•05• 《Sobredosis》

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Jueves 10 octubre 1985.

Mordí mis labios y suspire, echando mi cabeza hacia atrás en el asiento del auto.  

Otro maldito jueves...

Me quede quieto un momento pensando en varias cosas y apreté mis labios cuando me di cuenta que comenzaba a quedarme sin amigos. Hoy, venia por el penúltimo de mi lista. 

Me baje del auto levantándome los pantalones mientras mis ojos estaban clavados sobre el edificio frente a mi. Sonreí viendo el bar Min.  

El inicio de una larga noche me esperaba dentro de aquel establecimiento.

Me encamine directamente y siendo sigiloso. Lo que menos quería era llamar la atención.

Subí unas escaleras directamente al cuarto apartado, donde sabia con seguridad que ahí se encontraría mi querido amigo. 

Fui recibido por el, quien en cuento me vio me abrazo feliz de verme estar bien.. y con vida.

¡Ja!

—Me alegra verte.. —Hablo el apartándose de mi, con un nerviosismo muy notable. Mire sus ojos, los cuales estaban algo hinchados.—No estoy bien después de lo de los chicos. —Note que tallaba su cara con desesperación.

—¿Por que estas tan nervioso? —Le pregunte con una sonrisa de ironía al sentarme frente a el en un sofá. 

—No lo se, tengo miedo después de lo de Jimin.

—¿Miedo por que?... ¿Fuiste tu quien lo mato acaso? —Arquee una ceja, viendo como su nerviosismo incrementaba.

—¡No! —Negó inmediatamente —Yo no seria capaz de asesinar a alguien.

Sonreí resopladamente de lado, negando a lo que escuchaba, lo mire directo a los ojos después de borrar drásticamente mi sonrisa del rostro. —¿Enserió?

El de igual manera me miro seriamente por unos largos segundos, en los cuales el único que se incomodo, fue el. Jamás deje de verlo, nunca quite mi inquietante mirada de sus ojos.

—Necesito otro poco.

Le asentí, sabia a lo que se refería y yo no iba a negárselo, esto continuaba a mi beneficio.

Mire cada movimiento de el con atención, mire como torpemente y con desespero mi amigo preparaba su droga para después plantársela en su vena de su brazo izquierdo.

Seguido de eso, las manos de el dejaron de temblar y lentamente lo mire como se fue relajando, hasta quedar completamente recostado en el sofá frente a mi. Me di cuenta como esa droga lo controlaba y calmaba completamente sus nervios.

—Me alegra que hayas venido. —Mi amigo drogado, hablo para mi, sonriéndome desde su lugar donde yacía recostado y mirándome como le era posible. Yo, por supuesto, le devolví la sonrisa.  

—Ha mi también me alegra haber venido Hyung.

Lo mire sonreír, todo drogado y pensé en que debía ser el momento, estaba tardando mas de lo acordado aquí.  

Me incline un poco para acercarme lo suficiente a el, esperaba el momento con ansias, teniendo mi mano dentro de mi bolsillo de mi abrigo, donde tenia tomada mi herramienta lista para asesinarlo.

Pensé que el momento era el indicado y en un movimiento rápido y brusco de mi parte, inserte la aguja en su muslo izquierdo, a unos centímetros de su rodilla.

No me importo si lo introducía ya sea en su vena o simplemente en su pierna, al final de cuentas, tendría el mismo efecto, matarlo.

Lo mire fijamente a los ojos mientras ingería el liquido espeso en su cuerpo, esperando impaciente por el efecto. 

Observe como el comenzaba a temblar completamente mientras me miraba a los ojos y yo sacaba la aguja de su piel.

Los temblores pasaron de leves a unas convulsiones de cuerpo completo aun sobre el sofá donde estaba sentado. Me puse de pie aun mirándolo, cuando comencé a escuchar su voz, pidiéndome ayuda.  

El trabajo de mi inyección comenzó a llegar a su termino, haciendo que algo espeso y amarilloso saliera por la boca de mi amigo.

Esperaba impaciente, me había hartado de estar escuchando sus suplicas buscando ayuda de mi parte, siendo que fui yo quien venia a matarlo.

Desesperado movía mi pie con ansiedad, como si de un tic se tratara, estaba impaciente por su muerte, la cual ya se había tardado mas de lo esperado.     

Pocos minutos después, observe detenidamente como mi amigo perdía lentamente la vida, por un acto de mis propias manos.

Extrañamente sentí empatía por el, fruncí mi ceño con una mueca molesto por mi pensar, así que decidí golpearlo levemente con mi pie, para asegurarme de su muerte y así el no sintiera dolor al cortarle su índice, maldito remordimiento.

Una vez listo todo y finalizado, comencé a guardar todo con cuidado en una bolsa de plástico, llevándome conmigo, todo rastro de evidencia que me incriminaba por arrebatar bruscamente la vida de otro de mis amigos.

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