Capítulo 4

Terminé mi jugo de arándanos y lavé todo correctamente. Mi nueva casa era pequeña, el espacio era bueno y me gustaba poder tener esa privacidad que me brindaba en comparación de tener que vivir junto a alguien, en una pequeña habitación y en la casa de alguien más. Si quería vivir sola mayormente tenía que pagar yo misma y hacer mucho papeleo. Era complicado tener que atender a alguien cuando no era cerca de mi casa.

Vivía cerca de los límites de la propiedad y tenía específicamente que salir por otro lugar si quería irme de la propiedad. Era como una salida secundaria. No fui a ningún lugar todavía, solo a una tienda, sin embargo, la playa estaba en la lista de lugares a los cuales me gustaría ir.

—Vamos Baxter. —Silbé al cerrar la puerta. Él estaba muy contento con todo el espacio que tenía para jugar.

Paré en el carrito de golf. Baxter subió y le ajusté el equipamiento.

—Debes ser un buen perro. —Lo acaricié—. Debemos impresionar al señor Marcus.

Conducir un carrito de golf era divertido. No tenía mucha velocidad, pero era mejor que caminar hasta la gran casa de Collins.

Al llegar hice algunas maniobras y estacioné de forma correcta el carro. Baxter se bajó cuando le di la señal y empezó a oler todo. Tomé mi bolso con todo lo necesario.

Técnicamente según las indicaciones del representante de Collins, tendrían un lugar específico en la enorme casa en donde podríamos iniciar el tratamiento con el equipamiento necesario. Saqué la correa de Baxter y la enganché. Era mejor tenerlo junto a mí, hasta que todos se acostumbraran a él.

—¿Por dónde debo entrar? ¿puerta trasera o la principal? —dudé.

Busqué alguien que me pudiera ayudar. Por lo menos tuve la decencia de ir veinte minutos antes, quería conocer mi lugar de trabajo.

Recorrí con prisas los alrededores, la casa era gigantesca y creía reconocer un poco a lo lejos una piscina. El trabajo de jardinería era estupendo, muy bien cuidado todo. La casa tenía un estilo moderno y un toque de diseño español haciendo que combinara todo.

—¡Oye! —Levanté mi mano como saludo. Un guardia junto a un perro paró. —Fisioterapeuta. —Levanté mi identificación, desde ese accidente la llevaba siempre en mi bolsillo del jean—. ¿sabes por donde puedo entrar? —Señalé la casa.

—Puerta trasera, en la habitación con la puerta blanca, segundo piso.

—¡Gracias por la ayuda! —Lo volví a saludar. Tiré de Baxter para entrar, no hizo caso.

Lo observé, él estaba mirando al otro perro que estaba sin correa.

Oh.

—Vamos Baxter. —Lo tiré de nuevo. Sin respuesta.

El otro perro lo miró e hizo un movimiento como si estuviera invitando a Baxter. Mi perro tironeaba porque quería ir con él.

—Después jugaremos —Le hablé de forma calmada.

Baxter tironeo fuerte haciendo que me tropezara y soltara la correa. Ambos perros corrían lejos de nosotros, parecían estar jugando.

Genial. Simplemente genial.

—¡Baxter! —grité mientras me levantaba. Sacudí mis manos, una de ellas estaba ligeramente raspada.

El guardia empezó a correr mientras los seguía, ambos fuimos por esos dos perros. Perseguí a Baxter por todo el jardín, tropezando ocasionalmente, sentía que el guardia se reía de mí mientras perseguía al otro perro. Ninguno de los dos lograba persuadirlos para que pararan de correr, creían que era un juego.

Me levanté de mi última caída. Sacudí mi jean que tenía parches blancos en las rodillas, ahora eran entre un tono verde y marrón. Tenía algunos restos de grava en mi pelo negro que sacudí y volví a armar mi moño bajo, estaba segura que mi maquillaje se arruinó.

Escuché cerca un silbido y eso hizo que el perro dorado dejara de correr, el guardia aprovechó para enganchar la correa.

—Te dije que no lo pasearas sin correa, Stephan. —Giré para ver como un hombre alto retaba de alguna manera al guardia.

Me limpié la ropa disimuladamente y llamé a Baxter que venía contento moviendo la cola.

—Lo siento señor Collins. —Dio media vuelta y se fue junto al perro.

—¿Tu quien eres? —se dirigió hacia mí con el mismo tono.

—Nichole la fisioterapeuta. —Me acerqué junto a Baxter. Le ofrecí una cálida sonrisa.

—¿Por qué llegas tarde? —preguntó de forma fría.

—Mi perro se soltó y traté de atraparlo. —Expliqué de forma rápida. Así que este era mi paciente, el señor Marcus Collins.

—Esta despedida.

Lo miré perpleja.

—Espera, ¿Qué?

—Acepto profesionalismo en el trabajo, usted...—Me escaneó—. No puedo creer que Rupert te haya contratado. —Se dio media vuelta y se fue.

—Maldito. —lo seguí sin importarme nada. ¿Quién se creía que era?

Al entrar Baxter comenzó a olfatear todo.

—¿Quién te crees? —él estaba subiendo la escalera.

Wow que casa tiene.

—Salga de aquí. —Bajó los escalones y me enfrentó—. Es mi casa, no tiene permiso de entrar.

—¿Cómo puede despedirme si ni siquiera trabajé? —Lo encaré.

Ah. Era alto. Subí mi mirada para verme más intimidatoria o traté de serlo.

—Vete.

—No.

—Hazlo. Ahora. —dijo entre dientes.

—Vengo a ayudarte, ten un poco de compasión. —Jugué mi otra carta—. Desde que llegué aquí desde el otro lado del mundo a tu casa lo único que consigo es que me derriben como bienvenida y ahora tú me despides. —Intenté que las lágrimas salieran para darle el toque final.

—No funciona lo que estás haciendo y tu entraste sin mi permiso.

—¡Nadie me atendió! —me defendí—. ¿Qué querías que hiciera?

—Esperar.

—Esperé —bufé— ¡dos horas!

—No es mi problema.

—En realidad si lo es porque tú me pagaste para venir y atender tu trasero gruñón. Vengo lo más animada y sonriente posible y me tratas de esa manera. —Lo miré indignada—. Pues mírame —Me señalé—, tu no me despides yo renuncio.

Giré y llamé a Baxter.

¡Estúpido Marcus!

🍓🍓🍓

—¡Señorita Robinson! —Golpearon la puerta. Detuve mis movimientos dejando la ropa al lado de la valija. Fui hacia la entrada.

—Rupert. —saludé.

—Vuelva. —suplicó—. Vi por las cámaras del jardín lo que pasó, Marcus no puede despedirla, sé de lo que es capaz de hacer con personas gruñonas. Su jefa me dijo que eras la mejor. Una oportunidad más, ¿por favor?

—Él me humillo y no me dejó explicarme.

—¡Por favor! —rogó de nuevo.

—Volveré con una condición, si no llegó al mes me voy con ochenta mil no con cuarenta mil dólares. —Podía intentarlo una vez más, había viajado por mucho tiempo.

—Pero... no puedo hacer eso. —Sacó un pañuelo y se secó la frente.

—Si no funciona me voy con un bonus extra, además me lo debe por lo que me hicieron pasar. —Acepta, acepta.

—Setenta mil.

—Setenta y cinco mil. —Le tendí la mano y él la estrechó—. Sé que no puedo tener los planos de la propiedad, pero explíqueme lo más detallado posible los alrededores, siento que me voy a perder.

Lo dejé entrar.

—¿Quiere té de frutilla u otra cosa?

—Agua. —Era un tipo sencillo.

Preparé todo y él se sentó en la sala de estar.

Dejé enfrente de él un vaso con agua.

—Sé que Marcus no es la persona más fácil de tratar, solo quiero creer que con el tiempo él pueda volver a ser el de antes.

—Toda mi carrea traté con muchos pacientes de todo tipo. Los atletas profesionales son... complicados. Entiendo la presión y lo que están sintiendo. Perder todo por una lesión siempre impacta en las personas, eso no le da ningún derecho a tratar a las personas de esa manera.

—Lo sé. —Suspiró—. La natación es todo lo que tiene.

—Trataré de hacerlo entrar en razón. Se ve que es una persona terca y a mí me gusta ayudar a las personas, no me iré de aquí sin intentarlo. —dudé con mis palabras.

—Solo quiero que se recupere pronto. —Tomó un poco de agua.

—Todos quieren eso. Recuperarse y seguir. No siempre sucede, volver completamente a la normalidad en ciertas circunstancias no es posible. —Créeme lo intenté.

—¿Lo intentaras? —preguntó esperanzado.

—Solo una última oportunidad. —Señalé. Solo una.

—Eso me tranquiliza, encontrar a alguien ahora no es posible. Debo hacer papeleo, mucho. Este chico se pasa en algunas circunstancias. —Suspiró.

—¿La playa está lejos de aquí? —Cambié de tema.

—Dos kilómetros de aquí. Hay cartelería que indica el camino, ¿surfeas?

—Hace tiempo que no. —Tomé un sorbo de mi té.

—Hay muchas tiendas en la ciudad, estamos a cuarenta minutos. Es una ciudad muy pequeña y turística casi todo el año. Perfecta para alejarse de la prensa y de las malas personas.

—¿Muy seguido pasa eso?

—Todos quieren saber que le sucedió. No te daré detalles, solo que fue un accidente. La prensa quiere información al respecto, quieren alimentarse. Marcus siempre fue tranquilo, nunca tuvo tanto drama consigo como otros atletas y la prensa aprovecha cada oportunidad.

—Lo ayudaré Rupert. —Sonreí. Él era una persona amable, no era alto y tenía una pequeña barriga, poco cabello y siempre iba bien vestido.

—La dejaré. Mañana vuelva a intentarlo, entre por la parte de atrás y llegue un poco temprano.

—Lo sorprenderé. —Aseguré.

—Solo espero no morir de un infarto.

—¡Dios no quiera! 

¡Gracias por leer! 

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