Capítulo 41. El luchador gigante...

Capítulo 41. El luchador gigante me considera propiedad y la fruta barata me odia.

Al único ser tan grande que conocido fue a Apolo. Pero no podía ser él, éstas manos en mis codos estaban sucias y me sujetaban con rudeza. Apolo habitualmente andaba con buena presentación y nunca me había sujetado así, como si no me permitiría alejarme siquiera un paso. No me gustaba, odiaba ese calor corporal intenso que golpeaba mi espalda.

— ¿Marly? —Nico me llama y aparece en el marco de la puerta. Al ver la situación se queda paralizado allí unos segundos antes de fruncir el ceño—. ¿Quién eres y por qué sujetas así a mi hermana?

Habla molesto, avanza y a la par quien sea que me sostenía nos hace retroceder. Comienzo a pensar en la mejor forma para soltarme y correr. Pero apenas puedo sacudir mis brazos. Chillo molesta y comienzo a zapatear.

— ¡Suelta, idiota! ¡O voy a partirte la cara! —amenazo calculando hacia dónde debería dar el cabezazo, tampoco estaba segura de que iba a dale a la cara o al pecho.

—De eso no hay duda —dice él con una voz divertida, pero no me parecía divertido—. Siempre tan adorable, Meda.

Me detengo, con el cabello tapándome la cara. Se me sale el aire al reconocer el nombre y que las imágenes aparecieran en mi cabeza, todas de una.

—Yo no soy Meda —le digo antes de intentar patearle el pie, pero él lleva unas botas enormes y duras, sólo logro que me duela el talón—. Soy Marlee.

—No mientas. No importa si te cortas el pelo, lo tiñes o te llenas de tatuajes —dice canturreando—. Siempre voy a reconocerte, guapa.

Nico gruñe y me mira, siento que mi rostro está pálido. Éste tipo es Ares. Maldita sea. Es Ares y cree que soy Meda. La mujer que encarné en sueños, y con la que al parecer tuvo un amorío.

—Déjala ir —repite mi hermano—. Ella no es Meda, es Marlee.

La risa cínica detrás de mi nuca me hace bajar un poco la cabeza. Detrás de Nico comienzan a aparecer los demás, que apenas me veían ponían expresión confundida.

—Ares, ¿qué demonios estás haciendo? —pregunta Percy con su famoso bolígrafo en mano—. Además, ¿cómo entraste?

—No es como si no hubiese entrado antes —puedo sentir su sonrisa—. Y estoy recuperando a mi Meda, después de tantos años al fin volveremos a estar juntos...

— ¿Y apenas la recuerdas? —inquiero, aunque luego me muerdo la lengua—. De cualquier forma no soy Meda, señor.

—Graciosa —ahora se atreve a abrazarme, abro los ojos como platos. Miro con pánico hacia mi familia—. Recuerdo tu rostro, linda, sigues igual de hermosa.

Hay un gruñido femenino que llena la sala. Una nube rosa baja del techo y una mujer se materializa en medio del lugar. Girando un poco la cabeza veo por primera vez el rostro de Ares. Lleva puesto anteojos de sol, pero desde mi perspectiva noto sus ojos ardiendo en llamas. Su enorme mandíbula esta apretada con expresión de descontento.

—Dita, ¿qué significa esto? —mamá nos señala mientras se acerca a la mujer que me miraba con desprecio.

Tenía el cabello rubio tan brillante que me dejaría ciega, era peor que el de Apolo. Sus ojos grises parecían un par de piedras que en cualquier momento irían hacia mí para hacerme hoyos por todo el cuerpo. Su vestido apenas le tapaba lo suficiente.

— ¡Después de años la recordó! —espeta furiosa, su voz por alguna razón me molesta—. Creí que iba a durar más, al menos hasta que su copia desaparezca.

La miro con la boca abierta, obviamente se refería a mi muerte.

— ¡Afrodita! —mamá reprende y sin miedo le toma el brazo, la rubia voltea para verla y poner expresión de arrepentimiento.

Oh no, maldita, ya me condenaste. No puedes retractarte.

—Quiero que suelte a mi niña, ahora —exige lentamente.

—Es mí...

Ares no puede seguir. Tiran de él y a la vez yo también voy en su caída. Mientras somos impulsados hacia atrás él me suelta, yo apenas chillo hasta que algo peludo choca contra mi espalda y durante unos segundos sólo puedo ver oscuridad. Luego caigo junto Daniel y Maddie.

Miro a mi alrededor y choco contra un enorme hocico. Retrocedo y logro reconocer al enorme perro de ojos extraños. Cosmos, si mal no recuerdo. El me mira fijo antes de ladrar y casi dejarme sorda. Me tapo los oídos y una sonrisa aparece en mi rostro.

—Buen perro —le halago.

Me ayudan a levantarme, veo que Ares tiene a otro enorme perro sujetándole la pierna mientras que una figura femenina encapuchada le amenaza con una espada. Avanzamos hacia ellos y reconozco la voz de Isabel.

—Meda murió hace años, Ares. Literalmente hace un siglo —dice con dureza—. Recuerda que murió gracias a tu guerra.

Él está confundido en el nuevo hoyo de la habitación. No parece prestarle atención al gran perro blanco que le encaja los dientes en la pierna. Creo que fue ese perro el que tiró de él para que me suelte.

—Pero ella está ahí —me señala y una vez me mira, no aparta la vista de mí.

Retrocedo incómoda, Cosmos se posiciona enfrente y gruñe mostrando los dientes.

—Ella no es Meda, ella es Marlee y es hija de Mar —explica lo mismo que todos—. Es de la familia de Meda, por eso se parecen tanto. Pero no va de ahí, Ares.

Afrodita contonea sus caderas mientras se acerca a él y se inclina para poner una mano en su pecho. Él no le presta atención, sus gafas se cayeron y su mirada en llamas me intimida.

—Ya, ¿sólo viniste para destruir mi casa? —papá camina hacia él, parece ignorar que está -posiblemente- a punto de lanzarle un puñetazo a un dios—. Porque puedes ir retirándote.

—Vine por mi chica —empuja a la rubia y mueve la pierna lanzando al hermoso perro a otro lado, Tyson va a ver que no se haya herido. Se levanta e intenta acercarse otra vez. Cosmos le gruñe una vez más—. Oh joder. Sólo quiero a mi chica.

—Yo no soy tu maldita chica —digo con rabia, siento el calor subir por mi cuello. Apenas lo veo y dice que soy suya, pero que se vaya a freír espárragos—. Soy Marlee, idiota, y voy a meterte tus gafas por donde te quepa si das otro paso.

Daniel me tapa la boca y sólo puedo alzar unos centímetros mi dedo corazón antes de que Maddie me sostenga igual. Estaba enfadándome en verdad la forma de hablar de ese bruto. Yo no soy un terreno para que me considere de su propiedad.

— ¡Es Meda! —suelta—. Es igual... Es su reencarnación.

Muerdo la mano de Daniel, él me suelta chillando de dolor.

— ¿Quieres una reencarnación? Voy a darte una... —mis labios se pegan, abro los ojos como platos y veo a Melody acercarse con la varita en alto, ella pone un dedo sobre sus labios. La miro con odio.

—Marlee, contrólate —me sorprende el tono de Alex, tanto que me calmo y son capaces de soltarme sin que me largue a decir sandeces—. Y ustedes dos deberían irse.

—Yo vine a llevarlo, claro —Afrodita se sacude el vestido con el ceño fruncido—. Hicimos un desastre en tu jardín, Mar, lo siento. Es un cabeza dura.

—Siempre que haya sido una pelea y no una fertilización a la tierra —susurra Percy, Annabeth le pincha el brazo—. Sólo decía. Tú misma me dijiste lo de Hefesto y cara de tierra...

— ¡Por favor, Percy! —Tyson se escandaliza y lo mira su ojo muy abierto—. ¿Quieres que nos maten?

Isabel ignora a Alex, lo rodea y vuelve a apuntar a Ares, directo al rostro. Sin miedo alguno, como si no temiera a que él la mate.

—Vete, Ares. No vas a llevártela, y si lo intentas... Nos tendrás a todos sobre ti —se inclina hacia él—. Y tú sabes de lo que somos capaces.

Se miran fijo durante un largo rato, sin estar dispuestos a rendirse. Comenzaba a pensar que se armaría la tercera guerra mundial cuando Ares tomó el brazo de Afrodita sin una pizca de delicadeza y tiró de ella hacia la salida. Isabel y algunos adultos los sigueron de cerca. Tyson se llevó a los perros afuera con cierta alegría. Sentí que mis labios se despegaban y respiré hondo.

— ¿Por qué ella se lanza como si no pudieran matarla? —pregunto refiriéndome a Isabel.

Alex voltea y sale de su trance, mira al piso mientras me responde.

—Es que no la pueden matar... Es inmortal.

Bien, eso no lo vi venir.

***

— ¡¿Por la eternidad?! —chillo una vez más, dando vueltas en la biblioteca de la casa mientras mamá se deja mimar por papá. Escena que por cierto ya dejó de ser adorable hace rato.

—Soy inmortal, mientras yo siga viva esa daga seguirá rondando por todo el mundo —responde tranquila Isabel, hasta ahora no le ha dado ni una mirada a Alex Parker, parece ignorar su existencia.

Por parte de él, pues... Bueno, sí que adora la existencia de ella, porque no ha dejado de mirarla fijo.

— ¿No te parece... horrible? —pregunto con sinceridad, bajando los hombros—. Saber dónde está el único objeto que puede matarte y aún así seguir...

—Marlee —interrumpe Parker con cara de pocos amigos—. No digas eso.

Isabel desvía la vista como si comenzase a pensar en lo que dije. Sólo entonces Alex me dedica una mirada de enojo antes de caminar hacia ella.

—Llevamos juntos dieciocho años y jamás mencionaste que esa daga seguía por ahí. Creí que se había destruido.

—Nada puede destruirla —contradice—. ¿Querías que te dijera que el objeto más mortal para los dioses andaba bajo nuestros pies mientras peleabamos con monstruos y semidioses rebeldes? Se suponía que sólo debíamos saberlo nosotras, ni un sólo dios sabe de... bueno —se interrumpe, carraspea y corrige su postura—. Mi padre lo sabe, claro, todo lo subterráneo es suyo y él también conoce su posición.

Le miran boquiabiertos. Percy se levanta alzando las manos.

—Maldita Mafalda —señala a mamá, ella le observa ofendida—. ¡Creí que nos contábamos todo!

—Yo creí que nos contábamos todo —susurra papá, dejando de acariciar el cabello de mi madre.

Ella pone ojos de cachorrito ante eso y se levanta.

— ¡Oh! ¡Por favor! No podíamos andar divulgando eso...

— ¡Se lo dijiste a nuestra hija de quince años!

—Quince casi dieciséis. Pero parezco de diecisiete—corrijo, pero me ignoran.

—Ella toco el tema, me puse loca y no pude aguantar más —habla rápido, me sorprende que su lengua no se trabe—. Y para más... Para más...

—Meredith —advierten Isabel y Andrómeda.

— ¡Esa cosa está debajo de la casa y estoy que exploto! —grita, la casa tiembla. Sujeto la lámpara favorita de papá antes que ésta caiga al suelo. El rostro de mamá se colorea al notar lo que dijo—. Lo siento.

—Que lo sientas no cambia que seas bocona y... —Isabel abre la puerta. Maddie, Nico, Daniel y Melody caen uno sobre otro, en ese específico orden— que estos niños son unos chusmas al igual que sus padres.

Veo el rostro de mi hermanita tornarse morado y no puedo evitar decir — ¡Nico, pedazo de cerdo, tu gordura la está matando!

Él me da una mirada de odio antes de levantarse y ayudar a Maddie a incorporarse mientras se disculpaba. Ah, a ella le besa lo pies y a mí me da la axila de lleno en la cara. Es un bastardo.

—Bien, ya todos estamos al tanto —sonríe Annabeth caminando al centro—. Ahora sólo debemos asegurarnos de que esto no salga de aquí. Lo que obvio no sucederá, somos familia y hay confianza... Pudimos haber tenido esta conversación hace años, antes de los niños chusmas —le da una mirada reprobatoria a Daniel, él baja la cabeza.

Mamá está dejando caer sus hombros con tranquilidad cuando yo digo:

— ¿De verdad confían en mi? ¿En la chica que todos esperan que será una súper asesina de dioses? —hablo con rencor mientras juego con mi loco cabello, sin importar que lo esté empeorando.

—Marlee —papá se sienta junto a mí y me abraza, dejo caer la cabeza sobre su pecho y no le dirijo la mirada a nadie—. No digas eso, aquí nadie te ve como una asesina. Y quien piense lo contrario está mal. Eres rencorosa e impulsiva —alzo una ceja— pero no asesina.

—Gracias papá —susurro.

Los demás adultos se alejan para seguir hablando. Maddie y los demás chusmas cuchicheaban en otra esquina, tal vez compartiendo la información recolectada. Yo simplemente ignoraba la mirada afligida de mamá y abrazaba a mi padre mientras terminaba de amanecer.

— ¿Qué dijo tu madre? —inquiere en voz baja, con la cabeza sobre la mía.

—Nada —respondo.

—Ella siempre dice algo —ríe levemente— y es muy posible que lo haya dicho sin querer, Marly.

—... Creo que ella piensa que en verdad voy a matar a... —él me corta.

—Los nombres no, Marlee —me recuerda—. Digamosle Voldemort 2.0, porque tampoco debe ser nombrado.

Río abrazándolo aún más, la risa cesa al recordar el tema de conversación.

—Ella no te ve como una asesina, hija —me dice luego de unos segundos—. Ella sabe lo que se siente cuando todos te consideran una asesina, no le haría lo mismo a otra persona.

Alzo los ojos, choco directo con la mirada de mamá. Ella ignora lo que dicen los demás, creo que intenta leer nuestros labios, pero ella es muy mala en eso. Pero seguro está consciente de cuál es el tema.

—Papá, no lo tomes a mal, no tengo malas intenciones en mis palabras —relamo mis labios antes de seguir—. Pero... Mamá... ¿Está, uh, maldita?... Porque, yo, bueno, ella lo dijo.

Él se tensa, por un momento pienso que va a decirme algo por mis palabras, pero entonces responde.

—A veces su mente se nubla por la rabia y desata un caos enorme que ella no sería capaz de hacer si estuviese en sus cinco sentidos —suspira—. En palabras crudas sí, Marlee, está maldita.

Me separo para mirarlo, papá deja salir una suave sonrisa.

—Ella no sólo nos protege de monstruos, también lo hace de sí misma —digo entrecortada—. Y esa daga bajo la casa...

—Le pone los pelos de punta —completa asintiendo desganado—. Demasiado poder, la vuelve inquieta. Ahora comprendo su comportamiento últimamente.

Vuelvo a mirar a mamá, ella me ve confundida cuando camino hacia la puerta.

Bajo las escaleras a toda máquina, ésta vez sí salto el último escalón y caigo sobre mis pies sin problema alguno. Salgo de la casa y corro hacia el jardín esquivando los árboles caídos. Me dirijo al cobertizo y casi me caigo sobre las herramientas. Luego de buscar a oscuras logro encontrar la pala y salgo.

El sol me da en el rostro, pero sigo sintiendo mucho frío. Es invierno pero estoy tan acelerada que la nieve no me detiene a la hora de clavar la pala en el suelo.

— ¡¿Qué demonios haces?! —grita Andrómeda desde la ventana de la biblioteca.

— ¡Si la busco va a irse! —respondo igual.

Sigo cavando, pura nieve. Los brazos se sienten extraños pero no importa. De repente dos pares de enormes patas me ayudan, Cosmos y su hermano cuyo nombre, según Isabel, es Pyxis. Gracias a ellos logro cavar más profundo, estoy destrozando el trabajo de mis padres y tal vez no lo noten hasta que se calmen.

— ¡Oh no! ¡Mi jardín! —se lamenta mamá.

O tal vez lo hagan ahora...

— ¡Ya no, no, no! ¡Detente que ya no está! ¡De ha ido, hija! —me dice corriendo hacia mí con las manos extendidas, me saca la pala y observa con una mueca el hoyo.

Luego me mira y una sonrisa aparece en su rostro —Niña problema, tuviste buenas intenciones pero tendrás que ayudarme a arreglar esto.

Río y me limpio la cara llena de tierra.

—No podía seguir viéndote así —admito, bajo la voz al ver a los demás acercarse—. Demonios, mamá, tú haces todo por nosotros, debía hacer algo.

—Esa boca tan sucia, te tragaste tierra mientras cavabas —habla risueña, tranquila como es usual. Me abraza ignorando mi ropa sucia—. Te amo en verdad... Y lamento lo de hace rato, estaba alterada y dije cosas que no debí.

—Por favor mamá, estoy acostumbrada a que digas cosas que no debías... También te amo.

Ella chilla —Dos te amo en un día, es un maldito récord.

—Esa boca sucia.

—Soy tu madre, a mí no me reprendas.

Hola de nuevo, queridas xD Es tarde, i know yo escribo de noche. El plan era darles tiempo para digerir el capítulo anterior pero... Al diablo.

Al parecer Afrodita ama a Meredith pero Marlee no le cae, jojo. El plan desde hace meses xD

¿Han notado la apariencia que tiene Dita cuando Marlee la mira? Dicen que ella muestra la apariencia de la persona que... Ya saben e.e Piénsenlo.

Les diré algo, adelantando. Ésta historia se dividirá en dos fases, y estamos llegando al final de la primera. No se preocupen, la segunda fase también la publicaré aquí, no será aparte. Es sólo una diferencia, un antes y un después de Marlee y demás. Vendrá el drama y quien falta para que estén completos los hijos de Zeus involucrados en la profecía.

En otro capítulo les adelantaré más *sonrisa, sonrisa*

¡Hasta luego, queridas!

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