más allá de mi edad ya he pasado por mucho.

—Creo que no toman en cuenta todo lo que he pasado...

—Una cosa es ir a un campamento, o buscar a un mestizo —papá dice, enfadado—, otra cosa es ir al inframundo.

Siento que mi rostro arde mientras cruzo los brazos —Van a necesitar ayuda.

— ¡No! —suelta mamá, rotunda—. Ayuda de una niña que no sabe pelear no.

Eso duele. Ella se fija en mi expresión y sus rasgos se suavizan, mostrando una mirada avergonzada.

—Perdona, sólo no quiero arriesgarte, mi amor. Eres demasiado joven para ir por esos lugares.

Tío Albus se quedó mirando a su esposo, como si supiera que tenía algo más que decir. Me giro para mirarlo también, noté su pequeña mueca de pánico hacia el suelo. Todavía debía decir algo más.

—No fui al campamento para hablar con Quirón, Meredith —habló al fin, luego de momentos de suspenso—. Fui con Rachel.

Mamá entonces cae sentada de nuevo, desolada. Mi  padre toma asiento junto a ella, con la misma expresión. Como si supieran lo que eso significaba. Alex suspiró en silencio, restregando su rostro con una mano.

—La profecía que me dijo era clara —toma mi mano, mirándome como si pidiera disculpas—. Tú debes ir, Marly.

Asiento, algo sorprendida porque el oráculo ha dicho otra profecía donde estoy involucrada directamente. Era emocionante, pero a la vez daba algo de miedo. No iba a decir en voz alta que ir al inframundo me parecía una tremenda locura, pero ir a atrapar a Theodore Nott no lo era. Eso quería hacerlo, sin importar el precio.

—Meredith, Alexander y tú son los únicos semidioses preparados que no están en el campamento...

—Está Isabel —irrumpe Alex, sé que intenta ocultar su desesperación por querer saber algo sobre ella—. ¿Qué hay de ella?

Tío Nico titubea, como si supiera que no debe decir algo sobre eso. Pero al final bufa y responde.

—Ella busca una forma de sanar a nuestro padre.

— ¿Dónde?

—Parker, no me hagas preguntas que sabes que no responderé —dice, serio. Alex se queda callado, en un silencio casi rencoroso—. Yo debo volver para ayudar a Perséfone, no tengo mucho tiempo para buscar a Nott, como ya dije.  Y como mi padre lo último que desea es que en el Olimpo se enteren de su momento de debilidad, sólo puedo confiar en ustedes...

Termina mirando a mamá, ella no le devolvió la mirada, estaba fija en el suelo. Papá la miraba a ella con intesidad, como instándole a negarse. Vi sus manos unidas con fuerza y sentí pena. Sé que papá no quiere perderla, pero esta situación debe controlarse.

—No me gusta la idea de que ella vaya —confiesa, muerde sus labios durante unos segundos—. Pero tampoco quiero dejarte solo, Nico.

—Meredith —exclama papá, como si no lo creyera. Suelta su mano a la par que se levanta—. ¡¿Qué sucede contigo?!

Se dirige hacia la puerta con furia, mamá se levanta y lo sigue. Ella, con más rapidez, llega como obstáculo entre él y la salida. Le dedicó una expresión que rogaba algo de comprensión.

—Él es mi familia, James. No puedo dejarle a la suerte. Además es Theodore, debemos atraparle antes de que haga lo que sea que quiere hacer. Tú y yo sabemos que es capaz de muchas cosas.

Escucho a tío Albus dejar salir el aire de sus pulmones lentamente, pero sigo con la vista fija en mis padres. No hacía falta verle la cara a papá para saber que sus ojos estaban cristalizados.

— ¿Por qué siempre debes pensar en los demás antes que en ti, Mar? ¡Podrías morir! —grita, pierde el control—. ¡Y yo no pienso quedarme aquí, esperando quien sabe cuánto tiempo a que vuelvan! La última vez que te fuiste... —se detiene para respirar—. Tendré muchas cosas en juego, mi esposa, mi hija... ustedes son mi vida.

Mamá deja caer sus lágrimas, incluso yo lo hago sin siquiera notarlo. Poco a poco se aleja de la puerta.

—Si ustedes mueren no podré con eso, Maddie y Nico tampoco —toma el pomo, lo gira—. Quiero que tengan en cuenta eso.

Se va, me limpio los ojos y calmo mi respiración. Tío Nico se levanta, dejando la taza de té en la mesa.

—No te preocupes, Meredith... —comienza a decir, mamá lo calla alzando una mano.

—No, vamos a ir —dice con convicción, me mira como si quisiera asegurarse de que yo podía. Le dedico mi mejor mirada de seguridad—. Y no moriremos... Maté a Cronos, por favor —ríe, pero no hay diversión en ello—. Ya tuve mi propio infierno antes. Cuidaré de mi hija... Atraparemos a Theodore, Nico.

Giramos hacia Alex, él nos devuelve la mirada alzando las cejas.

—No duden de mí, no tengo a alguien que me detenga.

***

—Mamá, ¿pasó algo con papá? —inquiere Maddie durante la cena, luego de que papá se levantara ni bien terminó con su comida. Esta  noche se sentó lejos de mi madre.

Ella juega con su comida, luego sonríe a mi hermanita y le guiña un ojo —Nada que no pueda solucionar, mi amor.

Aunque su expresión se torna preocupada luego. El resto del tiempo sólo se escuchan los balbuceos del bebé de Melody, John. Él ya tenía un par de meses y jugaba en las piernas de su madre, junto a mí.

Yo no era amante de los bebés, pero John, con sus enormes ojos marrones, lograba dejarme algo hechizada. Cuando menos lo esperaba me encontré sonriéndole y tomando su pequeña mano. Tal vez sólo quería olvidar por un momento todo lo que pasaba, John lograba acaparar toda mi atención una vez me fijaba en él. Me dedicó una sonrisa sin dientes, pero era verdadera, casi parecía querer calmar mis  nervios.

— ¿Podrías sostenerlo un momento, Marly? Hoy me toca lavar los platos —pidió Melody, accedí mientras lo tomaba en brazos.

Me acosté en el sillón donde hacía rato mamá y papá estaban. Puse a John sobre mi torso y él se dedicó a jugar con mi cabello mientras reía de una forma histérica pero divertida.

— ¿Te dije que eras un bebé precioso? —murmuro, esperanzada de que nadie me escuchara hablar así. Acaricié su suave y pequeña cabeza con una mano mientras me estiraba para besarle la frente—. Voy a extrañarte, cariño.

Doblo las piernas y lo siento en mi barriga. Sonrío con los ojos llenos de lágrimas. Aunque lo de mis padres era un simple desacuerdo, dolía. No quiero irme sabiendo que papá nos detesta por eso. Mamá tampoco querrá irse si su esposo se queda en casa sufriendo por la angustia, otra vez.

Al fin estaba al tanto de lo que había sucedido en el pasado. La depresión de papá, el sufrimiento de mamá. Me enorgullecía saber que después de años seguían juntos, y al fin felices. Pero parece que esa felicidad se estaba acabando por un tiempo, ahora les tocaba separarse otra vez. Y por alguna razón me sentía culpable de ello, aunque yo no he hecho algo para que esto suceda.

Me quedé cinco minutos llorando junto al pequeño, mientras él sólo pasaba sus manos por mis mejillas mojadas. Sin sonreírme, como si comprendiera lo que sucedía. Eso era algo imposible. Entonces noté que su labio inferior comenzó a temblar, amenazando con largarse a llorar también. Intenté calmarme y le sonreí.

— ¡No, señor! No llores, no me gusta que llores —volví a hablarle con el tono jocoso, tomé sus mejillas y besé su nariz—. Mejor alegra mi noche con una sonrisita.

Le hice unas leves cosquillas, soltó una carcajada. Escuché pasos a mis espaldas e intenté limpiarme los ojos. Melody se sentó junto a mí con una apenada sonrisa. Se quedó allí, en silencio, mirándome durante un par de minutos.

—Todas las parejas pelean alguna vez, Marly, no te preocupes por eso.

Le pasé a John mientras asentía —Ya lo sé.

—Ellos van a estar bien en poco tiempo, ya verás. Se aman demasiado.

Espero que ese poco tiempo se refiera a un promedio de veinticuatro horas. Pues mañana en la noche nos vamos con tío Nico.

Melody no lo sabía, nadie más lo sabía. Tampoco es que nosotras tengamos las palabras exactas para explicarles lo que haríamos. Seguro que cuando nos vayamos ellos creerán que volveremos al otro día, o en un par de días.

Pero siquiera yo sé cuánto tiempo nos llevará esto, o la escena con lo que nos encontraremos por allá.

***

Desperté en la madrugada luego de tener una pesadilla que casi me deja sin aire. Bajé los pies de la cama, y descalza caminé fuera de mi habitación para poder buscar agua. La casa estaba oscura y silenciosa, me quedé mirando la puerta de la habitación de mis padres antes de bajar las escaleras y dirigirme a la cocina.

Fruncí el ceño al notar la luz encendida. Con algo de preocupación me acerque pensando en quién podría estar ahí. Mis dudas fueron respondidas cuando vi a papá de espaldas, recostado contra la mesa. Su cabeza estaba gacha y sus hombros tensos. Me acerqué a él con una mueca.

—Papá —lo llamé, él se volteo de inmediato.

Vi sus ojos rojos, y un vaso vacío en sus manos. El olor a alcohol llegó a mí, retrocedí un paso sorprendida. Nunca antes él había bebido hasta apestar.

Lo noté avergonzado, con un mirada de traición mientras dejaba el vaso en la encimera otra vez.

— ¿Qué haces despierta tan tarde?

—Quería agua —respondo, lo rodeo a una distancia prudente mientras tomo un nuevo vaso y lo lleno—. No voy a preguntar por qué estás despierto tú.

Se ríe ante mi tono molesto. Pues yo odiaba esa clase de bebidas y lo que causaba en las personas. Hacía de los mejores un pedazo vergonzoso de... No seguiré.

—Genial, ahora ambos estamos molestos. Tú me odias por emborracharme y...

—No te odio, papá. Yo no puedo odiarte.

Él  chasquea la lengua, mira al suelo mientras no sabe qué hacer con las manos. Pasan de su cabello a la mesa, y restriegan el borde de su camiseta.

—Entonces, ¿por qué me haces esto, linda? —su voz tiembla, mi corazón se rompe a su mirada de desesperación—. Si no me odias, ¿por qué quieres que te pierda?

Niego con la cabeza, dejo mi agua a un lado y me acerco a él —No vas a perderme, papá. Eso no...

—Es  el inframundo, Marly, no Nueva York —masculla—. Es peligroso. Tú eres una niña. No puedes ir a morir así.

— ¡No moriré, papá! —digo, más fuerte. Abro los brazos rogando que escuche—. ¿Por qué dices eso? Me pones de los nervios, haces que me llene de terror y no quiero ser débil otra vez —sollozo, me tapo la boca para calmarme y poder seguir—. Él es un hombre enfermo, papá, no podemos dejarlo libre y sin más. Hizo tantas cosas, y seguirá si no lo detenemos...

— ¿Y si van y aún así no lo detienen? ¿Y si simplemente van a morir? —me toma por los hombros, sacudiéndome, como queriendo que entre en razón. Lo observo con los ojos muy abiertos—. Ponte en mí lugar, Marly. Vivo por mi familia, por ti, por tu madre, por tus hermanos. Son mi vida, perder a uno de ustedes es más que una catástrofe.

—Tú ponte en mí lugar —murmuro, lo miro a los ojos—. Soy una semidiosa, se supone que debo ser una heroína, ser útil. Cuando tienes el poder de ayudar a los demás no te sientas a mirar, papá. No te preocupas por lo que te podría pasar —poco a poco su agarre se vuelve más débil—. Si sólo me preocupo en mí nunca seré de ayuda... A veces hay que arriesgarse por el bien común.

No sé de dónde salieron todas esas palabras, ni mi repentina valentía. Pero luego mi padre lloraba abrazándome. No sé si eran lágrimas de dolor u orgullo. Las de mamá sé que eran de orgullo, ella me miraba desde la puerta con una sonrisa húmeda.

Nunca antes me había sentido tan bien con algo que he dicho.

Hooola queridas. He vueltooo. ¿Cómo han estado? Yo normal, creo.

Y este es el capítulo que me hizo llorar mientras lo escribía. Es que soy una maldita cruel con Jamerith (¿o Jameredith?).

Ahora voy de salidaaa, lalala, les dejo el cap y en un rato vuelvo para responder sus amenazas ahq.

¡Hasta luego!

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